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Más allá de la imaginación

Faith Ringgold es una aclamada artista, conocida por sus edredones pintados en los que cuenta historias. Ha expuesto en los principales museos de todo el mundo y su obra forma parte de las colecciones permanentes del Museo Guggenheim, del Metropolitan Museum of Art y del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Además, es una laureada escritora: recibió el Caldecott Honor por su primer libro, Tar Beach. También ha compuesto y grabado canciones.

La vida de Faith rebosa creatividad. Curiosamente, sin embargo, una enfermedad, que la mantuvo apartada de la escuela, fue la que le llevó por este camino. Cuando tenía dos años le diagnosticaron asma; debido a ello, comenzó tarde su educación académica. Durante nuestra entrevista me contó que creía que haberse mantenido lejos del colegio a causa del asma había sido algo positivo en su desarrollo como persona, «porque, ¿sabes?, no estaba por ahí para que me adoctrinaran. No andaba por ahí para que me moldearan como creo que moldean a tantos niños en una sociedad reglamentada como es, y supongo que en cierto modo tiene que ser, la escuela. Porque cuando tienes a un montón de personas en un mismo espacio, debes conseguir que se muevan de cierta forma para que la cosa funcione. Simplemente, nunca tuve que soportar la reglamentación. Me perdí preescolar y primer grado. Comencé a ir al colegio en segundo. Pero todos los años solía faltar como mínimo, no sé, puede que dos o tres semanas debido al asma. Y te aseguro que no me importaba perderme aquellas clases».

Su madre se esforzó para que avanzara al mismo ritmo que las clases que se estaba perdiendo en el colegio. Y cuando no estudiaban, podían explorar el amplio mundo de las artes del Harlem de los años treinta: «Mi madre me llevó a ver todos los grandes espectáculos del momento. Duke Ellington, Billie Holliday, Billy Eckstine: aquellos viejos cantantes y directores de orquesta, aquella gente que era tan maravillosa. Así que esas eran las personas que yo consideraba altamente creativas. Era tan evidente que hacían de sus cuerpos obras de arte… Todos vivíamos en el mismo barrio. Era fácil tropezarse con ellos: estaban allí, ¿sabes? Su arte y su buena disposición para entregarse a su público y a sus espectadores me inspiraban profundamente. Me hizo comprender el aspecto comunicativo de ser artista.

»Nunca me vi obligada a ser como los otros niños. No vestía como ellos. No me parecía a ellos. En mi familia tampoco esperaban eso de mí. De modo que para mí fue natural hacer algo que se consideraba un poco extraño. Mi madre era diseñadora de modas. Era una artista, aunque ella jamás se habría definido así. Me ayudó mucho, aunque siempre insistió en que no sabía si dedicar la vida al arte sería bueno».

Cuando Faith comenzó por fin a ir al colegio a tiempo completo, encontró la emoción y el estímulo necesarios en las clases de arte: «En la escuela primaria hacíamos arte desde el principio. Una experiencia de primera. Magnífica. Recuerdo con claridad que mis profesores se emocionaban con algunas de las cosas que había hecho y que yo, por cierto, no podía evitar preguntarme: “¿Por qué creerán que es tan bueno?”, pero nunca dije nada. Una vez, en el instituto, la profesora nos propuso un experimento: pintar lo que viésemos en nuestra mente sin mirar con los ojos. Haríamos unas flores. Cuando vi lo que me había salido, me dije: “¡Oh, Dios mío!, no quiero que vea esto, es realmente horrible”. Pero ella lo puso en alto y dijo: “Es maravilloso. Mirad esto”. Ahora sé por qué le gustó. Rebosaba libertad, que es lo mismo que a mí me gusta ahora cuando veo a los niños haciendo arte. Es expresivo; es fascinante. Es la clase de magia que tienen los niños; para ellos, en el arte no hay nada demasiado extraño ni diferente. Lo aceptan; lo entienden; les encanta. Entran en un museo, miran alrededor y no se sienten amenazados. En cambio los adultos sí. Creen que hay mensajes que no acaban de entender, que deberían decir o hacer algo ante una obra de arte. Los niños simplemente las aceptan porque, de una u otra forma, han nacido así. Y siguen siendo así hasta que empiezan a ser críticos consigo mismos. Aunque puede que eso ocurra porque nosotros empezamos a criticarlos. Yo intento no hacerlo, pero el mundo los criticará, ya sabes, los juzgará: esto no parece un árbol, esto no se parece a un hombre. Cuando los niños son pequeños no hacen caso de este tipo de cosas. Solo están… manifestándose ante tus ojos. “Esta es mi mamá y este es mi papá y fuimos a casa y cortamos un árbol” y esto y lo otro y lo de más allá; te cuentan toda una historia sobre el dibujo, lo reconocen y creen que es maravilloso. Y yo también, porque carecen totalmente de restricciones en este tipo de cosas.

»Creo que los niños tienen la misma habilidad para la música. Sus débiles voces son como pequeños timbres que hacen sonar. Una vez fui a un colegio donde llevé a cabo una sesión de cuarenta minutos con cada clase, desde los niños de la guardería hasta los de sexto. Hice una sesión de arte en la que primero tenían que leer de un libro un ratito y luego yo les mostraba algunas de mis diapositivas y les enseñaba a cantar mi canción “Anyone Can Fly”. La seguían enseguida, tanto los más pequeños, como los de preescolar, los de primero, segundo, tercero y cuarto. Al llegar a quinto te topas con dificultades. Sus débiles voces ya no suenan como campanillas; sienten vergüenza, ¿sabes?, y algunos de ellos que todavía pueden cantar, no lo harán».

Por suerte, Faith nunca se sintió así de reprimida. Le encantó explorar su creatividad desde una edad muy temprana, y consiguió mantener esa chispa durante la edad adulta: «Creo que supe que quería ser artista desde que empecé a estudiar arte en la universidad, en 1948. No sabía qué camino tomaría, cómo ocurriría o cómo lo lograría, pero sabía que esa era mi meta. Mi sueño era ser artista, de las que se ganan la vida haciendo fotografías. Cada día de tu vida puedes crear algo maravilloso, así que cada día será igual de maravilloso porque ese día, mientras pintas o creas lo que estés creando, descubres algo nuevo, encuentras nuevas formas de hacerlo».

