1. Cómo medir las desigualdades y su evolución
¿Cuáles son los órdenes de magnitud de la desigualdad contemporánea? ¿La desigualdad que separa a los pobres de los ricos en un país dado puede medirse mediante una brecha de ingresos que van de 1 a 2, de 1 a 10 o de 1 a 100? ¿Cómo comparar estas brechas con las desigualdades observadas en el tiempo y el espacio? ¿Estas brechas eran las mismas en 1950, 1900, 1800? ¿La desigualdad respecto del desempleo se convirtió en los países occidentales de la década de 1990 en la principal desigualdad?
Los distintos tipos de ingreso
¿Cuáles son las distintas fuentes de los ingresos efectivamente percibidos por los hogares? La tabla 1, desagrega los ingresos de los cerca de veinticuatro millones de hogares de residentes en Francia en 2000 en términos de salarios, ingresos de trabajadores independientes (agricultores, comerciantes, profesiones liberales, etc.), jubilaciones, otras políticas de transferencia de ingresos (asignaciones familiares, fondos de desempleo, RMI[1], etc.) y rentas patrimoniales (dividendos, intereses, alquileres, etc.).
¿Qué nos muestra la tabla 1? En principio, el 58,8% del ingreso total de los hogares se percibe en forma de salario. Si se toma en cuenta el 5,8% correspondiente a los ingresos de los independientes, se obtienen cerca de los dos tercios del ingreso total para los ingresos llamados «de actividad». Luego, los ingresos sociales representan más del 30% del total de ingreso de los hogares, y más de dos tercios corresponden a jubilaciones. Por último, las rentas patrimoniales de los hogares solo representan el 5% de su ingreso total. Sin embargo, las ganancias de capital están mal informadas por los hogares en las encuestas sobre los ingresos. La contabilidad nacional, basándose en las cifras provistas por las empresas y el sistema bancario sobre los dividendos e intereses abonados, llega a una estimación alta de la parte de las ganancias del capital en el ingreso total de los hogares, en el orden del 10% (INSEE, 1996b: 26-29). Sin embargo, todas las fuentes llegan a una misma conclusión: los ingresos de actividad representan al menos seis o siete veces más dinero que los ingresos de capital percibidos por los hogares. En Europa, esta es una característica general de la distribución de ingresos en todos los países occidentales (Atkinson y otros, 1995: 101). Pese a todo, esta magnitud del 5 o del 10% subestima la importancia de la ganancia del capital para la economía y la sociedad en su conjunto, ya que una parte importante de la ganancia del capital de las empresas no se distribuye entre los hogares que las poseen (véase cap. 2).
Por supuesto, la importancia de los distintos tipos de ingresos no es la misma según se sea rico o pobre. Para distinguir los distintos grupos de ingreso, es útil emplear la noción de decil: el primer decil de una distribución, llamado D1 en la tabla 1, agrupa al 10% de los hogares que tienen el ingreso más bajo; el segundo decil, llamado D2, representa al 10% siguiente, y así sucesivamente hasta el décimo decil, llamado D10, que representa al 10% más rico. Para refinar la descripción, también podemos recurrir a la noción de centil: el primer centil agrupa al 1% más pobre, y así sucesivamente hasta el centésimo centil. Estas nociones definen subgrupos de la población —es decir, dos millones cuatrocientos mil hogares por decil y doscientos cuarenta mil hogares por centil para el caso de Francia en 2000— de los que se puede por ejemplo calcular el ingreso promedio; estas nociones no deben confundirse con la de límite de ingreso que separa dos grupos de ingreso, que se identificará con la letra P: P10 representa así el límite superior de ingreso por debajo del cual está el 10% de los hogares, P90 el límite superior por debajo del cual está el 90% de los hogares, y así sucesivamente. En la tabla 1, P90-95 representa el conjunto de los hogares situados entre el límite superior del 90º centil y el límite superior del 95º centil; es decir, la primera mitad del décimo decil, mientras que el P95-P100 representa la segunda mitad del décimo decil, es decir los cinco centiles más ricos.
Tabla 1. Los distintos tipos de ingresos percibidos por los hogares en Francia en 2000
Salarios |
Independientes |
Jubilaciones |
Transferencias |
Patrimonio |
|
Promedio |
58,8 |
5,8 |
21,3 |
9,5 |
4,6 |
D1 |
17,9 |
1,7 |
43,2 |
34,2 |
3,1 |
D2 |
30,0 |
2,3 |
44,6 |
20,7 |
2,4 |
D3 |
38,3 |
2,9 |
40,8 |
15,1 |
2,9 |
D4 |
44,3 |
2,7 |
35,7 |
14,3 |
3,1 |
D5 |
50,6 |
2,6 |
28,9 |
14,6 |
3,4 |
D6 |
58,4 |
3,6 |
22,0 |
12,4 |
3,6 |
D7 |
63,3 |
3,4 |
19,8 |
10,4 |
3,2 |
D8 |
66,5 |
3,3 |
18,7 |
7,6 |
3,9 |
D9 |
68,6 |
4,6 |
16,6 |
5,6 |
4,6 |
P90-P95 |
70,2 |
7,0 |
13,4 |
4,1 |
5,3 |
P95-P100 |
63,6 |
16,4 |
8,4 |
2,9 |
8,8 |
Lectura: «D1» representa al 10% de los hogares más pobres, «D2» el 10% siguiente, y así sucesivamente. «P95-P100» representa al 5% de los hogares más ricos, y «P90-95» al 5% que lo precede. Los salarios representan en promedio el 58,8% del ingreso total percibido por el conjunto de los hogares. Asimismo representan un 17,9% de los ingresos percibidos por el 10% de los hogares más pobres, un 30,0% para el 10% siguiente, y un 63,6% para el 5% más rico.
Notas: Los ingresos de los independientes incluyen renta agrícola, ganancias industriales y comerciales, y ganancias no comerciales. Las transferencias abarcan asignaciones familiares, fondos de desempleo y pensiones sociales. Las ganancias de capital percibidas por los hogares, o rentas patrimoniales de los hogares, abarcan los dividendos de acciones, intereses y alquileres. Todos los ingresos son netos (de deducciones y cargas sociales).
Fuente: Encuesta «Budget de famille 2000», INSEE (cálculos del autor).
