La palabra «Angola» viene del nombre del rey N’Gola, soberano en la segunda mitad del siglo XVI del pueblo mbundu que habitaba en las tierras próximas a la Luanda de hoy. N’Gola gobernaba el reino de Ndongo, que era vecino, por el sur, de otro gran reino africano, el Congo. Los dos Estados fueron sometidos al poder del rey de Portugal y luego, destruidos.
La superficie de la Angola actual asciende a 1.246.700 kilómetros cuadrados. Por su extensión, es el quinto país de África, después de Sudán, el Zaire, Argelia y Libia. Catorce veces más grande que Portugal, Angola también es mayor que el territorio de Francia, Alemania Federal, Gran Bretaña e Italia juntas. Longitud de su frontera terrestre: 4.837 kilómetros; de la marítima: 1.650. La primera, sin embargo, no está claramente señalada sobre el terreno. Como pasa a través de un territorio de matorral deshabitado, no hay dificultades a la hora de traspasarla (incluso en coche). Para un país rodeado por unos vecinos que no se muestran precisamente amigos, tales características originan serios problemas de defensa.
Configuración del terreno: el país se divide en tres zonas geográficas diferenciadas que van de norte a sur. El litoral a lo largo del Atlántico (anchura máxima: 200 km) es una llanura semidesértica; en el sur, desértica del todo. En esta franja crece la acacia, el endrino y el baobab. Al este de la misma se extiende una zona montañosa, la parte más pintoresca y fértil del país, con un clima suave, de eterna primavera. Sus picos más altos son el Moco: 2.620 metros, y el Lubango: 2.566, por encima del nivel del mar. Se trata de territorios densamente poblados (siempre y cuando partamos de lo relativo de esa densidad) y dotados de condiciones óptimas para la agricultura y la ganadería. Finalmente, en la parte oriental de Angola se extiende una altiplanicie (4001.000 m) salpicada por arbustos secos y matas de maleza desértica. Ocupa dos terceras partes del territorio del país y, debido a la falta de agua, está muy escasamente poblada, sobre todo por tribus nómadas que se dedican al pastoreo.
Angola es un país de muchos ríos, de los cuales los más importantes son los siguientes: el Cubango (al sudeste), 975 km de longitud; el Cuanza (al norte), 960 km. A lo largo de este último se extendía la más grande de cuantas rutas de trata de esclavos ha conocido la historia de la humanidad. Los llevaban a Luanda, que, a su vez, era el principal puerto mundial de carga de esclavos. El Cunene (al sur), 945 km de longitud. Sobre este río se ha construido un sistema de veintinueve presas hidroeléctricas, que abastecen de agua y luz a la República de Sudáfrica, sobre todo a Namibia. El motivo oficial de la intervención de ejércitos sudafricanos en Angola fue, precisamente, la protección del sistema de presas sobre el Cunene, sin el cual la economía de Namibia se habría venido abajo.
El país se divide en cuatro zonas climáticas, muy diferenciadas en lo tocante a temperatura y humedad: la tropical moderada, al nordeste; la calurosa moderada, al sudeste; la desértica, al sudoeste, y la tropical, al oeste.
El año angoleño se divide en dos estaciones: la de las lluvias, que va de noviembre a mayo —con precipitaciones máximas entre enero y abril—, y la seca, llamada cacimbo, que se prolonga de junio a octubre. Es durante la estación seca cuando la vida del país registra su mayor actividad; en la de las lluvias (sobre todo allá donde no hay caminos de suelo firme y donde se siguen practicando métodos de cultivo tradicionales) dicha actividad disminuye.
Gran parte de la superficie de Angola está cubierta por bosques: bosques del trópico, espesos y húmedos (principalmente en el norte) o el matorral ralo y seco (en el este y en el sur). Hay profusión de animales salvajes: elefantes, jirafas, leones, guepardos, hipopótamos, rinocerontes, antílopes, hienas, chacales, monos… También abundan las especies de aves: loros, pelícanos, marabúes, buitres, cálaos, águilas barbudas, papamoscas del paraíso, etc. Tienen su hábitat en el país ingentes cantidades de reptiles: cocodrilos, pitones, serpientes de cascabel, víboras de anteojos, garibas, mambas, anacondas, cobras verdes y negras. Allí donde la tierra es buena y el clima cálido se da toda clase de frutas y flores.