La promesa de la creatividad

Ya mencioné que me gusta preguntar a las personas del público lo inteligentes que creen ser. También suelo pedirles que evalúen su creatividad. Al igual que con la inteligencia, utilizo una escala del 1 al 10, siendo 10 el máximo. Y, como con la inteligencia, la mayoría de la gente se otorga una puntuación media. Entre aproximadamente mil personas, menos de veinte se evaluaron con un 10 en creatividad. Unas pocas más alzaron las manos para el 9 y el 8. En el otro extremo siempre hay unos pocos que se califican con un 2 o un 1. Creo que la mayoría de las personas se equivocan al valorarse de esta forma, lo mismo que con la inteligencia.

Pero el interés de este ejercicio se revela al preguntar cuántas personas evaluaron con una puntuación distinta su inteligencia y su creatividad. Normalmente, entre dos tercios y tres cuartas partes del público levanta la mano al llegar a este punto. ¿Por qué sucede esto? Creo que se debe a que la mayoría de las personas creen que la inteligencia y la creatividad son cosas totalmente diferentes: que podemos ser muy inteligentes y no ser muy creativos, o muy creativos pero no muy inteligentes.

Para mí, esto indica que existe un problema fundamental. Gran parte del trabajo que realizo con algunas organizaciones consiste en demostrar que la inteligencia y la creatividad van de la mano. Estoy convencido de que no se puede ser creativo y no actuar inteligentemente. Del mismo modo, la forma más elevada de inteligencia consiste en pensar de manera creativa. Al buscar el Elemento, es fundamental entender la verdadera naturaleza de la creatividad y tener una clara comprensión de la relación que guarda con la inteligencia.

Según mi propia experiencia, la mayoría de la gente tiene una visión muy limitada de la inteligencia y tiende a pensar en ella sobre todo desde el punto de vista de la capacidad académica. Esta es la razón de que muchas personas que son listas en otros ámbitos acaben creyendo que no lo son en absoluto.

También hay mitos en torno a la creatividad. Uno de ellos es que solo la gente especial es creativa. Esto no es cierto. Todo el mundo nace con tremendas capacidades creativas; la cuestión está en desarrollarlas. La creatividad es muy parecida a la capacidad para leer y escribir. Damos por sentado que casi todo el mundo puede aprender a leer y a escribir. Si una persona no sabe hacerlo, no supones que es porque sea incapaz de ello, sino simplemente porque no ha aprendido. Con la creatividad pasa lo mismo: a menudo, cuando la gente dice que no es creativa se debe a que no sabe lo que implica o cómo funciona la creatividad en la práctica.

Otro mito es que la creatividad tiene que ver con actividades especiales. Que trata de «campos de acción creativos» como las artes, el diseño o la publicidad que, a menudo, implican un alto grado de creatividad; pero también lo exigen la ciencia, las matemáticas, la ingeniería, dirigir un negocio, ser un atleta y empezar o dejar una relación. El hecho es que se puede ser creativo en cualquier cosa: cualquier cosa que requiera inteligencia.

El tercer mito consiste en creer que las personas o son creativas o no lo son. Este mito sugiere que la creatividad, como el coeficiente intelectual, es un rasgo supuestamente fijo, como el color de los ojos, y que no se puede hacer demasiado por cambiarlo. Pero la verdad es que resulta muy factible volverse más creativo en el trabajo y en la vida. El paso esencial, y el primero, que hay que dar es entender la estrecha relación entre la creatividad y la inteligencia. Este es uno de los caminos más seguros para encontrar el Elemento, y comporta tomar perspectiva para examinar una de las características fundamentales de todo ser humano: nuestro inigualable poder de imaginación.

Todo está en la imaginación

Tal como planteamos en el capítulo anterior, tendemos a infravalorar el alcance de nuestros sentidos y de nuestra inteligencia. Y con la imaginación hacemos lo mismo. De hecho, si bien aceptamos plenamente los datos de nuestros sentidos, somos muy reticentes a aceptar los de nuestra imaginación. Incluso criticamos las percepciones de ciertas personas diciendo que tienen una «imaginación desbocada» o que lo que creen es «cosa de su imaginación». La gente se enorgullece de tener «los pies en la tierra», de ser «realista» y «sensata», y se burla de aquellos que «están en las nubes». Sin embargo, mucho más que cualquier otra facultad, la imaginación es lo que distingue a los seres humanos de cualquier otra especie del planeta.

La imaginación sustenta todo logro singularmente humano. La imaginación nos llevó de las cavernas a las ciudades, de las asociaciones estudiantiles a los clubes de golf, de la carroña a la cocina y de la superstición a la ciencia. La relación entre la imaginación y la «realidad» es complicada y profunda. Y esta relación tiene un papel importante en la búsqueda del Elemento.

Si te centras en las cuestiones actuales de carácter material que te rodean, estoy seguro de que por regla general das por hecho que lo que percibes es lo que realmente hay. Por eso podemos conducir por carreteras muy transitadas, encontrar lo que buscamos en una tienda y despertarnos en compañía de la persona apropiada. Sabemos que en determinadas circunstancias —enfermedad, delirio o consumo excesivo de estupefacientes, por ejemplo— esta presunción puede ser errónea. Pero vayamos un poco más lejos.

También sabemos que podemos salir sin dificultad de nuestro ámbito sensorial e inmediato y evocar imágenes mentales de otros lugares y otras épocas. Si te pido que pienses en tus mejores amigos del colegio, en tu comida preferida o en la persona más pesada que conoces, lo harás sin necesidad de tenerlo delante. Este proceso de «ver en nuestra mente» es el acto fundamental de la imaginación. Así que mi definición inicial de la imaginación es «el poder de evocar cosas que no están presentes en nuestros sentidos».

Tu reacción a esta definición puede ser: «¡No me digas!». Sería una reacción apropiada, pero la siguiente observación ayuda: la imaginación es quizá la capacidad que más damos por supuesta. Esto es algo deplorable porque la imaginación tiene una importancia vital en nuestra vida. Mediante la imaginación podemos darnos una vuelta por el pasado, contemplar el presente y prever el futuro. También podemos hacer algo de una trascendencia única y profunda.

Podemos crear.

Por medio de la imaginación, no solo evocamos cosas que hemos experimentado en el pasado, sino también cosas que nunca hemos experimentado. Podemos hacer conjeturas, hipótesis, podemos especular y podemos suponer. En suma, podemos ser imaginativos. En cierto sentido, en cuanto podemos liberar nuestra mente del inmediato aquí y ahora somos libres. Libres para volver a visitar el pasado, libres para transformar el presente y libres para prever los futuros posibles. La imaginación es la base de todo lo que es singular y característicamente humano. Es la base del lenguaje, de las artes, de las ciencias, de los sistemas filosóficos y de toda la inmensa complejidad de la cultura humana. Puedo ilustrar esta facultad con un ejemplo de proporciones cósmicas.

