INTRODUCCIÓN A LA SEGUNDA PARTE
En el momento de escribir esta introducción —a primeros de octubre de 1963— se intensifica la perenne controversia que concierne a la función de los científicos en la sociedad moderna. Un escritor y científico inglés muy conocido, sir Charles P. Snow (más conocido quizá para los lectores como “C. P. Snow”), fue atacado por varias mentes excelsas por su convicción de que los científicos —a causa de su formación, su conocimiento de nuestro mundo tecnológico, y su creencia más en hechos que en emociones o intereses— deben desempeñar un papel más importante en los asuntos políticos, económicos y sociales del mundo.
Si bien varias de las narraciones de esta selección abordan problemas de ética y responsabilidad social constantes en la vida de los seres humanos, e incluso en los no-humanos, lo hacen en términos casi oníricos. Están planteadas desde el alejamiento que implican el tiempo, la distancia o la suposición. El propósito de la presente antología es el de proporcionarle unas horas de evasión fuera de las persistentes frustraciones, nimiedades y querellas de nuestra vida cotidiana, de la general tontería humana.
Este alivio que pueda experimentar en los problemas con que se enfrenta usted y el mundo, será naturalmente una consecuencia indirecta. La mayoría de estos relatos logra su impacto a través de extrapolaciones vívidas, excitantes e imaginativas. Esto significa, por citar una definición del diccionario, “extender las variables” de los problemas científicos, tecnológicos y sociales de hoy “más allá de sus límites establecidos”. En ello reside la mayor parte del placer que proporciona esta antología.
Como todas las buenas antologías de ciencia-ficción, la que tiene ahora en las manos abarca el cosmos tanto en espacio como en tiempo. En lo que se refiere al tiempo, sigue por lo menos tres direcciones distintas. Primera, una de nuestras historias dirige una irónica mirada hacia los tiempos venideros a través del informe de un ciudadano del futuro “proyectado” a la contemporánea ciudad de Evanston, Illinois. Segunda, varios relatos nos trasladan hasta algunos de esos tiempos futuros para ofrecernos visiones de primera mano de los resultados frecuentemente descabellados de la extrapolación de ciertas tendencias en nuestra sociedad. Tercera, una narración nos enfrenta, de forma más individual, con una imagen casi aterradora de lo que en un lejano porvenir puede ocurrirle a quien haya alcanzado la casi-inmortalidad.
En lo concerniente al espacio, los relatos de este libro muestran desde la vida común con los robots en un cercano asteroide, hasta mundos ultradistantes donde los viajeros humanos hallan formas de vida imprevisibles o no siempre amistosas. Así fue siempre en la ciencia-ficción, y así será hasta que la humanidad salga de nuestro planeta y descubra efectivamente si esas “cosas” pueden existir o no.
Finalmente, hemos explorado algunas ideas divertidas, y otras que no lo son tanto, acerca de nuestro propio mundo en su infinidad de mañanas posibles. He mencionado ya este tipo de historias bajo la rúbrica de “fábulas del tiempo”, pero algunas de ellas merecen un epígrafe propio, en cuanto son tan fascinantemente reales como para desbordar la noción de desplazamiento en el tiempo. Se extienden desde la extraordinaria descripción de la invención genética de los “subhumanos” como siervos del hombre —en una de las historias de ciencia-ficción más imaginativas que nunca leí— hasta un par de agudas sátiras contra nuestra sociedad burocrático-tecnológica, entregada a la inexorable evolución retrógrada de las agencias de publicidad y las gigantescas organizaciones industriales.
Como es lógico, doce narraciones no bastan para reflejar los infinitos prismas de la ciencia-ficción. Sus variedades son casi tan numerosas como los autores que las cultivan. No obstante, confío en que se hallará de acuerdo conmigo en que estas doce selecciones han incluido los jalones más importantes de la topografía de la ciencia-ficción. De hecho, algunos de nuestros relatos entran en los límites de la controversia científico-no científico que actualmente se desarrolla en torno a C. P. Snow y otros. Sin embargo, lo hacen en una línea muy alejada de las realidades comunes. Incluso en sus aspectos más amargos y satíricos, constituyen extrapolaciones auténticas y fascinantes, las mejores expresiones de la ciencia-ficción. Pero debe añadirse que, se trate de sátira, profecía o crónica, ninguno de ellos son verdaderamente científicos, en el sentido estricto de la palabra. Todos son ficticios.
No puede decirse que ninguna de las historias de esta colección de vívidas imágenes no haga pensar. Si no ha intentado nunca tal ejercicio, es un momento oportuno para ello. Si lo hizo ya, algunos de estos cuentos le proporcionarán una práctica muy estimable. Según avance en su lectura, deberá considerar progresivamente la situación de nuestro mundo y tomar partido acerca de “lo que sería necesario hacer”. Pero nunca he pretendido dar ideas en este sentido. Lo que me interesa al ofrecerle estos relatos es, primero, que usted disfrute con ellos y, segundo, que comprenda que la ciencia-ficción no significa solamente aventuras, viajes espaciales, monstruos terroríficos, chicas guapas, invasores extraterrestres, o mundos mágicos de mañana. Además de todo eso, la ciencia-ficción implica una interrogación inteligente acerca de la condición humana de nuestra vida, de la de nuestros semejantes y del mundo en general.
Disfrute, pues, con este libro, y mantenga activo su espíritu mientras lo hace.