Capítulo 3
—¿ANDY?
Brittany llamó a su hijo en cuanto abrió la puerta de la casa.
-Hola, mamá... ¿Cómo te ha ido con ese tipejo?—preguntó el chico desde su habitación.
—Bueno, el tipejo al que te refieres está ahora mismo conmigo —respondió su madre, mirando a Wes con humor.
Wes no se tomó a mal el comentario del joven. Echó un vistazo a su alrededor y pensó que la casa era muy agradable. Los muebles, de colores brillantes, parecían bastante cómodos; y a pesar de ser pequeña, estaba bien distribuida: un salón, una cocina y un pasillo que llevaba a los dos dormitorios.
Durante el trayecto en coche, Britt le había comentado que su hogar era mucho más pequeño que su domicilio anterior en Appleton, en Massachussets. Sin embargo, también había añadido que los dormitorios eran más grandes y que los dos tenían su propio cuarto de baño.
Andy apareció segundos más tarde, vestido con pantalones cortos y una camiseta. Iba descalzo y llevaba el pelo revuelto. Y aunque intentó aparentar desinterés, resultaba evidente que sentía una enorme curiosidad.
—Hola —dijo Andy, mirando a Wes y a su madre—. Qué sorpresa más inesperada...
—Va a dormir en el sofá —lo informó su madre—. Así que no llegues a conclusiones apresuradas.
—¿Es que acaso he dicho algo en ese sentido? —preguntó Andy—. No he dicho nada, que yo recuerde...
Acto seguido, el joven estrechó la mano de Wes y añadió:
—Me alegra verte de nuevo. Siento haberte llamado tipejo.
—Carece de importancia... Andy asintió y miró a los dos adultos con evidente ironía y un brillo de malicia en los ojos.
—No digas lo que estás pensando —le advirtió su madre.
Brittany abrió uno de los muebles del salón y extrajo unas sábanas y una manta para que Wes pudiera acomodarse.
—¿A qué te refieres? —preguntó Andy con cara angelical.
Brittany conocía bien a su hijo y sabía lo que estaba pensando. Pero a pesar de su malicia natural, también sabía que era un chico maravilloso y cariñoso que la quería con todo su corazón.
En realidad, le recordaba mucho a otra persona.
Le recordaba a Ethan, nada más y nada menos que el hermano pequeño de Wes.
Wes ha tenido un problema con su tarjeta de crédito y necesitaba un lugar donde dormir, así que le ofrecí nuestro sofá —explicó ella, antes de mirar a su invitado—. Aquí tienes las sábanas y una manta y si quieres una almohada, puedo prestarte la de mi habitación.
Britt se detuvo un momento y añadió:
—No es un candidato.
Wes no pudo resistirse a preguntar.
—¿Un candidato para qué?
Los dos hombres miraron a Brittany, expectantes. Estaban deseando oír su respuesta.
Brittany rió y los llevó a la cocina. Una vez dentro, encendió la luz y llenó de agua la tetera.
—Para demostrarte que Wes no es un candidato. Le voy a contar la verdad. Si lo fuera, no le diría nada —comentó ella.
Brittany se volvió entonces hacia Wes.
—Desde que adopté a Andy, no ha dejado de presionarme para que le consiga un padre. Pero en realidad sólo es una broma entre nosotros... ¿A quién me has buscado ahora como candidato, Andy?
—Bueno, Bill el cartero ha descubierto que es homosexual, de modo que sólo nos queda el tipo que trabaja en el turno de noche del supermercado...
—Ah, sí, Alfonso —dijo Brittany, apoyándose en la encimera y cruzándose de brazos—. Pero sólo tiene veintidós años y apenas conoce nuestro idioma.
—Dijiste que es atractivo...
—Sí, lo dije, pero eso no quiere decir nada. La señora Feinstein también es atractiva y no pretendo nada con ella.
—Bueno, también nos queda el doctor Jurrik, del hospital.
—Oh, sí, él es perfecto. Salvo por el hecho de que preferiría clavarme agujas en los ojos antes que mantener otra relación con un médico.
—¿Y qué hay de Spoons?
—Se refiere a uno de los barrenderos del vecindario —informó Brittany a Wes.
Wes sonrió y se apoyó a su vez en otra de las encimeras.
—La verdad es que todos te parecen mal porque no quieres hacer nada al respecto. Ni siquiera sales. Sólo de vez en cuando, cada cierto tiempo, algún conocido te obliga a salir con el amigo de un amigo —comentó Andy, con tono de disgusto.
—Andy, no olvides que la mayoría de los hombres de mi edad son unos perfectos cretinos.
—Estuvo casada con un perfecto cretino y le ha dejado un mal sabor de boca, eso es todo —dijo Andy, mirando a Wes—. Yo no llegué a conocerlo, pero al parecer su descripción se queda corta.
—No hace falta que le des explicaciones. Seguro que Melody y Jones ya le han contado todo lo que hay contar... Pero dime una cosa, Andy, ¿no tienes nada que hacer?