¿Importa el tamaño?

¿Cuál es la finalidad de la vida? Esta es otra buena pregunta. A otras especies no parece importarles demasiado, pero es algo que importa mucho a los seres humanos. El filósofo británico Bertrand Russell planteó esta cuestión de forma simple y brillante. Está dividida en tres partes y merece la pena leerla dos veces: «¿Es el hombre lo que le parece al astrónomo, un minúsculo conjunto de carbono y agua que se agita en un pequeño e insignificante planeta? ¿O es lo que le parece a Hamlet? ¿O es acaso las dos cosas a la vez?».

Habrá que perdonar aquí el lenguaje machista. Russell escribió esto hace mucho tiempo, no sabía que más adelante la gente podría no verlo con buenos ojos. Las tres preguntas de Russell captan algunos de los misterios fundamentales de la filosofía occidental, aunque no necesariamente de la oriental. ¿Es la vida, en esencia, casual y carente de sentido? ¿O es profunda y misteriosa como lo creía el gran héroe trágico shakesperiano? Volveré a Hamlet enseguida. Veamos primero la idea de que habitamos en un planeta pequeño e insignificante.

Desde hace años, el telescopio Hubble ha estado emitiendo a la Tierra miles de imágenes deslumbrantes de galaxias lejanas, enanas blancas, agujeros negros, nebulosas y púlsares.

Todos hemos visto documentales espectaculares sobre los detalles de viajar por el espacio, enmarcados en estadísticas incomprensibles sobre miles de millones de años luz y distancias infinitas. Hoy en día, la mayoría de nosotros comprendemos que el universo es gigantesco. También comprendemos que la Tierra es relativamente pequeña.

Pero ¿cómo de pequeña?

Es muy difícil hacerse una idea clara del tamaño de la Tierra porque con los planetas, como con cualquier otra cosa, el tamaño es relativo. Dadas las inmensas distancias entre nosotros y los demás cuerpos celestes, cuesta tener una base a partir de la cual poder comparar.

Me alegró mucho dar con una serie de imágenes que me ayudaron a hacerme una idea del tamaño relativo de la Tierra. Alguien tuvo la brillante idea de sacar del cosmos a la Tierra y a otros planetas y colocarlos el uno al lado del otro para compararlos. De este modo podemos percibir la escala de las cosas, y es francamente sorprendente. Eso es lo que nos muestra la imagen anterior.

En ella está la Tierra, con algunos de nuestros vecinos más próximos. Aquí tenemos bastante buen aspecto, especialmente respecto a Marte y Mercurio. Diría que nunca nos había preocupado menos que ahora que nos invadiera una horda de marcianos. «¡Adelante!», diría yo. Plutón, por cierto, ya no es un planeta, y en esta fotografía podemos ver por qué. ¿En qué estábamos pensando? Si apenas es un peñasco.

Retrocedamos un poco. De repente, el panorama parece bastante menos alentador. Abajo podemos ver la Tierra con algunos de los integrantes más grandes del sistema solar.

Ahora, comparada con Urano y Neptuno, y desde luego en compañía de Saturno y Júpiter, la Tierra parece un poco menos impresionante. Al llegar a este punto, Plutón se convierte en una vergüenza cósmica. A pesar de todo, nosotros seguimos ahí; me refiero a que por lo menos se nos ve.

Sin embargo, ya sabemos que debemos tener en cuenta más cosas. Por ejemplo, que la Tierra es pequeña cuando la comparamos con el Sol, pero ¿cómo de pequeña? Véase debajo:

A esta escala, la Tierra tiene el tamaño de una pepita de uva, y mejor haremos en no decir nada de Plutón. Pero por muy grande que sea el Sol, no es el gigante cósmico que aquí parece.

Si nos retiramos un poquito más, la imagen cambia totalmente, incluso para los adoradores del Sol.

A esta escala, la Tierra simplemente ha desaparecido y el Sol apenas tiene el tamaño de un garbanzo. Pero hasta ahora solo nos hemos comparado con objetos que son relativamente pequeños y cercanos en términos cósmicos.

Echa un vistazo a la estrella Arturo mientras retrocedemos una vez más para abarcar Betelgeuse y Antares.

A esta escala, el Sol es como un grano de arena y Arturo es una cereza. Antares, por cierto, es la decimoquinta estrella más brillante del firmamento. Está a más de mil años luz. Los astrónomos dirían que solo está a mil años luz. Un año luz, como recordarás, es la distancia recorrida por un rayo de luz en un año. Eso es lejos. Así que mil años luz suena impresionante, sobre todo si eres Plutón. Pero en términos galácticos no es tanto en realidad. Compáralo con la imagen de la página siguiente, procedente del telescopio Hubble.

Se trata de una imagen de la Gran Nube de Magallanes, una de las galaxias más próximas a la Vía Láctea, un vecino cercano en el orden del universo. Los científicos estiman que las Nubes de Magallanes están aproximadamente a 170.000 años luz. Es casi imposible imaginar el tamaño de la Tierra a esta escala. Es inimaginable, lastimosa e indetectablemente pequeña.

Y sin embargo…

Podemos sacar varias conclusiones alentadoras de esto. Una es un poco de perspectiva. Lo que quiero decir, de verdad, es que cualquier cosa que te preocupase cuando te levantaste esta mañana, olvídala. ¿Qué importancia puede tener dentro del gran orden del universo? Haz las paces y sigue adelante.

La segunda es que a primera vista estas imágenes apuntan que la respuesta a la primera pregunta de Russell podría ser que sí: parece que estemos pegados a la superficie de un planeta extraordinariamente pequeño e insignificante. Pero en realidad la cosa no acaba ahí. Por muy pequeños e insignificantes que seamos, somos los únicos entre las especies conocidas de la Tierra —y de cualquier otra parte, que sepamos— capaces de hacer algo extraordinario: podemos concebir nuestra insignificancia.

Alguien, utilizando el poder de la imaginación, hizo las imágenes que acabo de enseñarte. Utilizando este mismo poder, puedo escribir sobre ellas y publicarlas, y tú lograrás entenderlas. El hecho es que como especie también creamos el Hamlet del que habla Russell, así como la Misa en re de Mozart, la Mezquita Azul, la capilla Sixtina, el blues, el rock and roll, el hip-hop, la teoría de la relatividad, la mecánica cuántica, el industrialismo, Los Simpsons, la tecnología digital, el telescopio Hubble y toda la cornucopia de deslumbrantes logros y aspiraciones humanas.

