—CAPITULO 17—
LOS INTOCABLES
Avanzábamos en el artículo anterior una pregunta que demuestra hasta qué punto se ha pretendido engañar a la opinión pública en relación con el 11-M. Nos dicen, por un lado, que el día 13 de marzo estaba claro que era Al Qaeda.
Por otro lado, leyendo el sumario nos enteramos de que esa supuesta célula de Al Qaeda articulada en torno a los hermanos Almallah era conocida desde dos años antes del atentado. Entonces, ¿por qué no se detuvo inmediatamente, el propio 13 de marzo, a los miembros de esa célula? Se sabía quiénes eran, dónde vivían, en qué lugar trabajaban y qué coches usaban. ¿Por qué no se fue a por ellos el mismo 13 de marzo?
Pero, en realidad, la verdadera pregunta que habría que hacerse es todavía más inquietante: ¿por qué el 13 de marzo no se detiene a los miembros del comando de los hermanos Almallah y, en lugar de ello, se manda detener a cinco cabezas de turco, en plena jornada de reflexión?
En el capítulo dedicado a analizar las detenciones del 13-M pudimos ver cuál fue la línea de investigación seguida:
A partir del móvil de la mochila de Vallecas se llegó a un bazar hindú y se detuvo a sus dos dueños.
A partir de la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas se llegó al locutorio regentado por Jamal Zougham, a quien se detiene junto con su hermano y un empleado.
Decíamos en aquel artículo que, aún aceptando que las investigaciones realizadas fueran correctas, esas detenciones no estaban justificadas, porque ni la venta de móviles ni la de tarjetas telefónicas constituyen un delito.
Pero además mencionábamos que existían muchos puntos oscuros en aquellas investigaciones que condujeron al locutorio de Zougham.
Ahora es el momento de exponer esos puntos oscuros y de mostrar, a la luz de los datos contenidos en el sumario, que aquellas detenciones fueron, con toda probabilidad, un auténtico fraude cuyo único propósito era dar la vuelta a un resultado electoral.
Veremos, además, que todos los indicios apuntan a que ese fraude no fue improvisado, sino que estaba perfectamente previsto desde al menos un mes antes de aquella espantosa masacre.
La historia que contaron al juez
La versión oficial nos dice que en la mochila de Vallecas se encontró una tarjeta telefónica de Amena. Preguntando a Amena, la Policía determinó el 12 de marzo que esa tarjeta había sido vendida a un bazar denominado Sindhu Enterprise. Al interrogar en la mañana del 13 de marzo a los dueños de ese bazar, éstos dijeron que habían vendido 100 tarjetas Amena al locutorio de Jamal Zougham, con lo cual el mismo día 13, en plena jornada de reflexión, se detuvo a Zougham, a su hermano y a un empleado.
Esa versión policial está perfectamente explicada en el sumario y parece bastante coherente y sencilla, pero hay un pequeño problema: como de costumbre en lo relativo al 11-M, el resto de los hechos recogidos en el sumario no confirman, precisamente, esa versión oficial.
En concreto, el sumario recoge los datos contables relativos a las empresas que intervinieron en la comercialización de las tarjetas telefónicas relacionadas con los atentados. Y esos datos permiten poner en duda esa versión oficial tan cristalina.
Analizando esos datos contables, demostraremos tres cosas a lo largo del artículo:
- Que no es verdad que existan pruebas de que la tarjeta telefónica de la mochila de Vallecas fuera vendida a través del locutorio de Jamal Zougham.
- Que existen, por el contrario, suficientes indicios, más allá de toda duda razonable, de que esa tarjeta telefónica NO fue vendida a través del locutorio de Jamal Zougham.
- Que existen suficientes indicios para sostener, además, que la trampa tendida a Jamal Zougham se planificó cuidadosamente con anterioridad a la masacre.
Como en algún artículo anterior de la serie, tengo que pedir disculpas al lector por lo prolijo de las explicaciones que siguen, pero le recomiendo que lea esas explicaciones atentamente, porque podrá ver en qué consistió el engaño masivo que condujo a las detenciones del 13-M.
La ruta de comercialización
En el sumario aparecen tres grupos diferentes de tarjetas que pasaron por las manos de ese bazar denominado Sindhu Enterprise:
- Un primer grupo está formado por la propia tarjeta de la mochila de Vallecas y otras seis tarjetas más, todas las cuales fueron introducidas por primera y única vez en un teléfono el día 10 de marzo en las inmediaciones de la casa de Morata de Tajuña. Estas tarjetas no llegaron nunca a ser utilizadas para hacer llamadas (recuerde el lector este detalle, porque luego veremos que es importante), y la versión oficial nos dice que se emplearon para montar las bombas de los atentados.
