Capítulo II. Los Martínez-Bordiú en la corte de El Pardo
CAPÍTULO II
Los Martínez-Bordiú en la corte de El Pardo
¡Hay que estar preparados! Van a venir a por nosotros, pero lo que es a mí…
CRISTÓBAL MARTÍNEZ- BORDIÚ, 14 de octubre de 1975, mientras
disparaba con la pistola de un guardia civil sobre una piedra caliza.
AL VISITAR HOY el palacio de El Pardo, cuesta pensar que la familia Franco vivió entre sus muros desde el final de la Guerra Civil hasta el asentamiento de la democracia española. Más de medio siglo de dictadura y negocios, de propaganda y mentiras, de mitos y parafernalias principescas. En el palacio de El Pardo estuvo la residencia de un monarca sin corona, pero también el hogar y la sede financiera de la familia más poderosa de España: los Martínez-Bordiú Franco, los descendientes directos del general, que eran presentados a todos los españoles como el ejemplo a seguir, la familia emblemática, envidiada y modélica, según la propaganda del Régimen, que hacía suya la ensoñación escrita en 1942 por el propio Franco en el preámbulo de su novela Raza: «Vais a vivir escenas de la vida de una generación, episodios inéditos de la Cruzada española… Una familia hidalga es el centro de esta obra, imagen fiel de las familias españolas que han resistido los más duros embates del materialismo. Sacrificios sublimes, hechos heroicos, rasgos de generosidad y actos de elevada nobleza desfilarán ante vuestros ojos. Nada artificioso encontraréis… ¡Que así es España y así es la raza!» El Pardo fue para muchos una versión doméstica y algo rijosa de El Dorado, el mejor escenario para los negocios rápidos en los que la corrupción y las influencias contaban más que los valores financieros.
En noviembre de 1990, el palacio de El Pardo, como símbolo del franquismo, murió definitivamente cuando el entonces presidente soviético Mijail Gorbachov fue alojado allí durante su visita oficial a España. Entonces, algún nostálgico anacrónico pidió que «devolviera el oro de Moscú» —uno de los grandes mitos antisoviéticos del franquismo, aunque real— mientras se lamentaba de que el dirigente comunista disfrutara de los mismos aposentos que, en el ejercicio del poder, ocupó el Generalísimo Franco, «el único militar que venció a los bolcheviques en el campo de batalla», según rezaban muchos carteles pegados en las paredes españolas tras la Guerra Civil. El alojamiento de Raisa y Mijail derribaba para siempre el último bastión del poder personal de Francisco Franco Bahamonde.
Un cuarto de siglo ha bastado para enterrar definitivamente la huella íntima del general Franco, sus santuarios y sus elementos más emblemáticos: el Pazo de Meirás, Valdefuentes, el Azor… La democracia ha sepultado símbolos, antecedentes, huellas… mientras los apellidos Martínez-Bordiú Franco eran relegados a una existencia discreta. Entre anecdóticos escándalos sin fuste, intrigas patrimoniales, divorcios y no pocos avatares sentimentales ofrecidos en exclusiva por las revistas del corazón, la familia formada por Carmen Franco, Cristóbal Martínez-Bordiú y sus siete hijos (Francis, Carmen, Marida, Merry, José Cristóbal, Arancha y Jaime) ha sido cómodamente olvidada y sin que nadie haya osado ajustarle las cuentas. Hacienda no les ha molestado y no han tenido que dar explicaciones sobre la forma en que algunas propiedades han llegado a la familia, ocultas durante años bajo las siglas de sociedades anónimas. Tampoco se les ha hecho pagar ninguna factura política a pesar de que antaño encarnaron a la familia más poderosa de España, de legendaria fortuna, y disfrutaron de una influencia política ilimitada en la elección de ministros y sucesores reales. Desde el palacio de El Pardo, Franco impuso a favor de sus descendientes un reinado sin corona que hoy resulta difícil de comprender y cuya perversión histórica el tiempo diluye.
CARMEN Y CRISTÓBAL: LOS PRÍNCIPES CONSORTES DE EL PARDO
El 11 de abril de 1950, cuando la posguerra daba sus últimas bocanadas, Carmen Franco Polo, de 23 años, contrajo nupcias en el palacio de El Pardo, su vivienda desde los trece años, con el joven doctor y alférez universitario Cristóbal Martínez-Bordiú Ortega, hijo de José María Martínez Ortega y María de la O Bordiú Bascarán, condes de Argillo. El cardenal del Régimen, Enrique Pla y Deniel, les bendijo: «Tenéis un modelo ejemplarísimo en la familia de Nazaret, y otro más reciente en el hogar cristiano, ejemplar, del Jefe del Estado». Palabras tan grandilocuentes encontraron en la calle una copla como respuesta:
La niña quería un marido,
la mamá quería un marqués,
el marqués quería dinero,
¡ya están contentos los tres!
Sin embargo, se debe a la pluma del aristócrata José Luis de Vilallonga el análisis más demoledor de aquel enlace nupcial:
Franco lo había elegido para marido de su hija Carmencita no porque fuera un hombre culto —eso en el fondo le hubiese molestado al dictador—, ni porque fuera rico —no tenía dónde caerse muerto—, ni porque fuera portador de un nombre ilustre: se llamaba Martínez. Lo había elegido como un último remedio. Antes de que el Martínez apareciese en la escena, los Franco habían soñado con casar a su hija en las más altas esferas de la aristocracia española. Pero por aquel entonces, la aristocracia —más larde se rendiría a los indiscretos encantos de la dictadura— se mostraba reacia a entroncar con aquellos «parvenus». Como por arte de magia, todos los duques, marqueses, condes y vizcondes a los que visitaron los emisarios de El Pardo estaban ya comprometidos con sus primas hermanas. Fue entonces cuando, casualmente, apareció Villaverde en el horizonte con atuendo de cazador. Ante los ojos del general complacido, el galán asesinó a escopetazos una ingente cantidad de pájaros variopintos. «¿Quién es ése?», preguntó el dictador. «Un marqués», le respondieron. Franco consultó con su mujer, resignada ya a casar a su hija con un joyero. Se hicieron las indagaciones pertinentes. Villaverde no era gran cosa, pero, al fin y al cabo, permitiría que a la niña la llamaran señora marquesa. La boda fue sonada. Villaverde se vistió de domador, se puso unas plumas en la cabeza, pagó sus deudas en diferentes bares e inició su chaplinesco viaje estelar por la vía láctea del franquismo[58].
Acababa de comenzar una época. Y con ella, el apogeo de los Martínez. La boda de Cristóbal con la única hija del hombre más poderoso de España les catapultó hasta alturas financieras y sociales a las que jamás habrían tenido acceso. Tanto el padre, como los tres hermanos de Villaverde (Andrés, conde de Morata de Jalón; José María, barón de Gotor, y Tomás, barón de Illueca) conocieron su mejor momento tras la entrada nupcial de la familia en El Pardo.
