Capítulo 10

—¿Sigue pensando pedir su mano esta noche, Madeline? — preguntó Isabella, angustiada, mientras apretaba el móvil contra su oreja.

—Me temo que sí — contestó la mujer.

Bella había esperado que Theron cambiase de opinión al darse cuenta de que sentía algo por ella. Tal vez no amor. No, aún no, pero estaba segura de que se sentía atraído.

Desde luego, no era totalmente inmune, pero parecía decidido a no hacer nada al respecto.

Bella cerró los ojos mientras Madeline le confirmaba que, según Theron, la proposición seguía en pie.

—Gracias por decírmelo.

Después de cortar la comunicación, se metió en la cama.

Theron con Alannis. No podía ni imaginárselo. Theron necesitaba a alguien que lo sacudiese un poco, alguien que no lo dejara ser tan serio y tan organizado.

Necesitaba a alguien como ella.

Alannis no lo desafiaría en ningún momento. No había química entre ellos. Alannis podría ser su hija o su hermana pequeña.

Tal vez Theron quería un matrimonio cómodo, seguro, aburrido.

Bella negó con la cabeza. No podía creer eso, porque si lo creyera, tendría que renunciar y no estaba dispuesta a hacerlo.

Tomando el móvil de nuevo marcó el número que Marcus le había dado la noche anterior.

—¿Marcus? Soy Isabella.

—Hola. ¿Cómo estás?

Ella dejó escapar un suspiro.

—Parece que la proposición sigue en pie.

—Ah, lamento oír eso. Después de nuestra pequeña escena de anoche pensé que Theron estaba dispuesto a machacarme.

—Es frustrante — dijo Isabella—. No lo entiendo, de verdad. Siempre se muestra tan digno, tan severo... salvo cuando está conmigo.

Marcus soltó una carcajada.

—Tengo la impresión de que tú acabarías con la paciencia de un santo y con los votos de un sacerdote.

—¿No podrías conseguir entradas para la ópera de esta noche? Estoy desesperada.

—¿La ópera?

—Theron va a llevar a Alannis a la ópera y después ha organizado una fiesta en el hotel para hacerle la gran pregunta.

—Supongo que podría conseguirlas... ¿pero cómo piensas evitar que pida su mano?

Isabella respiró profundamente.

—No estoy segura, pero ya se me ocurrirá algo.

—Me imagino que no es el mejor momento para decirte que yo odio la ópera — bromeó Marcus.

—A mí tampoco me gusta demasiado, pero la de esta noche es la favorita de Alannis.

—¿Entonces podría sugerir una alternativa?

—¿Cuál?

—¿Qué tal una cita conmigo? Diles a los de seguridad que vamos a cenar juntos. No tengo la menor duda de que informan a Theron de todos tus movimientos y se volverá loco al saber que él tiene que ir a la ópera con Alannis mientras tú estás conmigo.

—¿Pero y sus planes de pedirla en matrimonio?

—Llegaremos a la fiesta antes de que lleguen ellos y a lo mejor para entonces ya se te ha ocurrido un plan.

—No sé...

—Venga — la animó Marcus—. Iremos a cenar a un sitio estupendo mientras a Theron se lo comen los celos y cuando lleguemos al hotel será como masilla entre tus manos.

—Muy bien — asintió Bella.

—Genial, iré a buscarte a las siete.

Después de colgar, Isabella saltó de la cama. De nuevo, necesitaba un vestido perfecto. Algo precioso. Aunque no sabía qué clase de vestido debía ponerse una mujer para evitar una proposición de matrimonio.

Y, de repente, un pensamiento la alarmó: ¿la convertía aquello en «la otra mujer»? ¿Era ella la femme fatale dispuesta a romper una relación? Esa idea no la hizo sentir nada bien.

Por otro lado, sabía que Theron y ella estaban hechos el uno para el otro. Aunque él no lo supiera todavía.

Pero aún no había nada decidido. Alannis no llevaba un anillo de compromiso y no había nada entre ellos más que una buena amistad. Hasta que eso ocurriera, todo valía en el amor y en la guerra.

Bella levantó los ojos al cielo. Desde luego, iba a tener que inventar algo más original.

Pero sólo tenía hasta esa noche para impedir que Theron cometiese un terrible error. Y para evitar que le rompiese el corazón.

* * * *

Theron escuchó mientras Reynolds le daba el informe sobre las actividades de Isabella. Por lo visto, había ido de compras y después había comido en el hotel.

Pero tuvo que apretar los dientes cuando el jefe de seguridad le informó de que el plan de Isabella para esa noche era cenar con Marcus Atwater. No podía ser. Bella no podía sentirse atraída por un hombre que salía con una mujer diferente cada semana.

—No la pierdas de vista — le ordenó—. No confío en ese hombre.

—Sí, señor Anetakis.

¿Estaría Bella intentando hacer que perdiera los estribos? Después de lo que pasó en la fiesta, tenía que saber que no aprobaba que saliera con Marcus.