No quiero decir que otras especies de la Tierra no tengan ningún tipo de habilidad imaginativa. Pero desde luego ninguna se acerca a la manifestación de las complejas habilidades que fluyen de la imaginación humana. Otras especies se comunican, pero no tienen ordenadores portátiles. Cantan, pero no componen musicales. Pueden ser ágiles, pero no se les ocurrió crear el Cirque du Soleil. Pueden parecer inquietas, pero no publican teorías sobre el sentido de la vida ni pasan la tarde bebiendo Jack Daniel’s ni escuchando a Miles Davis. Y no se reúnen alrededor de una charca para meditar sobre las imágenes del telescopio Hubble y tratar de descifrar lo que estas puedan significar para ellas y para las demás hienas.

¿Por qué se dan estas diferencias abismales entre los humanos y otras especies de nuestro pequeño planeta? Mi respuesta general es la imaginación. Pero de lo que en realidad se trata es de la mucho más compleja evolución del cerebro humano y del dinamismo de su funcionamiento. La dinámica de la inteligencia humana es la base de la descomunal creatividad de la mente. Y nuestra capacidad creativa nos permite reconsiderar nuestra vida y nuestras circunstancias. Y encontrar nuestro camino para llegar al Elemento.

El poder de la creatividad

La imaginación y la creatividad no son la misma cosa. La creatividad lleva los mecanismos de la imaginación a otro plano. Mi definición de creatividad es: «El proceso de tener ideas originales que tengan valor». La imaginación puede ser totalmente interior. Se puede ser imaginativo durante todo el día sin que nadie se dé cuenta. Pero nunca dirías que una persona es creativa si nunca ha hecho nada. Para ser creativo tienes que hacer algo. Eso implica poner a trabajar a tu imaginación para realizar algo nuevo, para conseguir nuevas soluciones a problemas, e incluso para plantear nuevos problemas o cuestiones.

Se podría decir que la creatividad es imaginación aplicada.

Se puede ser creativo en cualquier cosa que suponga utilizar la inteligencia. Se puede ser creativo en la música, en la danza, en el teatro, en las matemáticas, en los negocios, en nuestras relaciones con otra gente. Las personas son creativas de maneras tan singulares porque la inteligencia humana es extraordinariamente heterogénea. Déjame que te ponga dos ejemplos muy diferentes.

En 1988, el ex Beatle George Harrison estaba a punto de publicar un álbum en solitario. En él figuraba una canción titulada «This is Love» que tanto Harrison como su compañía discográfica creían que podía ser un gran éxito musical. En aquellos días, anteriores a las descargas de música por internet, el artista solía acompañar la publicación de un single con una cara B —una canción que no aparecía en el álbum del que se extraía el single— como valor añadido para los consumidores. El problema en este caso fue que Harrison no tenía ninguna grabación que pudiese utilizar como cara B. Por entonces, Bob Dylan, Roy Orbison, Tom Petty y Jeff Lynne estaban con él en Los Ángeles, donde Harrison vivía en esa época.

Mientras Harrison proyectaba las líneas generales de la canción que tenía que grabar, se dio cuenta de que Lynne estaba trabajando con Orbison. Enseguida, Harrison les pidió a Dylan y a Petty que se unieran al grupo para cantar los coros de la canción. En un marco fortuito, con la mínima presión asociada a la grabación de una cara B, estas cinco leyendas del rock crearon «Handle with Care», una de las canciones más memorables de la carrera de George Harrison tras los Beatles.

Cuando unos días más tarde, Harrison le enseñó la canción a Mo Ostin, presidente de Warner Brothers Records, y a Lenny Waronker, jefe de A&R, los dos se quedaron pasmados. La canción no solo era demasiado buena para utilizarla como una humilde cara B, sino que la colaboración había generado un sonido fácil y brillante que pedía a gritos una plataforma mayor. Ostin y Waronker preguntaron a Harrison si el grupo que había creado «Handle with Care» podría producir un álbum entero. A Harrison la idea le pareció fascinante y la propuso a sus amigos.

Tuvieron que solucionar varios detalles logísticos. En un par de semanas, Dylan saldría de gira y estaría fuera durante mucho tiempo, y juntar después a todo el mundo iba a ser complicado. Los cinco decidieron que harían todo lo que pudiesen durante el tiempo que les quedaba antes de la marcha de Dylan. Utilizaron el estudio de un amigo y sentaron las bases de las canciones que compondrían todo el álbum. No tuvieron meses para pulir las letras de las canciones, para hacer docenas de tomas de reserva, ni para preocuparse sobre la parte de una guitarra. En lugar de eso, confiaron en algo mucho más innato: la chispa creadora generada por la combinación de cinco voces musicales singulares.

Todos colaboraron en las canciones. Todos donaron armonías vocales, líneas de guitarra y arreglos. Se nutrieron los unos de los otros, se picaron entre sí y, sobre todo, se lo pasaron en grande. El resultado fue una grabación informal —las canciones parecían inventadas sobre la marcha— y, sin lugar a dudas, clásica. Para adecuarse a la tranquila naturaleza del proyecto, decidieron quitar importancia a su condición de estrellas y llamar a su improvisada banda los Traveling Wilburys. El álbum acabó vendiendo cinco millones de copias y dio lugar a múltiples éxitos musicales, incluida «Handle with Care». La revista Rolling Stone nombró The Traveling Wilburys uno de los «100 mejores álbumes de todos los tiempos». Creo que este es un buen ejemplo del proceso creativo en el trabajo.

He aquí otro ejemplo, procedente de otro ámbito: a principios de los años sesenta, un estudiante desconocido de la Universidad de Cornell lanzó un plato al aire en el restaurante de la universidad. No sabemos lo que le pasó al estudiante ni al plato después de eso. Puede que el estudiante recogiera el plato con una sonrisa, o puede que el plato se hiciera pedazos contra el suelo. De cualquier modo, este no sería un hecho extraordinario si no llega a ser porque había alguien excepcional mirando.