La tabla 1 muestra que una gran porción de los hogares de D1 son de pequeños jubilados y desempleados: los salarios que perciben representan en promedio menos del 18% de su ingreso, contra más del 80% para los ingresos sociales. La parte de los salarios en el ingreso total aumenta con el ingreso, a medida que los jubilados y desempleados se hacen más escasos, antes de volver a descender levemente para el 5% de los hogares más ricos (P95-P100); una parte importante del ingreso de estos últimos está constituida por rentas patrimoniales y, sobre todo, por ingresos de actividad no salariales. Estos ingresos de actividad no salariales tienen una naturaleza intermedia entre ingresos del trabajo y ganancias del capital, ya que remuneran a la vez el trabajo del agricultor, el médico, el comerciante y el capital invertido por estos últimos. Sin embargo, los ingresos salariales siguen representando una parte muy importante del ingreso total de los hogares muy acomodados: el 5% de los hogares más ricos recibe mucho más salarios que rentas de patrimonio, sea cual fuere la estimación adoptada. Habrá que ascender mucho más en la jerarquía de los ingresos para que los salarios dejen de ser mayoritarios (Piketty, 2001).
La desigualdad de los salarios
¿Cómo se distribuyen los salarios, que representan por mucho la fuente más importante de ingresos de los hogares? La tabla 2 describe la desigualdad de los salarios entre los asalariados de tiempo completo del sector privado en Francia en 2000; es decir, alrededor de doce millones setecientas mil personas.
Tabla 2. La desigualdad de los salarios en Francia en 2000
Salario mensual en euros |
|||
Promedio |
1700 |
||
D1 |
890 |
900 |
P10 |
D2 |
1000 |
||
D3 |
1110 |
||
D4 |
1210 |
||
D5 |
1310 |
1400 |
P50 |
D6 |
1450 |
||
D7 |
1620 |
||
D8 |
1860 |
||
D9 |
2340 |
2720 |
P90 |
D10 |
4030 |
Lectura: «D1» representa el 10% de los asalariados peor remunerados, «D2» el 10% siguiente, y así sucesivamente. «P10» es el límite de salario que separa D1 y D2; «P50», el límite de salario que separa D5 y D6; «P90», el límite de salario que separa D9 y D10. El 10% de los asalariados peor remunerados gana menos de 900 euros por mes y en promedio 890 euros, mientras que el 10% de los mejor remunerados gana más de 2720 euros y en promedio 4030 euros.
Notas: Salarios mensuales sin premios, netos (de deducciones y cargas sociales), para los asalariados de tiempo completo del sector privado.
Fuente: DADS, INSEE (2002: 10).
El 10% de los asalariados peor remunerados perciben una suma que ronda el SMIC [salaire minimum interprofessionnel de croissance]; es decir, un salario mínimo social promedio de 890 euros netos en 2000 para D1. El salario intermedio, que se define como el salario por debajo del cual está el 50% de los asalariados, llamado P50, es de 1400 euros. Es superior al salario promedio del quinto decil de salarios, que asciende a 1310 euros, ya que el quinto decil está integrado por los asalariados que se sitúan entre P40 y P50. En especial, es inferior al salario promedio (de 1700 euros en el año 2000), ya que la segunda mitad de la distribución de los salarios está mucho más espaciada que la primera mitad, tanto que los salarios muy altos llevan al salario promedio sobre el salario intermedio. Por otro lado, el 10% de los asalariados mejor remunerados, que gana al menos 2720 euros por mes, recibe un salario promedio de 4030 euros; es decir, casi dos veces el salario promedio del 10% precedente (2340 euros).
Un indicador práctico de la desigualdad total de los salarios es la relación entre P90 y P10; es decir, entre el límite inferior del décimo decil y el límite superior del primer decil. En el caso de la desigualdad de los salarios en Francia en 2000, este indicador P90/P10 vale 2720/900, o sea 3,0: para integrar el 10% mejor remunerado, hay que ganar al menos 3 veces más que para integrar el 10% peor remunerado. No hay que confundir este indicador con la relación entre D10 y D1; es decir, entre el salario promedio del décimo decil y el salario promedio del primer decil, que por definición es siempre más elevado y que valdría aquí 4030/890, o sea 4,5: el 10% mejor remunerado en Francia gana en promedio 4,5 veces más que el 10% peor remunerado. La tabla 2 también permite calcular la parte total de la masa salarial percibida por el 10% mejor remunerado: dado que el salario promedio de D10 es 2,37 veces más elevado que el salario promedio (4030/1 700 = 2,37) y que los asalariados de D10 representan por definición el 10% del número total de los asalariados, eso significa que perciben el 23,7% de la masa salarial total.
Además se emplean otros indicadores para considerar la desigualdad del conjunto de la distribución y no solo las brechas entre los deciles extremos; por ejemplo, el coeficiente de Gini o los indicadores de Theil y de Atkinson (Morrisson, 1996: 81-96). Sin embargo, los indicadores de tipo interdecil —es decir, P90/P10, D10/D1, P80/P20, etc.— son por mucho los más simples e intuitivos. El indicador P90/P10 tiene el mérito de estar disponible de manera relativamente confiable en muchos países y, por lo tanto, se lo utilizará a menudo en este capítulo.
Para tener una visión más completa de las desigualdades de salarios, habría que tener en cuenta asimismo los salarios del sector público (Estado, administraciones locales, empresas públicas). En Francia, los 4 100 000 asalariados de tiempo completo del sector público tienen un salario promedio algo superior al del sector privado, y la dispersión de los salarios públicos es notoriamente más débil: por ejemplo, la brecha P90/P10 es de 2,6 en la función pública de Estado (INSEE, 1996D: 55).
Comparaciones internacionales
¿Esta brecha salarial (de 1 a 3, aproximadamente) entre P10 y P90 es típica de la desigualdad de los salarios tal como se presenta en todos los países? La tabla 3 proporciona el valor de la brecha P90/P10 para catorce países de la OCDE en 1990.
Tabla 1. Los distintos tipos de ingresos percibidos por los hogares en Francia en 2000
Salarios |
Independientes |
Jubilaciones |
Transferencias |
Patrimonio |
|
Promedio |
58,8 |
5,8 |
21,3 |
9,5 |
4,6 |
D1 |
17,9 |
1,7 |
43,2 |
34,2 |
3,1 |
D2 |
30,0 |
2,3 |
44,6 |
20,7 |
2,4 |
D3 |
38,3 |
2,9 |
40,8 |
15,1 |
2,9 |
D4 |
44,3 |
2,7 |
35,7 |
14,3 |
3,1 |
D5 |
50,6 |
2,6 |
28,9 |
14,6 |
3,4 |
D6 |
58,4 |
3,6 |
22,0 |
12,4 |
3,6 |
D7 |
63,3 |
3,4 |
19,8 |
10,4 |
3,2 |
D8 |
66,5 |
3,3 |
18,7 |
7,6 |
3,9 |
D9 |
68,6 |
4,6 |
16,6 |
5,6 |
4,6 |
P90-P95 |
70,2 |
7,0 |
13,4 |
4,1 |
5,3 |
P95-P100 |
63,6 |
16,4 |
8,4 |
2,9 |
8,8 |
Lectura: «D1» representa al 10% de los hogares más pobres, «D2» el 10% siguiente, y así sucesivamente. «P95-P100» representa al 5% de los hogares más ricos, y «P90-95» al 5% que lo precede. Los salarios representan en promedio el 58,8% del ingreso total percibido por el conjunto de los hogares. Asimismo representan un 17,9% de los ingresos percibidos por el 10% de los hogares más pobres, un 30,0% para el 10% siguiente, y un 63,6% para el 5% más rico.