País de grandes riquezas naturales, Angola posee todas las materias primas necesarias para una economía moderna. Muchas de ellas se han empezado a extraer tan solo en los últimos años y, además, a una escala relativamente pequeña. Tomando como indicador el volumen de ventas, en 1973 los productos de exportación más importantes fueron: petróleo (30 %), café (21 %), diamantes (10 %) y mineral de hierro (6 %). Además, Angola exporta algodón, sisal, maíz, pieles y fruta en conserva. En los últimos años antes de la independencia, el país fue escenario de una expansión de capital extranjero, principalmente norteamericano. Entre los años 1969 y 1973 se duplicó el valor de las exportaciones angoleñas, sobre todo en el ámbito de la extracción de petróleo en la provincia de Cabinda, conocida como el Kuwait de África.
Angola pertenece a los países menos poblados del mundo: el censo de 1970 arrojaba la cifra de 5.673.046 habitantes. Se estimaba que en el país vivía más de medio millón de colonos europeos, sobre todo portugueses. El número de inmigrantes europeos aumentó vertiginosamente después de la Segunda Guerra Mundial, particularmente en el último periodo colonial. En 1940 vivían en Angola cuarenta y cuatro mil europeos; en 1960, ciento setenta mil, y a lo largo de los catorce años siguientes llegaron otras trescientas cincuenta mil personas. En parte se trataba de soldados del ejército portugués, que en los últimos años de la guerra colonial contaba con más de setenta mil hombres. Constituían un porcentaje considerable de aquella inmigración campesinos sin tierra y representantes de la pequeña burguesía sin recursos que los gobiernos de Salazar y de Caetano enviaban a Angola a hacer fortuna, maniobra que, a la vez, era un intento de aminorar las tensiones sociales que sacudían la metrópoli. Parte de aquella gente siguió viviendo en la miseria: en las calles de Luanda se podían ver niños blancos mendigando, una imagen inconcebible en otros países de África.
Más del noventa y cinco por ciento de la población europea abandonó Angola en 1975, con rumbo a Portugal y a otros países (sobre todo Brasil). Ahora están regresando algunos.
La población africana de Angola pertenece, en una mayoría aplastante, al grupo bantú, y se divide en más de cien tribus, de las cuales las más importantes son: ovimbundu, mbundu, bakongo, Luanda-quioco y nganguela. Estas cinco tribus constituyen un ochenta por ciento de la población angoleña. Las demás son tribus pequeñas, con varios miles de personas apenas. Más de la mitad de la población de Angola practica diferentes religiones africanas, los católicos alcanzan un treinta y cinco por ciento, y un trece los protestantes. Las guerras y los conflictos interétnicos constituyen un capítulo importante en la historia del país. Estas disputas entre tribus, que persisten hasta hoy, han desempeñado un papel fundamental en la última guerra, la que ha vivido Angola entre los años 1975 y 1976.
Convergen muchas causas en el hecho de que Angola sea un país tan poco poblado. A lo largo de tres siglos, gran parte de sus habitantes, una vez convertida en esclava, fue exportada al otro hemisferio. Hasta nada menos que 1962, en la propia Angola persistieron diversas formas de esclavitud, tales como, por ejemplo, el trabajo forzado. Otra causa de la despoblación del país radica en la emigración masiva de los angoleños —unas setecientas mil personas— a otros países africanos, sobre todo el Zaire y la República de Sudáfrica. La malnutrición y la falta de servicios sanitarios más elementales también han influido en el bajo nivel demográfico del país.
La población africana de Angola fue sometida durante siglos a vejaciones y exterminio. El poder colonial la mantuvo en el nivel más bajo de nutrición y cultura. Los angoleños constituyen una de las comunidades más pobres de todo el continente africano. Aun hoy en día, más del noventa por ciento de los habitantes de este país es analfabeto. Solo un diez por ciento de negros vive en ciudades. Angola es un país de campesinos míseros y hambrientos. Gran parte de esta gente aún vive en condiciones de economía natural, llamada autosuficiente, que más bien es infrasuficiente, de una pobreza extrema.
