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Diecinueve

Lydia le dio las gracias al mayordomo después de que sirviera el té. Roswell les hizo una reverencia a Jasmine y a ella y salió de la estancia. El mayordomo de Tanner era muy correcto, aunque tenía una mirada amable. A Lydia le había agradado a primera vista. Sin embargo, parecía que estaba preocupado por algo. Ella no se habría dado cuenta de no haber sido porque tenía un tic en la mejilla. Y la casa estaba muy silenciosa, además. No había ningún ajetreo, cosa que ella hubiera esperado teniendo en cuenta que el duque acababa de volver de Londres.

—No le simpatizo, ¿sabes? —le dijo Jasmine a Lydia, mientras tomaba uno de los bollitos que había sobre un plato—. Me refiero a Roswell. Cree que soy la pariente pobre dándose aires. Lo cual es una tontería. Yo estoy aquí porque papá es el administrador de la finca, y porque Tanner quiere que esté aquí. Eso es porque Tanner es bueno y considerado. Es una pena que no sea capaz de quererlo. Oooh, qué buenos están, ¿verdad? Creo que al próximo le voy a poner algo de mermelada de fresa.

—¿Eh? —murmuró Lydia, que estaba concentrada escuchando cualquier sonido que indicara que Tanner había vuelto ya.

—He dicho que es una suerte que Tanner no me quiera.

Lydia salió de su ensimismamiento y sonrió a la chica, aunque con esfuerzo.

—Sí, es una suerte. Porque se llevaría una gran decepción, ¿verdad? A causa de tu Bruce Beattie.

—¿Mi…? Ah, todo el rato se me olvida que te he dicho su nombre. No debería haberlo hecho. Era nuestro secreto. Vas a guardar nuestro secreto, ¿verdad? Tanner podría valerse de su influencia para alejarlo de aquí, ¿sabes?

—Tal vez debería hacerlo. Un hombre honorable se hubiera dirigido a tu padre si deseaba cortejarte.

Jasmine puso cara de pocos amigos.

—¿Y de qué le habría servido? Papá está convencido de que Tanner se va a casar conmigo más tarde o más temprano. Tiene que hacerlo, o mi padre caerá en la ruina más absoluta por culpa de las apuestas. Yo tengo órdenes estrictas de ser muy agradable con Tanner durante esta semana. Me alegro de que el barón haya venido también. No te importará que Tanner te haya emparejado con él, ¿verdad? Supongo que serás la primera en conocer la noticia de nuestro compromiso, cuando se produzca. Y, ¿quién sabe? Tal vez tú también anuncies el tuyo.

Lydia se sirvió una taza de té, y se sorprendió al comprobar que tenía el pulso firme.

—¿Así es como ves la situación, Jasmine? ¿Piensas que Justin y yo estamos invitados en Malvern para formar una pareja?

—Pues claro. Me he dado cuenta de cómo te mira el barón. Está verdaderamente encaprichado contigo. ¿Por qué otro motivo iba a estar aquí? Es amigo de Tanner, y es persona non grata en Londres en este momento, por ese asunto del asesinato. ¿Dónde podría cortejarte, si no es aquí? Y no parece que a ti te importe mucho que matara a un hombre.

—Algunas veces me asombras, Jasmine —dijo Lydia con calma—. Pero tú lo tienes todo bien pensado, ¿no?

—Oh, sí. Mi padre cree que Tanner me va a pedir que me case con él dentro de pocos días. Por eso no pude dormir anoche en la posada. Cada giro de las ruedas del carruaje me acercaba más y más al destino que llevo dos años temiendo. Mi única alegría es que tú, mi nueva amiga, estés aquí para apoyarme en este momento de…

—Por favor, déjalo ya. Déjalo —le ordenó Lydia, depositando la taza sobre la mesa—. Ayer te encontraste con tu Bruce Beattie cuando te escapaste de la posada. ¿Acaso estás pensando en fugarte con él, Jasmine? ¿O lo rechazaste porque has decidido que ser duquesa no es tan terrible como despedirte de un maestro de escuela que no tiene un penique? ¿Por eso te golpeó? No pensarías que iba a creerme esa historia del bajo de la bata, ¿verdad? Tienes la huella de una mano marcada en la cara. Y tus zapatillas estaban húmedas de haber salido a la calle bajo la lluvia. Viste a tu señor Beattie, a tu amante, y discutisteis. Y él te golpeó.

