NOTA DE LA TRADUCTORA
LAS historias y las digresiones de Kenneth Trachtenberg, escritas en el lenguaje coloquial, «antiliterario» de Bellow, van dirigidas al lector de un cierto nivel intelectual de las grandes ciudades norteamericanas. Muchas referencias, casi todos los guiños, aluden a un círculo familiar que al lector de nuestro ámbito le resulta ajeno. He querido respetar en la traducción esa realidad particular huyendo de adaptaciones castizas; procurando reproducir con la máxima fidelidad el diálogo entre el autor y sus lectores coterráneos; limitándome, con la mayor discreción, a abrir la puerta al espectador de nuestra lengua para que pueda asistir a una experiencia hasta cierto punto exótica, acercándosela como podría hacerlo un guía turístico. No me he regido por cánones estéticos que el autor evita deliberadamente. He procurado las mismas disonancias en castellano que en su lengua exhibe el pensamiento errático del narrador y el mismo ritmo entrecortado adaptando aquí, lógicamente, los trompicones, a los que experimentamos en nuestra lengua cuando intentamos alcanzar verbalmente la velocidad del pensamiento.
Teniendo por norma única facilitar la comprensión y la lectura del texto, me he permitido eliminar todos los énfasis en cursivas del autor que no afectan al significado de las palabras sino al tono propio de la lengua y que en castellano resultan innecesarios e incomprensibles. Para evitar los saltos constantes a las notas que obstaculizan la lectura y distraen la atención, he procurado que éstas resulten un complemento que el lector pueda o no consultar según las apetencias de su curiosidad. Así, he traducido en el texto los términos yiddish que utiliza el autor y con los que una gran parte de los norteamericanos están familiarizados, haciéndolos constar en nota aparte. Lo mismo con siglas y expresiones como Ninety Day Wonder cuyo significado traduzco directamente en el texto y no en la nota, como es habitual. Decidida a pecar por exceso, que no por defecto, explico en las notas todas las referencias a cuestiones norteamericanas y judías dejándome sólo aquéllas universalmente conocidas. Destaca, por ello, lo que no explico delatando lo que no sé ni he podido encontrar. Afortunadamente es poco lo que por esto tiene que sufrir el texto. Espero que no sufra por nada más para que pueda disfrutar el lector de lengua castellana lo mismo que el que ha podido leer el texto original.
Gracias por la constante colaboración de Ana Braga.
MARIA MIR