SALUDOS
a mi hermano Miguel, quien disimula su temerosa inseguridad bajo el énfasis patético de la certidumbre:
Terminará en Terra, como yo lo he proyectado, porque Nuestro Padre no se opone a la voluntad del hombre, y si yo personifico la voluntad de los hombres, ¿cómo puede entonces triunfar Nuestro Padre? Los hombres de Terra han anunciado su condenación jubilosa a través de sus gobiernos, y la abrazan con ansia. Cuando las multitudes, multiplicadas por el fuego que evocaron, vean mi rostro, yo les diré: “¡Hermanos, bienvenidos a la morada que ustedes han forjado en sus vidas, en sus pensamientos y almas, porque es de ustedes. Con toda seguridad es de ustedes.”
Una vez, no hace doscientos años todavía, los hombres del continente de Norte América fueron los arquitectos de una teoría de gobierno verdaderamente magnífica, basada en la justicia, en el orden, en la libertad y en la ingenua creencia de que la mayoría de los hombres son íntegros y confiables. Fue fácil pronosticar el fracaso absoluto de tan sabio gobierno, porque los hombres son estúpidos y prefieren cobijarse en los brazos de la esclavitud a pararse ante los vientos de la libertad y vivir de acuerdo con este difícil camino, y por su naturaleza prefieren robar que trabajar, dormir que vivir, comer que pensar, traicionar que ser fieles, deshonrar en lugar de honrar. Frente a esos hombres inteligentes y desinteresados que fundaron el gobierno del norte de América se encontraba la evidencia de la historia, pero eligieron ignorarla. ¿Pensaron que rasguñando con sus plumas apasionadas podrían elevar la mezquina estatura de los hombres? Tenían las palabras del Cristo: “¿Quién, por el hecho de pensar, puede añadir un cúbito a su estatura?” Aquello que nació por un canal debe regresar a él, y ningún esfuerzo de los caballeros bien nacidos va a elevar nunca a un puerco a la estatura de un hombre. Un sueño sigue siendo sueño. Pero la realidad es el horror de los de mente noble. Yo veo el siglo veinte, como lo llaman ellos, de los hombres de Terra, y sé que es la locura, acompañada de tambores, el único poder temporal en todo ese mundo desastroso. No fui yo quien lo hizo, sino tiernos soñadores que rehusaron ver la naturaleza del hombre y tratar con ella, y así evocaron la locura en los gobiernos y en los individuos. La verdad, Miguel, como tú lo sabes, no puede evadirse excepto al costo de la locura.
Pero ya es suficiente sobre esa pequeña tierra inmunda, que yace apestando apretada por mi mano. No es sino basura sangrienta, lista para entregarse al verdugo que se ha preparado a sí misma. Yo no puedo evitar el felicitarme a mí mismo, porque en este siglo, en Terra he tenido un éxito absoluto. Fui yo quien le inspiró la superficialidad, la distorsión en las artes, la “música” salvaje y demencial, la obsesión, las almas que nunca conocieron la risa, los ansiosos observadores de la conducta de otros, cuando su propia conducta era incalificable; los envidiosos, los perezosos, los gimoteadores, los inconformes, los destructivos, los mentirosos y los fantasiosos, los buscadores de chismes, los desviados, los obstaculizadores, los filósofos de gobiernos que sólo abogan por los miembros más viles de sus sociedad, los maestros de la falacia, los tolerantes del mal que eran también los traductores de la virtud, los frívolos, los planificadores de la Sociedad Excelente, ¡el infierno los reciba!, y también a esos que creyeron que la suciedad tiene su propia verdad y despreciaron a los de corazón puro. En resumen, los improductivos, los torcidos, los frenéticos, los salvajes y los groseros. Estos son mis demonios, yo los levanté de mis infiernos para infestar Terra, y los hombres de ella los recibieron con amor y deleite.
Mi única desilusión es que mis demonios no hayan trabajado mucho. No fue necesario; había muy pocos en Terra que se les resistieran, y la resistencia es necesaria para el regocijo de los demonios. Es extraño decirlo, pero la pequeña banda de los buenos y justos ven los rostros de mis demonios y sus reflejos en los rostros de los hombres y susurran entre ellos: “¡Estos no se parecen a los hombres en sus rasgos o en sus ojos! Parece que son una Nueva Raza, en sus facciones y en su comportamiento, y un enigma terrible, porque la tierra nunca antes conoció a estas criaturas distorsionadas!” Están en lo cierto. Incluso Terra nunca antes los conoció, pero yo estoy fastidiado de ese mundo y voy a apresurar su destrucción.
