El gato siseó y mordió a Spar en alguna parte.

El cuádruple escozor le revolvió el estómago, equilibrando su resaca, de modo que la mente de Spar flotó con tanta libertad como su cuerpo en la oscuridad de Windrush, en la que sólo brillaban un par de luces, tan débiles como el brillo de un sueño y tan infinitamente distantes como el Bridge o el Stern.

A su mente llegó la visión de una nave con todas las velas desplegadas a través del mar azul, azotado por el viento, contra un cielo igualmente azul. Ahora, los dos últimos nombres ya no resultaban obscenos. Podía escuchar el silbido del viento salado a través de los obenques y los estáis, su tamborilear contra las velas tensas, y el crujido de los tres mástiles y de todo el resto del maderamen de la nave.

¿Qué era el maderamen? Desde alguna parte le llegó la contestación: plástico activo-o.

¿Y qué fuerza alisaba el agua, impidiéndole formar grandes ondas, darle la vuelta a la nave y saltar sobre los mástiles, impulsada por el viento?

En lugar de ser borrosa y redondeada, como la realidad, la visión era nítida y luminosa, la clase de visión que Spar nunca comunicaba a nadie por temor a ser acusado de segunda visión y, en consecuencia, de brujería.

Windrush también era una nave y era llamada a menudo la Nave. Pero se trataba de una nave muy extraña en la que los marineros vivían para siempre en los sudarios, dentro de cabinas de todas las formas, hechas de velas translúcidas que habían sido soldadas.

Las únicas otras cosas que compartían las dos naves eran el viento y los continuos crujidos. A medida que se fue disipando la visión, Spar empezó a escuchar cómo los vientos de Windrush gemían suavemente a través de los largos pasillos, mientras sentía los crujidos en el vibrante sudario al que estaba sujeto por las muñecas y que le impedía flotar de un lado a otro, en el interior del Bat Rack.

Las ensoñaciones habían comenzado bien, con Spar poseyendo inmediatamente a las tres chicas de Crown. Pero en el período de descanso de la noche se había medio despertado a causa del distante rechinar de la bodega tres. Después, los hombres-lobo y los vampiros le atacaron, saltando desde los seis lados, mientras las brujas y sus parientes se reían disimuladamente en las negras sombras del fondo. De algún modo, había sido protegido por el gato, pariente de una delgada bruja cuyos dientes desnudos parecieron como una impresión marfileña en la más grande impresión plateada de su pelo revuelto. Spar apretó sus encías elásticas. El gato había sido la última de las criaturas sobrenaturales en desvanecerse. Después, había aparecido la maravillosa visión de la nave.

Su resaca le golpeó de repente, sin piedad alguna. Empezó a brotarle el sudor, hasta que debió quedar rodeado por una verdadera nube. Sin ninguna advertencia, sus intestinos se retorcieron. Su mano libre encontró un tubo flotante de deshechos, justo a tiempo para apretar su pequeña trompeta contra su rostro. Pudo escuchar cómo sus vómitos ásperos regurgitaban desde su interior, estimulados por una ligera succión.

Sus intestinos volvieron a retorcerse, con la rapidez con que lo hace el flap de una escotilla cuando un ventarrón azota los pasillos. Se introdujo el tubo de deshechos en el interior de la floja pernera de su traje y recogió la materia oscura, casi tan acuosa y tan explosiva como sus vómitos. Después, tuvo la urgente necesidad de orinar.

Más tarde, sintiéndose tranquilamente débil, Spar se revolvió en la igualmente tranquila oscuridad y se preparó para dormir, hasta que Keeper le despertara.

—¡Basssta! —siseó el gato—. ¡No duermas másss! ¡Sssssh! ¡Ssssespierta!

En su hombro izquierdo y a través, del material de su traje, Spar pudo sentir cuatro puntos que le escocían, como el toque de cuatro pequeñas espinas en los jardines de Apolo o de Diana. Se quedó helado.

—Sssspar —siseó el gato con mayor suavidad, dejando de pincharle—. Te sessseo lo mejor.

Spar extendió débilmente su mano derecha, cruzándola sobre el pecho, tocó un pelo mucho más suave que el de Suzy y golpeó con energía.

El gato siseó muy suavemente, casi ronroneando:

—Ssstúpido Ssspar. ¡Sssspierta! ¡Sssspierta para sssiempre! ¡Mira! ¡Ve!

Spar sintió una oleada de irritación ante este hablar constante —¡qué mal comportamiento tenía aquel gato!—, seguida por una necesidad urgente e irracional de sentir esperanza a través de sus ojos. Concluyó que aquél no era ningún gato encantado dejado allí por su sueño, sino un animal perdido que se había abierto paso a través del tubo de ventilación hasta llegar al Bat Rack y poner en marcha su sueño. Había unos cuantos animales perdidos en estos días de pánico ante las brujas y de despoblación de la Nave, o, por lo menos, de la bodega tres.

En aquellos momentos, el amanecer surgió por la proa, pues la esquina violeta delantera del Bat Rack comenzó a brillar. Las luces de control se vieron inundadas por una creciente llamarada blanca. Al cabo de veinte latidos de su corazón, Windrush estaría tan luminoso como pudiera estarlo en un día de trabajo o en cualquier otra mañana.

El gato se movió a lo largo del brazo de Spar, como una borrosa impresión negra que se acercara a sus ojos, que miraban de soslayo. Spar sólo podía ver una pequeña impresión gris. Lo tocó con la mano. Tenía un pelo aún más corto de lo que parecía, pero estaba frío.

Como si se sintiera molesto, el gato abandonó su antebrazo desnudo tomando un fuerte impulso con las patas traseras. Cayó expertamente sobre el siguiente sudario, una vacilante línea gris que se desvanecía en cada dirección antes de alcanzar la pared.

Spar se desató y dobló los dedos alrededor de su propio sudario, delgado como un lápiz. Después, se quedó mirando al gato.

El animal también se le quedó mirando, con unos ojos que parecían borrones verdes y que casi se fusionaban con el borrón negro de su enorme cabeza.

—¿Tu hijo? ¿Muerto? —preguntó Spar.

El gato soltó su presa gris, que flotó junto a su cabeza.

—¿Hijo? —en la voz sibilante se notaba toda la antigua burla y aún más—. Esss una rata que he casssado, isssiota.

—Me gustas, gato. Te llamaré Kim —dijo Spar, esbozando una sonrisa.

—¡Kim, bueno! —espetó el gato—. Yo te llamaré Lushsss. ¡O Sssot!

Los crujidos aumentaron, como siempre sucedía tras el comienzo del día y al mediodía. Los sudarios fueron soltándose. Las paredes crujieron.

Spar se sacudió la cabeza rápidamente. Aunque la realidad era imprecisa por su naturaleza, podía distinguir el movimiento sin posibilidad de error.

Keeper estaba flotando lentamente, dirigiéndose directamente hacia él. En la parte superior de su rollizo cuerpo se encontraba la gran redondez pálida de su rostro y su luminosa tarjeta-centro de color rosado desviaba la atención, apartando la mirada de las diminutas manchas borrosas y marrones de sus ojos. Uno de sus gruesos brazos terminaba en el luminoso destello del pliofilm, y el otro en el destello oscuro del acero. Más allá de él se encontraba la oscura esquina roja de la popa del Bat Rack, con el gran anillo brillante de la barra que lo cruzaba a medio camino.

—Perezoso y consentido —le saludó Keeper—. Durante todo el período de descanso no has hecho más que roncar mientras yo estaba de guardia y ahora te traigo el zurrón de la mañana, en la bruma del alba, a tu sudario de dormir.

»Ha sido una mala noche, Spar —siguió diciendo, mientras su voz adquiría un tono sentencioso—. Hombres-lobo, vampiros y brujas sueltos por los pasillos. Pero yo me aparté de todos ellos, por no mencionar a las ratas y ratones. A través de los tubos, oí que los vampiros habían cogido a Girlie y a Sweetheart, ¡esos tontos! ¡Vigilancia, Spar! Y ahora, tómate el desayuno y empieza a barrer. Este sitio huele muy mal.

Keeper extendió la mano brillante de pliofilm. Con la mente llena por las palabras sibilantes y despectivas de Kim, Spar dijo:

—Creo que no voy a beber nada esta mañana, Keeper. Sólo tomaré gachas de cereal y cerveza. No, será mejor agua.

—¿Qué dices, Spar? —exclamó Keeper—. No creo que te lo pueda permitir. No queremos que tengas convulsiones delante de los clientes. ¡Que la Tierra me trague! ¿Qué es eso?

Spar se lanzó instantáneamente contra la mano acerada de Keeper. Detrás de él, su sudario se curvó y recuperó de nuevo su forma, con elasticidad. Con una mano se enroscó al grueso y frío cilindro de Keeper. Con la otra introdujo un dedo en el disparador.

—No es un gato embrujado. Sólo se trata de un animal perdido —dijo, mientras daban una voltereta y se mantenían en una lenta rotación.

—¡Suéltame, subordinado! —fanfarroneó Keeper—. Te voy a meter entre rejas. Se lo diré a Crown.

—Las armas de fuego están tan en contra de la ley como cuchillos o agujas —se atrevió a decir Spar, aunque ya empezaba a sentirse aturdido y mareado—. Eres tú quien tendría que temer eso.

Por debajo de la voz intimidante reconoció con respeto la capacidad que siempre demostraba Keeper para moverse con rapidez y seguridad, aunque medio ciego.

Rebotaron para descansar, apoyándose contra un montón de sudarios.

—Te he dicho que me sueltes —exigió Keeper, forcejeando débilmente—. Crown me dio esta pis tola. Y tengo permiso del Bridge para llevarla.

Aquello último, pensó Spar, era por lo menos una mentira.

—Además —siguió diciendo Keeper—, sólo es un arma de bolsillo adaptada para disparar balas pesadas y elásticas. No es suficiente para romper una pared, aunque sí para dejar fuera de combate a los borrachos…, ¡o para darle en la cabeza a un gato embrujado!

—No es un gato embrujado, Keeper —repitió Spar, aunque tuvo que tragar con fuerza para no volver a vomitar—. Sólo es un animal perdido que se porta muy bien y que ya ha demostrado su utilidad para nosotros matando a una de las ratas que han estado devorando nuestra comida. Se llama Kim. Trabajará bien.

La distante mancha borrosa de Kim extendió su longitud y mostró unas delgadas e imprecisas patas y cola, como si estuviera agresivo.

—Sssseguro —se jactó—. Sssanitario. Sssustituyo los tubosss de dessshecho. ¡Mato ratasss y ratonesss! Essspío a lasss brujasss y losss vampiross para vosssotros.

—¡Está hablando! —balbució Keeper—. ¡Esto es brujería!

—Crown tiene un perro que habla —contestó Spar con decisión—. Un animal que habla no es ninguna prueba de nada.

Mientras hablaban se había mantenido bien sujeto al cilindro del cuerpo de Keeper. Ahora, sintió cómo se producía un cambio en el cuerpo de éste, como si en el interior de su grasa, el jefe del Bat Rack se estuviera transformando, pasando de unos músculos y huesos resistentes a una masa espesa y suave que pudiera adquirir cualquier forma y desparramarse a su alrededor.

—Lo siento, Spar —murmuró con afectación—. Ha sido una noche muy mala y Kim me ha asustado. Es negro como un gato embrujado. Un error muy comprensible por mi parte. Lo probaremos en la caza. ¡Tiene que ganarse su manutención! Y ahora bébete esto.

La flexible bolsa doble que llenó la palma de Spar fue sentida por éste como la piedra filosofal. La elevó hacia sus labios, pero, al mismo tiempo, los dedos de sus pies tropezaron involuntariamente con un sudario y se dirigió rápidamente hacia el brillante anillo tórico, que tenía un agujero lo bastante grande como para acomodar a cuatro personas.

Spar chocó contra la parte interior opuesta del agujero. Con una tensión de los sudarios, el toro resistió el impacto. Tenía la bolsa junto a sus labios, sin haber desenroscado aún el tapón, que no había apretado. Cerró los ojos y, con un pequeño sollozo, arrojó la bolsa a la jaula del desayuno.

Actuando principalmente por tacto, cogió una bolsa de gachas de cereales del pequeño recipiente caliente, sirviéndose al mismo tiempo una bolsa de café, y se lo colocó todo en el bolsillo interior. Después, cogió una bolsa de agua, la abrió, metió en ella cinco pastillas de sal, la cerró y la agitó y la apretó vigorosamente.

Keeper, que se había acercado por detrás de él, le dijo al oído:

—Así es que, de todos modos, bebes. Este brebaje no es suficiente; te haces tú mismo un cóctel. Creo que te lo voy a reducir de tu vale. Pero todos los borrachos son unos mentirosos, o se convierten en embusteros.

Incapaz de ignorar el tono de burla, Spar explicó:

—No, sólo se trata de agua salada para endurecer mis encías.

—Pobre Spar, ¿para qué vas a necesitar encías endurecidas? ¿Acaso tienes el propósito de compartir las ratas con tu nuevo amigo? ¡Que no te pille asándolas en mi parrilla! Te voy a rebajar de todos modos por lo de la sal. ¡A barrer, Spar! —Después, volviendo la cabeza hacia la esquina violeta de la proa y hablando en voz más alta, añadió—: ¡Y tú! ¡A cazar ratones!

Kim ya había encontrado el pequeño tubo masticador y arrojó la rata muerta a su interior, agarrándose al tubo con las patas delanteras y empujando la rata. Al contacto del cadáver de la rata contra la abertura sólida del tubo, comenzó a escucharse un rechinar en su interior; un rechinar que continuaría hasta que la rata hubiera sido macerada y tragada lentamente para ser conducida hacia la gran cloaca que alimentaba los Jardines de Diana.

En tres ocasiones, Spar se enjuagó vigorosamente las encías con el agua salada, arrojándola después al tubo de deshechos, vomitando un poco después de las primeras gárgaras. Después, apartándose de Keeper, apretó suavemente las bolsas obligando al café a introducirse en su garganta —una bebida mucho más querida que el brebaje destilado que pasaba por cerveza—, tragándose más tarde algo de las gachas de cereales.

Con el aire de quien está pidiendo excusas, ofreció el resto a Kim, que sacudió la cabeza.

—Sssólo quiero un ratón.

Apresuradamente, Spar se dirigió hacia la esquina verde de estribor. Fuera de la escotilla escuchó a algunos borrachos gritando con una rabia cansada y triste:

—¡Abrid la cremallera!

Agarrándose a las cabezas de dos largos tubos de deshechos, Spar comenzó a limpiar el aire, partiendo de la esquina verde y en espiral, del mismo modo en que una araña teje su tela.

Desde el toro, Keeper intensificó la succión de los dos tubos, de modo que la velocidad de reacción mantuviera a Spar en su espiral. Sólo necesitaba utilizar su cuerpo para mantener el curso y evitar los sudarios, de modo que sus tubos no se enredaran.

Keeper no tardó en observar su muñeca y dijo:

—Spar, ¿es que no te das cuenta del tiempo? ¡Arriba!

Le lanzó un manojo de llaves, que Spar agarró en el aire, aunque sólo las vio durante la última parte de su trayecto. En cuanto se halló bien situado frente a la puerta verde, Keeper le volvió a llamar, señalando la proa y la popa. Obedientemente, Spar abrió con llave y corrió la cremallera de la escotilla azul, y también de la escotilla oscura, aunque no había nadie en ninguna antes de abrir la verde. En cada caso, evitó el margen de goma de la escotilla y la pegajosa escotilla de emergencia, que se encontraba muy cerca.