Richard Feynman era un físico estadounidense y uno de los genios indiscutibles del siglo XX. Se hizo famoso por su trabajo innovador en varios campos, entre ellos la electrodinámica cuántica y la nanotecnología. También fue uno de los científicos más pintorescos y admirados de su generación: malabarista, pintor, bromista y espléndido músico de jazz apasionado por los bongós. En 1965 ganó el premio Nobel de Física. Feynman dijo que en parte aquello se debía al plato volante: «Aquella tarde, mientras estaba almorzando, un chico lanzó un plato al aire en la cafetería. El plato tenía un medallón azul, el símbolo de la Universidad de Cornell; mientras subía y luego caía, me pareció que el medallón azul giraba a más velocidad que la oscilación del plato; no pude evitar preguntarme por la relación entre los dos. Solo estaba especulando y no le di mayor importancia, pero después me entretuve con las ecuaciones del movimiento giratorio y descubrí que si la oscilación era pequeña, el medallón giraba con dos veces más rapidez que el movimiento oscilatorio».

Feynman anotó algunas ideas en una servilleta y, después del almuerzo, continuó su jornada en la universidad. Tiempo después, volvió a echar un vistazo a la servilleta y continuó jugando con las ideas que había esbozado en ella: «Comencé a jugar con esta rotación, lo que me llevó a un problema parecido al de la rotación de un electrón según la ecuación de Dirac, y esto simplemente volvió a llevarme a la electrodinámica cuántica, que era el problema en que había estado trabajando. Esta vez continué jugando relajadamente, como había hecho al principio, y fue exactamente igual que quitarle el corcho a una botella: todo salió a raudales y en muy poco tiempo solucioné aquellas cosas por las que luego gané el premio Nobel».

Aparte del hecho de que ambos giran, ¿qué tienen en común grabar discos y el movimiento de los electrones que pueda ayudarnos a entender la naturaleza de la creatividad?

Resulta que mucho.

Dinámica creativa

La creatividad es el mejor ejemplo de la naturaleza dinámica de la inteligencia, y puede requerir todas las áreas de nuestra mente y de nuestro ser.

Permíteme que empiece con una distinción preliminar. Dije antes que mucha gente cree que no es creativa porque no sabe lo que esto implica. Esto es cierto en dos sentidos. El primero es que hay algunas habilidades y técnicas generales del pensamiento creativo que todo el mundo puede aprender y poner en práctica en casi cualquier situación. Estas técnicas pueden ayudar a generar nuevas ideas, a clasificar las que son útiles y las que lo son menos, y a eliminar obstáculos para hacerse una nueva idea de las cosas, especialmente en grupos. Diría que son las habilidades de la creatividad universal, y diré algo más sobre ellas en el capítulo que dedico a la educación. Lo que quiero analizar en este capítulo es la creatividad personal, que en ciertos aspectos es muy diferente.

Faith Ringgold, los Traveling Wilburys, Richard Feynman y muchas de las otras personas de este libro son todas muy creativas de una forma personal e inimitable. Trabajan en diferentes áreas, y sus intereses y aptitudes individuales los guían. Han encontrado el trabajo que les encanta hacer, y han descubierto en ellos un talento especial para llevarlo a cabo. Están en su Elemento y esto impulsa su creatividad personal. En este punto, entender cómo funciona la creatividad en general puede ser instructivo.

La creatividad va un paso más allá que la imaginación, porque exige que hagas algo en vez de estar tumbado pensando en ello. Es un proceso enfocado a la práctica en el intento de hacer algo innovador. Puede ser una canción, una teoría, un vestido, un cuento, un barco o una nueva salsa para los espaguetis. A pesar de todo, tienen algunos rasgos comunes.

El primero de ellos es que se trata de un proceso. A veces las nuevas ideas se les ocurren a personas muy formadas y no precisan un trabajo excesivo. Sin embargo, a menudo el proceso creativo comienza con un presentimiento —como Feynman al observar el bamboleo del plato, o la idea inicial de George Harrison para componer una canción— que requiere un desarrollo adicional. Este recorrido puede tener diferentes etapas y giros inesperados; puede recurrir a diferentes tipos de habilidades y conocimientos, y acabar en algún punto totalmente impredecible cuando se comenzó a trabajar. A la larga, Richard Feynman ganó el premio Nobel, pero no se lo dieron por la servilleta en la que había escrito garabatos durante el almuerzo.

La creatividad implica varios procesos diferentes relacionados entre sí. En primer lugar hay que producir nuevas ideas, imaginar diferentes posibilidades, considerar opciones alternativas. Esto puede suponer jugar con las notas de un instrumento, hacer algunos bocetos rápidos, anotar algunos pensamientos, mover objetos, o moverse uno mismo, dentro de un espacio. El proceso creativo también supone desarrollar estas ideas juzgando cuáles son más efectivas o parecen tener más calidad. Ambos procesos —producir y evaluar ideas— son necesarios tanto si se está componiendo una canción, pintando un cuadro, desarrollando una teoría matemática, tomando fotografías para un proyecto, escribiendo un libro o diseñando ropa. Además, no se producen en una secuencia predecible. Más bien interactúan los unos con los otros. Por ejemplo, puede que un esfuerzo creativo implique tener muchas ideas y al principio eso retrase la evaluación. Pero en conjunto el trabajo creativo consiste en un delicado equilibrio entre producir ideas, analizarlas y perfeccionarlas.

Puesto que se trata de hacer cosas, el trabajo creativo siempre implica la utilización de alguna clase de medio para desarrollar las ideas. El medio puede ser cualquier cosa. Los Wilburys utilizaron las voces y las guitarras. Richard Feynman utilizó las matemáticas. El medio de Faith Ringgold fueron los cuadros y los tejidos (y a veces las palabras y la música).

A menudo, el trabajo creativo también implica conectar con varias habilidades que tengas para hacer algo original. Sir Ridley Scott es un laureado director con películas tan taquilleras como Gladiator, Blade Runner, Alien y Telma y Louise. Sus películas tienen algo que las distingue de las de otros directores de cine. El origen de ese algo es su formación artística. «Debido a mis conocimientos de bellas artes —me contó—, tengo ideas muy específicas a la hora de hacer cine. Siempre me han dicho que tengo buen ojo. Nunca he pensado a qué se refieren, pero a menudo me acusan de ser demasiado preciosista o de que mis películas son demasiado hermosas, o demasiado esto o demasiado lo otro. Poco a poco he ido dándome cuenta de que esto es una ventaja. Mi primera película, Los duelistas, la criticaron por demasiado bella. Un crítico se quejó del “empleo excesivo de filtros”. En realidad no utilicé ninguno. Los “filtros” fueron cincuenta y nueve días de lluvia. Creo que de lo que se quedó prendado fue del aspecto del paisaje francés. Es posible que los mejores fotógrafos del período napoleónico fueran los pintores. Así que me fijé en los cuadros que los pintores rusos hicieron sobre Napoleón y que representaron la desastrosa expedición a Rusia. Muchos de los mejores paisajes del siglo XIX que tratan este tema son clara y simplemente fotográficos. Tomé de ellos absolutamente todo y lo puse en la película».

