Notas

[1] Zur Psychologie des Unheimlichen. (Sobre la psicología de lo siniestro.) Psyrhiatrisch-Neurologische Wnchenschrift, 1906. Números 22 y 23. <<

[2] Estoy en deuda de gratitud con el Dr. Theodor Reik por las citas que siguen a continuación. <<

[3] Un diccionario bilingüe más moderno, el de Slaby-Grossmann (1932), da las siguientes versiones: que causa miedo, poco tranquilizador, inquietante. de aspecto sospechoso, fantástico, lúgubre, trágico, sentirse inquietado. Agrego que unheimlich se usa vulgarmente como aumentativo admirante, en el sentido de los argentinismos «bárbaro», «brutal»: unheimlich schön: «bárbaramente hermoso». (N. del T.) <<

[4] En los ejemplos ilustrativos que contiene esta cita, muchas veces he dejado la voz alemana intercalada en el texto castellano, a fin de librar al lector la elección del término que le parezca más adecuado para el caso, término que en ocasiones he agregado a continuación, sin paréntesis. (N. del T.) <<

[5] Tercer tomo de las obras completas de Hoffmann, editadas por Grisebach. <<

[6] «Der Sandmann kommil…» (¡Que viene el hombre de la arena!), es una de las amenazas que más comúnmente se emplean en los países de habla alemana para inducir a los niños a dormirse. (N. del T.) <<

[7] Respecto a la etimología de este nombre propio: Coppella = crisol (recuérdese los experimentos químicos en cuyo curso muere el padre: coppo = cavidad orbitaria (según una observación de la señora de Rank). <<

[8] Correspondería en castellano a: "querer a alguien como la niña de los ojos", o a alguna otra de las locuciones con «ojos», quizá más numerosas en nuestra lengua que en la alemana. (N. del T.) <<

[9] En efecto, la elaboración imaginativa del poeta no ha llegado a confundir y desordenar los elementos del tema en medida tal que no se pueda restablecer su primitiva disposición. En los recuerdos de infancia, el padre y Coppelius representan los dos elementos antagónicos de la imagen paterna, descompuesta por la ambivalencia, uno de ellos amenaza con la ceguera (castración), y el otro, el padre bueno, implora la salvación de los ojos del niño. La parte del complejo más intensamente reprimida —el deseo de muerte contra el padre malo se encuentra representada en la muerte del padre bueno, achacada a Coppelius. A esta pareja paterna corresponden, en el curso ulterior de la vida del estudiante, el profesor Spalanzani y el óptico Coppola: el profesor, en calidad de tal, es ya una figura paterna; Coppola adquiere esta significación al reconocerse su identidad con el abogado Coppelius. Así como ambos laboraron una vez juntos en el misterioso brasero, así también construyen ahora, juntos, la muñeca Olimpia; el profesor también es designado como padre de Olimpia. Este doble parentesco demuestra que ambos son mitades de la imagen paterna: es decir: tanto el mecánico como el óptico son el padre de Olimpia tanto como de Nataniel. En la angustiosa escena de la infancia, Coppelius, luego de renunciar al enceguecimiento del niño, le había destornillado a manera de experimento los brazos y las piernas, tratándolo, pues, como un mecánico a su muñeco. Este rasgo enigmático, que está en completo desacuerdo con la representación del «arenero», plantea un nuevo equivalente de la castración; además, señala la identidad íntima de Coppelius con su antagonista futuro, el mecánico Spalanzani, y nos conduce inevitablemente a la interpretación de Olimpia. Esta muñeca automática no puede ser sino la materialización de la actitud femenina de Nataniel frente a su padre, en la temprana infancia. Sus padres —Spalanzani y Coppola— no son más que nuevas versiones, reencarnaciones de la pareja paterna de Nataniel; la exclamación de Spalanzani (incomprensible de otro modo), según la cual el óptico habría robado los ojos a Nataniel para colocárselos a la muñeca, adquiere así importancia como prueba de la identidad entre Olimpia y Nataniel. Olimpia es, por decirlo así, un complejo de Nataniei separado de éste, que se le enfrenta como persona; el dominio de este complejo sobre su sujeto queda expresado en el amor por Olimpia, absurdamente obsesivo. Tenernos el derecho de llamar «narcisista» a este amor y comprenderemos perfectamente que su víctima ha de alejarse del objeto amoroso real. Por otra parte, la exactitud psicológica de la inhibición afectiva frente a la mujer que aqueja a este joven fijado al padre por el complejo de castración, queda demostrada por numerosos análisis de neuróticos cuyas historias, aunque menos fantásticas, son tan tristes como la del estudiante Nataniel. E. T. A. Hoffmann fue el hijo de un matrimonio desgraciado. Cuando contaba tres años, el padre se separó de su pequeña familia y jamás volvió a ella. De acuerdo con los datos que E. Grisebach recoge en su introducción biográfica a las obras de Hoffmann, la relación con el padre siempre fue uno de los puntos más sensibles en la vida afectiva del poeta. <<