Dando tumbos, tres clientes ancianos, agarrándose a los sudarios y empujándose en los cuerpos de cada uno de los otros, se apresuraron a llegar hasta el toro, maldiciendo mientras tanto a Spar.

—¡Que el cielo te estrangule!

—¡Que la tierra te entierre!

—¡Que el mar te ahogue!

—¡A ver qué es ese lenguaje, muchachos! —dijo Keeper con un tono de reproche—. Aunque estoy de acuerdo en que mi ayudante es un estúpido y un perezoso, no hay por qué decir porquerías.

Spar le arrojó el manojo de llaves. Los otros tres se arremolinaron alrededor del toro, codo con codo, como tres manchas grises con las cabezas dirigidas hacia la esquina azul.

—¡Abajo, abajo! —ordenó Keeper con indignación, enfrentándose a los tres—. ¿Acaso os creéis caballeros?

—Pero si todavía no estáis sirviendo a nadie ahí arriba.

—Sólo estamos nosotros tres.

—No importa —replicó Keeper—. ¡Corrección, bobos! A menos que queráis comprar la bolsa, daos la vuelta.

Emitiendo unos gruñidos, los tres se dieron la vuelta, de modo que sus cabezas se dirigieron hacia la esquina negra.

Sin preocuparse por girarse él mismo, Keeper les arrojó un delgado y débilmente retorcido cordón rojo con tres ramales. Cada uno de ellos cogió un ramal y se lo aplicó al rostro.

Con su mofletuda y gruesa mano sobre el centelleo de la válvula, Keeper dijo:

—Veamos antes vuestros vales.

Con murmullos de enojo, cada uno de ellos desenrolló algo, demasiado pequeño para que Spar pudiera verlo con claridad, y se lo tendió a Keeper, que estudió cada uno de los detalles antes de introducirlo en la caja registradora. Después, decretó:

—Seis segundos de brebaje. Chupad con rapidez.

A continuación, miró su muñeca y movió la otra mano.

Uno de los tres pareció ahogarse, pero resopló a través de su nariz y continuó succionando valerosamente.

Keeper cerró la válvula.

Instantáneamente, uno de los tres balbució acusadoramente:

—Nos lo has cortado demasiado pronto. Eso no han sido seis segundos.

—Os estoy dando un chorro de cuatro y otro de dos segundos —explicó Keeper con voz suave—. No quiero que os ahoguéis. ¿Estáis preparados otra vez?

Los bebedores absorbieron ávidamente su segundo chorro y después succionaron de sus tubos las gotas que quedaban, comenzando a hablar a continuación. Desde el lugar donde se encontraba, los agudos oídos de Spar pudieron captar la mayor parte de la conversación.

—Ha sido un día de dormir bastante sucio, Keeper.

—No, ha sido bueno… para un mamón borracho no es malo que su sangre sea succionada por un vampiro lleno de placer.

—A mí me dieron una dosis segura en Pete, gordo fantasmón.

—¿Pete está a salvo? ¡Eso sí que son noticias!

—¡Que los átomos sucios te manchen! Pero los vampiros cogieron a Girlie y a Sweetheart, justo en la narria principal de estribor, podéis creerme. ¡Por el cobalto noventa, Windrush se está quedando solo! En cualquier caso, eso es lo que pasa en la bodega tres. Durante el día, puede uno cruzar toda una galería sin encontrarse con un alma.

—¿Cómo sabes eso sobre las chicas? —preguntó el segundo mamón—. Quizá se hayan ido a otra bodega para intentar cambiar su suerte.

—Su suerte ya ha terminado. Suzy vio cómo eran secuestradas.

—No, Suzy no —corrigió Keeper, haciendo de árbitro—. Pero Mable sí. Un destino adecuado para unos tontos borrachos.

—No tienes corazón, Keeper.

—Eso es cierto. Ésa es la razón por la que los vampiros pasan a mi lado sin hacerme nada. Pero, hablando en serio, muchachos, los hombres-lobo y las brujas andan demasiado sueltos por la tres. Yo he permanecido despierto durante todo el período de descanso, vigilando. Voy a enviar una queja al Bridge.

—Estás bromeando.

—¿No lo dirás en serio?

Solemnemente, Keeper inclinó la cabeza y cruzó su mano izquierda sobre el pecho. Los mamones quedaron impresionados.

Spar regresó en espiral hacia la esquina verde, limpiando en una zona cada vez más alejada de la pared. En su camino pasó sobre la mancha negra de Kim, que estaba recorriendo en círculo la periferia, saltando atentamente de un sudario a otro y dando algunas carreras ocasionales entre ellos.

Una figura de piel blanca y rellena, vestida con dos círculos azules —sostenes y bragas— se introdujo dando vueltas por la escotilla verde.

—Buenos días, Spar —le saludó una voz suave—. ¿Cómo va todo?

—Bien y mal —replicó Spar; la nube dorada del pelo rubio que flotaba suelto rozó su cara—. Voy a dejar de tomar el brebaje, Suzy.

—No seas demasiado duro contigo mismo, Spar. Trabaja un día, gandulea otro, juega otro día, duerme otro… De ese modo es mucho mejor.

—Lo sé. Día de trabajo. Día de descanso. Día de juego. Día de dormir. Doce días hacen un terrán, doce terranes hacen un solán, doce solanes hacen un estrellán, y así sucesivamente, hasta el final del tiempo. Con correcciones, según me ha dicho alguien. Quisiera saber qué significan todos esos nombres.

—Eres demasiado serio. Deberías… ¡Oh! ¡Un gatito! ¡Qué mono!

—¡Gatito que hiere! —siseó la sombra negra con la gran cabeza al pasar entre ellos—. Sssoy gato. Sssoy Kim.

—Kim es nuestro nuevo cazador de ratones —explicó Spar—. Él también es serio.

—Deja de perder el tiempo con el viejo sin dientes y sin ojos, Suzy —dijo entonces Keeper—, y ven para acá.

Cuando Suzy se dispuso a hacerlo así con un suspiro, tomando el camino más corto, sus suaves dedos rozaron la mejilla de Spar.

—Querido Spar… —murmuró.

Cuando sus pies pasaron junto a su rostro se produjo un tintineo del encantador brazalete que llevaba en el tobillo… Spar sabía que todos los corazones eran de oro.

—¿Has oído hablar de lo ocurrido con Girlie y con Sweetheart? —saludó uno de los mamones con sadismo—. ¿Qué te parecería sentir la carótida abierta o la ilíaca, y tu…?

—¡Cállate, mamón! —espetó Suzy, cortándole secamente—. Dame un trago, Keeper.

—Tu cuenta es muy larga, Suzy. ¿Cómo vas a pagar?

—No hagas juegos ahora, por favor, Keeper. Conoces todas las respuestas, especialmente a esa pregunta. Por ahora, dame una bolsa de brebaje oscuro. Y un poco de tranquilidad.

—Las bolsas son para las señoras, Suzy. Te serviré arriba. Tienes que entregar tus marcas, pero…

Se produjo un gruñido estridente que se elevó rápidamente hasta convertirse en un grito de furor. Justo en el interior de la escotilla una figura pálida, vestida con bragas bermellón y sostenes —no, eran más anchos, una especie de chaqueta corta— forcejeaba furiosamente, dando vueltas de campana y patadas.

Al penetrar sin ningún cuidado y con demasiada rapidez, la delgada mujer había visto cómo partes de sí misma y de sus ropas eran agarradas en el interior del margen de la escotilla y en la escotilla de emergencia.

Soltándose mediante frenéticos forcejeos, mientras Spar se dirigía hacia ella y los mamones le daban consejos, la mujer consiguió dirigirse hacia el toro, sacudiéndose, con el pelo negro derramándose tras ella.

Elevándose con un impulso de cadera, se agarró las bragas bermellón y su chaqueta corta con una mano y extendió la otra sobre la barra.

Acercándose por detrás, Spar la oyó decir:

—Una doble bolsa de brebaje, Keeper. Rápido.

—Te deseo la mejor de las mañanas, Rixende —la saludó Keeper—. Me encantaría servirte agua de oro, excepto por el hecho de que, bueno —los gruesos brazos se abrieron—, a Crown no le gusta que sus chicas acudan por sí mismas al Bat Rack. La última vez me dio órdenes estrictas de…

—¡Vaya! He venido aquí de parte de Crown, para encontrar algo que perdió. Mientras tanto, ponme brebaje, ¡y doble!

Aporreó la barra hasta que la reacción la hizo elevarse, volviendo después a su sitio con la ayuda de Spar, a quien no dio las gracias.

—Con suavidad, con suavidad —dijo Keeper amablemente, mientras los diminutos borrones marrones de sus ojos se desvanecían con su sonrisa burlona—. ¿Qué pasará si Crown viene por aquí mientras tú estás empinando el codo?

—¡No lo hará! —denegó Rixende con vehemencia, aunque mirando rápidamente por detrás de Spar… una sombra oscura, una sombra de rostro pálido, y de nuevo una sombra negra—. Ha conseguido una chica nueva. No me refiero ni a Phanette, ni a Doucette, sino a una chica que no has visto antes. Se llama Almodie. Estará ocupado durante toda la mañana con esa perra enflaquecida. Y ahora, desenjaula ese brebaje doble, sucio diablo.

—Con suavidad, Rixie. Todo en su momento. ¿Qué es lo que ha perdido Crown?

—Una pequeña bolsa negra. Así de grande —y extendió su delgada mano, con los dedos juntos—. La perdió aquí el último día de juego, o la hizo transportar y alguien la perdió.

—¿Has oído eso, Spar? —preguntó Keeper.

—Por aquí no hay ninguna pequeña bolsa negra —contestó Spar con rapidez—. Sin embargo, la última noche te dejaste aquí tu gran bolsa de color naranja, Rixende. Iré a buscarla.

Spar se introdujo en el interior del toro.

—¡Oh, maldita sea con las dos bolsas! ¡Dame ese doble! —pidió ansiosamente la muchacha de pelo negro—. ¡Por la madre Tierra!

Hasta los mamones se quedaron boquiabiertos. Llevándose las manos a ambos lados de la cabeza, Keeper rogó:

—No digas esas obscenidades, por favor. Suenan mucho peor cuando las dice una mujer delicada, Rixende.

—¡He dicho por la madre Tierra! Y ahora, basta de tonterías, Keeper, y dame el doble antes de que te arañe la cara y te lo revuelva todo.

—Muy bien, muy bien. En seguida. Pero ¿cómo me vas a pagar? Crown me dijo que me anularía la licencia si volvía a ponerte en su lista. ¿Tienes vales? ¿O acaso… monedas?

—¡Utiliza tus ojos! ¿O es que crees que esta chaqueta tiene bolsillos interiores? —y mientras hacía esta pregunta abrió la chaqueta, dejando al descubierto su exquisito cuerpo, volviéndola a cerrar inmediatamente después.

—¡Madre Tierra! ¡Madre Tierra! ¡Madre Tierra! —balbucieron los mamones, escandalizados.

Suzy lanzó un bufido de fastidio.

Con una de sus gruesas manos, Keeper tocó la muñeca de Rixende, allí donde un impreciso contorno amarillento la rodeaba estrechamente.

—Has conseguido oro —dijo con un tono de voz apresurado, mientras sus ojos volvían a desvanecerse, a consecuencia esta vez de la codicia.

—Sabes perfectamente bien que están soldadas. Y los brazaletes de mis tobillos también.

—Pero ¿y éstos? —preguntó, y su mano se dirigió hacia un contorno dorado situado junto a su cabeza.

—También está soldado. Crown me hizo agujerear las orejas.

—Pero…

—¡Oh, maldito diablo! Ya te comprendo. Está bien. Está muy bien.

Estas últimas palabras terminaron en un grito, más de rabia que de dolor, cuando ella cogió uno de los objetos de oro y estiró con fuerza de él. La sangre surgió rápidamente. La mujer extendió entonces la mano cerrada.

—¡Y ahora, dámelo! Oro a cambio de un brebaje doble.

Keeper respiró con dificultad, pero no dijo nada mientras revolvía en la caja de brebajes, como si supiera que había ido demasiado lejos. Los mamones también guardaron silencio. Suzy pareció no sentirse impresionada en absoluto cuando dijo:

—Yo no sé nada de esto.

Spar encontró una esponja seca y fresca y recogió expertamente los glóbulos escarlata que flotaban, antes de apretar la esponja contra la oreja desgarrada de Rixende.

Keeper estudió el pesado pendiente de oro, que mantuvo muy cerca de su rostro. Rixende se llevó la bolsa doble a los labios, apretándola contra ellos, y sus ojos desaparecieron mientras sorbía con deleite. Spar guió la mano libre de Rixende hacia la esponja y ella, automáticamente, se hizo cargo de la tarea de mantenerla apretada contra su oreja. Suzy lanzó un suspiro de desesperación y después dirigió su cuerpo rechoncho hacia la barra, introdujo la mano en una caja fría y ella misma se sirvió un doble de negro.

Una figura alargada y delgada, muy morena, vestida con un jersey de color violeta oscuro, muy apretado a la piel, y moteado de plata, se introdujo en la sala procedente de la oscura escotilla roja, a una velocidad de aproximadamente el doble de la que Spar jamás se había atrevido, y sin rozar siquiera con ningún sudario, ni intencionadamente ni por accidente. A medio camino, el recién llegado dio una semivuelta de campana al pasar junto a Spar, y sus largos y estrechos pies desnudos chocaron contra el soporte que estaba cerca de Rixende. Se extendió hacia arriba con tal habilidad que el toro apenas si se balanceó.

Un brazo muy oscuro se enroscó alrededor de ella. El otro dio un estirón de la bolsa, apartándola de su boca, y se produjo un chasquido cuando él cerró la tapa.

—¿Qué te dijimos que sucedería, muñeca —preguntó una voz perezosamente musical—, si volvías a tomar una bebida por cuenta propia?

El Bat Rack se mantuvo en silencio. Keeper estaba apoyado de espaldas contra la parte opuesta del hueco, con una mano detrás de él. Spar colocó su brazo en su rincón, detrás de las cajas de brebaje, y lo mantuvo allí. Sintió cómo un sudor de miedo le inundaba el cuerpo. Suzy mantuvo su bolsa de brebaje oscuro cerca de su rostro.

Un mamón rompió el silencio con una tos violenta, que terminó en una respiración sibilante, y finalmente balbució en un tono servil:

—Perdóneme, coronel. Saludos.

Keeper habló inesperadamente, con un tono sordo:

—Buenos días…, Crown.

Suavemente, Crown apartó la chaqueta de uno de los hombros de Rixende y comenzó a acariciarla.

—Pero ¡cómo, querida! ¡Si tienes la carne de gallina! Y estás toda rígida como un cadáver. ¿Qué es lo que te asusta? Suavízate la piel. Deja sueltos los músculos. Relájate, Rix, y te daremos un chorro.

Su mano encontró la esponja, se detuvo, investigó, encontró la parte húmeda y después se la llevó hacia el centro de su rostro, oliéndola.

—Bueno, muchachos, al menos sabemos que ninguno de vosotros sois unos vampiros —observó con suavidad—. De otro modo, os habríamos encontrado sorbiéndole la oreja.

