Capítulo 26
Viernes, 23 de junio de 2006
Barracón de empleados
Rancho Brady
Camden, Arkansas
Gillian se sentó en el tocón para recuperar el aliento. Hoy, los cien metros escasos que separaban la oficina de Mark del barracón de la peonada le parecían eternos para hacerlos de un tirón. Hoy era uno de esos días en que gastaba ingentes cantidades de energía en ignorar el dolor que tenía en el vientre, como si una mano invisible le estuviera estrujando la matriz, y en dominar la oscuridad que traía con él, una oscuridad que hacía tan difícil captar la belleza, y la irritaba. Ovular en ella tenía el añadido de soportar un sufrimiento amplificado por cada parte de su aparato genital que sin ser el útero, se comportaba como tal debido a las adherencias de tejido endometrial. Óvulos que, de todos modos, nunca podrían engendrar vida. Tanto sufrimiento para nada...
Una punzada la atravesó de parte a parte, obligándola a abrazarse el vientre. Hoy ni siquiera era un alivio pensar que, a diferencia de las mujeres normales, sus ciclos no eran de veintiocho días porque se negaba a tomar hormonas. Este estaba siendo de cuarenta y dos y sumando, pero desde hacía un par de años, en general, rondaban los cincuenta. Y aunque su ginecólogo se echaba las manos a la cabeza cada vez que ella volvía a consulta sin haberse medicado, lo cierto era que había mejorado muchísimo desde que hacía dos horas diarias de gimnasio.
El dolor aflojaba un poco, gracias a Dios. Se enderezó y respiró hondo. A la de tres intentaría levantarse y seguir hasta el barracón, ya estaba bien de...
—¿Qué pasa, nena?
"Ñoñerías" iba a decir, pero ahora tenía algo más importante que hacer; recuperarse en una millonésima de segundo.
—Nada — contestó con desparpajo, y pensó "sonríe, Gillian, vamos"—. Los mortales necesitamos descansar a veces, campeón.
No coló. Jason se arrodilló frente a ella, serio. Muy serio. Le levantó la barbilla y la escrutó haciendo caso omiso de las muecas graciosas que Gillian ponía intentando despistarlo.
—Estás pálida — por no decir blanco cadáver, replicó él esperando que ella completara la frase con una explicación.
Explicación que Gillian no tenía ninguna intención de dar, y menos a él. Esa parte de su vida, ya era bastante dura para concederle más importancia y atención, hablando de ella. Llevaba años arrinconándola, ganándole terreno de la única manera que se podía ganar terreno a algo así; no permitiendo que existiera fuera de ella.
—Y tú, guapísimo — se las arregló para sonreír—. ¿Camisa nueva?
Además de quedarle bestial, le estaba dando la ocasión de apelar a su vanidad para distraerlo de un asunto del que no pensaba hablar.
Y normalmente habría funcionado. Porque la camisa era nueva y su dueño un hombre muy vanidoso, pero el amor nunca venía solo. El amigo "celos" hacía meses que había hecho su aparición triunfal; ahora lo hacía la amiga "preocupación".
—Qué-pasa, Gillian.
Ella tomó la cara de él entre sus manos, lo miró a los ojos y le dio un beso rápido que Jason devolvió ávido.
—No-pasa-nada. ¿Vienes conmigo al barracón?
Tampoco coló.
Sin embargo, Jason conocía muy bien aquel lenguaje de "dejemos el tema". Él usaba el mismo cuando se metían en lo que consideraba asunto suyo, así que podía entenderlo.
—Vale — concedió ante el alivio de Gillian—. Pero si luego resulta que pasa algo, no me va a gustar.
Por toda respuesta, ella extendió su mano para que él la ayudara a ponerse de pie. Tamborileó los dedos en el aire con una sonrisa radiante al ver que él no se movía.
Jason acabó cediendo. Nunca había podido resistirse a esa sonrisa de ángel.
Tomó la mano que ella le ofrecía, tiró hasta que Gillian estuvo de pie y ambos se encaminaron hacia los barracones, charlando. A esas horas estaría vacío, intimidad que él pretendía aprovechar para averiguar si ya había decidido algo acerca de "tener un novio entrenador".
