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A cualquiera le hubiera resultado difícil decir cuál de los grupos fue el más sorprendido, si los cuatro del grupo de tierra de la Federación, o los diez procuradores armados y acorazados de Mercan. Los unos y los otros permanecieron inmóviles y mirándose fijamente durante una fracción de segundo.

Fue Kírk quien rompió el momentáneo silencio espetándole una orden a los suyos.

—Escondan las fásicas.

Dicha orden fue inmediatamente expresada por el traductor en el idioma de Mercan, excepto la palabra «fásicas» , para la que no existía equivalente en la lengua mercaniana. Kirk contaba con eso, y los miembros de la Enterprise deslizaron las pistolas fásicas debajo de los uniformes.

Muchos años antes, en la academia, Kirk se había visto expuesto a las antiguas armas de fuego, había trabajado con ellas y sabía qué tipo de estragos físicos podían causar sus proyectiles. A diferencia de la descarga energética paralizadora de una pistola fásica a media potencia, las balas de las armas de fuego que funcionaban con pólvora causaban extensos daños localizados al desgarrar el tejido, y la onda expansiva destrozaba literalmente la carne. No quería que McCoy tuviera que enfrentarse con ese tipo de heridas sufridas por uno de los miembros del grupo de descenso, ni en aquel momento ni en aquellas condiciones.

—Quietos. No se muevan. —Aquella orden la profirió uno de los procuradores que estaba acorazado y condecorado en un grado superior que los demás, lo cual indicaba que probablemente se trataba del jefe. Pero estaba obviamente tan perplejo como lo habían estado Delin, Orun y Othol unos minutos antes, cuando aquellos extraños se habían materializado en medio de ellos.

—¡Gran Morada! —murmuró el procurador con una entonación de pasmo reverencial que no pudo disimular—. Esta gente de la Técnica se vuelve cada día más extraña… y obtiene constantemente equipos más avanzados.

—Nosotros no somos gente de la Técnica. —Kirk dirigió su observación al jefe del grupo de procuradores—. De hecho, no somos mercanianos. Somos visitantes.

Se produjo un silencio absoluto mientras el jefe procurador intentaba evaluar la situación. Resultaba evidente que estaba confuso. Había llegado hasta allí esperando hallar sólo a los tres jóvenes mercanianos, no a un grupo de cuatro personas de aspecto muy diferente, extrañamente vestidas y de estatura baja, que llevaban equipos raros y hablaban con sonidos extraños que se convertían en palabras a través de aquellos pequeños dispositivos que tenían prendidos a la ropa. Por si eso no fuera ya bastante, no llevaban armas sino sólo unos insólitos equipos colgados de los hombros que zumbaban, silbaban y emitían otra serie de sonidos cuando los dirigían hacia el grupo de procuradores.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó el jefe procurador con tono imperioso—. ¿De qué parte de la Morada provienen?

Kirk no tenía nada en las manos. Abrió las palmas delante de sí para demostrar que no llevaba armas.

—Soy James Kirk, jefe de este grupo. Somos visitantes del exterior de Mercan. —El traductor convirtió la palabra «visitante» en «huéspedes/viajeros/nómadas/buscadores» antes de quedarse sin sinónimos en el programa que acababa de crear de la estructura del idioma mercaniano.

El jefe procurador se volvió hacia Orun.

—Hemos venido para escoltarte, Orun, junto con tus compañeros Othol y Delin, por orden del guardián uno Pallar. Los tres estáis acusados de conducta contraria al Código debido a vuestra abierta defensa de la Técnica de la que sois miembros. Los guardianes ya no pueden tolerar por más tiempo esta violación del Código de Morada. Ahora bien, ¿quiénes son estas gentes de la Técnica? ¿Por qué tienen ese aspecto y por qué visten de esa forma? ¿Por qué hablan una lengua extraña?

—No son de la Técnica; son visitantes, como ellos afirman —replicó el joven mercaniano—. Estoy dispuesto a admitir que yo soy de la Técnica, pero os aseguro con toda certeza que esta gente no pertenece a ella. Se materializaron aquí apenas un poco antes de que llegarais tú y tu grupo procurador Lenos… Y me siento verdaderamente honrado al ver que somos tan importantes como para que el primer procurador en persona comande la patrulla que viene a detenernos.

