PEDRO PÉREZ FERNÁNDEZ. Dramaturgo español nacido en 1885 en Sevilla y fallecido en 1956. Fue uno de los autores del teatro cómico llamado astracanada. Tuvo una especial y fructífera colaboración con Pedro Muñoz Seca (Los extremeños se tocan, 1927) por lo que fueron conocidos como “los pericos”.
Este autor sevillano de finales del siglo XIX y primera mitad del XX, escribió cuentos, artículos y narraciones en diferentes revistas semanales. Con más de un centenar de piezas, su producción teatral es de gran volumen, en la mayoría de los casos en colaboración con otros autores de éxito humorístico. Cultivó la astracanada, el sainete, la comedia, la zarzuela, y el llamado juguete cómico, en el teatro comercial. Entre otros autores colaboró con Pedro Muñoz Seca (Por peteneras 1911), Luis Fernández Ardavín, Luque o Enrique García Álvarez.
Estrenó la revista La orgía dorada en 1928.
Como su amigo Pedro Muñoz Seca, simpatizó con el bando nacional para ocultarse durante la Guerra Civil española, debido al riesgo de ser ejecutado (como efectivamente sucedió con Pedro Muñoz Seca en noviembre de 1936 en Paracuellos del Jarama).
PEDRO MUÑOZ SECA (Puerto de Santa María, Cádiz, 1881 — Paracuellos del Jarama, Madrid, 1936). Dramaturgo español. Practicó la abogacía y fue profesor particular, pero su verdadero oficio fue el de autor teatral. Máximo representante del teatro humorístico de principios del siglo XX, sus obras gozan aún de una gran popularidad. Su habilidad para versificar y para los juegos de palabras, junto a la distorsión grotesca de la realidad que presentaba en sus piezas, crearon el llamado «astracán», una variante del género chico.
Aunque por su falta de autocrítica es considerado un autor menor, y a pesar de que sus obras halagaron en exceso a los sectores conservadores, lo cierto es que su teatro cosechó un éxito popular rotundo, hasta el punto que se hizo costumbre aprender de memoria fragmentos de sus estrenos, especialmente de La venganza de don Mendo (1918), parodia delirante de los dramas medievales.
Muñoz Seca alcanzó éxitos resonantes. Entre sus obras más célebres pueden citarse Los extremeños se tocan, zarzuela sin música; Usted es Ortiz (1919), burla de las tendencias superrealistas; Faustina (1919) y Satanelo (1930), visiones jocosas del mito de Fausto; La plasmatoria (1935), con el tema del espiritismo y la reencarnación del Tenorio. También escribió farsas como La caraba (1922), y Calamar (1927), sátira contra el mundo del cine; y La oca (siglas de una imaginaria Libre asociación de «Obreros Cansados y Aburridos»), una sátira antiobrera.
En El roble de la Jarosa (1915) intentó la comedia seria. Colaboró con frecuencia con Pedro Pérez Fernández. El teatro de Muñoz Seca puede valorarse como un antecedente de la obra humorística audaz, pero inteligente y sólida, de Enrique Jardiel Poncela.
Pedro Muñoz Seca, que en varias ocasiones había manifestado desde la escena sus ideas antirrepublicanas, murió asesinado en julio de 1936.
ENRIQUE GARCÍA ÁLVAREZ. (Madrid 1873 — Madrid, 1931), Desde muy joven se dio a conocer en las principales de revista de su tiempo con artículos y versos festivos que le conquistaron rápidamente la popularidad.
Luego, abordó el teatro y en colaboración con Antonio Palomero estrenó su primera obra, La trompa de caza, juguete cómico en un acto, que logró en el Teatro de Recoletos caluroso éxito.
Después produjo más de un centenar de títulos en colaboración con, entre otros, Carlos Arniches, José López Silva, Antonio Paso y Cano y Muñoz Seca. El rey del retruécano y del chiste explosivo, colocaba todos los años con regularidad cuatro o cinco obras en cartel, aunque no llegaran a disfrutar del apoyo de la crítica. Sus textos resultan hoy interesantes documentos sociológicos que todo historiador debe tener en cuenta.
Era sin embargo, un maestro del humor, incapaz de levantar el vuelo creativo más allá de los miles de chistes y juegos de palabras que escribió, gracias a un ingenio sin demasiadas ambiciones.
A pesar de las críticas de unos, era muy admirados por otros, hasta tal punto que Miguel Mihura llegó a decir de él, que era el autor que más había admirado en su juventud, el más desorbitado, el menos burgués, quizá el maestro de los que después empezamos a cultivar lo disparatado.
De su colaboración muy frecuente con Antonio Paso resultaron, entre otras, La alegría de la huerta (1900), Los cocineros (1897), Churro Bragas (1899), y El niño judío (1905).
Fruto de su colaboración con Muñoz Seca, son: El verdugo de Sevilla (1916), La frescura de Lafuente (1917), y La Academia. Otro de sus colaboradores fue Carlos Arniches, con el cual fructifico en numerosas obras como Alma de Dios (1907), Gente Menuda, El fresco de Goya, o El Príncipe Casto.
Anécdotas
Su madre falleció tras descolgarse el ascensor en el que viajaba. Durante el velatorio, el dramaturgo se puso en pie a la cabecera de la finada, y le dedicó los siguientes versos “Cuando se murió mi madre/si la querría el señor/que para llevarla al cielo/se la llevó en ascensor”, con la consiguiente estampida de carcajadas de los perplejos asistentes. Solía pasar largas horas metido en la cama, de la que salía para asistir a ensayos, estrenos y muy pocas cosas. Se cuenta en una ocasión, un autor novel le trajo una obra para pedirle colaboración. Al empezar a leerla, Enrique le pidió que se acercara a la cama, al rato le pidió que se sentara, mas tarde que se tumbara. Al final, al entrar la criada, los encontró a los dos durmiendo a pierna suelta y con las cuartillas desparramadas por el suelo. También era un tipo muy hipocondríaco, siempre hacia grandes pedidos a la farmacia y estaba al tanto de todas las novedades. En una ocasión, al hacer reformas en su casa, cogió un gran resfriado; una mañana comenzó a gritar: “Abrid las ventanas, abridlas”. Corrieron los criados y familiares a abrir las ventanas, a lo que él, desesperado, contesto: “¡Esas no, las de la nariz, las de la nariz!”.