Con un tono de voz monótono, Rixende dijo rápidamente:

—No había venido a buscar un trago. Te lo juro. Vine para recoger esa pequeña bolsa que habías perdido. Entonces, me sentí tentada. No sabía que me pasaría eso. Traté de resistirme, pero Keeper me estimuló. Yo…

—Cállate —dijo Crown con tranquilidad—. Nos estábamos preguntando simplemente cómo le habías pagado. Ahora lo sabemos. ¿Cómo planeabas conseguir tu tercer doble? ¿Cortándote una mano, o un pie? Keeper…, enséñame la otra mano. Hemos dicho que la enseñes. Eso es. Y ahora, ábrela.

Crown recogió el pendiente de la mano abierta de Keeper. Manteniendo durante todo el rato sus manchas oculares marrones y amarillentas sobre Keeper, sopesó una y otra vez el precioso adorno y después lo arrojó lentamente hacia arriba.

Mientras la mancha dorada se movía hacia la abierta escotilla azul, a una velocidad constante, Keeper abrió y cerró la boca dos veces y, finalmente, balbució:

—Yo no la he tentado, Crown, de verdad que no lo hice. No sabía que estaba dispuesta a herirse la oreja. Traté de detenerla, pero…

—No estamos interesados en eso —dijo Crown—. Pon el doble en nuestra lista.

Sin dejar de mirar a Keeper, extendió el brazo hacia arriba y recogió el pendiente en el aire, justo antes de que se alejara, fuera de su alcance.

—¿Por qué está tan muerto este lugar de alegría?

Al hacer esta pregunta, extendió una de sus largas piernas sobre la barra, con la misma facilidad como si fuera un brazo, y con dos dedos de sus pies Crown agarró la oreja de Spar y le atrajo hacia sí, dándole la vuelta. Después, preguntó:

—¿Qué tal te va el agua salada, muchacho? ¿Endurecimiento de las encías? Sólo hay una forma de comprobarlo —y agarrando la quijada y el labio de Spar con sus otros dedos, introdujo el dedo gordo del pie en la boca de Spar—. Vamos, muérdeme, muchacho.

Spar mordió. Era la única forma de no vomitar. Crown se echó a reír entre dientes. Spar mordió con dureza. La energía llenó su temblorosa estructura. Su rostro se calentó y su frente se estremeció bajo la capa de sudor producida por el miedo. Estaba seguro de estar haciendo daño a Crown, pero el coronel de la bodega tres siguió manteniendo su leve y deliciosa sonrisilla, y cuando Spar dejó de morder para respirar, retiró el pie.

—Vaya, vaya. Te estás haciendo fuerte, muchacho. Casi hemos podido sentir eso que has hecho. Toma un trago a nuestra salud.

Spar apartó la boca, estúpidamente abierta, del delgado chorro de brebaje. El chorro le dio en el ojo y tuvo que cerrar los puños y apretarse los intestinos para no ponerse a gritar.

—¿Cómo es que este lugar está tan muerto, vuelvo a preguntar? Ningún aplauso para el muchacho y ahora el muchacho está de mal humor con nosotros. ¿Es que no podéis ofrecernos aunque sólo sea una débil sonrisa? —y Crown fue mirando alternativamente a todos los presentes—. ¿Qué ocurre aquí? ¿Es que el gato os ha comido las lenguas?

—¿Gato? Tenemos un gato, un gato nuevo que llegó la última noche y que trabaja dedicándose a cazar ratones —balbució de repente Keeper—. Puede hablar un poco. No tan bien como Hellhound, pero habla. Es muy divertido. Cazó una rata.

—¿Qué hiciste con el cuerpo de la rata, Keeper?

—Lo arrojamos al masticador. Bueno, lo hizo Spar, o el gato.

—¿Quieres decir que habéis dispuesto de un cuerpo sin notificárnoslo? ¡Oh, no te pongas pálido por eso, Keeper! Eso no es nada. Podríamos acusarte de esconder un gato embrujado. Has dicho que apareció la última noche, y esa noche estuvo bastante poblada de brujas. Y ahora, no te pongas verde tampoco. Sólo estábamos puntualizando las cosas. Sólo estábamos buscando una sonrisa, por pequeña que fuera.

—¡Spar! ¡Llama a tu gato! Hazle que diga algo divertido.

Antes de que Spar pudiera llamar al gato, e incluso decidir si iba a llamar a Kim o no, la sombra negra apareció sobre un sudario, cerca de Crown, con sus ojos verdes fijos en los marrones y amarillentos.

—Así es que tú eres el parlanchín, ¿eh? Bien… Di algo divertido.

Kim aumentó de tamaño. Spar se dio cuenta de que sólo se trataba de su pelo, que se había puesto de punta.

—Vamos, adelante, di algo gracioso…, como ellos dicen que puedes hacer. Keeper, ¿no habrás estado bromeando con nosotros al decirnos que este gato puede hablar, verdad?

—¡Spar! ¡Haz que tu gato diga algo gracioso!

—No te preocupes. Creemos que a él también le ha desaparecido la lengua. ¿Es eso lo que te pasa, negro?

Extendió una mano. Kim le lanzó un mordisco y se apartó de un salto. Crown se limitó a esbozar una de sus leves sonrisillas burlonas.

Rixende comenzó a temblar incontrolablemente. Crown la examinó solícito, aunque despacio, utilizando su mano extendida para hacerle volver la cabeza hacia él, de modo que cualquier gota de sangre que hubiera podido surgir a causa del mordisco del gato pudiera desaparecer en la esponja.

—Spar juró que el gato podía hablar —balbució Keeper—. Yo…

—Tranquilo —dijo Crown.

Cogió la bolsa, llevándola hacia los labios de Rixende, y la apretó hasta que el temblor de la mujer fue remitiendo y la bolsa quedó vacía. Después, extendió la arrugada bolsa de pliofilm hacia Spar.

—Y ahora, veamos lo de esa pequeña bolsa negra, Keeper —dijo Crown sin entonación alguna.

—¡Spar!

Éste se inclinó en su rincón, y dijo tranquilamente:

—No hay ninguna pequeña bolsa negra, coronel, pero hemos encontrado esta otra que Rixende se olvidó la noche del último día de juego —y se volvió sosteniendo algo grande, redondo, de un brillante color naranja y cerrado con cuerdas estiradas.

Crown la tomó y la balanceó lentamente, en un círculo. Para Spar, que no podía ver las cuerdas, era como un acto de magia.

—Grande, demasiado grande y un poco con la forma incorrecta. Estamos seguros de que perdimos aquí esa pequeña bolsa negra, o la hicimos transportar. ¿Acaso estás convirtiendo el Bat Rack en una especie de tómbola, Keeper?

—¿Spar…?

—Te estamos preguntando a ti, Keeper.

Haciendo a un lado a Spar, Keeper removió frenéticamente en el rincón, apartando cajas de brebajes. Fue sacando de allí muchos objetos pequeños. Spar pudo distinguir los de mayor tamaño… un farol eléctrico de mano, y un brillante guante de pie, de color rojo. Los objetos quedaron suspendidos en el aire, alrededor de Keeper, en un montón.

Keeper estaba jadeando y ya llevaba todo un minuto con las manos metidas en el rincón, sin sacar nada más de él, cuando Crown, con un tono de voz tranquilo, dijo:

—Ya es suficiente. En cualquier caso, la pequeña bolsa negra no tenía ninguna importancia para nosotros.

Keeper surgió del rincón con un rostro doblemente borroso. Debía de estar rodeado por un halo de sudor. Señaló la bolsa de color naranja con un brazo.

—¡Puede estar dentro de ésa! —exclamó.

Crown abrió la bolsa, empezó a buscar en su interior, cambió de opinión y sacudió ligeramente toda la bolsa, con la abertura hacia abajo. Su numeroso contenido salió de la bolsa, moviéndose lentamente hacia arriba, a una velocidad igual, como un ejército en marcha con un orden irregular. Crown fue recogiendo los objetos a medida que pasaban ante él.

—No, no está aquí —dijo, tendiendo la bolsa hacia Keeper—. Vuelve a poner las cosas de Rix en la bolsa y tenía preparada para nosotros la próxima vez que vengamos…

Colocando el brazo alrededor de Rixende, de modo que era su mano la que sostenía la esponja junto a la oreja, se volvió y tomó un poderoso impulso hacia la escotilla de proa. Una vez desaparecido, pero sólo al cabo de unos segundos, se produjo un suspiro general de alivio y los tres mamones sacaron nuevos tacos de vales para pagar otro trago. Suzy pidió un segundo oscuro doble, que Spar le tendió rápidamente, mientras Keeper se sacudía la aturdida cabeza y le decía a Spar:

—Recoge todas las cosas que flotan por ahí, especialmente las de Rixie, y colócalas en su bolsa. ¡Vamos, holgazán!

Después, utilizó el farol eléctrico de mano para enfriarse y secarse.

No era una tarea despreciable la que Keeper había ordenado a Spar, pero Kim vino en su ayuda, cazando rápidamente los objetos que eran demasiado pequeños para que Spar los viera. Una vez los tenía en sus manos, Spar podía saber lo que era por el tacto o por el olor.

Una vez desaparecida su rabia impotente contra Crown, los pensamientos de Spar regresaron a la noche del día de dormir. Pensó en las visiones que había tenido de vampiros y hombres-lobo, y se preguntó si aquello sólo había sido un sueño… ahora que sabía que aquellos seres habían estado a bordo. Si por lo menos tuviera mejores ojos para distinguir la ilusión de la realidad… El «Mira, mira bien» de Kim acudió a su memoria. ¿Qué es lo que tenía que mirar bien? ¿Todo lo que fuera luminoso? ¿O lo que estuviera más cerca?

Al cabo de un rato, durante el que se fatigó mucho, los objetos desparramados fueron reunidos y después volvió a su tarea de barrer, mientras Kim continuaba su caza de ratones. A medida que avanzaba el día de trabajo, el Bat Rack se hizo gradualmente menos brillante, aunque de un modo tan lento que resultaba difícil darse cuenta.

Llegaron unos pocos clientes más, pero todos ellos tomaron sus bebidas rápidamente, bebidas que Keeper les sirvió con un aire taciturno. Suzy no les juzgó con el valor necesario para entenderse con ninguno de ellos.

A medida que el tiempo transcurría lentamente, Keeper se fue poniendo de un humor cada vez más agrio e impaciente, como Spar supo que sucedería después de la actitud servil adoptada ante Crown. Trató de echar de allí a los tres mamones, pero éstos sacaron más vales arrugados que una cuidadosa inspección demostró ser válidos. Como venganza, les sirvió corto y hubo discusiones. Después, llamó a Spar, interrumpiendo su trabajo, para preguntarle:

—Ese gato tuyo… arañó a Crown, ¿verdad? Tendremos que deshacernos de él. Crown dijo que podía ser un gato embrujado, ¿recuerdas?

Spar no le contestó. Keeper le ordenó que renovara la cola de las escotillas de emergencia, diciendo que el hecho de que Rixende hubiera podido apartarse de un tirón de la de proa, demostraba que debía de estar secándose. Tomó unos estimulantes del apetito y bebió brebaje con zumo de tomate. Roció el Bat Rack con una esencia sintética abominable. Empezó a contar después los vales y las monedas de la caja, pero abandonó esta tarea cerrando de un golpe la caja de cerradura automática casi antes de empezar. Su rostro huraño se fijó en Suzy.

—¡Spar! —llamó—. ¡Hazte cargo! ¡Y no des demasiado de beber a los mamones, bajo tu responsabilidad!

Después, haciendo un gesto significativo con la cabeza a Suzy, indicándole la escotilla escarlata de estribor, se dirigió hacia ella. Suzy le siguió con un gesto de hastío, encogiéndose de hombros al pasar junto a Spar.

Una vez que la pareja se hubo marchado, Spar dio a los mamones un trago de ocho segundos, rechazando sus vales, y colocó dos pequeñas cajas de servicio ante ellos, llenas de fritos y bolas de levadura. Ellos se lo agradecieron y se abalanzaron sobre lo servido. La luz cambió, de un luminoso saludable a un blanco cadavérico. Se produjo un rugido, débil y distante, seguido, algunos segundos más tarde, por un breve crescendo de crujidos. La nueva luz hizo que Spar se sintiera incómodo. Sirvió dos bebidas y aperitivos más y vendió una bolsa de brebaje por el doble de su valor de compra. Comenzó a tomar un estimulante del apetito, pero precisamente entonces Kim saltó hacia él para mostrarle con orgullo un ratón. Reprimió sus náuseas, pero empezó a sentir miedo ante la arremetida de los verdaderos síntomas reprimidos.

Una figura barriguda, vestida de un sombrío negro, atravesó la escotilla verde. En la parte superior de la barra apareció un rostro en el que la borrosa impresión del pelo y la barba blanca casi ocultaba una carne marrón como el cuero, aunque acentuaba los borrones de los ojos grises.

—¡Doc! —saludó Spar, sintiendo cómo desaparecía su tristeza y su intranquilidad.

Extendió instantáneamente una bolsa helada de brebaje tres estrellas. Sin embargo, y debido a su excitación, todo lo que fue capaz de decir fue un banal:

—Una mala noche en el día de dormir, ¿eh, Doc? Los vampiros y…

—… Y otras estúpidas supersticiones, que crecen a cada solán, pero que nunca desaparecen —le cortó una voz amable y cínica—. Sin embargo, supongo que no debo robarte tus ilusiones, Spar, ni siquiera de las más terroríficas. Tal y como están las cosas, tienes poco que vivir. Y hay un movimiento viciado aquí en Windrush. ¡Ah! Eso sabe muy bien en mis amígdalas.

Entonces, Spar recordó lo importante. Introduciendo profundamente una mano en su traje, sacó una pequeña y achatada bolsa negra, de modo que ésta quedaba oculta a los mamones que estaban en una posición inferior.

—Mira, Doc —murmuró—. La perdiste el último día de juego. La he mantenido bien guardada para ti.

—Maldita sea, antes perdería la ropa que quitarme esa bolsa —comentó Doc, bajando el tono de su voz cuando Spar se llevó un dedo a los labios—. Supongo que empecé a mezclar un brebaje con otro una vez más…, ¿verdad?

—Lo hiciste, Doc. Pero no fuiste tú quien perdiste la bolsa. Crown o una de sus chicas la cogió o la escondió cuando estaba suelta detrás de ti. Y entonces, yo…, yo, Doc, se la saqué a Crown de su propio bolsillo. Sí, y he mantenido el secreto cuando Crown y Rixende vinieron esta mañana a buscarla.

—Spar, muchacho, te estoy profundamente agradecido —dijo Doc—. Mucho más de lo que puedas imaginarte. Ponme otras tres estrellas, por favor. ¡Ah, esto es néctar! Spar, pídeme cualquier recompensa, y si se encuentra en el reino de la primera infinitud transfinita, te garantizo que la tendrás.

Ante su propia sorpresa, Spar comenzó a temblar… lleno de excitación. Adelantando medio cuerpo sobre la barra, murmuró con una voz ronca:

—Proporcióname unos ojos buenos, Doc —y añadió impulsivamente—: ¡Y unos buenos dientes!

Después de lo que pareció ser un rato muy largo, Doc, con un tono de voz ensoñador y lleno de pena, dijo:

—Eso habría sido muy fácil en los viejos tiempos. Hacían perfectamente trasplantes de ojos. Podían regenerar los nervios craneales e incluso en ocasiones podían restaurar la capacidad de exploración de un cerebro dañado. En cuanto al trasplante de injertos de diente de un niño nacido muerto, era un juego de niños que hacían los médicos internos. Pero ahora… ¡Oh! Podría ser capaz de hacer lo que me pides de acuerdo con una técnica antigua, incómoda e inorgánica, pero…

Se detuvo con un último tono de voz que denotaba la tristeza de la vida y la inutilidad de todo esfuerzo.

