Iota de Auriga era un resplandor en el cenit, a la izquierda de Damia, que se reflejaba en su diminuta cápsula personal. La luz de Capella, desde el nadir derecho, era de un color blancoazulado intenso. La luz de las estrellas de la Vía Láctea también la bañaban, pero el único ruido que se oía era el de su propia respiración cuando dejó que su mente se abriera completamente para captar el eco libre y sin vida del espacio exterior.

Sintió como si sus músculos cerebrales se relajaran, se distendieran, a medida que su alto y delgado cuerpo se debilitaba poco a poco. Pero en realidad se trataba del descanso mental que ella necesitaba, allí arriba, tan alejada de su torre de control situada en la instalación de la Federated Telepath and Teleport. Era la paz exterior del espacio profundo lo que ella necesitaba para contrarrestar las constantes demandas de su posición como Psiónica Prima, responsable del comercio y las comunicaciones en aquel sector de los Mundos Confederados. En realidad, era una joven que apenas contaba veinte años; pero la edad es una cosa relativa, sobre todo cuando las necesidades son grandes. Por añadidura, sus dotes mentales eran superiores a las que correspondían a una joven de su edad. Más aún: pertenecía al clan Raven, había nacido en el seno de una familia cuyos miembros eran muy inteligentes. Había sido entrenada y adoctrinada cuidadosamente para desempeñar un papel ejecutivo, ya que la influencia de los Mundos Confederados se había extendido a nuevos sistemas estelares y se necesitaban más individuos dotados de gran talento.

Algunas veces, incluso su joven mente se sentía agotada y necesitaba cierto respiro ante aquel insistente murmullo de pensamientos radiados que resonaban constantemente en ella: pequeñas mentes que no podían concebir las fuerzas que Damia, de Prima Auriga, podía dirigir a la torre mediante sus potentes dinamos.

Damia abrió los ojos y se puso a contemplar la super-brillante luz de las estrellas. Parecían gemas de fuego en la negrura del espacio y parpadeaban como si le guiñasen un ojo. Con un gesto de pereza, Damia identificó las características familiares de estos silenciosos amigos. Todas las pequeñas molestias que hasta entonces había sentido desaparecieron al contemplar el vacío que se presentaba a su vista.

Incluso llegó a olvidar durante un instante sus preocupaciones: olvidar lo alejada que se hallaba en aquel momento. Cuánto envidiaba a su hermano Larak, a su amada y encantadora esposa y a su nuevo hijo. Cuánto envidiaba a su madre, la compañía de su esposo e hijos. Incluso envidiaba a Afra.

¡Afra! ¿Qué derecho tenía éste para interferir en sus asuntos, para regañarla? Aún sonaban en sus oídos sus palabras: «Has conseguido ese puesto tan importante de delegado en las alturas difamando a Larak y a Jenna. ¡Has hecho enloquecer a Jenna, atisbando en su mente mientras ella se hallaba trabajando! ¡Los dejaste solos a los dos!»

En cierto aspecto se vio obligada a admitir que también ella tenía parte de culpa. ¿Pero cómo se pudo enterar Afra? A menos que Larak se lo dijese. Sí, Larak debía de saber que ella estaba espiando. Aunque él era el único T-3 entre sus hermanos y hermanas, siempre había sido extremadamente sensitivo a la mente de ella. Por este motivo, Larak y ella siempre habían podido desbaratar cualquier combinación de los demás, incluso si Jeran, Cera y Ezro (todos ellos T-1) se agrupaban contra ellos. En cierto modo, Damia podía desviar las transmisiones de pensamientos sometiendo a su antojo la capacidad de otras mentes dentro de su radio de acción.

Pero la habían humillado permitiendo que fuera regañada por Afra. Bueno, después de todo, era mejor aquel T-3 de Capella de ojos amarillos y piel verdosa que su padre en su papel de Principal de la Tierra. Claro que, en realidad, ella hubiera preferido que su padre no se hubiese enterado nunca que había roto su etiqueta-T.

Sin embargo, era extraño que desde entonces no hubiera oído nada de Afra, y ya habían pasado siete meses. Él sabía que Damia se había disculpado ante Jenna y Larak, pero seguía en silencio. No podía estar tan enfadado con ella.

Damia apartó sus pensamientos de Afra y se dedicó de nuevo a relajar sus músculos y su mente. Muy pronto estaría de vuelta a la torre. En cierto modo, el hecho de que pudiera desempeñar los deberes de un Principal teniendo un grado no más alto que el de un T-6 tenía ciertas desventajas. El personal de la torre podía controlar, como una simple rutina, el tráfico planetario, pero ella tenía que estar al corriente de los interestelares telepáticos y el comercio de transporte a larga distancia.

Hubiera sido maravilloso tener un T-3 con ella: alguien que pudiese comprender. No cualquiera… Damia tenía que ser fiel a sí misma allá arriba en el espacio… Sí, hubiera necesitado un hombre. Sólo los hombres se avergüenzan de una persona cuando ha desarrollado cánceres solares Lynx. Y el único otro Principal soltero era su propio hermano Jeran. Pero al pensar en Jeran, se dio cuenta de que su nueva mente indicaba, sin duda alguna, que había encontrado una compañera de carácter parecido al suyo.

Para Damia no constituía ningún consuelo el que su madre hubiera advertido su intensa soledad y le aconsejase que se casara. Pero Jeff Raven se había presentado para asaltar la torre de Rowan, y antes de eso, Rowan tenía por lo menos a Afra…

¡Afra! ¿Por qué su mente no podía apartarse de él?

Damia se dio cuenta de que sus dientes castañeteaban. De nuevo volvió a hacer ejercicios de relajación hasta que consiguió disipar aquellos pensamientos. Pero mientras lo hacía, un aura agitó su conciencia. Alarmada, ya que nada podía venir de aquel lejano cuadrante del espacio, concentró su mente en un canal de búsqueda.

Un aura. Un mero indicio de la presencia de algo. Algo… ¡extraño!

¡Extraño! Damia hizo un esfuerzo para controlar sus nervios. Luego disciplinó su mente hasta que consiguió mantenerla limpia, clara y ordenada. Contactó el aura. Después de esta comprobación sólo quedaba la retirada y el regreso a la base.

Sin lugar a dudas, el aura era extraña, pero tan tenue que Damia hubiera dudado de su existencia de no haber estado dotada de una mente especialmente entrenada para no cometer ningún error en esos casos.

Una exultación tan ardiente como la codicia hizo que la sangre le latiera en sus oídos. No se había equivocado. La traza del aura estaba allí.

Después de una inspiración profunda, disparó un tiro mental, fino como una flecha, a través de los años-luz, al Principal de la Tierra FT & Torre T, muy por encima del Gran Cañón.

—UNA NAVE ESPACIAL EXTRAÑA SE APROXIMA A NUESTRA GALAXIA. LA HE INTERCEPTADO A LA ALTURA DE AURIGA —informó a Jeff Raven.

—DAMIA, aquí control. Maldita sea —respondió Jeff, procurando mantener su tono mental dentro de un límite tolerable.

—Lo siento —respondió Damia sin que en su voz se notara el más leve pesar.

Fue una respuesta concisa. Su padre era capaz de desviar su más poderoso impulso.

—Damia, confío en que te encuentres en un foco hermético. ¿Y éstos son tus informes? —contestó Jeff en un tono frío y oficial.

—Desde luego que me encuentro en él —respondió Damia—. Pero mi primer deber es informar al Principal de la Tierra, ¿no es así?

—No te las des de inocente conmigo. Y ahora dame todos los datos completos.

—No puedo darte un informe completo. Esa aura es apenas detectable. Creo que se encuentra a cuatro años-luz en dirección a una galaxia del nordeste. Me puse en contacto apenas la detecté, y me respondió.

—¿Respondió?

—Sí, el aura.

—¿Pero no dijiste que se trataba de una nave espacial?

—Pero, padre, ¿qué otra cosa podría atravesar el mar galáctico?

—Mi querida pequeña, en nuestra propia galaxia hemos encontrado muchas extrañas formas de vida que no necesitaban ni luz ni oxígeno para subsistir.

—Vuelvo a repetirte que se trata de una nave espacial. Logré detectarla.

—Damia —le preguntó Jeff con un tono de voz suspicaz—, ¿qué estás haciendo?

—Me limitaba simplemente a descansar —respondió la muchacha, dándose cuenta de repente de que estaba cometiendo una imprudencia.

—El descansar está permitido. ¿Pero a qué distancia te encuentras de la torre?

—A un año-luz.

¿Con sólo un T-6 como estación de control? Supón, hija mía, que algo te ocurre. ¿No has pensado que ese extraño puede intentar algo contra ti y…?

—Oh, papá, si no puedo leer más que un aura de ellos y aún no han cambiado de posición desde que te informé, es seguro que no intentarán nada contra mí.

Trató de contener la risa al oír la exasperada exclamación de su padre. Era muy libre de escoger entre su padre y Afra… Borró ese nombre de su mente y continuó…

—Muy bien, jovencita, demuéstramelo —le respondió su padre, aún con tono severo.

Damia le dejó unirse completamente a su mente, permitiendo que ella misma fuese el foco, conduciéndolo más allá del resplandor de las estrellas. Lo dirigió directamente hacia la extraña huella. El aura era palpable, pero se hallaba tan distante que solamente la extraordinaria percepción de dos mentes poderosas podían descubrirla.

—La curiosidad ha hecho que me anticipara. Y también la prudencia —le respondió su padre a medida que se alejaba del foco hermético—. Pero sea lo que quiera, se está acercando a nuestra galaxia.

—Bueno, echaré una mirada —respondió Damia, incapaz de dominar su excitación en aquel momento.

—Pero, no lo hagas en un momento en que puedas poner en peligro tu vida —le respondió Jeff preocupado.

—No, desde luego que no. Pero me gustaría que me enviaras a Larak para que me ayudara a observar mejor esta extraña situación.

—Larak se encuentra entrenando a T-3 para aumentar a Guzmán en Altair. Este hombre casi siempre está durmiendo, pero es el único Principal que tenemos para ese sector hasta que Ezro sea mayor —le respondió Jeff—. Te enviaré a Afra. De cualquier forma siempre será mejor.

