XII
Steve volvió a Redwood con un suspiro de consternación. La perspectiva de trabajar le privaba de cualquier alegría que pudiera haber en su vida. Finalmente, envió «The Phantom Empire» a Bizarre Stories y, poco tiempo después de mandarlo, recibió una carta del redactor en la que aceptaba «The Dream Serpent», veinte dólares; «Ocean Doom», diecisiete dólares; y los poemas siguientes: «Knossus»[1], cuatro dólares; «The Moor Terror»[2], cuatro dólares; «The Horsemen of Babel»[3], cinco dólares y medio, y «Strange Islands»[4], un soneto... todas estas sumas pagaderas a su aparición.
Steve casi se muere de la alegría, ¡era la delicia! Todos sus cuentos le habían sido devueltos tras la aceptación de «Wolf Skull», y de aquello hacía más de un año. Si aquella cadencia se mantenía, realmente podría ganarse la vida gracias a su arte.
Bizarre Stories aceptó otros dos poemas de Steve: «The Portáis of Nineveh»[5] y «The Lute of the King»[6], pero no hubo respuesta sobre «The Phanton Empire». Era el cuento más largo que había escrito en años. Deseaba tener una respuesta, en un sentido o en otro, pero la temía, por si era rechazado. Sentía que toda su confianza recién reencontrada sería destruida para siempre si aquella historia era rechazada.
Y luego llegó una carta en la que le ofrecían cien dólares por «The Phantom Empire». Steve estaba en la gloria. Le enseñó la carta a Spike, que trabajaba como camarero en el drugstore de Robinson.
—Puede que asista al próximo encuentro Dempsey-Tunney —se dijo, sin añadir que a lo mejor pasaban años antes de que aquellos cuentos fuesen publicados.
En todo caso, se sentía justificado para no hacer grandes esfuerzos para buscar empleo.
—Lo haces muy bien —le dijo su padre—. Sigue en esa dirección. —Sí —dijo su madre—, parece que al final has ganado la partida. Steve era de su misma opinión, especialmente cuando sus cuentos y poemas empezaron a aparecer en Bizarre Stories. Se sentía tan exaltado que dejó de enviar historias a esa revista, y probó suerte con otras. Su fracaso le puso furioso, pero no le desanimó.
Volvió a Bizarre Stories, y le aceptaron un soneto, «Forbidden Magic»[7], una corta continuación de «The Phantom Empire», «Mirrors»[8]. Luego, para su estupor, le rechazaron un cuento, aunque estaba seguro de que sería aceptado[9]. Furioso, escribió una historia larga, «The Black God»[10], que, en el último momento, la envió a The Galleon Magazine[11]. Le fue devuelta con una larga carta personal[12], escrita a mano por el redactor jefe adjunto:
En ciertos aspectos, la historia es excelente y, en otros, muy mala. Pienso que es usted capaz de escribir muy bien siempre que alce el listón, y le daré a continuación las razones por las que su historia ha sido rechazada.
Empieza como un relato histórico y finalmente se transforma en una historia que transcurre en la jungla, en la época moderna y medieval, en África. No puede mezclar así como así las épocas y los ambientes. Su historia parece deshilvanada, en parte a causa de esa misma incertidumbre entre una y otra época.
Hay demasiados hechos inexplicados o incompletos, y demasiados sucesos extraordinarios. Pasa, además, sin transición de la Edad Media a una historia de la jungla estilo Eugene O'Neill[13].
Es muy fácil escribir acontecimientos extraordinarios sin explicarlos, pero el lector se cansa deprisa. Lo que quiere el lector —y, entre paréntesis, lo más difícil de escribir— son hechos extraordinarios que se explican a lo largo de la historia, de un modo u otro.
Aparentemente, tiene usted capacidad para construir una buena intriga, y hay mucha acción en sus historias. Si tiene en cuenta lo que le he dicho y evita tales errores en lo sucesivo, estoy convencido de que sus historias serán aceptadas sin problemas y me encantaría leerlas. Buena suerte.
La carta indicaba igualmente que la redacción recibía un centenar de historias cada día, lo que le daba a Steve una idea de la cantidad de gente que se tomaba por escritora.
