Notas Sección 2

(1) En la 3.ª y 4.ª ediciones se suprime «la circulación mercantil». <<

(2) En la 3.ª y 4.ª ediciones esta frase dice así: «El comercio y el mercado mundiales inauguran en el siglo XVI la biografía moderna del capital». <<

1 La antítesis entre el poder de la propiedad de la tierra, fundado en relaciones de servidumbre y dominación personales, y el poder impersonal del dinero, se resume claramente en dos proverbios franceses: «Nulle terre sans seigneur», y «l’argent n’a pas de maître» [«ninguna tierra sin señor»; «el dinero no tiene amo»]. <<

2 «Con dinero se compran mercancías, y con mercancías, dinero.» (Mercier de la Rivière, L’ordre naturel…, p. 543). <<

3 «Cuando se compra una cosa para venderla nuevamente, a la suma utilizada se la denomina dinero adelantado, cuando se la compra pero no para venderla, cabe denominarla dinero gastado.» (James Steuart, Works…, ed. por el general sir James Steuart, su hijo, Londres, 1805, vol. I, p. 274). <<

4 «No se intercambia dinero por dinero», les grita Mercier de la Rivière a los mercantilistas (op. cit., p. 486). En una obra consagrada ex professo [expresamente] al «comercio» y a la «especulación», se lee lo siguiente: «Todo comercio consiste en el intercambio de cosas de diferente tipo, y la ventaja» (¿para el comerciante?) «surge precisamente de esa diferencia. Intercambiar una libra de pan por una libra de pan […] no supondría ninguna ventaja… De ahí que se compare ventajosamente el comercio con el juego, que consiste en un mero intercambio de dinero por dinero», (Th. Corbet, An Inquiry Into the Causes and Modes of the Wealth of Individuals; or the Principles of Trade and Speculation Explained, Londres, 1841, p. 5.) Aunque Corbet no llega a advertir que DD, el intercambio de dinero por dinero, es la forma característica de circulación no sólo del capital comercial sino de todo capital, concede, por lo menos, que esa forma propia de un tipo de comercio, de la especulación, es común a ella y al juego, pero entonces aparece MacCulloch y descubre que comprar para vender es especular, con lo cual se esfuma la diferencia entre la especulación y el comercio. «Toda transacción en la cual un individuo compra un producto para revender, es, de hecho, una especulación» (MacCulloch, A Dictionary Practical… of Commerce, Londres, 1847, p. 1009). Insuperablemente más ingenuo es Pinto, el Píndaro de la Bolsa de Amsterdam: «El comercio es un juego» (frase tomada en préstamo a Locke) «y no es jugando con mendigos como se puede ganar. Si durante mucho tiempo se les ganara a todos en todo, habría que devolverles amistosamente la mayor parte de las ganancias, para reanudar el juego». (Pinto, Traité de la circulation et du crédit, Amsterdam, 1771, p. 231). <<

5 «El capital se divide… en el capital originario y la ganancia, el incremento del capital… aunque en la práctica misma esa ganancia se convierta de inmediato, a su vez, en capital y se ponga en movimiento con éste.» (F. Engels, «Umrisse zu einer Kritik der Nationalökonomie», en Deutsch-Französische Jahrbücher, ed. por Arnold Ruge y Karl Marx, París, 1844, p. 99.) <<