—Los viejos tiempos —dijo un mamón con la comisura de los labios a otro que se encontraba junto a él—. ¡Palabras embrujadas!

—¡Brujerías! —dijo el otro de un modo similar—. La mecánica de la carne es senil. Ese sueña los cuatro días y no sólo el día de dormir.

El tercer mamón lanzó un silbido como el viento.

Spar estiró la alargada manga del jersey negro de Doc.

—Doc, me lo prometiste. Quiero ver bien, perfectamente bien.

Doc colocó compasivamente su contrahecha mano sobre el antebrazo de Spar.

—Spar —dijo, con suavidad—, el ver perfectamente bien sólo contribuiría a hacerte un infeliz. Créeme, yo lo sé. La vida es mucho más soportable cuando las cosas aparecen borrosas, del mismo modo que también lo es cuando los pensamientos se ven entontecidos por cualquiera de los dos brebajes. Y aunque en Windrush hay gente que ansia poder morder fuerte, tú no eres de los de su clase. Ponme otra tres estrellas, por favor.

—He dejado de tomar el brebaje esta mañana, Doc —dijo Spar con un tono de orgullo mientras extendía la bolsa fresca.

—Hay muchos que dejan de tomar el brebaje cada mañana de trabajo —dijo Doc con una sonrisa maliciosa—, y cambian de idea cuando llega el día de juego.

—¡Yo no, Doc! Además —argumentó Spar—, Keeper y Crown y sus chicas, y hasta la misma Suzy, todos ellos ven bien y no por eso son infelices.

—Te diré un secreto, Spar —replicó Doc—. Keeper y Crown y las chicas son todos cadáveres resucitados por arte de magia. Sí, hasta el propio Crown, con su buena vista y su poder. Para ellos, Windrush es el universo.

—¿Y no es así, Doc?

Ignorando la interrupción, Doc continuó hablando:

—Pero tú no serías como ellos, Spar. Querrías saber más. Y eso te haría mucho más infeliz de lo que ya eres.

—Eso no me importa, Doc —dijo Spar, y repitió acusadoramente—: Me lo prometiste.

Las borrosas manchas grises de los ojos de Doc casi se desvanecieron cuando frunció el ceño, reflexivamente. Después, dijo:

—¿Cómo puede ser eso, Spar? Sé que los brebajes producen dolor y sufrimientos, al mismo tiempo que buena vida y alegrías. Pero suponte que cada mañana de un día de trabajo, y cada tarde de un día de descanso, te traigo una pequeña píldora que te proporcionará todos los buenos efectos del brebaje, sin producirte los malos. Tengo una en esta bolsa. Tómatela ahora y ya verás. Y cada noche de un día de juego te traeré sin fallar otra clase de pastilla que te hará dormir perfectamente sin que padezcas ninguna pesadilla. Eso es mucho mejor que tener ojos y dientes buenos. Piénsatelo.

Mientras Spar lo consideraba, Kim se elevó con un impulso. Miró a Doc con sus borrosas manchas verdes.

—Ssaludoss resspetuossoss, sseñor —siseó—. Me llamo Kim.

—Lo mismo le digo, señor —contestó Doc—. Que los ratones sean siempre abundantes —acarició suavemente al gato, comenzando por la barbilla y el pecho de Kim; cuando habló de nuevo, volvía a tener un acento de ensoñación—. En los viejos tiempos, todos los gatos hablaban y no sólo unos pocos ejemplares. Era toda la raza felina. Y también muchos perros… Lo siento, Kim. En cuanto a los delfines, las ballenas y los monos…

—Contéstame una pregunta, Doc —le interrumpió Spar con impaciencia—. Si tus píldoras proporcionan felicidad sin producir resaca, ¿por qué tú bebes siempre brebaje y a veces lo mezclas?

—Porque para mí… —comenzó a decir Doc, pero se detuvo de repente con una mueca—. Está bien, Spar, me has atrapado. Nunca creí que utilizaras tu mente. Ha sido muy bueno por parte de tu mente. Ven a mi despacho este mismo día de descanso… ¿Sabes el camino? Bien. Ya veremos lo que se puede hacer con tus ojos y tus dientes. Y ahora, ponme uno doble para ir bebiéndolo por el pasillo.

Pagó en relucientes monedas, se echó la gran bolsa tres estrellas en un bolsillo y dijo:

—Te veré más tarde, Spar. Hasta luego, Kim —y tomando impulso se dirigió hacia la escotilla verde, zigzagueando.

—Hasssta luego, ssseñor —se despidió Kim, siseando tras él.

Spar sostuvo en alto la pequeña bolsa negra y le llamó.

—Te la has vuelto a olvidar, Doc.

Cuando Doc regresó con un giro brusco y se la metió en el bolsillo, la escotilla escarlata se descorrió y Keeper penetró en la sala. Ahora, parecía estar de buen humor y silbó la canción Me casaré con el hombre del Bridge mientras empezaba a estudiar algunos vales, pero una vez se hubo marchado Doc, preguntó sospechosamente a Spar:

—¿Qué es lo que le has entregado al viejo?

—Su bolsa —contestó Spar con tranquilidad—. Se le acababa de olvidar ahora —sacudió después la mano, débilmente cerrada, y algo tintineó en su interior—. Doc ha pagado con monedas, Keeper.

Keeper las cogió ávidamente y dijo:

—Vuelve a limpiar, Spar.

Mientras Spar se dirigía a la escotilla escarlata dispuesto a limpiar las escotillas de babor, apareció Suzy, que pasó junto a él desviando el rostro. Se acercó cautelosamente a la barra y, sin sonreír, cogió la bolsa de brebaje que Keeper le ofreció con una burlona elegancia.

Spar sintió un breve acceso de rabia por el comportamiento de Suzy, pero le resultaba difícil mantener la atención de su mente en algo que no fuera su próxima cita con Doc. Cuando llegó rápidamente la noche del día de trabajo, como un cortante cuchillo, apenas si se dio cuenta de ello y no sintió la intranquilidad a que estaba acostumbrado. Keeper encendió todas las luces del Bat Rack, y éstas brillaron luminosamente mientras que al otro lado de las paredes translúcidas se notaba un resplandor lechoso.

El trabajo aumentó un poco. Suzy se entendió a la primera llamada que recibió. Keeper llamó a Spar para que se hiciera cargo del toro mientras él conseguía una hoja de papel muy borrada y, manteniéndola sobre una tablilla apoyada sobre sus rodillas dobladas, escribía laboriosamente en ella como si estuviera pensando cada una de las palabras, y quizá cada letra, llevándose a menudo la punta del lápiz a la boca. Quedó tan absorto en su difícil tarea que, sin darse cuenta, se elevó hacia la escotilla oscura, dando más y más vueltas. El papel se puso cada vez más sucio con sus garabatos, manchas, nuevas borraduras, saliva y sudor.

La corta noche transcurrió mucho más rápidamente de lo que Spar se había atrevido a esperar, de tal modo que el resplandor repentino del amanecer del día de descanso le asombró. La mayor parte de los clientes se marcharon para dormir su siesta.

Spar se preguntó qué excusa podría darle a Keeper para abandonar el Bat Rack, pero el problema lo resolvió el propio Keeper, que dobló la mugrienta hoja de papel y la cerró con cinta caliente.

—Lleva esto al Bridge y entrégaselo al Ejec. Wait —después, cogió la bolsa de color naranja del rincón donde había sido guardada y estiró de las cuerdas para asegurarse de que estaban fuertemente atadas—. De paso, lleva esto a la bodega de Crown. ¡Con toda la cortesía y subordinación, Spar! ¡Y ahora, vete!

Spar se metió el mensaje sellado en su único bolsillo y lo cerró con la cremallera. Después, tomó un lento impulso hacia la escotilla de proa, donde casi chocó contra Kim. Al recordar las palabras de Keeper sobre desembarazarse del gato, le pasó suavemente una mano bajo el cuerpo, por detrás de las patas delanteras, y se lo introdujo en su traje, murmurando:

—Darás un pequeño paseo conmigo, pequeño Kim.

El gato colocó sus garras sobre el delgado material, agarrándose firmemente a él.

Para Spar, el pasillo era un estrecho cilindro que terminaba en un final neblinoso en ambos sentidos, y que estaba decorado con alargadas manchas de verde y rojo. Se guió principalmente por el tacto y la memoria, recordando en esta ocasión que debía impulsarse sobre la línea central con ambas manos extendidas hacia los dos lados. Tras haber recorrido los grandes cilindros de los pasillos de popa a proa, el conducto se enderezaba. En dos ocasiones se abrió paso alrededor de ventiladores que pendían centralmente y que zumbaban con tal suavidad que los reconoció por el aumento de la brisa, notado antes de pasar junto a ellos, y por la ligera succión percibida después de pasar.

No tardó en percibir un creciente olor a tierra y a materia verde. Pasó con un estremecimiento junto al agujero negro que era la puerta de cortinas elásticas que daba al gran masticador de la bodega tres. No se encontró con nadie… cosa extraña, incluso para un día de descanso. Finalmente, vio el verde de los jardines de Apolo y detrás una enorme pantalla negra en la que se encaramaba hacia la parte de proa un pequeño y humeante círculo anaranjado que siempre llenaba a Spar de un inexplicable temor. Se preguntó en cuántas pantallas negras estaría representado aquel lúgubre círculo, especialmente en el extremo de estribor del Windrush. Lo había visto en varias.

El pasillo doblaba hacia la derecha, pasando tan cerca de los jardines que pudo distinguir unos vacilantes parpadeos verdes y la silueta de un granjero flotante. Dos docenas de impulsos a lo largo de la línea y flotó en una escotilla abierta que, tanto el recuerdo de la distancia como el fuerte olor a almizcle y a perfumes mezclados, le indicaron que aquélla era la entrada al hueco de Crown. Asomando la cabeza cuidadosamente, pudo ver las espirales entresoldadas de colores negro y plateado que formaban parte de la decoración de la gran sala globular. Directamente frente a la escotilla había otra gran pantalla negra con el borroso disco moteado de rojo situado de un modo similar en el centro.

Por debajo de la mandíbula de Spar, Kim siseó muy suavemente, pero con urgencia:

—¡Alto! ¡Sssilencio, por tu vida!

El gato había sacado la cabeza por la abertura del cuello del traje de Spar. Sus orejas hacían cosquillas en el cuello del hombre. Spar se estaba acostumbrando a las advertencias de Kim y, en cualquier caso, apenas si necesitaba escuchar aquella advertencia. Acababa de ver la media docena de cuerpos desnudos y flotantes, y habría permanecido en silencio aunque sólo fuera por la turbación que sentía. No es que Spar pudiera ver más, a aquella distancia, las partes genitales que las orejas. Pero pudo ver que, aparte del pelo, cada cuerpo era de una textura: uno muy moreno y oscuro, y los otros cinco —¿o eran cuatro?; no, cinco— rubios. No reconoció a los dos con pelo platino y dorado, que también parecían ser los dos más pálidos. Se preguntó quién de ellos sería la nueva chica de Crown, que se llamaba Almodie. Se sintió aliviado por el hecho de que ninguno de los cuerpos le tocara.

Había un destello de metal en la chica de pelo dorado, y pudo distinguir la mancha roja de un delicado tubo de cinco puntas que iba desde el metal hacia las otras cinco caras. Parecía extraño que, incluso con una chica que actuaba de camarera, Crown hiciera servir el brebaje de una forma tan plebeya en su hueco palaciego. Desde luego, el tubo podía contener vino, o incluso brebaje combinado.

¿O es que Crown planeaba abrir un bar rival del Bat Rack? Aquellos tiempos eran pobres para eso, y también se trataba de un lugar peor, musitó para sí, tratando de pensar qué podía hacer con la bolsa de color naranja.

—¡Lárgate! —le susurró Kim mucho más suavemente.

Los dedos de Spar encontraron un anillo de agarre en la escotilla. Con el más débil de los clicks lo aseguró alrededor de las cuerdas de la bolsa y después se impulsó, retrocediendo por el mismo camino por el que había llegado.

Pero por muy débil que fuera el click, hubo una respuesta desde el hueco de Crown…, un gruñido muy profundo y largo.

Spar se deslizó con mayor rapidez por la línea central. Al doblar la esquina que conducía hacia el interior, miró hacia atrás.

Surgiendo de la escotilla de Crown, apareció una cabeza de orejas puntiagudas, más estrecha que la de un hombre y más oscura incluso que la de Crown.

Se repitió entonces el gruñido.

Era ridículo sentirse tan atemorizado ante Hellhound, se dijo Spar a sí mismo mientras se sacudía a lo largo del pasillo. Algunas veces, el propio Crown había llevado a su gran perro al Bat Rack.

Quizá se debiera al hecho de que Hellhound nunca gruñía en el Bat Rack, y sólo hablaba con unos cien monosílabos.

Además, el perro no podía impulsarse por sí mismo a lo largo de la línea central, a ninguna velocidad. Le faltaban garras lo bastante afiladas. Aunque fuera capaz de inclinarse hacia adelante, iría dando tumbos de un lado a otro del pasillo.

En esta ocasión, las cortinas negras del gran mascador hicieron que Spar girara violentamente la cabeza… ¡Qué bonito era aquello! Iba a conseguir nuevos ojos aquel día y se sentía atemorizado como un niño.

—¿Por qué intentaste asustarme allí atrás, Kim? —preguntó con enojo.

—Vi que era malo, isssiota.

—Sólo viste a cinco personas tomando brebaje. Y a un perro inofensivo. En esta ocasión eres tú el tonto, Kim.

Kim guardó silencio, escondió la cabeza y se negó a decir nada más. Spar recordó la vanidad y la susceptibilidad de todos los gatos. Pero, en estos momentos, tenía otras preocupaciones. ¿Qué sucedería si la bolsa de color naranja era robada por cualquiera que pasara por allí antes de que Crown se diera cuenta de su presencia? Y si era Crown quien la encontraba, ¿acaso no sabría entonces que había sido él, Spar, el perenne recadero de Keeper, quien había estado echando un vistazo en el interior? ¡Y que todo aquello sucediera en el día más importante de su vida! Su victoria verbal sobre Kim no era más que un pequeño consuelo.

Por otra parte, y aunque de las dos mujeres extrañas la que más le interesó fue la de pelo platino, algo empezó a preocuparle; algo relacionado con la mujer que actuaba de camarera, la que tenía el pelo dorado como Suzy, pero que era mucho más delgada y pálida…, tenía la impresión de que la había visto antes. Y hubo algo en ella que le atemorizó.

Cuando llegó a los pasillos centrales, estuvo tentado de acudir al despacho de Doc antes que ir al Bridge. Pero deseaba poder relajarse en el despacho de Doc, tomándose todo el tiempo que necesitara, sabiendo que ya había cumplido con todos los recados.

De mala gana, penetró en el ventoso pasillo violeta y se dirigió hacia un ángulo de la proa, buscando el primer espacio vacío de la línea central del pasillo, de modo que las palmas de sus manos sólo se quemaron un poco antes de mantenerse firmemente sobre la línea y ser impulsado hacia adelante aproximadamente a la misma velocidad que el viento. Keeper era un avaro, no sólo por no comprarle unos guantes de mano, por no hablar de los guantes de pie…, pero ahora tenía que prestar una gran atención para pasar los rodillos tiradores que mantenían la gruesa línea móvil en el centro del gran pasillo. Era una tarea fácil distinguir la línea por delante de los rodillos para después separarse del camino con la otra mano; pero eso exigía una gran atención.

