Soneto
A través de mi vida tiembla sin sollozo,
sin lamento, un profundo dolor.
La sangrante nieve pura de mis sueños
alimento es de mis días más callados.
Pero a menudo la gran pregunta cruza
mi camino. Me haré pequeño y frío
y pasaré como por sobre un mar,
cuya marea no me atrevo a medir.
Después, desciende de mi una pena tan turbia
como el gris sin brillo de las noches de verano
que una estrella centelleante atraviesa —alguna vez—.
Mis manos buscan el amor
que no puede hallar mi ardiente boca,
y quisiera en voz bien alta rezar.