SALUDOS

a mi hermano Lucifer, quien se engaña a sí mismo al suponer que puede discernir el futuro:

Nuestro Padre ha recibido tus condolencias por tu próximo plan, y como sabe que en eso eres sincero, te da las gracias. También me ha dicho: “Informa a Mi hijo Lucifer que si él inventa los caminos de la muerte para todo Limpo, y seduce a Mis hijos en ese gracioso planeta, es posible, como sucedió antes, que Yo ya haya diseñado los caminos de su salvación. ¿Alguna vez he abandonado a Mis hijos por doquier? Que Mi hijo Lucifer recuerde eso.”

Debo confesar que estoy de acuerdo en que el bárbaro es el menos ofensivo entre los hombres y que las civilizaciones producen atrocidades, porque así como se extiende el bien, se extiende el mal. El bárbaro sólo obedece las leyes y mandatos de su cuerpo, y éstos son muy simples y sin ninguna sutileza tortuosa. Pero el hombre “civilizado”, cuando es completamente corrupto, como lo es ahora en Terra y en otros mundos, busca más que la obediencia tranquila de las leyes de su cuerpo: exige gobernar las mentes y las almas de los hombres; pensarán como él desea que piensen, o los matará de una u otra manera, ¡cada una más endiablada que la última! Dominará sus corazones y sus pensamientos, sus idas y venidas, sus ventas y compras, y reinará sobre sus creencias personales, sobre las más pequeñas manifestaciones de sus actividades, sobre sus hijos y sus esposas, e incluso sobre lo que echan a sus ollas. Porque el hombre “civilizado” es inefablemente vulgar, y un fisgón, y no permitirá privacidad ni la más insignificante fantasía de su corazón a otro hombre. El debe dirigir y aconsejar siempre, y es el más siniestro practicante del dudoso arte del voyeurismo. En suma, es una criatura obscena, y en esto no disputo contigo. En Terra han existido civilizaciones anteriores que eran obscenas, pero ninguna tan espiritualmente lasciva como la actual, ninguna tan descolorida y esencialmente estéril, ninguna tan monótona y sin imaginación. Casi resulta imposible creer que mi hermano Lucifer, tan brillante y de tan admirable belleza, pueda haber visitado este mundo fastidioso y vacío. En cuanto a mí mismo, yo prefiero el esplendor del bárbaro y el salvaje amor por el drama verdadero, a los libros polvosos y lascivos y la falta de sangre del hombre moderno. Como tú has dicho, uno es hombre y el otro no, y Nuestro Padre ama a los hombres.

También estoy de acuerdo en que no es muy amplio el abismo entre el bien y el mal. En verdad, solamente mide el grueso de un cabello. ¡Sobre todo tú deberías saber eso! El tráfico que cruza ese cabello es tumultuoso según hemos observado, y hemos observado también que, si es fácil caer en el mal, el regreso es casi igual de fácil. Ambos requieren de un acto de la voluntad, y la voluntad de un hombre no se paraliza nunca, no, ni siquiera en el hombre malvado. Un esclavo merece ser un esclavo porque no tuvo el coraje de negarse ni el honor de luchar por su libertad, ¡lo cual debería ser para él definitivamente más importante que su vida! Sin embargo, los hombres han rechazado antes la esclavitud, y es posible que la rechacen de nuevo. La esclavitud es un mal, pero es el mal del esclavo y no del amo. Los oprimidos son culpables de su opresión, los ansiosos de su ansiedad, los desesperados de su desesperación. Para ser libres sólo necesitan ser hombres, como los hizo Nuestro Padre. Los gobiernos dictatoriales no surgen por las faltas de unos pocos, ni siquiera por la ambición de unos pocos. Sus pueblos accedieron a ellos, y consintieron en ser gobernados por ellos, porque eran cobardes. Sólo hubo una sola y verdadera Víctima en Terra. Las interminables multitudes que han formado la humanidad a través de los siglos gimiendo que fueron “víctimas” indefensas, no parecían saber que proyectaron su propia victimación, con su pusilanimidad, su descuido, su excesivo optimismo al creer en la bondad “innata” del hombre, su falta de imaginación o su lógica falta de confianza en sus congéneres. Una ciudad que se rinde sólo se debe culpar a sí misma por sus cadenas. Y por no haber preferido la muerte a la esclavitud porque la muerte no es nada, mientras que el deshonor es inmortal. Sin embargo, ¡cuántas veces le has susurrado al hombre que es mejor vivir de rodillas que morir como un hombre sobre sus pies, y lo has convencido de que la mera existencia física es de mayor valor y que debe acariciar, calentar, alimentar, consentir, decorar y abrigar su carne a todo costo, incluso al costo de su hombría! No hay mayor bajeza del espíritu humano.