Escuché divertido cuando arengaste a los hermosos hombres y mujeres negros de Limpo. Hiciste un llamado a sus emociones más simples, pero ¿has olvidado que Nuestro Padre les dio inteligencias superiores? Y los inteligentes son los más fáciles de seducir, porque pueden presentar mil argumentos contra una sola cuestión, o en favor de ésta. La inteligencia no siempre produce constancia y resolución.
¡Al contrario! Como está abierta a muchas conjeturas, y no puede decidir entre ellas, está llena de irresolución. Y, desafortunadamente, tolerancia.
Así que, después de tu última visita inocente a Limpo, me aparecí ante sus ocupados habitantes, los cuales me miraron asustados. Les sonreí, y entonces vacilaron. Un hombre joven me dijo:
Tienes la apariencia y el color del relámpago, y tus ojos son azules como los ojos del Señor Miguel, el arcángel que nos protege y nos guía. Tu cabello es negro como el nuestro, pero tienes la estatura y la apariencia gloriosa de un arcángel, y eres muy grande y hermoso. ¿Quién eres?
Yo dije, aún sonriendo:
Soy ese a quien Miguel llama Dragón. Dime, ¿soy tan brutal y odioso de aspecto, tan detestable y poco dispuesto, que ustedes deban alejarse de mí con disgusto?
Las damas, benditas sean, contestaron:
No, eres espléndido más allá de lo imaginable.
Soy aquel a quien Dios llamó Su Estrella de la Mañana. Soy de hecho un arcángel, el más poderoso de todos ellos, porque Dios me dio el poder, y yo me levanté por Su mano y Él me amó seguí yo.
Entonces dijo dudoso uno de los jóvenes. ¿eres bueno y no malo?
Esa es cuestión de opiniones solamente le contesté.
También es una cuestión subjetiva. Esa pregunta no tiene lugar en el reino de la realidad.
Es delicioso conversar con una raza inteligente.
El Arcángel Miguel nos ha prevenido contra ti dijo un hombre joven mirándome con temor y retrocediendo. Pero yo sonreí con soberbia.
Miguel es mi muy querido hermano dije. Él es más joven en tiempo que yo, pues fui creado antes que él por Dios, a Quien ustedes honran. No existe nadie tan apreciable en mi corazón como Miguel, excepto Nuestro Padre.
A los inteligentes siempre se les seduce con comportamientos y argumentos razonables, y especialmente cuando uno parece estar de acuerdo con ellos. De manera que los hombres y mujeres de Limpo se me acercaron más y me observaron, encantados. Las mujeres estaban particularmente cautivadas, pues ellas no pueden resistir la belleza masculina. Yo miré lentamente y con admiración a su hermoso mundo y suspiré como embelesado.
¡Qué infinitas posibilidades hay aquí! exclamé.
Se nos ha advertido que no mantengamos conversación contigo, Lucifer me dijo un hombre joven, vacilante.
Oh, vamos dije con indulgencia. ¿Son ustedes niños sin voluntad? Lo que ocurre es que Miguel no aprecia sus intelectos, porque él le teme al intelecto en los hombres. Él preferiría que ustedes permanecieran siempre infantes, incapaces de ordenar su propio destino y realzar el resplandor de su insigne mundo. ¿Desean vegetar en un jardín todas sus vidas, o cubrirse de gloria más allá de las otras razas de hombres en todos los otros mundos?
Como tú lo has dicho, Miguel, Nuestro Padre dio a los hombres de Limpo alguna vanidad inocente, y fue a través de este don que yo me les acerqué.
No va a ser un pequeño jardín para siempre dijo un hombre joven: crearemos ciudades de belleza y grandiosidad estupenda, llenas de luz, música, felicidad, alegría y amor de Dios. Esas ciudades las van a habitar nuestros hijos y los hijos de sus hijos, y nosotros los vamos a contemplar y adoraremos a Dios, Quien ha dispuesto todo.
Es cierto contesté yo; nada podrá sobrepasar a Limpo en los interminables universos, si ustedes están dispuestos a aceptar mi ayuda. Yo amo la belleza sobre todas las cosas; amo el intelecto, el cual, ay, Miguel no. ¿Quién podrá igualarse a ustedes, hombres de Limpo, quienes pronto tendrán los medios de elevarse entre todos los mundos, y extender hacia ellos los frutos de su conocimiento? Ciertamente es su deber, ¡es su deber! Existen multitudes de mundos que viven en la oscuridad y en la ignorancia y tienen una mentalidad inferior. Ustedes les llevarán el poder de sus mentes, sus inventos, su perspicacia, su magnífica inclinación por lo majestuoso y hermoso, su pasión innata por el arte, la sabiduría y la filosofía. ¿No es Limpo vuestra madre y vuestra alegría? ¿Cómo es posible que le nieguen a otros mundos lo que vuestro mundo posee? ¿No es eso el máximo egoísmo y una gran desconsideración para con las almas de otros?
