8. LOS REINOS SUTILES

El Nirmanakaya: Los reinos ordinarios

Hasta ahora hemos visto varios niveles fundamentales de diferenciación, integración y trascendencia cada vez más elevada: la fusión-unidad simple y primitiva del pleroma y del uroboros; la siguiente unidad del yo corporal biológico; la unidad mente-persona que, cuando se integra con la sombra, conduce a la unidad superior del ego total y finalmente el centauro, una integración supraordenada entre el ego total y todos los niveles inferiores precedentes (uroboros, cuerpo, persona y sombra).

Pero todo esto pertenece a lo que las psicologías tradicionales denominan «reino ordinario», un reino ubicado más acá de los dominios sutiles y causales (véase la tabla A). En el hinduismo, el reino ordinario se llama sthula-sarira, 94 en la Cábala es todo aquello que está por debajo de tiphareth 338 y en el budismo se denomina Nirmanakaya (que es, junto al de «reino ordinario», el término que suelo utilizar con más frecuencia).` El reino ordinario o Nirmanakaya -reino del despertar de la conciencia ordinaria- se compone de aquellos niveles que se basan, están centrados o toman como referencia final el cuerpo físico ordinario y los constructos ordinarios del espacio y del tiempo. El mismo cuerpo físico o axial se denomina «nivel ordinario» y todos los aspectos del psiquismo que reflejen dicho nivel reci

Los reinos sutiles

ben el nombre de «mente de los reflejos ordinarios» (o simplemente, para abreviar, «mente ordinaria»). Así pues, la mente corporal, el ego, la persona, la sombra y el centauro constituyen los dominios propios del reino ordinario.

A esta «mente de reflejos ordinarios» se refiere Aurobindo cuando dice que el individuo promedio posee una «mentalidad física crepuscular u oscurecida» o cuando habla del «intelecto material ordinario que considera que la estructura presente de la conciencia ha llegado al límite de sus posibilidades». 306 Porque en el estadio egoico ordinario, «la mente, familiarizada tan sólo con los datos que le proporcionan los sentidos y con la realidad ligada al hecho corpóreo, o bien no está habituada a usar otros medios de conocimiento o bien es incapaz de ampliar el concepto de realidad a la experiencia suprafísica». 306 Y, en una frase que me resulta especialmente significativa, habla de la auténtica mente sutil (en contraposición a la ordinaria) y la describe como «una mente y unos sentidos que no se encuentran circunscritos dentro de los muros del ego físico (la cursiva es mía).`

Todo esto -el ego ordinario y el cuerpo ordinario que constituyen la totalidad del reino ordinario- coincide plenamente con la visión global de la psicología budista. Según se dice, el Nirmanakaya está constituido por los cinco sentidos 332 más el manovijanana (que es «la mente ligada a los sentidos» ). D.T. Suzuki equipara inequívocamente al reino del manovijnana con

y

el ego de la psicología occidental y con el intelecto lógico-empírico365 lo califica globalmente como el dominio de «la sensación y el pensamiento», señalando también que es de él exclusivamente de donde proceden todos los datos que nos proporciona la psicología occidental.` Así pues, dado que el reino ordinario está compuesto del cuerpo físico u ordinario y de otro conjunto de aspectos intrínsecamente ligados a la mente inferior, o mente de los reflejos ordinarios, pareciera que el término más indicado para referimos a él sea el de reino del cuerpo-mente ordinario.

Ciertamente, casi todos los datos generados por la psicología occidental ortodoxa pertenecen exclusivamente a este nivel. Huston Smith352 no tiene la menor duda a este respecto y tampoco la tiene René Guénon, quien afirma que los psicólogos occidentales «apenas reconocen otra cosa... que no sea la modalidad corpórea [el cuerpo-mente ordinario]». El objetivo de la psicología occidental es lo que Guénon denomina «individualidad corpórea», algo muy similar al «ego físico» del que habla Aurobindo. Guénon afirma sin tapujos, pero con gran acierto, que «la psicología occidental moderna se ocupa únicamente de una parte bastante restringida de la individualidad humana en la que la facultad mental está directamente ligada a la modalidad corpórea y, dados los métodos que suele utilizar, es incapaz de penetrar más a fondo».`

Pero ¿acaso existe algo más profundo? Según los místicos -a quienes hemos decidido adoptar al comienzo de esta obra como prototipos del desarrollo superior del ser humano- indudablemente así es. «El hombre común -afirma Aurobindo- vive circunscrito dentro de la mente [la mente corporal ordinaria] y de los sentidos, en un mundo que es ajeno a él y a su conciencia. En la medida en que la conciencia va sutilizándose, empieza a establecer contacto con las cosas, no sólo con su forma o con el impacto que le producen, sino con su esencia, de un modo mucho más directo. Y aunque este contacto comience siendo inicialmente limitado, su conciencia puede ir expandiéndose y entrar primero en contacto con un extraordinario abanico de cosas y pasar luego, por así decirlo, a integrarlas (como si incorporara al mundo en su interior) y a identificarse con ellas. Ver todas las

306

cosas en el self y el self en todas las cosas... eso es universalización.» Es decir, existen órdenes de unidad, identidad e integración cada vez mayores que terminan conduciendo finalmente a la Unidad y a la Identidad Suprema universal.