Gillian se sentó a una de las mesas. Intentó no pensar en la mano invisible que seguía retorciéndole las entrañas, y concentrarse en el portento de hombre que vertía un poco de malta en una taza mientras comentaba que su padre le había dado un ultimátum acerca de las cajas de mudanza que seguían en el garaje; o las desembalaba, o las daría a la beneficencia.
—¿Y por qué no las quitas de una vez? — cogió la taza que él le ofrecía—. Gracias. ¿O es que piensas volver a irte?
Él se sentó frente a ella, le echó una mirada con mensaje mientras empinaba la botella de agua.
—Por pereza — y porque se sentía un poco raro sin tener su propia casa. La mitad de las cajas eran cosas de la cocina y el salón, ¿dónde iba a ponerlas?—. ¿Te apetece ir a bailar esta noche?
Lo que le apetecía era una cama y una bolsa de agua caliente en la tripa.
—Claro, ¿quieres fardar de novia entre los conocidos? — dijo con picardía mientras le ofrecía una barrita energética que él aceptó. Ella picoteó una almendra que sacó de su bolsillo y dejó el resto sobre la mesa.
En todo caso, lo que quería era que fuera ella la que presumiera de novio. Sonrió seductor y no respondió.
—Bueno — continuó Gillian en el mismo tono—, con intentarlo no pierdes nada... Pero me parece que a tus admiradoras les va a dar exactamente igual que yo esté presente, y mis moscardones están acostumbrados a revolotear a mi alrededor aunque estés tú.
Él asintió. Ojalá aquella mujer le leyera el corazón con la misma habilidad que siempre le leía la mente.
—¿Has pensado en lo que hablamos?
—Sí.
—¿Y? — insistió él, ansioso.
Ella bebió un sorbo de malta mientras pensaba cómo decirle algo que, intuía, no le iba a gustar. Y tal como venía sucediendo desde hacía dos días, seguía sin ocurrírsele la forma de hacerlo.
—Creo que lo suyo es que aceptes — una sonrisa inmensa apareció en su rostro varonil, y al verla Gillian se apresuró a matizar—, pero hasta que no acabe con mis cursos no voy a poder acompañarte.
La sonrisa se había desvanecido tan pronto escuchó el “pero”. Ahora, la miraba con los ojos brillantes, buscando las razones que no le estaba dando y que, imaginaba, estarían relacionadas con que, en realidad, aunque "lo suyo fuera que él aceptara", a ella no le gustaba un pimiento.
—¿Puedo preguntar por qué?
Gillian se estiró hacia adelante para poder apoyar su mano sobre la de Jason. La acarició con suavidad.
—Tu padre asumió riesgos innecesarios por mí metiéndose en esta aventura del cultivo ecológico. Necesito concentrarme en sacar esto adelante, Jay. Y tú deberías concentrarte en hacer un buen trabajo con ese equipo. Es una gran oportunidad para ti.
—¿Y qué hay de nosotros? — sus ojos mostraron un brillo extraño—. ¿Porque hay un nosotros, no?
¿Lo había? Una parte de ella deseaba intensamente que sí; la otra... Honestamente, no lo sabía.
—Yo... espero que sí. Pero los compromisos asumidos están ahí. Yo no sé hacer las cosas a medias y tú tampoco.
"Espero que sí".
Un rodillazo en sus partes íntimas le habría hecho menos daño. Resulta que él escasamente podía pasar un par de horas sin verla, pero ella esperaba que hubiera un nosotros.
Jason movió afirmativamente la cabeza con la vista fija en su botella de agua. No acertaba a decidir cómo se sentía...
Chorradas.
Sabía perfectamente cómo se sentía; rechazado.
Poco importante.
Casi querido.
Completamente innecesario.
Y muy, muy, muy cabreado.
—Te agradezco la sinceridad — dijo cuando ya estaba de pie, dispuesto a irse.
—Jay...
Él, sin molestarse en mirarla, se limitó a hacerle un gesto con la mano. Fue un equivalente a “olvídame, ¿quieres?" que a ella le resultó más claro que si lo hubiera dicho con palabras.