Había unas pocas figuras viajando sobre la línea, y menos aún eran impulsadas a lo largo del pasillo. Pasó junto a un lugar situado al lado de la línea, donde una voz gangosa y vieja gritaba continuamente:

—Escalera de Jacob, Árbol de la Vida, Líneas del Matrimonio…

Pasó el lugar estrecho del pasillo que señalaba la división entre la tercera y la segunda bodegas, sin ser detenido por el guardia que había allí apostado, y después casi pasó de largo junto al gran corredor azul que conducía a proa. Volvió a quemarse ligeramente las palmas de las manos al hacer el trasbordo de una línea móvil a otra. Su impaciencia aumentó.

—Ssspar, isssiota… —empezó a decir Kim.

—Cállate…, estamos en territorio de los oficiales —le cortó Spar, sintiéndose contento de poder alegar aquella excusa para hacer callar una vez más al insolente gato.

Lo cierto era que los espacios azules de Windrush siempre le llenaban de respeto y temor.

Casi con demasiada rapidez como para acomodarse, se encontró balanceándose de la línea del pasillo a una jungla estacionaria de metales tubulares situada justo debajo de la cubierta del Bridge. Se abrió paso hacia arriba y permaneció flotando allí, esperando que alguien se dirigiera a él.

En el Bridge centelleaban muchos metales, con las formas más extrañas, y había superficies en forma de arco iris que latían irregularmente, la más cercana de las cuales le parecía a veces como hileras de diminutas luces que se encendían y apagaban… rojas, verdes, de todos los colores. Por encima de todo se extendía un infinito espacio de un negro aterciopelado débilmente salpicado por centelleos lechosos.

Entre los objetos de metal y los arcos iris flotaban figuras, todas ellas vestidas con el color azul de medianoche de los oficiales. A veces, se hacían gestos los unos a los otros, pero nunca pronunciaban una sola palabra. Para Spar, cada uno de sus movimientos estaba lleno de un profundo significado. Aquéllos eran los dioses de Windrush, los que lo guiaban todo, si es que había dioses. Vio reducida su importancia a la de un ratón que pudiera ser perseguido hasta la muerte si rompía el silencio.

Tras una ráfaga particularmente tensa de gestos, escuchó un breve y distante rugido y un crujido y chasquido familiar. Spar se sintió extrañado, pero, al mismo tiempo, debía haberse dado cuenta de que el capitán, el navegante y el resto eran los responsables del fenómeno diurno tan familiar.

Aquello marcaba también el mediodía del día de descanso. Spar empezó a impacientarse. Sus recados le estaban quitando demasiado tiempo. Empezó a elevar la mano a modo de prueba ante cada una de las figuras de azul de medianoche que pasaban junto a él. Ninguna le prestó la menor atención.

Finalmente, murmuró:

—¿Kim…?

El gato no le respondió. Pudo escuchar un ronroneo que podía indicar que el gato estaba durmiendo. Sacudió al gato con suavidad.

—Kim, vamos a hablar.

—¡Cállate! Essstoy durmiendo. ¡Sssh!

Kim volvió a acomodarse con sus garras y reanudó su ronroneo… que Spar no pudo saber si era natural o fingido. Se sintió muy abatido.

El tiempo se fue deslizando. Se sintió cada vez más desesperado y cansado. No debía perder su cita con Doc. Estaba a punto de moverse más hacia arriba y hablar cuando una voz joven y agradable dijo:

—Hola, abuelo, ¿qué hay en tu mente?

Spar se dio cuenta de que había estado elevando la mano automáticamente y que una persona, con la piel tan oscura como Crown, pero vestido con el azul de medianoche, se había dado cuenta por fin de su presencia. Se abrió la cremallera del bolsillo, sacó la nota y se la entregó.

—Para el Ejec.

—Ése es mi departamento.

Escuchó un débil crujido… ¿una uña desgarrando la nota y abriéndola? Otro crujido más fuerte… ¿estaba abriendo la nota? Un breve momento de espera, y después escuchó la pregunta:

—¿Quién es Keeper?

—El propietario del Bat Rack, señor. Yo trabajo allí.

—¿Bat Rack?

—La mansión del brebaje. Llamada antiguamente el Toras Feliz. Eso es lo que me han dicho. En los antiguos tiempos. Vino de la clase tres, según me dijo Doc.

—Hmmm. Bien, ¿qué significan todos estos garabatos? ¿Y cuál es tu nombre?

Spar miró miserablemente el rectángulo gris moteado de oscuro.

—No puedo leer, señor. Me llamo Spar…

—Hmmm. ¿Se han visto… algunos seres sobrenaturales en el Bat Rack?

—Sólo en mis sueños, señor.

—Mmmm. Bien. Daremos un vistazo por allí. Si me reconoces, no digas nada. Soy el alférez Drake. Y a propósito, ¿quién es tu pasajero, abuelo?

—Sólo es mi gato, señor —contestó Spar lleno de alarma.

—Bien, llévate esa cosa negra abajo.

Spar comenzó a moverse a través de la jungla, en la dirección señalada por el brazo azul que aparecía como un borrón impreciso.

—Y la próxima vez recuerda que no se permite traer animales al Bridge.

Mientras Spar descendía, su cálido alivio por el hecho de que el oficial Drake hubiera parecido bastante humano y compasivo se mezcló con la ansiedad de decidir si aún le quedaba tiempo para visitar a Doc. Casi pasó ante la línea del pasillo que bajaba hacia la zona principal de rojo oscuro. La luz cadavérica del falso ocaso de la última hora de la tarde le preocupaba. Pasó una vez más junto a la figura inclinada, que en esta ocasión decía:

—Trinidad, Trellis, Trigo…

Estaba reprimiendo la urgencia de anular su visita a Doc y regresar al Bat Rack, cuando se dio cuenta de que se había pasado el segundo estrechamiento y que se encontraba en la cuarta bodega, dirigiéndose hacia el pasillo de Doc. Dejó de balancearse, se apoyó en un sudario y comenzó a impulsarse con las manos hacia el despacho de Doc, que se encontraba tan a babor como el hueco de Crown lo estaba a estribor.

Pasó junto a dos figuras desgarbadas en la línea, con la respiración ansiosa en anticipación del día de juego. A Spar le preocupaba pensar que Doc podría haber cerrado su despacho. Volvió a oler a tierra y a verde, olores que procedían de los jardines de Diana.

La escotilla estaba cerrada, pero cuando Spar apretó el bulbo, la cremallera se corrió después de tres bocinazos y el rostro de ojos grises y halo blanco apareció ante él.

—Estaba a punto de abandonar la idea de que vinieras, Spar.

—Lo siento, Doc. Tuve que…

—No importa. Entra, entra. Hola, Kim…, echa un vistazo por ahí si quieres.

Kim salió de su escondite, saltó del pecho de Spar y no tardó en proceder a dar el típico paseo de inspección de un gato.

Y había muchas cosas que inspeccionar, como el mismo Spar podía ver. Cada uno de los estantes del despacho de Doc parecía tener objetos sujetos a lo largo de toda su longitud. Había manchas grandes y pequeñas, brillantes y opacas, luminosas y oscuras, translúcidas y sólidas. Todos los objetos estaban silueteados contra una de las paredes de luz cadavérica que Spar tanto temía, pero ahora no tenía tiempo para pensar en aquello. En uno de los extremos distinguió una banda de luz aún más brillante.

—¡Cuidado, Kim! —le gritó Spar al gato cuando fue a caer sobre una de las estanterías y empezó a abrirse camino de una mancha a otra.

—Está bien —dijo Doc—. Voy a echarte un vistazo, Spar. Mantén los ojos bien abiertos.

Las manos de Doc sujetaron la cabeza de Spar. Los ojos grises y el rostro curtido se acercaron tanto que se convirtieron en una sola mancha.

—He dicho que los mantengas abiertos. Sí, ya sé que has de parpadear, está bien. Tal y como me imaginaba. Los cristalinos están disueltos. Has sufrido el efecto secundario que sufre uno de cada diez cuando son infectados por el raquitismo de Lethe.

—¿Raquitismo Styx, Doc?

—Así es, aunque la gente ya se ha desembarazado del curso erróneo de agua en el submundo. Pero todos lo hemos padecido. Todos hemos bebido el agua de Lethe, aunque a veces, cuando nos hacemos muy viejos, empezamos a recordar el principio. No te revuelvas.

—¡Eh, Doc! ¿Será porque he padecido el raquitismo Styx por lo que no puedo recordar nada anterior al Bat Rack?

—Puede ser. ¿Cuánto tiempo hace que estás en el Rack?

—No lo sé, Doc. Desde siempre.

—En cualquier caso, desde antes de que yo encontrara el lugar. Cuando el Rundum se cerró aquí, en la bodega cuatro. Pero de eso sólo hace un estrellán.

—Pero yo soy terriblemente viejo, Doc. ¿Por qué no empiezo ya a recordar?

—No eres viejo, Spar. Sólo te has quedado calvo y sin dientes a causa del brebaje, y por eso tus músculos se han consumido. Sí, y tu mente también se ha consumido. Y ahora, abre la boca.

Una de las manos de Doc se dirigió hacia la nuca de Spar. La otra probó a hacer fuerza.

—De todos modos, tus intestinos son fuertes. Eso lo hará todo mucho más fácil.

Doc introdujo algo grande en su boca; algo que parecía una pelota de mano y que estaba caliente.

—Y ahora muerde, apretando fuerte.

Spar sintió como si hubiera mordido fuego. Trató después de abrir la boca, pero las manos de Doc, mantenidas la una sobre su cabeza y la otra bajo la barbilla, la mantuvieron cerrada. Involuntariamente, pataleó y movió las manos en el aire. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¡Deja de retorcerte! Respira por la nariz. No está tan caliente. En cualquier caso, no está lo bastante caliente como para producirte ampollas.

Spar lo dudó, pero al cabo de un rato concluyó que aquello no estaba lo bastante caliente como para asar su cerebro a través de su boca. Además, no quería mostrar a Doc su miedo. Permaneció quieto. Parpadeó varias, veces y la mancha borrosa general se convirtió en la mancha del rostro de Doc y en la desordenada habitación, silueteada por el resplandor cadavérico. Trató de sonreír, pero sus labios ya estaban mucho más extendidos de lo que jamás le permitirían los músculos. Aquello también hacía daño; se dio cuenta entonces de que el calor estaba descendiendo un poco.

Doc estaba sonriendo por él.

—Bueno, le pediste a un viejo borracho que utilizara técnicas de las que sólo había leído algo. Pero lo haré tal y como me lo pediste: te daré dientes lo bastante afilados como para morder sudarios. Kim, por favor, apártate de esa bolsa.

La sombra negra del gato se estaba separando de otra mancha negra, de un tamaño que doblaba su longitud. Spar refunfuñó desaprobadoramente a Kim a través de su nariz, y realizó algunos movimientos. La mancha más grande tenía la misma forma que la pequeña bolsa de Doc, pero era más grande que cien de aquellas bolsas. También debía ser bastante pesada, pues en reacción al apretón de Kim había doblado la estantería a la que se encontraba sujeta y el punto se volvió a tensar muy lentamente.

—Esa bolsa contiene mi tesoro, Spar —explicó Doc, y cuando Spar elevó sus cejas dos veces para indicar que quería hacerle una pregunta, Doc siguió diciendo—: No, no son monedas, ni oro, ni joyas, sino una segunda infinitud transfinita… dormir y sueños y pesadillas para cada una de las almas que se puedan encontrar en mil Windrushes —echó un vistazo a su muñeca y añadió—: Ya ha pasado un tiempo suficiente. Abre la boca.

Spar obedeció, aunque aquello le costó sentir un nuevo dolor.

Doc extrajo el material sobre el que Spar había apretado sus mandíbulas, lo envolvió en algo brillante y lo sujetó sobre la estantería más cercana; después, volvió a mirar la boca de Spar.

—Creo que lo he hecho un poco demasiado caliente —dijo.

Encontró una pequeña bolsa, la colocó sobre los labios de Spar y la apretó. Una especie de neblina llenó la boca de Spar y desapareció todo el dolor. Doc introdujo la bolsa en el bolsillo de Spar.

—Utilízalo de nuevo si vuelves a sentir dolor.

Pero antes de que Spar pudiera darle las gracias, Doc había apretado un tubo contra sus ojos.

—Mira, Spar, ¿qué ves?

Spar lanzó un grito, sin poder evitarlo, y apartó el ojo.

—¿Qué te ocurre, Spar?

—Doc, me has producido un sueño —dijo Spar con voz ronca—. No se lo dirás a nadie, ¿verdad?

Y me hacía cosquillas.

—¿Cómo era el sueño? —preguntó Doc ansiosamente.

—Era simplemente una imagen, Doc. La imagen de una cabra con la cola de un pez. He visto las escamas del pez… Y todo tenía cantos. Doc, ¿es a eso a lo que se refieren cuando hablan de ver bien?

—Claro, Spar. Eso es bueno. Significa que no tienes ningún daño cerebral o en la retina. No tendré ningún problema en hacerte unas gafas… siempre y cuando mi antiguo par de gafas no esté realmente mal. Ésa es también la razón por la que en tus sueños aún ves las cosas con cantos… Es algo bastante natural. Pero ¿por qué tenías miedo de decírmelo?

—Porque tenía miedo de ser acusado de brujería, Doc. Creía que el ver cosas así era como una especie de clarividencia. El tubo me hizo un poco de cosquillas en el ojo.

—¡Isótopos y locura! Se supone que hacen un poco de cosquillas. Veamos ahora el otro ojo.

Spar deseó gritar de nuevo, pero se contuvo, y en esta ocasión no sintió el impulso de apartar el ojo, aunque volvió a notar un ligero cosquilleo. Vio la imagen de una mujer delgada. Sabía que era una mujer por su figura general. Pero pudo ver también sus cantos. Pudo ver… detalles. Por un momento, sus ojos no fueron dos formas ovales coloreadas y rodeadas de neblina. Tenían puntos en ambos extremos, puntos que eran blancos… triángulos. Y el redondel pálido violeta situado entre los triángulos tenía un diminuto redondel negro en el centro.

Tenía el pelo plateado; sin embargo, le pareció joven, aunque resultaba difícil juzgar esas cuestiones cuando se podían ver cantos. Le hizo pensar en la mujer del pelo platino que había visto por un instante en el hueco de Crown.

Llevaba puesto un largo y brillante vestido blanco, que dejaba sus hombros al desnudo, pero ya fuera el arte o alguna fuerza desconocida había extendido su pelo y su vestido hasta sus pies. En su vestido había… pliegues.

—¿Cuál es su nombre, Doc? ¿Almodie?

—No, Virgo. La Virgen. ¿Puedes ver sus cantos?

—Sí, Doc. Muy bien. ¡Lo veo!… como un cuchillo. ¿Y la cabra-pez?

—Capricornio —contestó Doc apartando el tubo del ojo de Spar.

—Doc, sé que Capricornio y Virgo son los nombres de lunares, terranes, solanes y estrellanes, pero nunca imaginé que pudieran tener imagen. Nunca supe que fueran algo.

—Tú… Claro, nunca has visto relojes, ni estrellas, por no hablar de las constelaciones del Zodíaco.

Spar estaba a punto de preguntar qué era todo aquello, pero entonces vio que la luz cadavérica había desaparecido, aunque la cinta de luz más luminosa se había hecho mucho más amplia.

—Al menos en este fragmento de tu memoria —añadió Doc—. Tendré preparados tus nuevos ojos y dientes el próximo día de descanso. Ven más pronto si puedes arreglártelas para hacerlo así. Puede que yo te vea antes en el Bat Rack, durante la noche del día de juego, o antes.

