LA SITUACIÓN DE LAS DICTADURAS ARGENTINAS Y ESPAÑA
Héctor Anabitarte Rivas
Por lo que conozco de la represión que sufrieron los homosexuales durante el franquismo, hay algunas coincidencias y significativas diferencias con relación a la dictadura de Videla. Ambas represiones se dieron en circunstancias sociales, políticas y culturales diferentes. Los edictos policiales argentinos que castigaban a los homosexuales no pretendieron ninguna rehabilitación; se trataba sólo de instrumentos represivos que tenían por objetivo, entre otros, atemorizar al conjunto de los homosexuales. La Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social ni siquiera fue respetada por el régimen, ya que no se hizo el menor intento de rehabilitación y promovió la humillación de los encarcelados. Ambas dictaduras pretendieron suprimir toda «desviación sexual», no enmendarla, ni curarla: eliminarla de la vida social.
Conviene empezar escribiendo que la represión homofóbica en España y en Argentina tiene un mismo origen, los Reyes Católicos. El 1 de noviembre de 1478, mediante una bula del Papa Sixto IV, la Inquisición Española empieza su sistemática tarea represiva, se persigue a los herejes, se vigila a los conversos, y la obsesión de la Iglesia Católica en cuanto a la sexualidad es una constante. Jaime Contreras, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, analizó cincuenta mil procesos, de los cuales 2979 se relacionan con la sodomía, el bestialismo y otros «delitos»[244]. En cuanto a Argentina, el historiador uruguayo Carlos Machado, miembro del comité ejecutivo del Partido Socialista de Uruguay, en una reunión del Grupo Nuestro «mundo», a fines de los sesenta, comentó al hilo de la publicación de su libro Historia de los orientales, que en la época de la colonia, en el Río de la Plata, la Inquisición castigaba a los indios homosexuales a ser comidos vivos por perros especialmente entrenados.
La última dictadura argentina, en realidad, no comenzó el 24 de marzo de 1976, cuando la Junta Militar presidida por el general Videla derroca al gobierno de Isabel Martínez de Perón, que ya no contaba con ningún apoyo importante. Desde la muerte de Juan Domingo Perón, a quien Isabel sucede, los sectores militares y civiles más extremistas habían ido creando las condiciones para un golpe de Estado «libertador», y para esos fines el terrorismo de Estado cumple un papel clave; desde 1973 actúa impunemente, asesinando a cientos de personas, y en ese marco, se aplican los edictos policiales. Era común que se creyera que la detención de homosexuales se basara en normas no escritas, en criterios morales más o menos aceptados en el inconsciente colectivo. Sin embargo, existía en la Capital Federal una legislación específica, se trataba del Reglamento Policial de Contraventores, en los Edictos y Ordenes del Día emanados del Jefe de Policía en distintas épocas. El decreto 10.868/1946 (vulgarmente conocido como R.P.C. o R.R.P.F. 6) establece el procedimiento para aplicar penas policiales a contraventores y en él se leen normas discriminatorias contra homosexuales como éstas: «el pederasta que sea condenado a pena de detención no puede redimirla por multa de acuerdo a una escala determinada» (artículo 43)[245]; o sea, que debe cumplir el arresto, que puede llegar hasta 30 días, en su casa, la comisaría interviniente o el Instituto de Detención (Penal de Villa Devoto).
Estos edictos aparecieron por primera vez en 1932, cuando Argentina sufría un proceso de fascistización. El 6 de septiembre de 1930, el general José Félix Uriburu encabezó un golpe, el primero que se produjo en el siglo XX, contra un gobierno constitucional y popular; este golpe pretendía establecer un régimen parecido al de Mussolini en Italia, a quien tanto admiran los militares. Fracasan en su propósito pero logran, parcialmente, teñir tanto al Estado como la sociedad de las ideas autoritarias de la época. Estos edictos se desarrollaron en 1946 y en 1949, cuando gobernaba el general Juan Domingo Perón, que había ganado las elecciones con importante apoyo de la población. No se trata de una dictadura como la de Uriburu, pero este gobierno también se inspira en el mussolinismo, y además, está bajo la influencia de una jerarquía católica conservadora. En esas dos décadas, y con dos gobiernos aparentemente muy distintos, es cuando la homofobia comienza a disponer de instrumentos legales, y así será hasta fines de la década de los noventa, cuando la Capital Federal argentina se transforma en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es interesante destacar que en el último tramo del segundo gobierno de Perón, en los años cincuenta, a partir del enfrentamiento del Gobierno con la Iglesia Católica, se legalizó la prostitución con el argumento de cuidar a los jóvenes de caer en los ardides de los desviados sexuales.