—Tu irrespetuosa actitud cambiará con el reentrenamiento —observó el procurador Lenos—. Por lo demás, os exijo que os defendáis aquí y ahora… Se me ha ordenado que os lleve a Celerbita, pero no con una bala en el corazón. —Recorrió con la mirada a los cuatro miembros de la Enterprise, no muy seguro de qué hacer exactamente—. También a ustedes cuatro los llevaremos con nosotros. Los guardianes querrán sin duda ver qué ha conseguido la Técnica en total secreto.

—Traductor, detención —le ordenó Kirk en voz baja al dispositivo, haciendo que dejara de traducir sus palabras al idioma mercaniano. Luego les habló a los otros tres miembros de la Enterprise.

—Nada de resistencia. Nada de violencia. Iremos con ellos. Obviamente, los procuradores son la policía, y resulta que estamos en las manos del jefe de policía de este lugar.

—Quizá el jefe de policía pueda llevarnos hasta el jefe del gobierno, sea lo que sea —sugirió McCoy.

—Eso es exactamente lo que estaba pensando —dijo Kirk—. Conservemos la calma. Scotty, por favor, mantenga su temperamento bajo control; su trabajo es el asesoramiento tecnológico.

El procurador Lenos estaba comenzando a ponerse nervioso al no poder comprender lo que decía Kirk. El capitán de la Enterprise se dio cuenta de ello y le ordenó al traductor que volviera a funcionar.

—Por favor, discúlpeme, procurador Lenos —le pidió Kirk con sus maneras más puntillosas y una ligera reverencia diplomática. El idioma tremendamente afectado y excesivamente cortés de Mercan hizo que a Kirk le resultara fácil componer su frase de forma que el traductor la construyera en términos afectados. No le gustaba aquel idioma de estructura excesivamente formal, pero ahí estaba; ¿qué otra cosa podía hacer excepto trabajar con él?—. Tenía que darle instrucciones a mi gente para que no pusieran objeciones a acompañarlos. Estaremos encantados de ir con ustedes y conocer a sus guardianes.

Aquella cooperación voluntaria era aparentemente algo corriente para el procurador Lenos. Volvió su acorazada cabeza y recorrió los alrededores con los ojos.

—Orun, ¿dónde están tus compañeros?

En el rostro de Orun apareció una sonrisa inequívoca.

—Vaya, procurador Lenos, sospecho que consiguieron alejarse en medio de la confusión provocada por tu confrontación con estas extrañas gentes.

En la voz de Lenos se advirtió una obvia frustración.

—Los atraparemos. Si es necesario, controlaremos todas las actividades de transportación hasta dar con ellos.

—Ésa es una empresa enorme, procurador —le recordó Orun—. ¿Cuál es la proporción actual de uso? ¿Más de mil millones de personas son las que se transportan diariamente de un lugar a otro?

—Tenemos medios para hacerlo —replicó Lenos con malevolencia. Luego se dirigió a Kirk—. No tengo orden de llevarlo a Celerbitan, James Kirk. No obstante, ejercito mi autoridad como primer procurador para solicitar su presencia en Celerbitan ante el guardián uno a causa de su apariencia y equipos insólitos.

Kirk no hizo ningún comentario. No podía, Ni siquiera sabía cuáles eran las reglas. Pero sabía que en Celerbitan lo averiguaría muy pronto, si esa era la sede planetaria del poder político… y ya estaba bastante seguro de la existencia de una sede de poder excepcional: los guardianes, que tenían que ser los gobernantes, porque había una organización policial, los procuradores, cuya misión tenía que ser obviamente la de asegurar el cumplimiento de los dictados de los jefes políticos.

Pero también sabía que podría estar equivocado. En los más de mil mundos de la Federación, había mucho más de un millar de maneras en las que los seres inteligentes se organizaban. No podía esperar que la situación que hallaría en aquel lugar, desarrollada en un completo aislamiento, presentara similitud alguna con cualquier cosa que él conociese.