El 15 de diciembre de 1954, tras el nacimiento del primer nieto varón, el general Francisco Franco Salgado-Araujo, primo y secretario militar del Caudillo, a quien todos llamaban familiarmente Pacón, escribió en su diario: «Estuvimos en El Pardo a felicitar a los padres y abuelos del nuevo niño. Aquello estaba invadido de gente; muy numerosos son los familiares de Villaverde, que ahora privan tanto aquí (no cabe duda de que si la familia de Franco y la de Polo no aparecen mucho por allí, los Martínez lo invaden todo, llenando los salones cuñados, tíos, primos, sobrinos, etcétera).»[59] La respuesta del marqués a tan elocuente descripción fue: «¿Y qué podíamos hacer para evitarlo si la familia de los Martínez era más numerosa que los Franco y los Polo? Eso ocurre en todas las familias. A la hora de las celebraciones acuden los miembros de todas las ramas y nadie se dispone a distribuirlos por cupos.»[60]
En la práctica, constituyeron lo que los escoceses llaman un clan, es decir, una tribu familiar. «Los Argillo —se pregunta Pilar Franco—, ¿qué hacían revoloteando en torno a la minoría de El Pardo? ¿Quién fue la persona que recomendó a Felipe Polo para secretario particular del Caudillo? Yo no lo sé ni podría decirlo. Pero a mí me da la impresión de que a mi hermano Paco no se le ocurrió la idea. ¿Cuestión de brujería? Lo cierto es que a los hijos de Argillo —y que conste que excluyo al marqués de Villaverde, que es muy simpático— se situaron pero que muy bien.»[61] Décadas más tarde, Pilar Jaraíz Franco recordaría también aquel evento, al que asistieron más de ochocientos invitados. «Vimos a mis tíos Carmen y Paco muy satisfechos y todavía jóvenes. Entre los invitados nos presentaron a la familia del novio, que iba a tener tanta importancia en el futuro, y que iban a expulsar de El Pardo a los que no pertenecían al clan. Nos pareció que la familia Argillo estaba exultante.»[62]
Desde los salones del palacio de El Pardo, el ingeniero de minas José María Martínez Ortega se hizo banquero. En enero de 1954, en un momento en el que la concentración bancaria española imposibilitaba la creación «natural» de un nuevo banco, el padre de Villaverde fundó y —presidió— el Banco de Madrid a partir de una modesta entidad bancaria catalana, la Banca Valls, creada por el financiero Jaime Castell Lastortras[63] y cuyo capital social de cinco millones de pesetas subió a noventa en apenas diez años. Todo un milagro económico que desató oscuros rumores. El conde de Argillo presidió también los consejos de Administración de Construcciones y Contratas S. A. y Obras Metálicas Electro Soldadas, y fue vocal de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid. En aquel tiempo se ignoraba el término «incompatibilidad».
De los hermanos Martínez-Bordiú, Andrés, ingeniero de minas como su padre, es el que ha ocupado más cargos en sociedades anónimas: consejero-delegado de Duro Felguera, consejero de David Brown Engranajes, Sondeos Petrolíferos, Estudios y Proyectos Eléctricos, Alumina Española, Compañía Minera Sierra Menera, Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica, Aluminio Español, Combustible de Favero; delegado de Westinghouse, presidente de Hunosa; vocal de Hierros y Aceros de Jaén, de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, de Minas de Herrerías…
Los otros dos hermanos se mantuvieron vinculados a los negocios del padre. Tomás, vicepresidente de la Minera de Arévalo, se ha dedicado principalmente a la explotación de la finca familiar Arroyovil, simultaneada con los consejos de empresas como CEFASA, junto a Gonzalo de Borbón; Comercial Flores, con los Franco, y Chequeo por Computadoras, con sus hermanos. José María se quedó con su padre en el Banco de Madrid mientras simultaneaba los cargos de consejero en el Banco Catalán de Desarrollo —compartió consejo de administración con Claudio Boada[64] y Juan Antonio Samaranch—, y de secretario en Trans-Europa, Compañía de Aviación.
Sin embargo, quien se llevó la palma fue Cristóbal. Entre 1954 y 1975, el yerno de Franco fue capaz de compatibilizar su presencia en más de treinta consejos de administración de diferentes empresas con la titularidad de una docena de puestos de trabajo tanto en la sanidad pública como en la privada. Su don divino de la ubicuidad fue tal y su poder tan evidente, que llegó a superar los dos millones de pesetas de sueldo al mes, superior al del mismísimo Franco y, por supuesto, al de cualquier ministro de la época. Tal como se demostró documentalmente en 1977 cuando se sanearon las cuentas de la Seguridad Social, a comienzos de la transición democrática el marqués cobraba simultáneamente de las siguientes plazas de las que era titular: Patronato Antituberculoso, Beneficencia Municipal de Madrid, jefe de Cirugía torácica del Seguro Obligatorio de Enfermedad, Mutualidad Laboral de Ferroviarios, jefe del departamento de Cirugía Torácica de la Clínica de la Concepción, jefe de Departamento de la Ciudad Sanitaria La Paz, jefe del Servicio Cardiovascular del Centro Sanitario Ramón y Cajal y cirujano de la Banca Oficial desde 1953.
Además, durante esos veinticinco años, el marqués presidió o fue consejero de diecisiete empresas cuyos capitales escriturados superaban los 4000 millones de pesetas en 1975. Se trata de Construcciones y Contratas, Inmobiliaria Construcciones y Contratas, Inmobiliaria Hispana, Waimer, Climesa, Chequeo por Computadoras, Instituto Técnico de Seguros y Reaseguros, Torcovir, Incosol, Urgencias Sanitarias, MKT Plasko, Sanitas, Obras Metálicas Electro-Soldadas, Metalúrgica Santa Ana, Siderúrgica del Norte, Valdefuentes y Comercial Flores. A través de su presencia en ellas, Cristóbal Martínez-Bordiú acompañó en su éxito económico a banqueros y empresarios como Epifanio Ridruejo, José María Aguirre Gonzalo, los hermanos Fierro, José Melià, Ignacio Coca, los hermanos Barreiros, Domingo Solís —hermano de José Solís—, el que fuera primer embajador franquista en la Santa Sede, José de Yanguas Messía, Ernesto Koplowitz y, por supuesto los March… Todos, en distinta medida, actuaron a su alrededor, le adularon e hicieron negocios rápidos y sin riesgo, convertidos en los empresarios y banqueros más influyentes del desarrollismo español de los años sesenta.
Ya entonces, el marqués ocupaba un lugar privilegiado en la leyenda de la España estraperlista, con el apodo de «Marqués de Vespaverde» tras verse envuelto en el escándalo internacional de permisos de importación de la famosa motocicleta italiana que estalló en 1954. Aunque los apellidos Martínez-Bordiú no aparecen en el consejo de administración de Vespa S. A. —antes denominada Motomecánica S. A.—, la presidencia de esta compañía la ostentaba el marqués de Huétor de Santillán, Ramón Diez de Rivera y Casares, jefe de la Casa Civil de Franco desde octubre de 1948 hasta su fallecimiento, en noviembre de 1957. Contralmirante durante la Guerra Civil, Díez de Rivera realizó su carrera militar en las fragatas Numancia, Almirante Lobo y Blas de Lezo. Además de Motomecánica S. A. Huétor de Santillán creó Ursaria S. A., la empresa instrumental a través de la cual los Franco administraban y gestionaban su patrimonio inmobiliario y, muy especialmente, su casa de la calle Hermanos Bécquer, de Madrid.
El escándalo de las Vespas, un posible caso de corrupción que implicaba al círculo más íntimo de El Pardo, quedó reseñado para la historia en forma de chiste, esa freudiana manera de reírse de la Dictadura sin rebelarse. Al anagrama de la marca VESPA, la sabiduría popular le había dado el siguiente significado: «Villaverde-Entra-Sin-Pagar-Aduanas».
En la década de los setenta se sentaron en el mismo consejo de administración que Villaverde personajes tan singulares como el general Antonio Ibáñez Freire (Waimer, S. A.), voluntario de la División Azul y gobernador civil en varias provincias y ministro del Interior con UCD; el abogado José María Ruiz Gallardón (Construcciones y Contratas), llamado a ser prohombre de Alianza Popular con la democracia y colaborador entonces de Ramón Serrano Suñer en su despacho de abogado; o el ginecólogo José Botella Llusià (Clínicas Médicas, S. A.), catedrático de la Universidad Complutense de Madrid, célebre por sus ideas médicas ultraconservadoras y tío carnal de Ana Botella.
