Capítulo 14
Nochebuena
Tuvieron que apartar algunos de los regalos colocados debajo del árbol de Navidad para que Alex y Sam montaran el tren eléctrico que circularía alrededor. Holly estaba eufórica y chillaba de alegría mientras corría detrás del tren, vestida con su pijama rojo de franela. Renfield se acercó con recelo y lo observó todo sin fiarse demasiado.
Habían acordado que Holly podía abrir un solo regalo esa noche y que dejaría el resto para la mañana de Navidad. Como era de esperar, había elegido la caja más grande, que resultó ser la del tren.
En otra caja estaba la casita de hadas que Maggie había empezado a hacerle, junto con los tubos de pintura, las bolsitas que contenían el musgo y las flores secas, el tubito de cola con purpurina y el resto de los materiales que Holly necesitaría para decorarla.
Mark se había sentado en el sofá al lado de Maggie, que estaba enderezando un montón de cuentos navideños que habían estado leyendo.
—Es tarde —murmuró ella—. Debería irme pronto.
Al ver que Mark se inclinaba para hablarle al oído, sintió un agradable escalofrío.
—Quédate esta noche conmigo.
Maggie sonrió.
—¿No teníais una regla que prohibía traer invitadas a dormir? —le preguntó en voz baja.
—Sí, pero hay una excepción: puedo invitar a una mujer a dormir si luego me voy a casar con ella.
Maggie le lanzó una mirada de reproche.
—Nolan, me estás presionando.
—¿Ah, sí? En ese caso, seguro que no te gusta uno de los regalos que pienso darte mañana por la mañana.
Maggie notó que le daba un vuelco el corazón.
—¡Ay, Dios! —Escondió la cara entre las manos—. Por favor, que no sea lo que creo que es… —Separó los dedos para mirarlo.
Mark le sonrió.
—Tengo motivos para sentirme esperanzado. Últimamente, te cuesta mucho decirme que no.
Cosa que era más o menos cierta. Maggie bajó las manos y lo miró. A ese hombre tan guapo y tan sexy que había cambiado su vida en tan poco tiempo. Sintió una oleada de felicidad tan intensa que apenas pudo respirar.
—Eso es porque te quiero —confesó.
Mark la abrazó, inclinó la cabeza y le dio un beso dulce en los labios.
—¡Uf! —exclamó Holly—. ¡Se están besando otra vez!
—Sólo podemos hacer una cosa —le dijo Sam—. Irnos arriba para no verlos.
—¿Ya es hora de irme a la cama?
—Hace media hora que pasó tu hora de irte a la cama.
Holly abrió los ojos de par en par.
—Papá Noel vendrá enseguida. Tenemos que dejar preparadas la leche y las galletas.
—Que no se te olviden las zanahorias para los renos —le recordó Maggie mientras se apartaba de Mark y se levantaba para acompañar a la niña a la cocina.
—¿Crees que Papá Noel se asustará cuando vea a Renfield? —le preguntó Holly, y su voz llegó hasta el salón.
—¿Con todos los perros que ha visto? Qué va…
Alex se incorporó y estiró la espalda.
—Me piro. Yo también me voy a la cama.
—Vendrás mañana por la mañana, ¿no? —le preguntó Sam.
—¿Maggie hará el desayuno?
—Al menos, supervisará el proceso.
—Entonces sí. —Alex se detuvo al llegar a la puerta y volvió la cabeza para mirarlos—. Me gusta esto —dijo con un deje reflexivo, sorprendiéndolos—. Tiene un aire… muy familiar. —Se detuvo un momento para despedirse de Maggie y de Holly, y se marchó.
—Creo que mejorará poco a poco —comentó Sam—. Sobre todo cuando acabe lo del divorcio.
Mark esbozó una sonrisa torcida.
—Creo que todos mejoraremos.
Holly volvió al salón y dejó sobre la mesita del sofá un plato con galletas y un vaso de leche.
—Renfield, no vayas a comértelas, ¿eh?
El bulldog meneó el trasero con alegría.
—Vamos, bichito —le dijo Sam a Holly—. Te acompaño a la cama.
La niña miró a Mark y a Maggie.
—¿Subirás a darme un beso de buenas noches?
—Dentro de un momento —le prometió Maggie—. Vamos a recoger todo esto y a dejar algunas cosas preparadas para mañana. —Observó con ternura a Holly mientras la niña subía las escaleras.
Cuando Mark fue a desconectar el tren, Maggie se acercó al plato de galletas y se sacó un trozo de papel del bolsillo.
—¿Qué es eso? —le preguntó Mark cuando regresó a su lado.
—Una nota que Holly me ha dado para que la deje con las galletas. —Se la enseñó—. ¿Sabes a qué se refiere?
Querido Papá Noel:
gracias por hacer realidad mi deseo.
te quiere
HOLLY
Mark dejó la nota en la mesa para abrazar a Maggie.
—Sí —dijo, mirando esos ojos castaños—. Sé a lo que se refiere.
Y mientras inclinaba la cabeza para besarla, Mark Nolan por fin creyó en la magia.
Fin.