—¿Me dices eso porque Afra estuvo en contacto con aquellos extraños que tú y mi madre condujisteis por encima de Deneb hace veinte años? —respondió Damia echándose a reír.

Jeff se rió entre dientes felicitándose de la fina agudeza de su hija.

—Bueno, prefiero esperar a que Larak esté libre. No puedo soportar a mi madre sollozando al verse privada de Afra.

¡Damia! —exclamó Jeff con un tono desaprobatorio—. Esa es una observación infantil, ilógica e insultante. Controla tu conducta. Si no conseguiste intimar, ni ahora ni nunca, con un T-2, un T-3 o un T-4 en los Mundos Confederados, puedo entonces enviar a cualquier otro…

—¿…Y hacer de casamentero? —respondió Damia sonriendo—. Tus planes dinásticos pueden dar mejor fruto con Jeran. Pero procura que él aspire a algo que no sea inferior a un T-4.

Por segunda vez se dio cuenta que había acertado, ya que su padre permaneció callado durante unos instantes.

—Escucha, Damia, ¿no habrás estado otra vez escuchando detrás de las puertas?

—¿Cómo? ¿Después de que Afra se alejó de mí por ese asunto con Larak? No, no es nada tan malo como tú piensas.

—Oh, ¿fue él quien te lo impidió? Tu madre creía que fue Isthia.

—El problema con los telépatas es que algunas veces piensan demasiado —respondió Damia enfurecida al comprobar que su madre estaba al tanto de aquel incidente.

—Damia —dijo Jeff molesto—, tu madre es la única persona en la galaxia que comprende tus problemas…

—Entonces ¿por qué permitió que me marchara con Isthia? —respondió Damia sin pensar lo que decía.

—Porque, mi querida hija, tú eras la criatura de cuatro años más recalcitrante, irritable e incontrolable del mundo. Tu madre se encontraba muy enferma durante su embarazo para hacerse cargo de ti. Fui yo quien hice que te marcharas, no tu madre. No fue una decisión suya, y se opuso a mis designios. Pero ambas sois tan parecidas…

Damia refunfuñó. Ella no se consideraba igual a su madre. No había ningún punto en común entre ellas. Era la hija de Jeff, y tenía sus mismos cabellos negros, sus mismos ojos azules y su misma elevada estatura. Ezro, sí, y Larak, también, pero no ella. Desde luego, Damia admitía que su madre tenía un talento psiónico verdaderamente potente y diverso, ya que de lo contrario no sería la Principal de Calixto, pero Damia era tan fuerte como ella, y por añadidura tenía la ventaja de aquella habilidad catalítica.

—Bueno, hija mía —le dijo Jeff—, algún día lo comprobarás y entonces me sentiré libre de este remordimiento. Tanto tu madre como yo te queremos mucho y nos sentimos muy orgullosos de ti, así como de la forma con que has sabido cumplir tus responsabilidades en Auriga. A decir verdad, no tengo motivos para disgustarme contigo.

Damia se arrojó en los brazos de su padre, el cual la abrazó cariñosamente.

—Pero volviendo al tema que nos ocupa, te agradecería que me dijeras más cosas sobre esa gente que te rodea —le dijo su padre cambiando bruscamente de tono—. Diré a Afra que vaya directamente a ese sitio. Confío en su imparcialidad.

Damia se esforzó en encontrar un argumento que justificara lo que su padre acababa de decirle, pero éste ya no se hallaba en comunicación con ella. Probablemente se hallaba ocupado en otro problema.

«¿Imparcialidad? ¿Afra?», se dijo Damia para sí; y sus palabras le sonaron extrañas dentro de su pequeña cápsula personal.

¿Qué había querido decir su padre con aquellas palabras? ¿Por qué confiaba en la imparcialidad de Afra? ¿Por qué creía que éste era más capaz que ella para identificar o valorar un aura extraña?

Pero Afra iba a venir a Auriga.

Después de haber roto contacto con Damia, Jeff no volvió inmediatamente a sus problemas. Se puso a reflexionar sobre los ingeniosos aspectos de aquel enérgico contacto con su hija. La mente de Damia era tan brillante como Iota de Auriga y casi tan estable como la superficie activa de cualquier estrella. Había sabido captar todas las facetas de aquellas reacciones al mencionar ciertas referencias. Observó con satisfacción algunas evidencias de naturaleza emocional, excepto al referirse a su madre y a Afra.

Damia había olvidado a sabiendas lo que Jeff recordaba con más pasión sobre el día en que la envió a Isthia para que se criara allí. Había sido a Afra, y no a su madre, a quien la pequeña Damia, cuando tenía cuatro años de edad, había querido y llorado. La decisión de enviar a Damia con Isthia había sido una de las más duras que había tenido que tomar, personal y profesionalmente. Pero Rowan se había puesto muy enferma con el embarazo de Larak. Y Damia, utilizando sus extraordinarias facultades mentales, había convertido la vida del clan de Raven en un puro infierno: trasladándose y llevándose todo lo que a su fantasía le apetecía, sin discriminación de ninguna clase, al sistema estelar. Sólo Afra tenía cierto control sobre ella, y éste tenía que estar forzosamente en la Torre de Calixto. En aquel ambiente sereno de Isthia, de suave disciplina, Damia había aprendido a controlar su indocilidad. Y también se había beneficiado del régimen. Se sentía orgullosa de Isthia. Era extraño que Damia aún censurara a Rowan por su separación.

—Rowan —llamó Jeff a la Torre de Calixto, y sintió que su esposa estaba descansando. Asimismo supo que los intercambios de cargamentos de ropas con Calixto se llevaban a cabo desde la zona cercana a la Tierra.

La mente de Rowan le acarició con dulzura, como si estuviese encantado con su presencia, a pesar de que hacía pocas horas habían desayunado juntos.

—Escúchame. Damia ha tenido contacto con algo extraño. Compruébalo.

—¿Algo extraño? ¿Cerca de Damia? —preguntó alarmada. Los sentimientos maternales habían dado paso a su curiosidad profesional, ya que Rowan había espiado la reciente experiencia de Jeff más allá de Auriga—. Desde luego, Afra puede ir. ¿Pero cómo es posible que Damia piense que Afra no puede cumplir su cometido? Siempre lo ha hecho, y nunca me he fiado más de otro T-3 que de él.

—Eso es muy cierto —respondió Jeff en voz baja para evitar que Rowan pudiese estar, escuchando—, pero si no conozco a Afra tan bien como creo conocerle…

—Jeff Raven, nunca ha habido un solo pensamiento entre Afra y yo que…

Jeff se echó a reír y ella le respondió indignada:

—En este instante me siento muy tranquila de que Afra vaya con Damia. Me doy perfecta cuenta de lo sola que debe de sentirse…

—Si no hubiera sido tan arisca con todos los demás jóvenes T-eminentes, no se encontraría tan sola —respondió bruscamente Jeff antes de que Rowan comenzara a desahogarse preguntándole en qué había «fallado» en la educación de su hija—. Bueno, ¿se encuentra Afra en este momento en gestalt?

—Exactamente aquí. Dejaré dos hombres con él.

Desistiendo de aplacar los furibundos sentimientos de su esposa, Jeff la acarició con afectuosos pensamientos antes de que sintiese que la mente de Afra le tocaba.

—¿Está usted seguro que es solamente un T-3?

—Después de todo me encuentro en gestalt —respondió Afra con toda naturalidad—. Y después de haber estado veinte años en presencia del magnífico Raven, incluso un T-3 de baja graduación llega a aprender varios trucos. Dada la expresión que he observado en el rostro de Rowan me he dado cuenta que han estado discutiendo sobre Damia. ¿Por qué se encuentra ahora allá arriba?

Damia acababa de regresar a Auriga cuando se enteró de que Rowan había advertido a la torre sobre la transmisión de una cápsula personal.

—¡Afra! —exclamó Damia acercándose a su madre.

—¡Damia! —dijo Afra acercándose a ella con precaución. Pero fue demasiado tarde. Sin esperar a que Rowan pusiera en funcionamiento la cápsula en dirección a Auriga, Damia condujo alegremente el artefacto directamente desde Calixto, sin preocuparse de que su madre se enfadara ante tal falta de protocolo.

Lamentó haber llevado a cabo aquel acto apenas lo hubo realizado. Pero ahora la cápsula de Afra se estaba abriendo y éste saltaba por la escotilla. Damia no habría fallado en su intento de ser una simple T-15. Él permaneció de pie, mirándola fijamente, adivinándose en su rostro que seguía siendo el de siempre. Damia se preguntaba irritada cómo había llegado a pensar que Afra cambiaría de carácter. ¿Se habría dado él cuenta de que ella sí había cambiado? ¿Y se dignaría Afra tener esto en cuenta?

Damia salió de su cápsula y se puso muy erguida delante de él como si tratara de nivelar la diferencia de estatura entre ambos. Aunque ella era muy alta, algunas pulgadas más que su madre, sólo llegaba hasta el hombro de Afra.

—Creo que debes disculparte ante tu madre, Damia —le dijo Afra con un tono de voz que reflejaba la paz interior que en aquel momento sentía—. Isthia te enseñó buenos modales, aunque nosotros no pudimos.

—Vosotros también lo intentasteis, pero fue demasiado tarde, ¿no te parece?

La réplica había salido de sus labios antes de que pudiera evitarlo. ¿Es que Afra siempre tendría tanta influencia sobre ella?

Este inclinó la cabeza a un lado y la contempló fijamente. Damia también le observó detenidamente, pero Afra le sostuvo la mirada.

—Has estado afligiendo innecesariamente a Jenna, Damia. Ella recurrió a mí por ser el varón más próximo de su clan y porque no quería que Jeff se enterase de tu indiscreción.

—¡Pues fue muy lista escogiendo! —respondió Damia. Luego, comprendiendo el tono desairado de su respuesta, le tendió las manos como en un gesto de súplica para que la disculpara.

Podía sentirlo a través de sus barreras mentales, y, por un instante, se preguntó si, después de todo, él sería capaz de comprender la gran familiaridad existente entre los telépatas. Pero, ante su asombro, él le acarició las manos suavemente, con cariño, produciendo en ella una sensación indefinida de seguridad: aquello demostraba el desdoblamiento físico-mental existente en él.