Gillian salió detrás de Jason tan pronto consiguió reaccionar. Y si la mano invisible seguía haciendo de las suyas, pasó inadvertido hasta para ella misma, que corrió con pies ligeros y lo obligó a detenerse agarrándolo por el cinturón, desde atrás.
—Vale, vale, vale... — cuando él finalmente se detuvo, ella, jadeante, se puso delante—. No quise decir eso.
—¿Ah, no?
—Jay — dijo ella con tono resignado—, demos tiempo al tiempo, todo se andará...
—¡Y eso qué coño quiere decir!
—Que disfrutemos de lo que tenemos, sin más.
Él soltó un bufido.
—¿Sin verte? No puedo estar sin verte — la tomó por los antebrazos con fuerza, buscando su mirada—. Dime, Gillian, ¿qué parte de "estoy loco por ti" no entiendes?
Gillian tardó en responder. Volvía a sentirse como un helado en pleno desierto.
—¿Si digo que ninguna me lo repites?
Primero fue su sonrisa mitad tierna, mitad pícara. Luego, el tono de su voz, como una caricia sensual...
Y aquella sensación que Jason ya había tenido antes, en varias ocasiones, de que la conexión se había restablecido. Volvían a estar en esa misma frecuencia de onda rara en la que, independientemente de las palabras que usaran (a veces, ni siquiera las usaban), expresaban lo mismo porque sentían lo mismo. Más allá del lenguaje verbal, incluso del corporal.
—Un fin de semana al mes te quiero conmigo. Búscate la vida — dijo con tono definitivo, rodeándole la cintura con sus brazos.
—Hecho — susurró ella—. Ahora, repítelo...
Él sonrió. Una ocasión era una ocasión.
—¿Y si te lo demuestro?
No vayas tan rápido, campeón.
—Me lo pienso, ¿vale? — sonrió—. Repítelo.
Con Gillian estaba aprendiendo que la expectativa era cien veces más dulce que la inmediatez. Y en su caso, mil veces más inflamable. Jason buscó sus besos.
Y ella se los dio, provocándolo igual que él la provocaba a ella.
Aunque estuvieran en mitad del camino y ese ruido que se oía, fuera el motor de un cuatro por cuatro, acercándose.
—¿En qué está la parejita? — dijo, risueño, el dueño del 4 × 4, una vez que se detuvo junto a ellos.
Jason liberó a Gillian, miró a Mark con cara de "y tú qué crees", y luego se volvió hacia su chica.
—Te lo repetiré cuando te lo pienses, ¿vale? — ignorando los morritos de Gillian, miró a su hermano—: ¿Vas para casa?
—Sí, sube que te llevo.
Pero cuando estaba a punto de abrir la puerta, Jason cambió de idea.
"Qué coño", pensó, y volvió a rodear a su chica, en un abrazo de oso.
—Estoy. Loco. Por ti — dijo encendido tras un beso que a Gillian le hizo recordar otras partes de su cuerpo metiéndose en otras partes del suyo—. Piénsalo rápido.
La dejó allí, en el medio del camino y se marchó con Mark.
El monovolumen no había recorrido más que una veintena de metros cuando el móvil de Jason sonó indicando que tenía un mensaje. Lo leyó, a punto de explotar de ansiedad.
El lenguaje abreviado no consiguió restarle ni un ápice de su carga explosiva.
"Ahora. Tú encima", decía breve, pero contundente.
—Para que me bajo — pidió Jason.
Mark obedeció. Muerto de risa vio cómo su hermano se apeaba y desandaba al trote el camino que lo llevaba hasta Gillian.
* * * * *
Hacía siglos que los hermanos y sus respectivas parejas no salían juntos, y lo estaban pasando muy bien. Aunque la idea había partido de Jason, secundada con el habitual entusiasmo por Gillian, los que menos se dedicaban a “socializar” eran precisamente ellos dos. Cerca de la terraza, todos charlaban mientras esperaban que algún sillón quedara libre. Gillian y Jason, en cambio, mantenían su propio estilo de comunicación a base de miradas y de caricias casuales. Seguían bajo el efecto de cómo era descubrirse mutuamente en ese otro plano íntimo y de cómo se sentían después, al mirarse y ver en los ojos del otro, los restos de un fuego que seguía crepitando, listo para volver a encenderse.