Conviene señalar que con estos edictos se crea la pena corporal contra las relaciones homosexuales que el Código Penal argentino ignoraba hasta ese momento, ya que las relaciones entre personas del mismo sexo no constituían delito ni agravante en ningún caso, salvo que fueran practicados con menores, en cuyo caso se incurría en el delito de corrupción, pero sin distinción sexual alguna en el agente. Para ser calificado de «pederasta» era suficiente tener «antecedentes» o por medio de «datos fehacientes y bajo la firma del director o jefe de secciones de la Dirección de Investigaciones» (artículo 45). Cuando un comisario de seccional detectaba que en ciertas casas o locales de su jurisdicción se reunían homosexuales «con propósitos vinculados a su inmoralidad», debía comunicarlo a la Dirección de Investigaciones para que interviniera (artículo 207).
El edicto policial sobre escándalo tipificaba las figuras contravencionales de que pueden ser sujetos los homosexuales:
• «inciso f» : exhibirse vestidos o disfrazados con ropas del sexo contrario;
• «inciso h» : incitar u ofrecerse públicamente al acto carnal, sin distinción de sexos (Orden del Día del 19.41949);
• «inciso i» : encontrarse un sujeto conocido como pervertido en compañía de un menor de 18 años (Orden del Día del 15.61932).
Durante setenta años la Policía Federal dispuso de estas reglamentaciones para poder actuar. Con gobiernos democráticos o con dictaduras, se aplicaron con mayor o menor intensidad, ante la indiferencia de la sociedad, de las fuerzas sociales y de los partidos progresistas.
Después de tres dictaduras militares, sin solución de continuidad, desde el año 1966 a 1973 (Onganía, Levingston, Lanusse, tres generales), impregnadas de homofobia, se convocaron elecciones democráticas. Las gana de manera abrumadora el peronismo y asume la presidencia de la República Héctor José Cámpora, el 25 de mayo de 1973, un hombre fiel a Perón pero vinculado y presionado por los sectores más radicales del movimiento peronista (Juventud Peronista, Montoneros y otros). Se vive una «Primavera», tan fugaz como la de Praga; a Praga llegaron los tanques, a Argentina La Triple A, la Alianza Argentina Anticomunista. Por primera vez el movimiento gay se hace visible en la calle. El Frente de Liberación Homosexual de la Argentina (FLH) edita un periódico legalmente, Homosexuales, con una tirada de 5000 ejemplares y dos kioscos del centro de la ciudad aceptaron venderlos. Una delegación del FLH entró en el Congreso de los Diputados y lo repartió a todos los grupos parlamentarios, provocando sorpresa; también los repartieron en la sucursal de Correos que funciona dentro del edificio, ya que la mayoría de su personal eran gays y lesbianas; por «escandalosos», durante los gobiernos militares fueron trasladados allí, porque no estaba abierta al público. Uno de los empleados era un muchacho tucumano, que en los años sesenta había cambiado de sexo, y el cirujano que realizó la operación había sido detenido. Hay que tener en cuenta que el primer grupo homosexual, Nuestro «mundo», se organizó en 1967, y el FLH en 1971, porque es la primera vez que se disfruta de cierta libertad.
Jung Ha Kang y Emilio Bernini, refiriéndose a ese momento, escriben en la revista El Ojo Mocho, página 70, en 1997:
Breve lapso liberacionista en el que la homosexualidad es un índice, si no de la revolución popular, de las promesas libertarias que esos años encierran; breve historia en la que los frentistas otorgan un sentido histórico preciso, concreto, de lucha, al homosexual, una potencialidad revolucionaria cuya consecución implicaría un horizonte sin roles sexuales fijos, prefigurados, en la, así propuesta, nueva sociedad… Entre Lanusse y la triple A, el FLH rescribe la homosexualidad en términos políticos y, de este modo, la vida secreta de los homosexuales criollos, por primera vez, se hace pública. Si politizan las relaciones homoeróticas es porque sostienen que la experiencia sexual está constituida, atravesada, por relaciones políticas de opresión; transformar la vida cotidiana, la «base ideológica sexista» que reproduce la familia, el fascismo de entrecasa que no es sino la formulación política del machismo, aparecen como objetivos reiterados en sus boletines y panfletos…
Ya no se trata de reclamar la derogación de los Edictos y la libertad de los detenidos. Ahora, en medio de la euforia general, ante una derecha que ha fracasado durante tres dictaduras (ha fracasado pero está intacta), el FLH abandona todo reformismo, especialmente el Grupo Eros, y, sin evaluar las consecuencias, se lanza a la toma del Palacio de Invierno, imitando a los bolcheviques de 1917, y al Palacio de Invierno, sede del poder, no a tomar la Bastilla, en donde sólo hay presos. Es una etapa en la que la omnipotencia y el extremismo se imponen, y también la ingenuidad. En junio de 1973, el FLH envía una circular a las 50 comisarías de Buenos Aires, en las que la «primavera» está ausente, donde afirma:
Funcionarios del Gobierno Popular, estimados ciudadanos: El 25 de mayo se abrió una nueva etapa en la vida del país. La Argentina de la opresión, la dependencia, el atraso empieza a morir. De ustedes depende también que sea así. El discurso del ministro del Interior es un ofrecimiento que ustedes deben aceptar: deben ponerse decididamente junto al pueblo, junto a todos los oprimidos y los marginados. Esperamos de ustedes una nueva relación, solidaria, franca y justa. Hay un enemigo, que ustedes deben combatir, el privilegio, el imperialismo, el atraso, la injusticia. Fraternalmente.