Estaba casi tan orgulloso como si la historia hubiera sido aceptada, y se la envió en el acto a Bizarre Stories, que la aceptó, ofreciéndole ochenta dólares pagaderos a su aparición, y prometiéndole la ilustración de portada para la historia. El redactor añadía que tenía la intención de publicarla el verano siguiente.
En aquella época Steve empezó a «tomar cuerpo», de manera sorprendente —era el resultado de los ejercicios físicos regulares e intensivos—, y por primera vez en su vida tenía una apariencia impresionante. Steve tenía la sensación de haber sido transportado a las cimas de la gloria; sus historias eran aceptadas y aumentaba de peso y acabaría por convertirse en un coloso, como siempre había deseado.
Y sus historias eran publicadas con agradable regularidad. Tras «The Dream Serpent», llegó «Ocean Doom»; luego, «Voodoo Magic», que había sido aceptada cuatro años atrás; también aparecieron varios de sus poemas: «The Chant of the Bats», «The Ride of Fiume», The Horsemen of Babel», «Memories» y «The Portáis of Nineveh».
Ya no tenía que preocuparse por encontrar trabajo. Tenía dinero y estaba casi seguro de aumentar sus ingresos cuando otras revistas se hicieran con sus historias. Siguió concienzudamente las sugerencias del redactor de The Galleon, inundando la redacción con cuentos y poemas. En primer lugar, para su gran sorpresa y luego para su loca rabia, novelas y poemas le fueron devueltos, acompañados de la nota habitual de rechazo.
Un día, Jansen acudió en busca de Steve.
—Eh, ¿sabes que he escrito una novela? Se llama West of the Border[14], una historia del Oeste moderno. Ha sido rechazada por dos editores, pero sé que es buena. Aparentemente, no consigo expresarme como me gustaría hacerlo. Y me veo limitado por el hecho de que tengo muchas lagunas en inglés. Si aceptaras reescribirla para mí, compartiríamos, mitad y mitad, todos los derechos de autor, a excepción de los derechos para su adaptación cinematográfica, que me reservo[15].
Aparentemente, todos los manuscritos de Lars, hasta aquel día, habían sido rechazados. Steve dudó, pero aceptó finalmente, pensando que podría reescribir la novela en una semana. Era un acuerdo poco satisfactorio. Steve no conseguía interesarse en él, y trabajaba en su corrección solo cuando se concentraba lo suficiente en la historia. En algunos momentos, no hacía nada, pues prefería escribir uno de sus cuentos, lo que humillaba a Lars.
—Aunque acepten una de tus historias, eso no te llevará a ninguna parte. Este libro, en cambio, representa la fortuna para los dos. Será un best-seller y los derechos de autor nos reportarán cientos de miles de dólares.
Steve no compartía el optimismo de Lars. Estaba convencido de que la novela podría interesar a un editor especializado en novelas del Oeste, pero sabía que si tocaban a mil dólares cada uno por las ventas acumuladas de cinco años, podrían darse por contentos. La historia era buena, con situaciones fuertes, porque construir una buena trama era el punto destacado de Lars; pero Steve sabía que su revisión, corrigiendo el inglés de Lars y mejorando, quizá, el relato, no entraba en las normas en vigor. Sin embargo, no le dijo nada, y expresó su total confianza —el libro sería aceptado, se convertiría en un best-seller y, en consecuencia, ¡les reportaría sumas fabulosas!—, puesto que, como a menudo había declarado, no valía de nada desanimar a alguien que luchaba para triunfar en la vida.
«Cualquier hombre que intenta salir del fango tiene derecho a que se le eche una mano. ¿Para qué golpearle en el rostro mostrándole sus lagunas e imperfecciones? Ya aprenderá».
A veces, Steve veía a Clive y a Sebastian. Clive había dejado su trabajo con el equipo de publicidad y había vuelto para matricularse en Gower-Penn. Gloria había conseguido el divorcio hacía ya un tiempo y se había casado con un tipo de Kansas City. El bebé, decía, se parecía a Clive, pero este no manifestó deseo alguno de verle, y Steve pensó divertido que los deseos de paternidad tan alabados por Clive se habían volatilizado ante la realidad.
