ACTO SEGUNDO

CUADRO PRIMERO

Telón corto. Pasillo que conduce al escenario. Una sola puerta en el centro con rótulo que dirá: «Escenario». Es de día.

(Al levantarse el telón sale el SEÑOR RIGAU desesperado, seguido del SEÑOR PITA.)

RIGAU:

No, no, no… le digo a usted que no. Son demasiados contratiempos. Tan bien como iba el ensayo… y ahora… ¡Esta visto, no puede ser!… ¡Cierro, cierro, cierro!…

PITA:

¡Pero, por la Virgen Santísima!… ¿No le digo a usted que estoy dispuesto a encargarme del papel del Rey Fúcar?… El ataque del señor Cabello, no nos perjudica… ¡Cálmese usted!

RIGAU:

Es que ese Cabello estaba muy en tipo, no es posible que otro…

PITA:

¡Yo! ¡Yo lo haré mejor!

RIGAU:

¿Pero usted está loco?

PITA:

Yo lo que estoy es decidido a estrenar esta noche, aunque vuelva a reproducirse el diluvio universal.

GANGA:

(Saliendo por el escenario. Viene vestido con traje de tonelete.) ¡Señor Rigau! Ya se han llevado al señor Cabello en una camilla.

RIGAU:

¿Pero no ha vuelto aún?

PITA:

¿Cómo va a volver si se lo acaban de llevar?

RIGAU:

Es para pegarse un tiro.

GANGA:

Ya lo creo; el teatro vendido hasta las tejas, una espectación por la obra que es un espanto, y, claro, si ahora se anuncia que el señor Cabello…

PITA:

No se anuncia nada. Yo hago el papel de Rey Fúcar.

GANGA:

¡Atiza!

PITA:

Me visto ahora mismo, continúa el ensayo, y esta noche… achico a Ermette Zacconi.

GANGA:

Vamos, no diga usted tonterías.

PITA:

Es que ustedes no me han oído a mí decía mar. Hace tres años hice yo en Carcagente La carcajada… y… bueno; cómo la haría, que tuve que dar cuarenta y cinco carcajadas seguidas. ¡Una locura!

GANGA:

Acabaría usted muerto…

PITA:

Muerto de risa.

RIGAU:

Bien, pero en este caso…

PITA:

Pero, ¿no vamos a una grita? ¿Pues qué importa?

RIGAU:

Bueno, usted allá; pero yo no respondo de la vida de nadie.

PITA:

Bueno. (A Ganga.) Diga usted al jefe de la clac que venga.

GANGA:

Sí, señor, (Vase.)

RIGAU:

Ah, se me olvidaba: en este cuadro que acaba de ensayarse, el de la Travesía de Fúcar no se han movido ni el buque ni la barquilla.

PITA:

Ya lo he visto, pero está arreglado, porque he encargado a Carrascosa y a Calderón de ese asunto, y esta noche Carrascosa tirara del buque y Calderón de la barca.

RIGAU:

¡Esta noche!… No me hable usted de esta noche.

PITA:

Esta noche asistira usted al fracaso más jocoso que registran los anales del Teatro; el público, como ya conoce mi firmita, vendra ameno, y luego que yo no he perdido el tiempo. He mandado localidades a veinte reventadores de oficio con la siguiente notita: «Hagan ustedes lo que puedan». Firmado: Pita. (Sale PALMADA acompañado de DURILLO. Vienen con garrotes enormes en las manos. Son dos chulos.)

PALMADA:

Me ha dicho el señor Ganga que deseaba usted interviuvar al jefe de la clac… y aquí esta el jefe.

RIGAU:

Oiga usted, Palmada. ¿Ha tomado usted nota de cuanto ha visto?

PALMADA:

Sí, señor.

PITA:

¿Y sabe usted dónde ha de iniciarse el chungueo?

PALMADA:

Sí, señor. Aquí tengo apuntadas veintidós ocurrencias y frases intempestivas para interrumpir la representación.

PITA:

Espero que si hay bastoneo, que se oiga.

PALMADA:

Descuide usted, que lo que está en mi mano… (Por el bastón.)

PITA:

Muy bien. Pues nada más.

PALMADA:

Servidores… (Medio mutis.) Ah, una interpelación: ¿Es conducente que cuando el Rey dice aquel verso de…?

Y me parece como mentira,

fue tan grande mi… mi… mi…

PITA:

No, hombre; es así: (Declamando enfáticamente.)

Y me parece mentira,

fue tan grande mi arrebato,

que le sacudí con ira,

le sacudí como a un gato

que molesta y que se tira.

PALMADA:

¿Le parece a usted que oyendo lo del gato maulle aquí mi segundo? Porque éste viene a ser propiamente un angora flauta.

PITA:

Hombre, es una idea; un maullido a tiempo…

PALMADA:

¡Descuaja! Tú, Durillo, lanza un maullido en fa pa que te aquilate aquí el señor Pita.

DURILLO:

¿Lo quiere usted de felino placentero o escaldao?

PALMADA:

Emítelo de esos que tú denominas neurasténicos.

DURILLO:

Pues con su permiso. (Como si le suspendieran del rabo.) ¡Marramiaú!

PITA:

¡Zape!