En su diario personal, Franco Salgado-Araujo recoge también unas reveladoras palabras del general Agustín Muñoz Grandes, entonces ministro del Ejército, pronunciadas el 16 de agosto de 1956: «No han tenido suerte con la boda de su única hija. Yo no sé lo que pasa allí, pero antes eran de una absoluta austeridad y ésta era una de las mejores cualidades que tenían. Hoy eso ha desaparecido de un modo alarmante. Es vergonzoso que los hermanos del Caudillo estén metidos en muchos negocios, porque esto daña el prestigio de Franco». Y concluyó: «El poder tan enorme que tiene un dictador, rodeado por un sinfín de malos amigos, hace que éstos le animen, por afán de lucro, a desviarse de la vida de austeridad y buen ejemplo que debe llevar.»[65]
EL ENTRAMADO EMPRESARIAL DE EL PARDO
Hasta la muerte de Carmen Polo, la trama financiera de los Franco se extendió por más de medio centenar de importantes empresas en las que los miembros directos de la familia (los Franco, los Polo y los hermanos Martínez-Bordiú principalmente, pero también personajes como Ramón Serrano Súñer, ajeno al clan, o el almirante Pedro Nieto Antúnez[66]) actuaron directamente o utilizando testaferros. Este holding de la corte de El Pardo comenzó a forjarse a finales de los años cincuenta, y el año en que murió el dictador atesoraba un capital social escriturado superior a los cien mil millones de pesetas, de 1975. Junto a las compañías, reseñadas alfabéticamente, se cita a los personajes de El Pardo que formaban parte de sus consejos de administración:
- Acerías y Forjas de Azcoitia (AFORASA). José María Sánchiz Sancho. Capital escriturado: 100 millones de pesetas.
- Alcan Aluminio Ibérico. Nicolás Franco Bahamonde. Capital escriturado: 400 millones de pesetas.
- Banco Catalán de Desarrollo. Nicolás Franco Pascual de Pobil. Capital escriturado: 200 millones de pesetas.
- Banco Coca. Ignacio Coca y sus hermanos. Capital escriturado: 187 millones de pesetas.
- Banco de Crédito Local. Francisco Franco Salgado-Araujo. Entidad oficial dedicada a créditos municipales.
- Bancos internacionales: Banque Catalane de Development (Francia); Bank of Miami Beach (Florida, Estados Unidos); Banque pour le Commerce et le Financement (BANCOFIN, Suiza) y la financiera Multinvest; José María Martínez Ortega, a través del Banco de Madrid, y Alfonso de Borbón Dampierre.
- Banco de Madrid. José María Martínez Ortega, José María Martínez-Bordiú, José Parra Lázaro. Capital escriturado: 200 millones de pesetas.
- Banco del Noroeste. Nicolás Franco y Pascual de Pobil. Capital escriturado: 1 115 625 000 pesetas.
- Banús-Andalucía la Nueva. También llamada Banús Masdeu, S. A. Juan y José Banús, José María Sanchiz Sancho. Capital escriturado: 950 millones de pesetas.
- Centro de Estudios y Servicio de Informática, S. A. (CHECOMP). Cristóbal, Andrés y Tomás Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 15 millones de pesetas. Antes denominada Chequeo por Computadoras, S. A.
- Clínicas Médicas, S. A. (CLIMESA). Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 6 500 000 pesetas.
- Comercial Flores, S. A. Cristóbal, José María, y Tomás Martínez-Bordiú, Carmen Franco Polo. Capital escriturado: Cinco millones de pesetas.
- Compañía Española de Finanzas y Administración, S. A. (CEFASA). Gonzalo de Borbón Dampierre y Tomás Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 40 millones de pesetas.
- Construcciones y Contratas, S. A. José María Martínez Ortega, Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 2000 millones de pesetas.
- Fabricación de Automóviles Diesel, S. A. (FADISA). Nicolás Franco Bahamonde, Eduardo Barreiros. Capital escriturado: 160 millones de pesetas.
- FASA-Renault. Nicolás Franco Bahamonde. Capital escriturado: 1125 millones de pesetas.
- Fomento de Obras y Construcciones (FOCSA). Ramón Serrano Suñer y su hijo Ramón Serrano Polo. Capital escriturado: 3000 millones de pesetas. Aunque Serrano dejó de pertenecer al «clan» tempranamente.
- Frigoríficos de Barcelona, S. A. (FRIBARSA). Nicolás Franco Bahamonde. Capital escriturado: 45 millones de pesetas. Empresa vinculada al escándalo REACE.
- Fuerzas Eléctricas del Noroeste, S. A. (Unión Eléctrica Fenosa). Pedro Barrié de la Maza, sucedido por Carmela Arias y Díaz de Rábago. Propietarios del Banco Pastor. Capital escriturado: 80 000 millones de pesetas. Carmen Polo de Franco poseía un importante paquete de acciones regaladas por el difunto Barrié.
- El Encinar de los Reyes, S. A. Miguel Ardid Gimeno, Ernesto Koplowitz. Constructora de viviendas para militares americanos, vinculada a la financiera COVIFISA, presidida por Rafael Ardid Villoslada, futuro yerno de Villaverde.
- Galerías Preciados, S. A. de Inversiones y Servicios (GALEPRIX). Fundada como Sederías Carretas. Capital escriturado: 2995 millones de pesetas. Carmen Polo de Franco poseía un número importante de acciones.
- Grupo Quintana. Holding formado por Gibraltar, S. A., Confecciones Gibraltar, S. A., Laminados de Fibra de Vidrio, S. A. José María Sanchiz Sancho. Capital social: 315 millones de pesetas.
- Hispana de Finanzas, S. A. (HISPAFISA). Nicolás Franco y Pascual de Pobil. Capital escriturado: 65 millones de pesetas.
- Empresa Nacional Hulleras del Norte, S. A. (HUNOSA). Andrés Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 3900 millones de pesetas.
- Instituto de la Costa del Sol, S. A. (INCOSOL). Ignacio Coca, Cristóbal Martínez-Bordiú, José Parra Lázaro, Eduardo Barreiros. Capital escriturado: 300 millones de pesetas.
- Inmobiliaria Hispana, S. A. Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 55 millones de pesetas.
- Instituto Técnico de Seguros y Reaseguros. Nicolás Franco Bahamonde, Nicolás Franco y Pascual de Pobil, Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 1 100 000 pesetas.
- Inversors Overseas Services (IOS). José María Martínez-Bordiú, Alfonso de Borbón Dampierre. Dirigida por el norteamericano Robert J. Vesco (relacionado con el escándalo Watergate), controlaba la inmobiliaria Playamar, constructora de apartamentos en Torremolinos, presidida por Tomás Martínez-Bordiú.
- Lavamat. Nicolás Franco y Pascual de Pobil. Capital escriturado: 3 500 000 pesetas.
- Metalúrgica Santa Ana, S. A. Cristóbal Martínez-Bordiú, Luis Gómez Sanz. Capital escriturado: 1428 millones de pesetas.
- MKT Plasco (Laboratorios Plasmacentro). Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: dos millones de pesetas.
- Sanitas. Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado en 1975: dos millones de pesetas.
- Siderúrgica del Norte, S. A. (SINOSA). Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 20 millones de pesetas.
- Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana. Luis Vereterra Polo, primo de los Polo, emparentado con la familia Gómez-Acebo (Banesto); Felipe Polo Martínez-Valdés. Capital escriturado: no consta.