Pero aquellos mercanianos eran humanoides, y todas las especies humanoides compartían entre sí una serie de rasgos, lo que incluía unos centros de poder político que se sustentaban mediante la amenaza de la fuerza física ante el incumplimiento de las reglas políticas y sociales. No creía poder estar completamente equivocado sobre ese aspecto.

Extrañamente, los procuradores no registraron a los miembros de la partida de tierra, ni intentaron apoderarse de los sensores que tanto Janice Rand como Bones McCoy mantenían en funcionamiento, examinando y grabando datos. Kirk calculó que eso era debido a que ninguno de ellos llevaba nada que a los procuradores les pareciese un arma.

—Preparados para el desplazamiento —ordenó el procurador Lenos, mientras cogía un control del tahalí que llevaba, cargado de aparatos.

La atención de Scotty estaba clavada en la unidad de control, mientras intentaba comprender su uso y construcción. También Kirk lo observaba atentamente, mientras Janice Rand enfocaba su sensor hacia el aparato.

El primer procurador frotó los dedos sobre varias porciones del dispositivo del tamaño de la palma de una mano… y se hallaron todos en otro lugar.

Las primeras palabras las pronunció McCoy.

—Ya sabía que esta gente no era civilizada. Cualquiera que emplee un transportador para desplazarse por la superficie de un planeta, es imposible que esté civilizado.

—Silencio, Bones —le espetó Kirk—. No se halla en posición de protestar.

—No puedo creerlo —jadeó Scotty—. Tienen que haber desarrollado la tecnología de transportación a un nivel verdaderamente muy alto. El procurador no ha necesitado comunicarse con ningún operario de control del transportador central, y el sistema nos ha traído hasta aquí, donde no hay ningún transportador. Tenemos que haber pasado a través de uno o más repetidores durante el viaje…

Scotty estaba en lo cierto. No estaban en una sala o unidad de transportación, sino que se habían materializado en el vestíbulo de un edificio magnífico. Era un vestíbulo descomunalmente grande, abierto por tres de sus lados, y cuyo techo se apoyaba en columnas y pilares enormes de un diseño completamente único fabricadas con metales de texturas y brillos hermosísimos. El edificio se hallaba sobre una elevada colina de una isla, ya que el océano la rodeaba totalmente.

A Kirk le recordó la vista que podía contemplarse desde la Acrópolis de Atenas, en la Tierra.

Pero aquel edificio no era el templo de Diana de la Acrópolis, ni se le parecía absolutamente en nada. Aquellos mercanianos no estaban al mismo nivel tecnológico de la antigua Grecia, porque basándose sólo en el edificio Kirk supo que habían dominado la tecnología avanzada en muchas áreas, aunque una inspección más detallada no podía determinar hasta qué punto era así. La arquitectura era indicadora de la existencia de la tecnología, a pesar de que resultaba completamente extraña, como podía esperarse de una civilización que se había desarrollado en el aislamiento más absoluto.

Casi en el mismo momento en el que se materializó todo el grupo, el procurador Lenos anunció:

—Notificaré al guardián uno de su presencia aquí. Por favor, pónganse cómodos, y no vacilen en pedirles a mis procuradores cualquier cosa que necesiten. Asimismo les pido que no intenten huir… porque esta patrulla de procuradores es mi patrulla personal… y no yerran los disparos.

Kirk miró a su grupo. Ellos parecían tan perplejos como él por la amabilidad y cortesía con la que los había tratado lo que obviamente era el cuerpo policial. Aquello nunca le había ocurrido antes. Apagó el traductor.

—Bueno, sin duda nos hemos encontrado con un planetilla de primera. —Scotty fue el primero en hablar—. Con el tipo de tecnología de transportadores que poseen, sumado a lo que puedo calcular por sus edificios, ropas y armas, podrían ser nuestros iguales en algunas áreas de la ingeniería.

—¿Cree que serán lo suficientemente evolucionados como para poder ayudarnos a reparar el motor hiperespacial, Scotty? —quiso saber Kirk.