PALMAD:

¿Qué tal?

PITA:

Tome usted, amigo. ¡Pa cordilla! (Le da dos pesetas.) Esta noche despuebla éste de ratas el teatro.

PALMADA:

¿Mandan algo más?

RIGAU:

Nada.

PITA:

Hasta luego.

PALMADA:

Servidor.

VOZ:

(Dentro.) ¡Ultimo cuadro! ¡Cuadro cuarto! ¡Cuadro último!

PITA:

Llegó la hora.

RIGAU:

Señor Pita, por Dios, no se me alicorte, por Dios, señor Pita.

VOZ:

(Dentro.) ¡Arriba el telón!

PITA:

¡No tenga usted miedo, hombre! ¡Sursum corda! ¡Frescura! (Se van. Telón.)

MUTACIÓN

CUADRO SEGUNDO

Antecámara real de Fúcar XXI. Balcón y ventanas al fondo. Puerta a la calle, primer término izquierda. Puerta a las habitaciones del Rey, segundo término izquierda. Puerta a las habitaciones de la Reina, primer término de la derecha. En el muro que forma el ángulo de la derecha, frente al espectador, puerta secreta. Indicaciones del lado del público. Los personajes de este cuadro son los de la obra del señor Pita Segura, el cual la ha repartido entre los actores que hemos conocido en el acto primero, de la siguiente manera:

LA REINA:

Srta. Escalera.

LA DUQUESA DE ONTENEIS:

Gómez.

LA MARQUESA DE ALCÁZAR:

Selgas.

LA CONDESA DE OMAR:

Pozanco.

LA VIZCONDESA DE OSIR:

Espinosa.

LA PRINCESA DE CATAPÚM:

Machón.

LA BARONESA DE BUTENSÍ:

Martínez.

EL REY:

Sr. Cabello.

(Substituido por Pita)

EL DUQUE DE ONTENEIS:

Ganga.

EL MARQUÉS DE ALCÁZAR:

Garrido.

EL CONDE DE OMAR:

Gómez.

EL VIZCONDE DE OSIR:

Zaldívar.

EL PRÍNCIPE DE CATAPÚM:

Rendueles.

EL BARÓN DE BUTENSÍ:

Mediano.

EL ALMIRANTE:

Carrillo.

(Al levantar el telón están en escena los principales nobles del Reino de Chanfaina, son: El DUQUE DE ONTENEIS, el MARQUÉS DE ALCÁZAR, el CONDE DE OMAR y el VIZCONDE DE OSIR. El PRÍNCIPE DE CATAPÚM y el BARÓN DE BUTENSÍ. Trajes de tonelete.)

ALCAZAR, OMAR, ONTENEIS, OSIR:

¡Ja, ja, ja, ja!…

ONTENEIS:

No os chanceáis. ¡Ah! Lo creáis o no lo creáis, ya os convenceréis.

ALCAZAR:

¿Y vos qué opináis, Onteneis?

ONTENEIS:

Ya veráis, digo ya veréis. Fúcar XXI nos ha llamado a su real cámara para hacer alguna barbaridad con nosotros. (Se acercan todos a Onteneis.) Fúcar XXI esta empañando el metálico brillo de su corona real. ¡Ah, ah! lo empaña, sí. Esto no se le puede tolerar.

TODOS:

¡No!

ONTENEIS:

¡Estamos conformes! El pueblo gime, la nobleza esta humillada. ¡Compañeros! Esta noche, que pasara a la historia, quiero hablaros seriamente, muy seriamente, demasiado seriamente.

ALCAZAR:

¡Decid!

OMAR:

¡Hablad!

ONTENEIS:

¡Oíd!

De su reciente tournée

por el Oriente latino,

el Rey Fúcar creo que

ha vuelto más libertino,

más liviano que se fue.

Antes de marchar de aquí

era libre, pendenciero

otro igual no conocí,

y por su carácter fiero

le odiábamos todos.

TODOS:

¡Sí!

ONTENEIS:

¡Le odiabais! ¡no que no!

y le odiabais como yo

porque nunca fue agradable,

ni estimable, ni entrañable,

ni medio tratable.

TODOS:

¡No!

ONTENEIS:

No hay dama a quien no haya hecho

el amor —¡lo abarca todo!—

¡trescientas tiene en barbecho!,

y, ¡señores, no hay derecho

a acaparar de ese modo!

No hay quien descuidada viva,

que es de todas el azote;

y al enamorar cautiva

desde la princesa altiva,

a la que pesca en un bote.

Y entre perjuros amores

y orgías de las peores,

vive siempre en bacanal.

Y esto está muy mal, señores.

Señores, muy mal.

TODOS:

Muy mal.

ONTENEIS:

Sostiene la idea rara

que es Apolo, por su cara.

Cervantes, por su saber.

Señores; ¿no es esto para…

que no le podamos ver?

¡Que me molestan a mí

sus estúpidos desplantes!

Cervantes, Apolo… ¡Sí!

¡Ni es Apolo, ni es Cervantes!

es… ¡Lara… larararí!

Mil hechos podré contar

de sus vanas presunciones;

pero, por Dios, escuchar,

que por muestra, han de bastar

solamente dos botones.