Clive estaba muy pillado con su trabajo escolar, pero afirmaba que se pondría a escribir muy pronto para intentar hacer algo interesante.
Seguía cursos de inglés, de arte dramático, y cursos en los que aprendía la técnica del relato.
Steve recibía cartas de Grotz de vez en cuando. Grotz había sido vencido en las elecciones, naturalmente, y estaba dando clases de primaria, apartando algo de dinero para pagarse los estudios al año siguiente.
Sebastian seguía en su antiguo trabajo, leyendo y estudiando sin descanso.
Finalmente, Steve terminó la revisión de West of the Border —una tarea que le había llevado varios meses— y con un suspiro de alivio volvió a sus propios escritos.
Ignoró Bizarre Stories, concentrando la mayor parte de sus esfuerzos en The Galleon. Sin el menor resultado; sin embargo, no se sintió verdaderamente desanimado.
—Aunque de momento no me representan mucho dinero —le dijo un día a Clive, que le visitaba en Redwood—, en uno o dos años debería estar ganando doscientos dólares al mes. Claro que tendría que publicar en otras revistas, pero con estos comienzos tan prometedores, realmente sería un perdedor si no encontrase otros canales de venta además de Bizarre Stories. Estoy totalmente seguro de colocar todo lo que escriba, pero me gustaría que me pagaran cuando aceptaran el manuscrito.
»El único modo de ganar mucho dinero es recibir un premio literario, algo que coronase una "primera novela" o algo parecido. Entonces, esos merluzos que compran tu libro lo ponen por las nubes, merecidamente o no, eso hace mucho ruido, tu libro se vende y tú te ves con mucha pasta. Si es de otro modo, no ganas mucho dinero, aunque un editor te publique el libro. Eh, ¿qué esperas para escribir algo?
—He enviado algunas cosas a Bizarre Stories... poemas, quiero decir.
—¿Cuánto te han dado?
Clive sonrió amargamente.
—¿Eh? ¿Te los han devuelto? —exclamó Steve, sinceramente sorprendido—. ¡Que me cuelguen! Estaba convencido de que todos tus poemas serían aceptados en el mismo instante en que te decidieras a enviarlos a las revistas. ¿Por qué no escribes prosa? Si yo hubiera vivido en Nuevo México tanto tiempo como tú, escribiría historias de suspense, y todas las revistas del Oeste se las rifarían.
—Soy incapaz de escribir novelas de aventuras. Piensas que soy demasiado pretencioso para escribir para revistas baratas, pero no es verdad. Soy incapaz de imaginar las intrigas o las aventuras que buscan. Puedo escribir solo lo que veo y siento. Preferiría escribir únicamente poemas, pero nadie publica poesía en nuestros días. Debería viajar y acumular experiencias antes de ser capaz de escribir algo que vaya a leer el gran público.
—El mundo es implacable con nosotros, los soñadores —declaró Steve—. Deberíamos haber vivido en la Edad Media o en alguna otra época. Somos decadentes, como dices.
—Estamos obligados a mentirnos a nosotros mismos para vivir —dijo Clive—. Sabemos que nuestros sueños son ilusiones. Y eso es todo lo que es real y hermoso en la vida... los sueños.
Luego, un día, Sebastian telefoneó a Steve para decirle que acababa de enterarse de la muerte de Hubert Grotz. Al muchacho se lo había llevado algún tipo de tisis en unos pocos meses. Steve reflexionó que la muerte prematura de Hubert era inevitable. Como en una tragedia, meditó, como en una tragedia.
Lars le comunicó que West of the Border había sido rechazada por la editorial a la que envió la novela[16]. Aparentemente, era un golpe terrible para Lars, pero Steve no se sintió totalmente decepcionado. A diferencia de Lars, no había alimentado grandes esperanzas al respecto.
Steve se dirigió de nuevo hacia Bizarre Stories, desesperando de que algún día le fueran a publicar en otras revistas. Aceptaron uno de sus sonetos, «Moon Laughter»[17], así como un poema, «Hate»[18]; luego, para su enorme estupor e indignación, le rechazaron una historia larga[19]. Se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo. El tiempo iba pasando. Bizarre Stories le devolvía los manuscritos, uno tras otro. Steve se sentía desconcertado, como un toro que se lanza contra una pared de ladrillos.
