A Frank Gimenez (1926-1990) y a Janie Gimenez, mis padres.

A Jack Hutchison (1931-1998), mi suegro.

A Brigitte, mi mujer, por leer todos esos borradores, y a Clay y Cole,

mis hijos, por demostrarme lo inteligentes que son.

También a Wm. E. («Bill»). Douglass (1942-1994) y Sheldon

Anisman, los dos abogados que he conocido que más se parecían a

Atticus Finch en cuanto a honor y actitud.

A Harper Lee, cuya extraordinaria novela hizo que me convirtiera en

abogado y escribiera esta historia.