Luego, sonriendo, hizo un gesto para demostrar que estaba halagado por las palabras de Damia, aunque en aquel instante le pareció un bebé desnudo envuelto en una toalla de baño.

Damia le miró a la cara y se olvidó del hijo de Larak.

—De acuerdo —dijo ella sonriendo—. Haré todo lo que tú quieras.

—Sí, pero a su debido tiempo —respondió Afra en tono amistoso mientras echaba una mirada a su alrededor.

Él había visto a Auriga en otras mentes, pero la luz solar de color ámbar era más grata a sus ojos que la de tonalidad amarilla existente en la Tierra, por lo que Auriga no era un mundo oscuro para él, sino un lugar de descanso. La suave brisa que descendía desde las cimas de las montañas cubiertas de nieve era ligeramente húmeda, y la atmósfera tenía un alto contenido en oxígeno.

—Es muy hermoso tu mundo, Damia.

Damia le sonrió, mientras sus ojos tan azules brillaban a través de sus largas y negras pestañas.

—Sí, es un mundo joven, vigoroso y encantador. Ven a ver dónde vivo —le respondió ella cogiéndole de la mano y conduciéndole a su morada.

La casa de Damia se hallaba en una alta meseta por encima de la ruidosa metrópoli; la ciudad más grande de Auriga y, al mismo tiempo, el cuartel general de la bella joven. Aquel lugar daba la impresión de tener una vitalidad de la que carecía la Tierra. Afra se sentía estimulado en aquel sitio.

—Sí, es un lugar encantador —repitió Damia, mientras trataba de penetrar en el fondo de los pensamientos de Afra. Luego dirigió su mente al descubrimiento que había hecho aquel día, explicándole a Afra exactamente lo que había ocurrido—: Se trata de algo que no había visto en toda mi vida.

—Supongo que no pensarías que tenía que ser algo familiar, ¿no te parece? —comentó Afra sonriendo.

—Es que el hecho de que hayan venido de otra galaxia no implica forzosamente que no sean humanoides —insistió ella.

A Afra no le agradó su respuesta y se dirigió a la sala de estar.

—Voy a darte tu proteína favorita, la que tanto te gusta —respondió Damia cambiando de conversación.

—Por favor, no te molestes por mí.

—No es ninguna molestia —dijo ella, mientras le mostraba sus reservas de alimentos almacenadas en aquella casa a tantos años-luz de la Tierra.

—Eres una perfecta ama de casa que está pendiente de todo lo que hace falta en su hogar —le dijo Afra a título de cumplido—. Y, cambiando de tema, ¿has pensado alguna vez en la probabilidad de la llegada de esos seres extraños?

—Estaré segura de ello cuando haya podido calcular su velocidad relativa —respondió Damia pensativamente—. Dentro de un par de días tendré alguna idea de ello.

Afra la contemplaba mientras desempeñaba sus funciones domésticas. Igual que a la mayoría de los T-1, a Damia le agradaban las labores caseras y ella misma se encargaba de conservar su hogar en perfecto estado, haciendo todas las cosas con sus manos, sin utilizar todos esos aparatos electrodomésticos que la mayoría de las amas de casa consideran una necesidad. Pocos minutos después, Afra tenía ante sí una suculenta y apetitosa comida.

—¿Es que nunca podré impresionarte con lo que hago? —le preguntó sarcásticamente Damia.

—¿Para qué quieres impresionarme? —le preguntó, aparentemente sorprendido—. Te conozco perfectamente, hasta tus más recónditos pensamientos.

—Pues la familiaridad siempre trae desavenencias.

—Desavenencias, no, sino comprensión. Sobre todo en el nivel en que nos hallamos. Aunque en tu caso concreto siempre acarreas confusión. Pero dejemos esto ahora. Esta comida es excelente, cocinada tal como a mí me gusta.

Damia le miró por encima de la mesa y, prescindiendo deliberadamente de los modales educados de los T-1, cogió con la mano un pedazo de carne en salsa y se lo metió en la boca sin verter ni una gota. Pero al ver que Afra no se había fijado en aquel detalle, cogió un tenedor.

—Dime, Damia, ¿debo encargarme de todo el trabajo y dejarte en libertad para que te encargues de la vigilancia?

—En estos instantes no tenemos un tráfico muy intenso. En este sistema eso ocurre entre las épocas de las cosechas, y la manufacturación es lenta durante los meses siguientes. Pero a pesar de todo, siempre hay la misma cantidad de turistas.

—¿Qué les dices a los demás miembros para justificar tus ausencias?

—Me limito a decirles que he estado descansando. ¿Puedo contar contigo para que vigiles FT & T? ¿De acuerdo? Te lo pregunto por si alguno de esos cerebros tarados trata de localizarme —dijo Damia desdeñosamente.

—Desde luego que sí —asintió Afra.

Damia captó el deje de ironía que había en las palabras de Afra y estuvo a punto de contestarle con brusquedad, pero se contentó con seguir comiendo antes que darle esa satisfacción.

Desde luego era algo insólito este contacto con seres vivientes de otra posible galaxia, pero a pesar de ello Damia no sentía el menor pánico ni ninguna intención de huir. Dada su posición, ella sabía cuál era su deber y qué era lo que debía hacer en un caso de emergencia.

Desde luego, esto no quería decir que no hubiera habido pánico dentro del complejo de los Mundos Confederados con ocasión de huelgas, revoluciones, problemas ecológicos y en casos de exigencias excesivas de los pioneros. Por acuerdo mutuo, las comunicaciones instantáneas entre los planetas no podían implicar forzosamente el desarrollo de un sentimiento de terror en aquellos otros planetas no relacionados con el mismo caso de emergencia. El Gobierno de los Mundos Confederados controlaba los informes de todas las disputas locales, las cuales eran comunicadas al mismo por los jefes de FT & T. La política interestelar o los desastres naturales no debían afligir más aún a las poblaciones, motivo por el cual no se les ponía al corriente de ello. Los jefes tenían la opción de retener o difundir aquellos informes que pudieran afectar a las minorías existentes dentro de su jurisdicción, pero los códigos de todas las comunicaciones podían ser requeridos por vía legal.

Damia apoyó sus mejillas en las manos y miró seriamente a Afra por encima de la mesa. Luego le dijo:

—Llevabas mucha razón al censurar mi conducta para con Larak y Jenna. Pero es que quería saber qué significaba estar enamorada y tener un hijo.

—¿Y…?

—Pues creo que, aparte de hacer daño, su precio es demasiado alto.

—No pareces estar muy segura de lo que dices.

Damia inclinó la cabeza y se puso a trazar círculos sobre la superficie de la mesa con su dedo índice.

—Tiene que ser muy distinto al hacerlo uno mismo.

A Afra le costó mucho contener un sentimiento de terror al oír aquellas palabras. Sin duda alguna, Damia hablaba inconscientemente, pero sus pensamientos estaban relacionados con la posible llegada de aquellos seres de otros mundos y con su deseo de ser madre. Durante una milésima de segundo, Afra tuvo una impresión aterradora, espantosa.

—¿Por qué, Afra, por qué? —continuó Damia sin hacer caso de la reacción que había producido en él y absorbida por un sentimiento de piedad para consigo misma. Se levantó rápidamente de la mesa y se colocó junto a la pared de la ventana. Afra pudo ver reflejadas en su rostro su frustración y su amargura—. ¿Por qué tengo que estar siempre sola? Rowan encontró a Jeff, ¿pero dónde encontraré yo a alguien que me quiera?

—Vamos, Damia, has estado en contacto con todos los individuos de un talento psiónico por encima de la Clase 7 en los Mundos Confederados…

—Esos individuos… —y Damia se interrumpió haciendo un gesto despectivo.

—Recuerdo que el joven Nicos, el T-5 que trabajaba con Jeran en Deneb estaba muy enamorado de ti. De modo que tranquilízate y piensa que…

—¡Nicos! —exclamó Damia abriendo desmesuradamente sus ojos—. ¡Ese adolescente tan revoltoso! Hace unos cinco o seis años al menos era de otro carácter, pero ahora es insoportable.

Afra estaba acostumbrado a aquel tipo de discusiones. Damia había comenzado a interesarse por las personas del sexo contrario desde muy temprana edad. Hubo una época en que le habría gustado exteriorizar aquel sentimiento tan profundo que le dominaba, pero después de tener en cuenta todas las consecuencias había llegado a la conclusión de que lo único que podía hacer era esperar. Sabía demasiado bien cuan doloroso tenía que ser para Damia el observar a las demás parejas gozando de los deleites sólo reservados a los telépatas y de los que ella estaba tan ansiosa. Generalmente, a Damia le agradaba hablar, pero aquella noche se hallaba presa de una nueva tendencia oculta, de algo extraño que la dominaba, de algo peligroso por su intensidad. A causa de esto, Afra le preguntó con mucha cautela:

—¿Es ése el motivo por el que estás tan ansiosa esperando la llegada de esos seres extraños? ¿Crees que serán parecidos a nosotros desde el punto de vista étnico? ¿Acaso piensas que uno de esos seres se ha enamorado de ti y va a cruzar el espacio para acudir a tu lado?

Damia se volvió hacia él y le miró fijamente, con el rostro dominado por la rabia. Por un instante pensó incluso pegarle, pero se limitó a responder:

—Haz el favor de no criticarme sarcásticamente.

Afra inclinó la cabeza como queriendo disculparse por sus palabras.

—Creo que será mejor que duermas un poco —le dijo Afra con suavidad mientras la empujaba amablemente hacia su dormitorio.

—Tienes razón. Estoy cansada, Afra, y excitada, y además creo que soy un poco tonta. Lo que ocurre es que algunas veces… tengo la impresión de que no soy más que un «estibador» mental, no una persona. Luego sucedió esto… y tuve… la fantástica oportunidad de establecer comunicación con la mente de unos seres extraños de otra galaxia…

Una vez más, Afra se dio cuenta de la indudable e inconsciente supresión de un pensamiento dentro de aquel remolino de ideas que se agitaba en la mente de Damia. Estaba muy cansada; su debilidad era patente.

