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Kirk no se sorprendió al ver que el procurador Lenos regresaba con otro hombre alto pero de más edad que se aproximaba a ellos y les hablaba con un tono cordial.

—Bienvenidos a Celerbitan, y a la villa de los guardianes. Yo soy Pallar, guardián uno de la Morada.

Las palabras puntillosas, educadas, diplomáticas y casi afectadas de bienvenida cogieron a Kirk con la guardia baja. Luego, la razón que las justificaba se le hizo evidente. Incluso Pallar, el guardián uno de Mercan, llevaba un arma de fuego visible, enfundada.

En una cultura que tenía un código de duelo como aquélla, era necesario que las personas desplegaran las maneras más cordiales, incluso con los extraños. Los actos de patán no podían ser tolerados en una sociedad tan cerrada como la que tenían los mercanianos, una sociedad que era verdaderamente mundial a causa de sus sistemas de transportadores.

Un mercaniano tenía que respaldar sus modales con su vida.

Aquello ponía en las manos de Kirk otro triunfo… porque el grupo de descenso de la Enterprise no estaba visiblemente armado.

O al menos así lo creía él.

Kirk respondió al saludo con unos modales igualmente buenos.

—Guardián Pallar, soy el capitán James T. Kirk. —Presentó a cada uno de los otros tres miembros del grupo, y luego prosiguió—. Gracias por su amable bienvenida a Celerbitan. Nos complace grandemente estar aquí porque hemos tenido grandes problemas y hemos venido a Celerbitan para solicitar su graciosa ayuda.

Pallar se acomodó el tahalí que llevaba colgado de un hombro. Al igual que el resto de los mercanianos, excepto los procuradores, estaba ataviado con una túnica bastante sencilla ceñida en la cintura, una cinta alrededor de la frente de color brillante y complicados dibujos, y un tahalí o bandolera sobre el hombro izquierdo, con varios bolsillos. El arma de fuego colgaba metida en la pistolera de dicho tahalí, y le quedaba a la altura del muslo derecho. En un planeta como Mercan, con un eje muy poco inclinado, grandes océanos y sin cambios estacionales pronunciados, la ropa de abrigo no debía de ser necesaria, al igual que ocurría con Vulcano. No obstante, aquella cultura era diferente porque en apariencia no era aficionada a las decoraciones intrincadas y elaboradas, como la vulcaniana.

«Bueno —pensó Kirk—, cada cultura es diferente de todas las demás, y eso es lo que hace que el universo resulte interesante».

El rostro aguileño de Pallar no expresó emoción alguna mientras él observaba detenidamente a cada uno de los miembros de la Enterprise, y luego miraba a Orun.

—Pareces estar bien, Orun. Ah, ¿por qué será que cuando una persona alcanza la edad responsable frecuentemente se aparta de los dogmas del Código de la Morada? Orun, tus actividades dentro de la Técnica y las de la Técnica en sí están comenzando a amenazar la paz y la tranquilidad de la Morada. Le he pedido al procurador Lenos que te trajera a Celerbitan bajo una orden dada por la justicia de los guardianes, porque quería hablar contigo acerca de tus actividades y las de la Técnica.

—Guardián uno, no hay nada de lo que esté dispuesto a hablar bajo circunstancias o condiciones algunas —respondió Orun con tirante gentileza.

—Ya lo veremos. Somos pacientes, el Sol de la Morada no permanecerá siempre tan tranquilo como lo está ahora… y está la cuestión de la admisión al interior de las Reservas… —dijo tranquilamente Pallar.

Luego se volvió a mirar a Kirk.

—Entretanto, capitán Kirk, se me ha dicho que fueron ustedes hallados con Orun y sus compañeros. Todos ustedes tienen nombres extraños, apariencias extrañas, ropas extrañas y hablan un idioma desconocido. También veo que van desarmados. Tienen que ser todos construidos o producidos mediante los avances de la Técnica.

—Guardián uno, nosotros no pertenecemos a la Técnica —le aseguró rápida y sinceramente, Kirk—. Se me permite, según mi código de conducta, revelarle a usted, como guardián uno, que no procedemos de Mercan. Venimos de otro lugar. Estamos ansiosos por no alterar la forma de vida de este sitio, y estoy seguro de que le preocupa esa posibilidad. Doy por descontado que nuestra conversación no saldrá del grupo de los aquí presentes hasta que ambos podamos determinar que nuestra presencia aquí no causará conflictos con el Código de la Morada.

Pallar no dijo nada durante un tiempo. Aquélla ciertamente no era la respuesta que había esperado por parte de Kirk.