La población de Angola está repartida de forma muy desigual. Más de la mitad de sus habitantes vive concentrada en un territorio que constituye apenas un nueve por ciento de la superficie del país. El noventa y uno por ciento de la población habita en tierras que ocupan menos de la mitad —exactamente un cuarenta y siete por ciento— del territorio nacional.
Las principales ciudades, según el censo de 1970, son: Luanda («la ciudad europea más antigua del África subsahariana», John Gunther), alrededor de medio millón de habitantes; Huambo (62.000); Lobito (60.000), Benguela (41.000); Lubango (32.000); Malanje (32.000) y Cabinda (22.000).
Hay que destacar el hecho —ya que no es universalmente conocido (ni recordado)— de que los habitantes de Angola configuran una sociedad multirracial, que entre los angoleños hay muchos blancos y no menos mulatos, con todas las tonalidades posibles de su oscura piel. En el gobierno de Angola se sientan varios ministros blancos y en el ejército a menudo se ven soldados blancos; finalmente, los blancos constituyen buena parte de la población de ciudades y pueblos.
En 1482, el capitán portugués Diogo Cão llegó a bordo de su nave a la desembocadura del río Congo. En esta parte de África existía por aquel entonces un gran reino del mismo nombre, cuya capital se llamaba M’Banza (hoy São Salvador). En la actualidad, São Salvador es una pequeña ciudad comarcal. Capital de la provincia angoleña del Zaire, es el lugar de origen de Holden Roberto y, también, de casi toda la plana mayor del FNLA. Se puede considerar el año en que Diogo Cão atracó en el reino del Congo como el comienzo de la expansión portuguesa sobre esta parte de África, a pesar de que la verdadera conquista de las tierras angoleñas empezó noventa años más tarde: aquel día de 1573 en que Paulo Dias de Novais fundó un asentamiento que llamó Luanda y, acompañado por un grupo de soldados, se internó en el continente siguiendo el cauce del Cuanza.
Diez años después de que Diogo Cão pisara tierra congo-angoleña, Cristóbal Colón alcanzaba las costas del continente americano. Los dos acontecimientos están estrechamente ligados. Emigrantes europeos empiezan a desarrollar en tierras americanas plantaciones de algodón y de caña de azúcar: se produce una enorme demanda de mano de obra barata, pues estos cultivos, sobre todo el de la caña de azúcar, exigen ingentes cantidades de manos trabajando. Da comienzo una trata de esclavos a gran escala. La historia del azúcar y la de la esclavitud se funden en un mismo capítulo de la historia del mundo. África —sobre todo Angola— se convierte en el principal proveedor de esclavos. Según estimaciones de historiadores provenientes de territorios que forman parte de la Angola actual, el número de deportados asciende a tres o, incluso, a cuatro millones de personas. Esta cifra a lo mejor hoy en día no resulta muy impactante, pero hay que tener en cuenta las características demográficas de nuestro planeta en aquel entonces. En la época en que Portugal era una superpotencia mundial, con posesiones ultramarinas en todos los continentes, su población no superaba el millón de habitantes. Durante casi cuatrocientos años, la historia de Angola prácticamente gira en torno a la cuestión de la esclavitud. En la primera mitad del siglo XIX, por ejemplo, la venta de esclavos constituía un noventa por ciento del total de las exportaciones del país. No son otros que descendientes de aquellos esclavos angoleños los que constituyen una parte muy significativa de la población del Brasil, la República Dominicana y la Cuba de hoy. Tampoco se debe a una casualidad el que, a pesar de sus profundas diferencias en lo político, Brasil fuese el primer país en reconocer a la República Popular de Angola y que Cuba brindase la mayor ayuda a sus fuerzas de liberación.
Para comprender el mundo contemporáneo conviene usar un globo terráqueo giratorio y contemplar el escenario en el que vivimos desde diferentes puntos de la Tierra. Veremos entonces que el Atlántico no es sino un puente que une el tropical y abigarrado mundo afrolatinoamericano, un mundo que ha conservado fuertes ligazones de comunidad étnica y cultural. El cubano que llega a Angola no percibe cambios; ni en el clima, ni en la comida, ni en los paisajes. Para el brasileño ni siquiera cambia la lengua.