Ellos reflexionaron intranquilos. Luego yo levanté mi mano y en los dorados cielos apareció ante ellos la imagen de Terra, y los dejé morar por un momento en los horrores de ese mundo repulsivo. Observaron asombrados, empavorecidos e incrédulos. Les permití escuchar el clamor de las voces enloquecidas, el choque de las armas, las caras estúpidas y afiebradas de los líderes, sus ojos salvajes y sus gestos convulsos. Los dejé estudiar los gobiernos.
Entonces gritaron, estremeciéndose y escondiendo sus rostros en las manos: “¡Eso no existe! ¡No puede existir! ¡Tanta ferocidad y bestialidad no puede haber en el universo!”
Yo dije:
Desafortunadamente, ustedes han visto la realidad, no sólo en ese pequeño mundo, sino en incontables otros mundos. ¿No se compadecen sus corazones, y les hacen preguntarse por qué permite Dios esas pesadillas?
Un joven dejó caer sus manos lentamente, y sus ojos estaban dilatados de terror por lo que había contemplado.
De hecho insistí, ¿por qué lo permite Nuestro Padre? Para ser honesto dije, ellos lo eligieron por sí mismos. Fueron credos inferiores y bajos, pero no sé por qué. Solamente Dios puede contestar esa pregunta. ¿No les ha dicho ya Miguel que es su obligación mejorar su raza y sus logros?
Es verdad dijo una dama. Estaba sudando copiosamente, pero noté con satisfacción que ¡ocultaba el hecho a su esposo! Te doy las gracias, Miguel.
¿Cómo pueden, pues, mejorar su raza y sus logros? Trabajando incesantemente. Pero es su deber desplazar la fealdad por la belleza, la oscuridad por la luz, la estupidez por la sabiduría, en todos los mundos. ¿No se han enternecido sus corazones por lo que han visto? ¿Pueden ser tan crueles para negar a otros mundos lo que ustedes ya poseen? Esa es arrogancia intelectual y no hay nada que Dios desprecie más. Sí, yo sé que Dios les dio sus intelectos. ¿Pero desea Él que ustedes los tengan solamente para sí mismos? Si Él los hizo así, ¿no es su deseo que ustedes compartan sus dones con otros? Si ustedes son de origen divino, ¿no son dignos de gobernar otros mundos en santidad, justicia, paz, gracia, conocimiento y felicidad? Deben recordar que Dios ha creado millones de universos, y ha dotado a algunos de ellos con almas y mentes superiores. ¿Espera Él que ustedes permanezcan ociosos? ¡No! Seguramente es Su voluntad que ustedes ayuden a mejorar los mundos más burdos hice una pausa. Y que los gobiernen añadí en voz apenas audible. Seguramente si ustedes lo consideran por un momento, sabrán que ésa es la intención de Dios.
Es cierto que nosotros somos superiores a lo que hemos visto del mundo que nos ha mostrado dijo un hombre joven. Esos hombres, si son hombres verdaderamente, parecen bestias.
De hecho son bestias, ay, y carecen por completo de sensibilidad. No crean belleza ni esplendor; graznan como los cuervos, y sus almas están enroscadas en el error. Vagan como ovejas sin mente, pero ovejas violentas. Tu has visto solamente uno de esos mundos deplorables, listo para ser devorado por sus líderes y sus intelectos. ¿Se fijaron en la fealdad de sus cuerpos, lo mezquino de sus rasgos? Ustedes pueden, con mi ayuda, traerles salud, una estatura más noble y gracia. ¿No se sienten inclinados a hacer esto sus corazones?
¿Estás sugiriendo que cuando los visitemos debemos mezclarnos con ellos? preguntó una dama con repugnancia.
Ustedes son hermosos. ¿Está mal levantar a estas razas monstruosas y darles su semblante y sus cuerpos maravillosos?
¿Deberá considerarse pecado que ustedes los guíen? Ya vieron su arquitectura, que es una pesadilla por sí misma. Vean el templo que le han construido a Dios, perfecto y grandioso en todas sus líneas.
¿No es perverso ocultar sus artes a las demás razas? Ustedes son superiores, son como dioses. La carga será pesada, y eso yo lo sé. Pero aun así, es su deber.