—¿Ustedes no son de la Morada? —preguntó lentamente Pallar—. Si no… y si… —Se detuvo.

—Ciertamente comprendo por qué creen ustedes estar solos en la vastedad del universo. He visto su nocturno cielo —le dijo Kirk al líder mercaniano—. En ese cielo nocturno no hay nada que les diga lo contrario pero ¿sabe usted que probablemente Mercan proviene de lo que ustedes llaman la Cinta de la Noche? ¿Sabe qué es lo que hace que la cinta brille durante la noche?

—Es usted una persona extraña, capitán —observó Pallar—. Todo el mundo sabe en la Morada que nosotros llegamos de la Cinta de la Noche hace muchísimo tiempo. Y que la Cinta de la Noche está probablemente compuesta de rocas vitaliares como las que tenemos en la Morada, que brillan naturalmente por sí solas en la oscuridad. La Morada es rica en estas piedras que empleamos para nuestro sistema energético. Por lo tanto, la Cinta de la Noche tiene que estar compuesta de incontables trozos de dichas rocas alineadas a todo lo largo del cielo. Ése fue el lugar en el que nos originamos porque allí es donde existieron la energía y la fuerza necesarias para crear a Mercaniad, el Sol, y Mercan, la Morada… y toda la vida está en la Morada. Nuestro destino es el de preservar esta cosa única llamada vida en una interminable noche de nada cuya única excepción es el débil brillo de nuestra herencia.

—Guardián Pallar —dijo Kirk, precipitadamente—. Le he dicho que nosotros cuatro no provenimos de la Morada y eso puede verlo por usted mismo. Hemos llegado en un gigantesco aparato de viaje, de la Cinta de la Noche que contiene billones y más billones de soles como Mercaniad, y billones de mundos como la Morada. Ustedes no pueden ver esos soles como luces individuales a causa de la gran distancia que los separa de ellos. La Cinta de la Noche hierve de vida que puebla mundos como la Morada. Ustedes no están solos.

Pallar no dijo nada ni se movió, pero Kirk vio que el procurador Lenos se ponía rígido. Orun, por su parte, se puso visiblemente emocionado, como si estuviera escuchando la confrontación de cosas en las que había comenzado a creer de forma tentativa.

—Herejías de la técnica —gruñó Lenos.

Pallar alzó una mano.

—Ciertamente, así es como suena. Capitán Kirk, lo que dice usted desafía toda lógica, razón y evidencia. Habla usted con las palabras de la Técnica, pero con unas interpretaciones nuevas tan interesantes que yo, como guardián uno del Código de la Morada, me veo en la obligación de averiguar más sobre esas nuevas creencias de la Técnica con el fin de refutarlas de la forma más apropiada. No me queda otro recurso que el de creer que usted y sus tres compañeros son unos importantes nuevos avances de la Técnica, quizá la creación de seres que pueden resistir la Prueba sin necesidad de la protección de las Reservas. Resulta obvio que los métodos de la Técnica no son todavía perfectos, puesto que con ustedes han creado una especie mentalmente incompleta… y por lo tanto debo considerar que la cordura de los cuatro es inferior para las pautas del Código. No los estoy insultando deliberadamente, a pesar de que los cuatro están desarmados… lo cual constituye otra interesante perversión del Código por parte de la Técnica. Como guardián uno, determino por tanto que no se les permita utilizar el desplazador y que permanezcan en Celerbitan para que todos los guardianes puedan conocerlos. Por favor, entréguenle al procurador Lenos sus controles de viaje. —Mientras decía aquello, tenía la mano sobre la culata de la pistola que le colgaba a un lado porque era plenamente consciente de que aquellos cuatro extraños podrían sentirse insultados, y por tanto sería necesario que se defendiera aunque fuese un guardián.

Pero Kirk y su grupo no realizaron movimiento alguno.

—No llevamos nada parecido —le dijo el capitán de la Enterprise al líder mercaniano, sabiendo que había chocado contra una barrera que no podía esperar superar de inmediato.

—Lenos ¿llevan controles de viaje? —le preguntó Pallar al jefe de los procuradores.

—Llevan aparatos extraños, pero nada que haya podido identificar como controles de viaje.

A Kirk, Pallar le habló en tono de disculpa.

—Tendré que pedirles a los procuradores que los registren para asegurarme de que no tienen controles de viaje que les permitirían marcharse de Celerbitan.

Kirk se encogió de hombros y sonrió.

—Somos sus huéspedes, Pallar. ¿Por qué íbamos a querer marcharnos? Usted es la persona con la que deseamos hablar. Usted es obviamente el líder entre los líderes y es el único que tiene la posibilidad de ayudarnos.

