Presentación
Las fronteras de la fantasía
Se ha aludido a menudo a la dificultad de establecer los límites entre ciencia ficción y fantasía, y, en general, entre las diversas vertientes de la narrativa fantástica.
Pero no sólo esto es difícil, sino que con frecuencia la dificultad empieza en la mera distinción entre fantasía y realismo.
No hay ninguna duda, por ejemplo, a la hora de catalogar relatos como La pequeña zapatería o Jabez O'Brien y la morada de Davy Jones, donde los elementos fantásticos destacan con toda claridad. Pero en otros, como La sala de espera o Una gota de sangre de dragón, lo fantástico, si bien acecha en cada página como una inminencia que parece inevitable, no acaba de cuajar en elementos concretos y perfectamente identificables que permitan a los partidarios de las clasificaciones rigurosas catalogar el relato con una etiqueta inequívoca.
Inaprensibles como los fantasmas, apenas entrevistos, los elementos fantásticos parecen jugar al escondite con el lector, burlarse de él, incluso, sin nunca revelarse abiertamente.
Otras veces, como en Las tres sombras del lobo, el relato que abre esta selección, él autor juega sus cartas con la suficiente habilidad como para que el lector no logre averiguar hasta el final si se trata de una narración realista que parece fantástica o de un cuento fantástico que parece realista. Es también el caso, en cierto modo, de ese pequeño clásico titulado El crimen de lord Arthur Saville, donde una situación que roza constantemente lo inverosímil se convierte en risueña y reveladora caricatura de una determinada realidad.
No, quienes se empeñan en clasificar no se enfrentan con una tarea nada fácil. No hay más que leer los periódicos para darse cuenta de lo difícil que a menudo resulta distinguir la fantasía de la realidad.