De Lina, mujer aviesa,

y, aunque plebeya, divina,

se enamoró, y ¡oh sorpresa!

a Lina sentó a su mesa.

Ya veis… a su mesa, Lina.

¿Y lo que hizo en Montecarlo?

¡Ah, no quiero recordarlo!

Enviciarse en la ruleta

y perder… ¡la camiseta!

eso es para abochornarlo.

Y de Segunda Blanchar,

una cocotte, aceptar

un billete… ¡cosa inmunda!

Todo un monarca, tomar

un billete de Segunda.

Su mente a la afrenta es pronta;

pero o su mente no cuenta

monta tanto, tanto monta:

que, aquel que a la afrenta afrenta,

es el que afronta la afrenta.

Bajo, ha sido de mil modos;

tan bajo, que sin trabajo

los de arriba y los de abajo,

a una voz decían todos:

Fúcar XXI… ¡bajo!

Porque no hay en Babia, sabios

ni nobles, sin ultrajar; .

porque… para terminar:

se van a quemar mis labios

pero os lo voy a contar:

A Cruz María Valéis,

a quien todos conocéis,

hará un mes, o acaso dos,

¡pobre niña! ¿qué diréis

que le hizo?

ALCAZAR:

Sabe Dios.

ONTENEIS:

La citó en el Robledal,

y como no acudió, al fin,

a Cruz, tan angelical,

en su faz de querubín

le hizo una larga señal.

ALCAZAR:

¡Pues ha de morir!

ONTENEIS:

¡Muy bien!

Cuando oculte el sol su luz,

Resquiescant in pace, amén.>

¿Me lo juráis?

TODOS:

¡Sí!

ONTENEIS:

¿Por quién?

TODOS:

(Señalándose un carrillo.)

¡¡Por la señal de la Cruz!!

VOZ:

(Dentro.) ¡El Rey!

OTRA:

(Más cerca.) ¡El Rey! (Entra el señor Pita vestido de REY con el ALMIRANTE.)

TODOS:

¡El Rey! ¡Señor!…

REY:

(Sin hacer caso de ellos, al Almirante.) Tenéis razón, Almirante, la marina ha cambiado, lo sé; antes todos los barcos eran lentos, tardíos… bueno, ya sabéis que andaban a fuerza de palos; pero hoy los palos están de más. ¡Máquinas, máquinas! Claro que los buques duran menos, porque las máquinas les calientan los cascos, pero da gusto. Recientemente hice un viaje en el crucero acorazado «Acordeón», y podéis creerme, vine maravillado. ¡Qué viaje, qué hermosura! En todos los puertos hicimos escala. No hubo punto donde no tocara el «Acordeón».

ALMIRANTE:

Ya nos enteramos que hicisteis escala en Singapur y en Badenbaden.

REY:

Y en Milán.

ALMIRANTE:

Señor, Milán no es puerto.

REY:

¿Pues cuándo he soñado yo eso de la Escala de Milán?

ALMIRANTE:

Señor…

REY:

En fin, llegamos al Cabo de Buena Esperanza…

ALMIRANTE:

¿Y qué os gustó más Singapur, Badenbaden?…

REY:

¡Oh! ¡El Cabo! ¡El Cabo primero! Por cierto que allí supimos que la noche antes se estrelló contra las rocas una pobre corbeta de diez velas. No se salvó ni una rata. Pobres marineros, no pudieron hacer una maniobra, les perdió la oscuridad, de nada les sirvió las diez velas y tener el Cabo tan cerca.

ALMIRANTE:

¡Qué horror!

REY:

¿Noticias del arsenal?

ALMIRANTE:

Se han empezado las chimeneas del Otranto y sólo faltan los palos…

REY:

Bien, eso adelanta. Os felicito.

ALMIRANTE:

Gracias, señor, pero los obreros están disgustados, hay desavenencias…

REY:

¡Hombre! ¿y cuándo empiezan los palos?

ALMIRANTE:

No sé.

REY:

Bien. No os olvidéis de decirle al ministro de Marina que se ha comprobado la velocidad de los destróyer, «El Espanto», «La Golondrina» y «El Gordiano», y sabemos que «El Espanto» anda diez y ocho millas, «La Golondrina», quince, y «El Gordiano» un nudo nada más.

ALMIRANTE:

¿Mandáis algo más, señor?

REY:

Ah, sí; quiero que me destinéis a mis tres primos, Pepe, Paco y Pío… recientes oficiales de marina.

ALMIRANTE:

Señor: son tan recientes… que están un poco torpes…

REY:

¿Torpes? Pues destinadlos a un torpedero.

ALMIRANTE:

Se hará. (El Rey le hace una inclinación de cabeza.) ¡Majestad!… (Mutis.)

REY:

(A los nobles.) Ardía en deseos de que se fuera este botarate, Alcázar.

ALCAZAR:

¡Oh!, le gusta darse un pisto…

REY:

Le gusta la mar. Ya supondréis para qué os he llamado.

ONTENEIS:

Ignoramos…

ALCAZAR:

Desconocemos…

REY:

¡Chist! (Recorre la escena.) Sabéis que la Reina Sara y sus damas, vuestras respectivas esposas, se han ido de caza a la quinta de Tomillar. Lo que no sabéis es por qué se han ido.