6 Aristóteles contrapone la economía a la crematística. Su punto de partida lo constituye la primera, en la medida en que el arte de adquirir se circunscribe a la obtención de los bienes necesarios para la vida o útiles para la familia o el estado. «La verdadera riqueza (ο ἀληθινός πλοῦτος) se compone de tales valores de uso, ya que no es ilimitada la medida de este tipo de propiedad suficiente para una vida buena. Existe, empero, otro tipo de arte de adquirir, al que preferentemente y con razón se denomina crematística, a causa del cual la riqueza y la propiedad no parecen reconocer límites. El comercio de mercancías» («ἡ καπηλική» significa literalmente comercio al menudeo, y Aristóteles adopta esta fórmula porque en ella predomina el valor de uso) «no es privativo, de por sí, de la crematística, pues aquí el intercambio sólo concierne a lo necesario para ellos mismos» (el comprador y el vendedor). Por eso, expone más adelante, la forma originaria del comercio era el trueque, pero con su expansión surgió necesariamente el dinero. Al inventarse el dinero, el trueque hubo de desarrollarse necesariamente hasta llegar a ser καπηλική, comercio de mercancías, y éste, en contradicción con su tendencia originaria, se convirtió en crematística, en el arte de hacer dinero. La crematística sólo se distingue de la economía en que «para ella la circulación es la fuente de la riqueza (ποιητικη Χρημάτων… διὰ Χρημάτων διαβολῆς). Y parece girar en torno del dinero, porque el dinero es el principio y el fin de este tipo de intercambio (το γάρ νόμισμα στοιχεῖον καὶ πέρας τῆς ἀλλαγῆς ἐστίν). De ahí que también la riqueza que la crematística trata de alcanzar sea ilimitada. Así como es ilimitado, en su afán, todo arte cuyo objetivo no es considerado como medio sino como fin último —pues siempre procura aproximarse más a ella, mientras que las artes que sólo persiguen medios para un fin no carecen de límites, porque su propio fin se los traza—, tampoco existe para dicha crematística ninguna traba que se oponga a su objetivo, pues su objetivo es el enriquecimiento absoluto. La economía es la que tiene un límite, no la crematística… La primera tiene por objeto algo que difiere del dinero mismo, la otra persigue el aumento de éste… La confusión entre ambas formas, que se sobreponen recíprocamente, induce a algunos a considerar que el objetivo último de la economía es la conservación y aumento del dinero hasta el infinito». (Aristóteles, De Republica, ed. por Bekker, lib. I, caps. 8 y 9 y pássim.) <<

7 «Las mercancías» (el término se usa aquí en el sentido de valores de uso) «no son el objeto último del capitalista mercantil… El dinero es su objeto último.» (Th. Chalmers, On Political Economy…, 2.ª ed., Glasgow, 1832, pp. 165, 166.) <<

8 «Para el mercader casi no cuenta el lucro efectuado, sino que mira siempre el lucro futuro.» (A. Genovesi, Lezioni di economia civile (1765), col. Custodi cit., parte moderna, t. VIII, p. 139.) <<

9 «La pasión inextinguible por la ganancia, la auri sacra fames [maldita hambre de oro] [78], será siempre lo que guíe a los capitalistas.» (MacCulloch, The Principles of Political Economy, Londres, 1830, p. 179.) Naturalmente, el comprender esto no impide que el mismo MacCulloch y consortes, sumidos en perplejidades teóricas, por ejemplo cuando analizan la sobreproducción, transmuten al mismo capitalista en un buen ciudadano al que sólo le interesa el valor de uso y que incluso exhibe un hambre de lobo por botas, sombreros, huevos, telas estampadas y otras clases familiarísimas de valores de uso. <<

[78] Auri sacra fames (maldita hambre de oro). — MacCulloch cita a Virgilio, Eneida, III, 56: «Maldita hambre de oro, ¡qué crímenes no haces cometer a los mortales!» — 187. <<

(3) En la 3.ª y 4.ª ediciones, «valor» en vez de «valor de cambio». <<

10 «Σώζειν» [salvar] es uno de los términos característicos de los griegos para la acción de atesorar. También «to save» significa a la vez salvar y ahorrar. <<

10bis «Esa infinitud de que las cosas carecen en su progreso, lo tienen en su giro.» (Galiani[, Della moneta, p. 156].) <<

11 «No es la materia lo que forma el capital, sino el valor de esas materias.» (J. B. Say, Traité d’economie politique, 3.ª ed., París, 1817, t. II, p. 429). <<