—Estupendo, Doc, pero ahora tengo que darme prisa. ¡Vamos, Kim! A veces, el trabajo aumenta mucho durante los días de descanso; es como la noche del día de juego, que está colocada en el extremo erróneo. Vamos, Kim, salta.

—¿Estás seguro de que puedes volver bien al Bat Rack, Spar? Será de noche antes de que llegues allí.

—Claro que puedo, Doc.

Pero cuando cayó la noche, como una pesada capucha negra sobre su cabeza, cogiéndole a mitad de camino del primer pasillo, habría regresado para pedirle a Doc que le guiara, de no haber temido el desprecio de Kim, aun cuando el gato no estaba hablando. Avanzó rápidamente, aunque las pocas luces que había encendidas apenas si le permitían ver la línea central del pasillo.

El pasillo de proa era aún peor…, estaba completamente vacío y sus luces eran muy débiles y parpadeantes. El ver sólo las cosas borrosas le preocupaba mucho más ahora que sabía lo que significaba el poder ver nítidamente. Estaba empezando a sudar y a temblar a causa de haber dejado de tomar alcohol, y todos sus pensamientos estaban embrollados. Se preguntó si alguna de las cosas extrañas que habían sucedido desde que se encontró con Kim eran reales o sólo un sueño. La negativa de Kim —¿o era incapacidad?— para hablar era inquietante. Comenzó a ver confusos bordes de manchas borrosas que desaparecían cuando miraba directamente hacia ellos. Recordó a Keeper y a los mamones hablando sobre vampiros y brujas.

Entonces, en lugar de dirigirse hacia la escotilla verde del Bat Rack, se introdujo en el pasillo que conducía hacia la de arriba. Este pasillo no tenía ninguna luz. Creyó escuchar los gruñidos de Hellhound, pero no podía estar seguro porque el gran masticador estaba rechinando. Estaba temblando de pánico cuando entró en el Bat Rack por la escotilla roja oscura, recordando apenas a tiempo que tenía que evitar la nueva goma que había colocado.

El lugar estaba lleno de luz y figuras excitadas que bailaban, y Keeper comenzó a insultarle inmediatamente. Se dirigió hacia el toro y comenzó automáticamente a tomar órdenes y a servir, trabajando completamente por la voz y el oído porque la retirada le había oscurecido mucho más la visión… convertida ahora en una gran mancha de manchas.

Al cabo de un rato su visión fue mejorando, pero sus nervios empeoraron. Únicamente el incesante trabajo le mantenía —al margen de los insultos de Keeper—, pero estaba sintiéndose demasiado cansado como para trabajar. A medida que fue avanzando el día de juego, con la gente alrededor del toro engordando durante todo el rato, cogió una bolsa de brebaje y se la llevó a los labios.

Unas garras se apretaron entonces contra su pecho.

—¡Isssiota! ¡Fuera essso! ¡Esssclavo del temor!

Spar casi se vio sumido en fuertes convulsiones, pero terminó por apartar el brebaje. Kim salió del escondite y se marchó despreciativamente; rodeó el bar y habló con varios de los clientes, y no tardó en convertirse en tema de conversación. Keeper empezó a fanfarronear sobre él y dejó de servir. Spar continuó trabajando, aunque a través de su sobriedad tenía más pesadillas que cualquiera de las borracheras que podía recordar. Y que le llevaban lejos, mucho más lejos.

Suzy se acercó con un vale y tocó la mano de Spar cuando éste le sirvió su brebaje negro. Eso le ayudó algo.

Creyó reconocer una voz procedente de abajo. Venía de un mamón de pelo rizado al que no conocía. Pero después volvió a escuchar al hombre y pensó que se trataba del oficial Dralce. Había algunos otros mamones a los que no reconoció.

El lugar empezó a ser realmente ruidoso. Keeper puso la música. Solos o por parejas, los danzarines comenzaron a moverse de un lado a otro por entre los sudarios. Otros se agarraban a un sudario y temblaban. Una chica vestida de negro rompió uno. Y otra vestida de blanco se marchó por el toro. Keeper puso la mano sobre la mejilla de su acompañante. Los mamones trataron de cantar.

Spar escuchó recitar a Kim:

Sssoy un gato.

Mato una rata.

Sssaludo a todosss.

Delgadosss o gruesssosss.

Muñecas, decid: ¡Viva!

La noche del día de juego se fue acercando. El ritmo se hizo más fuerte. Doc no vino, pero Crown sí. Los bailarines se marcharon y todo un grupo de bebedores le abrieron paso a él, a sus chicas y a Hellhound, de modo que sólo ellos ocuparon una tercera parte del espacio del toro, sin tener a nadie debajo. Ante la sorpresa de Spar, todos ellos tomaron café, excepto el perro, que, ante la pregunta de Crown, contestó:

—Bloody Mary —pronunciando las palabras con unos tonos tan profundos que apenas si fueron un gruñido bajo.

—¿Y essso esss hablar? —comentó Kim desde el otro lado del toro.

Los bebedores que le rodeaban casi se ahogan de la risa.

Spar sirvió el café caliente en bolsas con asideros y mezcló la bebida de Hellhound en una jeringa autoagitadora dotada de un tubo para absorber el contenido. Se sentía muy aturdido y, por el momento, tenía más miedo por Kim que por sí mismo. Las manchas de los rostros tendían a confundirse, pero pudo distinguir a Rixende por su pelo negro, a Phanette y a Doucette por su pelo rubio y por sus pieles extrañamente moteadas de rojo, mientras que Almodie era la de pelo color platino, aunque parecía muy agraciada entre la mancha oscura, vestida de púrpura, que tenía a un lado y la silueta negra, más estrecha y de orejas puntiagudas, que tenía al otro.

Spar escuchó cómo Crown le murmuraba a ella:

—Pídele a Keeper que te muestre el gato que habla.

El sonido de su voz fue muy bajo y Spar no lo hubiera podido escuchar de no ser por el hecho de que la voz de Crown mostrara una extraña vibración de excitación que Spar no había escuchado con anterioridad.

—Pero ¿no lucharán entonces…? Me refiero a Hellhound —dijo ella con un tono de voz que pareció enviar zarcillos plateados alrededor del corazón de Spar.

Ansiaba poder observar su rostro a través del tubo de Doc. Tendría el aspecto de Virgo, sólo que más hermosa. Sin embargo, la mujer de Crown no podía ser una virgen. Aquél era un mundo extraño y horrible. Los ojos de ella eran violeta; Pero él estaba mareado de tantas manchas borrosas. Almodie parecía muy asustada; sin embargo, siguió diciendo:

—No lo hagas, Crown, por favor.

Y el corazón de Spar se sintió capturado.

—Pero ésa es precisamente la idea, pequeña. Y nadie nos lo va a impedir. Creíamos que ya te habíamos educado para eso. Te enseñaremos otra lección aquí, sólo que esta noche olemos mucha diversión… ¡Keeper!… Nuestra nueva mujer desea oír hablar a tu gato. Tráelo para acá.

—En realidad, yo no… —empezó a decir Almodie, pero no terminó la frase.

Kim llegó flotando a través del toro, mientras Keeper le buscaba en dirección opuesta. El gato se posó sobre un delicado sudario y miró directamente a Crown.

—¿Sssí?

—Keeper, apaga esa música.

La música se detuvo abruptamente. Las voces se elevaron, pero también dejaron de sonar de repente.

—Muy bien, gato, habla.

—¿Quieresss que cante? —preguntó Kim.

Inmediatamente después inició un maullido gatuno que tenía una cierta melodía, pero que no concordaba con la idea que Spar tenía de la música.

—Eso es una abstracción —dijo Almodie, respirando encantada—. Escucha, Crown, eso ha sido una séptima disminuida.

—Yo diría que una alocada tercera —comentó Phanette desde el otro lado.

Crown les hizo señas para que guardaran silencio.

Kim terminó con un elevado trino. Miró lentamente a su alrededor, observando a su confundida audiencia, y después comenzó a elevar sus hombros.

Crown agarró una cadena del toro con su mano izquierda y dijo, con un tono de voz casual:

—Si no quieres hablarnos a nosotros, ¿querrás hablar a nuestro perro?

Kim se quedó mirando a Hellhound, que seguía sorbiendo su Bloody Mary. Se le abrieron más los ojos. Las pupilas se estrecharon y los labios se le retorcieron hacia atrás.

—¡Ssserdo! —siseó.

Hellhound se lanzó, apoyando las patas traseras contra la palma de la mano izquierda de Crown, lo que le envió hacia la izquierda, donde se encontraba Kim. Pero el gato cambió de dirección, ocultándose detrás del más próximo sudario. Los puntiagudos dientes blancos del perro se cerraron junto a una de sus patas cuando el gran cuerpo negro pasó de largo.

Hellhound aterrizó sobre sus cuatro patas sobre un grueso borracho, que arrojó lo que estaba bebiendo antes de tragárselo, pero el perro cambió instantáneamente de dirección. Kim iba de un lado a otro entre los sudarios. En esta ocasión, cuando los dientes del perro volvieron a cerrarse, se le desprendió algo de pelo, pero él también consiguió golpear con una de sus rígidas patas.

Crown agarró a Hellhound por el collar adornado de clavos, reteniéndole antes de que se lanzara a un nuevo ataque. Tocó al perro por debajo del ojo y después olió sus dedos.

—Ya está bien, muchacho —dijo—. No puedes ir por ahí, matando genios musicales —bajó después la mano y volvió a elevarla con un dedo señalando hacia el gato—. Muy bien, gato, ya has hablado con nuestro perro. ¿Tienes algo que decirnos ahora?

—¡Sssí!

Kim se deslizó hasta el sudario más cercano al rostro de Crown. Spar se adelantó para tratar de contenerle, mientras que Almodie observaba el puño de Crown, con un dedo extendido, y extendió la mano hacia él.

—¡Maldito engendro! ¡Eresss un diablo!

Tanto Spar como Almodie llegaron demasiado tarde. De entre dos de los dedos cerrados de Crown surgió una fina corriente que se abalanzó sobre Kim, pegándole en la boca abierta.

Después de lo que a Spar le pareció un rato muy largo, la mano de Crown interrumpió la corriente ardiente.

Kim pareció contraerse sobre sí mismo; después se apartó de Crown de un salto, con las fauces abiertas y oscurecidas.

—Eso es un arma antigua —dijo Crown—, como el fuego griego, pero muy bien conocida por nuestro pueblo. Es la contestación perfecta para un gato embrujado.

Spar saltó sobre Crown, le agarró por el pecho y trató de darle un cabezazo contra la mandíbula. Se apartaron del toro a una velocidad inferior a la que Spar había saltado.

Crown apartó la cabeza a un lado. Spar cerró sus encías sobre el cuello de Crown. Se produjo un corte. Spar sintió un aliento en su espalda desnuda. Después, un triángulo frío le apretó la carne, por encima de los riñones. Spar abrió las mandíbulas y flotó fláccidamente. Crown se echó a reír.

Un resplandor azul, sostenido por uno de los bebedores, hizo que todos los presentes en el Bat Rack parecieran más cadavéricos que la propia luz. Una voz ordenó:

—Está bien, muchachos. Basta de peleas. Cada uno a su casa. Cerramos el local.

Amaneció el día de dormir, ahogando el resplandor azul. El triángulo frío abandonó la espalda de Spar. Se produjo otro corte.

—Hasta luego, muchacho —dijo Crown, atravesando el resplandor blanco y dirigiéndose hacia cuatro rostros de mujer y uno de perro.

Los rostros débilmente moteados de rojo de Phanette y de Doucette se encontraban al lado de Hellhound, como si le estuvieran sosteniendo por el collar.

Spar sollozó y empezó a buscar a Kim. Al cabo de un rato, Suzy se unió a él para ayudarle. El Bat Rack quedó vacío. Spar y Suzy acorralaron a Kim. Spar cogió al gato por el cuello. Las patas delanteras de Kim rodearon su muñeca, pinchándole con las garras. Spar sacó la bolsa que le había dado Doc e introdujo su punta entre las mandíbulas de Kim. Las garras del gato se le clavaron más profundamente. Sin prestar atención a aquello, Spar le roció suavemente el interior de la boca. Poco a poco, las garras dejaron de ejercer presión y Kim se relajó. Spar le acarició suavemente. Suzy se encargó de curar y vendar la muñeca herida de Spar.

Entonces llegó Keeper, seguido de dos clientes, uno de los cuales era el oficial Drake, quien dijo:

—Mi compañero y yo nos quedaremos hoy para vigilar las escotillas de babor y de estribor.

Detrás de ellos, el Bat Rack estaba vacío.

—Crown tiene un cuchillo —dijo Spar.

Drake hizo un gesto de asentimiento.

Suzy tocó la mano de Spar y dijo:

—Keeper, quiero quedarme aquí esta noche. Estoy asustada.

—Te puedo ofrecer un sudario —dio Keeper.

Drake y su compañero se dirigieron lentamente hacia sus puestos.

Suzy apretó suavemente la mano de Spar, y éste dijo, con bastante pesadez:

—Te puedo ofrecer mi sudario, Suzy.

Keeper se echó a reír, y después de mirar hacia donde se encontraban los hombres del Bridge, dijo:

—Te puedo ofrecer el mío que, a diferencia del de Spar, es de mi propiedad. Y brebaje. De otro modo, tendrás que quedarte en el pasillo.

Suzy suspiró, permaneció inmóvil por un instante, y después se marchó con él.

Spar, sintiéndose muy triste, se dirigió hacia la esquina de proa. ¿Acaso Suzy había esperado que él luchara contra Keeper? Lo peor de todo era que ya no la deseaba, excepto como amiga. Amaba a la nueva mujer de Crown. Lo cual también era bastante malo.

Se sentía muy cansado. Ni siquiera le interesaba el pensamiento de poseer unos nuevos ojos al día siguiente. Se ató un tobillo a uno de los sudarios y extendió un paño sobre sus ojos. Acarició suavemente a Kim, que no había dicho nada. Se quedó dormido inmediatamente.

Soñó con Almodie. Ella se parecía a Virgo, incluso en el vestido blanco. Ella tenía a Kim, que parecía liso y brillante como el cuero pulido. Ella se le acercaba sonriente. Continuaba acercándose, sin llegar por ello cerca de él.

Mucho más tarde —según pensó él mismo—, se despertó en medio de una retirada. Sudaba y temblaba, pero aquello no era nada. Sus nervios estaban sobresaltados. Estaba seguro de que, en cualquier momento, sacudirían todos sus músculos en un doloroso espasmo de agonía. Sus pensamientos se estaban moviendo tan rápidamente que apenas si comprendía uno entre cada diez. Era como lanzarse hacia la curva de un pasillo a una velocidad diez veces superior a la que permitía la narria principal. Si tocaba una pared hasta se olvidaría de lo poco que sabía, se olvidaría incluso de que era Spar. A su alrededor, los sudarios negros le azotaban en las perpetuas curvas.

Kim ya no estaba con él. Se arrancó el paño de los ojos. Estaba todo tan oscuro como antes. Era la noche del día de dormir. Pero su cuerpo dejó de adquirir velocidad y sus pensamientos se tranquilizaron. Sus nervios aún le palpitaban y aún vera los látigos negros azotándole, pero sabía que aquello era una ilusión. En aquel instante distinguió el opaco resplandor de tres luces que se movían.