ALCAZAR:

Ignoramos…

ONTENEIS:

Desconocemos…

REY:

Pues se han ido porque las he mandado yo a la quinta para que nos dejen el campo libre y podamos disfrutar esta tarde de la más agradable bacanal.

TODOS:

Señor…

REY:

Ya conocéis mis gustos. La mujer, la mujer y ¡la mujer! ¡Viva la mujer! A mi abuelo se le llamó Fúcar XIX, El de los belenes; a mi padre, que dedicó su vida a la siembra y fomento del esparto, Fúcar XX, el espartero. La historia me llamara Fúcar XXI, el sicalíptico; peor hubiera sido que me llamaran el velloso… ¡Pero yo soy así! ¡Viva el buen humor!

MÚSICA

REY:

Soy un Rey muy democrático,

y aunque apático

y algo hepático,

siempre estoy, sí, sí, sí, sí, de buen humor.

TODOS:

De buen humor;

de buen humor.

REY:

Dicen que soy cenobítico,

cuando, cáscaras,

soy nefrítico,

según dice Antipirini, mi doctor.

TODOS:

Es muy jocosa

su enfermedad.

Porque nunca fue apática,

nefrítica,

ni hepática,

su majestad,

su majestad.

REY:

Mi majestad,

mi majestad.

Siempre estoy de chí.

Siempre estoy de chí;

siempre estoy de chirigota.

Y en mi mano esta la ley.

Y aunque parezco una sota,

soy un rey.

TODOS:

Siempre esta de chí, etc.

REY:

Yo conozco la poética,

la fonética,

la aritmética,

el Koran y hasta el famoso Eclesiastés

TODOS:

Eclesiastés,

Eclesiastés.

REY:

Tengo pujos de geógrafo,

mecanógrafo

y escenógrafo,

y me juego dos pesetas a un entrés.

TODOS:

Es un portento

de habilidad,

sabe más que Aristóteles,

Arquímedes,

y Sófocles,

su majestad,

su majestad.

REY:

Mi majestad,

mi majestad.

Siempre estoy de chi,

siempre estoy de chi,

siempre estoy de chirigota.

Y en mi mano esta la ley,

y aunque parezco una sota,

soy un rey.

TODOS:

Siempre esta de chi,

siempre esta de chi,

siempre esta de chirigota.

y en su mano esta la ley,

y aunque parece una sota,

es un rey.

REY:

Soy un rey.

TODOS:

¡¡Es un rey!!

HABLADO

ALCAZAR:

Sois adorable, majestad.

OMAR:

¡Oh, sugestivo!

ONTENEIS:

Sois un mago de la distinción, un mago de la gracia, un mago encantador.

REY:

M'hago simpático nada más, Y ahora, bien; ¿qué os parece la idea de esta bacanalita que os preparo?

ALCAZAR:

Una idea elevadísima.

OMAR:

Altísima.

ONTENEIS:

Torre-feilesca.

REY:

Pues para que saboreéis de antemano la jovial sarracina que se avecina, escuchad: De los célebres Kursales Ahí-te-Dole Kursal, Vety-day Kursal y Baili-Bailiery Kursal, vendrán a amenizar nuestra fiesta las estupendas di vetes cosmopolitas Mis Iba de Lant, Pancha Tito y Madam Casusto, entre otras. Eso sí, esas tres solas me cuestan seis mil francos traerlas, pero cuando las veáis vais a decir ¡qué caras! Sobre todo, la de Pancha Tito, que es una tiradora formidable. ¡Tira de espaldas!

ALCAZAR:

¿Y esa Mis Iba, majestad?

REY:

¿Cuál?

ALCAZAR:

Mis Iba de Lant.

REY:

Ah, sí; enorme, como Pancha, pero Madam Casusto, mete miedo.

ONTENEIS:

¿Y dónde se celebrara la fiesta, en el salón damasco… en el?…

REY:

Hombre, como se trata de cupletistas de real hermosura, he elegido el Salón Regio. En fin, me retiro a mi tocador. Queridos festejados: a las diez en punto en esta cámara.

ALCAZAR:

A las diez.

TODOS:

A las diez.

REY:

Veréis qué buenas mujeres. ¡Muy buenas!

ONTENEIS:

¡Por descontado, muy buenas!

REY:

No; digo que muy buenas noches, hasta luego. (Mutis.)

TODOS:

¡Señor!…

ALCAZAR:

¡Insensato!

ONTENEIS:

¡Miserable!

OMAR:

¡Envilecido!

OSIR:

¡Esto es un escándalo!

ONTENEIS:

Un bochorno.

ALCAZAR:

Un juego.

OMAR:

¡Esa es la palabra! ¡Juego!

ALCAZAR:

¡Juego!

ONTENEIS:

¡¡El Rey!!

REY:

(Saliendo.) No olvidéis que a las diez.

TODOS:

A las diez. (Mutis el Rey.) ¡Señor!…

ALCAZAR:

(Conspirando.) ¿Estamos conformes?

ONTENEIS:

Conformes. ¿Os acordáis de todo lo convenido?

TODOS:

Sí.

ONTENEIS:

¿Temblareis?

TODOS:

No.