- Sojlco. Teniente general Ramón Cavanillas Prosper, Luis Nieto Antúnez (relacionados con la Casa Militar de Franco). Capital escriturado: 500 000 pesetas.
- Sondeos Petrolíferos, S. A. (SONPETROL). Andrés Martínez-Bordiú. Capital escriturado: no consta.
- Transportes Aéreos del Guadarrama, S. A. (TAGSA). Alfonso de Borbón Dampierre, Jorge Jordana de Pozas. Capital escriturado: 13 250 000 pesetas.
- Transmediterránea, S. A. Nicolás Franco Bahamonde. Capital escriturado: 709 348 000 pesetas.
- Torcovir, S. A. Ignacio Coca. Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 45 millones de pesetas.
- Manufacturas Metálicas Madrileñas. Nicolás Franco Bahamonde. Asesor: Joaquín Garrigues y Díaz-Cañabate.
- Naviera Aznar, S. A. Eduardo Aznar. Vinculada a los Franco desde el final de la guerra. Quiebra fraudulenta al fallecer el general. Nicolás Franco Bahamonde.
- Naviera Transportes y Pesca, S. A. Nicolás Franco Bahamonde. Capital escriturado: 25 millones de pesetas.
- Nitratos de Castilla, S. A. Felipe Polo Martínez-Valdés. Capital escriturado: 525 554 500 pesetas.
- Obras Metálicas Electro-Soldadas (OMES). José María Martínez Ortega, Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 60 millones de pesetas.
- Parcelatoria Milla, S. A. José María Sanchiz Sancho. Capital escriturado: dos millones de pesetas.
- Refinería de Aceites y Grasas (REACE). Nicolás Franco Bahamonde y su hijo, a través de GEISA. Capital escriturado: dos millones de pesetas.
- Unión Española de Explosivos, S. A. Felipe Polo Martínez-Valdés. Capital escriturado: 1 529 189 pesetas.
- Urgencias Sanitarias, S. A. Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: nueve millones de pesetas.
- Ursaria, S. A. Ramón Diez de Rivera, Felipe Polo, Carmen Polo. Capital escriturado: 4 273 000 pesetas.
- Viajes Meliá, S. A. José Meliá Sinisterra, José María Sanchiz Sancho. Capital social escriturado: mil millones de pesetas.
- Valdefuentes, S. A. Los Franco al completo. Capital escriturado: tres millones de pesetas.
- Waimer, S. A. Cristóbal Martínez-Bordiú. Capital escriturado: 9 100 000 pesetas[67].
JOSÉ MARÍA SÁNCHIZ, EL MAGO DE EL PARDO
La familia Franco utilizaba sociedades anónimas instrumentales —Comercial Flores, Parcelatoria Milla, Ursaria y Valdefuentes— para explotar de manera opaca sus propiedades. En su mayoría las gestionaba directamente José María Sánchiz Sancho, casado con Enriqueta Bordiú, tía del marqués de Villaverde, «el tío Pepe», llamado también «El mago de El Pardo», un hombre «tortuoso» —en palabras de Pilar Franco— que se convirtió en el personaje clave del modus operandi del clan y contra quien Vicente Gil, médico personal de Franco durante cuatro décadas, lanzó un dardo envenenado: «Pepe Sánchiz es un canalla. Lo diré y lo repetiré siempre: está usted rodeado de sinvergüenzas, mi general.»[68] Pero Franco no movió ni un músculo, porque su método era dejar hacer. «Cuidado que eres bruto, Vicente», respondió.
Nacido en 1903, en el seno de una familia apodada «Els Bollos» dueña en su Aldaya natal de una destilería de licores y una fábrica de ladrillos, Sánchiz (que castellanizó su apellido original como Sanchis) supo aprovechar la oportunidad que le brindó su parentesco con los Martínez y ocupó cargos directivos en empresas vinculadas al clan de El Pardo y a los intereses particulares de la familia directa del general. Fue presidente de Valdefuentes y de Cerámicas Nájera, consejero de Acerías y Forjas de Azcoitia, de Industrial de Construcciones Móviles, de Ursaria, de Viajes Melià, de Banús Masdéu y del Grupo Quintana, un holding financiero creado por el empresario Pedro Castaño Hernando en 1936 y que, en 1969, había montado compañías como Gibraltar S. A., Laminados de Fibras de Vidrio, Confecciones Gibraltar y Reparaciones Navales de Algeciras, S. A., beneficiándose de la política de apoyo a los «polos de desarrollo», y cuya quiebra pondría al descubierto una ventajista manera de hacer negocios con las ayudas oficiales concedidas en zonas desastrosas.
El Grupo Quintana, impulsado por Sánchiz, presentó varios proyectos de inversión a la Comisión Interministerial para el Estudio del Desarrollo Económico-Social del Campo de Gibraltar que supondrían crear 3718 puestos de trabajo, pero resultaron ser pura teoría. En febrero de 1970 comenzaron las irregularidades; los créditos se cortaron, la empresa se quedó sin liquidez y llegaron los embargos por impago de acreedores privados y de entidades oficiales como el Banco de Crédito Industrial y el Plan de Desarrollo, que en dos años había subvencionado a Confecciones Gibraltar con 630 millones de pesetas, aunque el proyecto estaba valorado en 516 millones. Una «multiplicación» casi evangélica[69].
LA FORTUNA DE LOS FRANCO: OTRO «MILAGRO ESPAÑOL»
Cuando en 1936 el general Franco encabezó el Alzamiento contra la República, su único patrimonio (si descontamos la finca de La Piniella, propiedad de los Polo, y el caserón natal de los Franco en El Ferrol) era el sueldo de capitán general: 30 000 pesetas anuales. Sin embargo, el día que murió, cuarenta años después, sus fincas, palacios y edificios superaban con creces, según estimaciones del momento, los 1500 millones de pesetas.
Patrimonio de la viuda de Franco y sus descendientes en 1975 según los precios oficiales de tasación de la época, muy inferiores al mercado real.
- Pazo y Torres de Meirás, 75 millones de pesetas.
- Canto del Pico, Casa del Viento y 820 000 m2, 300 millones de pesetas.
- Palacio de Cornide, tres plantas con 879 m2, 25 millones de pesetas.
- Edificio de tres plantas en Hermanos Bécquer, Madrid, 36 millones de pesetas.
- Valdefuentes, 9 645 088 m2 en Arroyomolinos, Madrid, 700 millones de pesetas.
- Casa natal de Franco en El Ferrol, 8 millones de pesetas.
- Chalet en la reserva de Los Monteros, Marbella, 80 millones de pesetas.
- Palacio de caza de Franco, Castillo de las Navas, Córdoba, 90 millones de pesetas.
- Finca en Pareja, Guadalajara, 18 000 m2, 10 millones de pesetas.
- Urbanización La Florida, 20 443 m2, 47 millones de pesetas.
- Fincas en Cerca de Los Monteros. Marbella, 35 millones de pesetas.
- Finca rústica en Chillarón del Rey, Guadalajara, 2 millones de pesetas.
- Chalet en Entrepeñas, Guadalajara, 20 millones de pesetas.
- Finca y chalet en Torremolinos, Málaga, 200 millones de pesetas.
- Chalet en Miami, Florida.
- Plantaciones en Filipinas, 23 000 hectáreas.
- Chalet en Urbanización Puerta de Hierro, Madrid, 150 millones de pesetas.
- Finca La Piniella, en Asturias, de la familia Polo.
- Finca de Bastiagueiro, en Oleiro, La Coruña.
- Chalet en La Moraleja, luego domicilio de Francis Franco y María Suelves.