Notas: Los ingresos de los independientes incluyen renta agrícola, ganancias industriales y comerciales, y ganancias no comerciales. Las transferencias abarcan asignaciones familiares, fondos de desempleo y pensiones sociales. Las ganancias de capital percibidas por los hogares, o rentas patrimoniales de los hogares, abarcan los dividendos de acciones, intereses y alquileres. Todos los ingresos son netos (de deducciones y cargas sociales).
Fuente: Encuesta «Budget de famille 2000», INSEE (cálculos del autor).
La tabla 1 muestra que una gran porción de los hogares de D1 son de pequeños jubilados y desempleados: los salarios que perciben representan en promedio menos del 18% de su ingreso, contra más del 80% para los ingresos sociales. La parte de los salarios en el ingreso total aumenta con el ingreso, a medida que los jubilados y desempleados se hacen más escasos, antes de volver a descender levemente para el 5% de los hogares más ricos (P95-P100); una parte importante del ingreso de estos últimos está constituida por rentas patrimoniales y, sobre todo, por ingresos de actividad no salariales. Estos ingresos de actividad no salariales tienen una naturaleza intermedia entre ingresos del trabajo y ganancias del capital, ya que remuneran a la vez el trabajo del agricultor, el médico, el comerciante y el capital invertido por estos últimos. Sin embargo, los ingresos salariales siguen representando una parte muy importante del ingreso total de los hogares muy acomodados: el 5% de los hogares más ricos recibe mucho más salarios que rentas de patrimonio, sea cual fuere la estimación adoptada. Habrá que ascender mucho más en la jerarquía de los ingresos para que los salarios dejen de ser mayoritarios (Piketty, 2001).
La desigualdad de los salarios
¿Cómo se distribuyen los salarios, que representan por mucho la fuente más importante de ingresos de los hogares? La tabla 2 describe la desigualdad de los salarios entre los asalariados de tiempo completo del sector privado en Francia en 2000; es decir, alrededor de doce millones setecientas mil personas.
Tabla 2. La desigualdad de los salarios en Francia en 2000
Salario mensual en euros |
|||
Promedio |
1700 |
||
D1 |
890 |
900 |
P10 |
D2 |
1000 |
||
D3 |
1110 |
||
D4 |
1210 |
||
D5 |
1310 |
1400 |
P50 |
D6 |
1450 |
||
D7 |
1620 |
||
D8 |
1860 |
||
D9 |
2340 |
2720 |
P90 |
D10 |
4030 |
Lectura: «D1» representa el 10% de los asalariados peor remunerados, «D2» el 10% siguiente, y así sucesivamente. «P10» es el límite de salario que separa D1 y D2; «P50», el límite de salario que separa D5 y D6; «P90», el límite de salario que separa D9 y D10. El 10% de los asalariados peor remunerados gana menos de 900 euros por mes y en promedio 890 euros, mientras que el 10% de los mejor remunerados gana más de 2720 euros y en promedio 4030 euros.
Notas: Salarios mensuales sin premios, netos (de deducciones y cargas sociales), para los asalariados de tiempo completo del sector privado.
Fuente: DADS, INSEE (2002: 10).
El 10% de los asalariados peor remunerados perciben una suma que ronda el SMIC [salaire minimum interprofessionnel de croissance]; es decir, un salario mínimo social promedio de 890 euros netos en 2000 para D1. El salario intermedio, que se define como el salario por debajo del cual está el 50% de los asalariados, llamado P50, es de 1400 euros. Es superior al salario promedio del quinto decil de salarios, que asciende a 1310 euros, ya que el quinto decil está integrado por los asalariados que se sitúan entre P40 y P50. En especial, es inferior al salario promedio (de 1700 euros en el año 2000), ya que la segunda mitad de la distribución de los salarios está mucho más espaciada que la primera mitad, tanto que los salarios muy altos llevan al salario promedio sobre el salario intermedio. Por otro lado, el 10% de los asalariados mejor remunerados, que gana al menos 2720 euros por mes, recibe un salario promedio de 4030 euros; es decir, casi dos veces el salario promedio del 10% precedente (2340 euros).
Un indicador práctico de la desigualdad total de los salarios es la relación entre P90 y P10; es decir, entre el límite inferior del décimo decil y el límite superior del primer decil. En el caso de la desigualdad de los salarios en Francia en 2000, este indicador P90/P10 vale 2720/900, o sea 3,0: para integrar el 10% mejor remunerado, hay que ganar al menos 3 veces más que para integrar el 10% peor remunerado. No hay que confundir este indicador con la relación entre D10 y D1; es decir, entre el salario promedio del décimo decil y el salario promedio del primer decil, que por definición es siempre más elevado y que valdría aquí 4030/890, o sea 4,5: el 10% mejor remunerado en Francia gana en promedio 4,5 veces más que el 10% peor remunerado. La tabla 2 también permite calcular la parte total de la masa salarial percibida por el 10% mejor remunerado: dado que el salario promedio de D10 es 2,37 veces más elevado que el salario promedio (4030/1 700 = 2,37) y que los asalariados de D10 representan por definición el 10% del número total de los asalariados, eso significa que perciben el 23,7% de la masa salarial total.
Además se emplean otros indicadores para considerar la desigualdad del conjunto de la distribución y no solo las brechas entre los deciles extremos; por ejemplo, el coeficiente de Gini o los indicadores de Theil y de Atkinson (Morrisson, 1996: 81-96). Sin embargo, los indicadores de tipo interdecil —es decir, P90/P10, D10/D1, P80/P20, etc.— son por mucho los más simples e intuitivos. El indicador P90/P10 tiene el mérito de estar disponible de manera relativamente confiable en muchos países y, por lo tanto, se lo utilizará a menudo en este capítulo.