12 «El circulante (!) empleado con propósitos productivos… es capital.» (Macleod, The Theory and Practice of Banking, Londres, 1855, vol. I, cap. I, p. 55.) «El capital es mercancías». (James Mill, Elements of Political Economy, Londres, 1821, p. 74). <<

13 «Capital… valor permanente que se multiplica». (Sismondi, Nouveaux principes d’économie politique, t. I, p. 89). <<

(4) En el original, «comprador o vendedor». <<

14 «L’échange est une transaction admirable dans laquelle les deux contractants gagnent —toujours» (!). (Destutt de Tracy, Traité de la volonté et de ses effets, París, 1826, p. 68.) El mismo libro ha sido editado bajo el título de Traité d’économie politique. <<

15 Mercier de la Rivière, L’ordre naturel…, p. 544. <<

16 «Que uno de esos dos valores sea dinero o que los dos sean mercancías usuales, es un hecho totalmente indiferente.» (Ibídem, página 543). <<

17 «No son los contratantes los que resuelven sobre el valor; éste es previo a la transacción». (Le Trosne[, De l’intérêt social], página 906). <<

(5) En la 3.ª y 4.ª ediciones, «valor» en vez de «valor de cambio.» <<

18 «Dove è egualità non è lucro». (Galiani, Della moneta, página 244). <<

19 «El intercambio se vuelve desfavorable para una de las partes cuando un factor extraño disminuye o aumenta el precio; en ese caso se vulnera la igualdad, pero tal menoscabo obedece a esa causa y no al intercambio.» («Le Trosne», op. cit., p. 904.) <<

20 «El intercambio es, por naturaleza, un contrato de igualdad que se efectúa entre un valor y un valor igual. No es, por tanto, un medio de enriquecimiento, ya que se da tanto como se recibe.» (Ibídem, pp. 903, 904). <<

[79] En Condillac, según TFA 124: «Porque las cosas sólo tienen una venta en relación con nuestras necesidades»… — 194. <<

21 Condillac, Le commerce et le gouvernement (1776), ed. por Daire y Molinari, en Mélanges d’économie politique, París, 1847, pp. 267, 291. <<

22 Le Trosne responde con todo acierto, por eso, a su amigo Condillac: «En la sociedad formada no hay excedente de ningún género». Al propio tiempo, se burla de él diciendo que «si los dos sujetos del intercambio reciben igualmente más por igualmente menos, los dos reciben lo mismo, tanto el uno como el otro». Como Condillac no tiene ninguna noción acerca de la naturaleza del valor de cambio, es el fiador adecuado que elige el señor profesor Wilhelm Roscher para apoyar en él sus propios conceptos infantiles. Véase, de este último, Die Grundlagen der Nationalökonomie, 3.ª ed., 1858. <<

23 S. P. Newman, Elements of Political Economy, Andover y Nueva York, 1835, p. 175. <<

24 «Los vendedores no se enriquecen… por el aumento en el valor nominal del producto… ya que lo que ganan como vendedores lo pierden exactamente en su calidad de compradores.» ([J. Gray,] The Essential Principles of the Wealth of Nations…, Londres, 1797, p. 66). <<

25 «Si se está obligado a dar por 18 libras una cantidad de productos que valía 24, cuando se utilice ese mismo dinero para comprar, se obtendrá igualmente por 18 libras lo que se pagaba a 24». (Le Trosne, op. cit., p. 897). <<

26 «Ningún vendedor puede encarecer regularmente sus mercancías si no se sujeta también a pagar regularmente más caras las mercancías de los demás vendedores; y por la misma razón, ningún consumidor puede […] pagar habitualmente menos caro lo que compra, salvo que se sujete también a una disminución similar en los precios de las cosas que vende.» (Mercier de la Rivière, op. cit., p. 555). <<

27 R. Torrens, An Essay on the Production of Wealth, Londres, 1821, p. 349. <<

28 «La idea de que las ganancias las pagan los consumidores es, no cabe duda, sumamente absurda. ¿Quiénes son los consumidores?» (G. Ramsay, An Essay on the Distribution of Wealth, Edimburgo, 1836, p. 183). <<