- Bajo la tapadera de Ursaria, S. A. eran dueños de varios pisos, plazas de garaje y apartamentos en el Paseo de la Castellana de Madrid, 55 millones de pesetas.
A este capital habría que añadir la valoración de los regalos que recibió el general, en el transcurso de cuatro décadas, durante las recepciones oficiales que concedía todos los martes en el palacio de El Pardo. Eran presentes cuyo precio y calidad —oro, plata…— había sido estandarizado por el protocolo del palacio. Haciendo un cálculo aproximado, con un valor medio de dos millones de pesetas por cada regalo, podría estimarse que Franco recibió un total de 4000 millones de pesetas a lo largo de dos mil audiencias.
Este inventario contrasta poderosamente con los capitales que su familia confesó poseer. Así, según las listas de contribuyentes hechas públicas por el Ministerio de Hacienda en 1977, en su declaración de renta Carmen Polo reconoció un patrimonio de 89 millones de pesetas y unos ingresos anuales en metálico de nueve millones, mientras que Cristóbal Martínez-Bordiú, casado en régimen de gananciales con Carmen Franco, consignaba un patrimonio de 107 millones de pesetas y unos ingresos exactos de 9 051 579 pesetas.
Los más destacados miembros del clan de El Pardo confesaron que eran más pobres de lo que la leyenda aseguraba. Así, el jefe de la Casa Militar, responsable del Patrimonio Nacional y vicepresidente de la Empresa Nacional de Turismo S. A., general Fernando Fuertes de Villavicencio, declaró unos ingresos de 3,5 millones de pesetas, un poco más que Alfonso de Borbón; los hermanos de Villaverde, José María y Andrés, confesaron haber ingresado uno y tres millones y medio respectivamente; José Banús, 16; Eduardo Barreiros, 34; José Melià, 7,9; Ignacio Coca, 53; ninguno de los tres banqueros Fierro (Alfonso, 37; y Arturo e Ignacio, 33 cada uno) alcanzaba los 41 millones que declaró la duquesa de Fenosa, viuda de Pedro Barrié de la Maza.
A pesar del oscurantismo y la mentira generalizada, en aquel primer momento, la fortuna de los Franco fue estimada en más de 5000 millones de pesetas por personas próximas a El Pardo. Una cifra, en cualquier caso, indicativa aunque imposible de contrastar. En vida del general, su familia directa, con el marqués de Villaverde al frente y sus dos testaferros, Sánchiz y Felipe Polo Martínez Valdés, realizó compras y negocios de ventaja difícilmente cuantificables a estas alturas de la historia, pero claramente ilustrativos.
En la única entrevista que se le conoce, Felipe Polo relató en 1974 a Jean Descola la peripecia que le condujo hasta la ciudad de Salamanca: «[la guerra la pasé] primeramente, como refugiado en la embajada de Cuba, precisamente en compañía de [Pedro] Cortina Mauri, el actual ministro de Asuntos Exteriores. Luego fui autorizado a partir para el extranjero. Me trasladé a Alicante, embarqué para Marsella y me dirigí a San Juan de Luz. Desde allí, pude pasar a la zona nacionalista y presentarme en Salamanca. Nombrado teniente provisional, fui asesor jurídico de Martínez Fuset. Ahora asumo el secretariado particular del general Franco. Pero sólo me ocupo de los asuntos privados. No sé nada de los de carácter político. Mi cuñado no me habla jamás de ellos.»[70]
Desde la década de los sesenta, los negocios de Felipe Polo, como miembro privilegiado del círculo íntimo de Franco, le llevaron a los consejos de administración de Financiera Monasterio, Nueva Plaza de Toros de León, Vapores Costeros, Nitratos de Castilla, Unión Española de Explosivo y a la Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-Asturiana, junto a su primo Luis Vereterra Polo, emparentado con el marqués de Deleitosa, Jaime Gómez-Acebo, entonces presidente del grupo Banesto.
A la muerte de su cuñado, Felipe Polo Martínez Valdés seguía en el consejo de esta compañía ferroviaria junto a los representantes de algunas de las mayores fortunas asturianas, como la familia Figaredo, de Gijón, y era vocal de Autovehículos S. A., acompañado en el consejo por Antonio Pedrol Rius, presidente del Consejo General de la Abogacía, y por un curioso personaje: el fascista italiano Gastone Gambara de Allaipi, general de la División Litorio, que tuvo el privilegio de tomar las últimas ciudades republicanas en las postrimerías de la Guerra Civil. Cuando —en abril de 1955— se constituyó esta compañía, dedicada a la compraventa de motocicletas, Gambara en persona se desplazó a El Pardo para ofrecer puestos en el consejo de administración a miembros del entorno del Caudillo. Felipe Polo no dejó pasar la oportunidad. Y no era la primera vez que Gambara acudía con sus negocios a El Pardo. Franco Salgado-Araujo, que ocupaba la vicepresidencia del Banco de Crédito Local, relata el 9 de noviembre de 1947 otra visita comercial de Gambara, «… actualmente dedicado a negocios en los que le ayuda el coronel Ponce de León, ayudante de S. E. Me expresó su deseo de que fuera consejero de una empresa que él dirige, filial de Marconi, que suministra material eléctrico y otras cosas a nuestro Ejército. Le contesté […] que dado mi cargo no podía aceptar ser consejero de su empresa. Parece ser, por lo que me dijo insistiendo en que aceptase, que de ella forman parte, además de Ponce de León, otros altos cargos estatales. Le repetí que yo no puedo aceptar nada sin consultar con el Caudillo. (…) El buen general se marchó un poco confuso y hasta extrañado por haber encontrado a una persona que en estos tiempos haya renunciado a un consejo, cuando se los disputan y acumulan las figuras del régimen que más están en el candelero. Si no fuera así, no veríamos los nombres de consejeros de empresas tan repetidos en varias de estas personas de relieve y que son allegadas al Caudillo.»[71] Dinero fácil y una perla para los curiosos de la historiografía.
LOS SUELDOS DEL CAUDILLO
El salario que ahorró Francisco Franco a lo largo de su vida tampoco es desdeñable. La publicación de unos documentos depositados en la Fundación Francisco Franco (legajos 28, 29, 29 bis, 166 y 267) muestra que, el 30 de junio de 1961, los ahorros del general subían a 23 millones de pesetas (más de 400 millones al valor actual).
Según el detalle de los movimientos dinerarios de Franco, realizado por su secretario particular y cuñado Felipe Polo, Franco poseía 23 405 098 pesetas repartidas entre varias cuentas corrientes y en acciones de empresas públicas. Su sueldo como militar lo había donado al Ejército, así es que estos ahorros proceden de su salario como «Jefe del Estado».
Carmen Polo explicó a la revista Hola, en julio de 1980, que su marido cobró casi siempre 250 000 pesetas mensuales, pagadas por el ministro de Hacienda, que subieron a 600 000 poco antes de morir. Un ingreso pintoresco del general es la liquidación de 3236 pesetas como derechos de autor por el libro Cuadros evangélicos, editado por Espasa Calpe en 1956. El dinero que no tuvo ahorrado en cuentas abiertas en el Banco de España, Banesto y Bilbao, lo invirtió en acciones —muy pocas— de empresas como Iberduero, Duro Felguera, Banco de Bilbao, RENFE, CAMPSA, Banco de Crédito Local e Instituto Nacional de Colonización.