Para tener una visión más completa de las desigualdades de salarios, habría que tener en cuenta asimismo los salarios del sector público (Estado, administraciones locales, empresas públicas). En Francia, los 4 100 000 asalariados de tiempo completo del sector público tienen un salario promedio algo superior al del sector privado, y la dispersión de los salarios públicos es notoriamente más débil: por ejemplo, la brecha P90/P10 es de 2,6 en la función pública de Estado (INSEE, 1996D: 55).
Comparaciones internacionales
¿Esta brecha salarial (de 1 a 3, aproximadamente) entre P10 y P90 es típica de la desigualdad de los salarios tal como se presenta en todos los países? La tabla 3 proporciona el valor de la brecha P90/P10 para catorce países de la OCDE en 1990.
Tabla 3. La desigualdad de los salarios en la OCDE en 1990, medida por la ratio P90/P10
Noruega |
2,0 |
Portugal |
2,7 |
Suecia |
2,1 |
Japón |
2,8 |
Dinamarca |
2,2 |
Francia |
3,1 |
Holanda |
2,3 |
Reino Unido |
3,4 |
Bélgica |
2,3 |
Austria |
3,5 |
Italia |
2,4 |
Canadá |
4,4 |
Alemania |
2,5 |
Estados Unidos |
4,5 |
Lectura: En Alemania, para integrar el 10% de los asalariados mejor remunerados, hay que ganar 2,5 veces más que para integrar el 10% de los asalariados peor remunerados.
Fuente: OCDE (1993: 170-173); Katz y otros (1995: fig. 1).
Se puede ver que Francia, cuya brecha salarial era igual a 3,1 en 1990 según los datos de la OCDE, ocupa una posición intermedia entre, por un lado, Alemania y los países nórdicos —cuya brecha es, por lo general, del orden de 2,5 y puede descender hasta 2 en Noruega, 2,1 en Suecia y 2 en Dinamarca— y, por otro lado, los países anglosajones —entre los cuales la brecha P90/P10 alcanza 3,4 en el Reino Unido, 4,4 en Canadá y 4,5 en los Estados Unidos—. Para el conjunto de los países involucrados, las cifras de la tabla 3 atañen solo a los asalariados de tiempo completo. La aclaración es importante, ya que la consideración de los asalariados a tiempo parcial —o sea 3 100 000 asalariados en Francia en 2000— lleva sistemáticamente a brechas P90/P10 más elevadas. Por ejemplo, los números de la OCDE, que en el caso particular de los Estados Unidos integran todos los salarios intermitentes o de medio tiempo, dan una brecha P90/P10 de 5,5 en 1990, mientras que esta brecha es solo de 4,5 cuando solo se consideran los asalariados de tiempo completo (Katz y otros, 1995: figura 1, Lefranc, 1997: tabla 1), como lo realiza la OCDE (1993: 173) para los restantes países. Las brechas P90/P10 de los salarios están todas en un rango que va desde aproximadamente 2-2,5 hasta 4,5, lo que ya es considerable para países que tienen niveles de desarrollo muy similares.
La desigualdad de los ingresos
¿Cómo se transcribe esta desigualdad de los salarios entre asalariados en términos de desigualdades de los ingresos entre hogares? La operación es compleja, ya que deben tenerse en cuenta a la vez los ingresos de actividad no salariales de los trabajadores independientes (tres millones de personas en Francia en 2000), los ingresos y transferencias sociales, las rentas patrimoniales, luego reunir los asalariados, los no asalariados y sus hijos para conformar los hogares. La tabla 4 presenta el resultado de estas operaciones para Francia en 2000.
El ingreso mensual promedio de los hogares de residentes en Francia es de 2280 euros, pero un 10% de los hogares dispone de menos de 790 euros, mientras que otro 10% gana más de 4090 euros, lo que significa una brecha P90/P10 de 5,2 que comparar con la brecha P90/P10 de 3,0 para los salarios. El 5% de los hogares más acomodados —que ganan más de 5100 euros— tiene un ingreso mensual promedio de 7270 euros.
Tabla 4. La desigualdad de los ingresos en Francia en 2000, promedio
Ingresos mensuales en euros |
|||
Promedio |
2280 |
||
D1 |
540 |
790 |
P10 |
D2 |
930 |
1070 |
P20 |
D3 |
1190 |
1330 |
P30 |
D4 |
1480 |
1610 |
P40 |
D5 |
1760 |
1920 |
P50 |
D6 |
2080 |
2240 |
P60 |
D7 |
2430 |
2630 |
P70 |
D8 |
2880 |
3150 |
P80 |
D9 |
3570 |
4090 |
P90 |
P90-P95 |
4520 |
5100 |
P95 |
P95-P100 |
7270 |
Lectura: Véanse tablas 1 y 2. El 10% de los hogares más pobres tiene un ingreso inferior a 790 euros por mes, y recibe en promedio un ingreso de 540 euros; el 5% más rico tiene un ingreso superior a 5100 euros y un ingreso medio que ronda los 7300 euros.
Notas: Ingresos anuales divididos por 12, que incluyen salarios, ingresos de los independientes, jubilaciones, transferencias y rentas patrimoniales. Ingresos netos de deducciones y cargas sociales, pero no de otros impuestos directos.
Fuente: Encuesta «Budget de famille 2000», INSEE (cálculos del autor).
El hecho de que la desigualdad de los ingresos entre hogares sea más elevada que la desigualdad de salarios entre asalariados es una regularidad muy general, que se agrava en el caso de Francia en 2000, por la existencia de muchos hogares sin empleo, pero que suele explicarse por otros factores.
En principio, los ingresos de actividad no salariales, y en especial las rentas patrimoniales, están distribuidos en forma mucho más desigual que los salarios. Típicamente, la parte de rentas patrimoniales percibida por el 10% de los hogares más ricos es del orden del 50% de las rentas de patrimonio percibidas por el conjunto de los hogares, al igual que, por otro lado, la parte del patrimonio total poseído por el 10% más rico, mientras que la parte de la masa salarial recibida por el 10% de los asalariados mejor remunerados se sitúa, según los países, entre el 20 y el 30% (23,7% en Francia en 2000). Sin embargo, la parte de las rentas patrimoniales en el ingreso total es débil, razón por la cual la parte de los ingresos percibida por el 10% de los hogares más ricos es solo del 26% del ingreso total de los hogares en Francia en 2000. Estas pronunciadas disparidades de patrimonio, además de más profundas que las desigualdades de salario e ingreso, son mucho menos conocidas. Se sabe que la desigualdad de los patrimonios no se explica solo por la desigualdad de los ingresos presentes y pasados que permiten constituirlos, sino también en gran medida —cerca de la mitad en Francia de 1992, según Lollivier y Verger (1996)— por diferencias de comportamiento en ahorro y acumulación que no se explican mediante la desigualdad de los ingresos. Estas dificultades particulares ligadas al patrimonio explican por qué la medición de las desigualdades se suele restringir solo a la desigualdad de los ingresos y los salarios.