Dicho en pocas palabras, la evolución no ha finalizado todavía. ¿Qué nos hace suponer que, después de un proceso que ha necesitado miles de millones de años para transformar a las amebas en seres humanos, la evolución haya terminado deteniéndose? Y, en el supuesto de que la ratio «ameba/ser humano» se repitiera, el resultado sólo podría ser Dios. Los místicos se limitan a mostrarnos los distintos estadios evolutivos que conducen a esa Cúspide. «Ciertamente -afirma Aurobindo- si el cuerpo, la vida y la conciencia estuvieran limitadas a las posibilidades del cuerpo ordinario, que son todo cuanto aceptan nuestros sentidos y nuestra mente física [ego ordinario], el horizonte de nuestra posible evolución sería muy restringido.» Sin embargo, en opinión de muchos sabios, «más allá de nuestra mente ordinaria existe un amplio rango de estados... supraconscientes de los que, en contadas ocasiones, llegamos a ser conscientes [y] más allá de nuestro ser físico ordinario existen otros niveles más sutiles que se rigen por leyes también más sutiles y poderosas... Y, cuando nos adentremos en esas modalidades diferentes de conciencia [podremos] cambiar las rudimentarias condiciones de nuestra vida física presente, de sus impulsos y deisus rutinas por unas condiciones más puras y más intensas». En consecuencia, «la mente, la vida y el cuerpo ordinario son la expresión parcial y limitada de una conciencia que se esfuerza en evolucionar y alcanzar esa expresión superior de sí misma que ya existe en un dominio ubicado más allá de la mente [esos dominios que están "más allá de la mente" son los reinos que trascienden al cuerpo, la mente y el centauro]. Lo que se encuentra más allá de la mente es ese ideal que estamos intentando actualizar... ». 106

Y el primer estadio de esa región que se encuentra más allá de la mente, en los reinos que trascienden al reino ordinario, es el mundo sutil.

El Sambhogakaya: el reino sutil

Para encontrar alguna pista sobre la naturaleza de los niveles superiores de la conciencia que se encuentran más allá del ego y del centauro, debemos apelar a los grandes sabios y místicos orientales y occidentales, hindúes, budistas, cristianos e islámicos. Y resulta sorprendente y sumamente significativo que todas estas escuelas de pensamiento -en otros sentidos sumamente divergentes-, coincidan de manera unánime en cuanto a la idiosincrasia de «los niveles superiores de la naturaleza humana». Porque todas estas tradiciones atestiguan la existencia de niveles superiores de la conciencia, niveles que se hallan tan por encima de la mente egoica como ésta se encuentra del tifón. Este es su punto de vista:

A partir del sexto chakra (por utilizar la terminología de la psicología yoga) denominado ajna, la conciencia comienza a ser transverbal y transpersonal, empieza a adentrarse en la auténtica «esfera sutil» que el hinduismo conoce como suksma-sarira94 y el budismo denomina Sambhogakaya (el término técnico con el que suelo referirme a ella).` Al alcanzar el chakra superior
-llamado sahasrara-, este proceso se acelera e intensifica, convirtiéndose, al entrar en los siete niveles superiores que se encuentran más allá del sahasrara, en supramental.350 El ajna, el sahasrara y los siete niveles superiores son conocidos globalmente como reino sutil.

Por pura conveniencia, sin embargo, subdividimos a este reino en «sutil inferior» y «sutil superior». El epítome del sutil inferior lo constituye el ajna chakra, el «tercer ojo» que, según se dice, encierra y gobierna los dominios astrales y los niveles psíquicos. Es decir, que dicho nivel está «compuesto» por los planos astral y psíquico de la conciencia. Independientemente de que uno crea o no en la existencia de estos niveles, ahí es donde se dice que existen (o, mejor dicho, donde se dice que alcanzan su plena madurez).