Para Gillian nunca había sido así con otro hombre, y en el fondo, siempre había sabido la razón. Pero Jason conocía de antes el buen sexo. Lo había tenido de calidad y con frecuencia, ambas muy por encima de la media...
Pero nunca nada como esto. Si era posible hacerle el amor a una mujer con toda el alma, así era como lo hacía con Gillian. La embestía con todo su ser, haciéndola suya con una necesidad nueva. Y cada vez era como morir un poco.
Éxtasis total. Luego, paz.
Y todo el tiempo, amor.
Y deseo...
Y una imperiosa necesidad de volver a estar dentro de ella.
—Joder, ¿qué me pones en las barritas de cereales? — dijo él acercándose un poco. Habló lo bastante alto para que Gillian lo oyera por encima de la música.
Lamentablemente, no fue la única que lo oyó.
Ni la primera en contestar.
—Eres un Brady, chaval, no necesitas que nadie te ponga nada. Te pones solito — dijo Mandy, guiñándole un ojo a Gillian.
Mark vio la ocasión de aportar su grano de arena.
—Lo que le pone son mensajitos que no sé lo que dicen, pero tienen un efecto que te cagas.
—Ya lo creo — contestó Jason, seductor—. Pero no son los mensajes. Es el mensajero.
Las risas se oyeron más fuerte que la música.
O eso le pareció a Gillian que, con unas ganas cada vez más grandes de convertirse en una grieta de la pared (o escurrirse por una), se limitaba a mirarlos con una sonrisa resignada.
Para peor, la bendita mano estaba estrujándole las entrañas otra vez.
—Pues ten cuidado, chaval — dijo Mark. Jason lo miró—. Porque si antes de ver al “Gran Jason Brady” tan vendido, la plantilla ya se la rifaba... — añadió desafiante, y Shannon se echó a reír solo con ver la cara de su cuñado.
Pronto, todos reían. Fuera por la expresión de Jason o por la imagen de Shannon agarrándose la panza como si temiera que el bebé se saliera de tanto reír, hasta Gillian se desternillaba.
—Mejor ten cuidado tú — intervino Jordan dirigiéndose a Mark—. O acabas con parte de la plantilla en el hospital... Después de lo de la orden de alejamiento a tu segundo capataz, yo no me fiaría.
—¡¿Qué habrá hecho el holandés?! — dijo Mandy frotándole el hombro a Jason con cariño—. ¿Nos enteraremos algún día?
Ya. Mejor que no se lo recordaran.
—Me parece que voy a tener que meterle mano al asunto — replicó Jason con una expresión en el rostro que confirmaba la seriedad de sus pensamientos—. Antes de que acabe llegando la sangre al río.
Los ojos de Gillian taladraron las baldosas negras sobre las que estaba parada, muerta del apuro. Dios, que la tierra la tragara ya.
Mark meneó la cabeza, sorprendido de ver a su hermano tomarse una broma de esa manera.
—Relájate, tío, es coña...
—No — replicó Jason, definitivo—. Hablamos de Gillian. Para mí no es ninguna coña.
La aludida salió de su ostracismo.
—¿Me disculpáis un momento?
Y sin esperar respuesta, enfiló hacia los servicios.
Diez minutos después de que Gillian se hubiera marchado, Jason había empezado a controlar visualmente con disimulo la zona donde estaban los baños. Cuando pasó el cuarto de hora sin rastros de ella, él ya no prestaba atención a ninguna conversación. Con una parte del cerebro revisaba lo sucedido en busca de algo que pudiera haber molestado a su chica, y con la otra mitad, ideaba formas de averiguar qué estaba haciendo, sin llamar demasiado la atención. Shannon, tampoco atendía la conversación entre Mark y Jordan sobre el próximo concierto de Mandy. Seguía los movimientos nerviosos de su cuñado que le provocaban una intensa ternura.
Decidió echarle una mano.
Con alivio, Jason vio a Shannon dirigirse a los lavabos.
* * * * *
Pero aunque los ataques de territorialidad de Jason incomodaban a Gillian y se lo hacían pasar francamente mal, su huida hacia los servicios no se había debido solo a él. Se había encerrado en un baño individual e inclinada sobre el váter, a ratos vomitaba y a ratos se doblaba de dolor, hasta que oyó unos golpes en la puerta, y a continuación, la voz de Shannon que le preguntaba si se encontraba bien.