Pero la razón principal por la cual la desigualdad de los ingresos aparece siempre notoriamente más elevada que la desigualdad de los salarios es muy distinta: se debe a que una mayoría de los hogares de bajos ingresos son hogares a menudo unipersonales que cobran pequeñas jubilaciones, mientras que los hogares de altos ingresos suelen ser parejas con dos ingresos y niños a cargo. Si se calculara la brecha P90/P10 no para los ingresos de los hogares sino para los ingresos de los hogares ajustados según el tamaño de los hogares, para medir la desigualdad de los niveles de vida y no de los ingresos en cuanto tales, entonces se percibiría una brecha del orden de 4,3-4,4 y no de 5,2, según la escala de ajuste, o escala de equivalencia, utilizada (INSEE, 1996b: 16). Si nos interesamos por la desigualdad de los ingresos efectivamente disponibles para los hogares, también habría que considerar el papel del impuesto a las ganancias, lo que no hacen los números de la tabla 4. Esto llevaría a disminuir la brecha P90/P10 en alrededor de un 10%, ya que el impuesto a las ganancias pagado por un hogar que tiene un ingreso igual a P90 —es decir, 4090 euros por mes— asciende en promedio al 10% de su ingreso, mientras que los hogares de P10 no tributan (INSEE, 1995: 19; sobre el efecto redistributivo de las retenciones y transferencias, véase cap. 4). Se llega así a una brecha P90/P10 de los ingresos disponibles ajustados según el tamaño de los hogares del orden de 3,5-4, levemente superior al de la desigualdad de los salarios.
Comparaciones internacionales
¿Cómo se compara esta brecha P90/P10 con lo que se observa en los otros países? Las comparaciones internacionales, por desgracia, son mucho más difíciles de realizar para los ingresos de los hogares que para los salarios: a menudo es difícil considerar exactamente las mismas categorías de ingreso en todos los países. Sin embargo, en 1995, luego de un ambicioso proyecto de construcción de una base de datos comparables para distintos países, se publicó Luxembourg Income Study (LIS), un estudio internacional de la desigualdad de los ingresos, por pedido de la OCDE (Atkinson y otros, 1995).
Las brechas P90/P10 de la tabla 5 son brechas de ingreso disponible; es decir, una vez descontados todos los impuestos y transferencias y ajustados según tamaño de los hogares. Por esta razón, se le atribuye a Francia una brecha de 3,5 y ya no de 5,2, como en la tabla 4, a lo que se agrega el hecho de que el estudio de la OCDE utiliza datos de origen fiscal de 1984 y no los de la encuesta «Budget de famille» de 2000[2]. Volvemos a encontrar las mismas oposiciones internacionales que para la desigualdad de los salarios: los países del sector nórdico (Alemania, Bélgica, Suecia, Noruega) —cuyas brechas salariales eran del orden de 2-2,5— se caracterizan por una brecha de ingreso de alrededor de 2,5-3, mientras que los países anglosajones —cuyas brechas salariales eran del orden de 3,5-4,5— tienen brechas de ingreso del orden de 4-5,5; otra vez los Estados Unidos tienen un récord de 5,9. Francia vuelve a ocupar una posición intermedia.
Tabla 5. La desigualdad de los ingresos en la OCDE, medida por la ratio P90/P10
Suecia |
2,7 |
Reino Unido |
3,8 |
Bélgica |
2,8 |
Italia |
4,0 |
Noruega |
2,9 |
Canadá |
4,0 |
Alemania |
3,0 |
Estados Unidos |
5,9 |
Francia |
3,5 |
Lectura: En Suecia, para integrar el 10% de los hogares más acomodados, hay que ganar 2,7 veces más que para integrar el 10% más pobre.
Nota: Se trata de la ratio P90/P10 para los ingresos disponibles ajustados por el tamaño de los hogares (Atkinson y otros, 1995).
Años: 1984 (Alemania, Francia), 1986 (Estados Unidos, Italia, Noruega, Reino Unido), 1987 (Canadá, Suecia), 1988 (Bélgica).
Fuente: LIS, Atkinson, Rainwater y Smeeding (1995: 40).
Es muy complicado comparar estos números con los pocos indicadores disponibles de la desigualdad existente fuera de los países desarrollados. Sin embargo, todo parece dar cuenta de una gran variedad de situaciones: los países sudamericanos se distinguen por una desigualdad superior a la de los países occidentales más desiguales, mientras que la mayoría de los países asiáticos, así como los países africanos menos desarrollados, se caracterizan por una desigualdad de ingresos igual o inferior a la de los países occidentales menos desiguales (Morrisson, 1996: 145-172). La comparación también es difícil respecto de la desigualdad que existió en los países comunistas, porque había muchos beneficios en especie, que son difíciles de cuantificar desde el punto de vista monetario. Los indicadores disponibles parecen mostrar brechas de ingreso real muy comparables al promedio de los países capitalistas, y por lo general superiores a las brechas más débiles de los países capitalistas (1996: 140).
Las desigualdades en el tiempo y el espacio
¿Acaso estas brechas de salario o de ingreso de 1 a 3 o de 1 a 4 entre el límite superior del 10% más pobre y el límite inferior del 10% más rico que viven en el mismo país al mismo tiempo son insignificantes en comparación con la desigualdad que separa a un occidental de 1990 de un occidental de 1900 o de un indio de 1990? La tabla 6 señala los poderes adquisitivos promedio de un obrero y de un mando gerencial alto en Francia de 1879 a 1994, medido en francos de 1994; es decir, toma en cuenta la evolución del costo de vida.
Se deben tomar con precaución estos números: a medida que uno se remonta en el tiempo, la idea misma de un índice sintético del costo de vida plantea problemas, por lo mucho que han cambiado los modos de consumo. Pero se pueden considerar como significativos los órdenes de magnitud: entre 1870 y 1994, el poder adquisitivo de un obrero se multiplicó por 8 aproximadamente. Por otra parte, esta progresión espectacular de los niveles de vida durante el último siglo capitalista se dio en todos los países occidentales. Por ejemplo, en los Estados Unidos el salario obrero por hora de trabajo se multiplicó por 11 entre 1870 y 1990, lo que equivale a un aumento promedio de alrededor del 2% anual (Duménil y Lévy, 1996; cap. 15); este corresponde aproximadamente al aumento en Francia si se tiene en cuenta la reducción de la duración anual del trabajo.