Jasmine se quedó pálida.

—Me prometiste que no ibas a decir nada. En el carruaje me dijiste al oído que habías visto la carta que yo tenía en el bolso, pero me prometiste que no ibas a decir nada.

—Y no lo voy a hacer. Sin embargo, no podré cumplir mi promesa si te empeñas en mentirme cada vez que abres la boca. Además, te contradices, porque has dicho tantas mentiras que ya no las recuerdas, tú no quieres a Tanner, y estás contenta de que él no te quiera a ti, pero vas a casarte con él porque él va a pedírtelo. No tiene sentido.

Jasmine la miró con una expresión de dolor.

—Pero mi padre quiere que me case con Tanner. Eso no es mentira.

—Seguro que no, pero tú sabes que Tanner no va a pedir tu mano, y que el barón no va a emparejarse conmigo. Así que deja de mentir. Eres la prima de Tanner, y con tus embustes me pones muy difícil apreciarte como sé que debo hacer.

Lydia posó las manos en el regazo. Se dio cuenta de que, en lo referente a Tanner, era como una gata. No sabía que tuviera tanto genio, ni que no pudiera controlarlo. Sin embargo, si Jasmine volvía a decirle que iba a casarse con Tanner después de haber tenido una tórrida aventura con su maestro de escuela lujurioso, tal vez no fuera responsable de sus actos.

Jasmine se echó a llorar y, entre sollozos, siguió hablando.

—Está bien, Lydia, lo admito. He dicho muchas mentiras, y sobre todo, me he mentido a mí misma. Sin embargo, a ti no puedo mentirte. Eres muy buena, como Tanner, y yo quiero decirte la verdad. Sé que Tanner te quiere a ti, y no a mí. Lo sé desde hace varios días. Pero cuando se lo dije a Br-Bruce, dijo que yo había estropeado el plan al no ser agradable con Tanner y al no conseguir que se enamorara de mí. Dijo que le había costado mucho.

—¿El plan? ¿Qué plan, Jasmine? No lo entiendo.

La muchacha suspiró.

—Es muy sencillo. Tanner tenía que pedirme que me casara con él cuando yo consiguiera que se enamorara de mí. Yo puedo ser encantadora si quiero, y soy guapa. Mucho más guapa que tú, ¡Oh, lo siento muchísimo!

—No lo sientas. Te pedí que me dijeras la verdad, y la verdad es la verdad. Tanner iba a pedirte que te casaras con él, ¿y?

—Sí. Y yo debía aceptarlo. Mi padre se pondría contento y le pediría que le liberara de sus deberes como administrador por la herida que le causó el difunto duque, y así podría irse a jugar con la asignación que le concediera Tanner. Mi padre es repugnante, y muy débil, supongo. Pero es mi padre, y debo quererlo. Entonces, justo antes de la boda, yo tenía que decirle a Tanner que no podía casarme con él porque mi corazón pertenecía a otro hombre. Y él, como es tan honorable, y como me querría y desearía lo mejor para mí, me liberaría de mi promesa. Me concedería una asignación generosa como había hecho con mi padre y Br-Bruce y yo nos iríamos juntos. Habíamos pensado instalarnos en París. Con mi asignación en libras, viviríamos bien allí, porque todavía están recuperándose de la guerra y son pobres.

—¿Y ése era el plan de tu maestro? Jasmine, es absurdo. Ni un tonto se creería semejante bobada.

Jasmine recurrió rápidamente al pañuelo, y siguió llorando.

—Lo sé. Soy una tonta. El plan me parecía bueno cuando estaba entre sus brazos. Sin embargo, cuando estaba en Londres, lejos de él, comencé a dudar. Ya no me parecía lógico, y anoche lo supe con certeza. Estoy tan avergonzada…

—Creías que estabas enamorada. Lo entiendo. Cuando alguien está enamorado, todas las cosas parecen posibles.

—Entonces, ¿no me culpas? Él me juró que me quería. Y yo lo quería muchísimo. Sin embargo, todo era mentira. Él nunca me quiso. Me mintió, Lydia. Los dos me mintieron.

—¿Los dos?