- Un segundo grupo de tarjetas está constituido por aquéllas que fueron utilizadas por distintos miembros de la trama terrorista para hacer llamadas.
- Finalmente, el tercer grupo está integrado por las tarjetas que fueron encontradas en el registro del locutorio de Jamal Zougham.
- Esos tres grupos de tarjetas tienen en común que todas pasaron (supuestamente) por Sindhu Enterprise, pero ¿cómo se comercializaron todas esas tarjetas? La figura siguiente muestra el flujo seguido por todas las tarjetas vendidas a través de Sindhu Enterprise en el periodo aproximado comprendido entre mediados de enero y principios de marzo de 2004.
Como vemos, el proveedor principal de Sindhu Enterprise era otra empresa denominada Interdist Móvil, que a su vez realizaba sus compras a cuatro grandes mayoristas del sector: Ingram Micro, Dominion Logística, Acom y Uritel 2000.
Lo que hacía Interdist Móvil no era comprar tarjetas telefónicas, sino packs de Amena (compuestos por una tarjeta y un móvil). A continuación, Interdist vendía esos packs (entre otros clientes) a Sindhu Enterprise, que liberaba los teléfonos y vendía por separado el móvil y la tarjeta. Entre los clientes a los que Sindhu Enterprise vendía las tarjetas Amena (ya separadas del móvil) está el locutorio de Jamal Zougham.
En cuanto a las dos líneas punteadas que aparecen en la figura, representan dos compras puntuales que Sindhu Enterprise realizó a proveedores distintos del habitual: una compra directa de packs Amena a uno de los mayoristas (Uritel 2000) y otra compra directa de 100 tarjetas Amena (sin pack) que realizó a una persona particular. Por tanto, las 325 tarjetas Amena que llegaron a Sindhu Enterprise en aquellas fechas siguieron 6 rutas de comercialización distintas, que hemos marcado con las letras A a F.
Hay dos detalles de gran importancia que conviene resaltar.
En primer lugar, las cuatro empresas mayoristas mencionadas son compañías que venden a gran escala, y que tienen un sistema contable muy elaborado, de modo que todas las facturas emitidas por esos mayoristas a Interdist Móvil y a Sindhu Enterprise especifican uno a uno los números de teléfono de las tarjetas y packs vendidos.
Por el contrario, Interdist Móvil (que es una empresa mucho más pequeña y con un sistema contable menos sofisticado) no especificaba en sus facturas los números de teléfono de las tarjetas y packs vendidos. En cuanto a Sindhu Enterprise, su contabilidad se reducía a un libro de caja bastante chapucero, que está incluido en el sumario; por supuesto, tampoco anotaban a quién vendían cada número telefónico, sino tan sólo el número total de tarjetas vendidas.
Dicho de otro modo: se puede saber, por ejemplo, si una determinada tarjeta fue vendida por Ingram Micro a Interdist Móvil sin más que consultar las facturas, pero es imposible saber si un determinado número fue vendido por Interdist Móvil a Sindhu Enterprise o a otro cliente, y lo mismo cabe decir de las ventas de Sindhu Enterprise al locutorio de Jamal Zougham.
El segundo detalle crucial está relacionado con el anterior.
La tarjeta de la mochila de Vallecas pertenece al lote de 30 que Uritel 2000 vendió directamente a Sindhu Enterprise.
En otras palabras: si se pudo llegar al locutorio de Jamal Zougham el 13 de marzo es porque la tarjeta de la mochila de Vallecas pertenecía, precisamente, al único de los lotes adquiridos por Sindhu Enterprise para el cual tenemos los números telefónicos que lo componían. Si la tarjeta de Vallecas hubiera pertenecido a cualquiera de los otros lotes adquiridos por Sindhu Enterprise, no habría habido forma de presentar al juez nada que justificara la detención de Zougham, porque no sabemos qué números telefónicos componían los restantes lotes.
¡Qué concatenación de casualidades afortunadas! No sólo encontramos una milagrosa mochila sin explotar en una comisaría de Vallecas, sino que además los terroristas son tan primos de usar teléfonos en lugar de temporizadores (que no dejan rastro) y, en el colmo de la suerte, la tarjeta telefónica de la mochila pertenece al único de los lotes que podía llevar al locutorio de Zougham. Como dicen por ahí, así se las ponían a Fernando VII.