Despertar de la Piedad de Dios, como lo hacen tantos incalculables millones de hombres, es como lo ha dicho Nuestro Mismo Padre, la mayor ofensa que se le puede hacer a Él. Sin embargo, los hombres siempre se desesperan y no luchan por su libertad, que fue un don de Dios, porque no entienden que cuando pierden la libertad del cuerpo pierden algo mucho más grande; la libertad del alma. El hombre rendido, que no sólo entrega su esperanza en el mundo sino también su esperanza en el Cielo, cuando accede a la más pequeña cadena hasta bajo el pretexto del “bienestar para todos”, comete un acto de pecado como si hubiera consentido en ser mutilado y esclavizado para siempre. Sobre todo, es responsable de su propia alma, y no puede revocar esa responsabilidad sin la más lamentables consecuencias. Sólo el fuerte puede proteger al débil. Sólo el noble de corazón puede inspirar a otros hombres a la nobleza, al sacrificio, a la autodisciplina, al amor. Sólo un hombre piadoso puede conocer a Dios, pero esto es algo que los hombres de Terra y otros mundos caídos rechazan, y en ese rechazo verdaderamente mueren sus almas, y se convierten en tus esclavos por su propio consentimiento, por su propia voluntad.

Así lo he dicho a los hombres de Limpo. Los visité sólo ayer, en su tiempo, y me saludaron con expresiones perturbadas y solemnes, y un poco reservados, porque tu trabajo de seducción lo realizaste bien, Lucifer. Estas fueron mis palabras: “El Dragón los someterá, como ha sometido a otros mundos, y los privará de la libertad de extender las posibilidades de su espíritu; los convertirá en sus esclavos, y los esclavos no tienen ninguna posibilidad. No deben esperar que amplíe sus horizontes, sino que los confine a la prisión, impidiéndoles el ejercicio de su idealismo innato y de su amor por la creación. Los hundirá en sus propios engreimientos y vicios, y ustedes odiarán a todos los que discrepen con sus comportamientos. Cierto día, cuando Nuestro Padre lo decida, y ustedes no hayan caído en su vanidad, y su falaz ilusión de que tienen derecho a gobernar mundos inferiores no hay resultado en agresión contra otros, Dios les dará la oportunidad de llevar sus inventos, sus aspiraciones y sus virtudes a mundos menos afortunados que el suyo. Pero no serán mundos caídos, sino sin pecado, como ustedes están aún sin pecado. Entonces en verdad se mostrarán ansiosos por aprender de ustedes, y los amarán como ustedes los amarán a ellos en el Nombre de Dios. Habrá regocijos mutuos y verdadera comunión entre los hermanos, e intercambio de maravillas y sabiduría.”

“Pero si ustedes escuchan a mi hermano Lucifer extenderán el pecado, la maldad y la muerte a través de todos los mundos que consigan, y estas leyes gobernarán también en Limpo, y sus hijos sabrán lo que es morir, sufrir y desesperarse. Es su elección.”

¿Es él verdaderamente un arcángel? pregunto uno de ellos.

Él es verdaderamente un arcángel.

¿Es él uno de los hijos de Dios, como dijo?

Él es verdaderamente uno de los hijos de Dios.

¿Por qué Dios le permite seducir las almas de los hombres, destruirlos y traerles la muerte?

No lo permite Dios, sino los mismo hombres. Es su elección.

Ay exclamó una de las mujeres; nosotros sólo somos carne y él es un gran espíritu. ¿Cómo podemos luchar contra sus maniobras?

Ustedes tienen el poder de Dios como su armadura y su espada, y Su Promesa.

Pero si nosotros nos mantenemos sin pecar, ¿cómo convenceríamos a nuestros hijos?

Si ustedes no caen, entonces sus hijos tampoco caerán.

¿Y si lo hacen a pesar de todas nuestras esperanzas y oraciones?

Tendría que ser su elección, porque Dios no le niega a ninguno de Sus hijos el libre albedrío. Este es su deber entonces: enseñar a sus hijos que nada es más importante que la Ley de Dios y Su amor. Si ustedes les enseñan esto con diligencia, ellos no se apartarán pero deben permanecer vigilantes en su enseñanza, nunca descuidados, o demasiado absortos con los asuntos de su mundo. Eso también es pecado.