Tabla 6. La desigualdad en Francia a lo largo del tiempo (1870-1994)
Obreros |
Empleados |
Mandos medios |
Mandos altos |
|
1870 |
960 |
4360 |
||
1910 |
1760 |
6820 |
||
1950 |
2200 |
2615 |
3740 |
7330 |
1994 |
7250 |
7180 |
10 740 |
20 820 |
Lectura: Poder adquisitivo (en francos de 1994) de los salarios netos mensuales promedio de las distintas categorías socioprofesionales.
Fuente: Para 1950 y 1994, DADS, INSEE (1996a: 44, 56). Para los salarios obreros de 1870 y 1910: L’Homme (1968: 46). Ajuste 1910-1950 efectuado a partir de las series de Kuczynski para los salarios y SGF para los precios (INSEE, 1994: 142, 152). Brechas salariales entre obreros y mandos altos de 3,9 en 1910 y 4,6 en 1870, calculadas a partir de las brechas entre peones, obreros calificados y mandos altos (Morrisson, 1991: 154).
Esta brecha de 1 a 10 entre el occidental de 1870 y el occidental de 1990 es notoriamente equivalente, e incluso algo inferior, a la brecha entre el ingreso medio de un chino o de un indio de 1990 y el ingreso medio de un occidental de 1990, según las mejores estimaciones disponibles en materia de paridad de poder adquisitivo (Drèze y Sen, 1995: 213). En efecto, las brechas en términos de PNB por habitante, que a menudo son cuatro o cinco veces más elevadas, no tienen demasiado sentido, ya que están expresadas en la tasa de cambio vigente con las monedas occidentales, lo que lleva a medir muy mal las brechas reales de poder adquisitivo. Sin dudas, se aproxima más a la realidad una brecha de 1 a 10 entre el nivel de vida promedio de los países más ricos y el de los países más pobres.
En resumen, puede afirmarse que la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre de un mismo país, que puede medirse por una brecha P90/P10 en el rango de 3-4, es aproximadamente de dos a tres veces inferior a la desigualdad de los niveles de vida en el lapso de tiempo entre fines del siglo XIX y fines del siglo XX, y a la desigualdad en el espacio entre los países ricos y los países pobres. Estas dos formas de desigualdad ya no son incomparables, incluso si una es indiscutiblemente más elevada que otra.
La evolución histórica de la desigualdad
¿Estas brechas de 1 a 3-4 entre los ricos y pobres de un mismo país deberían permanecer iguales, aumentar o disminuir?
Para Marx y los teóricos socialistas del siglo XIX, aunque no cuantificaban la desigualdad de esta misma manera, la respuesta no dejaba lugar a dudas: la lógica del sistema capitalista es amplificar incesantemente la desigualdad entre dos clases sociales opuestas, capitalistas y proletarios, tanto en el interior de los países industrializados como entre países ricos y pobres. Estas predicciones pronto fueron discutidas en el seno mismo de la corriente socialista. La tesis de la proletarización no se sostiene, escribe Eduard Bernstein a partir de la década de 1890, ya que, por el contrario, se observa que la estructura social se diversifica y que la riqueza se difunde en capas de la sociedad cada vez más amplias.
Gráfico 1. El fin de los rentistas y la estabilidad de las jerarquías salariales en Francia, 1913-2005
Fuente: Piketty (2001), Landais (2007).
Sin embargo, solo después de la Segunda Guerra Mundial se pudo medir cabalmente que la desigualdad de los salarios e ingresos había disminuido en los países occidentales desde el siglo XIX, luego de lo cual se formularon nuevas predicciones. La más conocida fue la de Simon Kuznets (1955): según planteaba, la desigualdad debería dibujar una curva en ∩ a lo largo del proceso de desarrollo, con una primera fase de desigualdades crecientes durante la industrialización y urbanización de las sociedades agrícolas tradicionales, seguida por una segunda fase de estabilización, luego de disminución sustancial de las desigualdades. Este movimiento de alza de las desigualdades en el siglo XIX, luego de baja desde la segunda mitad del siglo XIX fue especialmente bien estudiada en el caso del Reino Unido (Williamson, 1985) y de los Estados Unidos (Williamson y Lindert, 1980). En este último país, se observa, por ejemplo, que la parte del patrimonio total poseído por el 10% más rico pasó de alrededor del 59% hacia 1770 a un máximo que rondaría entre el 70 y el 80% hacia finales del siglo XIX, antes de alcanzar en 1970 un nivel cercano al 50% típico de la desigualdad contemporánea de los patrimonios. Las fuentes disponibles sugieren que el mismo tipo de fenómeno ocurrió en todos los países occidentales.
Sin embargo, las investigaciones más recientes realizadas sobre Francia y los Estados Unidos (Piketty, 2001, Piketty y Saez, 2003, Landais, 2007) muestran que bajo ningún aspecto esta fuerte disminución de las desigualdades observadas durante el transcurso del siglo XX es consecuencia de un proceso económico «natural». Esta reducción de las desigualdades atañe únicamente a la desigualdad de los patrimonios (la jerarquía de los salarios no presenta tendencia alguna a la baja sobre un período largo), y en lo esencial se debe a los sucesos que durante el período 1914-1945 sobresaltaron a los poseedores de patrimonios (guerras, inflación, crisis de la década de 1930). La concentración de las fortunas y ganancias de capital nunca recuperó el nivel astronómico que tuvo en vísperas de la Primera Guerra Mundial. La explicación más verosímil pone en juego la revolución fiscal que marcó el siglo XX. En efecto, el impacto del impuesto progresivo sobre las ganancias (creado en 1914) y del impuesto progresivo sobre las sucesiones (creado en 1901) en la acumulación y la reconstrucción de patrimonios importantes parece haber previsto el retorno a la sociedad de rentistas del siglo XIX. Si las sociedades contemporáneas se convirtieron en sociedades de ejecutivos —es decir, sociedades en que lo alto de la distribución está dominado por personas que viven principalmente del ingreso de sus trabajos (y ya no principalmente de la renta de un capital acumulado en el pasado)— es ante todo por estas circunstancias históricas e instituciones particulares. Lejos de ser el fin de la historia, la ley de Kuznets es producto de una historia específica y reversible.