ONTENEIS:

Pues bien; bajad y hacer el sorteo y cuando todo esté listo, avisadme por medio de una señal cualquiera.

ALCAZAR:

Un silbido.

ONTENEIS:

No.

OSIR:

Cuatro palmadas.

OMAR:

Bravo.

ONTENEIS:

No; puesto que estáis en el jardín, próximo al invernadero donde hay aves, imitad el canto de cualquiera de ellas.

ALCAZAR:

Haremos el arrullo de una tórtola.

ONTENEIS:

Es poco.

OSIR:

¿Hacemos el ganso?

ONTENEIS:

No; mucho más: quiero algo más perceptible, más vibrante.

OMAR:

El graznido de un pavo real.

ONTENEIS:

Eso, el pavo. ¡Partid! ¡Ornar, Osir, Alcázar, mucha cautela; para nuestra causa es esta una buena noche!

OSIR:

Una noche buena.

OMAR:

No os olvidéis del pavo. Y sabed que de nuestros actos sólo tenemos que darle cuenta a Dios.

ALCAZAR:

Sólo a Dios.

ONTENEIS:

¡A Dios!

TODOS:

Adiós. (Se van todos por el fondo y Onteneis entra en la cámara real. Por la puerta secreta aparecen y salen la REINA y sus damas. Todas vienen con guardapolvos y gasas de automovilistas.)

REINA:

Pasad. ¡Silencio!

DUQUESA:

Pero, majestad, ¿estáis segura?…

REINA:

Segura estoy, mi fiel Clara de Onteneis. Esta noche el Rey y vuestros cónyuges celebran en Palacio una orgía.

MARQUESA:

¡Libertinos!

REINA:

Sí, libertinos, mi fiel Daría Almenara de Alcázar.

CONDESA:

¡Licenciosos!

REINA:

Sí, licenciosos, mi fiel Dalia Sansifrán de Ornar.

DUQUESA:

¿Y qué pensáis hacer?

REINA:

Todo lo tengo preparado. Ante todo, esas desdichadas canzonetistas no entrarán en Palacio.

DUQUESA:

Pero…

REINA:

Sé lo que vais a decir. Esta todo previsto. Habrá bacanal.

DUQUESA:

Pero majestad…

REINA:

Silencio, acompañadme. (Vanse todas por la primera derecha Un reloj da una campanada; por el balcón del fondo entra súbitamente la luna. Se oye el repetido graznido de un pavo real.)

ONTENEIS:

(Saliendo.) Están haciendo el pavo. Llegó la hora. Ardo en deseos de enterarme de a quién habrá cabido el honor de librar a Babia de un déspota. ¡Ah, Fúcar! ¡Tus horas están Contadas! (Coge un candelabro con velas y se asoma al balcón haciendo una seña. El traspunte casi a la vista del público sopla y apaga las velas.) ¡Rediez, qué viento! Pero me han visto. (Deja el candelabro en su sitio. Por el balcón salta Alcázar.)

ALCAZAR:

¡Onteneis!

ONTENEIS:

¡Qué! ¿Se hizo el sorteo?

ALCAZAR:

¡Sí!

ONTENEIS:

¿Quién…?

ALCAZAR:

Vos.

ONTENEIS:

Caray, ¿no habéis hecho trampa?

ALCAZAR:

¿Qué decís, Onteneis?

ONTENEIS:

Es que me hace algo extraño que faltando yo… Vamos, no es que me importe, casi lo deseaba, lo hubiera suplicado; pero ¡caray! vuelvo a decir, me ha sorprendido tan… gratamente, que… bueno, ¡lo hago polvo!

ALCAZAR:

Tomad. (Le da una pistola.)

ONTENEIS:

Venga. ¡Rebrovín, qué pistola!

ALCAZAR:

Y ahora… (Saca otra.) Ved. Yo soy el encargado de vigilaros, según se convino… si os falla o tembláis, ¡que Dios os perdone!

ONTENEIS:

¡Qué bruto! (Se va a mirar por la primera izquierda.)

ALCAZAR:

Menos mal que yo, fiel a mi rey, he quitado las balas a las dos pistolas. ¡Por los reyes vela Dios!

ONTENEIS:

¿Y decís, Alcázar, que…?

ALCAZAR:

Onteneis… (Le apunta sin querer.)

ONTENEIS:

(Variándole de posición el arma.) Che, che. Os lo suplico. ¡Nada! Veréis cómo tiro, y si falla, veréis cómo acierto, y si falla, veréis cómo corro… a extrangularle. Avisad. (Alcázar da unos silbidos como si llamara a un perro.) Estos han hecho trampa. (Por la primera izquierda aparecen los conjurados OMAR, OSIR, CATAPÚM y BUTENSÍ, que se unen a Onteneis y Alcázar.)

MÚSICA

(Coro de conspiración.)

TODOS:

El Rey es un despótico,

el Rey es antipático,

sin que pueda negarse

que algunas veces es simpático.

¡Muy simpático!

Pero es un absorbente

y un tío impertinente,

que quiere que los nobles

no tengan voluntad,

y esto se ha acabao,

y esto ha terminao.

Porque el barón de Onteneis,

vizconde y duque de Werfleis,

a quien vosotros conocéis

y ahí le tenéis,

se ha plantao con seis,

que son los que aquí veis.

