Capítulo 16

Domingo, 28 de mayo de 2006.

Rancho Brady.

Camden, Arkansas.

Mandy y Jordan estaban de regreso de sus quince días de luna de miel. Diez minutos después de estar en casa, se dieron cuenta que entre Jason y Gillian también había novedades; él no dejaba de mirarla hiciera lo que hiciera, y ella hacía cualquier cosa con tal de no mirarlo. Incluso cuando era inevitable, Gillian se las apañaba para seguir sin hacerlo.

No fue hasta después de comer cuando Jordan se acercó a Mandy que estaba en el porche disfrutando de su paisaje favorito, y le habló al oído.

—Tú a por Gillian. Yo me encargo de Jason, ¿vale, bombón?

Mandy sonrió pícara.

—Me va a encantar. Sé bueno.

Jordan le tiró otro beso y se alejó en dirección al garaje donde estaba seguro de que encontraría a Jason limpiando su Harley, como solía hacer cuando necesitaba pensar sin que lo importunaran.

Pero cuando Mandy fue a por Gillian, no la encontró en ninguna habitación de la casa. Al que sí encontró, fue a su padre en el salón, mirando la televisión.

—¡Ah! Estabas aquí... — Mandy se sentó sobre el apoyabrazos del sillón donde estaba John, y le pasó un brazo por el hombro.

El hombre sonrió y le palmeó una mano con cariño.

—Se te ve fenomenal...

Mandy sonrió de oreja a oreja. Asintió varias veces. Sus ojos celestes, casi transparentes, reían.

—Estoy genial, de verdad. Jordan es ideal.

—Eso está bien — respondió John, mirando a su hija con cariño.

—Buscaba a Gillian... ¿Tienes idea de donde está? Quería charlar con ella un rato...

—Pues tendrás que esperar turno. Ahora está con Eileen...

Mandy rió de buena gana.

—¿Y crees que los tortolitos acabarán reconociendo su mutua locura y formando un nidito de amor?

John sonrió y asintió.

—Sí.

—Tenía que pellizcarme cada vez que pillaba a mi hermano mirándola de esa manera. Me parecía increíble que fuera él — dijo Mandy, divertida.

—Le ha dado fuerte, sí. Por eso Gillian casi no lo mira, ¿te has dado cuenta?

Mandy asintió.

—Tendrá miedo de derretirse.

—Le está costando no derretirse sin que Jason la mire, así que imagínate...

—Me va a gustar ver las bengalas de colores... Seguro que va a ser como un 4 de julio...

—Mejor que un 4 de julio. Mucho mejor — dijo John riendo.

* * * * *

Gillian había ido a ver qué tal seguía el ternero recién nacido. Aunque eso había sido en parte una excusa para quitarse de la línea de fuego. No estaba acostumbrada a aquellas miradas incendiarias de Jason.

Y él, a pesar de lo que creyera Jordan, no estaba en el garaje limpiando su Harley; había ido a buscar a Gillian, y al no encontrarla en la planta de arriba, había deducido que estaría con el ternero y se había puesto en marcha hacia el establo.

De modo que cuando Eileen llegó al corral techado donde madre e hijo estaban aislados del resto, se dio cuenta de que Gillian no estaba sola y esperó cerca, sin ser vista. Con la esperanza de que quizás, no fuera necesario hablar con ella, después de todo.

Jason y Gillian estaban apoyados sobre la cerca de metal, mirando a los animales.

—Todavía le cuesta mantenerse de pie — comentó él. El ternerito parecía borracho. Resultaba gracioso.

—Sí... Se hace un lío con las patas.

A continuación, hubo un momento de silencio largo y tenso que Jason rompió.

—Hagamos una cosa, Gillian.

Ella se volvió de lado y lo miró por primera vez en días. Jason tuvo la impresión de que se le habían aflojado las rodillas, e, instintivamente, se apoyó mejor contra la cerca. Sonrió, algo incómodo.

Para ella no fue mucho mejor.

Cuando lo miraba, recordaba las cosas que él le había dicho y tomaba conciencia de que llevaba tanto tiempo diciéndose "ni se te ocurra, Gillian" cada vez que se descubría regocijándose en aquellos ojos hermosos, que ya había dejado de funcionar.

Exactamente en el momento que él le había dicho "estoy colado por ti".

El piso se movía bajo sus pies. El corazón empezaba a latir desbocado y toda ella temblaba como una hoja.

Y ahora él estaba ahí, con sus vaqueros y su camiseta negra sin mangas y sus músculos casi gritándole "tócame por favor"...

—¿Qué? — consiguió decir cuando al fin consiguió descolgarse de aquella locura que la sacudía como a un cóctel.

—Quedemos en algún sitio tranquilo y neutral. Donde solamente estemos tú y yo. Y hablemos... — Jason la miró a los ojos—. Aparquemos por un rato a ellas y ellos y hablemos como siempre hablamos tú y yo... Lo hemos hecho miles de veces. Hagámoslo otra vez.

Gillian volvió a mirar al ternerito.