Jasmine asintió.

—Sí. Era un plan de papá y de Bruce. Yo no significaba nada para ninguno de ellos. Yo sólo era una…

—¿Víctima?

Jasmine volvió a asentir con vigor.

—Todo era por las joyas Malvern, y no por mí. Ninguno de los dos me quería. Era todo por las joyas. Mi padre llevaba años sustituyendo las piedras preciosas por falsificaciones, una piedra cada vez, para pagar las deudas de juego.

Lydia tuvo que apoyarse en los cojines del respaldo del asiento. Estaba horrorizada. En un momento dado estaban hablando de falsos amantes, y al instante, hablaban de joyas robadas. ¿Aquél era el motivo de todo lo que había ocurrido? ¿Las famosas joyas de los Malvern? Pero… ¿cómo, y por qué? Tenía que conseguir que Jasmine siguiera hablando.

—Entiendo —dijo—. Y tú sabías lo de esos cambios.

—Sí. Por eso no soportaba ponerme las joyas en Londres. Sabía que podían ser falsas, y me quemaban en la piel, como si yo fuera la culpable. Tenía que fingir que iba a casarme con Tanner para que mi padre pudiera seguir en la finca, robando joyas cuando las necesitaba. Aunque sabía lo que estaba haciendo, no se lo dije a Tanner. Si descubrían a papá, ¡yo podía ir a la cárcel! Br-Bruce iba a ser mi salvación, me iba a llevar a París, donde yo estaría a salvo.

—Pero él no pensó nunca en llevarte a París. Sin embargo, todavía no entiendo cómo encaja el señor Beattie en todo esto, aparte de ser tu amante. ¿Ayudaba a tu padre a vender las joyas?

—Sí, claro. Así es como conocí a Bruce, un día que vino de visita a la finca. Mi padre no podía exponerse a vender las joyas, ¿no crees? Creo que eso debería ser obvio para alguien tan inteligente como tú, Lydia. Aunque admito que yo no fui tan inteligente, porque nunca me di cuenta de que estaban trabajando juntos. Sin embargo, había un problema, y era el Orgullo de los Malvern, el verdadero trofeo. Mi padre no lo encontraba. Todas las otras joyas estaban guardadas en el estudio de Tanner, detrás de un retrato. Pero el Orgullo de los Malvern y las demás piezas que lo acompañaban no estaban ahí. A mi padre no le importaba, porque decía que era demasiado peligroso tocarlo, pero Bruce lo quería. Era su objetivo. Eso no lo supe hasta anoche, hasta que Bruce me golpeó.

—¿Y por qué te golpeó?

—Yo le prometí que le daría una llave antes de irme a Londres, pero no se la di. Bueno, no se la dejé debajo de la piedra que hay al final del jardín, tal y como él me dijo. Yo pensaba que me quería, pero siempre me estaba pidiendo la llave. Me exigió que se la diera, y al final, no hice lo que me pidió. Yo puedo ser muy terca, ¿sabes?

Lydia recordó la carta que había leído, la que estaba en el bolso de Jasmine. Había una línea que no había considerado importante, y que sin embargo, era la más importante de todas: Recuerda lo que me prometiste. La llave de nuestro futuro, amor mío.

—Y esa llave, Jasmine… ¿Para qué le hubiera servido a Bruce Beattie?

—Pues para entrar en Malvern, por supuesto. Todos nosotros nos íbamos a Londres, y en la casa, los sirvientes se acostarían pronto porque no tendrían que atendernos. Así que pensó que podría colarse aquí de noche para buscar el Orgullo de los Malvern, ya que mi padre se había negado a ayudarle. Pero si yo le daba la llave, y él encontraba el Orgullo de los Malvern, tal vez me dejara. Él había dicho que me quería, pero ¿era cierto? Aunque yo estaba muy enamorada, algunas veces tenía la sensación de que el diamante era más importante que yo para él. Nunca dejaba de hablar de él, ni siquiera… ni siquiera en la cama. Me preguntaba cómo era, si yo lo había visto alguna vez. Una y otra vez. Así que no le dejé la llave, sino que me la llevé a Londres. Tenía que asegurarme de que él siguiera aquí cuando yo volviera.