Y en una conjura que hicimos anoche,

juramos matarle… ¡aaah!

Que muera el villano

que muera el tirano,

que muera el traidor,

¡aaah!

Que muera el villano,

que muera el traidor.

Si no es con un puñal

por no acertarle bien,

le damos cuatro tiros

en la sien.

¡Pum! ¡Puna! ¡Pum! ¡Pum!

Así debe morir

quien no se porta bien,

de cuatro o cinco tiros

en la sien.

(Extendiendo las manos.)

Morirá.

Morirá.

Morirá.

Morirá.

(Van haciendo mutis por la primera izquierda y ya dentro cantan por última vez.)

¡¡¡Morirá!!!

HABLADO

(Sale el REY por la segunda izquierda.)

REY:

Acaban de comunicarme que siete ninfas antifazaradas han llegado a Palacio. Son ellas. Creo que es la hora convenida. (Un reloj da campanadas.) Una, dos, tres, cuatro, cinco, Seis… (Pausa. No hay más campanadas.) ¡Las diez! ¡Pasos! Ellas son. Las esperaré adoptando una postura que las cautive. (Entran los nobles; el Rey vuelto de espaldas no los ve, se cree que son las coupletistas.) ¡Oh, qué perfume! (Abandona una mano para que se la besen.)

ONTENEIS:

(Se la besa.)

REY:

(Traspuesto y escalofriado.) ¡Oh!

ONTENEIS:

Hemos oído las diez, majestad…

REY:

(Dando un salto.) ¡Cascaras!

ONTENEIS:

Y acatando lo que ordenasteis, aquí estamos.

REY:

Las bellas kursalescas también han llegado, y me congratulo de esta puntualidad. Queridos concrapuleros. Nada os digo de la confianza fraternal y del desahogo individual y colectivo que debe reinar en esta cuchipanda.

ONTENEIS:

De acuerdo. (Risas dentro.)

REY:

Ellas. Hagámosles guardia de honor. Vuestro rey las piropeara con su peculiar gracejo. Vosotros haced el coro a mis piropos. (Entran la REINA y sus seis clamas vestidas de fantasía al estilo de las coupletistas. Vienen con antifaces. Se detienen al poco de entrar y al mismo tiempo hacen al Rey una reverencia de corte.)

REY:

Ole ahí las mujeres con cuerpos de Diosa.

ELLOS:

De Diosa. (Nueva reverencia de las damas.)

REY:

Os llamé para admirar vuestras gracias, que son muchísimas.

ELLOS:

¡Muchísimas gracias!

REY:

No es a vosotros. Y ahora la presentación de rúbrica, (Presentando a los nobles.) Onteneis, Alcázar, Ornar, Osir, Butensí y Catapúm, palaciegos que, aunque maduros algunos al parecer, todos están verdes. ¡Viva el desequilibrio, y a quien Dios se la dé, tan agradecido quede! No os recomiendo más que finura a todos, y ahora tirad las espadas, vengan copas y no ser bastos. (A ellas.) Venid aquí, pétalos clavelines. ¿Por qué causa ocultáis las rosas de vuestras mejillas, si que también las líneas griegas de vuestros estuches olfatescos?

REINA:

¡Ay!

REY:

¿Qué hay?

REINA:

Rubor.

REY:

Tú eres Pancha Tito. Pues bien, luego os los quitareis; ahora amenizadnos con un couplet-vermú para la juerga.

ONTENEIS:

Un couplet.

TODOS:

El couplet.

REINA:

El couplet del sorbete.

REY:

Venga el couplet.

MÚSICA

I

REINA:

Vino a casa el otro día

Luis Cañete, que es cadete,

y como era Junio, hacía

un calor de rechupete.

Él me dijo si quería

refrescar con un sorbete,

y al ver su galantería,

yo le dije: ¡clarinete!

Y fue por él,

qué duda hay,

y lo probé

y dije… ¡ay!

Ay qué frío esta el copete del sorbete.

ou la lá,

ou la lá.

Dame un beso, que eso a nada compromete.

ou la lá,

ou la lá.

Y el pillete del cadete me dio siete,

ou la lá,

ou la lá.

qué goloso, qué goloso mozalbete,

ou la lá,

ou la lá.

TODOS:

(Evolucionando.)

Ay qué frío esta el copete del sorbete.

ou la lá,

ou la lá.

Dame un beso, que eso a nada compromete.

ou la lá,

ou la lá.

Y el pillete del cadete me dio siete,

ou la lá,

ou la lá.

Qué goloso, qué goloso mozalbete,

ou la lá.

TODOS y REINA:

Ou la lá.

II

REINA:

Animada por la charla

del demonio del cadete,

cuando más me iba gustando

se me terminó el sorbete;

y obsequioso y atrevido

el granuja va y me invita

a tomar los dos del suyo

con la misma cucharita.

Y lo acepté,

qué duda hay,

y lo probé

y dije… ¡ay!

Ay qué frío esta el copete del sorbete,

ou la lá,

etc.

TODOS:

(Evolucionando.)

Ay qué frío esta el copete del sorbete,

ou la, lá,

etc.

HABLADO

TODOS:

(Aplaudiendo.) ¡Bravo!

