Capítulo Once

Zane cerró con fuerza la puerta de enfrente de su casa y al instante escuchó el emocionado ladrido de su perro. Z salió corriendo de la sala y se estrelló justo en sus pies. Se agachó y recogió el animal hiperactivo. Z inmediatamente pasó la lengua por su cuello.

—Oye, no me he ido por tanto tiempo —le susurró al cachorro y frotó los dedos sobre su suave pelaje.

—No mencionaste que tenías un perro.

Zane miró hacia la puerta de la sala, donde Quinn se inclinaba casualmente contra el marco de la puerta. A pesar de que Quinn era cerca de un siglo mayor que Zane, no lo parecía: su rostro se había congelado en el de un joven de veintitantos años. Su pelo rubio y ojos color avellana añadían la cualidad de un niño, y si hubiera querido, podría haberse hecho pasar por un joven de primer año de universidad, si usaba la ropa adecuada.

Zane colocó al perro en el suelo y se enderezó—. No me voy a quedar con él. Es sólo un préstamo.

Quinn hizo una mueca—. Eso es gracioso, porque me pareció ver una puerta para el perrito de acceso al patio trasero. Parece bastante permanente para mí.

Zane se encogió de hombros—. El perro tiene que hacer sus necesidades cuando estoy en el trabajo. —Entonces él se acercó a su amigo y apretó el brazo—. Me alegro de verte.

—Lo mismo. Linda cueva. —Quinn hizo un gesto con la cabeza para abarcar toda la casa—. Barrio inseguro.

—Amaury me aseguró que es una gran inversión. Además, la vida nocturna es abundante.

La cara de Quinn se dividió en una enorme sonrisa—. Y con la vida nocturna supongo, ¿quieres decir cuellos jugosos a tu disposición?

—Si fueras honesto contigo mismo, mi viejo amigo, tendrías que admitir que lo embotellado, simplemente no funciona.

Sí, sus amigos y colegas en Scanguards podían beber la sangre de una compañía fantasma que se hacía pasar por un centro médico adquirido, que embotella la sangre y la envía a los vampiros en todo el país. Pero Zane no tocaba esas cosas.

—No hay nada mejor que sangre caliente directamente de una vena. Pero sigue adelante y síguete mintiendo a ti mismo. —Zane entró a la sala y se dejó caer sobre el sofá.

—¿Qué es lo que te está molestando? —Siguió Quinn y se dejó caer junto a él.

Tratando de desviar la atención de lo que realmente lo molestaba, Zane decidió llevar la conversación hacia un tema más tangible. Que era mucho más claro, pero igual de peligroso—. Alguien trató de matarme ayer.

—¡Mierda! —Dijo Quinn y miró hacia los lados—. ¿Quién fue?

Z entró balanceándose en la habitación y ladeó la cabeza, mirando a los dos.

Zane torció la boca—. Un asesino.

Hizo un movimiento de la mano invitando a Z, y el perro saltó y se instaló en su regazo.

—Maté a su padre el año pasado. Quería vengarse de él matándome a mí.

Quinn asintió con la cabeza—. ¿Acaso escapó?

Zane se burló—. ¿Me veo como si hubiera dejado escapar a un asesino?

—Oye, no estoy tratando de insultarte.

Zane gruñó. Casi se arrepintió de haberle contado a Quinn sobre su pasado… o al menos parte de él… en un momento de debilidad hace unas cinco décadas atrás. Era la única razón por la que Quinn no lo juzgaba por los asesinatos que había cometido. Debido a que los asesinatos habían sido ejecuciones. Y le permitía hablar con al menos una persona sobre las cosas que había hecho. En ocasiones, había sido un gran alivio.

Zane sacó la insignia y la llave de su bolsillo del pantalón y se los tiró a Quinn, quien los atrapó sin esfuerzo—. He encontrado esto en él.

Quinn examinó los artículos—. La llave parece que pertenece a un casillero.

Zane asintió con la cabeza—. Se me ocurrió lo mismo. ¿Y la insignia? ¿Alguna vez has visto ese símbolo antes?

Quinn negó con la cabeza y giró el objeto en su mano—. Mmm. Raras esas dos partes —comentó—. Esa ola en el medio podría ser un río, pero también podría indicar que algo está roto por la mitad.

Él acercó la insignia a sus ojos—. El símbolo en la parte superior se ve como una «u» sin el trazo hacia abajo, pero con un asa a la derecha en su lugar. Y el símbolo de abajo es su misma imagen en el espejo. —Miró hacia arriba—. ¿Podría indicar alguna ecuación matemática?

Zane alcanzó la insignia, tomándola de las manos de Quinn para darle otra mirada. Él la había mirado durante horas después de matar al hijo de Brandt, pero no pudo encontrar ni pies ni cabeza.