—Entonces, una vez que tu padre volvió a Malvern, él fue a la posada donde siempre se aloja Tanner, y tú conseguiste reunirte con él…

—Nos vimos varias veces. Cuando fui a buscar las flores silvestres, y aquel mismo día, más tarde. Entonces fue cuando quedamos en que yo me escaparía de noche. Le dije otra vez que no iba a darle la llave, y que Tanner no iba a pedirme que me casara con él porque te quería a ti, y que teníamos que marcharnos juntos aquella misma noche. Y entonces fue cuando reconoció que nunca me había querido. Me dijo que la única forma de poder acostarse conmigo era pensar que me estaba metiendo un calcetín en la boca para que dejara de hablar.

Lydia se mordió el labio inferior.

—Eso fue muy mezquino por su parte. Tú no tienes por qué contarme nada de esto, si no quieres. Es muy personal.

—Sí, pero me siento mejor contándoselo a alguien. Él también me dijo que yo era una idiota, y que cómo podía pensar que le interesaba más que el diamante. Y entonces, cuando me abalancé sobre él, rogándole que me dijera que todavía me quería, me empujó y me dio una bofetada. Me dolió mucho, pero no tanto como el corazón.

—Lo siento, Jasmine.

Tan joven y tan crédula… Bruce Beattie se merecía que le dieran unos latigazos, y Thomas Harburton también.

—He sido una tonta, Lydia, y ahora estoy deshonrada para siempre. Pero no quería que me pegara otra vez, así que le di la llave de la puerta del estudio de Tanner.

Lydia se puso en pie de un salto, presa del pánico. Bruce Beattie, que claramente era un hombre malvado, tenía la llave del estudio de Tanner.

—Tenemos que decírselo a Tanner, Jasmine, en cuanto llegue. Lo sabes, ¿verdad?

De nuevo, la muchacha asintió, y después se sonó la nariz.

—Tal vez yo esté deshonrada, pero por lo menos he salvado a mí padre. No es que sea el mejor de los padres, y ahora tendrá que ir a la cárcel por lo que ha hecho si Tanner no lo perdona, pero por lo menos, lo he salvado.

—¿Por qué dices que lo has salvado? ¿De quién lo has salvado? ¿De Bruce Beattie? ¿Es eso lo que quieres decir?

—Sí, claro. Anoche, Bruce me dijo que si no le daba la llave, mataría a papá. Así que al final, tuve que dársela.

A Lydia se le cortó la respiración. Tanner había dicho que el cadáver con el que se habían topado por el camino era de uno de los trabajadores de la finca. Thomas Harburton era su administrador. Oh, Dios…

Jasmine se puso en pie, secándose los ojos con el pañuelo.

—Voy a decirle a Mildred que no deshaga mi equipaje. Cuando tú le cuentes a Tanner lo que he hecho, papá y yo tendremos que irnos. No te importa contárselo tú, ¿verdad? Yo no puedo contarle una historia tan escabrosa. No aguanto más. Sólo espero que nos perdone a mi padre y a mí y deje que nos marchemos.

Entonces, Jasmine se dirigió hacia la puerta. Claramente, no tenía ganas de estar allí cuando llegara Tanner. Sin embargo, él apareció en el vestíbulo en aquel preciso instante, y la llamó.

Lydia se quedó donde estaba. Ya sabía lo que él iba a decirle a su prima. Se apretó los dedos contra los labios, sufriendo por la muchacha, y vio como Tanner ponía las manos sobre sus hombros y le hablaba con suavidad.

Recordó el día en que él había tenido que ir a Grosvenor Square para informarles de la muerte de Fitz. Qué injusto era que, una vez más, él tuviera que ser el mensajero de una noticia tan horrible. Sufrió también por él.

Jasmine gritó una sola vez y después se desmayó contra el pecho de Tanner.

Él miró a Lydia con una profunda tristeza, pero también con algo más que ella no supo identificar. Tal vez con un sentimiento de protección hacia todos ellos, que había surgido del asesinato de Thomas. Se puso en pie y fue hacia él para ayudarlo con Jasmine, pero él negó con la cabeza, indicándole que permaneciera donde estaba.

Lydia lo observó con impotencia, deseando no tener que contarle todo lo que tenía que contarle, mientras él tomaba a Jasmine en brazos y la llevaba escaleras arriba.