[10] O. Rank. Der Doppelgamger (El «doble», Imago. tomo III. 1914). <<

[11] Ningún pasaje mejor que éste para demostrar la necesidad de introducir el precario neologismo «consciencia». Corresponde al alemán Bewusstsein y, con sus derivados «consciente», «conscientizar», «conscientizado», se refiere a la antítesis dinámica consciente-inconsciente (sistema cs-ics). «Conciencia», equivalente al alemán Gewissen, ha de quedar reservado para designar una de las funciones de la instancia censuradora en el superyó (concepto topográfico). <<

[12] A mi modo de ver, cuando los poetas se lamentan de que en la entraña humana moran dos almas, y cuando los psicólogos populares hablan de la escisión del yo en el hombre, piensan en esta división —materia de la psicología del yo— entre la instancia crítica y el yo residual, y no aluden al antagonismo —descubierto por el psicoanálisis— entre el yo y lo inconsciente reprimido. Sin embargo, la diferencia entre ambos fenómenos es borrada por el hecho de que entre los elementos reprobados por la crítica yoica se encuentran, ante todo, los derivados de lo reprimido. <<

[13] En la obra de H. H. Ewers, Der Student von Prag (El estudiante de Praga), que sirve de punto de partida al estudio de Rank sobre el «doble», el héroe ha prometido a su novia que no matará a su adversario en el duelo. Dirigiéndose al lugar en el cual debe efectuarse el lance, se encuentra con el «doble», que le comunica que acaba de dar cuenta de su rival. <<

[14] P. Kammerer, Das Gesetz der Serie (La ley de la serie), Wien, 1919. <<

[15] Se trata de Polícrates. tirano de Samos, que habiendo gozado durante cuarenta años de una felicidad no interrumpida, quiso conjurar los peligros de tal fortuna arrojando al mar su bien más precioso: un anillo. Pero el sacrificio no fue aceptado, encontrándose el anillo en el estómago de un pescado; las presentidas calamidades no tardaron en ocurrir. El autor se refiere sin duda a la poesía de Schiller, en la cual el rey de Egipto aparece como comensal de Policrates. (N. del T.) <<

[16] Análisis de un caso de neurosis obsesiva. <<

[17] Der buse Blick und Verwandtes (El «mal de ojo» y manifestaciones análogas), 2 tomos, Berlín, 1910 y 1911. <<

[18] Se denomina con este término melanesio (su homónimo latino es numen), la concepción de lo divino como algo indefinible, ubicuo, no personificado, anterior a la adoración de los dioses concretos. (Según A. Haggerty Krappe. Mythologie Universelle.) (N. del T.) <<

[19] Véase al respecto el capítulo III («Animismo, magia y omnipotencia de las ideas») en la obra del autor Totem y tabú, 1913. Se encuentra allí el siguiente pasaje: «Parecería que concedemos carácter 'siniestro' a aquellas impresiones que tienden a confirmar la omnipotencia de las ideas y el pensamiento animista en general, mientras que en nuestro juicio racional ya nos hemos alejado de éstos». <<

[20] Véase: «El tabú y la ambivalencia» en Totem y tabú. <<

[21] Dado que el carácter siniestro del «doble» también pertenece a este grupo, será interesante considerar el efecto que nos produce la propia imagen cuando se nos presenta inesperada e inopinadamente. E. Mach describe dos observaciones de esta clase en Analyse der Empfindungen (Análisis de las sensaciones), 1900, página 3. En una ocasión no fue pequeño su sobresalto al reconocer el propio rostro en la cara que veía; otra vez juzgó de modo muy poco favorable a un presunto extraño que montaba en el ómnibus que él tomaba: «¡Pero qué maestrucho venido a menos es éste que sube aquí!». Yo puedo narrar una aventura análoga: Una vez estaba sentado, solo, en un compartimiento del coche dormitorio, cuando, al abrirse por una sacudida del tren la puerta del lavabo contiguo, vi entrar a un señor de cierta edad, envuelto en su bata y cubierto con su gorra de viaje. Supuse que se habría equivocado de puerta al abandonar el lavabo que daba a dos compartimientos, de modo que me levanté para informarle de su error, pero me quedé atónito al reconocer que el invasor no era sino mi propia imagen reflejada en el espejo que llevaba la puerta de comunicación. Aún recuerdo que el personaje me había sido profundamente antipático. De modo que en lugar de asustarnos ante la aparición del doble, ambos —tanto Mach como yo— ni siquiera lo habíamos reconocido. Pero ¿no será el desagrado que causó su presentación un resto de aquella reacción arcaica, de acuerdo con la cual se percibe al «doble» como algo siniestro? <<