El plano astral se refiere, básicamente, al reino de las experiencias extracorporales, de ciertos conocimientos ocultos, de las auras, de la auténtica magia, de «los viajes astrales», etcétera. El plano psíquico, por su parte, incluye lo que denominamos fenómenos «paranormales», la percepción extransensorial, la precognición, la videncia, la psicokinesis, etcétera. Muchos individuos pueden «conectar» ocasionalmente con este plano y manifestar de una forma total o parcialmente fortuita fenómenos paranormales. Pero el hecho de entrar realmente en este plano implica un cierto dominio de este tipo de fenómenos o, cuanto menos, de alguno de ellos. Patanjali dedica un capí

tulo entero de sus Yoga Sutras a este plano y a sus estructuras

(llamadas siddhis o poderes paranormales).370' 398 Debo también señalar que la mayor parte de los investigadores del campo de la parapsicología no establecen diferencias entre el plano astral y el plano psíquico, motivo por el cual solemos referirnos a ellos como si se tratara de un solo dominio .399

El hecho es que, en el nivel sutil inferior -el plano astral-psíquico-, la conciencia, al diferenciarse de la mente o del cuerpo, llega a ser capaz de trascender las capacidades normales de la

mente corporal ordinaria y a operar sobre el mundo y el organismo de una forma que a la mente ordinaria le parece inverosímil. En mi opinión, sin embargo, se trata de una prolongación natural de la función trascendente de la conciencia. Y por el segundo parecía el primero reflejado. como el arco iris lo es por el arco iris, y el tercero parecía fuego que igualmente de ambos emanaba.

Nivel sutil superior

El estadio sutil superior comienza en el sahasrara y se extiende por otros siete niveles de trascendencia, diferenciación e integración de un orden extraordinariamente superior. No trataré aquí de ofrecer un minucioso estudio de este nivel sino que sugiero al lector interesado la consulta de las obras de Kirpal Singh, 349• 250en las que se describen con extraordinaria lucidez los dominios del nada y del shabd yoga. Baste con decir que éste es el reino universalmente conocido de la intuición religiosa y literaria superior, de bijamantra, de las visiones simbólicas, de la luz azul, dorada y blanca, de las iluminaciones auditivas y del resplandor que se encuentra más allá del resplandor; el reino de las presencias, los guías, los seres angélicos, los ishtadevas y los dhyani-budas superiores, todos los cuales, como pronto aclararemos, son simplemente formas arquetípicas superiores de nuestro propio ser (aunque inicialmente parezcan «ajenos» a nosotros). Es el reino de Sar Shabd, de Brahma el Controlador, de los arquetipos de Dios y de Sat Shabd (y otros tres reinos superiores, posteriores a estos cuatro, completamente inefables). Así glosaba Dante a este dominio:

Fijando la mirada en la Luz Eterna
vi en sus profundidades,
atadas con amor
las hojas desperdigadas de todo el universo... En la profunda subsistencia luminosa de esa Luz Exaltada vi tres círculos
de tres colores y de una sola dimensión Esto fue lo que Dante vio, literalmente, con su ojo contemplativo. Dante no se limitaba a hacer poesía, sino que recurría a ella y a la visión-imagen para describir lo que viera directamente.

El psiquiatra Dean, por su parte, uno de los pioneros en el nuevo campo de la «metapsiquiatría», dice lo siguiente:

Tiene lugar una iluminación intelectual totalmente imposible de describir, un destello de intuición en el que uno cobra conciencia del significado y la trayectoria del universo, una identificación y una fusión total con la creación, el infinito y la inmortalidad, una profunda revelación del sentido y, en suma... de un sobre-yo tan omnipotente...`

En el hinduismo este reino es denominado vijnanamayakosa,
94
y

 

en el budismo Mahayana es el manas` en la Cábala es

 

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geburah y chesed. Ciertos aspectos de este reino sutil han sido llamados «sobre-yo» o «sobremente» por Aurobindo y Emerson (aunque Aurobindo utiliza este término para referirse también a ciertos aspectos de lo causal).` En cualquier caso, el hecho es que la conciencia, en un rápido ascenso, termina diferenciándose completamente de la mente y del yo cotidianos, y por ello cabe denominarla «sobre-yo» o «sobremente» (algo parecido a calificar al ego mental de «sobrecuerpo o «sobreinstintos» por el hecho de que supera y trasciende las simples sensaciones y percepciones del tifón). La sobremente supone tan sólo una trascendencia de las formas mentales inferiores, revelando, en su cúspide, la intuición de aquello que está por encima y es anterior a la mente, al yo, al mundo y al cuerpo, algo que, como hubiera dicho santo Tomás de Aquino, todos los hombres y mujeres llamarían Dios.