—No he visto sus fuentes energéticas. No sé si poseen o no tecnología de materia–antimateria, pero con una tecnología de transportadores como la suya tienen obviamente una base industrial que resultaría útil para ayudarme a reconstruir ese motor… aunque ellos no sepan qué es un motor hiperespacial…

—Capitán —intervino Janice Rand—. El señor Scott ha mencionado una falta de tecnología de comunicaciones y transporte. Si los mercanianos poseen un sistema de transportadores que abarca la totalidad del planeta, ¿para qué iban a necesitar sistemas de comunicación o transporte? Ya tienen ambas cosas con su sistema de transportadores. Si quieren hablar con alguien no tienen más que transferirse adonde esté esa persona. Si quieren fletar algo o llevar un cargamento a un determinado punto del planeta, no tienen más que enviarlo a través del transportador…

—Lo que significa que tienen un sistema energético muy poderoso —señaló Scotty.

—Eso podría significar que ya tienen el sistema de materia–antimateria —observó Kirk.

—No, capitán, pueden hacerlo con fusión de hidrógeno ordinaria —afirmó Scotty—. Es por eso por lo que no sé si tienen esas fuentes energéticas. Pero, desde luego, tienen algún tipo de energía. De eso no cabe duda.

—Bones —dijo Kirk, volviéndose a mirar al médico de la nave—, ¿algún dato? ¿Están estas gentes tan estrechamente relacionadas con los seres humanos como parece? Si es así, ¿cómo han aparecido aquí, en medio del vacío galáctico que separa ambos brazos?

—Una pregunta por vez —replicó McCoy. Bajó la mirada a su sensor médico—. Todavía no conozco detalles de la estructura interna y la fisiología; y sería de gran ayuda disponer de muestras de sangre y tejido para analizarlas en la enfermería de la nave. En esas condiciones podría darle una respuesta sólida. Pero parecen primos hermanos nuestros. Aparentemente, tienen estructuras moleculares, articulaciones y órganos sensores similares a los nuestros. Probablemente son más altos y delgados porque la gravedad de este planeta es de ocho décimas de la terrestre, y el clima es generalmente templado y semitropical en la mayor parte del planeta.

—¿Y qué hay de la otra pregunta? —quiso saber Kirk.

—Me alegro de que la haya formulado —replicó McCoy lentamente—. ¿Hay alguna otra pregunta? En serio, no lo sé y ojalá lo supiera.

—Quizá simplemente deberíamos preguntarles de dónde provienen —sugirió Janice Rand.

—Ésa es una buena idea, Rand —dijo Kirk. Encendió su traductor y se encaminó lentamente hacia un lado del edificio, desde donde podía mirar hacia lo que obviamente era una ciudad que se extendía allá abajo y circundaba la colina. Se volvió a mirar a Orun—. ¿Es esto Celerbitan? —le preguntó.

Orun asintió con la cabeza.

—Éste es el cuartel general de los guardianes y los procuradores… Y ustedes son realmente de otro planeta, ¿no es verdad?

—Lo que les dije es verdad —replicó Kirk—. Nosotros no somos de Mercan.

—Pero ¿de qué lugar son?

—Probablemente del mismo lugar del que llegaron sus ancestros. ¿Dónde comenzó Mercan? ¿Cómo empezó? ¿De dónde llegó la gente de Mercan?

—¿No conoce usted la historia de la Creación de la Morada? —le preguntó Orun con incredulidad. Luego asintió con la cabeza—. Claro, si vienen de otro lugar es imposible que la conozcan.

—¿De dónde provienen?

—De la Espiral de la Vida que es duplicado por la espiral de la química básica de la vida misma —le explicó Orun, y luego hizo una pausa—. Algunos lo llaman la Cinta de la Noche porque es el único momento en el que puede vérsela en el cielo. Nosotros, los de la Técnica, creemos que la antigua leyenda podría ser cierta porque existen algunos indicios de que la Cinta de la Noche o la Espiral de la Vida, como se la quiera llamar, está compuesta por una cantidad muy grande de soles como el que tenemos nosotros, aunque no comprendemos el porqué de que no podamos verlos como soles, al igual que vemos al nuestro. Algunos de los miembros de la Técnica creen que ocurre lo mismo que con una luz vista desde varios pasos de distancia, que se hace más pequeña a medida que uno se aleja más pasos.