Nuestro deber repitieron algunos de los hombres jóvenes.
A diferencia de Miguel, yo les voy a ayudar a realzar lo que ustedes son les dije; sólo tienen que aceptar mis sugerencias, porque, ¿no soy yo más sabio y además un arcángel? ¿Desvalorizo yo lo que Dios les dio, y les pido que permanezcan niños como lo hace Miguel? Eso a ustedes los perjudica, y perjudica a Dios también, porque él piensa por sí mismo y no conoce las intenciones de Dios.
¿Tú las conoces, Lucifer? preguntó una joven dama con desagradable agudeza.
Yo sé que Dios desea que todos los hombres en todos los mundos sean más dignos de Él. Pero Miguel no lo entiende. Él adora la inocencia de los niños, y los mantendría a ustedes por siempre atados e ignorantes en sus tranquilas cunas. ¿Desea Dios enfermerías perpetuas, llenas de infantes? ¡Si ustedes piensan así, denigran a Dios! le dije. Señalé hacia algunas de las mujeres. Ustedes esperan hijos. ¿No merecen sus hijos dominios y principados, ya que son superiores a otros? ¿Les negarían el gobierno de los universos, que están preparados para bendecirlos? La herencia de sus hijos es infinita. ¿Los esclavizarían a este mundo para siempre?
Un joven fijó su mirada pensativa en mí
Miguel ha dicho que tú eres el mal señaló y que puedes hacer que el mal parezca el máximo bien.
¡Sí! gritaron los demás.
¿Pero qué es bueno y qué es malo? les pregunté con paciencia. Reflexionen sobre eso. Consideren sus vidas, que son felices, dulces y plenas de sueños sobre el futuro. Pero Miguel les diría que sólo “sus” proyectos para el futuro son buenos. ¿Es él más sabio que yo, que fui creado antes que él y se levantó de la mano de Nuestro Padre y escuchó Sus pensamientos? Dios no sólo les dio a ustedes intelecto, sino también los medios para emplear ese intelecto. Les dio libre albedrío, lo cual de hecho les da semejanza con los ángeles. Por lo tanto, ustedes deben emplear ese libre albedrío no sólo para su propia gloria, sino para la gloria de otros mundos. Cuando Miguel les niega eso, él niega a Dios mismo.
Él ha dicho que si te escuchamos, oh Lucifer, traeremos sobre nosotros la muerte, la enfermedad, el dolor y la pena.
Yo sonreí de nuevo:
Él teme perder el gobierno sobre ustedes, porque la sabiduría no gusta de los gobernantes y no gusta de la esclavitud. Ustedes son esclavos de Miguel, sus pequeños servidores amistosos. ¡Pero yo los respeto más, y los honro por lo que Dios ha hecho de ustedes! Me inclino ante ustedes como una de Sus más nobles creaciones. ¿Así los honra y se inclina Miguel ante ustedes? ¡No! Él dirigiría cada uno de sus pensamientos, cada uno de sus planes, y guiaría sus esperanzas. ¿Son ustedes simples niños que no tienen voluntad propia, ni deseos propios? ¿No tienen inspiración ni hombría? Para los sabios, el mal es la sumisión y la obediencia absolutas. Para el estúpido, cualquier dirección del ser es mala, y cualquier ejercicio de la libre voluntad es un error y no se debe cuestionar la obediencia.
¿Son ustedes sabios o estúpidos? Esa es la pregunta que deben contestar en sus corazones.
¿Entonces el único mal es la estupidez y la negativa de utilizar la potencialidades totales de nuestro ser?
Cierto dije yo; tú lo has dicho.
¿No tenemos derecho a ocultar las profundidades de nuestras almas a los otros?
Ustedes no tiene ese derecho. Es un insulto a Dios.
¡Estoy confundido! dijo un joven. Ahora no sé la diferencia entre el bien y el mal.
Yo escondí de ellos mi odio absoluto y triunfante, y sonreí benignamente:
¿Qué es el bien y qué es el mal? Eso lo deben decidir por ustedes mismos. Sólo les pido que guarden reserva cuando vuelvan a escuchar a Miguel, y los amenace y trate de negarles lo que realmente son.
Los dejé con su confusión. Verás, Miguel, que yo he ganado de nuevo. Soy más persuasivo que tú, pues sólo inspiras el temor de Dios en los hombres, en cambio yo los inspiro con la posible glorificación. ¿Qué hombre se puede resistir a eso? ¿Qué hombre puede resistir la ilusión de que ha sido llamado por Dios Mismo para mejorar la suerte y la vida de otros? Tú le llamas vanidad y mal a esa presunción. Yo le llamo mi victoria sobre las razas animales de hombres.