Claro que tal vez le importaba un bledo lo que él pensara.

Suspirando, abrió un cajón de su escritorio y sacó una cajita de terciopelo negro que contenía un anillo de diamantes. Las piedras resplandecían mientras le daba vueltas con el dedo...

Aquella noche lo pondría en el dedo de Alannis, pensó.

Entonces, ¿por qué no estaba más entusiasmado?

Un año más tarde, en aquella misma fecha, tal vez tendría un hijo, una familia. Habría sentado la cabeza. Y, sin embargo, ese pensamiento lo inquietaba.

Madeline lo llamó entonces por el intercomunicador para decirle que tenía que pasarle una llamada urgente y cortó la conexión antes de que Theron pudiese preguntar quién era.

—¿Es que te has vuelto loco? — fue el amable saludo de Piers.

—Dale una oportunidad — oyó entonces la voz de Chrysander—. Así sabremos si ha perdido la cabeza o no.

—Le habéis dicho a Madeline que no me avisara de que erais vosotros, ¿verdad?

—Por supuesto — contestó Piers—. Porque de haber sabido que éramos nosotros no habrías contestado.

—Aún puedo colgar.

—Tu cuñada quiere saber por qué no le habías dicho que pensabas casarte — dijo Chrysander.

—No es justo que utilices a Marley para hacerme sentir culpable — protestó Theron.

—¿Se puede saber qué estás haciendo? — insistió Piers, impaciente.

—Lo que nuestro hermano intenta decir es que la noticia nos ha pillado por sorpresa y nos gustaría felicitarle — intervino Chrysander diplomáticamente.

—Yo no pienso felicitarlo — dijo Piers—. Si de verdad va a hacer eso, sólo puedo ofrecerle mis condolencias.

—¿Qué hay de malo en casarse? — exclamó Theron, sorprendido.

—Aparte de que para entrar en la institución del matrimonio debes de estar como una cabra, hablo de que vayas a casarte precisamente con Alannis Gianopoulos. No es la mujer adecuada para ti.

—Alannis es una elección acertada.

Al otro lado de la línea hubo un silencio.

—¿Una elección acertada? — repitió Chrysander—. Qué manera tan extraña de hablar de la mujer con la que piensas pasar el resto de tu vida.

—Yo estoy más interesado en saber por qué creéis que no es la mujer adecuada para mí.

—Aparte de que su padre llevaba años esperando que alguno de nosotros pidiera su mano, Alannis es...

—¿Es qué?

—Dinos por qué quieres casarte con ella — intervino de nuevo Chrysander—. Y por qué crees que debes darnos la noticia por correo electrónico.

—Probablemente, porque me temía precisamente esta reacción.

—¿Desde cuándo te preocupa lo que nosotros pensemos? — exclamó Piers.

—¿A nadie le parece irónico que hace poco fuéramos Piers y yo quienes manteníamos esta misma conversación con Chrysander? Los dos nos equivocamos sobre Marley y los dos os equivocáis sobre Alannis.

Chrysander suspiró y Theron pensó que lo había convencido. ¿Qué diría si supiera la verdad?, se preguntó.

—Sólo queríamos saber si de verdad esto es lo que quieres. Además, Marley quiere que la avises con tiempo para la boda.

Piers, sin embargo, no estaba tan dispuesto a tirar la toalla.

—Piensa en lo que vas a hacer, Theron. Estamos hablando de algo que sería para el resto de tu vida.

—Agradezco mucho tu preocupación — replicó él, irónico—. Pero soy absolutamente capaz de tomar mis propias decisiones.

—Y hablando de otra cosa... ¿qué tal con Isabella? — le preguntó Chrysander—. ¿Ya la has enviado a Europa?

De nuevo, hubo un largo silencio. Theron se pasó una mano por el pelo, nervioso.

—No se ha ido a Europa.

—¿Quién es Isabella? — preguntó Piers—. ¿Estamos hablando de la pequeña Isabella Caplan?

—Ya no es pequeña.

—Te lo explicaré más tarde — dijo Chrysander—. ¿Por qué no se ha ido a Europa, Theron?

—Ha decidido quedarse en Nueva York.

—Pobre Theron, rodeado de mujeres por todas partes. Me imagino que estarás maldiciéndome — se rió su hermano.

Si él supiera...

—Ha encontrado un apartamento y todo está bien. Yo estoy bien, así que podéis dejarme en paz.

—Parece que se ha puesto a la defensiva, ¿no?

—Esto me huele raro — murmuró Piers—. Ojalá estuviera en Nueva York para comprobarlo por mí mismo.

—No te atrevas a venir. Tienes que construir un hotel, así que adiós — dijo Theron antes de colgar.

Ahora entendía lo que había sentido Chrysander cuando Piers y él lo acosaban con respecto a Marley. Los parientes bienintencionados eran lo peor, desde luego.