Esta vez Eva tampoco se sienta en el Cebojet al lado de Tomi. Aunque el delantero le ha hecho sitio, la bailarina se ha dado la vuelta, soltándole:
—Mejor déjalo libre, no vaya a ser que venga la Calzones a darte otro besito…
Tomi se ha quedado sin palabras y mira cómo Eva se va con las gemelas y Dani al fondo del autobús, para cantar.
De repente, al delantero le vienen a la mente las palabras de su padre Armando, que ha visto a Eva y Dani juntos en la plaza de San Ildefonso, y se pone todavía más nervioso. Como si no le bastara con el partido decisivo que los Cebolletas están a punto de disputar contra el potente equipo del Dinamo Azul…
Hace tiempo que Gaston Champignon ha comprendido que Tomi está atravesando un momento especial, porque ya no está seguro de haber tomado la decisión correcta al dejar a los chavales del Real Madrid. Esta sospecha lo vuelve irritable y le empuja cada vez más a discutir en el campo con sus compañeros.
Por ese motivo el cocinero-entrenador ha optado por una decisión psicológica. Hoy lo hará capitán. Con el brazalete encima, a lo mejor Tomi siente todavía más la responsabilidad de arrastrar a sus colegas y vuelve a ser el de antes de irse con el Madrid: un capitán alegre y orgulloso de su equipo.
En el vestuario, Gaston Champignon se dirige a sus pupilos:
—En el primer tiempo descansará Nico, que hasta ahora siempre ha jugado de titular. Fidu estará en la portería, Sara y Lara en la defensa, Tomi será el único en punta y, a sus espaldas, en el centro del campo, jugarán Becan, Ígor y Pavel. ¿Alguna pregunta?
—¿Esquema 2-3-1? —pregunta Becan.
—Exacto —confirma Champignon.
A Nico le disgusta un poco empezar de reserva justo en el partido decisivo, el que los Cebolletas tienen que ganar a cualquier precio. En efecto, un empate no serviría para nada, porque si los Diablos Rojos ganaran al Rosa Shocking se pondrían cinco puntos por delante en la clasificación cuando solo queden dos encuentros por disputar. Tendrían prácticamente la final en el bolsillo.
El número 10 habría querido intervenir desde el principio pero, como buen Cebolleta, sabe que todos tienen derecho a jugar, y no solo como reservas, ya que durante los entrenamientos todos se esfuerzan por igual. Jamás se lamentaría por una decisión de míster Champignon, que se preocupa por sus jugadores mucho más que por la clasificación.
Además, Nico está contento de poder atar el brazalete de capitán al brazo de su amigo Tomi, que ha dejado el Real Madrid por el bien de los Cebolletas.
—Te lo cojo prestado por un partido —bromea Tomi.
—Soy yo el que te lo ha tomado prestado por un campeonato —rebate Nico—. El brazalete es tuyo, capitán.
Los dos amigos se «chocan la cebolla».
—Hoy te vas a encontrar con un hueso duro de roer —añade Nico—. El número 5 del Dinamo siempre nos ha creado problemas y en la fase de ida ya nos metió un gol. Es un auténtico toro…
—Te aseguro que con el Real Madrid me he enfrentado a toros mucho más bravos… —responde el delantero.
En otra zona del vestuario, Sara y Dani intercambian consejos.
—Esta vez el delantero pelirrojo no tiene que engañarnos —dice la gemela—. No tengo ganas de verlo saltar de alegría con las manos en la cabeza, como a la ida.
—En teoría imitaba a un ciervo, lo recuerdo perfectamente —comenta Dani—. Vicente tenía que danzar en la función que hicieron en la piscina junto a su compañera de clase Eva, pero al final se lastimó. A ver si conseguimos que hoy tampoco baile.
Los centrocampistas también se están poniendo de acuerdo y discuten el lugar que han de ocupar en el terreno de juego.
—Tú te quedarás a la derecha como siempre, yo iré por el centro e Ígor por la izquierda —propone Pavel a Becan.
—Vale —aprueba el extremo derecho.
Ígor no está de acuerdo y explica a Becan:
—En el centro quiero jugar yo, dile a mi gemelo que él corra por la izquierda.
—¿Y por qué no se lo dices tú? —pregunta el chico albanés.
—Porque nos hemos peleado y no quiero volverle a hablar —declara Ígor.
—Dile a mi gemelo que nos lo podemos jugar a pares o nones: el que gane escoge la posición —sugiere Pavel, dirigiéndose exclusivamente a Becan.
—Tu gemelo propone que os lo juguéis a pares o nones —suspira el extremo derecho volviéndose hacia Ígor.
—Dile que me parece bien y que escojo nones —contesta Pavel.
—Tu gemelo acepta y escoge nones —le comunica Becan a Pavel.
—¡Dile que yo ya he escogido nones! —rebate el gemelo.
En ese momento, Becan pierde la paciencia y sale al campo a calentar:
—¡Poneos de acuerdo vosotros, yo estoy harto de hacer de centralita telefónica!
El Dinamo Azul empieza el partido con mucha prudencia. Solo Vicente está en punta, mientras el resto del equipo se preocupa sobre todo de defender.
Los Cebolletas saben que se trata de una táctica para atraer a los adversarios y castigarles luego al contraataque, aprovechando la potencia y la rapidez del número 5, que se ha pegado a Tomi como un sello y lo sigue por doquier.
—¿Es verdad que te han echado del Real Madrid? —le pregunta el defensa del Dinamo, para ponerlo nervioso.
