Domingo por la tarde, delante de la parroquia de San Antonio de la Florida.
La cita es a las tres de la tarde. Las chicas del Rosa Shocking llegan puntuales y suben al autobús de colores junto a los Cebolletas. Solo faltan Dani y las gemelas.
A Tomi le habría gustado invitar a Eva, pero había prometido a Kasi que iría con ella. Hace días que el capitán no habla con su bailarina favorita.
Augusto deja a todos en el Retiro y les dice:
—Id tirando, yo aparco el Cebojet y os alcanzo.
El concierto ya ha empezado, una banda de chavales está tocando sobre el escenario.
Elvira, impresionada al ver tanto público, exclama:
—¡Esto está lleno hasta la bandera!
Pavel e Ígor la toman de la mano y prácticamente la arrastran.
—Ven, vamos a buscar un sitio donde instalarnos.
Caminan entre los chicos sentados sobre el césped, hasta que encuentran un trozo de hierba libre. Dejan ahí las mochilas y se sientan a escuchar la música.
Los grupos se van sucediendo sobre el escenario, después de que los anuncie un presentador con una chaqueta roja chillona llena de lentejuelas. Los espectadores aplauden y dan palmas siguiendo el ritmo de las canciones.
Es un día estupendo de mayo. El sol, la música y la final que han conquistado esa mañana tienen extasiados a los Cebolletas.
Nico, Fidu y Beba van a comprar unos helados para todos.
Los gemelos explican a Elvira sus gustos musicales. Kasi baila haciendo equilibrios sobre su monopatín. João le cuenta a Regina, la número 8 de las Rosa Shocking, sus inolvidables vacaciones en Río de Janeiro.
—¡Mirad quién viene! —advierte Pavel.
Pedro y su banda se están acercando.
—¿Te has divertido esta mañana viéndonos ganar? —le pregunta Tomi.
—No, me he divertido anulándoos un gol —responde el delantero de los Tiburones Azules.
—Lo siento por ti, pero no ha sido suficiente —rebate Becan—. Como te había prometido, hemos llegado a la final.
—Y, como el año pasado, la perderéis —le interrumpe Pedro.
—Eso ya se verá —concluye Fidu—. Pero ahora, no nos estropeéis el concierto. Vete a dar una vuelta. Tu voz es la música más desagradable que he oído en mi vida.
Pedro hace una seña a sus amigos, indicándoles que le sigan, y se aleja sin añadir nada, mientras los Cebolletas y las Rosa Shocking ríen divertidos.
De improviso, el presentador anuncia:
—¡Y ahora, chicos, es el turno de los Esqueléticos! ¡Un fuerte aplauso!
Fidu deja colgando en el aire el megacucurucho de cinco bolas que se estaba llevando a la boca y exclama:
—¡Pero si son de los nuestros!
Sobre el escenario aparece Dani, con la guitarra en bandolera. Luego salen Sara y Lara, que saludan al público y se colocan tras los teclados.
—¡También está el Gato! —grita Becan.
El portero del Real Baby, que lleva su violín en la mano, responde con una inclinación a los aplausos de los chicos tendidos sobre el césped.
—¡Mirad, si está el increíble Augusto! —señala Fidu, incrédulo.
El chófer del Cebojet se sienta a la batería. Lleva su gorra de chófer y una camiseta negra con una calavera blanca estampada sobre la barriga. Los demás miembros del grupo llevan la misma camiseta, incluido el esqueleto Socorro, que es conducido al escenario colgado de un perchero.
El público le dedica una ovación atronadora.
Tomi se queda con la boca abierta: Eva, con pantalones cortos y camiseta negra con calavera, sube al tablado y toma el micrófono.
—¡Hola, chicos! Dedicamos esta canción a todos vosotros y en especial a nuestro amigo Tomi, para darle las gracias. Estaba en el Real Madrid, pero lo dejó para ayudar a sus amigos. La canción la ha escrito Dani, que toca la guitarra, y se llama «¡Choca esa cebolla, capitán!». ¡Tomi no se la merece, porque es un cabezota, pero se la dedicamos de todas formas!
El público se echa a reír y luego aplaude. Alguien vocifera:
—¡Esqueléticos, sois los mejores!
Augusto aporrea la batería, las gemelas empiezan a deslizar las manos por el teclado, el Gato se coloca el violín bajo la barbilla. Dani, con una cinta en la frente y dos muñequeras negras, rasga con energía las cuerdas de su guitarra eléctrica, y Eva se pone a cantar con su voz melosa.
Tomi todavía no ha podido cerrar la boca del asombro. Si pasa un abejorro se le acabará metiendo dentro. Además, se ha puesto rojo como los peces del estanque. Había pensado que Dani y Eva estaban haciendo de las suyas y, en cambio, le estaban preparando un regalo maravilloso.
—¡Esqueléticos, sois mucho mejores que el merengue! —aúlla Fidu, lamiendo su helado.
Elvira coge de la mano a los gemelos y les propone:
—¡Vamos a bailar junto al escenario!
Los Cebolletas y las Rosa Shocking atraviesan el prado, se cuelan entre los espectadores y llegan hasta un espacio libre al pie del tablado, donde se ponen a bailar cogidos de la mano.
Dani y el grupo los reconocen y los saludan, sin dejar de tocar.
—¡Esqueléticos, sois estupendos! —grita Nico, saltando como un resorte.
Eva canta sonriendo a Tomi, quien salta de repente sobre el escenario, besa a la cantante de los Esqueléticos en la mejilla y levanta los brazos como si acabara de marcar un gol, mientras todo el Retiro lo aplaude.
¿No te parece un concierto fantástico?
¡Después de acabar los primeros de su grupo, no podían celebrarlo de mejor manera!
¿Cómo acabará la gran final del campeonato contra los Tiburones Azules?
¿Lograrán los Cebolletas tomarse la revancha o el insoportable Pedro les gastará otra broma pesada de las suyas?
¿Se curará Gaston Champignon a tiempo para ver el partido desde el banquillo?
¿Saldrá bien su operación de corazón?
¿Volverán los ojos verdes de Kasi a hechizar a nuestro Tomi?
Te lo contaré en el próximo libro. ¡Hasta pronto! O, más bien, ¡hasta prontísimo!