De pronto se le ocurrió a Kirk que estaba tratando con un fenómeno completamente nuevo. Los «pasos» y las dimensiones menores eran las únicas que poseían los mercanianos. No necesitaban dimensiones de distancia, cuando los transportadores podían trasladarlos al otro lado del planeta en una fracción de segundo.

¡Un mundo sin distancias!

Y un universo sin astronomía, al menos por lo que respectaba a los mercanianos.

¿Qué otros fascinantes misterios contenía aquella insólita civilización de seres humanoides?

Aquello sería como un filón de oro para los xenosociólogos de la Federación.

Y si el brazo de Sagitario era la dirección de la expansión futura de la Federación en su esfuerzo por colonizar y poblar esa zona de la galaxia, Mercan se convertiría en una importante estación de paso de las rutas comerciales entre ambos brazos.

Y eso podría destruir Mercan.

Kirk no pudo evitar ponerse a pensar en otros casos ocurridos en la antigua Tierra, en los que culturas únicas desarrolladas en el aislamiento habían sido total y completamente destruidas por recién llegados.

No quería que Mercan siguiera el mismo camino que los aztecas o los incas.

Sabía que, en consecuencia, su principal tarea entraba en conflicto con sus responsabilidades como oficial comandante de la Enterprise. Como capitán, tenía la obligación de arreglar las cosas de forma que la nave pudiera ser reparada. Pero como máximo representante de la Federación de Planetas Unidos y sujeto a los dictados de la Primera Directriz, se tenía que dejar de lado, por el momento, sus responsabilidades como comandante de la nave.

Primero tendría que desentrañar los diferentes aspectos de la cultura de Mercan. ¿Estaba Mercan preparado para entrar en la Federación y para los cambios que traerían consigo las relaciones con la Federación? ¿O tendría que arreglárselas para que la Enterprise pudiera ser reparada, y buscar la forma de marcharse sin alterar aquella civilización, dejando en manos de la Federación la inevitable decisión de interferir con sus contactos?

Kirk anduvo tranquilamente hasta sus compañeros y apagó el traductor.

—No sé qué es exactamente lo que tenemos aquí —le dijo al grupo—, pero no violaremos, repito, no violaremos la Orden General Número Uno hasta que hayamos averiguado más acerca de Mercan.

—Estoy de acuerdo con usted, Jim —intervino McCoy.

También yo he estado observando y escuchando. Este lugar, esta cultura, estas gentes, son únicos. Debemos interferir lo menos posible hasta que no dispongamos de más datos.

—Pero es que yo tengo ahí arriba un motor hiperespacial que necesita reparaciones —protestó Scotty—, ya que en caso contrario vamos a permanecer aquí durante mucho tiempo, de verdad. Y antes o después estos mercanianos van a descubrir a la Enterprise orbitando por encima de sus cabezas. ¿Cómo podremos entonces evitar trastornarlos, eh?

—Scotty, por lo que sabemos, los mercanianos podrían tener una tecnología de transportadores lo suficientemente poderosa como para llegar hasta la Enterprise y simplemente transformarla en una señal que no se materializara en ninguna parte… nunca —le advirtió Kirk.

—Sí, es cierto —admitió el ingeniero.

—Ordenanza, ¿qué tiene usted que decirnos desde el punto de vista de una mujer? —le preguntó Kirk a Rand.

—Capitán, probablemente ya hayamos interferido en esta cultura por el solo hecho de haber transferido un grupo de tierra —respondió reflexivamente Rand—. Pero a menos que tengamos mucho cuidado, creo que esto podría transformarse en una situación parecida a la de una mujer que intentara criar a un niño salvaje…

—Continúe —la instó Kirk cuando ella hizo una pausa.

—Un niño salvaje no tiene programación cultural alguna —explicó Janice Rand—. No importa qué hagamos, ya hemos cambiado cosas. Y esta cultura salvaje reaccionará hacia nosotros de una forma que no podemos predecir. En otras palabras, capitán, mi intuición femenina me dice que nos hallamos en un grave peligro…

La ordenanza Janice Rand estaba en lo cierto.