El aparato represivo del Estado, heredado de la última dictadura, sigue intacto. El 25 de mayo, cuando Cámpora asume la presidencia, en el acto de masas en la Plaza de Mayo, frente a la Casa Rosada, el FLH participa distribuyendo un comunicado que decía:
Convocamos a todos los homosexuales, independientemente de cómo votaron, a luchar junto a todos los sectores sociales y políticos empeñados en la liberación nacional y social. Nuestra participación en este proceso, abierta y decididamente, nos acerca a la revolución sexual y por ende a la liberación de los homosexuales.
La columna gay no fue agredida, e incluso una parte de la gente la vio con simpatía, un hecho insólito en la historia política del país. En mayo de 2006, en una reunión convocada en la Biblioteca de las Madres de Mayo por los jóvenes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA), participaron tres activistas de aquella época (Sara Torres, Sergio Pérez Álvarez y Héctor Anabitarte), y la revista Imperio, junio 2006, con la firma de Bruno Bimbi, publica:
El clima de la época era difícil. El 25 de mayo de 1973, el FLH ingresa a la Plaza de Mayo con una bandera propia, y Pérez, que en esa época era director de escuela, recuerda que «cuando empezaron a fotografiarnos, muchos tuvimos que soltar la bandera porque, si salíamos en la foto, al otro día perdíamos el trabajo».
Convendría agregar que no sólo los periodistas sacaban fotos, también los servicios de seguridad del Estado. La noche del 25 de mayo, la movilización de las organizaciones armadas (Montoneros, ERP y otras), y especialmente de la Juventud Peronista, obliga a la liberación de todos los presos políticos, pero no de los homosexuales que están en un pabellón en la Cárcel de Villa Devoto, ya que son considerados presos comunes, tanto por el Gobierno como por las personas que están manifestándose en la calle, y para ser más preciso, ignoran que haya homosexuales que están detenidos por el solo hecho de serlo. En aquellos años, la izquierda en general, con algunos matices, coincidía con la política homofóbica de la Cuba de Fidel Castro, en donde se habían creado las UMAPs, unidades de trabajo forzoso y de «reeducación»; entre otras actividades reeducadoras obligaban a los presos a trabajar con las manos, eso se supone que estimularía la «hombría». De las UMAPs, Sartre dijo: «Los judíos de Cuba». El FLH, previendo que los gays serían excluidos de la amnistía general, se había entrevistado con los abogados defensores de presos montoneros. En una reunión, en la que participó inclusive una mujer cuyos hijos eran montoneros, como miembro del FLH, una abogada, sonriendo amablemente, respondió que no nos preocupáramos, que para nosotros habría campos de reeducación[246].
El 20 de junio de 1973, el FLH participa con pancartas propias en la concentración de masas que es convocada en el aeropuerto de Ezeiza: Perón, que se exilió en septiembre de 1955, volvía al país. La columna gay se ubicó junto a las de la Juventud Peronista, que mantenía una actitud distante, pero no hostil. Se produjo una lucha para apoderarse del escenario por parte de Perón y la extrema derecha peronista, que no duda en usar las armas para lograrlo. Hubo muertos, heridos, millones de personas en desbandada. La pancarta del FLH, «¡Queremos vivir y amar libremente en un país liberado!», es justamente lo que no va a pasar. En una declaración que hice a Alejandro Modarelli y que se publicó en Los gays porteños en la última dictadura (página 156), me refiero a este acontecimiento:
La verdad es que no estábamos convencidos de ir, ya se percibía un clima de sangre. Pero Perlongher insistió. No éramos peronistas, pero sabíamos que todo en ese momento pasaba por la izquierda del movimiento. Era nuestra técnica trotskista clásica. Apenas llegados a Ezeiza, nos metimos en una columna de la JP. Cerca se veía el Comando Brito Lima, a Norma Kennedy, a Osinde. La JP intentaba mantener una distancia considerablemente entre ellos y nosotros. Que se viera claramente dónde terminaba la columna. Nadie nos disputaba el espacio.