29 «Si a alguien le hace falta una mayor demanda, ¿le recomendará el señor Malthus que le pague a alguna otra persona para que ésta se lleve sus mercancías?», le pregunta un ricardiano indignado a Malthus, quien, al igual que su discípulo, el cura Chalmers, glorifica en lo económico a la clase de los meros compradores o consumidores. Véase An Inquiry into Those Principles, Respecting the Nature of Demand and the Necessity of Consumption, Lately Advocated by Mr. Malthus…, Londres, 1821, p. 55. <<

30 A pesar de ser membre de l’Institut [80] —o tal vez por serlo—, Destutt de Tracy era de la opinión contraria. Los capitalistas industriales, afirma, obtienen sus ganancias «al vender todo lo que producen más caro de lo que les ha costado producirlo». ¿Y a quiénes se lo venden? «En primer lugar, a ellos mismos» (Traité de…, p. 239). <<

[80] Membre de l’lnstitut, esto es, del lnstitut de France cuerpo constituido por cinco academias: Académie Française, des Inscriptions et Belles-Lettres, des Sciences, des Beaux-Arts y des Sciences Morales et Politiques. Destutt de Tracy pertenecía a esta última. — 199. <<

31 «El intercambio de dos valores iguales no aumenta ni disminuye la masa de valores existentes en la sociedad. El intercambio de dos valores desiguales… tampoco cambia nada en la suma de los valores sociales, aunque añada a la fortuna de uno lo que quita de la fortuna de otro.» (J. B. Say, Traité d’économie…, t. II, pp. 443, 444.) Indiferente, por supuesto, a las consecuencias de esta tesis, Say la toma prestada, casi literalmente, de los fisiócratas. El siguiente ejemplo muestra de qué modo ha explotado Say, para aumentar su propio «valor», las obras de esos autores, por ese entonces olvidadas. La «celebérrima» tesis de monsieur Say: «No se compran productos sino con productos» (Ibídem, p. 438), reza en el original fisiocrático: «Los productos no se pagan sino con productos». (Le Trosne, op. cit., p. 899). <<

32 «El intercambio no confiere valor alguno a los productos.» (F. Wayland, The Elements of Political Economy, Boston, 1843, página 168). <<

(6) En la 3.ª y 4.ª ediciones se suprime «más». <<

33 «Bajo el imperio de equivalentes invariables, sería imposible el comercio.» (G. Opdyke, A Treatise on Political Economy, Nueva York, 1851, pp. 66-69.) «La diferencia entre el valor real y el valor de cambio se funda en un hecho, a saber, que el valor de una cosa es diferente del presunto equivalente dado por ella en el comercio, es decir, que ese equivalente no es un equivalente.» (F. Engels, «Umrisse zu…», pp. 95, 96). <<

34 Benjamin Franklin, Works, ed. por Sparks, vol. II, en Positions to be Examined Concerning National Wealth [, p. 376]. <<

[81] En Franklin, según TI 164: «La guerra es robo; el comercio generalmente es fraude». — 200. <<

35 Aristóteles, De Republica, cap. 10[, p. 17]. <<

[82] Nuestra traducción se basa en la versión alemana dada por Marx. Una traslación directa de este pasaje (la tomamos de La política, lib. I, cap; III, en Aristóteles, Obras, traducción de Francisco Samaranch, Madrid, 1964, p. 1424) dice así: «Ahora bien: según hemos dicho, este arte es doble: una de cuyas especies es de naturaleza comercial, mientras que la otra pertenece al arte de la administración doméstica. Esta última especie es necesaria y goza de una gran estima, mientras que la otra especie, relacionada con el intercambio, está justamente desacreditada, porque no está de acuerdo con la naturaleza, sino que implica que los hombres tomen las cosas los unos de los otros. Al ser esto así, con toda razón es odiada la usura, porque su ganancia procede del dinero mismo y no de aquello en orden a lo cual se inventó la moneda. La moneda, en efecto, vino a existir para favorecer el intercambio, pero el interés incrementa el valor de la moneda misma —y éste es el origen actual de la palabra griega: el hijo se parece a su progenitor, y el dinero nacido del dinero es el interés—; en consecuencia, esta forma de adquirir riqueza es, entre todas las formas, la más contraria a la naturaleza.»— 200. <<

