Capítulo 19

Después de tranquilizar a lady Gladys, lady Amanda y Lizzie, asegurando que estaban bien, Sarah y James subieron a su habitación, dejando a Robbie y Charles para completar los detalles de la historia.

- Necesito bañarme, James -dijo Sarah cuando entraron al dormitorio-. Tengo que quitarme de encima la mugre de ese lugar.

Los lacayos llevaron la tina y la llenaron. Apenas la puerta se cerró tras ellos, Sarah se quitó la ropa y se sumergió en el agua caliente. Temía no volver a sentirse limpia nunca más.

En ese momento sintió las manos de James, grandes y firmes, enjabonándole la espalda, librándola a un tiempo de la desesperación y de la suciedad.

- Mójate la cabeza, cielo.

Los dedos de James le masajearon la cabeza, deslizándose a través de los largos mechones. Le frotó el cuello con las palmas y con los nudillos los lóbulos de las orejas. Con mucha suavidad su boca se posó sobre el cardenal que Richard le había dejado en la garganta. Se lo acarició con la lengua. Su cuerpo despertó en respuesta a las caricias.

Había temido no poder soportar que volvieran a tocarla. Ahora se daba cuenta de que el contacto de James era lo que necesitaba para sanar. Necesitaba tenerlo dentro de ella para limpiar el horror del final de esa noche. Necesitaba SU amor inundándola, ahogando todos los malos recuerdos. Necesitaba amarlo para volver a sentirse viva.

- Mejor que tú termines la tarea, Sarah. No confío en mí para lavarte la parte de delante.

Sarah alzó las manos y envolvió las muñecas de Jumes. Luego las deslizó hasta sus antebrazos y le oyó contener el aliento.

- Está bien, James. Me gustaría que lo hicieras tú.

- Uh, Sarah. -Su voz sonaba tensa-. ¿Estás seguro de que es una buena idea? ¿Estás preparada para lo que eso puede provocar?

- Sí. Te necesito. En todos los sentido.

Le oyó soltar el aire y sintió cómo se aflojaba la tensión en los brazos de él.

- Vale, cielo. -Le temblaba ligeramente la voz. Luego sus manos resbalaron desde los hombros de ella, descendiendo por las clavículas hasta sus pechos. Era lo que ella necesitaba, lo que su cuerpo anhelaba: sentir sobre la piel sus dedos, las palmas de sus manos. Al aspirar su perfume supo que era James quien estaba tocándola. Sintió que su propio cuerpo se relajaba listo para recibirlo.

Las manos de él se deslizaron de los pechos a los costados del cuerpo, abrazándola, acariciándole luego el vientre y los muslos. Enredó sus dedos entre el vello de la unión de las piernas y la tocó donde ella más lo deseaba. Se estremeció, levantando la vista hacia él. James le devolvió la mirada, con expresión intensa y anhelante.

- Te amo, James.

Él inclinó la cabeza y con sus labios rozó los de ella.

- Y yo te amo a ti, Sarah -dijo con voz enronquecida-. Creo que mejor vas a salir ahora mismo de la tina.

La envolvió en una gruesa toalla, abrazándola y rozándole con los labios la línea de la mandíbula, los ojos, los labios. Al sentir contra el vientre la erección, la joven se frotó contra él. James retrocedió.

- Aún no, cielo. Yo también quiero librarme de la suciedad de esta noche.

- ¿Te ayudo?

- Me encantaría, Sarah, pero no estoy lo que se dice en control de la situación.

- No importa. Quiero tocarte de ese modo. ¿Puedo, por favor?

Él la besó profundamente.

- Si me lo pides de un modo tan encantador, amor, no puedo decir que no.

Empezó por la espalda, igual que lo había hecho él. Tras enjabonarse las manos, las dejó deslizarse por los anchos hombros. Le dio un suave empujón y él se inclinó hacia delante para que ella pudiese jabonarle toda la espalda hasta las nalgas. Continuó por los costados de las caderas. Él tomó aire y su cuerpo se sacudió dentro de la tina, salpicando agua sobre el suelo.

- Ten cuidado, cielo, o terminarás empapada.

Su voz era tensa, jadeante. Sarah sonrió. Sus manos regresaron a los hombros, desde donde las dejó deslizarse hacia abajo por los brazos, sobre las duras salientes y declives de sus músculos.

Ella necesitaba esto. Necesitaba sentir este poder después de una noche en que se había sentido tan vulnerable. Dejó que su toalla cayera al inclinarse hacia delante. Se estiró para que sus manos se deslizaran por los planos del pecho de James y al hacerlo le rozó la espalda con sus pechos desnudos.

- Dios, Sarah. -Trató de volverse hacia la joven, pero las manos de ella se lo impidieron.

Necesitaba sentir que tenía el poder de dar. Ahora no era una víctima. Ni siquiera era quien recibía la protección y el amor de James. Era ella quien estaba dando algo. Era fuerte. Sintió que su amor por James la inundaba, llevándose para siempre los últimos restos del miedo y el odio que había sentido en Richard y en sí misma.

Cambió de posición para poder seguir explorando el pecho de James y esa misteriosa línea de vellos que corría desde su pecho hasta el ombligo y más abajo. El alargó la mano hacia sus pechos, pero ella retrocedió.

- Aún no. -Le hizo colocar las manos a los costados de la tina y se las sostuvo allí por un momento-. Todavía no me toques. No muevas tus manos de este lugar hasta que yo te diga que puedes hacerlo.

- Dios, Sarah, no sé si puedo. Tu modo de tocarme me está matando.

Ella lo miró sonriendo abiertamente.

- Entonces prepárate para morir, James, porque me quedan otros muchos lugares por tocar.