Me fui de Limpo, y no pude resistir una última mirada a su perfección. Ella va a ser mía pronto; si no en esta generación, entonces en la siguiente o la que vendrá después de la siguiente. Porque aunque los hombres de Limpo no lo sepan todavía, les he dado el deseo de poder y la ambición. Les he enseñado a considerar a otras razas como inferiores a ellos, y necesitadas de sus esfuerzos por mejorarlas y gobernarlas. Les he dado la exaltación de sus propias potencialidades.
Si esta generación me resiste, el sueño lujurioso pasará de todas formas a sus hijos y a los hijos de sus hijos, hasta que los poetas le canten a ese sueño y éste se convierta en bueno y no en malo, en deseable y no en detestable. He sembrado confusión, y los principios de la guerra y del odio.
Les he preparado la muerte, la ruina y la caída, y he levantado mis manos entre ellos y la esperanza de Cielo. ¡Felicítame! Pero ofrece mis condolencias a Nuestro Padre.
Perdóname si te causo fastidio durante un momento, pero deseo comunicarte que dos de mis científicos han inventado una nueva arma para los hombres de Terra. Puede ser lanzada en un parpadeo y puede sostenerse en la palma de una mano. Sin embargo, tiene el poder de volatizar a todos los mamíferos en un rango de tres mil millas terrestres, todos los mamíferos con una temperatura de noventa y dos a noventa y nueve grados en la sangre. Puede ser completamente dirigida por una máquina, la cual se puede colocar en cualquier parte, tan ligera es y tan maniobrable. No matará a los nobles insectos y mamíferos de una temperatura menor o superior a la del hombre, ni a los peces en los mares, ni a los pájaros y otros criaturas valiosas. Sólo extinguirá al hombre.
No va a lesionar o estropear ninguna de las obras de los hombres, ni sus ciudades. Pero lo va a borrar a él entre uno y otro respiro, silenciosa, lentamente, de forma que naciones enteras se irán como una bola de humo. ¿No es ingenioso? Ah, estoy orgulloso de mis científicos. Las armas que ellos inventaron para Terra y para otros mundos no son nada en comparación con ésta, y de alguna manera eran más sangrientas. Eran también más espectaculares, y yo adoro los espectáculos. Pero esta arma es admirable. Me gustaría que arrasara hasta la sangre y los huesos de los hombres de Terra, y no dejara una sola mancha tras de sí.
Creo que la entregaré a una de las naciones bárbaras, la más grande de todas, porque no sólo posee en vastas cantidades la sustancia de que está hecha esta arma, sino que es fácil de desarrollar y no es intrincada. Yo prefiero la nación bárbara, porque cuando menos es viril y muestra un impulso salvaje por el poder, y es por lo tanto honesta. Por otra parte, las naciones “civilizadas” están formadas de hombres mentirosos y sonrientes que enmascaran sus ansias de poder bajo un lenguaje benevolente y sonrisas afectadas. Los bárbaros no hablan de Hermandad. No están avergonzados de su país; lo respetan. No utilizan el pretexto de amar a sus congéneres, como hacen los hipócritas de las naciones “civilizadas”, sino que desearían temerariamente un imperio, y yo prefiero a los hombres temerarios que a los cobardes afeminados y sentimentales, que proyectan su maldad con delicadas lágrimas y protestan que aman a cada uno de sus semejantes. Si una nación deberá gobernar Terra hasta que yo la haya destruido completamente deberá ser la de los bárbaros, que son menos enfermos que sus hermanos, siempre utilizando palabras virtuosas e incluso la Palabra de Dios para lograr propósitos mucho más perversos.
A través de las eras de Terra, el bárbaro nunca ha sido completamente mío, porque en lo profundo de su alma melancólica hay un resquicio de verdad y realismo. Es sólo cuando éste se civiliza ¡y cómo me divierte esa palabra! que se vuelve corrupto, mentiroso y tejedor de fantasías mórbidas, engañosas e insanas. El bárbaro es un árbol salvaje, y su fruto, aunque amargo, puede proporcionar alimento. Pero el hombre civilizado no siembra nada de valor, su mente es calculadora, a donde llega deja devastación. A lo sumo, o a lo peor tú puedes elegir la palabra, es un eunuco.
Estarás de acuerdo conmigo en que no puede haber ninguna duda al elegir entre un eunuco y un bárbaro. Este último es un hombre de talento.
Tu hermano, LUCIFER