La trata de esclavos fue el principal motivo de la presencia portuguesa en Angola. Con el fin de conseguir su número más alto posible, los portugueses desencadenaron guerras interminables. «El contacto portugués con Angola —escriben los historiadores Douglas L. Wheeler y René Pélissier en el libro titulado Angola— empezó con una guerra y, según creen algunos, acabará con otra. Empezando por el año 1578, la política portuguesa de penetración en Angola se inició con una incursión militar que dio comienzo a una serie de guerras que se prolongaron durante siglos. Ni siquiera con el paso del tiempo amainó la pasión guerrera, todo lo contrario: en la época que va de 1579 a 1921, antes que una excepción, el estado de guerra era la norma, lo más natural. Documentos aún inéditos de archivos portugueses demuestran que a lo largo de trescientos cincuenta años solo hubo cinco en que los portugueses no librasen una u otra guerra, en uno u otro punto de Angola».
Aquel expolio desaforado de seres humanos había acabado por sumir a Angola en un estado de destrucción tal que, a principios del siglo XX, Inglaterra y Alemania mantuvieron negociaciones secretas con objeto de arrebatar la colonia a Portugal y repartírsela. De todos modos, los alemanes ocuparon el sur de Angola hasta 1915, y los afrikaners (es decir, los bóers), la provincia de Huíla (con capital en Lubango), hasta 1928.
Durante varios siglos, Portugal fue dirigiendo lo mejor de su capital humano hacia el Brasil y lo peor hacia Angola. Angola era una colonia penitenciaria, un lugar de destierro al que se deportaba a delincuentes y facinerosos, a todo marginado social. En la vieja Lisboa se hablaba de Angola llamándola «o país dos degredados», de los forajidos, de la gente expulsada del marco de la sociedad, proscrita, acabada. La baja estofa de aquel elemento humano que se asentó en la colonia tuvo mucho que ver con el hecho de que Angola fuese considerada como uno de los países más atrasados de África.
La lucha por la liberación nacional de Angola empieza a tomar cuerpo solo a mediados del siglo XX. He aquí algunas fechas importantes:
1948. Nace el movimiento cultural «Vamos descobrir Angola». Lo funda un grupo de jóvenes intelectuales angoleños. Editan dos números de la revista literaria Mensagem, pronto clausurada por la policía. Su redactor jefe —como también el líder del movimiento— es el gran poeta angoleño Viriato da Cruz, que trabaja en estrecha colaboración con otros dos poetas, Agostinho Neto y Mário de Andrade. La aparición del movimiento de liberación de Angola es obra de estos tres poetas.
1953. Nace el PLUA —Partido para a Luta Unida dos Africanos de Angola—, la primera organización de liberación nacional. Como todas las que lo sucederán, el PLUA nace y trabaja en la clandestinidad.
1954. Se crea en Kinshasa la UPNA —União das Populações do Norte de Angola—, que es una organización tribal de los bakongos y germen del posterior FNLA.
10 de diciembre de 1956. De la unión del PLUA con otros grupos de liberación, más pequeños, se funda en Luanda el MPLA —Movimento Popular para a Libertação de Angola—, que encabeza un médico y poeta de treinta años, Agostinho Neto.
1958. UPNA cambia su nombre por el de UPA, União das Populações de Angola.
En esa época, y bajo la influencia de los tempestuosos acontecimientos que sacuden al vecino Congo, en Angola se multiplican partidos y organizaciones tribales, por lo general poco significantes. Hasta el año 1967, surgieron y desaparecieron de la escena política cincuenta y ocho partidos y veintiséis organizaciones de este tipo. En aquella década, la fragmentación de la vida política era más acusada en Angola que en el Congo.
4 de febrero de 1961. Luchadores del MPLA asaltan a mano armada una cárcel luandesa (A Casa de Reclusão Militar) entre cuyos muros permanecen patriotas angoleños. El asalto marca el comienzo de la lucha armada por la liberación de Angola.
15 de marzo de 1961. En el norte de Angola, la UPA lanza una consigna racista exhortando a la sublevación de los bakongos contra todo lo que no lo es. Bandas de asalto de la UPA asesinan a civiles portugueses, a mulatos angoleños, a miembros de otras tribus, como ovimbundu y mbundu. Aplastada por el ejército portugués, la sublevación acabó en una masacre espantosa y en el exilio al Zaire de muchos de los bakongos supervivientes.