Genial. Era justo lo que le faltaba, pensó mientras reunía fuerzas para ponerse de pie.
Por el ruido dedujo que fuera debía haber bastante gente. No estaba en condiciones de dejarse ver (seguro que tenía un aspecto terrible), así que abrió la puerta para que Shannon entrara.
—Eh... — dijo la esposa de Mark con evidente preocupación al ver a Gillian apoyada contra el ángulo que formaba la pared, con la cara blanco ceniza—. ¿Quieres que te llevemos a casa?
Ella se apresuró a negar con la cabeza.
Shannon bajó la tapa del váter. Hizo que Gillian se sentara.
—¿Qué sucede? — le preguntó preocupada—. ¿Es la regla?
—No — contestó ella con un amago de sonrisa—, es la antesala. Siempre se anuncia con tambores, pero esta vez — inspiró profundamente en un intento de detener las náuseas — se ha traído a toda la orquesta...
—¿No deberías consultar a un médico?
Tenía gracia porque, desde luego, en Camden no le quedaba ninguno por ver. Todos querían arreglarlo igual; extirpándole el útero. Pero aunque funcionara así así, era suyo y el único que tenía, por lo que hacía años que había dejado de tener en cuenta su opinión. Iba a las revisiones solamente para controlar cómo evolucionaban las cosas por aquella zona catastrófica que conformaba su aparato reproductor.
—Estoy bien — se apartó el pelo de los hombros y volvió a respirar hondo—. Lo de Jason fue como un cóctel emocional... Ya contaba con que me iba a pasar factura.
Shannon le acarició la cabeza suavemente, sonrió con cierta picardía.
—No solo emocional me parece a mí...
Ya, en este caso el ejercicio intenso, empeoraba las cosas en vez de mejorarlas. Gillian hacía tan mala cara, que el fuego que sintió en el cuello apenas fue un amago de rubor en sus mejillas. Aun así, suficiente para que Shannon riera.
—Vamos a que te laves la cara...
Gillian asintió, pero antes de que ella saliera del baño, la detuvo.
—No lo comentes, ¿vale?
—Jason te va a hacer preguntas. He venido porque si no iba a venir él.
—Yo me ocupo de Jay, tú no comentes nada.
Cuando ambas mujeres salieron del baño, los demás habían conseguido un sitio donde sentarse en la terraza acristalada. Jason, al verla, se levantó como un resorte del asiento.
—¿Dónde te habías metido?
Una sonrisa traviesa apareció en el rostro de Gillian que hizo que Shannon miraba a otra parte para evitar delatarla.
—¿Me has echado de menos?
—¿Qué hacías? — insistió él, masculino.
—¿Qué pasa, nene, tus chicas no se empolvaban la nariz? — intervino Mandy en tono de guasa, claro anuncio de que los demás se unirían en breve.
Jason no se lo pensó dos veces y tomó la mano de Gillian.
—Mientras vosotros seguís con las bromas, nosotros vamos a bailar.
* * * * *
Jason se las arregló para encontrar un hueco para los dos en un rincón de la pista menos concurrida. A Gillian, bailar no le apetecía especialmente, pero ser el blanco — o que Jason lo fuera — de las bromas era un plan mucho peor. Para Jason, cualquier actividad que le permitiera tener a Gillian para él solo siempre había sido un buen plan. Desde que estaban juntos, mucho más. Además, la música era agradable y aunque entenderse hablando resultara complicado por momentos (el sonido estaba muy alto), podía mirarla a gusto.
Y eso hacía.
Con su top blanco a juego con los pantalones, super modernos, de tiro bajo; una camisola negra de transparencias y su mata de pelo cubriéndole la espalda y el pecho, le parecía tan femenina...
No se cansaba de mirarla.
El panorama que controlaba Gillian, en cambio, era más amplio. Estaba lleno de gente, Jason muy cerca suyo, y todo en conjunto, le resultaba nuevo y raro al mismo tiempo. Solo una cosa era igual que siempre; la forma en que todas las mujeres del local se fijaban en él. Siempre había sido igual, en Camden o en Nashville. Entonces, estaba tan acostumbrada que lo daba por hecho.