—Nunca he visto un símbolo matemático como este.

—Tal vez la línea del medio significa que las dos piezas van juntas —sugirió Quinn.

Zane reorientó sus ojos e imaginó desaparecer la línea. Mientras las dos partes se acercaban la una a la otra, formaron un símbolo con el cual estaba muy familiarizado.

—Es una esvástica rota.

—Pareces sorprendido. Teniendo en cuenta quién era el hombre que mataste el año pasado, no deberías estarlo.

Zane sacudió la cabeza—. Nunca he encontrado nada como esto en Brandt o los demás. Entonces ¿por qué en su hijo? ¿Y por qué romper la esvástica en el medio? ¿Por qué no admitir lo que son?

—Tal vez la línea quebrada significa otra cosa.

La inquietud se deslizó sobre la espalda de Zane y llegó hasta su cuello—. Es demasiado obvio. No me gusta esto. Casi como si la vieja guardia siguiera ahí, pero ahora sus hijos la hubiesen tomado y pusieran su propio sello a las cosas.

—¿Para qué? Los nazis nunca se levantarán de nuevo. Ningún gobierno en este planeta lo permitiría.

—¿Qué pasa si no se parecen a los nazis? ¿Qué pasa si nadie se da cuenta de que son lo mismo, sólo que vestidos de manera diferente?

Quinn tomó una respiración profunda—. Creo que estás creando una montaña de un grano de arena. El muchacho quería vengar la muerte de su padre, eso es todo. Cualquiera hubiera hecho lo mismo. Eso no quiere decir que hay una gran conspiración detrás de todo esto.

—¿Qué estás diciendo? ¡Escúpelo!

—¿Alguna vez pensaste que podrías estar un poco paranoico, creyendo que todavía están tras de ti?

Zane dio un salto, el perro en su regazo se deslizó fuera de él, gimiendo en el proceso—. ¿Paranoico? ¿Crees que soy paranoico? Brandt dijo que estaba ansioso de decirle a Müller que me había encontrado. Todavía está por ahí en alguna parte.

Zane apuntó con su mano hacia la ventana, su mirada instintivamente cayó hacia su dirección. En algún lugar, ese hijo de puta seguía escondido y viviendo una vida que no merecía.

—Tal vez es hora de dejarlo —sugirió Quinn.

Zane gruñó, permitiendo que sus colmillos descendieran para dar énfasis a su desaprobación—. Voy a dejarlo cuando Müller esté muerto y no antes de eso. —Levantó su mano, apretándolas de la forma en que las enrollarían alrededor del cuello de Müller justo antes de que lo amarrara con cadenas de plata y lo colgara a esperar la salida del sol. Una estaca sería demasiada buena para Müller. Demasiado humano.

—Te está consumiendo.

—¿Qué eres, mi psiquiatra? Pensé que éramos amigos, pero si eso es demasiado pedir, sabes dónde está la puerta. Úsala. —No necesitaba un amigo que le diera la espalda, o que tratara de alejarlo de su misión.

Quinn lanzó un suspiro—. ¿Qué necesitas que haga?

Aliviado, Zane dio una señal de aprobación. Él nunca lo admitiría, pero si Quinn hubiera decidido irse, habría sido difícil de tragar.

—Envía un dibujo de este símbolo a tus contactos y mira si algo aparece. Alguien tiene que haberlo visto antes. Debe significar algo.

—¿Sabes algo más sobre el asesino?

Zane se encogió de hombros—. Tenía un acento sudamericano. Lo cual era de esperarse del hijo de Brandt, pero su inglés era bueno. Eso me dijo que había estado en el país por un tiempo. No llevaba nada con él, sólo la llave, la insignia, y algunas monedas. Incluso si vive en este país, habría tenido que esconder su identidad y algo de dinero en alguna parte. Sospecho que hay una casilla en alguna parte. También mencionó que Müller lo recompensaría.

—Así que él lo envió.

—Es posible. Pero Müller no parece saber dónde estoy. Era más como si el tipo estuviese en una pequeña misión independiente.

—Le echaré un vistazo. Deberíamos encontrar algo en el símbolo, y la llave debe ser rutina. Empezaré en el aeropuerto y veré si utilizó alguna casilla allí. Sería el lugar más lógico si voló desde fuera de la ciudad. —Quinn hizo una pausa y luego sonrió—. Y ahora que el negocio sucio está fuera de nuestro camino, me dirás lo que realmente está pasando.

Zane se dejó caer en el sofá. Al instante, el perro lo miró con esos ojos de perrito. Dio una palmada en la mano sobre el muslo una vez, y el animal saltó a su regazo.