23 de marzo de 1962. La UPA cambia su nombre por el de FNLA —Frente Nacional de Libertação de Angola—, que encabeza el presidente en ejercicio de aquella, empleado desde hace muchos años en una empresa belga instalada en el Congo, Holden Roberto. Aunque nacido en Angola (São Salvador, 1925), Roberto siempre ha vivido en el Congo (ahora Zaire), donde sigue residiendo hasta hoy, dedicado a regentar sus numerosos negocios: restaurantes, hoteles, etc. El FNLA fue y sigue siendo una organización estrictamente tribal, el partido de los bakongos, que se marcó como objetivo la resurrección de su antiguo reino y la ulterior incorporación a él de los demás territorios angoleños. En 1970, los bakongos constituían un ocho por ciento de la población de Angola. Perteneciente a la iglesia protestante, el grupo de Holden Roberto ha sido financiado desde siempre por el American Committee on Africa, a través de la Baptist Church. La lucha del FNLA contra el MPLA ha cobrado, entre otros, tintes de conflicto religioso: el protestante FNLA contra un MPLA en cuyas filas militan muchos católicos.
Noviembre de 1963. El gobierno del Zaire cierra la sede que el MPLA tiene en Kinshasa, trasladada de Luanda a aquella ciudad en 1961 a consecuencia de las represalias portuguesas. La nueva sede se establece primero en Conakry y luego, en Brazzaville. Desde 1965, permanece en esta última ciudad un grupo de cien cubanos encargado de proteger al entonces presidente de la República Popular del Congo, Massemba-Débat. Es en Brazzaville donde el MPLA entabla sus primeros contactos con los cubanos.
1964. Ruptura en el llamado Gobierno Revolucionario de Angola en el Exilio (GRAE), creado dos años antes por el FNLA. Abandona el GRAE, entre otros, su ministro de Exteriores Jonas Savimbi, que, en el número de la revista Remarques Africaines fechado el 25 de noviembre de 1964, publica una carta en la que acusa a Holden Roberto de corrupción y nepotismo. No sin antes enumerar los nombres de los agentes de la CIA que trabajan en el FNLA, así como los de la plana mayor del partido, en un fragmento que merece ser reproducido: «Holden Roberto, presidente, nacido en São Salvador; John Edouard Pinock, nacido en São Salvador, primo de Holden; Sebastião Roberto, nacido en São Salvador, hermano de Holden; Joe Peterson, nacido en São Salvador, cuñado de Holden; Narciso Nenaka, nacido en São Salvador, tío de Holden; Simão de Freitas, nacido en São Salvador, sobrino de Holden; Eduardo Vieira, nacido en São Salvador, primo de Holden».
13 de marzo de 1966. Se funda UNITA —União Nacional para a Independência Total de Angola—, cuyo líder y artífice no es otro que Jonas Savimbi, nacido en 1934 en la provincia de Bie, hijo de un empleado de ferrocarriles. Durante un tiempo estudió en Europa. Recibió instrucción militar en Pekín (1964-1965). UNITA fue financiada por colonos portugueses que más tarde crearían su propia organización, el FRA – Frente de Resistência Angolana—, encabezada por el coronel Gilberto Santos e Castro, ulterior comandante de los mercenarios que lucharon en las filas del FNLA, y el banquero y millonario António Espírito Santo. Lo que pretendían era separar Angola de Portugal y crear un Estado de colonos blancos (como hiciera Ian Smith en Rhodesia). UNITA, igual que el FNLA, es una organización tribal. Sus partidarios proceden de los ovimbundu. Savimbi, que durante años había estado enemistado con Holden Roberto, acabó por unirse a él en un frente común contra el MPLA. Recuerdo un cartel en el que se veía a Savimbi y a Roberto fundidos en un abrazo. Y el lema: «¡Dos líderes, un único sol de la libertad!».
1968. El MPLA traslada su cuartel general de Brazzaville a los bosques orientales de Angola. La lucha armada se intensifica.
25 de abril de 1974. Revolución de los Claveles en Portugal.
15 de enero de 1975. Firma, en la portuguesa Alvor, del acuerdo entre el MPLA, el FNLA, UNITA y el gobierno de Portugal en virtud del cual se crea un gobierno provisional de coalición angoleño y que fija la concesión de independencia a Angola para el 11 de noviembre de 1975.