Ahora...
No le gustaba. Y pillarse in fraganti sintiendo celos, hacía que todo le pareciera mucho más raro.
—¿Vas a aceptar la oferta? — preguntó intentando cambiar el foco de atención.
En aquel momento, descubrió que Beth Folley los miraba desde la barra. Ella los saludó con un gesto de la mano que Gillian respondió mientras pensaba que, definitivamente, la noche iba de "pillar in fraganti". Notó que Jason no se daba por aludido.
—Sí — sonrió masculino—. "Voy a tomar las cosas como vienen".
Las comillas también fueron visuales.
—Quería decir que te relajaras, no que te cuadraras en posición de firmes.
—Preciosa, por un mensaje como el que me mandaste, yo me cuadro en la posición que quieras.
"Preciosa". Otra vez. Por no hablar del resto de la frase...
—¿Me tengo que reír? — hizo una mueca de sonrisa — ¿Por qué me llamas así? ¿O es que desde que salimos juntos tengo pinta de animadora cachonda?
Él sonrió divertido, tomó la cara de Gillian entre sus manos y le plantó un beso en la punta de la nariz, imitándola.
—No las llamaba nada... ¡Joder, la mayoría de las veces ni por su nombre! Pero tú eres un ángel, ¿cómo quieres que te llame?
Táctica infalible, pensó Gillian. Primero la hacía reír, luego la seducía con palabras que le acariciaban el oído. Qué hábil era.
—Yo, Gillian; tú, Jason — replicó de una forma que a él le recordó a "Yo, Tarzán; tú, Jane" e hizo que se desternillara.
Ella, sonriendo, esperó a que las carcajadas cesaran para demostrarle que también podía ser muy hábil cuando quería.
Y con él, siempre quería.
—Pero si "preciosa" te gusta más — añadió—, prueba a decírmelo al oído la próxima vez que te mande un mensaje. Igual funciona.
Un escáner cerebral habría mostrado una actividad febril en la zona sexual del cerebro de Jason. Sus maneras de mujer lo estimulaban a tope con casi nada.
Pero si el escáner fuera de su corazón, lo que mostraría serían palabras mayores. Su parte de ángel hacía surgir en él sentimientos que jamás había tenido por nadie. Sentimientos que crecían exponencialmente y buscando expresarse, lo desbordaban.
—Te adoro, Gillian — murmuró, en un arrebato de amor.
Y esta vez el beso fue en la boca.
* * * * *
Aquello había sido un señor beso.
A Beth la habría dejado tal cual de no ser porque el que besaba era un hombre que no perdonaba un cuerpo bonito, pero, definitivamente, pasaba de las caras. Por lo menos, en público.
La mujer a la que besaba no tenía un cuerpo bonito — ni siquiera una cara bonita — pero, misterios de la vida, estaba en la de Jason, omnipresente, desde el principio de los tiempos.
Ahora, además, la besaba en público.
Por efectos del alcohol, no podía ser; ninguno de los dos bebía.
¿Estarían probando las aguas de mutuo acuerdo?
¿O la estrecha esa, que ostentaba el raro privilegio de ser la única mujer que salía con Jason Brady pero no se acostaba con él, habría sucumbido a sus innegables encantos?
Pues cualquiera de las dos eran pésimas ideas. Porque como Gillian estaba a punto de comprobar, había una gran diferencia entre ser su amiga, ocupando un lugar en su corazón que nadie más ocupaba, y llevárselo a la cama.
Y comprobar que allí había lista de espera.
La mujer se apresuró a salir de detrás de la barra cuando vio al ex-jugador de los Dallas Cowboys, dirigir su imponente envergadura vestida de negro hacia la zona reservada. Pensó que, seguramente, iría al baño. Y a juzgar por las miradas que seguían con atención los movimientos de aquel atentado a la fidelidad, había varias que estaban considerando la posibilidad de salir corriendo detrás y meterse en el baño con él.
"Pedirme la vez, señoras" pensó Beth, mientras se echaba un vistazo rápido para asegurarse que todo estaba dónde y cómo debía. Acto seguido, le interceptó el paso.