Diversificaba como un mediano ahorrador más. Para el investigador del franquismo Jesús Palacios, «a la vista de los documentos, no parece que Franco especulase, manejase información privilegiada o tuviese dinero en Suiza. Otra cosa distinta es lo que miembros directos de su familia han hecho beneficiándose del apellido y del poder.»[72]
LA DECADENCIA DE LA CASA FRANCO
Arrumbados en cuanto desapareció la abstemia figura del Generalísimo, abandonados incluso por quienes hicieron fortuna a su sombra, los Franco se enfrentaron a la pesada carga de los símbolos: era la liquidación total por derribo. El entorno familiar de los Franco, su imagen íntima y personal, desapareció con Carmen Polo Martínez Valdés, la Señora, poco antes de las ocho de la mañana del sábado 6 de febrero de 1988, tras más de doce años alejada de la vida pública española. Una tradición se perdía para siempre. En el túnel del tiempo quedaba aquella vieja estampa de familia ejemplar que tantas veces reflejaron los documentales del No-Do. Mientras tuvo salud, doña Carmen siempre fue la «gobernanta» de la casa Franco; mantuvo a la familia unida, encauzó los destinos de su hija y sus siete nietos; templó y mandó, tanto en vida del general como durante sus primeros años de viudedad. Después, su larga enfermedad trajo consigo la dispersión y la caída de la familia Franco. Un derrumbe lleno de episodios domésticos singulares, que demostrarían el cambio de los tiempos. Ya el 7 de abril de 1978, su hija Carmen había sido detenida en la aduana del aeropuerto de Barajas cuando intentaba sacar ilegalmente de España treinta y una medallas de oro del general, escondidas en una maleta, valoradas en 25 000 dólares. «Quería fundir las medallas para regalarle un reloj a mi madre», dijo la duquesa de Franco ante los periodistas; pero su destino era Suiza, la patria del reloj de cuco.
Carmen Franco Polo fue condenada a pagar una multa de 6 800 000 pesetas por «intento de evasión de objetos de valor histórico», según sentencia dictada por el Tribunal de Contrabando. Tras los pertinentes recursos, otro tribunal anuló esta sentencia el 6 de mayo de 1980, aunque reconoció los hechos. Ya nada quedaría tapado como en 1971, cuando funcionarios de la aduana de Algeciras denunciaron al marqués de Villaverde porque —según el informe de los aduaneros— Cristóbal Martínez-Bordiú pretendía sacar de España una valiosa colección de cuadros y tapices facturada como material médico, supuestamente para Ferdinand Marcos, el dictador de Filipinas[73]. Con la democracia, aquella vieja impunidad había tocado a su fin. Prudencia.
En aquel sábado lluvioso del 6 de febrero de 1988, con Carmen Polo de cuerpo presente, el domicilio de Hermanos Bécquer número 8 congregó a exministros allegados a la Señora como Licinio de la Fuente, José Solís, Manuel Fraga y Fernando Suárez González; a personalidades tan vinculadas al antiguo régimen como el líder de Fuerza Nueva, Blas Piñar, y el exalcalde de Madrid, Juan de Arespacochaga[74]. La Casa Real envió a Nicolás de Cotoner, marqués de Mondéjar, y la Iglesia estuvo representada por su máxima autoridad en Madrid, el arzobispo Ángel Suquía.
Al día siguiente, Carmen Polo de Franco era enterrada en el lugar que ella misma había elegido: el cementerio de El Pardo. Una cripta de doscientos metros cuadrado bajo una capilla con campanario es, desde entonces, la última morada de la Señora de Meirás. Así lo dispuso en vida el general Franco; eligió un lugar muy cercano al palacio de El Pardo, en la carretera de Mingorrubio, y puso en marcha, quizá sin pretenderlo, el cementerio del Régimen, un muestrario de sepulturas de las familias más próximas al vencedor del 18 de julio.
Quedaban atrás 86 años de vida en los que una muchacha asturiana de buena familia, casada en 1923 sin el beneplácito de su padre con un comandante africanista de limitados recursos económicos, pasaría a ser llamada La Señora, con temor y adulación, y a convertirse en la mujer más influyente de España —casi una reina— que disfrutó de un incontrolable poder durante los cuarenta años que duró la dictadura. Cuantos la conocieron, quienes formaron su reducido círculo de amigos, coinciden en que Carmen Polo de Franco era la persona que tenía «verdadera influencia» sobre las decisiones del general. «Fuera de ella hay pocos que la tengan —escribe Pacón, en su diario—. Ni siquiera los ministros».
Y algunos episodios lo demuestran. Durante la Guerra Civil, la figura de Carmen Polo ocupó un discretísimo segundo plano, entre actos religiosos y obras de caridad. De esa época es muy famosa su intervención, el 12 de octubre de 1936, durante un acto académico en Salamanca, cuando le salvó la vida a Miguel de Unamuno, tomándole del brazo y sacándolo a la calle en el preciso instante en que el general tullido Millán Astray, colérico, amenazaba al escritor pistola en mano. Ya instalada en el palacio de El Pardo, la influencia de la Señora se notó en momentos decisivos. Animó a su marido a que participara en la guerra mundial junto a Hitler y Mussolini, dio su visto bueno para el nombramiento de Juan Carlos de Borbón como heredero del trono hasta que su nieta, Carmen Martínez-Bordiú, se comprometió con Alfonso de Borbón. Para una asturiana de clase media resultaba demasiado atractivo que su nieta llegara a ser reina de España. Trató de interceder por don Alfonso, pero era ya demasiado tarde.
Siempre al lado de su marido, entre otras intimidades compartía con él la obsesión de ver «masonazos» por todas partes. Según el escritor y antiguo dirigente franquista Ramón Garriga[75], Carmen Polo evitó que Franco abandonara la escena política en 1970, cuando el parkinson comenzó a disminuir física y psíquicamente las facultades del general. Desde entonces, la Señora empezó a ser utilizada por los ministros; intervino indirectamente en muchos nombramientos y decisiones políticas, no mostró —según los testigos— un especial dolor cuando Carrero Blanco fue asesinado por ETA en 1973, y aceptó de buen grado a Carlos Arias Navarro como sucesor del almirante en la presidencia del Gobierno. Existe constancia de que doña Carmen, que había intervenido en numerosas peticiones de indulto realizadas a través de una monja, no detuvo la mano de su enfermo esposo cuando firmó, dos meses antes de morir, las cinco condenas de muerte ejecutadas el 27 de septiembre de 1975. A cuantos la rodeaban les sorprendió su indiferencia.
La Señora fue el centro de toda la vida social, con su trastienda de intereses políticos, que rodeó al poder en España; marcaba la pauta de las mujeres de los ministros, a las que trataba con autoridad. Ninguna tuvo su confianza. Carmen Polo compartió con su marido la austeridad en el comer y el beber, que no significa despreciar el lujo. Desde que comenzó la Guerra Civil el matrimonio Franco vivió en palacios que doña Carmen decoraba, llenaba de antigüedades y muebles de época. Las joyas siempre formaron parte de su imagen; no en vano le pusieron el sobrenombre de «Doña Collares». Es parte de la leyenda que, cuando la esposa de Franco salía de compras, los mejores joyeros de Madrid cerraban sus puertas porque a ella se le olvidaba pagarles, y las joyerías no se atrevían a enviar las facturas a palacio. Junto al generalísimo, Carmen Polo llevó una vida metódica, ordenada, de misa diaria y matutina, compras de antigüedades y paseos en coche; inauguraciones, fiestas benéficas, lápidas conmemorativas y monumentos en honor a su marido. Su actividad pública y privada hizo que los maledicentes la llamaran «la Dictadora del Dictador».