De las grandes leyes históricas a las incertidumbres
Pese a todo, lo que asestó el golpe fatal a la idea de una curva en ∩ que había unido inexorablemente desarrollo y desigualdad fue en especial la comprobación, en los años ochenta, de que la desigualdad estaba empezando a aumentar otra vez en los países occidentales desde la década de 1970. Esta radical inversión de la curva de Kuznets marca el final de las grandes leyes históricas sobre la evolución de las desigualdades, al menos para cierto tiempo, e incita a un análisis modesto y minucioso de los complejos mecanismos que pueden hacer que la desigualdad aumente o disminuya en diferentes puntos temporales.
Tabla 7. El aumento de las desigualdades salariales desde 1970, medido por la ratio P90/P10
1970 |
1980 |
1990 |
|
Alemania |
2,5 |
2,5 |
|
Estados Unidos |
3,2 |
3,8 |
4,5 |
Francia |
3,7 |
3,2 |
3,2 |
Italia |
2,3 |
2,5 |
|
Japón |
2,5 |
2,8 |
|
Reino Unido |
2,5 |
2,6 |
3,3 |
Suecia |
2,1 |
2,0 |
2,1 |
Lectura: En los Estados Unidos, para formar parte del 10% de asalariados con mejores pagas, había que ganar 3,2 veces más que para formar parte del 10% de aquellos con las menores pagas en 1970, contra 4,5 veces más en 1990.
Fuente: Alemania, Italia, Japón, Suecia: OCDE (1993:170-173). Francia: INSEE (1996a: 48). Estados Unidos, Reino Unido: Katz y otros (1995: fig. 1).
La tabla 7 describe la evolución de la desigualdad de los salarios en los países occidentales desde 1970. A decir verdad, la desigualdad solo aumentó en los Estados Unidos y el Reino Unido; pero en todos los países la desigualdad de los salarios cuando menos dejó de decrecer durante la década de 1980. Esto distingue a los países occidentales de los menos desarrollados, donde no se pudo detectar tendencia alguna de este tipo (Davis, 1992). En los Estados Unidos, el aumento de la brecha P90/P10 entre el 10% peor remunerado y el 10% mejor remunerado fue de alrededor del 20% entre 1970 y 1980, y luego otra vez de alrededor del 20% entre 1970 y 1990; vale decir, un aumento total del 50% sobre el conjunto del período. Esto es considerable, dado el ritmo usualmente lento de deformación de las desigualdades salariales, y vuelve a poner a los Estados Unidos en el mismo nivel de desigualdad salarial de entreguerras (Goldin y Margo, 1992). Como consecuencia lógica de esta evolución, la desigualdad de los patrimonios, que había disminuido hasta 1970, parece haber retomado una curva ascendente (Wolff, 1992).
El caso del Reino Unido es muy distinto, ya que la desigualdad de los salarios allí era muy débil en 1970, muy cerca de los niveles escandinavos, y luego de haber aumentado levemente durante la segunda mitad de la década de 1970, la brecha P90/P10 aumentó cerca del 30% entre 1980 y 1990, tanto que en la década de 1990 ese país había alcanzado a los Estados Unidos, a la cabeza de la desigualdad. En los países nórdicos, la desigualdad siguió en sus niveles anteriores, con brechas P90/P10 en el orden de 2-2,5, a pesar de una leve tendencia a aumentar. El caso de Francia es bastante específico, ya que la desigualdad de los salarios era la más elevada del mundo occidental en 1970, antes de descender rápidamente durante las décadas de 1980 y 1990, con un muy leve aumento desde 1983-1984, ya que la brecha P90/P10 alcanzó 3,1 en 1984 antes de subir a 3,2 durante el período 1984-1995 (INSEE, 1996a: 48). Por tanto, solo fue durante la década de 1970 que los salarios estadounidenses se distribuyeron de modo más desigual que los salarios franceses, mientras que el Reino Unido tuvo que esperar hasta fines de los años ochenta y el transcurso de los noventa para superar a Francia por una pequeña cabeza entre los campeones de la desigualdad (tabla 7). Incluso si el nivel de desigualdad inicial era notoriamente menos elevado, la historia italiana de la desigualdad salarial de las décadas 1970-1990 es bastante parecida a la historia francesa, ya que, luego de una rápida disminución durante la década de 1970 y a comienzos de los años ochenta, la brecha P90/P10 comenzó a aumentar desde 1984 (Erickson e Ichino, 1995).
De los salarios a los ingresos
También en esos casos la evolución de las desigualdades de ingresos está peor medida que la evolución de las desigualdades de salario. Pero los datos del LSI permiten describir las grandes líneas de evolución del indicador P90/P10 de la desigualdad de los ingresos disponibles de los hogares, ajustados según el tamaño de estos últimos (Atkinson y otros, 1995: 47). Los países en que la desigualdad de los ingresos aumentó son los países en los que la desigualdad de los salarios aumentó: la ratio P90/P10 pasó así de 4,9 a 5,9 en los Estados Unidos entre 1979 y 1986, y de 3,5 a 3,8 en el Reino Unido. A la inversa, los países nórdicos pasaron por la experiencia de un aumento moderado de la desigualdad de 2,8 a 2,9 en Noruega y de 2,5 a 2,7 en Suecia, a imagen del moderado estremecimiento de la desigualdad de sus salarios. De la misma manera, en Francia, la brecha P90/P10 permaneció estable en 3,5 desde el comienzo de los años ochenta, luego de una pronunciada disminución durante la década previa. Se puede detectar una leve tendencia al aumento de la brecha P90/P10 en Francia desde el comienzo de los años noventa, incluso si su medición estadística todavía en 1996 era bastante cercana «a los límites de la precisión de la medición» (INSEE, 1996b: 36-37). Por lo tanto, en todos los países occidentales, la inversión con respecto al período precedente es irrefutable: la desigualdad de los ingresos dejó de menguar en todas partes durante las décadas 1980-1990, a semejanza de la desigualdad de los salarios, y aumentó de manera sensible en los países donde la desigualdad de los salarios había retomado una tendencia ascendente. La curva de Kuznets está muerta y sepultada.