La derecha peronista, con el beneplácito de Perón, pasó a la ofensiva. El que comandó la represión en Ezeiza fue el coronel Osinde, quien declaró que «los drogadictos, homosexuales y guerrilleros no pudieron triunfar, no tomaron el micrófono para difundir sus mentiras, no coparon el palco de Perón y Evita» y pocos días después aparecieron carteles en las calles porteñas acusando a montoneros, drogadictos y homosexuales de traidores a Perón y a la patria (para Osinde eran sinónimos). El movimiento Montonero (conviene recordar que sus abogados prometían campos de reeducación para los gays) se manifiesta, son miles, y uno de los lemas más coreados es el de «no somos putos, no somos faloperos, somos soldados de FAR y Montoneros». La primavera camporista agoniza, la estrategia del FLH por la revolución nacional, social y sexual se desvanece. En realidad, se trataba de un deseo, ya que los hechos no indicaban que algo así podía producirse en la Argentina en aquellas circunstancias. El FLH estaba aislado, con contactos con pequeños grupos feministas, con el Partido Socialista de los Trabajadores (con este partido de manera discreta, no oficial), y gozaba de simpatía sólo entre algunos intelectuales[247], hippies y roqueros.
Un semanario, El Caudillo, es el portavoz de las Tres A, dirigido y financiado por López Rega, que se dedica a denunciar a personas que generalmente poco tiempo después son asesinadas. En su número del 12 de febrero de 1975, publica un artículo en donde la homofobia aparece de manera brutal, es todo un programa de exterminio. Entre otras cosas dice:
De pequeños jugaban con muñecas. Más crecidos el deporte violento les produjo horror. Como era de esperar, con el correr del tiempo y la costumbre de poner la radio para escuchar mulatos extranjeros, se volvieron Objetores de Conciencia… Deben prohibirse las exhibiciones de cine, televisión o teatro que difundan esa perversión al pueblo. El enemigo quiere y busca un país vencido. A los que ya son, proponemos que se les interne en campos de reeducación y trabajo, para que de esa manera cumplan dos objetivos; estar lejos de la ciudad y compensarle a la Nación —trabajando— la pérdida de un hombre útil. Hay que acabar con los homosexuales. Tenemos que crear Brigadas Callejeras que salgan a recorrer los barrios de las ciudades para que den caza a estos sujetos vestidos como mujeres, hablando como mujeres, pensando como mujeres. Cortarles el pelo en la calle o raparlos y dejarlos atados a los árboles con leyendas explicatorias y didácticas… Mujeres de pelo en pecho, bebedoras de hormonas masculinas, voz gruesa, han llegado en más de una oportunidad a asesinar policías y soldados. Hay que terminar con los homosexuales. Encerrarlos o matarlos. Sí, ya sabemos. Vienen a decirnos que exageramos. Nosotros les decimos: vayan a las Seccionales de Policía y cuando salga un padre de familia que viene de hacer una denuncia porque a su hijo lo «tocaron», «manosearon» o «invitaron», pregúntenle a él entonces qué haría si pudiera.
En noviembre de 1973, la Alianza Anticomunista Argentina, conocida vulgarmente como la Triple A o las Tres A, comenzó a cometer atentados, asesinatos. Se coincide en afirmar que su jefe es el secretario personal de Juan Domingo Perón, José López Rega, quien vivió con el general en Madrid, en el exilio, y su objetivo es destruir a los grupos armados y a toda oposición de izquierda, y especialmente a la izquierda peronista. Perón decide que ya no necesita el apoyo de este sector del movimiento e impulsa a los sectores más derechistas. La AAA no realiza acciones específicas contra los gays, pero logra crear un clima de terror generalizado. En aquellos momentos, ir a un bar de «ambiente» no era aconsejable.
Se trataba de terrorismo de Estado y se sabe que el Comisario General de la Policía Federal, Alberto Villar, es quien se encargaba de organizar las redadas. El dinero provenía directamente del Ministerio de Bienestar Social, a cargo de José López Rega, y cuando éste tiene que dejar el país, en 1975, en ese ministerio se descubre un arsenal. Se estima que las AAA cometieron más de mil crímenes. Hoy se sabe que estaba formada por ocho grupos y que sus integrantes pertenecían a los diferentes servicios de seguridad y de las fuerzas armadas. En diciembre de 2006, fue detenido en Valencia Rodolfo Almirón; su historia demuestra que el Estado fue el creador de esta organización. Almirón, en los años sesenta, era inspector de la Policía Federal y fue exonerado por el asesinato en una discoteca en Olivos (Provincia de Buenos Aires) de Earl Thomas Davies, teniente del ejército de los Estados Unidos. En 1973, López Rega ordena su reincorporación, lo asciende a subcomisario y se convierte en uno de los jefes de las AAA. En 1985 se traslada a España y entra a formar parte de la custodia de Manuel Fraga.