—Sí. Dani acaba de llamar y llegará en cualquier momento.
—Entonces, ¿se siente mejor?
—No lo sé —respondió su hijo—. Parecía preocupada cuando he hablado con ella. Ah, antes de que lo olvide... el casero llamó por teléfono y dijo que cambiará el cristal roto de la ventana de tu cuarto de baño y que pondrá una plancha de plástico transparente.
Andy se volvió hacia Wes y añadió: —Unos niños del barrio se dedican a jugar al fútbol en la calle y ya han conseguido romper tres veces el cristal de esa ventana. Todo un récord, la verdad... Así que el casero se ha cansado de cambiar cristales y ha pensado que el plástico es más conveniente porque no se romperá.
—Seguro que la próxima vez rompen un cristal de la ventana de mi dormitorio —dijo Brittany. Justo entonces, sonó el timbre de la puerta. Andy se excusó y se dirigió al salón para abrir.
—Es un buen chico —comentó Wes—. Debes de estar orgullosa de él...
—Lo estoy —dijo ella, mientras extraía dos tazas de un armario—. ¿Quieres tomar un té? Wes rió.
—En las fuerzas especiales no nos permiten tomar té. Está prohibido en el manual del buen soldado.
—¿El manual del buen soldado? ¿Eso qué es? ¿Lo que hay que hacer para convertirse en todo un hombre?
—Sí, algo así.
—Jones me contó unas cuantas historias bastante duras sobre una cosa que llamáis «la semana del infierno» o algo así...
Brittany se refería a la semana más dura de la primera fase de entrenamiento de las fuerzas especiales. Los soldados se veían sometidos a todo tipo de presiones extremas, tanto física, como emocional y psicológicamente.
—Sí, aunque yo no recuerdo cómo la pasé. Estaba tan asustado que creo que me bloqueé.
—Vaya, eso sí que es interesante —dijo ella, con una sonrisa.
Wes pensó que la sonrisa de Brittany era maravillosa. Y por enésima vez, deseó poder dormir en un lugar más interesante que el sofá del salón de la casa.
—Sí, supongo que sí, pero es verdad que no recuerdo gran cosa. Sin embargo, puedo decirte que Bobby Taylor y yo dejamos de odiarnos durante aquella semana. Habíamos sido muy amigos, pero nos enfadamos más tarde por tonterías y no recobramos nuestra amistad hasta entonces.
Brittany rió.
—No me lo puedo creer. Tu amistad con Bobby es casi legendaria... Todo el mundo habla de vosotros como si fuerais inseparables. Siempre están diciendo algo de Wes y Bobby, de Bobby y Wes... me sorprende que no apareciera contigo en el estadio.
-Es que está de luna de miel.
-Con tu hermana, si no recuerdo mal —observó Britt—. Supongo que para ti debió de ser bastante duro. Tu mejor amigo se casa con tu hermana y a partir de ahora ya no seréis Bobby y Wes, sino Bobby, Colleeny y Wes.
A Wes lo sorprendió y le agradó el comentario al mismo tiempo. Casi toda la gente que conocía se había alegrado mucho por la boda de Bobby y Colleeny. Creían que para él debía de ser una gran noticia porque a fin de cuentas era como meter en su familia a su mejor amigo.
Y sin duda, era una gran noticia. Pero también era todo lo contrario. Brittany había acertado de lleno: su relación con Bobby se basaba en el hecho de ser dos grandes amigos, ambos solteros; compartían apartamento, llevaban una vida muy similar y tenían muchas cosas en común. Sin embargo, su matrimonio lo había cambiado todo. Para empezar, Bobby ya no salía con él cuando tenía un rato libre. Ahora prefería quedarse con Colleen.
—Sí, es verdad, ha sido duro —admitió Wes. En ese preciso instante, oyeron la voz de Andy, procedente del salón.
—¿Estás hablando en serio? El chico no parecía precisamente contento, así que Wes se asomó para ver lo que pasaba.
Andy se encontraba frente a la puerta de la casa, que estaba abierta. Su novia ni siquiera había entrado en el salón. Era una chica de pelo corto y oscuro, muy bella, aunque en ese momento estaba pálida y tenía ojeras.
—Hazme el favor de entrar para que podamos hablar de ello —continuó Andy.
La joven se limitó a negar con la cabeza.
—Entonces, ¿te vas a limitar a marcharte después de haberme dicho eso? —preguntó Andy, intentando mantener la calma.
Wes decidió volver a la cocina y dejarlos en paz. Al fin y al cabo era una conversación privada, y al parecer, algo conflictiva. Además, sospechaba que aquella chica le estaba dando calabazas al hijo de Brittany.
—¿Me estás diciendo que te vuelves a San Diego y que ni siquiera vas a terminar el trimestre en la universidad?
Wes y Britt oyeron claramente la pregunta de Andy, que había subido el tono de voz.
La chica respondió en voz tan baja que los adultos no pudieron oír su respuesta.