Después, vio dos figuras que flotaban hacia él. Apenas si pudo distinguir las manchas de sus ojos, verde la más pequeña, violeta la otra, cuyo rostro estaba enmarcado por un halo de brillantes puntitos plateados. Ella estaba pálida y la blancura flotaba a su alrededor. Y, en lugar de una sonrisa, pudo ver el brillo horizontal y blanco de los dientes desnudos. Como los dientes de Kim.

De repente, recordó a la mujer de pelo dorado que creyó estaba actuando de camarera en el hueco de Crown. Era la antigua amiga de Suzy, Sweetheart, agarrada el último día de dormir por los vampiros.

Lanzó un grito que, en Spar, fue un rugido bajo, y se tocó el tobillo atado.

Las figuras desaparecieron. Allá abajo, pensó.

Se encendieron las luces. Alguien se acercó y le sacudió por un hombro.

—¿Qué ha ocurrido?

Spar farfulló algo ininteligible, mientras pensaba en lo que debía decirle a Drake. Amaba a Almodie y a Kim.

—Tenía una pesadilla —dijo al fin—. Los vampiros me atacaban.

—¿Descripción?

—Una mujer vieja y un… un… perro pequeño.

Se acercó entonces el otro oficial.

—La escotilla negra está abierta —dijo.

—Keeper nos dijo que siempre estaba cerrada —observó Drake—. Investiga por allí, Fenner —y mientras el otro desaparecía por abajo, preguntó—: ¿Estás seguro de que eso era sólo una pesadilla? ¿Un perro pequeño? ¿Y una mujer vieja?

—Sí —contestó Spar.

Drake se dirigió entonces en pos de su camarada, saliendo por la escotilla negra.

Amaneció el día de trabajo. Spar se sentía enfermo y confundido, pero llevó a cabo su rutina usual. Trató de hablar con Kim, pero el gato se mantuvo tan silencioso como la tarde anterior. Keeper estaba envalentonado y encontró muchas tareas a realizar…, el lugar estaba todo confuso desde el día de juego anterior. Suzy se marchó con rapidez. No deseaba hablar sobre Sweetheart, ni sobre nada más. Drake y Fenner no regresaron.

Spar se dedicó a barrer, mientras Kim patrullaba de un lado a otro, fuera de su alcance. Por la tarde llegó Crown y habló con Keeper mientras Spar y Kim permanecían lo bastante alejados como para no poder escuchar lo que decían. Por el caso que les hizo Crown, parecía como si no existieran.

Spar se preguntaba una y otra vez qué era lo que había visto la noche anterior. Finalmente, llegó a la conclusión de que podía haberse tratado en verdad de un sueño. Ya no se sentía impresionado por el hecho de que su memoria hubiera identificado a Sweetheart. Era algo estúpido por su parte el haber pensado que Almodie y Kim eran vampiros, ya fuera sueño o realidad. Doc le había dicho que los vampiros eran supersticiones. Pero él no se lo creía mucho. Aún seguía teniendo síntomas de retirada, sólo que menos violentos.

Cuando amaneció el día de descanso, Keeper le dio permiso para abandonar el Bat Rack, sin hacerle las preguntas usuales. Spar echó un vistazo por los alrededores, en busca de Kim, pero no pudo distinguir su mancha negra. Además, en realidad no deseaba llevarse al gato consigo.

Se dirigió directamente al despacho de Doc. Los pasillos no estaban tan solitarios como los riel último día de descanso. Pasó por tercera vez junto a la figura inclinada, que graznaba:

—Gaviota, cernícalo, catedral…

La cremallera de la escotilla de Doc estaba abierta, pero Doc no estaba allí. Spar esperó un largo rato, sintiéndose molesto bajo la luz cadavérica. Doc no tenía la costumbre de abandonar su despacho y dejarlo abierto. Y la noche anterior no había pasado por el Bat Rack, como casi le había prometido.

Finalmente, Spar se decidió a echar un vistazo por el despacho. Una de las primeras cosas que notó fue la ausencia de la gran bolsa negra, de la que Doc había dicho que contenía su tesoro.

Entonces, se dio cuenta de que la brillante bolsa de pliofilm en la que Doc había colocado el molde de las encías de Spar contenía ahora algo diferente. Desató la bolsa del sudario donde se encontraba. En su interior había dos cosas.

Se pinchó un dedo con la primera, que era semicircular, semirrosada y semibrillante. Ahora, pasó el dedo más cautelosamente por sus agudos extremos, ignorando las diminutas burbujas rojas que se desprendían de su dedo. Tenía depresiones irregulares en su parte superior e inferior. Se colocó aquello en la boca. Sus encías se adaptaron perfectamente a las depresiones. Abrió la boca. Después, la cerró, llevando buen cuidado de apartar antes la lengua. Se produjo un crujido y un débil click. ¡Tenía dientes!

Sus manos le temblaban cuando sintió entre sus dedos el segundo objeto.

Se trataba de dos gruesos círculos unidos por una pequeña barra y con sendas barras más largas que terminaban en un semicírculo y que surgían de cada uno de los dos círculos.

Pasó un dedo por uno de los círculos. Le cosquilleó, como el tubo que le había colocado Doc en los ojos, sólo que más intensamente, casi dolorosamente.

Temblándole las manos más que nunca, se llevó el objeto al rostro. Los semicírculos se acoplaron alrededor de sus orejas, por detrás, mientras que los círculos quedaron ante sus ojos, aunque no lo bastante cerca como para hacerle cosquillas.

¡Podía ver nítidamente! Todo tenía cantos, hasta sus propias manos y… la mancha de sangre en uno de sus dedos. Lanzó un grito…, un gemido bajo y admirativo, y escudriñó el despacho. Al principio, las líneas y las docenas de objetos nítidos, que podía distinguir con tanta claridad como las imágenes de Capricornio y de Virgo, fueron demasiado para él. Cerró los ojos.

Cuando se hubo serenado un poco su respiración y hubo disminuido el temblor de su cuerpo, los abrió cautelosamente y comenzó a inspeccionar los objetos sujetos a los sudarios. Cada uno de aquellos objetos era una verdadera maravilla. No conocía el propósito de la mitad de ellos. Algunos, con los que estaba familiarizado por el uso o por una visión borrosa, le dejaron ahora muy asombrado ante su verdadero aspecto… un peine, un cepillo, un libro con páginas (esa infinitud de marcas negras alineadas), un reloj de pulsera (las diminutas imágenes alrededor del margen circular, con Capricornio y Virgo, y Tauro y Acuario y los demás, y las estrechas barras que irradiaban desde el centro y oscilaban rápida o lentamente, o no oscilaban… y señalaban hacia los signos del Zodíaco).

Antes de que se diera cuenta se encontró junto a la pared de luz cadavérica. Se enfrentó a ella con un nuevo coraje, aunque aquello le hizo lanzar una nueva exclamación de admiración.

El resplandor cadavérico no procedía de todas partes, aunque ocupaba la cuarta parte central de su campo de visión. Sus dedos tocaron el pliofilm tenso y transparente. Lo que vio detrás —un gran camino que se extendía por detrás, según empezó a pensar— era la más extrema de las negruras con una gran cantidad de diminutos… puntos de luz brillante. Le resultaba aún más difícil creer en la existencia de los puntos que en la de los cantos. Pero tenía que creer en lo que veía.

Pero en la parte central y con un aspecto mucho mayor que el de toda la negrura había un vasto cuerpo blanco, redondo, con tenues círculos y rodeado por líneas muy brillantes y moteado con zonas ligeramente más oscuras.

No parecía como si tuviera hilos conductores de la electricidad y, desde luego, no parecía un fuego. Al cabo de un rato, Spar tuvo la extraña idea de que su luz era reflejada desde algo mucho más luminoso situado por detrás de Windrush.

Le resultaba infinitamente extraño pensar que pudiera existir tanto espacio alrededor de Windrush. Era como pensar en una realidad que contuviera otra realidad.

Y si Windrush se encontraba entre la hipotética luz más luminosa y la luz blanca y redonda, su sombra tendría que encontrarse en la última. A menos que Windrush fuera infinitamente pequeño. En realidad, aquellas especulaciones eran demasiado fantásticas para enfrentarse siquiera con ellas.

Sin embargo, ¿podría haber algo más fantástico? Hombres-lobo, brujas, puntos, cantos, tamaño y espacio más allá del pensamiento más alocado.

Cuando miró por primera vez el objeto blanco, había sido redondo. Y había escuchado y sentido los crujidos del mediodía del día de descanso sin darse cuenta de ello durante todo el rato. Pero, ahora, la esfera acababa de cercenar su mitad de babor, de modo que estaba ladeada. Spar se preguntó si la incandescencia hipotética que había tras Windrush se estaba moviendo, o es que la esfera blanca giraba, o era el propio Windrush el que giraba alrededor de la esfera blanca. Tales pensamientos, especialmente el último, le resultaban tan confusos y le aturdían tanto que casi no los podía soportar.

Se dirigió hacia la puerta abierta, preguntándose si debía cerrarla tras de sí, aunque al final decidió no hacerlo. El pasillo le resultó otra cosa extraña, extendiéndose hacia adelante, cada vez más, y estrechándose a medida que se alejaba. Sus paredes tenían… flechas; las rojas señalaban hacia babor, el camino por el que él había venido; mientras que las verdes señalaban hacia estribor, el camino que ahora estaba siguiendo. Las flechas eran lo que él siempre había visto como impresiones borrosas. Mientras avanzaba por la línea recta extrañamente definida, el pasillo se extendía hacia la narria principal de color violeta, manteniendo siempre el mismo diámetro.

Deseó alejarse a lo largo de todo el camino cubierto de flechas verdes hasta el extremo de estribor de Windrush para verificar la hipotética incandescencia y ver los detalles de la apagada esfera naranja que siempre le deprimía.

Pero decidió que primero debía informar al Bridge de la desaparición de Doc. Podría encontrar allí a Drake. Y, se dijo para sí mismo, también tendría que informar sobre la desaparición del tesoro de Doc.

Los rostros que pasaban junto a él le fascinaban. ¡Tal mezcla de narices y orejas! Pasó junto a la figura inclinada que seguía graznando. Era una mujer vieja, cuya nariz casi le llegaba hasta la barbilla. Contraía espasmódicamente sus dedos sobre dos varas estrechas y un rollo de algo velludo.

—¿Qué estás haciendo, abuela? —le preguntó.

Ella lanzó un bufido de enojo.

—Tejiendo —contestó con indignación.

—¿Y qué significan las palabras que dices continuamente?

—Son los nombres de modelos de puntos —contestó la vieja, espetando a continuación—: Dunas de arena, relámpago, soldados marchando…

Empezó a separarse de la línea directora y entonces vio que ya se encontraba con la flecha azul que conducía hacia arriba. Se mantuvo en el centro de la línea de velocidad, sin importarle el calor, y después se dirigió hacia el Bridge.

Cuando llegó allí, vio que había una gran multitud de estrellas arriba. Los arcos iris oblongos eran todos bancos de luces multicolores que se encendían y apagaban. Pero los oficiales silenciosos… parecían muy viejos, y sus rostros miraban como si estuvieran medio dormidos; los gestos de sus órdenes eran mecánicos. Spar se preguntó si sabrían hacia dónde se dirigía Windrush… o si sabían algo más allá del Bridge.

Un oficial moreno y joven con el pelo muy corto flotó hacia él. Hasta que no habló, Spar no se dio cuenta de que se trataba de Drake.

—Hola, viejo. Oye, pareces más joven. ¿Qué son esas cosas que llevas alrededor de los ojos?

—Cristales de visión. Me ayudan a ver con nitidez.

—Pero los cristales de visión tienen tubos. Son una especie de telescopio binocular.

Spar se encogió de hombros y habló sobre la desaparición de Doc y de su gran bolsa negra del tesoro.

—Pero me dijiste que bebía mucho. ¿Y te dijo que sus tesoros eran sueños? Me da la impresión de que estaba chiflado y se dirigió a alguna otra parte para beber.

—Pero Doc era un bebedor regular. Siempre acudía al Bat Rack.

—Bueno. Haré lo que pueda. He llevado a cabo la investigación en el Bat Rack. Creo que ese Crown está algo fuera de sus casillas. Los viejos son más fáciles de manejar… No sienten una mayor codicia que la de costumbre y siguen el camino más fácil. Fenner y yo no encontramos nunca a la vieja y al pequeño perro, tampoco a ninguna mujer y animal…, no encontramos nada.

Spar habló sobre el antiguo intento de Crown de robarle a Doc su pequeña bolsa negra.

—Así es que piensas que los dos casos pueden tener alguna relación. Bien. Como ya te he dicho, haré lo que pueda.

Spar regresó al Bat Rack. Le resultó, muy extraño ver con todo detalle el rostro de Keeper. Parecía viejo y su mancha central y rosada no era otra cosa que una gran nariz rojiza, cruzada por pequeñas venas. Sus ojos marrones no eran tan curiosos como ávidos. Le preguntó por aquellas cosas que llevaba alrededor de los ojos. Spar decidió que no era adecuado decirle a Keeper que podía ver con nitidez.

—Son una nueva clase de adornos de moda, Keeper. Maldita fiera, no tengo ningún pelo en la cabeza, y debería ponerme algo.

—¡Cuida tu lenguaje, Spar! Es de borrachos gastar preciosos vales con un lenguaje tan grotesco.

Spar no le recordó a Keeper ni que los vales que había ganado en el Bat Rack formaban un enorme montón, ni que había dejado de beber. Tampoco le dijo nada sobre sus dientes, manteniéndolos ocultos detrás de sus labios.

No podía ver a Kim por ninguna parte. Keeper se encogió de hombros.

—Se habrá marchado a alguna parte. Ya sabes cómo son esos animales perdidos, Spar.

Sí, pensó Spar, éste se había marchado, pero permanecía ausente ya durante demasiado tiempo.

Seguía sintiéndose extrañado por poder ver nítidamente todo lo que había en el Bat Rack. Era un hexágono cruzado de estanterías y hecho de dos pirámides unidas por sus bases. Los vértices de las pirámides eran las esquinas violeta anterior, y rojo oscuro posterior. Las otras cuatro esquinas eran el verde de estribor, el negro de abajo, el escarlata de babor y el azul de arriba, si se las nombraba desde la popa en el sentido en que se mueven las manecillas de un reloj.

Suzy llegó al principio del día de juego. Spar quedó impresionado por su aspecto desaliñado y por sus ojos enrojecidos. Pero se sintió emocionado por sus muestras de afecto y percibió la fuerte amistad existente entre ellos. En dos ocasiones, cuando Keeper no estaba mirando, le cambió su bolsa de brebaje negro medio vacía por una llena. Ella le dijo que, en efecto, en otros tiempos había conocido a Sweetheart y que, en efecto, había oído decir a la gente que Mable había visto a Sweetheart raptada por los vampiros.

El trabajo se desarrollaba lentamente para ser un día de juego. No había por allí ningún bebedor extraño. Manteniendo la esperanza en contra de los temores, Spar seguía confiando en que Doc terminaría por aparecer por allí, zigzagueando a lo largo de las líneas, y haciendo algún comentario sobre los objetos que le había entregado a Spar, y hablando de los viejos tiempos en su extraña filosofía.

Durante la noche del día de juego, Crown llegó acompañado de sus mujeres. Todas, excepto Almodie. Doucette dijo que tenía dolor de cabeza y que había permanecido en el hueco. Una vez más, todos ellos pidieron café, aunque a Spar le pareció que todos ellos estaban un poco borrachos.