Coincidiendo con los primeros crímenes de las AAA, en diciembre de 1973, el FLH distribuyó un comunicado:
Durante la semana del 9 al 16 de noviembre, el FLH alertó a la población de la Capital, y en especial a la comunidad homosexual, sobre las razzias que la policía estaba llevando a cabo: La Tía Margarita impone la moda Cary Grant, revelando insólitas vocaciones, las fuerzas del orden se han puesto a competir con Chanel, Christian Dior y otros centros de moda. Munidos de hachas y tijeras, policías recorren las calles de la Capital y Gran Bs. As. dispuestos a imponer el prototipo de los galanes yankis del 40 para los jóvenes argentinos; así arrancan pelos y barbas, cortan tacos y botamangas que exceden 10 cm. por considerarlas «poco masculinas». ¿Se editará próximamente un figurín oficial para que los jóvenes sepan qué ponerse este verano? ¿Se hará un desfile de modelos en el Departamento de Policía?
Más allá del absurdo, este desesperado intento de la reacción por imponer los roles sexuales tan caros a la moralina burguesa se relaciona con la intensificación de las razias antihomosexuales, y entra dentro de la ofensiva de los sectores continuistas. Es comprensible: con todas estas tareas, sumadas a la protección de las bandas fascistas, no les queda tiempo para investigar las maniobras de los explotadores, los asesinatos de los combatientes populares y sus propios negociados. El reforzamiento de la paleontológica «Brigada de Moralidad» es un paso hacia el retorno a las épocas de Margaride, Onganía y Ramiro de la Fuente. Como bien enseña Pinochet «el orden [el de ellos] debe restaurarse en todos los órdenes»[248].
El comunicado termina diciendo: «¡Cese inmediato de la campaña de moralidad! ¡Libertad a los homosexuales presos! ¡Derogación de edictos policiales antihomosexuales! ¡Por la unidad de los oprimidos!»[249]. Son momentos muy dramáticos y el FLH sigue apareciendo en público y en los lugares de más alto riesgo: «Una delegación del FLH de la Argentina se hizo presente en el velatorio de los tres compañeros del Partido Socialista de los Trabajadores, asesinados el 2 y 3 de noviembre, haciendo entrega de una declaración»[250].
En el primer número de Somos se reproduce una información publicada por el diario La Razón:
Pesquisas de la Brigada de Investigaciones detuvieron anoche, en el Casino Central (Mar del Plata), a 2 «señoritas» que, ataviadas con provocativas minifaldas, trataban de seducir abiertamente a apostadores que llevaban las de ganar frente a las mesas de juego. Al ser identificadas, resultaron ser Alberto Andrés (…) de 23 años, y Rubén Omar (…), de 26, a quienes se los conoce como Mara y Bety, respectivamente. Los 2 homosexuales están detenidos ahora en la Brigada de Investigaciones a disposición de la justicia.
La homofobia es utilizada para desprestigiar a los que se oponen al Gobierno. Un ejemplo, la Juventud Sindical Peronista, vinculada a las AAA, dice que hay una campaña de la sinarquía internacional contra la Argentina, en la que colaboraría el homosexual físico e internacional Julio Cortázar, quien en París ha denunciado los crímenes que se están cometiendo. El 24 de marzo de 1976, el mismo día del golpe militar encabezado por el general Jorge Rafael Videla, la represión anti-gay no cesa. En la provincia de Santiago del Estero, al salir del cabaret donde trabajaban, dos travestís, Brigitte y Jeanette, son detenidos por la policía, golpeados, insultados y expulsados de la provincia. En los mismos días, diecisiete travestís en la provincia de Córdoba desaparecen[251]; comienza la etapa del secuestro y la desaparición definitiva.
Ricardo Lorenzo Sanz escribe en su novela (aún inédita), Bienvenidos a Sodoma, un acontecimiento que sucedió en la Ciudad de Córdoba:
Eran los años de Menéndez, el terrible general Menéndez, gobernador de la provincia de Córdoba, ala dura del durísimo Videla; eran los años de Menéndez, el carnicero, que no sólo libraba su guerra sin cuartel contra los subversivos marxistas que, cruzado incansable, lo hacía también contra la inmoralidad y el tradicional puterío cordobés.