36 «La ganancia, en las condiciones habituales del mercado, no se obtiene por medio del intercambio. Si no hubiera existido previamente, tampoco podría existir después de efectuada esa transacción.» (Ramsay, op. cit., p. 184). <<

(7) En la 3.ª y 4.ª ediciones, «mercantiles» en vez de «recíprocas». <<

37 Luego de la exposición precedente, el lector comprenderá que esto significa, tan sólo, que la formación del capital tiene que ser posible aunque el precio de la mercancía sea igual al valor de la misma. No se puede explicar esa formación a partir de la divergencia entre los precios de las mercancías y sus valores. Si los precios divergen efectivamente de los valores, es necesario reducirlos primero a estos últimos, esto es, prescindir de esa circunstancia como de algo aleatorio, para enfocar en su pureza el fenómeno de la formación del capital sobre la base del intercambio mercantil y no extraviarse, en su observación, por circunstancias secundarias perturbadoras y ajenas al proceso real. Sabemos, por lo demás, que esta reducción en modo alguno es un mero procedimiento científico. Las constantes oscilaciones de los precios en el mercado, su alza y su baja, se compensan, se anulan recíprocamente y se reducen a su precio medio como a su norma intrínseca. Esta norma es la estrella polar del comerciante o del industrial, por ejemplo, en toda empresa que abarque un período prolongado. Sabe, por tanto, que tomando en su conjunto un lapso considerable, las mercancías no se venderán en la realidad ni por debajo ni por encima de su precio medio, sino a éste. De ahí que si le interesara el pensamiento desinteresado, tendría que plantear el problema en los siguientes términos: ¿Cómo puede surgir el capital hallándose regulados los precios por el precio medio, esto es, en última instancia, por el valor de la mercancía? Digo «en última instancia», porque los precios medios no coinciden directamente con las magnitudes de valor de las mercancías, aunque así lo crean Adam Smith, Ricardo, etcétera. <<

[83] Hic Rhodus, hic salta! (¡Ésta es Rodas, salta aquí!) — En las fábulas 203 y 203b de Esopo (numeradas según la edición crítica de Halm, Leipzig, 1852), tal es la respuesta dada a un fanfarrón que se vanagloriaba de haber efectuado en Rodas un salto descomunal. — 202. <<

38 «Bajo la forma de dinero… el capital no produce ganancia alguna». (Ricardo, On the Principles…, p. 267). <<

39 En enciclopedias generales sobre la Antigüedad clásica puede leerse el disparate de que en el mundo antiguo el capital había alcanzado su desarrollo pleno, «con la salvedad de que no existían el trabajador libre y el sistema crediticio». También el señor Mommsen, en su Römische Geschichte, incurre en un quidproquo tras otro. <<

(8) En el original: «el uno comprador y el otro vendedor». <<

40 Por eso diversas legislaciones fijan un plazo máximo para los contratos laborales. En las naciones donde el trabajo es libre todos los códigos reglamentan las condiciones de rescisión del contrato. En diversos países, sobre todo en México (antes de la Guerra de Secesión norteamericana también en los territorios anexados a México, y, de hecho, en las provincias del Danubio hasta la revolución de Cuza), [84] la esclavitud está encubierta bajo la forma de peonaje. Mediante anticipos reembolsables con trabajo y que se arrastran de generación en generación, no sólo el trabajador individual sino también su familia se convierten de hecho en propiedad de otras personas y de sus familias. Juárez había abolido el peonaje. El llamado emperador Maximiliano lo reimplantó mediante un decreto al que se denunció con acierto, en la Cámara de Representantes de Washington, como una disposición que restauraba la esclavitud en México. «De mis particulares aptitudes y posibilidades físicas y espirituales de actividad puedo… enajenar a otro un uso limitado en el tiempo, porque, conforme a esa limitación, conservan una relación externa con mi totalidad y universalidad. Mediante la enajenación de todo mi tiempo concreto por el trabajo y de la totalidad de mi producción, yo convertiría en la propiedad de otro lo sustancial de los mismos, mi actividad y realidad universales, mi personalidad.» (Hegel, Philosophie des Rechts, Berlín, 1840, SS 67, p. 104). <<