- ¿Muchos? -preguntó él con voz enronquecida. Respiró profundamente y cerró los ojos-. Intentaré resistir, pero recuerda: sólo soy un hombre.

- Sí, eso puedo verlo.

James rió por lo bajo.

Ella evitó esa parte del cuerpo de él y se dispuso a lavarle los pies. Lentamente fue subiendo por los tobillos, las rodillas, los muslos. Él se deslizó hacia delante, elevando al mismo tiempo el cuerpo y las manos de Sarah recorrieron sus nalgas. Moviéndose en círculos, llegaron a la parte interna de los muslos y rodearon los pesados sacos redondos que colgaban allí. Él inspiró bruscamente y su cuerpo se sacudió. Un poco más de agua se derramó en el suelo.

- Los criados van a preguntarse qué hemos estado haciendo.

- ¿Miran?

James la miró, los ojos nublados por la pasión. Ella sonrió, dejando que sus dedos subieran por su miembro suave. Él cerró los ojos, mordiéndose el labio. Los nudillos se le pusieron blancos de tanto apretar el borde de la tina. Volvió a acariciarlo, arrancándole un gemido.

- Por favor Sarah, ¿ya podemos irnos a la cama?

- Si me lo pides de un modo tan encantador, no puedo decir que no.

Las manos de James soltaron instantáneamente el borde para asir los hombros de la joven, atrayéndola hacia sí. Su boca cubrió la de ella. El agua caía en cascada por los costados de la tina.

Ella rompió a reír.

- Los criados sin duda van a preguntarse qué estuvimos haciendo.

- Los criados sabrán exactamente lo que estuvimos haciendo. Ahora ven a la cama antes de que yo explote.

Las sábanas eran blancas, no rojas. Los únicos sonidos eran los gemidos de placer de James y los de ella. Sólo la sujetaban los lazos de su amor por él y ése era un nudo que deseaba no se aflojara jamás. Abrió las piernas para James y él entró en ella, llenándole el cuerpo y el espíritu. Era un deleite sentir crecer en ella la tensión que él le provocaba y cuando alcanzaron juntos la cima del placer, se sintió caer en espiral hacía una profunda paz.

- ¿Crees que hemos hecho un bebé? -susurró cuan

do el cuerpo de él se relajó sobre el suyo.

- ¿Mmm?

Parecía sumido en una placentera inconsciencia. Ella deslizó sus manos por la espalda y las caderas.

- ¿Crees que hemos hecho un bebé?

Él se incorporó apoyándose en los codos y la miró parpadeando.

- Quizás. -Sonrió ampliamente-. Sería maravilloso tener un bebé, pero no tengo prisa. Será un placer trabajar en eso el tiempo que haga falta.

- Al menos ahora nuestro bebé estará seguro.

- Sí.

Su rostro se ensombreció. Se deslizó fuera del cuerpo de Sarah y se acostó junto a ella.

Ella se incorporo sobro uno de sus codos.

- ¿Estás mal por la muerte de Richard?

- Yo no quería matarle. -Levantó la vista hacia ella-. Estábamos forcejeando. Al ver a Philip, él dejó de hacer fuerza, sólo por segundo. Sin su resistencia, mi mano se precipitó hacia delante. No pude controlarla a tiempo.

- Lo sé. -Tomándole de la mejilla miró directamente sus ojos atribulados-. En realidad no tenías opción. Era imposible que ambos continuarais vivos; Richard no lo hubiese permitido. Habría luchado hasta que uno de vosotros muriese.

James cerró los ojos.

- Lo sé. El era un problema imposible de resolver, pero también era mi primo. -Volvió a mirarla-. Debería estar consternado por haberle matado, pero me siento principalmente aliviado.

- Yo también. -Ella le apoyó una mano sobre el pecho-. Aunque todavía hay algo que no alcanzo a comprender. ¿Por qué Richard divulgó el rumor sobre lo que nos ocurrió en el Green Maní No podía ignorar que eso te obligaría a casarte conmigo.

James sonrió abiertamente.

- No creo que haya sido Richard quien hizo circular el rumor.

- ¿Quién más pudo haber sido?

James la atrajo hacia su pecho.

- Apuesto a que fue lady Amanda.

- ¿Lady Amanda? ¿Por qué crees que fue lady Amanda?

- Porque Melinda Fallwell, la favorita entre sus conocidas, me dijo que fue así como ella se enteró de la historia.

Sarah repasó las imágenes de aquella noche horrible en el baile de Palmerson, cuando la historia había corrido como reguero de pólvora entre la multitud. Recordaba haber visto a lady Amanda hablando con la señora Fallwell y la reacción de ésta al oír lo que le decía.

- Tal vez tengas razón. Pero ¿qué motivo tendría lady Amanda para divulgar esa historia?

- Quizás -dijo James, deslizando las manos por los costados del cuerpo de ella para rodearle los pechos desnudos- se daba cuenta de que estamos hechos el uno para el otro.

Sarah se estremeció. Era tan difícil concentrarse cuando esos hábiles dedos le hacían esa clase de cosas.

- Siempre pensé que lady Amanda era bastante astuta.

- Bastante. -Él se inclinó frotando la nariz contra la sensible piel detrás de las orejas de la joven-. Y leal. Estoy seguro de que está esperando con ansias que en nueve meses llegue el heredero Alvord. -La dio la vuelta para quedar encima de ella.

- ¿Volvemos a trabajar en el asunto del bebé, cielo? No queremos desilusionar a lady Amanda, ¿verdad?

Sarah le rodeó el cuello con los brazos.

- No, decididamente no queremos desilusionar a nuestra querida lady Amanda.