Normalmente, las personas que utilizan la creatividad en el trabajo tienen algo en común: aman el medio en el que trabajan.

Los músicos adoran las melodías que componen, los escritores natos aman las palabras, a los bailarines les encanta el movimiento, los matemáticos aman los números, los empresarios adoran cerrar negocios, los grandes profesores aman la enseñanza. Por esta razón, las personas que fundamentalmente aman lo que hacen no piensan en ello como si fuera un trabajo en el sentido habitual de la palabra. Lo hacen porque quieren y porque al hacerlo están en su Elemento.

Por eso Feynman dice que trabajaba en las ecuaciones del movimiento «solo por diversión». Y esa es la razón por la que habla de «jugar» con las ideas de «manera distendida». Los Wilburys crearon algunas de sus mejores composiciones cuando simplemente estaban probando y pasando un buen rato juntos haciendo música. El factor diversión no es imprescindible para el trabajo creativo: hay muchos ejemplos de pioneros creativos que no se permitieron muchas risas. Pero a veces, cuando nos divertimos jugando con las ideas y reímos, estamos más abiertos a nuevos pensamientos. A lo largo de cualquier trabajo creativo pueden darse frustraciones, problemas y callejones sin salida. Conozco a personas admirablemente creativas a las que algunas partes del proceso se les hacen difíciles y muy desesperantes. Pero siempre hay un momento de verdadero placer, así como un profundo sentimiento de satisfacción cuando sabes que has acertado.

Muchas de las personas de las que hablo en este libro creen que fueron muy afortunadas al encontrar aquello que les encanta hacer. Para algunas, fue amor a primera vista. Por eso llaman epifanía al reconocimiento de su Elemento. Encontrar el medio que estimula tu imaginación, con el que te encanta jugar y trabajar, es un paso importante para liberar tu energía creativa. La historia está llena de ejemplos de personas que no descubrieron sus verdaderas habilidades creativas hasta que toparon con el medio a través del cual podían pensar mejor. Por propia experiencia sé que una de las razones principales por las que tantas personas creen que no son creativas es porque no han encontrado su medio. Más adelante abordaremos otras razones, entre ellas el concepto de suerte. Pero primero observemos con mayor atención por qué es tan importante el medio que utilizamos para el trabajo creativo que hacemos.

Diferentes medios nos ayudan a pensar de maneras distintas. Un gran amigo mío, el diseñador Nick Egan, nos regaló hace poco a mi mujer, Terry, y a mí dos cuadros que había pintado para nosotros. A Nick le habían impresionado significativamente un par de cosas que yo había dicho en unas conferencias. La primera era: «Nunca harás nada original si no estás preparado para equivocarte». La segunda era: «Una buena educación depende de una buena enseñanza». Creo que las dos son ciertas, y esa es la razón por la que no dejo de repetirlas. Nick reflexionó acerca de estas ideas y de cómo se habían aplicado a su propia vida, durante su maduración y trabajo como artista en Londres. Decidió pintar unos cuadros en torno a ellas y dedicó a la tarea varias semanas casi a tiempo completo.

Cada uno de los cuadros que pintó para nosotros representa una de esas afirmaciones y es, en cierto modo, una improvisación visual sobre ellas. Ambas son imágenes sorprendentes con una energía casi primaria. Uno de los cuadros es casi todo negro y tiene palabras garabateadas y rascadas sobre la pintura en la mitad del lienzo, como un grafiti. El otro es casi todo blanco y las palabras están escritas como lo hubiera hecho un niño, con pintura negra que gotea a lo largo del fondo. Uno de ellos muestra una cara parecida a una caricatura que está entre una pintura rupestre y el dibujo de un niño.

A primera vista, los cuadros parecen apresurados y caóticos, pero un examen atento del lienzo revela, capa tras capa, otras imágenes por debajo, construidas cuidadosamente y cubiertas en parte por la pintura. Esto los da verdadera profundidad, al estar además surcados por intrincadas texturas de colores y pinceladas que se vuelven más vibrantes cuando se miran. La complejidad de las obras produce una sensación de dinamismo y apremiante energía.

Aunque fueron mis palabras las que le inspiraron, yo nunca podría haber pintado esos cuadros. Nick es diseñador y artista visual. Tiene un talento natural y siente auténtica pasión por el trabajo visual: sensibilidad para las líneas, los colores, las formas y las texturas, así como para combinarlas y dar forma a nuevas experiencias creativas. Desarrolla sus ideas mediante la pintura, la tiza, el pastel, los grabados, el cine, el procesamiento de imágenes y otros muchos materiales y medios visuales. La base material que emplea en cada proyecto afecta a las ideas que tiene y a la forma de trabajar sobre ellas. Se diría que para él la creatividad es como una conversación entre lo que se intenta descifrar y el medio que se está utilizando. Los cuadros que finalmente nos regaló Nick eran distintos de los del principio. Su aspecto había evolucionado mientras trabajaba en ellos, y lo que quería expresar acabó aclarándose a medida que las pinturas fueron tomando forma.

La creatividad con medios diferentes es un asombroso ejemplo de la diversidad de la inteligencia y de las formas de pensar. Richard Feynman tenía una gran imaginación visual. Pero él no pretendía pintar un cuadro sobre los electrones; intentaba desarrollar una teoría científica acerca de cómo actuaban. Para hacerlo, tuvo que utilizar las matemáticas. Reflexionaba sobre los electrones, pero lo hacía matemáticamente. Sin las matemáticas nunca podría haber pensado en ellos como lo hizo. Los Wilburys reflexionaban acerca del amor y las relaciones personales, la vida y la muerte y cosas por el estilo, pero no pretendían escribir un libro de psicología. Reflexionaban sobre estos conceptos mediante la música. Tenían ideas musicales, y música es lo que hicieron.

Entender el papel que desempeña el medio que utilizamos para realizar el trabajo creativo es importante por otra razón. Para desarrollar nuestras habilidades creativas es necesario que desarrollemos también nuestras habilidades prácticas en el medio que utilicemos. Es imprescindible que desarrollemos estas aptitudes de forma adecuada. Conozco a muchas personas que han perdido el interés por las matemáticas de por vida porque nadie los ayudó a ver las posibilidades creativas de esa materia: como ya sabes, yo soy una de esas personas. Los profesores siempre me presentaron las matemáticas como una serie interminable de rompecabezas cuyas soluciones ya sabía otra persona, y las únicas opciones eran acertar o errar. No fue así como Richard Feynman abordó las matemáticas.