REY:

¡Bravísimo!

ONTENEIS:

¡Oh, tiene una garganta que es una lira!

REY:

Un canario a tu lado es una zambomba, rica mía.

ONTENEIS:

¡Qué trinos!

REY:

Son unos gorgeos y unos trineos que dan frío.

ONTENEIS:

¡Y cómo matiza!

REY:

De cómo matiza ya lo veréis. Un couplet no da idea. Ya, ya le daremos ocasión para que matice.

REINA:

No deseo otra cosa, Majestad.

REY:

De modo, que matizarás.

REINA:

Haré lo que pueda.

REY:

Champán, venga champán, pero antes elegid parejas para bailar un minué. (Todos eligen y dan el brazo a las damas.) Pancha Tito…

REINA:

Señor…

REY:

Este es mi brazo… ¿Están todos aparejados?

TODOS:

Sí.

REY:

Pues bien, señores: fraseo galante, libertad de acción y fuera caretas.

REINA:

Sí. ¡Fuera caretas!

(Todas se quitan los antifaces.)

TODOS:

¡Mi mujer!

REY:

Bonita situación para que matice.

TODOS:

(Menos Fúcar.) ¡La Reina!

ELLAS:

¡Villano!

REY:

¡La batalla de Sedán!

ELLAS:

(Les dan una bofetada.)

REY:

(Escurriendo el bulto.) ¡Pero que se dan! Soy de ustedes. (Desaparece por la segunda izquierda.)

REINA:

Conteneos, amigas mías. Venid conmigo y acordemos la venganza. (Se van por la primera derecha.)

ONTENEIS:

De todo esto tiene la culpa ese Rey licencioso;

ALCAZAR:

Y cobarde.

ONTENEIS:

Tenéis razón. ¡Cobarde! Es el único que no ha dado la cara.

TODOS:

¡Muera!

ONTENEIS:

¡Muera!

ALCAZAR:

A ves os toca, Onteneis.

ONTENEIS:

Lo sé. Beberé su sangre, le veré a mis plantas, escucharé su agonía, ¡oh, qué victoria! Tiraré sereno. Esta hazaña añadirá blasones a mi escudo; en el cuartel donde figura el tronco de añoso roble, pondré un tronco y una victoria con este lema: ¡Vamos tirando!

TODOS:

¡Valor! (Vanse todos menos Alcázar y Onteneis por la primera izquierda.)

ONTENEIS:

¿No os vais, Alcázar?

ALCAZAR:

Tengo que vigilaros. No dudo de vuestro valor, pero tengo que vigilaros.(Hace mutis al balcón asomando la cabeza para que el público lo vea.)

ONTENEIS:

Bueno: tengo una pata como para que me la entablillen. ¡Pobre Fúcar! Y que no tengo más remedio que cortar el hilo de su existencia, porque si no ese bestia me borra del Censo. Y allí esta que no me quita ojo. (Tose el Rey dentro.) ¡Arrea, el futuro cadáver! (Se esconde en el balcón.)

REY:

(Saliendo por donde se fue con todo género de precauciones.) ¿Qué habrá sido de los orgiásticos? Señores, qué situación: La ponen en El orgullo de Albacete y dicen que es inverosímil. La bofetada de Catapúm, fue espantosa, pero la torta de Alcázar ha sido para tomar bicarbonato. ¡Qué ocurrencia la de la Reina Sara! (Se ríe.) Habrá que oír a los concrapuleros; sobre todo al pobre Onteneis que se ahoga en un buche. (Se sienta cerca del balcón.) Me estará apuntando en el debe la bofetada recibida para cobrársela luego con nuevos honores. Apunta, Onteneis. (Onteneis saca la gaita apuntando.) ¡Onteneis, apunta! ONTENEIS ¡Caray! (Se oculta.)

ONTENEIS:

¡Caray! (Se oculta.)

REY:

¡Vas a perder el tiempo lastimosamente! (Se oyen unos golpes en la puerta secreta.) ¡Recetro, a estas horas! (Nuevos golpes.) La Reina no puede ser. Ignora la existencia de esa puerta. (Va a abrir de puntillas.)

ONTENEIS:

(Asomándose.) ¿Qué hace?

REY:

(Abriendo la puerta y viendo a Clara de Onteneis.) ¡Clara!

DUQUESA:

¡Fúcar!

ONTENEIS:

Azúcar, mi mujer. ¡Ahora es cuando lo hago cisco!

REY:

¡Amor mío; mi vida!

ONTENEIS:

¿Pero qué oigo?

DUQUESA:

¡Ay!

REY:

¿Tú aquí, mi vida?

DUQUESA:

Aquí… me ahogo… tiemblo de horror. Tu vida peligra. ¡Sálvate!

REY:

Mi vida.

DUQUESA:

Déjate de galanteos.

REY:

¡Si digo que peligra mi vida, porra!

DUQUESA:

Sí; los nobles se han conjurado contra ti, quieren matarte y el imbécil de mi marido es el encargado de ejecutarte.

REY:

¡Ah, miserable Onteneis!

DUQUESA:

Sí, Onteneis. ¡Mirar! (Se oculta Onteneis.) Mirar qué pago a tanto beneficio.