—Nada nuevo, lo mismo de siempre.

Y esa respuesta sería la amplitud de la que Quinn oiría hablar de ese tema. De ninguna manera Zane hablaría de su misión actual y más específicamente sobre Portia, la mujer que le había revuelto el cerebro como si lo hubiese arrojado en una licuadora y accionado el interruptor.

***

Portia apartó la mirada y fingió estar interesada en la comida en el plato. La cafetería estaba prácticamente vacía. Oliver estaba en la puerta, mirándola pero dándole su privacidad. Ella y Lauren se habían salteado una clase para tener tiempo para hablar. Ahora deseaba que ella nunca hubiera dicho una palabra acerca de lo que la estaba molestando.

—¿Ese tipo desagradable? Estás bromeando, ¿verdad? Por favor, dime que estás bromeando —instó Lauren y colocó su mano sobre el antebrazo de Portia.

Portia sacudió la cabeza—. Cuando me besó… —Su mundo se había dado vuelta con ese único beso. De pronto se había dado cuenta de lo que se había perdido en todos estos años.

—Puedes tener a alguien mejor que él —afirmó Lauren.

—Es curioso, él dijo lo mismo. —Pero ella no se lo tragó. ¿Por qué un hombre se sentiría atraído a ella… y era claro que lo estaba… y a su vez rechazaría su oferta de sexo sin ataduras?— Está loco.

Lauren alzó las cejas—. ¡Los dos lo están! No puedes hacer esto, no con alguien como él. Quiero decir, imagínate su cabeza calva cerniéndose sobre ti mientras está… ¡Puaj!

—Su cabeza me parece atractiva, y, de hecho, creo que es muy sensible ahí. —No se le había escapado que se había estremecido cuando ella le había acariciado la cabeza. Y cómo le había pedido que lo hiciera de nuevo.

—¡Puaj! —Lauren agitó sus manos delante de ella—. ¡Borra, borra, borra! No puedes dormir con él.

—No te hagas la Madre Teresa conmigo. Además, él me rechazó. Quiero decir, ¿puedes creerlo? Como si yo fuera un patito feo. —Le había dolido el exponerse sólo para ser rechazada con frialdad.

—¿Él, qué?

—Escuchaste bien.

—¡Qué imbécil! No tendría por qué haberte rechazado. Debería haber estado incluso agradecido de que lo consideraras. ¿Quién se cree que es?

El tipo más sexy que ella haya visto, Portia quería gritar, pero se abstuvo de la necesidad, porque no quería dar más munición a Lauren para que la usara contra de ella.

—Exactamente —lanzó ella en su lugar.

—¡Él no puede salirse con la suya! ¿Cómo se atreve a tratarte como si fueras un florero? ¡Imbécil! —Lauren dio un puñetazo sobre la mesa, por lo que las bandejas saltaron. Un estudiante sentado cerca de ellas las miró, antes de volver la cabeza a su libro.

—Puedes tener a cualquier hombre que desees, Portia. —Los ojos de Lauren se deslizaron sobre el cuerpo de Portia—. Eres bonita, tienes un gran cuerpo, buenas tetas. Cualquier tipo estaría encantado de hacértelo.

Portia se encogió ante las crudas palabras.

—Lo siento —dijo Lauren tímidamente—. Lo estoy llamando como es.

—Cierto. —Pero Portia no quería a ningún otro tipo, quería a Zane.

Era el primer hombre que la había hecho sentir algo. Su cuerpo había bullido con su tacto, su beso fue tan ardiente que pensó que se prendería en llamas. Con él, ella no tenía miedo que su primera vez fuera sólo un asunto clínico. Si Zane la tocaba y la convertía en mujer, ella sabía que disfrutaría de ello a pesar de lo que le había advertido.

No creía que fuese a ser cruel con ella. Su beso no había sido cruel. Por el contrario, la había convencido. Sí, él había sido exigente, pero había esperado hasta que ella le permitiera ir más allá. Y cuando había lamido sus colmillos, prácticamente había explotado. Ella no había tenido ni idea de cuán excitante era que otro vampiro le acariciara los colmillos de esa manera. Con tanta suavidad, tanta pasión.

—¿Qué voy a hacer ahora? —Portia levantó la cabeza y miró a su amiga.

Lauren le dio una sonrisa resignada—. ¿Estás segura que no puedo convencerte de lo contrario?

Portia asintió con la cabeza—. Lo quiero a él.

—¿Qué fue exactamente lo que te dijo cuando te rechazó? Y sé específica, no dejes nada fuera. Cada palabra es importante.

Confiando en la experiencia de su amiga con los hombres, Portia se acercó en su silla y bajó la voz. No había necesidad de que nadie escuchara lo que tenía que decir.