Asimismo, conozco a muchas personas que de niños habían pasado interminables horas practicando las escalas del piano o de la guitarra y que no quieren volver a ver un instrumento nunca más, debido a que el proceso era aburrido y repetitivo. Muchas personas han decidido que simplemente no son buenas en matemáticas o en música, pero es bastante probable que sus profesores les enseñaran mal o en un mal momento. Tal vez deberían volver a intentarlo. Tal vez yo debería…

Abrir la mente

El pensamiento creativo implica mucho más que los tipos de pensamiento lógico y lineal dominantes en la forma occidental de considerar la inteligencia y en especial la educación. Los lóbulos frontales del cerebro están implicados en alguna de las habilidades del razonamiento superior. El hemisferio izquierdo es la zona asociada al pensamiento lógico y analítico. Pero por regla general en el pensamiento creativo está implicado mucho más cerebro que las pequeñas partes de la zona delantera izquierda.

Ser creativo consiste en hacer nuevas conexiones, de modo que podamos ver las cosas desde nuevos puntos de vista y desde diferentes perspectivas. En el pensamiento lógico y lineal nos movemos de una idea a otra mediante una serie de normas y convenciones. Permitimos algunos movimientos y rechazamos otros porque son ilógicos. Si A + B = C, podemos averiguar a qué es igual C + B. Los tests convencionales de coeficiente intelectual ponen a prueba este tipo de razonamiento. Las reglas del pensamiento lógico o lineal no siempre indican el camino del pensamiento creativo. Al contrario.

A menudo, una percepción creativa llega de forma no lineal. El pensamiento creativo depende en gran medida de lo que a veces se llama pensamiento divergente o lateral, en especial al pensar en metáforas o ver analogías. Esto era lo que estaba haciendo Richard Feynman cuando vio una conexión entre la oscilación del plato y el giro de los electrones. La idea que tuvo George Harrison para la canción «Handle with Care» se le ocurrió cuando vio la etiqueta de un cajón de embalaje.

No quiero decir que la creatividad sea lo opuesto al pensamiento lógico. Las reglas de la lógica permiten crear e improvisar enormemente. Y lo mismo vale para todas las actividades que estén sujetas a unas reglas. Pensemos en la creatividad que se da en el ajedrez y en diferentes tipos de deportes, en la poesía, la danza y la música, en los que hay reglas estrictas y convenciones. La lógica puede ser muy importante en diferentes etapas del proceso creativo según el tipo de trabajo que estemos llevando a cabo, en particular cuando valoramos nuevas ideas y cómo se acomodan dentro de teorías existentes o las cuestionan. Aun así, el pensamiento creativo va más allá del pensamiento lógico y lineal e implica a todas las áreas de nuestra mente y nuestro cuerpo.

En la actualidad existe un amplio consenso sobre que las dos mitades del cerebro cumplen funciones diferentes. El hemisferio izquierdo está implicado en el razonamiento lógico y secuencial: el lenguaje verbal, el pensamiento matemático, etc. El hemisferio derecho tiene que ver con el reconocimiento de figuras, de caras, con la percepción visual, la orientación y el espacio, y el movimiento. Con todo, estos compartimientos del cerebro difícilmente funcionan de forma aislada el uno del otro. Si se observan imágenes del cerebro en funcionamiento, se verá que es sumamente interactivo. Como pasa en el resto de nuestro cuerpo, todas estas funciones están relacionadas entre sí.

Las piernas tienen un papel principal cuando corremos, pero con una sola pierna es bastante difícil hacerlo. De la misma forma, cuando tocamos o escuchamos música participan muchas partes diferentes del cerebro, desde la corteza cerebral, desarrollada más recientemente, a la más primitiva, denominada «cerebro reptil». Ambas tienen que trabajar de común acuerdo, por así decirlo, con el resto de nuestro cuerpo, incluido el resto de nuestro cerebro. Desde luego, todos tenemos puntos fuertes y débiles en las diferentes funciones y capacidades de nuestro cerebro. Pero, como los músculos de los brazos y las piernas, estas capacidades serán mayores o menores según las ejercitemos juntas o por separado.

Por cierto, algunas investigaciones recientes apuntan que el cerebro de las mujeres puede ser más interactivo que el de los hombres. El jurado aún no ha dado su veredicto, pero cuando leía sobre esto me acordaba de una vieja cuestión de la filosofía occidental que a menudo los profesores universitarios plantean a los alumnos de primero para debatir. Trata de la relación de nuestros sentidos con nuestro conocimiento del mundo. La esencia de la pregunta es si podemos saber si algo es verdadero aunque no dispongamos de ninguna prueba directa de ello a través de los sentidos. El ejemplo más común es el siguiente: «Si un árbol cae en un bosque y no hay nadie cerca que lo oiga caer, ¿hace ruido?». He dado cursos de filosofía en los que los estudiantes y yo podíamos debatir acaloradamente sobre este tipo de cuestiones durante muchas semanas. La respuesta, creo, es: «Claro que hace ruido, no seáis ridículos». Pero yo era profesor titular, así que no había ninguna necesidad de precipitarse. Un viaje reciente a San Francisco me recordó estos debates. Vagaba por un mercadillo cuando vi a una persona que llevaba una camiseta en la que ponía: «Si un hombre expresa su opinión en un bosque y no hay ninguna mujer que le esté escuchando, ¿seguirá equivocado?». Probablemente.

No importa qué diferencias de género puedan darse en el pensamiento cotidiano; la creatividad siempre será un proceso dinámico que puede utilizar distintas formas de pensamiento al mismo tiempo. El baile es un proceso físico y kinestésico. La música es una forma de arte basada en los sonidos. Pero muchos bailarines y músicos utilizan las matemáticas en su formación y actividad creadora, del mismo modo que, a menudo, los científicos y los matemáticos piensan visualmente para imaginar y probar sus ideas.

La creatividad también utiliza mucho más que nuestro cerebro. Tocar instrumentos, crear imágenes, construir objetos, interpretar un baile y hacer cualquier tipo de cosas son procesos intensamente físicos, por mucho que estén orientados por los sentimientos, la intuición y la hábil coordinación de las manos y los ojos, del cuerpo y de la mente. En muchas ocasiones —en el baile, en una canción, en una actuación— no se utiliza ningún medio externo. Nosotros somos el medio de nuestro trabajo creativo.