Ya habían nacido algunos niños en Limpo y dormían en los brazos de sus progenitoras; vi sus rostros puros y radiantes, sin pecado y sin culpa, y les dije a sus madres:

Manténganlos así, seguros, y sobre todo en el temor de Dios. Pongan en sus pórticos Su Señal y guarden en su corazón Su Palabra; construyan templos para Él y nunca olviden, porque olvidarse de Dios es la más terrible maldad. Después de la generación de éstos, sus hijos, yo ya no los volveré a visitar excepto en espíritu, y entonces no me verán. Pero recuerden siempre lo que les he dicho, para que sus hijos no mueran y con ellos sus hijos.

Esta vez no les hablé con gentileza, como lo había hecho antes, sino con severidad, porque están en juego todo un mundo. Al ver mi semblante sintieron temor, y yo me alegré de su temor.

Uno de ellos dijo:

Le diremos: “¡Vete, padre de las mentiras y de la esclavitud y de toda la corrupción y la muerte! Nada tuyo queremos, y nunca más te escucharemos.”

Así sea contesté. Es su elección, y debe ser también la elección de sus hijos, y de los hijos de ellos, para siempre, para que no mueran todos. Ustedes han observado un pequeño mundo llamado Terra, en los límites externos de ésta, mi propia Galaxia, que es la suya, y han visto lo que es caer y conocer la muerte. Yo no les puedo revelar su futuro, porque sólo Dios lo conoce. Que sea suficiente para ustedes saber que a través de los milenios de Terra sólo han gobernado el temor y el horror, la sangre y la guerra, las oscuras eras de desolación y la caía y surgimiento de continentes, los desastres, la crueldad, la maldad y la esclavitud. Ahora, sólo son palabras para ustedes, pero si ustedes caen, serán su propia realidad también.

“Una vez los habitantes de Terra moraron en un Jardín como en el que ustedes viven ahora, y todo era calor, paz, amor, fantasía, inocencia, vida e inmortalidad, risa y júbilo. Los hombres amaban a Dios, como ustedes lo aman. Él paseaba con ellos por el Jardín, como lo hace con ustedes, Escucharon Su Voz, como ustedes la escucha. Ellos llamaron Padre y Señor, como ustedes también lo nombran. Él se deleitó en ellos, como se deleita en ustedes. Su ángel los visitó a ellos, como yo los visito ahora a ustedes.”

¿Y sin embargo cayeron? dijo un hombre joven, temblando.

Ellos cayeron.

¿Escucharon las palabras de Lucifer? preguntó otro.

Escucharon y todavía escuchan, además.

¿Cómo es posible? exclamó uno.

¿No lo escucharon también ustedes? Él va a regresar, porque siempre regresa. Y cuando lo haga sus sugerencias van a ser más engañosas, y pudiera ser que ustedes las aceptaran, pues no sólo va a hablar cuando regrese de nuevo, sino que los va a deslumbrar con maravillas que no existen y va a encender sus espíritus si ustedes lo escuchan y no se apartan de él de inmediato.

Los miré más severamente antes de partir. ¿Podrás seducirlos tú? Ni siquiera lo sabes, sino sólo Dios.

Anoche Terra tuvo un visitante, como los tiene tan seguido: Ella, la Madre del Señor, María. Te vi observándola, como yo la observaba, cuando se deslizó sobre la faz de Terra expresando un gran pesar en sus ojos inocentes y un gran dolor en su rostro. Pero solamente tú y yo la vimos, porque los hombres se han cegado a sí mismos con tus seducciones. Ella caminó como ha caminado siempre, con toda su belleza, majestad, gentileza y amor. Hizo una pausa, mientras suspiraba, y levantó sus manos radiantes en oración, porque en este pequeño mundo nació y ella lo ama. ¿No murió sobre él y para él su Hijo? ¿No trataron de reformarlo las generaciones de su raza? Su padre y su madre fueron hechos de su polvo, como ella y su Hijo también lo fueron.

María iba coronada de esplendor, sus ropajes eran como el relámpago y cuajados de estrellas; se veía eternamente joven. Te encontró y tú la miraste en silencio; ella no dijo palabra, pero al fin tú cubriste tu cara con tu mano y te retiraste en silencio. Había lágrimas sobre su rostro, tal vez porque se acordaba que tú alguna vez fuiste amado por Dios. Y suspiró no sólo por Terra, sino por ti.

¿No te conmueve un poco, sólo un poco, su tierno interés?

Tu hermano, MIGUEL