Córdoba, «la docta», era también conocida en el ambiente como la capital del loquerío en el que reinaron por méritos propios la Salvy, la Belén, la Boca de Oveja, la Sabor a Nada… Tantas locas gloriosas, asiduas fieles de «El ángel Azul», un boliche precursor, pionero, libertario, que ponía de los nervios a Menéndez.
«El ángel Azul», por tanto fue clausurado. Sin aviso. De un día para otro y con gran aparataje policial. La noticia circuló rauda y la noche posterior al cierre, una procesión de locas ataviadas de purpurina y luto se congregaron a las puertas de «El ángel Azul», incendiaron y cantaron su particular réquiem: Lili Marleen.
Lorenzo, en su novela, cita a Salvy, quien se trasladó a vivir a Buenos Aires y estuvo vinculado con el grupo gay Nuestro «mundo». Vivía en la calle Corrientes, en una buhardilla, y cada vez que salía de noche a la calle era detenido; no siempre, pero casi siempre. No lo enviaban a Villa Devoto, lo tenían en la comisaría unos días, de «sirvienta», limpiando, cocinando, cebando mates. En 1979 se fue a Madrid, cansado de tanto secuestro temporal, y se vinculó a Amnistía Internacional, y su presidenta Silvia Escobar consiguió que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas (ACNUR) le concediera el asilo político. También en Córdoba, siendo gobernador el general Menéndez, Martín Bartolomé, persona vinculada al Grupo de Profesionales del FLH, que trabajaba en un museo de Buenos Aires, viajó a Córdoba para inspeccionar unos cuadros que habían prestado a la Gobernación. Cuando los estaba revisando en el despacho de Menéndez, como tiene barba, un militar sospecha que se trata de un terrorista, y lo hace detener. Lo encierran en un lugar clandestino y es torturado durante semanas; después, convencidos de que nada tiene que ver con la subversión, lo dejan en libertad. Afortunadamente conoce al escritor Mújica Laínez, quien lo acoge en su casa y lo acompaña hasta el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, pudiendo escapar a España.
Es interesante citar unas declaraciones del jefe de la División de Moralidad de la Policía Federal, realizadas en unas jornadas de psicopatología social. Las jornadas habían sido organizadas por la Universidad de Buenos Aires, en 1977, que para entonces había sido depurada por la dictadura; en ellas, el jefe de la División de Moralidad no duda en proponer que hay que «espantar a los homosexuales de las calles para que no perturben a la gente decente». Este clima homofóbico, por otra parte, estimula que se produzcan una serie de crímenes de homosexuales, sujetos de cierta edad que son robados en sus domicilios y asesinados con saña. Tanto el delincuente común como algunos policías aprovechan las circunstancias sabiendo que estos crímenes no serán investigados; en todo caso, tienen un argumento que los protege, «maté para ser hombre».
El FLH decidió autodisolverse, ya que en la práctica no era posible actividad alguna, y se trataba de esta manera de proteger a sus miembros. Miembros del grupo Nuestro «mundo», exilados en España, formalizan la decisión y denuncian lo que está pasando en Argentina. Es una decisión unilateral de Nuestro «mundo», porque no hay posibilidad de vincularse con miembros de los otros grupos. En el comunicado, enviado a los medios de comunicación madrileños con fecha 17.31977, se dice:
Los homosexuales argentinos exilados en Europa Occidental nos dirigimos a la opinión pública española para denunciar al gobierno militar presidido por el general Videla, que desde hace un año, conduce en la Argentina una política fascista con el propósito de exterminar toda expresión democrática y progresista en el país. Para ello no ha vacilado en recurrir a las más crueles torturas y a asesinatos masivos: miles de personas han sido ejecutadas y decenas de miles están presas o han sido despedidas de sus ocupaciones habituales. Otros cientos de miles se vieron obligados a exilarse del país… Un coronel fue obligado a renunciar como intendente de la ciudad de Bariloche por el solo hecho de estar separado de su esposa. Madres solteras han sido despedidas de empleos oficiales por no estar casadas legalmente. Muchas mujeres son detenidas acusadas de prostitución… Los homosexuales de ambos sexos somos detenidos y obligados a firmar «El segundo H», reglamentación policial que reprime la homosexualidad… Actualmente unas cien personas están detenidas en el Pabellón I en Villa Devoto. Otras cumplen arresto en comisarías de barrios como así también en el Departamento Central de la Policía Federal. La Sección de Moralidad efectúa razzias semanales en calles y bares. En la Argentina ser homosexual es un pecado y un delito…[252].