Abandonó de nuevo Bizarre Stories y envió sus relatos a otras revistas, especialmente a The Galleon. Los resultados fueron idénticos. Sus cuentos y poemas dejaron de aparecen, y no hubo más entradas de dinero. Pero se negaba a buscar trabajo. Siguió escribiendo con obstinación y consiguió terminar un buen número de historias cortas, y todas fueron rechazadas.
Finalmente, Bizarre Stories aceptó «Ghosts Against the Moon»[20], una especie de continuación de «The Black God». Le prometieron la cifra de treinta dólares, a la aparición. De nuevo en la cresta de la ola, y todos sus manuscritos fueron rechazados en aquel período.
Lars dijo que todas las editoriales a las que había enviado su libro se lo habían devuelto.
—Esto se parece demasiado a la vida, supongo —rumió—. No saben lo que quieren. Piensan que desean algo hasta que lo tienen; entonces, ya no lo quieren. Voy a volver a escribir para los confessions magazines. Tengo algunas ideas sensacionales; todo lo que tengo que hacer es plasmarlas sobre el papel. Trabajo muy duro en este momento para ahorrar algo de dinero y disponer de algunos meses para escribir. En cuanto haya ahorrado unos miles de dólares, me iré a Nuevo México, compraré una cabaña en los cañones y escribiré todo el día. Conseguiré algo, lo siento. Y también tengo la intención de reescribir ese libro un día de estos.
* * *
Fred Gringer era cocinero en un café-restaurante para ganarse la vida. Su mujer le había dejado y pedido el divorcio, su contrato de profesor de primaria había llegado a su término y era arrastrado por la corriente, aunque lo que deseaba era volver a sus estudios y obtener un diploma para poder enseñar en alguna escuela importante y tener una titulación. Pero no veía modo alguno de realizar sus ambiciones.
La primavera sucedió al invierno y luego llegó el verano. Clive trabajaba con asiduidad y seguía cursos de verano. Steve pensó lo mucho que había cambiado Clive a lo largo de los años. En aquellos tiempos parecía realmente volcar todos sus esfuerzos en la realización de sus ambiciones. Clive se aferraba a la vida.
Steve rechazó la oferta de sus padres de comprarle ropa, y siguió vistiendo sus viejos andrajos, escribía por la noche sin el menor resultado, y se negaba a buscar trabajo. Ya no tenía la menor excusa: no tenía problemas cardíacos y se había convertido en un hombre robusto y fuerte. Ciertamente, Lost Plains estaba dominada por la crisis económica que sigue siempre a un período de crecimiento, pero habría podido encontrar trabajo si lo hubiese buscado de verdad. Gus acudió en su busca y le suplicó que volviera a trabajar en el drugstore. Spike había dejado su empleo de camarero para volver a su antiguo trabajo en el taller de carpintería metálica. Pero Steve se negó. Detestaba depender de sus padres, pero era egoísta hasta ese punto; en cuanto a estar pelado y a no tener ropa decente, le daba exactamente igual.
Al menos le consoló el hecho de que «The Black God» fuera publicado al fin, con ilustraciones[21], y los ochenta dólares que recibió poco después le permitieron conocer un breve período de abundancia.
Le propuso una recopilación de sus poemas a un editor, pero fue decepcionado, aunque no quedó realmente sorprendido, cuando esta le fue rechazada[22]. Había llegado a la conclusión de que escribía buenos poemas, y le reconfortaba el hecho de que Clive elogiara su poesía con toda sinceridad. Tenía más en cuenta la opinión de Clive sobre un poema que la de cualquier otra persona que conociera, porque consideraba que Clive contaba con las mayores posibilidades de acceder algún día a la celebridad, más que ningún otro joven del mundo. Percibía en la poesía del rubio adolescente una profundidad y una belleza que sobrepasaban cualquier poema escrito por un americano, con una fuerza y una virilidad muy por encima de la poesía europea.
No conseguía entender la actitud de los redactores que rechazaban los poemas de Clive, porque estaba seguro de que su joven amigo acabaría por conocer el triunfo.