Damia se volvió y se dirigió a su dormitorio. En aquel momento el sol se ponía en el horizonte bañando la meseta con sus rayos naranja. Mientras Afra contemplaba extasiado el espectáculo, a su mente acudió la conversación que habían sostenido aquella tarde. Después esperó hasta que la actividad mental de Damia desapareciese con su sueño. Luego, él también se fue a la cama. Mientras se hallaba en ese estado intermedio entre el sueño y la vigilia, se preguntó si dispondría de fuerzas suficientes para contender con una tercera generación de mujeres Raven.

Al día siguiente, ambos comenzaron de nuevo la rutina de siempre. Damia se encargó primero de todos los preparativos para las largas distancias. Luego, una vez hubo realizado la labor principal, partió hacia el espacio, dejando que Afra se encargara de las demás operaciones.

Aunque la función de un jefe era bastante complicada, a Damia le bastaron dos minutos para transmitir mentalmente a Afra todo lo que tenía que hacer para solucionar los problemas más inmediatos y dirigir la estación durante su ausencia. Por lo demás, Afra tenía a su disposición un «banco de memoria» para aquellos casos imprevistos en que necesitara más información. Cuando los talentos focales del gestalt estaban centrados, era imposible no captar ni una sola pulsación de los cuarteles generales del Sector de Auriga. Esto le agradó a Afra, ya que le permitía utilizar el gestalt de la estación para ponerse en comunicación con Jeff sin que Damia se enterara. Ella se encontraría muy atareada tratando de ponerse en contacto con aquel extraño ser de alguna galaxia para preocuparse de lo que Afra estuviera haciendo. Por otro lado, aunque ella dudara de su habilidad en el manejo de la estación, no tenía más remedio que confiar en él por imperativo de las apremiantes circunstancias.

Teniendo en cuenta las distancias intergalácticas, aquellos extraños seres se acercaban a una velocidad de tortuga; pero su velocidad era mayor que la de la luz. Pasó una semana antes de que Damia regresara, con nuevas noticias, de su viaje por el espacio. Desde el campo de aterrizaje se dirigió directamente a la sala de estar de su casa, donde Afra se hallaba descansando.

—He conseguido establecer un contacto individual —exclamó—. ¡Y qué mente tenía ese extraño ser! —continuó sin darse cuenta de los celos que sus palabras despertaban en Afra y que éste apenas podía disimular—. Y qué sorpresa se llevó.

Desde el mismo momento en que Damia había entrado en la sala de estar, Afra se dio cuenta de que se refería a una mente masculina.

—¿Se trataba de un ser extraño importante? —le preguntó Afra como si estuviera interesado en ese detalle.

—No podría asegurarlo. Es tan… diferente a nosotros —exclamó ella—. Apenas me vio, dio la vuelta y se marchó. La distancia era inmensa y no pude observar nada concreto en sus pensamientos.

Damia se calló y a continuación se tendió en el diván, mientras exclamaba:

—Estoy agotadísima. Tendré que dormir un poco antes de comunicar esta noticia a Jeff. Para ello no me importa utilizar la estación.

Afra aceptó rápidamente la sugerencia de Damia, y luego aguardó hasta que se quedara profundamente dormida. Prescindiendo de toda ética, Afra trató de alcanzar aquella experiencia en su mente por debajo de todo nivel emocional, llegando a la conclusión de que todo aquello le abrumaba, le anonadaba. ¡Damia se estaba exponiendo a un gran peligro! Afra sintió miedo de que le ocurriese algo. A su juicio, ella debería atenerse simplemente a su papel de jefe y dejar de viajar por el espacio en busca de peligrosas aventuras.

Después de algunas horas de sueño, el poder mental de Damia se hallaba más apaciguado y se dispuso a comunicar a Jeff lo que le había ocurrido aquel día. Una vez que hubo terminado, Jeff se puso en comunicación mental con Afra para saber qué había de verdad en todo lo que había dicho Damia, pero Afra no pudo hacer otra cosa que confirmarle todo lo que ella le había contado, sin hacer mención a su extraño presentimiento sobre lo sucedido.

Al día siguiente, Damia se apresuró a despachar su trabajo y partió rápidamente hacia el espacio. Y Afra, una vez más, tuvo que esperar su regreso como ya lo había hecho en otras ocasiones durante muchos años. A su vuelta, el rostro de Damia mostraba tanto júbilo, que Afra no pudo contener sus celos.

Tres días después, por la mañana, cuando Damia se sentó en su puesto de la torre de control y volvió a apresurarse en su trabajo, Afra no pudo contenerse y le llamó la atención. Ella no hizo caso alguno de aquella reprimenda, y, rápidamente, se preparó para lanzarse al espacio y acudir ansiosamente a la cita con aquel extraño ser de otra galaxia. Cuando regresó aquella misma tarde, estaba tan agotada que se tendió inmediatamente en el diván de la sala de estar. Afra aprovechó la ocasión para decirle con tono firme:

—Mañana iré contigo.

—¿Para qué? —le respondió ella mirándole fijamente a los ojos como si temiera algo.

—Te olvidas de que tengo órdenes estrictas del Principal de la Tierra para comprobar el aura de estos extraños seres. Tú no dispones de experiencia para saber si se trata de una reinvasión por las mismas gentes que atacaron Deneb hace veinte años.

—Pues Sodan me dijo que nunca habían tenido contacto con ningún ser sensitivo —le respondió ella.

—¿Sodan?

—Así es como él se identifica —dijo Damia sonriendo mientras se reclinaba en el diván.

A Afra le extrañó saber que aquel extraño ser tuviese un nombre. Aquello le hacía parecerse a los seres humanos. Tampoco le agradó que Damia pronunciase su nombre con tanta ternura.

—Basta —respondió Afra—, no necesito que me lo presentes. Lo único que necesito es comprobar el aura. Sabré en un instante si existe algún vínculo con nosotros. Asimismo, procuraré que no recele del contacto que ha establecido contigo. Nunca sabrá que he estado allí.

—¿Por qué estás tan cansado? —le preguntó Damia.

—He estado trabajando todo el día —respondió Afra maliciosamente con el fin de irritar a Damia. El hecho de que lo consiguiera le demostró que Damia sentía algo por aquel extraño ser llamado Sodan. De todas formas, no tenía ninguna importancia si aquel Sodan pertenecía a la raza que Jeff y Rowan habían combatido hacía años. Era una amenaza para él.

Afra pasó toda la tarde pensando en aquel extraño ser. Damia, al recordar el éxito que había tenido aquel día, no hizo el menor caso de Afra y se refugió en sus pensamientos.

Al día siguiente, una vez terminado el trabajo, Afra y Damia penetraron en sus respectivas cápsulas. Afra siguió de cerca la trayectoria de Damia, manteniéndose en silencio apenas llegaron a la zona donde ella debía ponerse en contacto con el aura de Sodan. Entonces Damia enlazó con Afra y se puso en contacto mental con la nave espacial. Apenas aquel extraño ser de la nave espacial se puso en conexión mental con Damia, Afra se dio cuenta de lo que ocurría: podía ver muchas cosas, pero lo peor es que había otras que eran invisibles.

Al comprobar que Damia no podía ver, o no conseguía ver lo que ocurría, Afra tuvo un presentimiento de peligro. Nada, exceptuando la mente de Sodan, era visible; y nada, exceptuando la mente de aquel extraño ser, era detectable. Aquel ente misterioso tenía un cerebro muy poderoso. Afra no podía concretar realmente lo que estaba sucediendo, pero después de hacer un esfuerzo llegó a la conclusión de que iba a ocurrir un desastre.

Era evidente que aquel Sodan no pertenecía a la raza de la invasión anterior. Sin duda alguna había estado viajando durante mucho tiempo por el espacio a gran distancia de la Tierra.

A Damia no se le ocurrió que Afra llegaría a darse cuenta de esto. Pero, en verdad, Afra sólo había llegado a descubrir este hecho. Tampoco pudo saber si Sodan era el foco de otras mentes existentes en su nave espacial o si estaba en conexión con alguna fuente especial de energía de la nave. Haciendo un gran esfuerzo, Afra trató de penetrar a través de la pantalla visual o por lo menos a través de la aural. Todo lo que pudo captar fue un ligero murmullo de actividad mecánica y el elevado grado de calor de elementos pesados.

Desilusionado, Afra se dio por vencido, dejando a Sodan y a Damia intercambiar sus pensamientos; un intercambio que él interpretó como una especie de cortesía entre dos seres enamorados. Regresó a Auriga y se fue a descansar a la torre de control. Luego trató de ponerse en comunicación con el cuartel general. Jeff Raven había desplazado al joven Larak cerca de Auriga con el fin de facilitar las comunicaciones.

Afra trató de convencerse a sí mismo de que Damia no había omitido nada en los informes que le facilitó a él y a Jeff. De todos modos siempre cabía la posibilidad de que, dominada por sus sentimientos hacia Sodan, hubiese tergiversado los hechos, si bien todos sabían que ella se había vanagloriado siempre de ser insensible a toda clase de sentimientos.

—Larak —llamó Afra, manipulando en los mandos de transmisión al mismo tiempo que proyectaba su potencial físico-mental en el espacio para ayudar a Larak a ponerse en contacto con su mente.

—Hombre, ya veo que te han hecho una jugarreta —se oyó la voz aguda y penetrante de Larak al contestarle.

—Bueno, dejemos esto y dile a Jeff que este Sodan…

—¿Pero es que ese extraño ser tiene un nombre?

—Tiene mucho más que eso, y Damia está reaccionando en un nivel emocional demasiado alto. Ponte en comunicación y dile que quiero que él y Rowan estén en contacto directo conmigo y me llamen a cada momento. Se trata de un caso de emergencia. Una vez hecho esto, ponte inmediatamente en marcha y únete a mí. Es muy posible que necesite tu ayuda para rescatar a Damia y regresar a la estación espacial.

—De acuerdo, iré inmediatamente hacia allí.

Afra se recostó en su sillón y desconectó los generadores. Luego se puso a pensar en la suerte que había tenido de que Damia controlase un sector de la estación espacial con bajas ondas T, ya que de lo contrario habría captado lo que él acababa de transmitir a Larak.