Disimuladamente, Spar estudió sus rostros. Aunque nerviosos y vivaces, todos ellos tenían en sus expresiones algo muy similar a los rostros que había visto entre la mayor parte de los oficiales del Bridge. Doc había dicho que todos ellos eran cadáveres vivientes. Fue interesante descubrir que el aspecto moteado de rojo de Phanette y de Doucette se debía a… las pecas, unos diminutos puntos rojizos existentes sobre sus pieles blancas.

—¿Dónde está ese famoso gato que habla? —preguntó Crown a Spar.

Spar se encogió de hombros y Keeper contestó:

—Se ha perdido. De lo que me alegro. No quiero por aquí a ningún pequeño felino que entable luchas como las de la última noche.

Manteniendo sus ojos marrones irisados de amarillo sobre Spar, Crown dijo:

—Creemos que fue precisamente esa lucha del último día de juego lo que le dio a Almodie su dolor de cabeza, de modo que no quiso venir esta noche. Le diremos que conseguiste librarte de ese gato embrujado.

—Yo mismo me hubiera desembarazado de esa bestia si Spar no lo hubiera hecho —observó Keeper—. Así pues, ¿cree que era un gato embrujado, coronel?

—Estamos seguros. ¿Qué es eso que lleva Spar sobre el rostro?

—Una nueva especie de adorno, coronel, como para atraer la bebida.

Spar tuvo la sensación de que aquella conversación había sido previamente acordada entre ellos, de que existía un nuevo acuerdo entre Crown y Keeper. Pero se limitó a encogerse nuevamente de hombros. Suzy parecía enfadada, pero no dijo nada.

Sin embargo, una vez que se cerró el Bat Rack, ella volvió a quedarse. Keeper no le pidió nada, aunque le lanzó una mirada maliciosa antes de marcharse con un bostezo y desperezándose, a través de la escotilla escarlata. Spar comprobó que las seis escotillas estaban cerradas y apagó las luces, aunque aquello no representó ninguna diferencia bajo el brillo de la mañana. Después se dirigió hacia Suzy, que se encontraba sobre la estantería donde dormía Spar.

—No te desembarazaste de Kim, ¿verdad? —le preguntó ella.

—No —contestó Spar—. Simplemente se perdió, como dijo Keeper al principio. No sé dónde está Kim.

Suzy sonrió y le rodeó con sus brazos.

—Creo que esos objetos que llevas en los ojos son muy bonitos —dijo.

—Suzy —dijo Spar—, ¿sabías que Windrush no es el universo? ¿Que se trata de una nave que viaja por el espacio alrededor de una esfera blanca marcada con círculos, una esfera mucho más grande que Windrush?

—Sé que, a veces, a Windrush se le llama la Nave —contestó Suzy—. He visto esa esfera… en imágenes. Olvídate de todos los pensamientos extraños, Spar, y piérdete dentro de mí.

Así lo hizo Spar, debido sobre todo a la amistad. Se olvidó de atarse el tobillo a la estantería. El cuerpo de Suzy no le atraía. Estaba pensando en Almodie.

Cuando todo hubo pasado, Suzy se quedó durmiendo. Spar se colocó el paño sobre los ojos y trató de hacer lo mismo. Se sentía preocupado por los síntomas de su retirada de la bebida, pero éstos eran algo menos malos que el último día de dormir. Gracias a ello, no tuvo necesidad de dirigirse hacia el toro para beber un poco de brebaje. Pero sentía un agudo pinchazo en su espalda, como si un músculo hubiera sufrido un espasmo allí, y los síntomas empezaron a empeorar. Se convulsionó una, dos veces, y después, cuando la agonía se le hizo intolerable, se revolvió.

Spar se despertó, sintiendo cómo le palpitaba la cabeza, para descubrir no sólo que estaba sujeto, sino amarrado a su estantería, con sus muñecas extendidas en una dirección y sus tobillos en otra, con las manos y los pies entumecidos. Su nariz se restregó sobre la estantería.

La luz enrojeció sus párpados. Los abrió un poco al mismo tiempo y vio a Hellhound apoyado contra la próxima estantería, con las patas traseras dobladas. Podía ver muy claramente los grandes y puntiagudos dientes de Hellhound. Si hubiera abierto los ojos con más rapidez, Hellhound se habría lanzado contra su cuello.

Apretó con fuerza sus agudos dientes de metal. Ahora, por lo menos, disponía de algo más que encías para enfrentarse a un ataque contra su rostro.

Más allá de donde se encontraba Hellhound, vio unas espirales negras y transparentes. Se dio cuenta entonces de que se hallaba en el hueco de Crown. Evidentemente, el último pinchazo sentido en su espalda no había sido más que la jeringuilla de una inyección.

Pero Crown no le había quitado los adornos que llevaba alrededor de los ojos, ni se había dado cuenta de la presencia de sus nuevos dientes. Creía que Spar seguía siendo el viejo sin ojos y sin dientes.

Entre Hellhound y las espirales vio a Doc amarrado a una estantería, con su gran bolsa negra atada cerca de él. Doc estaba amordazado. Evidentemente, había tratado de gritar. Spar decidió no intentarlo. Los ojos grises de Doc estaban abiertos y Spar pensó que Doc le estaba mirando.

Actuando muy lentamente, Spar movió sus dedos entumecidos colocándolos sobre el nudo que ataba sus muñecas a la estantería. Después, contrajo los músculos lentamente y estiró. El nudo se deshizo un milímetro. Mientras actuara con la suficiente lentitud, Hellhound no le vería. Repitió la misma acción a intervalos.

Después, y mucho más lentamente, fue desviando el rostro hacia la izquierda. No vio otra cosa, excepto que la escotilla que daba al pasillo estaba cerrada con cremallera, y que más allá del perro y de Doc, entre las espirales negras, había una cabina vacía y desamueblada, por cuya parte de estribor se veían estrellas. La escotilla que daba a aquella cabina estaba abierta, con su escotilla de emergencia oscilando a su lado.

Con una lentitud similar, fue girando la cabeza hacia la derecha y miró más allá de Doc y de Hellhound, que le miraba ansiosamente para descubrir cualquier signo de vida o de que se había despertado. Había deshecho ya el nudo de sus muñecas unos dos centímetros.

Lo primero que vio fue un rectángulo transparente. En él había más estrellas y, en su esquina de popa, la humeante esfera de color naranja. Por fin podía ver esta última con mayor claridad. El humo estaba en la parte superior, mientras que el naranja se encontraba por debajo y situado de un modo irregular. Mientras observaba, vio un brillante flash en una de las zonas de color naranja. El fogonazo fue breve y después se convirtió en una diminuta esfera negra que surgía a través del humo. Mucho más que nunca, Spar se sintió mal.

Por debajo de la transparencia, Spar vio un cuadro horrible. Suzy estaba sujeta a una brillante estantería de metal. Estaba muy pálida y tenía los ojos cerrados. De la parte lateral de su cuello surgía un tubo rojo que se bifurcaba después en cinco ramales. Cuatro de ellos se dirigían hacia las bocas enrojecidas de Crown, Rixende, Phanette y Doucette. El quinto estaba cerrado por una grapa y un poco más allá estaba Almodie, que flotaba encogida, con las manos sobre los ojos.

—Lo queremos todo —dijo Crown con suavidad—. Desnúdala, Rixie.

Rixende cerró con una grapa el extremo de su tubo y se dirigió hacia Suzy. Spar esperaba que le quitara la ropa interior azul, pero, en lugar de hacerlo así, se limitó a darle masaje a una de las piernas de Suzy, apretando siempre desde el tobillo hacia arriba, empujando la sangre que le quedaba hacia el cuello.

Crown se apartó de los labios el tubo del que chupaba, el tiempo suficiente para exclamar:

—¡Ah! Hasta la última gota.

Después, chupó la sangre que había surgido del tubo durante el breve intervalo, y se lo volvió a introducir en la boca.

Phanette y Doucette se convulsionaron con risillas sofocadas.

Almodie apartó un poco los dedos, mirando por entre ellos y por entre su masa de pelo platino y después volvió a cerrar inmediatamente los dedos.

Al cabo de un rato, Crown dijo:

—Eso es todo lo que podemos conseguir. Phan y Doucie, llevadla al gran masticador. Si os encontráis con alguien en el pasillo, haced como si estuviera borracha. Después, tendremos a Doc para que nos alimente, y hasta le daremos un poco de brebaje si se porta bien. Y después, nos beberemos a Spar.

Spar había conseguido desatarse el nudo lo suficiente como para llevar una de sus puntas hasta muy cerca de sus dientes. Hellhound seguía observándole ansiosamente, incapaz de observar cualquier movimiento que se hiciera con tal lentitud. El perro mostraba unas diminutas gotillas grises al lado de sus colmillos.

Phanette y Doucette abrieron la escotilla y sacaron el cuerpo muerto de Suzy a través de ella.

Rodeando a Rixende con un brazo, Crown se dirigió expansivamente a Doc, diciendo:

—Bueno, ¿no es esto lo más correcto, viejo? Sangre natural entre los dientes, dijo un sabio. Ellos lo han envenenado todo allí —y señaló con un dedo hacia la humeante esfera naranja que se deslizaba ya fuera de la vista—. Aún están luchando, pero no tardarán en estar todos muertos. Así es que la muerte será también la regla para esta llamada nave de supervivencia. Recuerda que están a bordo. Cuando nos hayamos bebido la sangre de todos los que están en Windrush, incluyendo su propia sangre, nos beberemos la nuestra.

Spar tenía el extremo del nudo muy cerca de sus dientes. Escuchó cómo el gran masticador comenzaba a zumbar.

En la cabina vacía, Spar vio a Drake v a Fenner, vestidos una vez más como bebedores, dirigiéndose hacia la escotilla abierta.

Pero Crown también les vio.

—Cógeles, Hellhound —ordenó, señalando con un dedo—. Es nuestra orden.

El gran perro negro abandonó el lugar donde estaba y se lanzó a través de la escotilla abierta. Drake le apuntó con algo. El perro quedó fláccido.

Sonriendo suavemente, Crown cogió de una punta una esvástica con hojas curvadas, brillantes y tan agudas como una cuchilla, y la lanzó, haciéndola girar. El objeto se dobló, pasó sobre Spar y Doc, no acertó a Drake, ni a Fenner, ni a Hellhound… y chocó, contra la pared de estrellas.

Se produjo una ráfaga de viento y después la escotilla de emergencia se cerró de golpe. Spar vio a Drake, Fenner y Hellhound, vacilantes a través del pliofilm transparente, vomitando sangre, hinchándose y terminando por explotar sangrientamente. La cabina vacía en la que habían estado, desapareció. Windrush tenía una nueva pared y el hueco de Crown estaba deformado.

Mucho más allá, haciéndose cada vez más diminuta, la esvástica siguió girando hacia las estrellas.

En aquel momento regresaron Phanette y Doucette.

—Hemos hecho desaparecer a. Suzy. Apareció alguien, así es que tuvimos que golpearle.

El gran masticador dejó entonces de zumbar.

Spar mordió limpiamente el lazo que ataba sus muñecas y después se dobló inmediatamente sobre el de sus tobillos, dispuesto a morderlo igualmente.

Crown se dirigió hacia él. Deteniéndose un instante para coger cuchillos, las cuatro mujeres hicieron lo mismo.

Phanette, Doucette y Rixende se desmayaron. Spar tuvo la impresión de que unas pequeñas bolas negras habían chocado contra sus cráneos.

No le quedaba tiempo para desatarse el lazo de los tobillos, así es que se puso en pie, con los pies atados aún. Crown le pegó en el pecho, mientras Almodie le mordía en los pies.

Crown y Spar rodaron sobre la estantería. Después, Almodie consiguió cortar por fin las cuerdas que ataban los tobillos de Spar. Cuando saltaron a lo largo de la tangente, Spar trató de propinarle a Crown un rodillazo en la ingle, pero éste se retorció, evitando el golpe, mientras los dos, entrelazados, se dirigían hacia la pared interior.

Se produjo un chasquido cuando la navaja de Crown se abrió. Spar vio la muñeca oscura y la agarró. Lanzó un cabezazo contra el mentón de Crown. Crown lo volvió a evitar. Spar situó entonces los dientes sobre el cuello de Crown y mordió con fuerza.

La sangre cubrió el rostro de Spar, surgiendo con fuerza del cuello de Crown. Escupió un trozo de carne. Crown se convulsionó. Spar le arrebató la navaja y el cuerpo de Crown quedó fláccido. La presión de aquel hombre actuaba en contra de él mismo.

Spar se sacudió la sangre del rostro. A través de las gotas, vio a Keeper y a Kim, uno al lado del otro. Almodie estaba agarrando sus tobillos. Phanette, Doucette y Rixende flotaban, inertes.

—Les disparé con mi arma para borrachos —dijo Keeper con orgullo—. Las dejé sin sentido. Ahora, les cortaré el cuello, si quieres.

—Nada de cortar más cuellos —dijo Spar—. No más sangre.

Apartándose de un tirón de las manos de Almodie, se dirigió hacia Doc, recogiendo en el camino el cuchillo de Doucette, que flotaba.

Cortó las ligaduras de Doc y la mordaza que le cubría el rostro.

Mientras tanto, Kim siseó:

—Robé y essscondí losss valesss de la caja de Keeper. Le assseguré que tú losss habíasss robado, Ssspar. Tú y Sssuzy. Asssí esss que él vino aquí.

—Vi como uno de los pies de Suzy desaparecía por el gran masticador —explicó Keeper—. Lo supe por el brazalete de corazones que llevaba en el tobillo. Después de haber visto aquello, tuve el coraje para matar a Crown o a cualquier otro. Amaba a Suzy.

Doc se aclaró la garganta y graznó:

—Brebaje.

Spar encontró una bolsa triple y Doc se la bebió toda. Después, dijo:

—Crown dijo la verdad. Windrush es una nave de supervivencia, de plástico, procedente de la Tierra. La Tierra… —se dirigió hacia la opaca esfera naranja que desaparecía por la popa de la ventana— se envenenó con la contaminación del humo y con la guerra nuclear. Gastó el oro para la guerra, y el plástico para la supervivencia. Pero es mejor olvidar eso. Windrush se volvió loco. Es comprensible. Hubiera ocurrido incluso de no haber padecido el raquitismo de Lethe. Pensábamos que Windrush era el cosmos. Crown me raptó para conseguir mis drogas, y me mantuvo vivo para conocer las dosis.

—Limpia todo esto —dijo Spar, dirigiéndose a Keeper—. Y mete a Crown en el gran masticador.

Almodie se levantó de los tobillos de Spar, colocándose a la altura de su pecho.

—Había una segunda nave de supervivencia, Circumluna. Cuando Windrush se volvió loco, mi padre y mi madre, y… tú, fuisteis enviados aquí para investigar y curar. Pero mi padre murió y tú contrajiste el raquitismo. Mi madre murió poco antes de que yo fuera entregada a Crown. Ella te envió a Kim.

—Mi abuela —siseó Kim—, llegó de Circumluna a Windrusssh. Una gran abuela. Me enssseñó lasss cifrasss de Windrusssh… Radio de giro, 3.500 kilómetros. Período, ssseisss horasss… asssí ssse esssplican losss díasss tan cortosss. Un terrán esss el tiempo que la Tierra tarda en moverssse frente a una conssstelación, y todo lo demásss ssse esssplica.

—Bien, Spar —dijo Doc—, tú eres el único capaz de recordar sin cinismo. Tendrás que hacerte cargo de todo. Ahora, todo es tuyo, Spar.

Y Spar no tuvo más remedio que mostrarse de acuerdo con él.