Pero sigamos analizando los datos, porque la cosa no acaba aquí.
Las facturas
Veamos ahora las facturas que aparecen en el sumario:
Tabla 1.-Compras realizadas por Interdist Móvil.
Tabla 2.-Compras realizadas por Sindhu Enterprise.
(NOTA: Todas las compras son de packs Amena, excepto la del 28 de febrero, que es una compra de 100 tarjetas sueltas a una persona particular, al precio de 6 euros/unidad).
En cuanto a las ventas de Sindhu Enterprise al locutorio de Jamal Zougham, en el libro de caja de Sindhu constan dos ventas (a 6,5 euros por tarjeta):
Una de 100 tarjetas el 25 de febrero.
Otra de 100 tarjetas el 1 de marzo.
Lo primero que choca, al analizar estos datos, son los precios de compra y de venta en Interdist Móvil. Si comparamos las Tablas 1 y 2, vemos que Interdist Móvil compraba packs de Amena a 67,34 euros y los vendía a Sindhu Enterprise a 60,34 euros. Es decir: Interdist Móvil vendía los packs 7 euros más baratos de lo que los compraba. ¿Curioso, verdad?
La razón aducida por los dueños de Interdist Móvil en sus declaraciones ante el juez y ante la Policía es la siguiente: ellos compraban el pack de Amena, lo activaban realizando una primera llamada y cobraban de Amena la comisión correspondiente por vender un pack. No sé cuál es el importe de esa comisión, pero deduzco que superará los 7 euros que perdían en cada venta de un pack. Como veremos en breve, este detalle de la comisión de activación tiene su importancia.
Analicemos ahora la Tabla 2. Seguro que el lector ya ha descubierto qué hay de raro en las compras realizadas por Sindhu Enterprise. Normalmente, Sindhu Enterprise compraba sus packs a 60,34 euros, pero de repente hace un pedido directo al mayorista Uritel a 67,34 euros/unidad, es decir, 7 euros más caro de lo que compraba cada pack habitualmente. «¡Bueno!», dirá algún lector observador - «¿Qué importancia tiene? Enjugarían esa diferencia de 7 euros con la comisión cobrada a Amena por activar el pack». Sin embargo, esta explicación es imposible, por lo siguiente: sabemos que la tarjeta de la mochila de Vallecas y las otras seis que se introdujeron por primera vez en un teléfono en Morata de Tajuña pertenecían a ese lote, y con esas tarjetas no llegó a realizarse ninguna llamada telefónica. Por tanto, Sindhu Enterprise no pudo cobrar ninguna comisión de Amena por activar ningún pack de ese lote, por la sencilla razón de que no realizó con esas tarjetas ninguna llamada de activación del pack.
En consecuencia, si la Policía pudo llegar al locutorio de Zougham y detenerle el 13 de marzo es porque Sindhu Enterprise realizó un único pedido a Uritel 2000 que permitía seguir el rastro de los números telefónicos, y además ese pedido se hace violando las reglas elementales de la lógica empresarial: Sindhu Enterprise compra los packs más caros y, además, renuncia a cobrar una comisión de Amena activando esos packs. ¿Verdad que huele un poco mal?
Pero no es eso todo.
Las tarjetas de la trama
Veamos ahora qué tarjetas telefónicas formaban esos tres grupos que hemos mencionado al principio del artículo.
Tabla 3.-Tarjetas encontradas en el registro del locutorio de Zougham
Tabla 4.-Tarjetas utilizadas por los miembros de la trama
Tabla 5.-Tarjetas supuestamente utilizadas en las mochilas bomba
Resulta evidente que al locutorio de Zougham llegaron tarjetas de las adquiridas por Sindhu, porque al registrar el locutorio se encontraron al menos trece (véase la Tabla 3).
Asimismo, las tarjetas utilizadas por los miembros de la trama para efectuar llamadas telefónicas (véase la Tabla 4) incluyen tanto tarjetas suministradas por Uritel directamente a Sindhu (lote E) como tarjetas que habían pasado por Interdist (lotes B y C), así que sólo pudieron adquirirse en dos sitios: en Sindhu Enterprise o en algún cliente suyo (por ejemplo, el locutorio de Zougham).