REY:

Esta es la vida, pero no tiembles, porque sus planes quedarán fallidos. (La lleva un a sofá cerca del balcón y la sienta a su lado.) Tengo muy bien guardadas las espaldas.

ONTENEIS:

¡Ah, perjura, delatora, morirás con él!

ALCAZAR:

¡Tiradle!

REY:

Te ruego que te tranquilices, no pasará nada, porque eso a Onteneis le falla, (Onteneis dispara sin resultado.) y el idiota de tu marido amanecerá mañana colgado de una higüera que yo le haré la merced de que la busque y elija.

ONTENEIS:

¡Pues me la he buscado! (Se oculta.)

ALCAZAR:

¡Tiradle!

ONTENEIS:

Voy.

REY:

¡Qué lindos ojos tienes! Me atraen como el abismo al suicida, me tiran con atracción imantesca. (Onteneis dispara nuevamente y ¡claro! no sale el tiro.)

DUQUESA:

¿Qué? ¿Te tiran de verdad?

REY:

¿No lo estás viendo?

ALCAZAR:

¡Tiradle!… (Onteneis tira la pistola.) ¿Qué hacéis?

ONTENEIS:

¡Tirarle! ¡No me sirve para nada!

DUQUESA:

Toma, Fúcar, esta medalla que ella te protegerá. (Coge Fúcar la medalla y la besa repetidamente.)

ONTENEIS:

(Al oir los besos.) ¡Arrea! Dadme vuestra pistola, Alcázar!

ALCAZAR:

Tomad. (Se la da.)

ONTENEIS:

¡Ah, villanos! (Se asoma, apunta y le falla.)

DUQUESA:

Me voy, amor mío.

REY:

Adiós, Clara, adiós, y no lo olvides. Mañana tu marido en la higuera. (La acompaña a la puerta secreta.)

ONTENEIS:

¿Yo en la higuera? ¡Ah, me he salvado! (Saca un puñal y se va detrás de ellos.)

DUQUESA:

Adiós. (Vase.)

REY:

Adiós.

ONTENEIS:

(Dándole una puñalada.) ¡Muere! (Corre y se tira de cabeza por el balcón.)

ALCAZAR:

¡Lo ha matado! ¡Favor al Rey!

REY:

(Cayendo en los brazos de Alcázar.) ¡Ah, Alcázar, noble amigo!

ALCAZAR:

Os ha matado ese miserable.

REY:

Sí, me muero, me voy, lo veo… hago mi último viaje, me voy, Alcázar.

ALCAZAR:

Volved, señor.

REY:

(Agonizando.) No puedo.

ALCAZAR:

Escribid vuestra última voluntad.

REY:

Haré un esfuerzo… ¡no, no! me voy, Alcázar… pero escribiré. ¡Ah, os voy a pedir un favor!

ALCAZAR:

¡Favor al Rey! (Entran la REINA, DAMAS y NOBLES; todos por la primera izquierda.)

OMAR:

¿Qué pasa?

OSIR:

¿Qué ocurre?

CATAPÚM:

¿Qué sucede?

ALCAZAR:

Han asesinado al Rey.

REINA:

(Entrando.) ¡Fúcar! ¡Fúcar!

REY:

¡Dejadme! ¡Dejadme!

REINA:

¡Fúcar asesinado!

ALCAZAR:

La dinastía de los ilustres Gothas sucumbe con el Rey.

REY:

Sí, soy el cuarto Gotha víctima del acero homicida.

CATAPÚM:

Esto es horroroso.

OMAR:

Esto es el diluvio.

REY:

Han caído cuatro Gothas.

ALCAZAR:

Que haga su última voluntad. (Todos se arremolinan junto al Rey.)

REY:

¡Dejadme, dejadme que haga mi voluntad! (A Alcázar.) Escribid. Dejo a la princesa Evarista, las obras del Palacio Real de Alander y las del Palacio del Rhin.

OSIR:

Apunte. Deja dos obras para la Princesa.

REY:

Deprisa, que me muero.

ALCAZAR:

Siga, Majestad.

REY:

Al infante Oscar, mi hipódromo. Corra usted.

OSIR:

Corra.

ALCAZAR:

Voy.

REY:

Dejo a Catapúm mis joyas y a Omar mis cuadros…

REINA:

¿Y a mí, que me dejas?

REY:

¡Te dejo… viuda! ¡Ah! ¡Aire! Me falta el aire… aire… me ahogo… no puedo respirar… abridme las ventanas… (Todos se dirigen a las ventanas.) ¡No! ¡no! ¡esas, no! ¡Las de las narices! ¡Aah! (Muere, cayendo al suelo. Todos los actores rompen en un nutrido aplauso.)

BUTENSÍ:

¡Bravo, señor Pita!

CATAPÚM:

¡Maravilloso!

OSIR:

¡Sublime!

OMAR:

¡Enorme!

ALCAZAR:

Muy bonito final.

PITA:

(Levantándose.) Pues esta noche, después de muerto, pienso levantarme y largarle al público este exabrupto.

¿Entre tanto espectador

no hay ningún reventador?

Si hay alguno aquí presente

le suplico que reviente,

No… que aplaudan por favor. (Telón.)

FIN DE LA OBRA