Kirk y los otros tres probablemente podrían haber superado a la patrulla de procuradores en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, pero eso podría haber tenido consecuencias potencialmente irreversibles. En aquel momento existía un poco de comunicación entre Pallar y Kirk; Kirk tenía todas las intenciones de mantener abierto ese canal de comunicación y ampliarlo. Sentía curiosidad por la Técnica, pero fueran quienes fuesen sus miembros, no se trataba del poder político supremo del planeta. Pallar sí lo era… o al menos representaba al grupo que lo era.

Así pues, le indicó silenciosamente a su grupo que se sometiera al registro sin resistencia alguna. Era un grupo bien entrenado y disciplinado. Apenas hacía falta aquella indicación.

Los procuradores, por supuesto, se encontraron con el equipo que llevaba encima cada uno de los miembros de la Enterprise: las pistolas fásicas, los comunicadores, el equipo médico de McCoy y los sensores.

Pallar miró cuidadosamente cada uno de los aparatos.

—¿Reconoces alguno de estos dispositivos de la Técnica, procurador Lenos?

—Guardián Pallar, he convertido en una especialidad el familiarizarme con todos los aparatos de la Técnica —le replicó Lenos, con una cierta confusión que afloraba a su voz mientras les daba vueltas a los aparatos entre las manos—. No reconozco ninguno de éstos. Aquí no hay absolutamente nada que se parezca a algo que haya visto antes; y no hay ningún dispositivo que se parezca ni remotamente a un control de viaje.

Pallar se hallaba obviamente en un dilema. Cualquiera de aquellos artilugios podía ser letal, tanto en las manos de aquellos cuatro extraños… como si se los quitaban. Cualquiera de aquellos aparatos podía tener características de seguimiento o sondeo… o podía incluso detonar tras un determinado período si se lo quitaban a sus dueños. No había nada que se pareciera a un arma mercaniana. Pero de todas formas, preguntó.

—Capitán Kirk, por favor, explíqueme para que sirven estos aparatos.

Kirk señaló un sensor.

—Este dispositivo ha estado analizando y grabando las diversas características de la Morada para nuestros futuros estudios, con el fin de que podamos conocerlos mejor y así evitemos alterar su cultura. Éstos —Kirk señaló las pistolas fásicas—, son nuestra protección contra las cosas de la Morada que puedan resultar peligrosas para nosotros. Y éstos —señaló los comunicadores—, podrían ser considerados como un medio para informarnos los unos a los otros sobre las circunstancias.

Kirk había formulado cuidadosamente las frases con una terminología semántica positiva que esperaba que fuera aceptable para Pallar.

Así fue.

—Aquí no veo nada que pueda ser peligroso para nosotros. Pero debo hacerles una seria advertencia. Si llegaran a intentar cualquier acto violento, los resultados requerirían sin duda los servicios inmediatos de su especialista en salud. No veo ninguna razón para privarlos de sus artilugios de reconocimiento y estado… y aquí en Celerbitan ciertamente no hay nada que pueda molestarnos que analicen y graben en sus aparatos, ya que estoy seguro de que todo el mundo, tanto los de la Técnica como los que no lo son, conocen todo lo que puede conocerse sobre Celerbitan… excepto por lo que se refiere a los misterios de Mercaniad, los cuales sólo están en las mentes de los guardianes. Lenos, por favor, encárgate de que todos dispongan de habitaciones cómodas… incluyendo a Orun, que también será nuestro huésped mientras nos cuenta todo lo que sabe sobre estas cuatro personas de la Técnica. Pero controla cualquier tipo de actividad de viaje que se produzca en sus aposentos; no queremos que la gente de la Técnica se materialice e intente ayudarlos en ningún tipo de huida violenta… —Se volvió hacia Orun y tendió una mano—. Orun, por favor, entrega tu control de viaje. El guardián uno tiene el derecho de restringir tu libertad por su potestad de guardián según el Código.

Orun le entregó al anciano un dispositivo manual parecido al que Lenos había empleado para transportarlos a todos hasta Celerbitan, pero renunció a él con evidentes reticencias.

Luego Pallar continuó, dirigiéndose a todos ellos.

—Tengo la intención de convocar un cónclave de los guardianes en Celerbitan, para investigarlo a usted y sus tres compañeros, James Kirk. Sólo habíamos planeado garantizar la reeducación de Orun y sus compatriotas… y así lo haremos cuando hayamos tenido la oportunidad de averiguar más sobre ustedes y estudiar qué debe hacerse para evitar que ustedes y otros como ustedes contravengan el Código de la Morada. Se les darán habitaciones cómodas y se les permitirá la libertad de Celerbitan, dado que no es posible abandonar la isla sin el desplazador, cuyo uso les estará prohibido a todos. Orun, tú puedes permanecer con tus extraños compañeros de la Técnica.