—Lo malo de vivir en una casa tan pequeña es que no se tiene intimidad —explicó Brittany.
—Podemos salir a dar un paseo —sugirió Wes—. ¿Te apetece?
Britt dejó la tetera a un lado.
—Sí. Además, lo que realmente me apetece tomar es un té helado. Iré a buscar una chaqueta...
Britt se alejó por el pasillo, en dirección a su dormitorio. Pero la conversación de los dos jóvenes subió entonces de tono.
-¿Por qué me estás haciendo esto? —preguntó Andy—. ¿Qué ha pasado? ¿Qué he hecho? Dani, por favor, tienes que hablar conmigo... No puedes marcharte así como así... ¡Te quiero!
Los ojos de Dani se llenaron de lágrimas.
—Lo siento, Andy, pero yo no te quiero a ti.
Un segundo después, la joven cerró la puerta de la casa y se marchó.
Wes pensó que aquello tenía que haber resultado muy doloroso para Andy. Cuando Brittany regresó con la chaqueta, lo miró con cara de preocupación. Obviamente, también había oído la conversación de los jóvenes.
Andy se había quedado en el salón, sin saber que hacer. Si intentaba dirigirse a su dormitorio, tendría que pasar por delante de la cocina y por tanto de ellos. Y si Wes y Brittany decidían dar finalmente el paseo, tendrían que pasar por el salón y por tanto por delante de Andy. Pero obviamente, un encuentro con los dos adultos era lo último que necesitaba el adolescente en aquella situación. No en vano, acababan de abandonarlo.
—¿Qué te parece si en lugar de salir a dar un paseo nos vamos a tu dormitorio? —preguntó Wes a Brittany—. Si cerramos la puerta, Andy tendrá una vía de escape.
—Sí, creo que tienes razón. Vamos
Britt lo tomó de la mano y lo llevó a su dormitorio.
La habitación era razonablemente grande y estaba decorada con colores tan alegres como los del resto de la casa. Había un enorme espejo en un antiguo vestidor y la cama tenía dosel. Cuando Britt cerró la puerta a sus espaldas, él sonrió.
—Ya me gustaría a mí que entrar en la habitación de una mujer preciosa fuera siempre tan fácil...
—¿Cómo es posible que Dani le haya hecho algo así? —se preguntó Brittany, ajena al comentario de Wes—. No se ha molestado en darle ninguna explicación. Sencillamente le ha dicho que no lo quiere y se ha marchado... Es una chica horrible. Nunca me gustó.
Poco después oyeron que se cerraba la puerta del dormitorio de Andy. Casi de inmediato, comenzó a sonar música. Al parecer, Andy había decidido encender el equipo para que no lo oyeran llorar.
Brittany parecía tan triste que Wes pensó que ella también iba a ponerse a llorar.
—Tal vez sería mejor que me marchara —comentó Wes.
—No seas ridículo.
Britt lo llevó entonces al salón y comenzó a poner las sábanas y la manta en el sofá.
—Puedo hacerlo yo —dijo él.
Brittany se sentó en el sofá, claramente preocupada.
A partir de ahora, yo elegiré a sus novias.
Wes se sentó a su lado.
—Y ahora, ¿quién está siendo ridículo?
Ella rió, pero con tristeza.
Andy estaba tan desesperado cuando lo conocí. Entonces sólo tenía doce años y lo habían herido muchas veces. Nadie lo quería. Lo pasaban de una casa de adopciones a otra. Y ahora, por desgracia, está sufriendo una situación en cierta forma similar. La vida es un asco a veces, ¿no crees?
-Desde luego que sí. Pero a pesar de saber lo que siente Andy en este momento, tienes que comprender que no puedes protegerlo de ciertas cosas. Sencillamente no puedes, Britt. La vida no funciona de ese modo.
Ella asintió.
—Lo sé.
—Andy es un chico magnífico. Y por muchas cosas malas que le hayan pasado, te tiene a ti. No te preocupes, se recuperará. Le dolerá mucho durante una temporada pero al final se recuperará. No es tan terrible como parece. Es muy joven. Ella suspiró.
—Eso también lo sé. Pero soy su madre y quiero que todo le salga bien. Me gustaría que su mundo fuera perfecto.
Wes contempló los ojos y la boca de Brittany y pensó que ella era lo único perfecto.
De haberse tratado de otra mujer, probablemente la habría abrazado para animarla. Pero Brittany le gustaba demasiado y no quería arriesgarse a un contacto físico tan directo. Entonces, Brittany suspiró.
—Bueno, será mejor que nos acostemos. Mañana tengo que levantarme muy pronto.
—Sí, yo también. Amber Tierney me espera.
Brittany sonrió.
—En el cuarto de baño tienes toallas. En cuanto a la almohada, iré a buscártela ahora mismo.
—Gracias por dejarme dormir en tu casa —dijo Wes.
—De nada. Puedes quedarte tanto tiempo como quieras.