Sin embargo, no habría que reducir la evolución completa de la desigualdad de los ingresos a una simple traducción mecánica de la evolución de la desigualdad de los salarios, incluso si esta última indiscutiblemente es la fuerza principal en juego (Gottschalk, 1993). Por ejemplo, casi la mitad del aumento de la desigualdad de los ingresos de los hogares estadounidenses entre 1970 y 1990 se debe al aumento de la correlación de los ingresos entre miembros de un mismo hogar; es decir, al hecho de que los ingresos elevados se corresponden cada vez más a menudo con ingresos elevados, mientras que los hogares más pobres suelen ser mujeres solas con niños a cargo (Meyer, 1995). Más tarde, y en especial, los distintos países occidentales hicieron evolucionar la progresividad de sus sistemas de retenciones y transferencias de diferentes maneras desde los años setenta: si las políticas implementadas por los Estados Unidos y el Reino Unido tendían a agravar el aumento de la desigualdad de los salarios, por el contrario, estas políticas permitieron a los otros países limitar los estragos. Una comparación particularmente sorprendente se realizó a menudo entre los Estados Unidos y Canadá: los mercados laborales y la desigualdad salarial de esos dos países evolucionaban de manera similar, la relación P90/P10 de los ingresos de los hogares siguió estable en alrededor de 4 en Canadá, mientras que pasaba de 4,9 a 5,9 en los Estados Unidos (Atkinson y otros, 1995: 47). Los factores que lo explican son complejos, pero gran parte del fenómeno se comprende por las diferencias de políticas fiscales y sociales implementadas (Card y Freeman, 1993).
La desigualdad frente al empleo
Por supuesto, y de manera más general, sería erróneo resumir la evolución de la desigualdad en un país como Francia desde fines de los años setenta mediante brechas de ingreso y salario entre el 10% más pobre y el 10% más rico aproximadamente constantes. Si en muchos países, en especial en Francia, se pudo obtener una relativa estabilidad de las brechas de ingreso disponible entre hogares, es solo porque las transferencias sociales lograron compensar en cierta medida la pérdida de ingreso de actividad del número creciente de desempleados. Sin estas transferencias (fondos de desempleo, RMI, etc.), la evolución de las desigualdades de ingreso hubiese sido la misma que en los países anglosajones, a pesar de la estabilidad de las brechas salariales: la desigualdad de los ingresos del trabajo entre personas en edad activa, y no entre asalariados efectivamente empleados, ha tenido un considerable aumento en Francia desde fines de la década de 1970, a un ritmo comparable al de los países anglosajones (Bourguignon y Martinez, 1996). Ya sea que adopte la forma de desigualdad frente al empleo o bien de desigualdad frente al salario, la desigualdad real de los ingresos del trabajo ha aumentado entonces en todos los países occidentales desde los años setenta.
¿Es posible en verdad separar tan nítidamente los países anglosajones (donde este fenómeno adoptaría la forma de la desigualdad creciente frente al salario) de los demás países, donde este fenómeno adoptaría la forma de la desigualdad creciente frente al empleo? Las cifras oficiales darían pie a pensarlo, ya que indican para 1996 tasas de desempleo de 5,6% en los Estados Unidos y de 7,5% en el Reino Unido, con una tendencia rápida a la baja, contra el 10,3% en Alemania, 12,1% en Italia y 12,2% en Francia; esto es, 3 000 000 de desempleados para una población activa de alrededor de 25 000 000 de personas, incluidos asalariados, independientes y desempleados (OCDE, 1996: A24). El fuerte crecimiento de fines de los años noventa llevó a una sensible disminución de las tasas de desempleo en todos los países, sin que modificara de fondo estas brechas entre países: en 2000, la tasa de desempleo es del 4% en los Estados Unidos, y del 10% en Francia (OCDE, 2000). Sin embargo, el caso de los países escandinavos parece escapar a esta clasificación, ya que la desigualdad de los asalariados no ha aumentado mucho y las tasas de desempleo siguen siendo moderadas (un 7,5% en Suecia en 1996, un 6% en 2000).
El problema de este tipo de comparación es que la noción de desempleo solo mide una parte del fenómeno de subempleo. Por ejemplo, se observa en los Estados Unidos, desde comienzos de la década de 1970, una importante retracción del mercado laboral y de la población activa oficial de las poblaciones menos calificadas; esta evolución, comparada con la de los otros grupos de población, se explica enteramente por el derrumbe de los salarios bajos (Juhn y otros, 1991; Topel, 1993). Un gran número de personas en edad de trabajar se ve así excluido del mercado laboral, incluso si no entra en las estadísticas del desempleo. Una expresión extrema de esta evolución es el impresionante aumento de la población carcelaria. En 1995 había 1 500 000 personas encarceladas en prisiones estadounidenses, y para el año 2000 se preveía que habría 2 400 000, mientras que esta cifra era de 500 000 en 1980 (Freeman, 1996). Este aspecto del subempleo, olvidado por las mediciones oficiales en la materia, está lejos de ser una pura anécdota, ya que las 1 500 000 personas en prisión representaban por sí solas casi el 1,5% de la población activa estadounidense en 1995, mientras que los 60 000 detenidos de Francia ese mismo año representaban menos del 0,3% de la población activa. Por supuesto, sería ingenuo querer explicar por completo la evolución de la delincuencia en los Estados Unidos desde 1970 simplemente por la evolución de la desigualdad de los salarios. Pero es evidente que es más difícil ser un proletario modelo en los Estados Unidos de 1995 que en los de 1970, luego de que el salario del 10º centil cayera en casi el 50% comparado con el del 90º centil.
Así, podría ser tentador derivar como conclusión que el subempleo verdadero es, de hecho, tan elevado en los Estados Unidos como en los países europeos con desempleo. Sin embargo, sería muy exagerado, ya que por desgracia este fenómeno de subempleo encubierto no se limita al caso de los Estados Unidos: adopta otras formas en Europa, menos espectaculares pero a menudo más masivas, como lo sugiere el hecho de que el 67% de las personas en edad activa se contabilizan en la población efectivamente activa en Francia en 1996, contra más del 77% en los Estados Unidos, un 75% en el Reino Unido, y solamente un 68% en Alemania y un 60% en Italia (OCDE, 1995: A22). Este indicador, la tasa de participación en el mercado laboral, está lejos de ser perfecto, ya que pone en juego fenómenos complejos, como la participación de las mujeres y los retiros anticipados, pero sin embargo explica cierta realidad. Por ejemplo, es bien sabido que hay que crear más de un empleo, a menudo casi dos, para hacer bajar las cifras del desempleo de un desempleado en Francia, ya que una parte de los empleos creados de hecho serán ocupados por personas que en las estadísticas no figuraban como población activa, pero que estaban listas para entrar en el mercado laboral si se presentaba un empleo adecuado. El medio tiempo forzoso, es decir, la cantidad de asalariados que trabajan a medio tiempo y declaran querer trabajar más, está en pleno avance en Francia (CSERC, 1996: 50). Estas incertidumbres dan cuenta de los límites de nuestra capacidad para medir correctamente la desigualdad contemporánea fundamental, que es la desigualdad frente al empleo.