Habría dado todo lo que tenía por poder manejar por sí mismo la mente de Sodan sin tener que apelar a Damia. Al cabo de muchos años, Afra había llegado a dominar el temperamento de Damia y controlar sus energías. Sí, ahora se consideraba capaz de manejarla a su antojo. Sin embargo, en aquel instante se veía impotente para apartar a Damia de aquel extraño idilio o para rivalizar con Sodan y apartarlo de ella.

—Caramba, parece que vas montado a caballo sobre un cometa en forma de elipse —dijo Larak a título de saludo mientras penetraba en la torre.

—Tu descripción es asombrosamente exacta —le contestó Afra poniéndole una mano en el hombro y pensando en la única cosa que le había ocultado en la transmisión.

—Se ve que el amor ha entrado al fin en el corazón de nuestra encantadora hermana, ¿no es así? —le dijo Larak con mucha alegría—. ¡Y con un ser extraño de otra galaxia!

—Sí, pero, desgraciadamente, con un ser extraño muy peligroso —añadió Afra—. Había extraños aparatos a bordo de su nave espacial; materiales demasiado pesados para una nave que se encuentra en una misión de mera exploración pacífica. Todo esto me hace pensar que quienquiera que encomendó a Sodan esta misión sabía que nuestra civilización está en un nivel muy avanzado.

—Sí, es algo para extrañarse —respondió pensativamente Larak—. ¿Conseguiste detectar alguna comunicación con los de su propia raza?

—Había una tremenda fuente de fuerza en su nave, y por eso no pude penetrar en su mente. No, no pude. Ni Damia tampoco —dijo Afra levantándose y poniéndose a pasear por la estrecha torre.

—¿Es posible entonces que él haya informado a los suyos del contacto que había establecido?

—No puedo responder a tu pregunta —respondió Afra en un tono de frustración e impotencia.

Larak captó algo extraño en la mirada de Afra y le contestó lentamente:

—Sería una vergüenza el tener que destruirlo.

—Seríamos muy afortunados si pudiéramos —exclamó Afra—. Sí, Larak, esa mente es idéntica o acaso superior a la de Damia. Podría destruirnos… a todos nosotros.

—Entonces tenemos que actuar rápidamente, lo antes posible, antes de que Damia sospeche de nuestras intenciones —respondió Larak con decisión.

Ambos se dirigieron a los aparatos transmisores y comunicaron a Jeff y a Rowan cuál era la acción que pensaban emprender.

—¿Pero están seguros de las intenciones de ese extraño ser? ¿No es posible que esté tan sólo en una misión pacífica de exploración? Yo tomaría mis precauciones si me encontrase con una mente así en el espacio exterior —respondió Rowan—. ¿Por qué tenemos que destruirlo? ¿Acaso vamos a pedir a Damia que lo destruya?

—No podemos llegar hasta ese extremo sin su consentimiento, sin antes explicarle la situación en que nos encontramos —explicó Jeff—. Tenemos que explicarle lo peligroso que es Sodan.

—Damia cada día regresa a Auriga un poco más cansada que el día anterior —dijo Afra lentamente—. Sospecho que Sodan se ha dado cuenta de que debe agotarla antes de que ella sospeche de sus intenciones.

—¿Es que piensa raptarla y llevársela a su galaxia? —gritó furiosamente Rowan.

—No seas tonta, mamá —dijo Larak.

—No es eso, Rowan —le contestó Afra—. Sospecho que Damia fue una sorpresa para Sodan lo mismo que Sodan para ella.

—Cuidado, Damia está regresando —intervino Larak.

Al principio Afra no pudo comprender cómo Larak había podido detectar la presencia de Damia sin estar ésta aún a la vista, pero luego recordó que durante la infancia de ambos se había establecido un lazo entre ellos que permitía a Larak detectar la presencia de Damia cuando ésta aún estaba a mucha distancia. Y, efectivamente, momentos después la cápsula de Damia aterrizaba en Auriga.

—Larak, creía que estabas cerca de mí —gritó jubilosa Damia al salir de la cápsula y ver a su hermano.

—¿Solamente lo creías? Generalmente sueles saberlo con certeza —le respondió Larak—. Se ve que ese ser misterioso te tenía tan absorbida que olvidaste este detalle.

Damia enrojeció y su hermano se echó a reír.

—Creo que debo tener un encuentro con ese ser tan misterioso —exclamó Larak.

—Siempre tuve la impresión de sentir algo extraño y de verme arrastrada por alguna razón especial —dijo Damia con los ojos brillantes—, ¡y ahora sé lo que es!

—Si no bajas la «voz», todo el sector se enterará en un instante —intervino Afra, viendo que Larak estaba a punto de sufrir un shock al ver a su hermana expresarse de una forma tan exaltada y diciendo aquellas cosas tan raras.

Poco a poco Damia se calmó. Luego, dirigiéndose a su hermano, le dijo:

—Supongo que habrás llegado con mucho apetito.

Larak se volvió con una inocente expresión en su rostro.

—Ten en cuenta que soy un muchacho en pleno desarrollo y necesito comer. En cuanto a Afra, mientras tú estabas allá arriba coqueteando con ese ser misterioso, cada día se sentía más agotado, flaco y hambriento.

Damia miró de reojo a Afra.

—Sí, ya veo que pareces cansado. Bueno, vámonos todos a casa y comamos. A propósito, Larak, ¿cómo es que te encuentras aquí?

—Oh, es que nuestro padre quería que le echase una mano a Afra en el asunto de Procyon. Pero dejemos esto y dime, qué aspecto tiene la nave espacial de ese misterioso ser. ¿Está tripulada o funciona automáticamente?

Damia dudó por un momento mientras manejaba los mandos electrónicos de la cocina. Luego miró desconcertada a su hermano y le dijo:

—Oh, los hombres sois todos iguales. Sólo queréis saber detalles, detalles y más detalles.

—Desde luego que sí —respondió Larak—, pero si te molesta darnos estos detalles, a mí en cambio me fascina, y por ello estoy dispuesto a subir al espacio e informarme de los mismos personalmente.

—Tú no puedes llegar tan lejos —le dijo Damia.

—Entonces mañana te acompañaré en tu periplo espacial y lo comprobaré todo por mí mismo.

Damia dudó durante un instante, mirando a Afra para solicitar su apoyo; pero éste se limitó a encogerse de hombros.

—Por el amor de Dios, Damia, éste no es el momento para sentir timidez —observó su hermano.

—Yo no siento ninguna timidez —respondió ella irritada—. Lo que ocurre simplemente es que… es que…

—¿Qué es lo que tratas de ocultarme? —le preguntó Larak excitado—. ¿Acaso te has enamorado de ese ser misterioso? ¿Cómo sabes si tiene algún parecido con los hombres?

—Él es una mente auténtica, una brillante y poderosa mente —respondió su hermana defendiendo apasionadamente a aquel ser misterioso que había encontrado en el espacio.

—Todo eso sólo sirve para comentarlo junto al fuego, pero no para el matrimonio.

Damia enrojeció de furia y de indignación, reflejándose en su rostro el embarazo que le había producido el comentario de su hermano.

—Eres… insoportable —le respondió—. De no haber sido por mí, en este momento no estaríais enterados de la existencia de ese ser extraño.

—¿Enterados? —dijo Afra extrañado.

—Me refiero al encuentro que tuve con él y a las consecuencias que podrían derivarse del mismo —respondió Damia—. Por lo demás, Afra estuvo en contacto telepático con él, ¿no es así?

—Sí, tengo que admitir que es una mente muy brillante —asintió Afra moviendo la cabeza.

—Ah, ya veo que estás celoso; eso es todo —dijo Damia mirando a Afra a los ojos, fijamente, sin pestañear.

—¡Cuidado, que se te está quemando mi comida! —exclamó su hermano Larak.

—Ah, y luego dicen los hombres que nosotras, las mujeres, somos unas charlatanas —dijo Damia mientras apartaba rápidamente la sartén del fuego—. Ha sido un milagro que no se haya quemado nada.

Todos se pusieron a comer en silencio mientras Larak y Afra se concentraban para mantener en contacto sus pensamientos. No tenían más remedio que hacerlo, ya que Damia se había refugiado completamente en los suyos ignorándolos.

—Es posible que este Sodan te haya asombrado mucho, pero ello no ha afectado en nada tu excelente forma de cocinar —dijo su hermano Larak con cierta ironía.

Damia era demasiado femenina para no sentirse complacida por las palabras de Larak.

—Supongo que ese extraño Sodan no será un espía que ha venido a informarse y preparar las cosas para una segunda invasión con gentes de su raza —le preguntó Larak a su hermana.

—No —respondió Damia—. A pesar del breve contacto telepático que he sostenido varias veces con él, he llegado a la conclusión de que lleva viajando por el espacio durante más de veinte años.

Larak dio un silbido, sorprendido por lo que Damia acababa de decir.

—¿Trataste de comprobar si había algún otro detalle que mi querida hermana omitiese? —preguntó dirigiéndose a Afra.

—No. No había ninguna imagen visual evidente, y yo me limité tan sólo al reconocimiento.

—Tiene ojos —intervino Damia exaltada—. Discutimos el concepto de la visión. Además hay que tener en cuenta que él era el que controlaba la nave espacial. Por otra parte, sus energías tenían que ser enormes para poder acercarse a mí y, al mismo tiempo, gobernar a la tripulación de la nave.

—Creo que necesitas un buen sueño, mi querida hermana, pues has llevado a cabo una labor muy importante —le respondió con ironía su hermano.

—Pues tú, en mi lugar, no habrías hecho ni la mitad de lo que yo he hecho.

—¡Vamos, amigos míos, dejad de discutir! —intervino Afra autoritariamente.

Damia y Larak se miraron el uno al otro y después se callaron, pues siempre habían obedecido las órdenes de Afra.

—Bueno, idos los dos a la cama —añadió Afra—. Discutiendo no ganamos nada. En cuanto a ti, Damia, veo que has cambiado mucho desde que volviste con Isthia cuando apenas tenías cuatro años de edad. Me preguntó cómo pudo tu padre tomar la decisión de darte un puesto importante en Auriga.

—Si hay algo que me moleste más que esa costumbre de Larak de tratarme como si fuera una niña, eres tú, Afra, cuando te comportas como los de la «otra» generación —dijo Damia sarcásticamente, aún furiosa.

