5
—Vaya, Sarah.
Dame Laura alzó la vista de su escritorio, verdaderamente sorprendida.
Sarah estaba sin aliento y en un estado de gran agitación.
—Hace siglos que no te veo, ahijada.
—No, ya lo sé… Oh, Laura, estoy en tal lío.
—Siéntate —la condujo con dulzura a un diván—. Cuéntamelo todo.
—He pensado que tal vez tú puedas ayudarme… ¿Se puede… se consigue… es posible dejar de tomar ciertas cosas… cuando, me refiero… cuando te has acostumbrado a tomarlas? —Añadió apresuradamente—: Oh, supongo que ni siquiera sabes de qué te estoy hablando.
—Oh, ya lo creo que sí. Quieres decir drogas.
—Sí.
Sarah sintió un enorme alivio ante la reacción tan poco escandalizada de Laura.
—Bueno, la respuesta depende de muchas cosas. No es fácil. Nunca es fácil. Las mujeres encuentran muy difícil quebrantar una costumbre de esa clase, más que los hombres. Mucho depende del tiempo que lleves tomando esa porquería, depende de cómo la hayas tomado, de cómo esté tu salud en general, de tu valor, tu resolución y tu fuerza de voluntad, depende de las condiciones en que va a transcurrir tu vida cotidiana, si tienes ilusión por algo en el futuro y, siendo mujer, si tienes cerca alguien que te ayude a luchar.
El rostro de Sarah se aclaró.
—Bien. Creo… creo de verdad que todo saldrá bien.
—El tener demasiado tiempo libre no te va a servir de ayuda.
—¡Tendré muy poco tiempo libre! —rió Sarah—. Trabajaré como loca cada minuto del día. Tendré alguien que… que se ponga duro conmigo y me meta en cintura, y en cuanto a tener ilusión por algo en el futuro… ¡tengo todo que esperar… todo!
—Bien, Sarah, creo que tienes una buena posibilidad. —Laura la miró y añadió inesperadamente—: Parece que al fin has madurado.
—Sí. He tardado bastante… me doy cuenta de ello. Solía pensar que Gerry era débil, pero yo soy la débil de verdad. Siempre deseando sostenerme entre almohadones. —Su expresión se ensombreció—. Laura… me he portado horriblemente con mamá. Hasta hoy no sabía que Coliflor le importaba tanto. Ya sé que cuando me advertiste sobre ofrendas y piras de sacrificios no te hice caso. Estaba tan horriblemente contenta de mí misma, de mi plan para librarme del pobre Richard… y todo el tiempo, ahora me doy cuenta, estaba siendo celosa, infantil, despreciable. Obligué a mamá a renunciar a él; y entonces, como es natural, me odió por ello, pero sin decirlo nunca; pero todo empezó a ir mal. Hoy hemos tenido una discusión horrorosa… nos hemos gritado y yo le he dicho cosas despreciables, acusándole de cuanto me había pasado. La verdad es que en ese momento me sentía en contra de ella… Yo, también la odiaba.
—Ya comprendo.
—Y ahora —Sarah estaba muy entristecida— no sé qué hacer. Si tan sólo pudiera arreglarlo de alguna forma… pero supongo que ya es tarde.
Laura Whitstable se levantó súbitamente.
—No hay mayor pérdida de tiempo —dijo didáctica— que decir lo que se debe a quien no se debe…