Pero seguro que el lector ha visto ya (una vez más) qué hay de raro en estos datos. Para ver de qué se trata, fijémonos en un detalle: tanto las tarjetas encontradas en el locutorio de Zougham como las utilizadas por los miembros de la trama para llamar por teléfono están mezcladas, es decir, algunas de las tarjetas llegaron siguiendo una cierta ruta de comercialización, mientras que otras tarjetas siguieron una ruta distinta. Eso es lo lógico: cuando Interdist Móvil vende un lote de packs a Sindhu Enterprise, lo normal (al ser una empresa sin controles estrictos de almacén) es que le entregue mezclados packs de diversas procedencias. Y Sindhu Enterprise, al vender 200 tarjetas sueltas al locutorio de Zougham, forzosamente tuvo que entregarle un batiburrillo en el que cada tarjeta podía pertenecer a cualquiera de las seis rutas de comercialización que hemos identificado al principio del artículo.
Y, sin embargo, al analizar la Tabla 5 vemos (y aquí viene lo raro) que las siete tarjetas supuestamente utilizadas en las mochilas bomba provienen, todas ellas, del mismo lote, ese lote milagroso que Sindhu Enterprise adquirió a Uritel y que tan oportuno resultó para poder detener a Zougham el 13 de marzo.
En realidad, no es que esta coincidencia resulte rara, sino que resulta rarísima. Para ver hasta qué punto, basta con recurrir a la matemática combinatoria. Al locutorio de Zougham llegaron 200 tarjetas: 30 de ellas (como máximo) correspondían al pedido milagroso de Uritel, mientras que las otras 170 siguieron otras rutas de comercialización.
Hagamos el siguiente experimento: metamos las 200 tarjetas en una bolsa y saquemos 7 tarjetas al azar (las siete tarjetas de Morata). ¿Sabe el lector cuál es la probabilidad de que esas 7 tarjetas extraídas al azar pertenezcan, todas ellas, a las 30 de Uritel? ¡Menos de uno entre un millón!
Recalquemos este hecho: si repitiéramos la secuencia de acontecimientos del atentado un millón de veces, sólo una vez (por término medio) se daría la inmensa casualidad de que las siete tarjetas activadas en Morata provinieran todas de ese lote milagroso de Uritel.
¿Entiende ahora el lector en qué consistió el engaño? La ley de las probabilidades nos dice que la única manera de que esas 7 tarjetas provengan todas del pedido milagroso de Uritel es que fueran seleccionadas antes de mezclarlas con las demás. Es decir: esas 7 tarjetas no fueron vendidas en el locutorio de Zougham, sino que tuvieron que ser suministradas desde Sindhu Enterprise antes de mezclar el lote milagroso con los demás.
Conclusiones
Si el lector no se ha aburrido antes de llegar aquí, probablemente nos conceda que hemos demostrado convenientemente los tres puntos que decíamos querer demostrar al principio del artículo:
- No hay ninguna prueba de que la tarjeta de la mochila de Vallecas (ni ninguna de las demás relacionadas con la trama del 11-M) se vendiera a través del locutorio de Zougham, por la sencilla razón de que ni Interdist Móvil ni Sindhu Enterprise anotaban qué números vendían a cada cliente. Exceptuando las trece tarjetas que se encontraron en el registro del locutorio, no conocemos el número de ninguna de las 200 tarjetas que Zougham compró a Sindhu Enterprise, así que no podemos saber si una tarjeta concreta fue adquirida por Zougham o no.
- Un simple análisis de probabilidades demuestra, más allá de toda duda razonable, que quien vendió las 7 tarjetas supuestamente utilizadas para las mochilas bomba fue directamente Sindhu Enterprise, no el locutorio de Zougham. En cuanto al resto de las tarjetas usadas por los miembros de la trama, pudieron adquirirse tanto en Sindhu Enterprise como en cualquiera de sus clientes (incluido el locutorio de Zougham).
- El hecho de que Sindhu Enterprise realizara ese único pedido incomprensible a Uritel 2000 permite sospechar que estamos ante una operación perfectamente calculada para poder vincular a Zougham rápidamente con la mochila de Vallecas después de producido el atentado. Eso querría decir que la voluntad de utilizar a Zougham como cabeza de turco se remonta, al menos, a un mes antes de los atentados, ya que es el 4 de febrero de 2004 cuando Sindhu Enterprise hace a Uritel ese pedido.
Volvamos de nuevo a la versión policial de los hechos.