Como en un cuento gótico, la caída de la casa Franco, su liquidación, comenzó el 20 de noviembre de 1975, cuando se abrió la capilla ardiente que contenía el cadáver del general, y terminaron los privilegios que Carmen Polo y su familia habían disfrutado. En febrero de 1976, la Señora dejó el palacio de El Pardo, tras meses de costosa mudanza, para marcharse al que sería su domicilio familiar en democracia: el tercer piso de la calle Hermanos Bécquer número 8; una vivienda de cuatrocientos metros cuadrados, igual que la habitada en el piso superior por su hija, el marqués y los vastagos. Durante nueve meses, la recién nombrada Señora de Meirás asistió a conmemoraciones, desfiles en el Valle de los Caídos, homenajes al «hombre del siglo»… pero enseguida se aisló, rehusó hablar con la prensa y se relacionó tan sólo con su reducido núcleo familiar que se desmembraba ante sus propios ojos. La disolución del Régimen franquista llegaba a su familia. Las revistas del corazón habían reemplazado a los panegíricos de la prensa oficial. Carmen Polo se supo abandonada por los aduladores y atacada por los revanchistas. La transición política española hacia el posfranquismo había sido para ella una traición.
LA VENTA DEL PATRIMONIO DE LOS FRANCO
Tras la muerte de Carmen Polo, la vida de los Franco ha discurrido con un sigilo apenas roto en contadas ocasiones por algunos paparazzi. Su prudencia ha sido tal que también el destino de la fortuna familiar se ha mantenido en el enigma más absoluto, como un secreto tan celosamente guardado que parece no existir, dada la casi nula ostentación que hacen los descendientes del general.
El secreto económico que les ha permitido mantener su ritmo de vida ha sido simple: vender las propiedades más valiosas, convertir el patrimonio de Franco en dinero contante y sonante; poner en venta los palacios, los objetos artísticos, los muebles, las fincas… y disfrutar de la vida. Como declaró en 1988 Cristóbal Martínez-Bordiú al periodista Luis del Olmo en los micrófonos de la COPE: «Todo se compra y todo se vende. Depende de si nosotros podemos seguir manteniéndolo o no. Porque, claro, el Canto del Pico, el Pazo de Meirás y la casa de Hermanos Bécquer son patrimonios muy caros, que no rinden y que cuesta mantener. Y llega un momento determinado en que una vaca se queda sin leche porque se acaba y hay que comerse la vaca, porque si no la vaca acaba con nosotros».
Al poco de morir su padre, Carmen Martínez Bordiú vendió el Palacio de Caza de Castillo de las Navas (Córdoba), una fortaleza del siglo VIII, por 90 millones de pesetas. Por su parte, Villaverde vendió en 1981 la finca y el chalet que tenían en Torremolinos por 200 millones de pesetas.
Muerta Carmen Polo, los Martínez-Bordiú Franco tardaron poco en empezar a convertir en dinero fresco los lugares emblemáticos del general. Ochenta días bastaron para que el marqués de Villaverde cosechara su primer éxito de venta. El 27 de abril de 1988, el hostelero José Antonio Oyamburu Goicoechea pagó 320 millones de pesetas por la Casa del Viento, edificio histórico-artístico, más ocho mil hectáreas a su alrededor, pertenecientes a la finca El Canto del Pico, regalada a Franco por el conde de las Almenas en 1941 como premio a su victoria en la Guerra Civil.
Diez días más tarde, el 7 de mayo de 1988, le llegó el turno a la casa de la calle Hermanos Bécquer, último domicilio de Carmen Polo y lugar en el que murió. Su nieta, Carmen Martínez-Bordiú, encargó personalmente a la compañía de mudanzas Servicio Internacional de Transportes el traslado de las pertenencias de su abuela a un guardamuebles madrileño. Carmen se llevó los objetos más queridos, vendió algunos en la tienda parisina de su entonces marido, el anticuario Jean Marie Rossi, y dejó que sus hermanos se repartieran los muebles restantes, muchos de los cuales fueron trasladados a la finca de Valdefuentes bajo la atenta mirada del marqués. Desmantelado el último domicilio de Carmen Polo, su refugio final durante la transición democrática, el viejo mobiliario fue reemplazado muy pronto por los fluorescentes y los ordenadores. Los Franco alquilaron el inmueble a la entidad de inversores bursátiles Agentes de Bolsa Asociados, que más tarde pasarían a denominarse Global Marketing España, con una rentabilidad mensual que rondaba los dos millones de pesetas.
Más difícil resultó deshacerse de su tercera «carga» patrimonial, la de mayor significación durante el Régimen: el Pazo de Meirás, donde Franco desplegó sus 39 veranos de poder y tomó decisiones políticas que marcaron la historiado España. Regalado al Caudillo el 28 de marzo de 1938 por sus «queridos paisanos» —en palabras de Franco—, mediante una cuestación organizada por las autoridades provinciales, bajo los auspicios de Barrié de la Maza, que abonaron 450 000 pesetas por sus 110 000 metros cuadrados, sus siete hectáreas de jardín y su edificio histórico-artístico que en su tiempo perteneció a Emilia Pardo Bazán. Si el peso simbólico del Pazo resultaba entonces excesivo, no lo fue menos el precio marcado por la familia para su venta.
Abandonado, incendiado el 18 de febrero de 1978, desolado y vacío por voluntad de los herederos, varios intentos de vender Meirás fracasaron en vida de Carmen Polo. El más pintoresco data de marzo de 1982, cuando el ayuntamiento de La Coruña ofreció 180 millones de pesetas por el palacete. El alcalde centrista Joaquín López Menéndez pensó en Meirás, situado a sólo quince kilómetros de La Coruña, como posible sede de la Xunta de Galicia, el nuevo Gobierno autonómico que finalmente se ubicó en Santiago. En 1988, la Diputación Provincial coruñesa, presidida por el futuro ministro de Sanidad en el primer gobierno del PP, José Manuel Romay Beccaria, ofreció 500 millones de pesetas, pero ninguna oferta cristalizó. En 1996 el Pazo de Meirás fue sometido, por primera vez en dos décadas, a un lavado de cara para que allí se oficiara la boda de Arancha Martínez-Bordiú. Los rumores de venta del Pazo, tasado hoy en más de seis millones de euros, son permanentes.
A estas propiedades hay que sumar el Palacio de Cornide, en el casco antiguo de La Coruña, adquirido en 1962 por mediación de Barrié de la Maza y valorado actualmente en más de un millón de euros; La Piniella, en San Cucao de Llanera (Asturias), finca de la familia Polo heredada por Carmen Franco; el chalé del marqués de Villaverde en el pantano de Entrepeñas (Guadalajara), así como la parte que corresponde a los Franco por la finca de Arroyovil, en Jaén.
De todo su patrimonio, la gran esperanza económica de la familia sigue puesta en Valdefuentes, en Arroyomolinos (Madrid), una finca conocida popularmente como el Coto de Franco. La de Valdefuentes es una historia singular. Comprada por el general mediante su testaferro Sánchiz, Franco la dirigió personalmente como explotación ganadera y agrícola, pero sus colaboradores no vieron con buenos ojos que estuviera al frente de una sociedad anónima, la «S. A.» de «S. E.» (Su Excelencia), como diría con cierto humor Franco Salgado-Araujo.
Después del 20 de noviembre de 1975, los descendientes dejaron de explotar la finca. Francis Franco tomó las riendas y alquiló la casa y la capilla —que el general se había construido— para el rodaje de películas terroríficas y eróticas, según la moda del cine español de la época. La gestión de Francis fue tan desastrosa que su padre, el marqués, le apartó de ella. En la antigua finca favorita de Franco se montó después el picadero Cercano Oeste. En los últimos años, Valdefuentes ha sido residencia de José Cristóbal Martínez-Bordiú (que gestiona el picadero) y de su esposa, la presentadora de televisión María José Toledo.