[84] La revolución de Cuza. — Alexandru Cuza, hospodar (príncipe) bajo el cual se habían unificado en 1861 los principados de Moldavia y Valaquia (dando lugar a la formación de la actual Rumania), secularizó los bienes de mano muerta y disolvió en 1864 la Asamblea Nacional, refractaria a sus proyectos de reforma. Abolió luego la servidumbre e implantó una reforma agraria que promovió el desarrollo de relaciones capitalistas en el campo rumano. Fue derrocado en febrero de 1866. — 204; 284. <<

(9) En la 3.ª y 4.ª ediciones la frase comienza así: «Nadie, ni siquiera un músico del porvenir [85], puede»… <<

[85] La referencia al «músico del porvenir» fue tomada por Engels de la versión francesa: «Personne, pas meme le musicien de l’avenir»… (TFA 131). La expresión «música del porvenir» (Zukunftmusik), que se formó en Alemania a mediados del siglo pasado, designaba, por lo general peyorativamente, la música discordante con los cánones de la época, y en particular la de Wagner. Marx despreciaba profundamente a este «músico del estado» (véanse sus cartas a Engels, del 19 de abril de 1876, y a Jenny Longuet, de setiembre del mismo año). — 205. <<

41 Lo que caracteriza; pues, a la época capitalista, es que la fuerza de trabajo reviste para el obrero mismo la forma de una mercancía que le pertenece, y su trabajo la forma de trabajo asalariado. Por otro lado, a partir de ese momento se generaliza por primera vez la forma mercantil de los productos del trabajo. <<

42 «El valor de un hombre es, como el de todas las demás cosas, su precio; es decir, tanto como se paga por el uso de su fuerza.» (Th. Hobbes, Leviathan, en Works, ed. por Molesworth, Londres, 1839-1844, vol. III, p. 76.) <<

43 De ahí que el villicus de la antigua Roma, como administrador al frente de los esclavos agrícolas, recibiera «una ración menor que los siervos, porque su trabajo era más liviano que el de éstos». (Th. Mommsen, Römische Geschichte, 1856, p. 810.) <<

44 En su obra Over-Population and its Remedy, Londres, 1846, William Thomas Thornton aporta interesante información sobre el particular (10). <<

(10) En la 3.ª y 4.ª ediciones la nota dice así: «Cfr. W. Th. Thornton, Over-Population and its Remedy, Londres, 1846». <<

45 Petty. <<

46 «Su precio natural» (el del trabajo)… «se compone de la cantidad de medios de subsistencia y comodidades necesarios, según la naturaleza del clima y los hábitos del país, que mantenga al trabajador y le permita criar una familia que asegure en el mercado una oferta de trabajo no disminuida.» (R. Torrens, An Essay on the External Corn Trade, Londres, 1815, p. 62.) La palabra trabajo se emplea erróneamente aquí por fuerza de trabajo. <<

47 Rossi, Cours d’économie politique, Bruselas, 1843, páginas 370, 371. <<

48 Sismondi, Nouveaux principes…, t. I, p. 113. <<

49 «El trabajo siempre se paga una vez terminado.» (An Inquiry into Those Principles…, p. 104.) «El crédito comercial hubo de comenzar en el momento en que el obrero, el primer artesano de la producción, pudo mediante sus economías esperar el salario de su trabajo hasta el término de la semana, de la quincena, del mes, del trimestre, etc.» (Ch. Ganilh, Des systèmes…, t. II, página 150.) <<