Y a considerar lo que Jason decía...

Y él se encontró contemplándola como si tuviera la octava maravilla del mundo ante sus ojos.

Allí, con su pelo como un manto suave cubriéndole la espalda, algunos mechones moviéndose ligeramente con la brisa...

Su figura menuda, de curvas delicadas, que toda la vida le habían parecido graciosas, y ahora le parecían tan femeninas, tan deseables...

Se dio cuenta de que podría pasarse la vida entera mirándola, sin dejar de sentirse arrebatado, y cuanto más la miraba, menos comprendía cómo había podido dar la espalda a lo que sentía durante diez años.

Las palabras salieron de lo más profundo de Jason, sin pasar por el cerebro.

—Te adoro, Gillian. Nunca te haría daño. Si después de que hablemos, tú quieres que vuelva a Dallas, me voy, ¿vale?

Cuando ella volvió a mirarlo, tenía los ojos vidriosos.

—Vale.

Jason sonrió levemente y le acarició la nariz.

—Piensa cuándo y dónde y me lo dices, ¿sí?

Ella asintió. Jason se alejó por el camino de tierra, en dirección a la casa.

Y Gillian se obligó a volver a poner sus ojos en el ternero.

Se obligó a quitarlos de aquel hombre del que llevaba enamorada toda la vida...

Hasta que se dio cuenta de que ya ni siquiera veía al ternero. Se le había cerrado la garganta, veía todo borroso...

Y sentía una angustia brutal.

—Ahora te parece el fin del mundo, pero no pasa nada... No tengas miedo, cariño... Esta siempre será tu casa y los dos os queréis tanto, que aunque como pareja no funcionara, seguiréis siendo amigos. Encontraréis la forma de seguir juntos, ya lo verás.

Cuando Gillian oyó su voz y sintió su mano acariciándole el cabello, ya no pudo parar.

Se abrazó a Eileen y lloró a mares.

* * * * *

En el momento que Jordan vio aparecer a Jason por el camino, con las manos en los bolsillos de sus vaqueros y los ojos perdidos en alguna porción del suelo donde pisaba, comprendió que la razón por la que no lo había encontrado en el garaje con su Harley era evidente; él no necesitaba pensar, lo tenía claro. La que lo se lo estaba pensando era Gillian.

—Míralo por el lado bueno — le dijo dándole una cerveza sin alcohol y sentándose junto a él en uno de los bancos de piedra del jardín—. Tanto quemar locura en el gimnasio, te estás poniendo como un oso otra vez.

Jason lo miró molesto y al ver la expresión traviesa de Jordan, sonrió de mala gana.

Al final, los dos se echaron a reír.

Menudas palizas se daba en el gimnasio a cuenta de Gillian...

Y las que se daría. Porque cada día que pasaba tenía más claro que ella lo iba a poner en observación. Aunque le aflojara soga, lo seguiría teniendo a distancia prudencial hasta que averiguara lo que necesitaba saber.

Porque era una mujer. Y las mujeres eran así. Gillian, incluida.

—¿Qué tal te sienta la experiencia de estar coladito por alguien, por primera en toda tu vida? — preguntó Jordan sonriendo con picardía.

—Me sentaría mejor si me diera un poco de vidilla, pero no me quejo — contestó el quarterback con sorna.

Jordan lo miró. Sentado ahí, jugueteando con el botellín entre sus manos y aquel brillo en los ojos... No le parecía Jason.

—Tú te mueres por tocarla y ella ni siquiera te mira — Jordan respiró hondo. Aquellos meses, loco por Mandy volvieron a su mente—. Y sabes que ya te puedes meter en el catre con todo el equipo de animadoras y ponerte las botas toda la jodida noche, da exactamente igual. Sigues muriéndote por tocarla. Y ella sigue sin mirarte. Y...

Jordan no completó la frase. Jason lo hizo.

—Cada minuto que pasa estás más loco... Joder, haría cualquier cosa, cualquiera, por estar un rato con ella.

Un rato que no sabía cuándo ni si tendría y que de todas formas, le sabría a poco.

Porque algo que había tenido la ocasión de aprender, mientras quemaba locura en el gimnasio aquella semana, era que cualquier otra cosa distinta que tenerla cerca las veinticuatro horas del día y saber que la locura que sentía era mutua, no lo conformaría.

Ya no.

* * * * *

Hablar con Jason parecía lo más lógico. Parecía incluso fácil, pero no lo era.

Gillian no estaba preparada para hablar de sentimientos.

Porque no estaba preparada para escucharle decir lo que sentía, ni para creerle.

Y aunque le creyera, venerarlo en su mente era una cosa; amarlo en el mundo real, otra muy distinta. Jason Brady era un donjuán. ¿Qué mujer sería tan insensata de tomarse en serio a un hombre como él?

Necesitaba tiempo para prepararse, para asimilar la idea de que él, su amigo de alma, y ella, una mujer que nunca estuvo en su lista de conquistas, pudieran tener que sentarse a hablar de amor.

Necesitaba un tiempo que sabía, ya no tenía.