Dicho esto, el guardián uno puso ambas manos ante su largo rostro, y luego las separó desplazándolas hacia los lados; obviamente se trataba de un gesto de saludo y/o despedida mercaniano.

—¡Guau! —jadeó Scotty—. ¡Que me hablen luego de prolijidad…!

—Scotty, está usted olvidando el hecho de que está a sólo unas pocas generaciones de distancia del salvajismo galáctico —observó McCoy.

—Doctor, en circunstancias diferentes podríamos haber acabado haciendo un poco de actividad gimnástica a causa de esa observación…

—¿Se da cuenta de qué es lo que quiero decir? —dijo McCoy con una sonrisa—. Nosotros no tenemos un código de duelo mercaniano, pero tenemos nuestro propio código, ¿no es cierto?

Kirk les hizo bruscamente con la mano el gesto que indicaba que guardaran silencio.

En aquel momento eran conducidos por Lenos y los procuradores hasta un lugar cuya definición más apropiada hubiera sido una villa que miraba al mar oscuro de Mercan, oscuro como el vino, no muy alejado de la villa de los guardianes. Allí, los procuradores simplemente los dejaron solos.

—Es la cárcel más extraña que jamás haya visto —comentó McCoy, al advertir que no había ni barrotes en las ventanas ni puertas blindadas con cerrojos.

Kirk estaba investigando todo lo que podía, y habló mientras abría puertas para averiguar adónde conducían.

—¿Y qué esperábamos? En ese océano no hay ni botes ni barcos. No hay un solo vehículo aéreo. No existe forma alguna de que podamos salir de aquí. Y los guardianes tienen un poder tan omnipresente gracias a los procuradores, que nos dominarían en un momento si intentáramos cualquier acto de violencia… lo cual, en todo caso, no entra dentro de nuestros propósitos. De momento no corremos ningún peligro, y hemos sido bien tratados tanto para nuestras pautas como para las de ellos. Además, hemos establecido un canal de comunicación con el hombre más importante del planeta. Estamos en una situación mejor que hace apenas unos días, cuando lo único que podíamos hacer era arrastrarnos por el espacio a factor hiperespacial dos, con la perspectiva de muchos años para llegar a casa.

—Bien, ¿qué haremos ahora? —inquirió McCoy.

—Esperar y reunir datos —explicó Kirk—. Cada uno de ustedes tiene una especialidad más un punto de vista personal. Cada uno de ustedes recogerá datos diferentes y hará interpretaciones distintas de lo que vea. Entre todos tendremos la probabilidad de hallarle una respuesta racional a lo que está ocurriendo aquí.

—Pero es que ahí arriba tengo en órbita una nave maltrecha que necesita reparaciones —protestó Scotty.

—¿Existe algún riesgo de que la Enterprise tenga problemas de funcionamiento por orbitar este planeta durante unos cuantos días o semanas, Scotty?

—No, pero no podremos ir a ninguna parte y yo no podré reparar ese motor hiperespacial si nos quedamos aquí sentados.

—Scotty, tiene ante usted toda una tecnología nueva que descifrar —le indicó Kirk a su ingeniero—. Puede que no consiga reparar el motor hiperespacial hasta que no haya investigado la tecnología mercaniana y descubierto qué áreas de la misma pueden resultarle útiles a usted. Tiene una tarea tremenda por delante —le recordó Kirk.

—Tiene toda la razón. Gracias por poner las cosas nuevamente en su perspectiva correcta, capitán.

Kirk sacó su comunicador y lo abrió.

Enterprise, aquí Kirk.

—Adelante, capitán —respondió la voz de Uhura.

—Estamos bajo arresto domiciliario por parte de los humanoides que viven en este planeta —informó Kirk—. Nos encontramos bien. Estamos en una isla grande aparentemente emplazada en medio de uno de los océanos, en la capital planetaria llamada Celerbitan. Haga que el señor Spock localice nuestra posición a través de esta transmisión. Ahora, esté a la escucha de los informes verbales y la transmisión de los datos recogidos por los sensores.

Durante los minutos siguientes, Kirk dio su informe a través del comunicador, y luego lo empleó para transmitir los datos recogidos por los sensores de Janice Rand, McCoy y Scotty.

Cuando esa operación estuvo acabada, la voz de Spock les llegó a través del comunicador.

—Ya tengo todos los datos en la biblioteca de la computadora, capitán, y los analizaré junto con los que acaba de enviar usted. Debo decir que éste es un descubrimiento fascinante.