50 «El obrero presta su industriosidad», pero, añade astutamente Storch, «no corre riesgo alguno», salvo el «de perder su salario… El obrero no transmite nada material» (Storch, Cours d’economie politique, Petersburgo, 1815, t. II, pp. 36 y 37). <<

51 Un ejemplo. En Londres existen dos clases de panaderos, los «full priced», que venden el pan a su valor completo, y los «undersellers», que lo venden por debajo de su valor. Esta última clase constituye más de los ¾ del total de los panaderos (p. XXXII en el Report del comisionado gubernamental Hugh Seymour Tremenheere sobre las Grievances Complained of by the Journeymen Bakers…, Londres, 1862). Esos undersellers, casi sin excepción, venden pan adulterado por la mezcla de alumbre, jabón, potasa purificada, cal, piedra molida de Derbyshire y demás agradables, nutritivos y saludables ingredientes. (Ver el libro azul citado más arriba, así como el informe de la «Committee of 1855 on the Adulteration of Bread» y Dr. Hassall, Adulterations Detected, 2.ª ed., Londres, 1861. Sir John Gordon explicó ante la comisión de 1855 que «a consecuencia de estas falsificaciones, el pobre que vive de dos libras diarias de pan, ahora no obtiene realmente ni la cuarta parte de las sustancias nutritivas, para no hablar de los efectos deletéreos sobre su salud». Tremenheere consigna (op. cit., página XLVIII), como la razón de que «una parte muy grande de la clase trabajadora», aunque esté perfectamente al tanto de las adulteraciones, siga comprando alumbre, piedra en polvo, etc., que para esa gente es «absolutamente inevitable aceptar del panadero o en el almacén (chandler’s shop) cualquier tipo de pan que se le ofrezca». Como no cobran hasta finalizada su semana de trabajo, tampoco pueden «pagar antes del fin de semana el pan consumido por su familia durante la semana», y, añade Tremenheere fundándose en las declaraciones testimoniales, «es notorio que el pan elaborado con esas mezclas se prepara expresamente para ese tipo de clientes» («it is notorius that bread composed of those mixtures, is made expressly for sale in this manner»). «En muchos distritos agrícolas ingleses» (pero todavía más en Escocia) «el salario se paga quincenal y aun mensualmente. Estos largos plazos de pago obligan al trabajador agrícola a comprar sus mercancías a crédito… Se ve obligado a pagar precios más elevados y queda, de hecho, ligado al almacenero que le fía. Así, por ejemplo en Horningsham in Wilts, donde el pago es mensual, le cuesta 2 chelines 4 peniques por stone (11) la misma harina que en cualquier otro lado compraría a 1 chelín 10 peniques.» (Sixth Report sobre Public Health by The Medical Officer of the Privy Council…, 1864, p. 264.) «Los estampadores manuales de tela, en Paisley y Kilmarnock» (Escocia occidental) «impusieron, mediante una strike [huelga], que el pago de salarios fuera quincenal en vez de mensual.» (Reports of the Inspectors of Factories for 3lst Oct. 1853, p. 34.) Una gentil ampliación adicional del crédito que el obrero concede al capitalista la vemos en el método de muchos propietarios ingleses de minas, según el cual al obrero sólo se le paga a fin de mes, y en el ínterin recibe adelantos del capitalista a menudo en mercancías que se ve obligado a pagar por encima del precio de mercado (truck-system). «Es una práctica común entre los patrones de las minas de carbón pagar una vez por mes y conceder a sus obreros, al término de cada semana, un adelanto. Este adelanto se les da en la tienda» (esto es, el tommy-shop o cantina perteneciente al patrón mismo). «Los mineros sacan por un lado y lo vuelven a poner por el otro.» (Children’s Employment Commission, III Report, Londres, 1864, p. 38, n.º 192). <<

(11) 7,356 quilogramos. <<