Pero no se trata de un Dios ontológicamente ajeno y que se halle desvinculado del cosmos, de los seres humanos y de la creación en general, sino de Dios como el arquetipo supremo de la propia Conciencia. John Blofeld cita a Edward Conze para clarificar el punto de vista del Vajrayana: «"Es el vacío de todas las cosas el que permite que tenga lugar la identificación... ese vacío que está en nosotros se unifica con el vacío de la divinidad." Al visualizar esa identificación "nos convertimos realmente en la divinidad. El sujeto se identifica con el objeto de su fe y [según se dice], la adoración, el adorador y el adorado no están, en realidad, separados entre sí"».` En su cúspide, el alma se unifica literalmente con la forma divina, con el dhyani-buda, con Dios. Uno termina disolviéndose en la Divinidad, esa Divinidad que, desde el mismo comienzo, ha sido su Yo, su Arquetipo supremo. Es por ello que san Clemente afirmaba que quien se conoce a sí mismo conoce a Dios, ya que ambos son una y la misma cosa.

Los reinos sutiles. Resumen

Este capítulo -y también el próximo- son deliberadamente breves con el fin de no introducir una cantidad excesiva de información en un campo que, después de todo, es bastante desconocido y con el que la mayoría de la gente está poco familiarizada. Sólo pretendo, de hecho, que el lector considere simplemente las implicaciones de la posible existencia del reino sutil. ¿Qué ocurriría en el caso de que, después de todo, los místicos y los sabios estuvieran en lo cierto?

En tal caso, en el reino sutil -y especialmente en el sutil superior- tendría lugar una diferenciación y una trascendencia de orden muy superior. Mediada por formas simbólicas arquetípicas -las formas divinas, iluminativas o audibles-, la conciencia prosigue su camino de transformación ascendente que terminará conduciéndole mucho más allá de la mente corporal ordinaria. Dicha transformación ascendente, al igual que ocurre con todas las que hemos estudiado, implica la emergencia (por vía del recuerdo) de una estructura profunda de' orden superior que va seguida de un desplazamiento de la identidad a esa estructura profunda superior y de la diferenciación o desidentificación concomitante de las estructuras inferiores (en este caso, la egoico-mental). Y es la trascendencia de las estructuras infraordenadas (la mente y el cuerpo ordinarios) lo que permite que la conciencia pueda operar sobre ellas e integrarlas.

Lex Hixon ha descrito una forma de la estructura profunda del nivel sutil denominada «ishtadeva».' 85 El ishtadeva es simplemente un tipo de cognición arquetípica superior que se evoca (y, por consiguiente, emerge) en ciertas meditaciones y que se percibe literalmente con el ojo de la mente, utilizando el proceso de la fantasía superior (o visión-imagen). Comprendo que muchas personas digan que el ishtadeva «no es más que una imagen mental» realmente inexistente pero, siguiendo con esa misma línea de pensamiento, también podrían argüir que las matemáticas -o cualquier otro tipo de producción mental-, tampoco existen. No, no cabe la menor duda de que la emergencia del ishtadeva que procede del inconsciente es real, e incluso más que real, me atrevería a decir.

Hixon lo describe del siguiente modo: «La Forma o Presencia del ishtadeva [evocada, como dijimos anteriormente, por la visión-imagen] aparece rebosante de vida, resplandeciente de Conciencia. No somos nosotros quienes estamos proyectando el ishtadeva sino que es el resplandor primordial del ishtadeva el que nos proyecta a nosotros y a todos los fenómenos que llamamos universo». Es este símbolo arquetípico superior el que facilita la ascensión hasta que la conciencia se identifica con esa Forma y se llega a «comprender que la Forma o la Presencia Divina es nuestro propio arquetipo, una imagen de nuestra naturaleza esencial».'

Esto, sin embargo, no supone una pérdida de conciencia sino, por el contrario, una intensificación de la misma que posibilita un desarrollo, una evolución, una trascendencia y una identificación de orden superior. «El ishtadeva no desaparece en nuestro interior sino que es nuestra individualidad la que se diluye en el ishtadeva, que ahora es lo único que existe. No obstante, cuando nos fundimos con el objeto de nuestra contemplación no perdemos nuestra individualidad porque éste, precisamente, ha sido nuestro arquetipo desde el mismo comienzo, el origen de ese reflejo fragmentario que denominamos personalidad individual.»

El caso es que el ego ordinario no diluye la Forma Arquetípica superior sino que es la misma naturaleza anterior del ego la que se revela como idéntica a esa Forma. Es por ello que, cuando la conciencia da un paso atrás -o recuerda- recupera su propia identidad anterior y superior. «Ahora somos un centro de conciencia trascendente que se expresa a través de la Forma, o Presencia sin forma, del ishtadeva. Ahora experienciamos la vida del ishtadeva desde el interior [por medio de la identificación superior] y reconocemos y nos convertimos conscientemente en nuestra naturaleza arquetípica y eterna.» 185 Ésta es, por tanto, la forma del desarrollo y de la transformación propia del reino sutil, el descubrimiento o recuerdo de una unidad supraordenada que está más próxima a la Unidad, que se adentra en la esfera transpersonal de la supraconciencia y que desarrolla sólo la Esencia Arquetípica.