Afra se encogió de hombros, satisfecho de que sus palabras hubiesen podido poner fin a aquella discusión entre Damia y su hermano Larak. Luego añadió:

—Al menos, el representante de esta generación tiene el suficiente sentido común para irse a la cama cuando se encuentra molesto y agotado.

Al día siguiente, a la hora del desayuno, nadie daba la impresión de haber dormido bien. En el rostro de Afra se reflejaba el esfuerzo que hacía para ocultar su tensión y ansiedad. Larak discutía con su hijo. En cuanto a Damia, había adoptado una postura defensiva. Por este motivo, cuando alcanzaron la torre los tres se hallaban silenciosos.

—Vamos, Larak, te llevaré conmigo —dijo Damia.

—Estupendo. Ya veo que nuestro padre quiere que Afra regrese a Calixto esta misma noche.

—No, estás equivocado, Larak; Afra vendrá también para comprobar por segunda vez la situación.

Era una suerte que Afra no esperaba. Desde luego, él ya había pensado seguirlos sin que se dieran cuenta. A continuación accionó los mandos de los elevadores de tensión e indicó a Damia y a Larak que se introdujeran en sus cápsulas. Al mismo tiempo, se puso en contacto con Jeff y Rowan para que estuvieran al tanto de toda la operación, y acto seguido se introdujo en su propia cabina.

—¿Existe alguna posibilidad de que nos hayamos equivocado con respecto a las intenciones de Sodan o al estado emocional de Damia? —le preguntó Rowan.

—En este momento no puedo asegurar nada —respondió Afra—, pero pronto lo sabremos. Como Larak puso en duda las afirmaciones de Damia sobre ese extraño Sodan, mientras discutían la otra noche, estoy convencido de que ella hará todo lo posible para demostrarle a su hermano que está equivocado.

Acto seguido, Afra se puso en contacto con Damia y Larak y los tres emprendieron el viaje por el espacio en dirección a la zona donde se hallaban Sodan y su nave.

—Ya veo que has dormido bien la pasada noche y que te encuentras despejada hoy —fue el frío comentario de Sodan a título de bienvenida.

Por un instante Damia temió que Sodan descubriese la presencia de sus acompañantes. Era muy posible que a Sodan no le agradara que esta vez hubiese acudido con refuerzos.

—Cada día estás más cerca de nosotros —empezó a decirle Damia.

Sodan la interrumpió preguntándole sorprendido:

—¿Nosotros?

—Quiero decir mi planeta, mi gente… yo misma —respondió Damia tartamudeando.

—Sólo me interesas tú.

—Pero mi pueblo también puede estar interesado en ti —repuso Damia.

—¿Hay mucha gente en vuestros planetas? —preguntó Sodan.

—Planeta —le corrigió ella.

Afra comprendió que Damia se estaba comportando con mucha diplomacia y discreción.

—¿Es que vuestro sol no posee varios planetas habitados?

—Precisamente por eso me gustaría saber un poco más sobre tus condiciones físicas —respondió Damia—. Después de todo, quizá mi mundo no tenga una atmósfera apropiada para tus condiciones físicas.

—Mis necesidades físicas se adaptan perfectamente a la atmósfera de cualquier mundo —respondió Sodan haciendo hincapié en las dos últimas palabras.

Fue Rowan quien se dio cuenta del fallo infinitesimal en el escudo protector de Sodan, y, simultáneamente, las cuatro mentes comenzaron a «golpearlo» para destruirlo. Sodan, sorprendido por este poderoso ataque, retrocedió en un movimiento de autodefensa, dirigiendo una feroz mirada hacia Damia por creer que era ella la que le atacaba.

—No, no, Sodan, no soy yo quien te ataca —gritó ella—. ¿Qué estás haciendo, Larak?

Afra hizo todo lo posible por convertirse en el foco de las otras mentes, pero sólo lo logró con la de Larak, Rowan y Jeff, ya que la de Damia sólo estaba en contacto estrecho con la de su hermano.

—Vamos, Damia, Sodan tiene que ser destruido antes de que él nos destruya a nosotros —dijo Larak decidido, aunque lamentaba aquella decisión, pues conocía los sentimientos que sentía su hermana por aquel extraño ser.

—¡No, no! —gritó Damia—. Le amo. Tiene una mente muy brillante.

Y al decir esto, puso toda su fuerza a favor de Sodan, dificultando con ello el ataque de Larak.

—¡Damia, es sólo una mente! —exclamó su hermano.

Por un instante, Damia quedó perpleja, ocasión que aprovechó Larak para seguir atacando a Sodan.

—¿Solamente una mente? —dijo ella mientras miraba en dirección a Sodan para que éste lo negara.

Larak se dirigió nuevamente a su hermana y le dijo:

—Naturalmente. Carece de visión y de voz. Es solamente un cerebro, incapaz de nada excepto de recordar emociones. Sodan sólo sirve para destruir. ¿Es que no te has fijado en todas las pesadas armas destructivas que lleva a bordo de su nave? ¿Acaso esto es corriente en una nave espacial dedicada exclusivamente a un pacífico viaje de exploración?

—Estás contra mí, estás contra mí —gritó Damia de repente sin darse cuenta de su ceguera—. Nadie quiere que yo sea feliz. Él me quiere, y yo también le quiero.

—Si él no tiene nada que ocultar, dile que se deje ver —le dijo Larak cada vez más irritado.

—Déjame verte, Sodan —le gritó Damia desesperadamente.

Durante un minuto que pareció toda una eternidad, Sodan estuvo dudando sin saber qué hacer.

—Si pudiera hacerlo, lo haría —respondió finalmente en un tono suave y sincero.

Igual que una espada vengadora, la mente de Damia, que ahora comprendió la realidad de todo lo que pasaba, se unió a las de los demás en un intento de destruir al agresor. Damia acababa de darse cuenta del peligro que se ocultaba detrás de la impersonalidad de Sodan.

La batalla se desarrolló en aquel inmenso espacio.

Sodan, con la mente potenciada por el poder nuclear de su nave, era más fuerte que la de sus rivales. Consciente de su ventaja, su mente se «rió» de los inútiles esfuerzos que hacían sus oponentes por destruirlo.

Cuando Damia comprendió la terrible situación en que se encontraban ella y sus compañeros, hizo un esfuerzo supremo, se olvidó de sus románticas ilusiones y se alineó al lado de Larak para defender su sector. Sodan hizo también un esfuerzo para concentrar más poder en sí mismo. El ardiente fuego que alimentaba y catalizaba la mente de Damia, unido a la de los demás, frenó los átomos de la nave de Sodan dejándola en una posición de inestabilidad. Involuntariamente, y durante una milésima de segundo, Sodan vaciló sin saber qué hacer.

En cierta ocasión, hacía ya muchas generaciones, hallándose su mente dentro de un cuerpo, Sodan había respirado un aire extraño, había caminado por un camino desconocido, hasta que su cerebro fue escogido para llevar a cabo la increíble empresa de atravesar el abismo galáctico.

—A mi modo, te he querido —le gritó Sodan a Damia al darse cuenta que ésta se acercaba a la masa combustible.

La mente de Damia, vulnerable en aquel instante a aquel ataque masivo, quedó abierta para él. Sodan aprovechó esta circunstancia para añadir:

—Pero nunca me quisiste. ¡Y él tampoco podrá nunca conquistarte!

Sintiendo que se le agotaban las fuerzas, Sodan, dominado por los celos, dirigió una fiera mirada en dirección a Damia. Acto seguido, su nave explotó.

Desesperadamente, sintiendo que sus energías disminuían, Damia se apartó para evitar los efectos de la explosión.

La muerte de Sodan, después de la explosión de su nave, produjo una onda mental de agonía que llegó hasta la estación de Auriga, donde el personal de la estación espacial, con sus cascos puestos, consiguió detectarla. Pero fue tan potente esta onda que llegó a alcanzar la Tierra, Calixto, Deneb e incluso Altair. Las tripulaciones de las naves, horrorizadas, encontraron a Jeffrey Raven y a Rowan inconscientes, tendidos en los asientos de la torre de control.

Jeran Raven, con un fuerte dolor de cabeza, se dirigió a los puestos de mando para ponerse en contacto con la cadena de FT & T y explicar a sus jefes que se había producido un caso de emergencia. Jeran pensó que era mejor esperar a que sus padres se hubiesen restablecido del todo antes de informar al Gobierno Federado del Mundo. Una vez logrado esto, sus jefes le ordenaron que se hiciera cargo de la flota defensiva y se dirigiera a Auriga.

Isthia se presentó urgentemente en el Cuartel General de la Tierra, y, con su ayuda, fue posible ponerse en contacto con la mente de Jeffrey y determinar la posición de las tres cápsulas.

A medida que se acercaron a la órbita, se pusieron a la escucha, pero no oyeron nada.

—Es muy posible —dijo Isthia— que los tres hayan chocado en la inmensidad del espacio. Y mucho me temo que a pesar de todo el poder de Damia…

—Damia no puede estar muerta —le dijo Jeran—. Por muy poderoso que fuese Sodan, Damia disponía de suficiente fuerza para destruirlo. Estoy convencido de que la encontraremos viva.

—¡Ah! —exclamó Isthia—. Ya los he detectado.

Jeran se acercó a ella y le indicó la posición de la nave espacial principal T-3.

—Está viva —gritó gozoso—. Por un momento llegué a pensar que todos estaban muertos.

—Afra también está vivo, pero se encuentra muy débil. En cuanto a Larak… ¿cómo es posible que le haya afectado el foco?

Extrajeron a Afra de la cápsula, y Jeran, temeroso, aplicó sus manos a las sienes de su amigo. El cuerpo de Afra presentaba una posición fetal cuando fue extraído; parecía anquilosado.

—Se encuentra gravemente herido, Isthia. Dios quiera que se salve. Nosotros no podremos hacer nada si se queda paralizado psiónicamente para el resto de su vida.

Isthia se acercó a Afra y apartando las manos de Jeran de las sienes de su amigo, colocó suavemente las suyas.

—Lo único que puedo decirte es que tengo la impresión de que quiere morir. Su impulso vital es muy débil.

Acto seguido, Isthia comenzó a dar rápidas órdenes mentales a los médicos y, momentos después, éstos aplicaron inyecciones de emergencia para estimular la vida de Afra.