Los casi diez millones de metros cuadrados de suelo rústico de Valdefuentes fueron tasados en 1990 en mil millones de pesetas, que podrían multiplicarse por diez al ser recalificados como urbanizables. Ha sido cuestión de tiempo. En octubre de 2001, el Boletín Oficial del Estado publicó la recalificación de 3,3 millones de metros cuadrados de la finca, situados junto al centro comercial y de ocio Xanadú, en los que se prevé edificar 5000 viviendas, un centro comercial y un polígono industrial. El mercado inmobiliario ha hecho a los Franco inmensamente ricos.
Bajo la administración de Villaverde, los Franco liquidaron una buena parte del patrimonio heredado. En su afán de hacer dinero a costa de fetiches de valor histórico, en 1990 Carmen Franco interpuso un pleito sobre la propiedad del Mercedes Benz G4AV31, regalado al Caudillo por el führer Adolf Hitler el 4 de diciembre de 1939 para felicitarle el cumpleaños. El vehículo, una pieza casi única de gran valor económico, pertenece al Patrimonio Nacional, y Carmen Franco lo reclamó como una propiedad particular de su difunto padre, al que creía tener derecho como heredera. Y es que para los Franco durante la democracia todo parecen gastos.
Con el tiempo, la misteriosa fortuna de los Franco se ha diluido en la memoria gracias a la falta de control del ministerio de Hacienda durante la transición con el propósito de proteger a los descendientes directos del dictador. En esos primeros años de democracia, jamás se les realizó una inspección tributaria ni se investigó si los Franco habían depositado o no parte de su fortuna en Suiza, a pesar de las declaraciones del diputado helvético Jean Ziegler, relatando las frecuentes visitas del marqués de Villaverde a Lausana. El enigma, casi con total seguridad, no se desvelará nunca.
LA TERCERA GENERACIÓN: FRANCIS FRANCO MARTÍNEZ- BORDIÚ
Pilar Franco escribió en su libro Cinco años después: «Hay quien se empeña en hacer ver que los Franco de la llamada democracia son, cinco años después de la muerte del general, una familia de museo. Apolillada. Otros, menos listos o más desaprensivos, aprovechándose de pequeños incidentes familiares o sociales, tratan de dar la imagen de una serie de señores y señoras que viven en abierta discordia disputándose los pedazos de la tarta… Todos mienten. Los Franco que vivimos bajo la democracia somos una familia como otra cualquiera. Con sus defectos y con sus virtudes. Pero eso sí, una familia empeñada en mantener muy alto el apellido, del que nos sentimos muy orgullosos.»[76]
Los nietos de Francisco Franco se acomodaron bien en el universo de la clase media aristocrática, sin padecer demasiado vértigo en el descenso. La discreción de Mariola, Jaime y Arancha; la independencia de Merry y de José Cristóbal; las relaciones públicas y la venta de imagen como profesión desplegada por Carmen. Vida normal en democracia: divorcios, dispersión… La tensión del descenso al anonimato resumida en bulos tan insólitos como el que atribuyó un romance a Merry Martínez-Bordiú nada menos que con Felipe González, a la sazón presidente del Gobierno socialista. Caída libre y cómoda hacia la privacidad.
El Martínez de tercera generación que lo ha tenido más difícil ha sido Francisco Franco Martínez-Bordiú, a quien sus críticos llamaban «El Nietísimo» y sus socios «El Príncipe», mientras algunos medios de comunicación lo denunciaban como «El furtivo de El Pardo» tras varios episodios judiciales de caza furtiva en plena transición. «Mi apellido pesa mucho; los que mandan en España no me van a dejar que levante la cabeza», dijo en 1981. Precipitarse desde el Olimpo franquista hasta la vulgaridad social no debe de ser un trago de gusto para nadie. Tras gestionar las propiedades familiares, montar un chiringuito en Marbella y asesorar a Luis García Berlanga en el rodaje de La escopeta nacinal, se volcó a los negocios inmobiliarios; marchó al Chile de Pinochet y se enredó con un grupo de inversores españoles a los que les interesaba su apellido. En 1983, el llamado «caso PRIM» llegó a los tribunales y su nombre terminó engalanando las publicaciones del país andino: «Financiera PRIM: Cuatro mil chilenos estafados por nieto de Franco», titulaba en su portada el semanario El Siglo del 20 de octubre de 1991.
Así explicaba el abogado chileno Julián Saona, defensor de los damnificados, el modus operandi de PRIM: «El montaje de General de Obras y Construcciones PRIM se basaba en la ilusión de numerosas familias pobres que recurrían al subsidio de la vivienda como única oportunidad para conseguir una casa propia. La inmobiliaria se ofrecía a resolver todo el proceso. Recibía el dinero de los ahorradores, les abría la cartilla y gestionaba el subsidio, así como el crédito hipotecario para que pagaran el resto de la casa. Era la solución con una simple firma. Pero los clientes tardaron varios años en darse cuenta de la trampa. El primero fue Francisco Recio, que comenzó a sospechar cuando, en septiembre de 1987, tras entregar cien mil pesos —con salarios medios de 25 000—, comprobó que su nombre no constaba en la lista de concesiones. Indagó y pudo averiguar, además, que en el Ministerio de la Vivienda había dos querellas contra PRIM por ofrecer en venta terrenos sin licencia municipal. En el banco de Desarrollo existían, por otra parte, 791 cartillas de ahorro de clientes de PRIM que durante años estaban ingresando su dinero directamente a las arcas de la empresa. Veinte querellas criminales por estafa han sido presentadas ya contra los directivos de PRIM y contra quienes resultaren responsables. Vamos a solicitar la extradición de Francisco Franco Martínez-Bordiú y del empresario…»[77] Cuando estalló el escándalo, Francis ya estaba desligado de esa sociedad, pero se le relacionó con ella porque seguía constando en las escrituras y su apellido tenía la repercusión suficiente como para elevar la estafa a titular de prensa.
En España, varios inquilinos madrileños, representados por un humilde abogado de Vallecas, denunciaron las actividades del último Francisco Franco en el negocio de la compraventa de viviendas al frente de las empresas Credisol, Montecopel —con sede social en el 8 de Hermanos Bécquer—, Alrevisa… «Una inmobiliaria de Francis Franco extorsiona ancianos en Madrid», tituló Panorama en su portada del 7 de agosto de 1989. Pequeños tropiezos mercantiles para alguien a quien cambiaron el orden de sus apellidos como depositario de una saga de ínfulas gloriosas. «Algún día le gustará llamarse sencillamente Martínez», auguró el inefable Pacón en su inefable diario.
***
Los años de democracia han liberado a los Franco de una pesada carga. Desmantelada definitivamente la casa de la familia directa del general, ya no quedan santuarios ni reliquias que mantengan su memoria. El Valle de Cuelgamuros es de todos los caídos, el palacio de El Pardo lo ocupan estadistas extranjeros de visita oficial en España y el yate Azor fue desguazado por viejo e inservible… El último episodio del ocaso sucedió quizás el 4 de febrero 1998,con el fallecimiento de Cristóbal Martínez-Bordiú, a los 75 años, tras sufrir un derrame cerebral. Su funeral pasó casi desapercibido. Sólo las revistas del corazón dedicaron algunas páginas para reseñar la asistencia al entierro de su familia directa y de la amiga de su hija mayor, la musa de las porcelanas para baño Isabel Preysler, a quien los fotógrafos prestaron más atención que al hecho luctuoso que les había congregado. Desde hacía mucho tiempo, los Franco eran ya la sombra de aquella familia «hidalga» que nunca perdió su alegría mientras se daba de bruces con la Historia.