—Que vengas es bueno para el negocio, pero si me las vas a matar de un infarto... — dijo señalándole con la mirada la camiseta que, raro en un amante de las camisas, lucía hoy; negra, sin mangas y hecha de un material que se le pegaba al cuerpo. Definitivamente, no apto para cardíacas.
Jason sonrió para sus adentros mientras reanudaba la marcha. Era regalo de una mujer, Gillian, y al vérsela puesta lo había definido con una sola palabra "bestial". Aun así, un cumplido era un cumplido. El quarterback le dio un repaso a la dueña del local, antes de contestar.
—Menudo rodeo has dado para decir que estoy cañón. Por mí, no te cortes. — “Me lo dicen a todas horas y me encanta oírlo”, añadió con la mirada.
Ya habían llegado a la cortina negra que separaba la zona de lavabos y el área de acceso exclusivo del personal del local, y Beth no tenía la menor intención de cortarse.
—Vale — dijo ella—. Tengo un cuarto de hora libre y unas ganas que me salgo de echar un polvo contigo. ¿Qué te parece el plan?
Esto estaba mucho mejor. Jason se tomó algunos segundos para valorar la cuestión y mientras su cerebro procesaba la información, sus ojos procesaron a la candidata. Luego, la tomó por la muñeca y miró su reloj. Era casi medianoche.
—Tentador — admitió, masculino, y sostuvo la cortina abierta para ella.
Beth, con una sonrisa radiante, se dispuso a pasar primero.
* * * * *
Gillian miró a otra parte y bebió un sorbo de su cerveza. Tuvo que tragar un par de veces hasta que consiguió que la bebida se abriera paso entre las palabras — improperios, más bien — que se apretujaban por salir, y la angustia rara que le estrechaba el canal como si alguien estuviera intentando estrangularla.
Pero era mejor eso que dejarlas salir.
Agua y aceite hacían una mala mezcla. ¿Cómo había sido tan idiota de considerar siquiera la posibilidad de que una relación con Jason pudiera funcionar?
La única relación que él se tomaba en serio era la que mantenía con su ego.
Mierda. Empezaba a costarle respirar.
Echó un vistazo rápido hacia la terraza donde estaban los demás. Mark le contaba algo a Shannon, Mandy y Jordan. Al menos, ellos no se habían dado cuenta, lo que era todo un consuelo porque en ese preciso instante lo último que soportaría sería el bochorno compartido.
Dios. Quería largarse de ahí y no podía hacerlo sin dar alguna explicación. Los preocuparía. Pero si se quedaba un minuto más...
—¿Qué haces aquí tan sola? — dijo una voz que conocía. Pero antes de que Gillian pudiera responder, la música cesó. No se oía nada...
Hasta que se oyó algo por los parlantes:
"Alex, tío, cada vez que te miro estás en el sitio equivocado. ¿Qué haces en la pista con mi chica?"
Durante unos segundos interminables, Gillian contuvo el aliento.
Y ni siquiera se dio cuenta de que lo hacía. Solo atinó a levantar la vista hasta la cabina del disc-jockey donde Jason, micrófono en mano, le sonreía.
No estaba con Beth.
Dios, no estaba con ella.
Era todo lo que le venía a la mente cuando recuperó el aliento, entre agradecida y arrepentida por dudar de él.
Entonces, Alex dijo algo que Gillian no entendió bien y Jason volvió a hablar con un tono que detonaba que seguía sonriendo.
"Sí, mala suerte, chaval. Es oficial: esa mujer divina es toda mía".
La voz del quarterback, la expresión de su cara, todo en él fue para Gillian, en aquel preciso instante, como un puñetazo en la boca del estómago. ¿Oficial? ¿Qué era “oficial”? El local se volvió rojo y brillante.
Ese no podía ser Jason. El auténtico Jason no estaría en la puñetera cabina con un micro en la mano, pregonando a los cuatro vientos una victoria que aún estaba por verse, cuando ella acababa de pedirle que se relajara.
¡Ay, qué ganas de matarlo, fuera quien fuera!
Tantas, como las de comérselo a besos cuando Gillian escuchó que él, con una voz bastante afinada, empezaba a entonar a capela el “Cumpleaños feliz”.