30 de enero de 1975. El gobierno provisional empieza a trabajar en Luanda. Al cabo de cinco meses, el FLNA y UNITA lo abandonan.
Marzo de 1975. Disturbios sangrientos en Luanda. La población civil de la capital que se muestra partidaria del MPLA es atacada por tropas del FLNA.
17 de abril de 1975. División en el seno del MPLA. El comandante en jefe de sus fuerzas armadas, Daniel Chipenda, se pasa al FNLA. También abandona la dirección del MPLA uno de sus miembros fundadores, Mário de Andrade.
Julio de 1975. El MPLA libera Luanda de las tropas del FNLA. La mayor parte del territorio del país se encuentra bajo el control del MPLA.
27 de agosto de 1975. Primera incursión de tropas de la República de Sudáfrica en el territorio de Angola, en la región de Cunene. En una escaramuza con estas tropas muere el responsable del frente sur del MPLA, comandante Kalulu.
19 de octubre de 1975. Comienza la agresión del ejército de Sudáfrica contra Angola.
5 de noviembre de 1975. Llega a Luanda el primer destacamento del ejército cubano.
11 de noviembre de 1975. Nace la República Popular de Angola. De acuerdo con el programa del MPLA, la nueva república se define como un país de democracia popular cuyas principales riquezas naturales, así como las ramas fundamentales de su economía, serán propiedad de la nación. Todos los ciudadanos tendrán derecho al trabajo y a la educación. Angola llevará a cabo una política de neutralismo positivo. Agostinho Neto se convierte en su primer presidente.
Noviembre de 1975. Comienza la contraofensiva del ejército del MPLA, apoyado por destacamentos cubanos. A lo largo de diciembre y enero se libran combates que acaban con la derrota de las tropas del FNLA y UNITA.
3 de febrero de 1976. Derrota del destacamento de mercenarios capitaneado por el hombre conocido como coronel Callan.
27 de marzo de 1976. Se retiran del territorio de Angola las últimas unidades del ejército sudafricano. Regresan a su país por el mismo camino que recorrí yo con Diógenes, y luego con Farrusco, cuando pasé tanto miedo que no me olvidaré de aquel trayecto en lo que me quede de vida. ¿Por dónde andará Farrusco ahora? He oído que sigue vivo. Escondido en Lubango por unas personas durante la invasión, pasó mucho tiempo en cama pero, finalmente, sus heridas cicatrizaron. Es un hombre duro. Ignoro qué suerte ha corrido Diógenes. Prefiero pensar que también él sigue con vida. António murió acribillado a balazos. Y Carlos. La calma reina en todos los frentes. Los mercenarios británicos que huyeron del frente norte ya están en Londres, contando lo que han hecho en Angola. «Hay quien cree —dice uno de ellos a un periodista de la BBC— que guerra es lo mismo que un rasguño en una pierna, tan insignificante que incluso es agradable. Mentira. Guerra significa cabezas destrozadas, piernas arrancadas de cuajo, individuos con vísceras al descubierto arrastrándose en círculos, hombres abrasados por el napalm, pero aún vivos. Al ver todo esto, a uno se le endurece la piel. Encuentras, por ejemplo, a un cubano herido, lo vuelves boca arriba y él hace un movimiento. Crees que intenta sacar su arma y te lo cargas sin pensártelo dos veces. Y él a lo mejor quería sacar la fotografía de su mujer y decirte: “Ayúdame”. Pero tú lo has matado de un tiro. Simplemente porque no querías arriesgarte. Cuando uno dispara sobre una pared humana en movimiento, no mira rostros, no ve personas. Se limita a apuntar a siluetas a las que, por extraño que parezca, no asocia con seres humanos. Cuando te topas con alguno cara a cara y luchas cuerpo a cuerpo, entonces sí que ves que es un hombre como tú, pero en esos casos suele tratarse de salvar tu propia vida. Tienes que matarlo antes de que él te mate a ti. Yo maté al primero cuando tenía diecisiete años, diecisiete y medio tal vez, o dieciocho. En Adén. Luego tuve pesadillas —el shock propio de la guerra—; me despertaba gritando en mitad de la noche, mientras que ahora ni siquiera recuerdo qué cara tenía aquel tipo».