—Deja los sentimientos a un lado, Jeran, y ayúdame —dijo Isthia—. Se ve que quiere morir. Debemos ayudarle.

Jeran asintió con la cabeza y, aguantando la respiración, colocó sus manos en la cabeza de Afra, junto a las de Isthia.

Ambos trataron de reavivar la vida que se estaba apagando lentamente, mientras una angustia mental se apoderaba de ellos. Temían que las mentes de Afra y Larak no se hallaran ya en contacto, debido al tremendo ataque de que fueron víctimas por parte de Sodan. Entonces, de repente, ambos se dieron cuenta que Afra deliraba, pronunciando palabras inconexas:

—Sodan la matará. Sodan matará a Damia. No, Damia, no lo intentes. He esperado durante mucho tiempo. No, Damia, por favor, no lo intentes, pues te matará.

—Damia está viva. Damia está con vida —le repitieron al unísono Jeran e Isthia—. Sí, Afra, Damia está viva.

Siguieron insistiendo, procurando despertar en Afra el deseo de vivir.

—Escúchanos, Afra, Damia está viva. Está descansando. Te está esperando —le susurró Isthia.

—Duerme, Afra, descansa —intervino Jeran—. Te aseguro que Damia vive.

—¿Damia está viva? ¿Damia me espera?

Haciendo un esfuerzo supremo, Afra consiguió que su cuerpo abandonara la posición fetal en que se hallaba. Luego se quedó inmóvil. Isthia se inclinó sobre él y comprobó que no le había ocurrido nada, sino que se había dormido profundamente.

—Se encuentra gravemente herido, Jeran —dijo Isthia mientras los médicos se llevaban el cuerpo de Afra a una cámara herméticamente cerrada.

Después, ambos abrieron la cápsula de Damia. Esta se encontraba tumbada de costado. Su aspecto era normal, pero se percibían las marcas que había dejado en ella aquel encuentro de mentes. Se había mordido los labios y un hilo de sangre se deslizaba por sus mejillas. Las uñas de sus manos las tenía clavadas en las palmas y su rostro se hallaba bañado por las lágrimas.

Con infinita compasión, Isthia apoyó a la pobre muchacha contra la pared de la cápsula, y a continuación aplicó sus manos a las sienes de Damia.

Isthia pudo detectar en la mente de Damia los siguientes pensamientos:

—No puedo alcanzarlos. No puedo llegar a tiempo hasta allí. Me duele mucho. Tengo que intentarlo de nuevo. Me duele mucho. ¡Oh!, ¿es que voy a perder a ambos?

Aquellas palabras calmaron a Isthia.

—¿Ha sufrido graves quemaduras? —preguntó inmediatamente Jeran, aguardando los resultados de la exploración llevada a cabo por Isthia.

—No, no han sido graves, pero sí ha sufrido grandes daños a diferentes niveles. Estoy segura de que nunca olvidará que no supo apreciar en su justo valor el potencial de Sodan, por haberse enamorado de él.

—No lo comprendo —dijo Jeran—. Si ella no se hubiese puesto en contacto con Sodan, todos habríamos estado amenazados desde el espacio sin tener idea de este peligro.

Isthia dio la impresión de no conceder mucha importancia a lo que Jeran acababa de decirle.

—Damia no pensó en nada de eso, Jeran. Lo que sí puedo asegurarte es que su falta de juicio al principio fue la causa de la muerte de Larak y de que Afra se encuentre en grave estado.

—Por el amor de Dios, Isthia, una vez que Sodan comenzó a atacar nada en el mundo habría salvado a Larak. La muerte es preferible mil veces a verse quemado vivo. A mi entender, no debemos censurar a Damia.

—No, no debemos censurarla —respondió tristemente Isthia—. Y espero que nunca le suceda que durante la crisis el instinto anule su raciocinio. Si quieres saber mi opinión, Damia hizo todo lo que pudo por salvar a Afra.

—¿A Afra? —dijo Jeran interrumpiéndola—. ¿Quieres hacerme creer que eso fue lo que pasó? De modo que ésta fue la razón por la que Sodan intentó matar. ¡Quería matar a Afra!

Isthia le indicó con un gesto que se apartara para que los médicos pudiesen atender a Damia con somníferos potentes y alimentos por vía endovenosa.

Muy a disgusto suyo, se volvieron hacia la cápsula de Larak. No tuvieron más remedio que abrirla. Dentro de la misma, yacía el cadáver del pobre Larak con una extraña sonrisa en sus labios.

Isthia volvió a otro lado su rostro cubierto de lágrimas, y Jeran, incapaz de expresar la pena que en aquel momento le dominaba, le pasó la mano por el hombro para apartarla de aquel cuadro tan triste y deprimente.

—Señor —dijo el capitán de la nave cuando entraron en la cámara de control—, hemos localizado los restos del otro artefacto espacial. ¿Nos da permiso para recogerlos?

—Permiso concedido, desde luego. Isthia y yo regresaremos a nuestras torres, mientras ustedes recogen… lo demás y lo meten dentro.

—Muy bien, señor —dijo el capitán, tratando de reprimir las lágrimas por la muerte de Larak. Luego se cuadró militarmente, expresando sin palabras su afecto, su orgullo y su pena por el camarada que ahora sólo era un cadáver.

Damia luchaba con todas sus fuerzas por mantenerse despierta, logrando permanecer en un estado de semiinconsciencia.

—No puedo con ella —se oyó una voz remota—. Se resiste a todos mis esfuerzos.

A pesar de lo distante que sonaba aquella voz, como un eco en una caverna subterránea, cada sílaba parecía golpear sus nervios como si fuera un martillo. Sollozando, Damia luchaba por mantenerse despierta, como si tratara de apartar una inminente agonía. No podía controlar aquellos reflejos que mitigarían el dolor que estaba sufriendo. Hizo un esfuerzo para llamar a Afra para que la ayudase en aquel estado de turbación en que se encontraba. Su mente era tan dura como el hierro, por lo que intentó concentrar todos sus pensamientos en él en un gigantesco esfuerzo para atraerle a su lado.

—Damia, no te agotes intentándolo. No utilices tu mente —oyó que decía una voz cerca de su oído.

El sonido de aquellas voces fue para ella como una bendición, y el sosiego que le proporcionó se vio incrementado al sentir el contacto de… las manos de Isthia sobre sus sienes.

Damia dirigió su mirada al rostro de aquella mujer y apretó las manos de Isthia contra sus sienes en un esfuerzo inconsciente para que ésta le aliviara el dolor que sentía.

—¿Qué ha sucedido? ¿Por qué no puedo controlar mi… cabeza? —gritó Damia mientras un torrente de lágrimas se deslizaba por su rostro.

—Fuiste más lejos de lo que tus fuerzas te permitían para destruir a Sodan —le explicó Isthia.

—No me acuerdo de nada —respondió Damia mientras apartaba con sus manos las lágrimas de sus ojos.

—Pues según todos los cálculos de FT & T así ha sido.

—Oh, mi cabeza. Parece como si estuviese vacía. Y, sin embargo, sé que tengo que hacer una cosa y en este momento no me acuerdo qué es.

—Ya conseguirás recordarlo. Ya lo conseguirás. Pero en estos momentos te encuentras muy cansada, querida, y necesitas descansar —le dijo Isthia mientras le acariciaba la frente con sus frías manos. Cada caricia parecía que disminuía su dolor, su terrible dolor.

Damia sintió la frialdad de una inyección que en aquel instante le ponían en el brazo.

—Te estoy poniendo una inyección para, que te vuelvas a dormir, Damia. Estamos muy orgullosos de ti, pero debes dejar que tu mente descanse. Vamos, duérmete, querida.

—¡Qué grandes recursos tiene la naturaleza para… unir lo que ya está desunido! ¿Qué ha sucedido, Isthia? Todavía no lo sé —balbuceó Damia a medida que la droga comenzaba a surtirle efecto y empezaba a notar un sabor en la garganta.

Pero una vez más, después de un breve lapso de tiempo, Damia trató de impedir que aquel sopor se apoderara de ella. Daba la impresión de que tenía inexorablemente que permanecer despierta, como si algo le diera una fuerza sobrenatural para permanecer consciente.

—No puedo comprenderlo —dijo Isthia—. Le he inyectado suficiente droga como para dormir a todos los habitantes de una ciudad.

—Yo creo que Damia está preocupada por algo y no quiere dormirse hasta que lo haya resuelto. Me parece que lo mejor sería despertarla y acabar con esta situación tan dolorosa.

Damia forzó su mente a concentrarse para identificar los dos contactos mentales. Con una sonrisa de agradecimiento, pronunció los nombres de Isthia y de Jeff. Luego sintió cómo le golpeaban delicadamente el rostro, y, abriendo sus ojos, vio el rostro de Jeff inclinado sobre ella.

—Jeff —dijo Damia, pero no por haber sentido aquel golpe suave en su rostro, sino para que éste comprendiera.

—Hola, querida Damia —le respondió cariñosamente Jeff.

Su cuerpo quedó tenso después de aquel esfuerzo que hizo para ponerse en contacto mental con Jeff, pero al final logró confesar que había cometido un crimen.

—Jeff, yo quemé a Larak y a Afra. Los maté. Utilicé el foco mental de Larak y los maté a los dos para destruir a Sodan. Me salvé a mí misma y en cambio los maté a ellos.

Al terminar de decir estas palabras, oyó detrás de Jeff un grito de Rowan y una exclamación de Isthia.

—No, no, estás equivocada —le dijo cariñosamente Jeff, moviendo la cabeza mientras colocaba sus manos sobre la frente de Damia—. En primer lugar, no podías. No hiciste ningún daño a nadie. Sólo te limitaste a hacer una rápida maniobra para que las demás mentes trabajaran a un nivel más alto. Extrajiste potencia del foco de Larak para destruir a Sodan, lo admito, así es. Pero el ataque mortal partió de ti, Damia, porque eras la única capaz de hacerlo. Y cualquier miembro de los Mundos Confederados te lo podrá garantizar. Tu poder telepático es verdaderamente asombroso, querida Damia, y, de no ser por ti, Sodan habría destruido todas las estaciones en FT & T.

Damia vio como Rowan aprobaba con un murmullo lo que Jeff acababa de decirle.