—No me han echado —precisa Tomi—. Me he ido porque con ellos me enfrentaba a rivales demasiado buenos. ¡Con los que son un poco limitaditos como tú me divierto mucho más!
—Ya veremos cuánto te diviertes hoy… —rebate el defensa, antes de echarse en plancha a los pies de Tomi, que rueda por tierra gritando por el golpe que ha recibido en el tobillo.
El árbitro pita la falta.
El número 5 pone cara de angelito y se justifica:
—Pero, señor árbitro, si he tocado el balón…
—Ese defensa es un verdadero matarife —comenta Sara a João en el banquillo.
Además del estrecho marcaje al que está sometido, a Tomi le cuesta disparar porque los mediocampistas le hacen llegar pocos balones útiles. Le faltan los pases precisos de Nico, Becan no tiene un gran día y los gemelos siguen discutiendo incluso en el terreno de juego.
Dani se ha anticipado con la cabeza al pelirrojo que lleva el número 9, y Lara ha despejado la pelota en dirección a Ígor, que está inmóvil en el centro del campo. Tomi ve a Pavel libre por la banda izquierda y echa a correr hacia el área.
Si Ígor cede la pelota a Pavel, este podrá cruzarla hacia el centro y el capitán tratará de meterla con la cabeza, adelantándose al toro número 5. Pero, inesperadamente en lugar de pasar el balón a su gemelo, que está absolutamente libre, Ígor avanza solo y se lo acaban robando.
Tomi lo persigue y le increpa:
—¿Se puede saber por qué no le has pasado el balón a Pavel?
—¡Porque nos hemos peleado y yo a ese tío no le doy la pelota! —responde el gemelo.
Una gran parada de Fidu tras un saque de falta del número 5 preserva el empate.
El primer tiempo acaba 0 a 0.
Tomi entra en el vestuario como una furia:
—¿Cómo voy a marcar si Becan no acierta un pase y los gemelos se pelean en lugar de jugar?
Esta vez pierde la paciencia también el extremo derecho:
—Yo me dejo la piel y trato de hacer lo que puedo. Si querías los pases precisos de Julio, ¡haberte quedado en el Real Madrid!
Después de la recriminación de Becan, todos se quedan mirando en silencio al capitán.
—¿Qué os pasa, chicos? —tercia Gaston Champignon levantando su cucharón de madera—. ¡Los Cebolletas no hablan así y no quiero volver a oír palabras parecidas en el vestuario! Érais una flor unida y ahora solo veo pétalos que se deshojan y se pelean entre ellos. Si queréis seguir comportándoos así también en el segundo tiempo del partido, ¡decídmelo enseguida, que rápidamente aviso al árbitro y no volvemos a salir al campo!
Los Cebolletas lo escuchan con la cabeza gacha. No se oye volar ni una mosca.
—Bien, manos a la obra. En el segundo tiempo João y Nico entran por Pavel e Ígor, y Sara sustituye a Lara —concluye Champignon, antes de añadir—: la verdad es que empiezo a pensar que soy un pésimo entrenador, porque en dos años no he logrado enseñaros a jugar con la sonrisa en la boca…
Las sonrisas llegan cinco minutos después del inicio de la segunda parte, cuando João, desencadenado, recorre volando la banda izquierda con el balón pegado a la frente, a lo Foquinha, como le ha enseñado su padre Carlos. Al llegar al banderín de córner, finge disponerse a pasar y justo cuando el defensa se da la vuelta, se deshace de él y, antes de penetrar en el área, acaban haciéndole una zancadilla.
El árbitro pita la falta, que se sacará desde la línea de fondo. Nico, que normalmente es quien saca las faltas de los Cebolletas, se aleja después de charlar un rato con Tomi, quien pide a Dani que suba al ataque y se dispone a lanzar.
Todos creen que el capitán buscará la cabeza de Dani, el más alto, y le someten a un marcaje de lo más estrecho. Pero, en lugar de eso, Tomi lanza un tiro raso al borde del área, hacia el que se abalanza Nico, que dispara en carrera un tremendo derechazo a la escuadra: 0-1, ¡los Cebolletas van ganando!
—Ahora atentos en defensa —pide Tomi—. Y no cometamos faltas al borde del área, ¡que ese toro del número 5 dispara auténticos cañonazos!
Como si no hubiera dicho nada… En el primer ataque del Dinamo, Dani trata de anticiparse a Vicente con la cabeza, pero para ello se apoya sobre el hombro del número 9 y el árbitro señala la falta.
—¿Cuántas veces te ha dicho Champignon que tienes que saltar con los brazos separados del cuerpo? —dice Tomi, llevándose las manos a la cabeza.
Dani pide disculpas a sus compañeros y se coloca en la barrera.
El cañonazo del número 5 alcanza a Tomi, que está en la barrera, en medio de la barriga y le hace doblarse en dos. La pelota rebota y acaba entre los pies de Vicente, que la dispara hasta el fondo de la red: 1-1. Hay que empezar de nuevo…
Mientras los Cebolletas socorren a Tomi, el número 9 del Dinamo celebra su gol corriendo por el campo con los puños sobre la frente y los índices extendidos, imitando unos cuernos. Sus compañeros lo persiguen para abrazarlo.
Tomi vuelve a subir al ataque pero, pese a que João está inspirado y no para de hacer regates a la brasileña, la defensa del Dinamo resiste.
El número 5 es más sólido que una caja fuerte: no hay manera de superarlo.