El Mundial de Fútbol de 1978 fue una oportunidad para la dictadura en su propósito de demostrar ante el mundo que Argentina era un «país normal», «derecho y humano», como decía la propaganda del régimen. Se decide eliminar o disimular los «elementos indeseables». Un gay comentó: «Querían sacarnos de la calle, de la Feria de San Telmo, del planeta, para que se viese que el país había sido purificado. Porque los homosexuales o los marxistas eran sólo los extranjeros, no los argentinos». La represión es constante. Sebreli escribe que en febrero de 1981, la Prefectura irrumpió en una isla del Delta [del Río de la Plata], accesible sólo mediante lanchas que zarpaban de embarcaderos escondidos los sábados a media noche. En la redada se detuvo a trescientas cuarenta personas. Eran permanentes también los allanamientos donde se realizaban reuniones, las llamadas «fiestas negras» según la jerga de la prensa amarilla. El último de éstos fue en 1983, en un salón de fiestas en Belgrano, donde se detuvo a 250 personas[253].
Uno de los grupos federados del FLH, Triángulo Rosa, está formado por católicos; su coordinador, Hugo Ranieri, escribe una carta a Madrid, al FLH en el exilio, con fecha 5.11.1982:
En este momento por Diagonal Norte está pasando una manifestación de los empleados judiciales, gritando «se va acabar la dictadura militan», «justicia a la Justicia», «basta de sueldos de hambre». Hambre sí hay mucha, esto se agotó, no sé, no puedo explicarte el caos que impera en todo, para colmo no hay esperanza. Pasó de todo, mataron homosexuales en sus domicilios, fue un pánico total, se comentaba que era la misma policía, yo tenía un amigo policía, sargento, no sé si te comenté alguna vez, creo que sí, lo tuve que dejar, me mandó un enganche a mi casa y con otro me vaciaron el departamento, me llevaron todo, T.V. color, equipo estéreo, guita, más de un año de mi sueldo… Estoy trabajando mucho, para recuperar algo, es mucho sacrificio, después de la oficina tengo trabajo de peluquería a domicilio, hasta la noche tarde, esto hace que no vea mucho a los chicos y como no salí nunca más por miedo, hay momentos que me siento muy solo, no tengo a nadie, las calles son un desierto a la noche, sólo hay patrulleros…
La dictadura está obsesionada con la homosexualidad. El periodista Sergio Núñez, en un trabajo que tituló La represión en el Proceso, escribe que diecisiete oficiales de la Policía Federal fueron separados de la institución por organizar una fiesta gay. En 1982, cuando la guerra de las Malvinas, desde los medios más adictos a la dictadura se afirma que los gurkas, cuando toman prisioneros argentinos, los violan. Hay más ejemplos del terror que se vivió: en enero de 1982, José Emilio Scatema, de 52 años, es asesinado. Se trata de un homosexual: impresionó la saña y ferocidad, con cuchillas y golpes de kárate, según me contó Alejandro Modarelli, miembro de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA). En unos meses, al menos diecinueve homosexuales son asesinados «con saña pocas veces vista». El jefe de la División de Homicidios de la Policía Federal, comisario Nelson Horacio Corgo, declara a los medios: «Los homosexuales viven manteniendo relaciones superficiales, yo estoy seguro de que si pudiera revivir a uno de los que murieron el otro día y le preguntara: ¿Quién lo mató?, diría: No sé, un tipo que conocí hace media hora»[254].
En Argentina se repite la historia: en España la amnistía no incluyó a los homosexuales, y de los miles de homosexuales asesinados por los nazis sólo se supo años después. En Argentina, el documento Nunca más, coordinado por Ernesto Sábato, en donde se detallan los crímenes de la dictadura, nada dice de los homosexuales. Osvaldo Bazán, autor del libro Historia de la homosexualidad en la Argentina, cuando una periodista del diario porteño Página 12 lo entrevista y le pregunta si los homosexuales lo pasaron particularmente mal durante la última dictadura militar, afirma:
Así es. Carlos Jáuregui, en La homosexualidad en la Argentina., cuenta que uno de los responsables de la Conadep le afirma la existencia de por lo menos 400 homosexuales integrando la lista del horror. Y dice que «el trato que recibieron fue similar al de los compañeros judíos desaparecidos, especialmente sádico y violento»[255].