Después de encontrada la mochila de Vallecas, la Policía le pide a Amena datos sobre quién ha vendido la tarjeta telefónica encontrada en la mochila y Amena contesta, casi inmediatamente, que ese número telefónico se suministró al bazar Sindhu Enterprise. Suponemos que Amena consiguió esa información poniéndose en contacto con el mayorista Uritel 2000.
La Policía acude entonces a Sindhu Enterprise y los dueños de Sindhu (que fueron declarados testigos protegidos) señalaron a Jamal Zougham, en la mañana del 13 de marzo, como la persona a la que habían vendido aquella tarjeta telefónica.
A la vista de los datos desvelados en este artículo, las 7 tarjetas activadas en Morata fueron adquiridas en Sindhu Enterprise, no en el locutorio de Jamal Zougham. En consecuencia, los dueños de Sindhu estaban mintiendo al decir que habían vendido esa tarjeta concreta a Jamal Zougham. Para empezar, no podían saber a quién habían vendido cada tarjeta, porque no anotaban los números telefónicos vendidos: pero además es que esa tarjeta fue adquirida directamente en su establecimiento. ¿Mentían conscientemente, tratando de ocultar a quién habían vendido en realidad esas tarjetas?
Si no existiera ese pedido milagroso a Uritel por parte de Sindhu Enterprise, podríamos atribuir todo a un comportamiento inocente, pero ese único pedido absurdo, inexplicable y providencial apunta a que los dos dueños hindúes de Sindhu Enterprise participaron conscientemente en la premeditada y concienzuda preparación de las detenciones del 13-M.
Esas detenciones fueron un fraude, pero no improvisado; fueron injustas, pero bien meditadas; influyeron decisivamente sobre el resultado electoral, pero de forma consciente.
Al declarar intocables a esos dos hindúes el 13 de marzo por el procedimiento de asignarles la condición de testigos protegidos, los nombres de los dos dueños de Sindhu Enterprise se ocultaron a todo el mundo durante muchas semanas después del atentado, hasta el punto de que la opinión pública, los periodistas especializados e incluso el juez pensaban que los dos hindúes que habían vendido las tarjetas a Zougham eran los mismos que habían sido detenidos por vender los teléfonos móviles.
Esa confusión se mantendría durante meses, pero estamos hablando de hindúes distintos. Aunque en la India se abolió el sistema de castas hace mucho tiempo, parece que en algunos lugares siguen perdurando las diferencias entre hindúes: a unos se los detiene por vender unos teléfonos móviles, mientras que a otros se los declara intocables por vender unas tarjetas. Unas tarjetas que llevaban, de manera directa, a los miembros de la trama.
¿Por qué tantas mentiras, tantas cortinas de humo, tantos comportamientos extraños?
Palabras finales
Decíamos al principio que resulta incomprensible que el 13 de marzo no se detuviera a esos miembros de una supuesta célula española de Al Qaeda a los que se llevaba vigilando dos años y que, en su lugar, se decidiera detener y poner en la picota a cinco cabezas de turco. ¿Hubiera podido evitarse la explosión del piso de Leganés si los dueños de Sindhu Enterprise hubieran declarado desde el principio a quién vendieron realmente la tarjeta de la mochila de Vallecas, es decir, si no se hubiera desviado la atención de todos hacia las cabezas de turco?
Avanzábamos la sospecha en el capítulo anterior de que alguien hubiera intentado deliberadamente dar tiempo a que algunos de los presuntos terroristas se concentraran en Leganés. Esa sospecha surgía al analizar el extraño retraso en el registro del piso de El Tunecino, en el que la Policía no entra hasta después de la explosión de Leganés, a pesar de que el domicilio de El Tunecino se tenía ya controlado un año antes del 11-M.
Son ya muchos los datos tenebrosos que vamos extrayendo del sumario: la jugada de las detenciones del 13-M, la cancelación de las escuchas a El Chino el 12 de marzo, la inexplicable puesta en libertad de varias personas vinculadas a los hermanos Almallah, el retraso en el registro del piso de El Tunecino…
Parece como si, a cada paso que damos, apareciera siempre al fondo el mismo espectro tenebroso, el fantasma de Leganés, como una especie de destino prefijado e inexorable para aquellos miembros de la trama que más información hubieran podido aportar.
Hora es ya, por tanto, de enfrentarse a los espectros y de echar un primer vistazo a lo que esconde ese fantasma que surge inevitable detrás de cada esquina.