—¿Quiere decirme que está realmente entusiasmado, Spock? —preguntó Kirk.

—Señor, mis términos han sido más precisos. Y será interesante comparar esta cultura mercaniana con las que ya conocemos…

—Indudablemente, señor Spock. Pero entretanto, debemos estudiar y desentrañar esta cultura. Tenemos que hacer reparaciones en la nave, y lo que averigüemos sobre Mercan determinará cómo vamos a abordar la tarea —le dijo Kirk al primer oficial a través del comunicador—. Le enviaremos datos con toda la frecuencia posible. Y, por favor, comuníqueme cualquier descubrimiento interesante o correlación con la que se encuentre.

—Por supuesto, capitán —le replicó la voz de Spock—. Mientras tanto, también mantendré la vigilancia de esta estrella variable irregular… que está lejos de ser estable en ningún sentido. En este momento estoy sometiéndola a análisis de computadora con la esperanza de poder advertirles de cualquier inminente aumento de la emisión energética que pueda representar un peligro para ustedes sobre la superficie o para la Enterprise en su órbita actual.

—Muy bien, Spock. En cuanto tenga algún dato acerca de la estrella, hágamelo saber… Por cierto, la estrella se llama Mercaniad.

—Perfecto, capitán. Etiquetaré los datos de la computadora con ese nombre, y así la listaré en el catálogo estelar.

—Eso es todo de momento. Kirk fuera.

Orun, el joven mercaniano, había estado observando todo aquello con fascinación.

—He oído las teorías de la Técnica, y las he creído… pero encontrarme con que aparentemente son ciertas me produce una sensación muy extraña…

—Sabemos qué es lo que quiere decir —le aseguró McCoy con tono amable—. La verdad a veces hace mucho daño…

—¿De dónde vienen? ¿Cómo han llegado? —comenzó a preguntar Orun, cuyas preguntas casi se atropellaban las unas a las otras pos su ansia de información.

Kirk se sentó en una de las sillas que habían sido diseñadas para los cuerpos más largos y flacos de los mercanianos; no le resultaba muy cómoda porque el asiento estaba tan alto que sus pies apenas tocaban el suelo.

—Orun —le dijo al joven mercaniano—, se lo contaremos todo a usted y a los guardianes. Pero, antes de que podamos explicarlo en palabras y conceptos que ustedes puedan entender, tenemos que saberlo todo sobre la Morada y sobre los que viven en ella. Hemos visto muchos lugares como la Morada, y conocemos a muchas personas y muchos seres vivos de esos lugares. Para explicárselo de manera que tenga significado para usted, tenemos que saber qué es lo que creen ustedes, cómo piensan y cómo viven. En caso contrario, podríamos decirle las cosas de una forma que sencillamente no comprendería. Así pues… siéntese. Disponemos de mucho tiempo. Háblenos de Mercan… los guardianes, los procuradores, la Técnica… las historias y leyendas sobre de dónde vinieron y cómo comenzó todo. Cuéntenos las historias de ustedes…

DIARIO DEL CAPITÁN, grabado en un sensor–grabador sobre la superficie de Mercan; fecha estelar exacta desconocida en este momento.

Orun nos ha hablado largamente sobre Mercan. Mucho de lo que me ha contado equivale a los cuentos de hadas, leyendas y narraciones religiosas que los seres humanos les cuentan a sus hijos. Se trata de fábulas y parábolas; pero no hay en Mercan la amplia variedad de cuentos que tenemos en la Tierra, porque aquí en Mercan existe algo único: una sola cultura que abarca todo el planeta con muy poca variedad o variaciones debidas a las diferencias regionales puesto que los mercanianos hace ya muchas generaciones que poseen el transportador. Esto ha hecho que la cultura del planeta sea homogénea… Mantendrá ocupados durante mucho tiempo por venir a los xenosociólogos de la Federación… si es que nuestro contacto inicial no perturba tan profundamente a esta cultura como para destruir este descubrimiento único. No dejo de pensar en dos de las culturas de la Tierra que fueron tan completamente destruidas que no nos queda prácticamente ninguna herencia de ellas: los mayas y los cartagineses. Ninguno de nosotros se atreve a cometer un error, dado que si lo hiciéramos nos enfrentaríamos con dos posibilidades. O bien no conseguiremos nunca la cooperación de los mercanianos para reparar la Enterprise, en cuyo caso los datos permanecerían aquí hasta que otra nave de la Federación descubra este mundo; o afectaremos a esta cultura con una fuerza tal que se desmoronaría… y yo habré destruido a todo un pueblo con el fin de salvaguardar mis obligaciones de mando…