El trabajo creativo también llega hasta lo más profundo de nuestra mente intuitiva e inconsciente y de nuestro corazón y nuestros sentimientos. ¿Has olvidado alguna vez el nombre de alguien? ¿O el nombre de algún lugar que hayas visitado? Con frecuencia, por mucho que se intente, es imposible recordarlo, y cuanto más se piensa en ello, más escurridizo se vuelve. Por regla general, lo mejor que se puede hacer es dejar de intentarlo y «relegarlo al subconsciente». Es probable que más tarde, cuando menos lo esperamos, nos venga el nombre a la cabeza. La razón es que en nuestra mente hay mucho más que procesos intencionados del pensamiento consciente. Bajo la ruidosa superficie de nuestra mente, hay profundas reservas de memoria y asociación, de sentimientos y percepciones que procesan y registran nuestras experiencias vitales más allá de nuestro conocimiento consciente. Así que algunas veces la creatividad es un esfuerzo consciente. Otras, tenemos que dejar fermentar nuestras ideas durante algún tiempo y confiar en la reflexión inconsciente más profunda de nuestra mente, sobre la que tenemos menor control. A veces, cuando lo hacemos, aquello que hemos estado buscando viene rápidamente a nosotros; es como «quitarle el corcho a una botella».

Reunirse

Aunque la naturaleza dinámica del pensamiento creativo se puede apreciar en la obra de una persona, resulta más evidente cuando se observa el trabajo de magníficos grupos creativos como los Traveling Wilburys. Si el grupo triunfó no fue porque todos pensaban de la misma forma, sino porque todos eran muy diferentes. Tenían talentos diversos, intereses dispares y sonidos distintos. Pero encontraron la forma de trabajar juntos porque las diferencias eran un estímulo para crear algo que nunca se les hubiera ocurrido individualmente. En este sentido, la creatividad no solo se obtiene a partir de nuestros recursos personales sino también del mundo más amplio de las ideas y los valores de otras personas. Y aquí es donde el argumento para desarrollar nuestros poderes creativos da un paso adelante.

Volvamos al Hamlet de Shakespeare. En esta obra, el príncipe de Dinamarca está perturbado por furiosos sentimientos debido a la muerte de su padre y a la traición de su madre y su tío. A lo largo de toda la obra, se debate con sus sentimientos acerca de la vida y la muerte, la lealtad y la traición y su propio significado en la inmensidad del universo. Lucha por saber qué debería pensar y sentir sobre los acontecimientos que están abrumando su espíritu. Al principio de la obra, da la bienvenida a Rosencrantz y Guildenstern, dos visitantes de la corte danesa. Los saluda con estas palabras:

Mis muy queridos amigos. ¿Cómo estáis, Guildenstern? ¿Y vos, Rosencrantz? Mis buenos camaradas, ¿estáis bien? ¿Cómo os va?

¿Qué habéis hecho contra Fortuna que así os envía a esta cárcel?[6]

La cuestión sorprende a Guildenstern. Le pregunta a Hamlet qué quiere decir con «cárcel». Hamlet responde: «Dinamarca es una prisión». Rosencrantz ríe y dice que si eso es cierto, entonces todo el mundo es una cárcel. Hamlet contesta: «¡Y tanto! Y en él hay celdas, mazmorras y calabozos, siendo Dinamarca el peor de todos ellos». Rosencrantz le replica: «No lo creemos así, mi señor». La respuesta de Hamlet es profunda: «No lo será para vosotros. Nada hay, a menos que así se piense, que sea bueno o malo… Para mí es una cárcel».

El poder de la creatividad humana es evidente en todas partes: en la tecnología que utilizamos, en los edificios en los que habitamos, en la ropa que llevamos y en las películas que vemos. Pero el alcance de la creatividad es mucho más grande. No solo afecta a lo que aportamos al mundo, sino también a lo que hacemos con él: no solo lo que hacemos, sino también lo que pensamos y sentimos acerca de él.

Que se sepa, a diferencia del resto de las especies, nosotros no solo estamos en el mundo. Pasamos gran parte de nuestro tiempo hablando y pensando acerca de lo que sucede e intentando entender qué significa. Podemos hacerlo debido al asombroso poder de la imaginación, que sostiene nuestra capacidad de pensar en palabras y números, en imágenes y gestos, así como en utilizar todo ello para desarrollar teorías y artefactos, junto a todas las complejas ideas y valores que configuran las diversas perspectivas sobre la vida humana. No solo vemos el mundo tal como es; lo interpretamos mediante las ideas y creencias que han dado forma a nuestras culturas y a nuestro punto de vista personal. Todo ello se interpone entre nosotros y nuestra cruda experiencia del mundo, actuando como un filtro sobre lo que percibimos y cómo pensamos.

La idea que tenemos acerca de nosotros mismos y del mundo hace que seamos quienes somos y lo que podemos llegar a ser. Esto es lo que quiere decir Hamlet cuando señala que «Nada hay que sea bueno o malo, a menos que así se piense». La buena nueva es que siempre podemos intentar pensar de otro modo. Si nosotros formamos nuestra visión del mundo, también podemos recrearla tomando una perspectiva distinta para reconfigurar nuestra situación. En el siglo XVI, Hamlet dijo que pensaba metafóricamente acerca de Dinamarca como una prisión. En el siglo XVII, Richard Lovelace escribió un poema para su amada, Althea. Tomando la posición contraria, Lovelace dijo que para él una prisión sería un lugar de autonomía y libertad con tal de que pudiera pensar en Althea. Así es como acaba el poema:

Los muros de piedra no hacen una prisión,

ni los barrotes de hierro una jaula;

mentes inocentes y calmas toman

aquello por un ermitaño;

si yo tengo libertad en mi amor,

y dentro de mi alma soy libre,

solo los ángeles se elevan de tal modo;

disfruta de tal libertad.

William James, que vivió en el siglo XIX, se convirtió en uno de los pensadores fundadores de la psicología moderna. Por entonces se entendía cada vez más que nuestras ideas y formas de pensar podían recluirnos o liberarnos. James lo expuso de la siguiente manera: «El mayor descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar su vida modificando su disposición de ánimo… Si cambias tu forma de pensar, puedes cambiar tu vida».

Este es el auténtico poder de la creatividad y la verdadera promesa de estar en el Elemento.