En el puente sobre el Cunene que marca la frontera, el ministro de Defensa de la República de Sudáfrica, Pieter Botha, asiste al desfile de sus tropas que regresan de la guerra. A pesar de que los soldados atraviesan el puente en silencio, lo hacen en medio de mucha bulla, pues, en esos mismos momentos, destacamentos del FNLA y de UNITA que han acompañado hasta entonces a las unidades sudafricanas blancas se lanzan al agua en tropel para alcanzar a nado la orilla de Namibia. Muchos hombres mueren ahogados durante la travesía. Pero con la guerra también ha terminado la democracia de las trincheras y vuelve a regir la ley de la segregación racial: el puente está reservado única y exclusivamente para los blancos.
Años 1976-2000. La guerra sigue. Se trata de uno de los conflictos armados más largos de cuantos se dirimen en el mundo contemporáneo. ¿Ha cambiado algo en su imagen? Lamentablemente, poco. Bueno, sí: se han marchado los cubanos. También los sudafricanos se han ido. Pero allí siguen los habitantes de aquella tierra. Angola es su país. Un país dividido, despedazado y destruido por una guerra civil, y cuyo gobierno lleva más de dos décadas luchando contra la rebelión de Jonas Savimbi.
El gobierno controla ricos yacimientos de petróleo. Savimbi, grandes minas de diamantes. Gracias a la explotación de estas riquezas, cada uno de los bandos recibe beneficios suficientes como para poder alargar esta guerra ad infinitum. Hasta la fecha, arroja el saldo de un millón de muertos. Pero como aún quedan varios millones que siguen con vida, la lista de sus víctimas no dejará de crecer.
Vuelvo con el pensamiento a las personas que conocí en aquellos días. ¿Qué suerte habrán corrido? Si Diógenes ha muerto, tal vez sus hijos continúen la lucha. ¿Y el fuerte, robusto y valiente Farrusco? Aun si está entre los vivos, ya es demasiado viejo para arrastrarse por las trincheras. Pero recuerdo el día en que me dijo que acababa de nacer su hijo. De manera que si ahora me topase en un frente angoleño con un joven oficial y le preguntase cómo se llamaba y oyese como respuesta que Farrusco, le diría: Hace muchos años recorrí estos parajes en un jeep, con un hombre que llevaba el mismo apellido. Sí, asentiría el joven oficial, era mi padre.
¿Y el alto y callado comandante Ndozi? Ndozi está muerto. Saltó por los aires al pisar una mina. Igual que Monti. Y también como el inmenso y alegre Batalha. En guerras como esta, los enemigos pocas veces se enfrentan cara a cara. Mueren al caminar, cuando a su alrededor reina la paz y la tranquilidad. La muerte los sorprende desde un escondrijo, agazapada bajo la arena, bajo una piedra o una mata de endrino. Tiempo ha, la tierra era fuente de vida; un granero, un bien deseado. Ahora, por aquellos parajes, la gente la mira con sospecha y desconfianza, con miedo y odio.
¿Qué suerte habrá corrido Óscar? Tal vez haya sobrevivido y lleve una vida de jubilado. Me gustaría tanto que disfrutara de una vejez tranquila y agradable… ¿Y Gilberto? Lo ignoro, no sé nada. ¿Y Félix? Tampoco lo sé. Las personas desaparecen de nuestras vidas sin dejar rastro, total e irremediablemente, primero del mundo y luego de nuestra memoria.
¿Y dona Cartagena? Me da miedo pensarlo. Pues ¿y si ya no está entre los vivos? Aunque precisamente esto me parece imposible. No soy capaz de imaginarme Luanda sin dona Cartagena, ni Angola, ni toda esta guerra. Por eso estoy seguro de que si un buen día os encontráis en Luanda, tarde o temprano os toparéis con una anciana de pelo blanco caminando por la mañana hacia el Hotel Tívoli. Camina con prisas porque, como cada día, le espera mucho trabajo de limpieza. Si la paráis para preguntarle: Perdone, ¿es usted dona Cartagena?, la mujer se detendrá por un momento, os mirará sorprendida y luego dirá amablemente: Sí, soy yo.
Y, toda vigorosa, seguirá su camino.