—¿Podré recuperar mi poder telepático? En este instante no siento nada —dijo Damia sonrojándose y sollozando.

—Desde luego que lo recuperarás, querida —dijo Rowan apartando a Jeff y arrodillándose junto a su hija mientras le acariciaba los cabellos—. Mientras tanto, lo mejor que puedes hacer es dedicarte a hacer punto.

—Esto se hace de la siguiente forma —le dijo Isthia, procurando introducir en la mente de Damia la técnica del punto.

Damia se dio cuenta de que intentaban cambiar de conversación.

—Todo lo que tú quieras, pero necesito saber qué es lo que ha sucedido —insistió Damia con tenacidad—. Ah, ahora recuerdo. Sodan llevó a cabo un último ataque. Larak está muerto, y Afra también.

—No, querida, Afra está vivo —intervino Rowan.

—Pero ¿y Larak? ¿Por qué ha muerto Larak? —preguntó desesperadamente Damia, temiendo que los demás le ocultaban algo que ella ignoraba.

—Larak era el foco —le respondió Rowan suavemente, a pesar de estar segura de que Damia nunca dejaría de considerarse culpable de la muerte de su hermano—. En principio, Afra debía ser el foco, ya que es la mente más experimentada, pero dada la potente conexión mental entre tú y Larak, lo escogimos a él, y en el último instante falló esta conexión. Tú trataste de defender a Larak, pero su mente no se hallaba en condiciones de captar tu ayuda. Jeff y yo nos dimos cuenta porque formábamos parte del foco y por ello tratamos de ayudarle, pero sólo pudimos amortiguar el golpe que recibió Afra. No debes olvidar que la mente de Sodan era muy potente.

Damia dirigió la mirada a su padre y luego a su madre, comprendiendo en el acto que le estaban diciendo la verdad, pero todavía le quedó una sombra de duda.

—Tenéis razón, pero tengo la impresión de que aún me ocultáis algo —insistió Damia—. ¿Dónde está Afra?

—De acuerdo, desconfiada —asintió Jeff, cogiéndola entre sus brazos—, te demostraré que Afra aún está vivo, aunque me pregunto por qué no han conseguido tenerte dormida después de tantos somníferos como te han administrado. Vamos, te llevaré a verle.

Jeff condujo a Damia por un largo pasillo, deteniéndose ante una puerta que estaba abierta. Luego se apartó para que Damia pudiera ver en su interior. Tendido en una cama, iluminado por una lámpara que había en el techo, se hallaba Afra. En su rostro se podía apreciar el cansancio y el dolor. Dudando incluso de lo que veían sus ojos, Damia se acercó a Afra y le tocó para asegurarse de que aún vivía.

—Damia, no vuelvas a hacer eso —le ordenó Jeff, cogiéndola del brazo y sacándola de la habitación.

—Sé que no debía hacerlo, pero sentí un imperativo deseo que no pude reprimir —respondió Damia.

—Pues no volverás a ver a Afra hasta que te encuentres perfectamente. Y ahora regrese usted a su habitación, señorita.

Instantes después, Damia quedó sumida en un profundo sopor.

Un insistente silbido resonó en su mente y Damia se despertó. Por un momento la muchacha pensó que aquel dolor de cabeza volvería a atormentarla, pero cuál no fue su sorpresa al comprobar que éste había disminuido en gran manera. Deseosa de acabar con él de una vez por todas, tomó un sedante y entonces el dolor desapareció del todo. Satisfecha por el éxito obtenido, se sentó en la cama. Era de noche y se encontraba en la casa de sus padres. Se estiró y entonces sintió un calambre en un costado.

«Santo cielo, ¿es que nadie me ha cambiado de postura durante estos meses? —se dijo a sí misma, observando que su tono mental era firme—. Pobre Damia —se rió de sí misma—, ¿es que desde aquel encuentro con Sodan he quedado reducida a un mero T-4, T-9 o un T-3?»

Sin hacer mucho esfuerzo, les tomó el pulso a los tres… bueno, a los cuatro durmientes. El pulso de Afra era el más débil de los cuatro. Pero, estaba allí, no había muerto, se dijo gozosa. Luego decidió enfrentarse con el segundo hecho.

Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. Su mente fue más allá de la verde campiña, del pequeño lago, y luego se detuvo. Su instinto le decía que Larak estaba enterrado allí, y este pensamiento hizo que sintiera una profunda tristeza. Estaba sola en el mundo. Se puso a llorar desesperadamente mientras chocaba sus nudillos y apretaba sus brazos contra su pecho como si intentara ahogar sus sollozos.

De nuevo, en el silencio de aquella noche, volvió a oír aquel extraño silbido. Se limpió las lágrimas de sus ojos y trató de localizar de dónde procedía. Pero éste se apagó antes de que Damia pudiera conseguirlo.

Resueltamente decidida, la pobre muchacha decidió olvidarse de todo y reflexionar sobre los hechos que habían sucedido últimamente. A pesar de lo que habían dicho Jeff y Rowan, ella se consideraba la responsable de la muerte de Larak y del grave estado en que se encontraba Afra. De haberse preocupado más por los hechos, de haberse concentrado más, no se habría sentido tan atraída por el encanto de Sodan, su Príncipe Encantador, su caballero de armadura cilíndrica.

Sí, por culpa suya había quedado reducida al estado de una chiquilla con el corazón destrozado, una niña exigiendo un nuevo juguete para borrar aquel sentimiento de aburrimiento, de desesperación. Sí, por culpa suya…

Un vez más, el extraño silbido interrumpió sus reflexiones, pero esta vez era más claro, más potente. Dando un grito de alegría, Damia salió corriendo de su habitación y se dirigió rápidamente a la sala de estar. Al llegar a la puerta de la estancia donde se encontraba Afra, se detuvo indecisa.

Abrió la puerta y vio a Afra sentado en la cama. Este la estaba contemplando con una extraña sonrisa en sus labios.

—¿Verdad que me has estado llamando? —murmuró Damia, medio preguntando, medio afirmando—. ¿Verdad que has utilizado tu poder telepático para ponerte en contacto conmigo?

—En cierto modo, sí —le respondió Afra—. Pero no creía que este poder paranormal mío pudiera llegar más lejos del borde de mi cama. Y lo he intentado, quiero intentarlo.

—No lo intentes, pues ello puede agravar más el estado en que te encuentras —le respondió Damia penetrando en la habitación y sentándose a los pies de la cama de Afra.

—Sí, ya comprendo que no debo hacerlo, pero he de realizar un esfuerzo para recuperar mi poder paranormal —le respondió Afra, mientras se frotaba la frente con la mano.

—¿Quieres que te ayude? —le preguntó tímidamente Damia.

Afra hizo un gesto de afirmación mientras cerraba sus ojos. Damia se sentó más cerca de él y tocó suavemente con las yemas de sus dedos las sienes de Afra: ella sabía mejor que nadie cómo despertar el poder paranormal de Afra. Por un instante. Afra sintió dolor, pero Damia, decidida a curarlo del todo, insistió hasta conseguir que desapareciera. Había aplicado un procedimiento que actuaba como una especie de anestesia mental en las zonas doloridas. Pero, de repente, Damia, dominada por los celos se dio cuenta que otra mujer había aplicado aquel mismo tratamiento a Afra.

—Isthia… también… sabe aplicar delicadamente… este mismo tratamiento —le dijo suavemente Afra.

—Oh, Afra —gritó Damia, dominada por los celos al oír aquellas palabras—. No quedarás incapacitado para tu trabajo. Te aseguro que no quedarás paralizado. No te abandonaré. Juntos, volveremos a ser tan poderosos como antes.

Afra se inclinó hacia delante, acercó su rostro al de la muchacha mientras sus ojos amarillos brillaban ardientemente.

—¿Los dos juntos, Damia? —le susurró al oído cogiendo el rostro de la muchacha entre sus manos.

Damia se sonrojó, apretando nerviosamente con sus dedos la manta que cubría la cama de Afra e incapaz de apartar la mirada de la suya. Era evidente que Afra parecía otra persona. Damia trató de comprender aquel cambio tan repentino. Incapaz de ponerse en contacto mental con él, Damia vio por primera vez a Afra desde un ángulo estrictamente físico. Y de repente se había convertido en un hombre muy distinto. ¡Un hombre! Así era en efecto. Un hombre muy viril.

¿Cómo había estado perdiendo tanto tiempo buscando una mente que era superior a la suya, olvidando completamente el hecho tan elemental de que la función primaria de una mujer en la vida comienza con una sumisión física?

—Damia… ¿no puedes hablar? —le preguntó Afra en un tono suave y cariñoso.

La muchacha asintió con la cabeza mientras sentía que los ardientes dedos de Afra apretaban suavemente su temblorosa mano. De repente, sintió como un profundo sentimiento sensual se apoderaba de todo su ser.

—¿Cómo has esperado tanto tiempo sabiendo que te necesitaba? —le preguntó ansiosa.

Riendo triunfalmente, aunque en voz baja, Afra la estrechó entre sus brazos, apretando el cuerpo de Damia contra el suyo y apoyando la cabeza de la joven en su brazo.

—¿Es que ya has olvidado que el exceso de confianza siempre trae problemas? —le respondió Afra, repitiendo burlonamente aquella frase que ella siempre le había repetido.

—¿Y cómo pudiste tú… un T-3… arreglártelas para engañarme? —le respondió Damia indignada.

—Es que también el exceso de confianza nos sugiere ciertos trucos, cierta destreza.

—Pero tú siempre te has mostrado muy reservado y retraído. Y mi madre…

—Tu madre representaba para mí lo mismo que Sodan para ti —le dijo Afra interrumpiéndola, los ojos fijos en ella, mientras Damia lo contemplaba extrañada por el tono áspero de su voz.

Pero de nuevo su rostro cambió de expresión, la rodeó con sus brazos y la besó con vehemencia.

—Sodan pudo haberte amado a su manera, Damia —le dijo Afra al oído—, pero la mía te satisfará mucho más.

Estremecida y ansiosa, Damia abrió sin reserva su mente a Afra. Sus labios se volvieron a juntar, mientras Afra la abrazaba fuertemente, pero de un modo que muy pronto sería algo más que un mero encuentro de mentes.