Esto no se recogió en Nunca Más. Mucho tiempo después, Jáuregui contó que el rabino Marshall Mayer le había admitido que esa escandalosa omisión se habría debido a las presiones del ala católica de la «Asamblea Permanente por los Derechos Humanos»[256]. Sólo se menciona el secuestro y desaparición de Enrique Raab, periodista vinculado a la izquierda y del que se sabía, al menos en ciertos ambientes, que era gay y que vivía con su pareja, pero en Nunca más no se considera oportuno hacer ninguna mención a su homosexualidad, ni en este caso ni en ninguno. En el legajo N° 276 se escribe:
Este desafortunado periodista trabajó en su momento para los diarios Clarín y La Opinión así como en la revista 7 Días y Visión. El día 16/4/1977 fue rodeada totalmente la manzana donde se asienta su domicilio por personas fuertemente armadas, a escasos cien metros de la Comisaría Seccional 1a de Capital Federal. Obligaron al portero a acompañar a los captores hasta el departamento de su vivienda, ametrallaron la puerta de acceso (causando heridas a Raab), y encapucharon a ambos residentes, Raab, y Daniel Girón, para introducirlos en un vehículo que partió con destino desconocido. Una semana después, Girón fue liberado, sin conocerse aún la situación de Raab.
Indudablemente, si Raab hubiera sido heterosexual y viviera con su pareja, el informe Nunca más lo hubiera comentado. Blas Matamoros, uno de los fundadores del FLH, en su libro Las tres carabelas (páginas 43 y 44), comenta el secuestro de Raab y de Girón, a quienes conocía. A través de una llamada anónima, aparece documentación de la época de la dictadura que estaba oculta. Se han encontrado expedientes donde, a bolígrafo, en un margen, se escribió «judío»; muy posiblemente, en otros dirá «maricón» o «puto». Se sabe que activistas políticos secuestrados, por ser judíos, recibieron aún peor trato, y si fuera gay no cabe duda que le hubiera sucedido lo mismo. En Argentina todavía hay mucho que investigar. Los edictos homófobos fueron derogados en 1998, cuando hacía ya quince años que el país tenía gobiernos democráticos. Pasaron quince años y en realidad no fueron derogados, simplemente dejaron de existir cuando Buenos Aires, de capital federal argentina, se convirtió en Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y en las nuevas ordenanzas, el Código de Convivencia Urbana o Código Contravencional, ley n° 10 de marzo de 1998, la homosexualidad no se menciona.
Alejandro Modarelli me informa de que en 2002, cuando tuvo lugar el debate legislativo en la asamblea de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires sobre la Unión Civil, irrumpieron grupos fundamentalistas católicos; el asunto terminó con una bomba de estruendo que no explotó. Estos grupos fueron invitados por el diputado Enríquez, muy relacionado con la policía. En 2006, cuenta Modarelli, en una discoteca se convocó una fiesta gay a la que concurrieron más de cien personas; lo más llamativo era una fuente llena de condones (forros). La policía apareció y puso a todos contra la pared, insultando a la gente; con un móvil avisaron a la CHA, que se presentó con un abogado del movimiento. El policía que dirigía el operativo aseguró que tenían una orden judicial, que buscaban drogas, la presencia de menores. No era cierto: no había orden judicial. ¿Qué pasaba? El dueño del local se había negado a pagar una «coima». La CHA denunció lo sucedido en los medios y se entrevistó con el ministro del Interior. Dos aspectos son destacables: una parte de la policía se niega a respetar el Estado de Derecho, pero ya no puede actuar impunemente. Actualmente no es excepcional que los travestis sean detenidos, por prostitución, o que la policía realice un allanamiento de un local argumentando que hay drogas ilegales o menores, y esto suele pasar cuando el dueño del establecimiento se ha negado a pagar un soborno. En Argentina hoy, legalmente, no se reprime la homosexualidad, pero el rechazo y la discriminación son una constante.
Bibliografía
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Anabitarte, Héctor (1982): Estrechamente vigilados por la locura. Hacer, Barcelona.
—(2005): Nadie olvida nada. Ediciones Impublicables, Buenos Aires.
Anabitarte, Héctor y Lorenzo, Ricardo (1979): Homosexualidad: el asunto está caliente. Queimada Ediciones, Madrid.
Bazán, Osvaldo (2004): Historia de la homosexualidad en la Argentina. Marea Editorial, Buenos Aires.
Jáuregui, Carlos Luis (1984): La homosexualidad en la Argentina. Tarso, Buenos Aires.
Perlongher, Néstor (1980): Historia del Frente de Liberación Homosexual de la Argentina. Editorial Colihue, Buenos Aires.
Rapisardi, Flavio y Modarelli, Alejandro (2001): Los gays porteños en la última dictadura. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
Salessi, Jorge (1995): Médicos, maleantes y maricas. Beatriz Viterbo, Rosario.
Sebreli, Juan José (1997): Escritos sobre escritos, ciudades bajo ciudades. Editorial Sudamericana, Buenos Aires. —(2005): El tiempo de una vida. Editorial Sudamericana, Buenos Aires.