Capítulo 17

- Bien, supongo que eso resuelve la pregunta de qué hacer con él -dijo Noble, golpeando el cuerpo suavemente con la punta de su bota-. ¿Estás seguro de que tu esposa no contrató a nadie distinto a ti y a Nick para que se encargara del asunto?

Harry se armó de valor frente a la desagradable tarea de examinar el hinchado cadáver, dándole la vuelta, tratando de no pensar demasiado en la horrible expresión de su rostro, o en el habitual deterioro de un cuerpo que ha flotado en el agua muchas horas.

- Muy seguro. Todo aquello fue un malentendido entre ella y Thom. Plum quería simplemente chantajear a Spencer. ¿Cuándo te dijo tu hombre que se encontró el cuerpo? -Harry levantó la mirada hacia los dos enormes hombres que estaban parados ante él bajo la pálida luz del amanecer.

El más joven contestó.

- Hace aproximadamente unas dos horas. Encontró el cuerpo enredado en una red cerca del embarcadero, y como era evidente que se trataba de una persona de la alta sociedad, y sabe que yo conozco a todo el mundo, me lo notificó. Se lo dije a papá y él sugirió que como tú estás en contacto con un buen número de confidentes, podrías preguntarles si habían escuchado algo sobre el asesinato de un caballero -Los grises ojos de Nick estaban tan confundidos como los de su padre-. No tenía idea de que tuvieras alguna conexión con el cadáver.

Harry gruñó y llevó a cabo una rápida búsqueda en los bolsillos de Spencer. No encontró nada, salvo unas pocas monedas y una ordinaria caja de rapé con una escena pornográfica pintada en la tapa.

- No le robaron. Interesante. ¿Supongo que no vas a ceder la investigación a las autoridades pertinentes? -dijo Noble.

Harry echó un vistazo al lugar en que se encontraba el policía, haciendo preguntas a un par de marineros borrachos.

- Dudo que tengan capacidad para asumir el reto que el cuerpo de Spencer representa.

- No son tan malos -dijo Nick sonriendo-. Stanford no lo hace nada mal, aunque es un poco testarudo cuando se trata de hablar de rormas.

- ¿Stanford? -Harry se incorporó lentamente, frotándose la nariz, y frunciendo el ceño al escuchar el nombre.

- Sir Paul Stanford. Es el je de la policía de la ciudad.

- Sí, he oído hablar de él. -La mirada de Harry se encontró con la de Noble. Este último levantó sus cejas de ébano-. Sir Paul era el hermano de sir William. Estuvo fuera del país unos cuantos años. Tenía unos asuntos que resolver en Canadá, algo que tenía que ver con el comercio. Uno de mis hombres lo estuvo investigando. Ya hace más de un año que regresó a Inglaterra.

- Interesante -dijo Noble-. Entonces ¿no tendrá algo que ver con tu otro asunto?

- No lo creo. Aunque supongo que todo es posible. Tengo un hombre echando una exhaustiva mirada a sus asuntos. -Harry examinó el cuerpo una vez más antes de cubrirlo con una manta; luego, los tres hombres empezaron a encaminarse lentamente hacia sus carruajes.

- Spencer fue estrangulado, de eso no cabe la menor duda, pero, ¿quién lo hizo? ¿Por qué? Dando por cierto que Plum no contrató a nadie para matarlo, y yo tampoco… ¿Quién querría matar a Spencer?

- Suena a dura tarea para tus investigadores -dijo Noble-. ¿Cómo vas con tu otra investigación?

Harry suspiró y se subió al carruaje tras su amigo. Nick se sentó en el asiento opuesto, sus ojos se mostraban interesados y vigilantes. Harry dudó de la conveniencia de hablar sobre la amenaza a sus hijos, pero al final se resignó mentalmente. Les había contado a los dos hombres la historia de Plum y de Spencer tras ver el cadáver, porque confiaba en ellos. Que Nick también se enterara de la otra cuestión no importaría demasiado.

- La otra investigación no está progresando mucho. Las pocas pistas que teníamos sobre hombres conocidos por trabajar en el grupo anarquista liderado por sir William, no valen porque están muertos o en prisión. Tenía pocos familiares y muchos menos amigos. No queda nadie más del grupo anarquista. No podemos encontrar pruebas de que alguna persona que trabajara con él en el Ministerio del Interior tuviera segundas intenciones. Si no fuera porque Briceland tenía la maldita carta, diría que todo es un fraude, un engaño.

- ¿Qué harás ahora?

Harry se recostó en los suaves cojines del carruaje, cerrando los ojos por unos momentos mientras trataba de organizar sus pensamientos.

- Primero contrataré unos cuantos hombres más para que investiguen las actividades de Spencer desde su regreso a Inglaterra. Después me voy a reunir con los hombres que investigan a Stanford y veré si han averiguado algo nuevo. Más tarde iré a hablar con sir Paul Stanford y le preguntaré sobre su hermano y sobre Spencer. Luego… -Harry abrió los ojos y le sonrió a su amigo de infancia- tengo la intención de enseñarle a mi esposa una o dos ejercicios de gimnasia que seguramente no ha ensayado antes.

El día transcurrió rápidamente para Harry. Reunió a sus hombres, encomendó tareas a aquellos que estaban llevando a cabo investigaciones poco útiles sobre un hombre que supuestamente había muerto quince años atrás, recibió un informe del hombre encargado de la seguridad de su familia, se reunió con lord Briceland para discutir la posibilidad de que uno de los secretarios menores que se había fugado con unos fondos fuera la persona que él buscaba, almorzó con Noble en su club mientras ambos enviaban espías para que pulsaran el sentimiento de la gente ante la muerte de Spencer, que no había causado mucha impresión porque, como Spencer había permanecido tanto tiempo fuera del país, casi nadie lo recordaba. Por último, envió una nota a Plum diciéndole que llegaría a casa a cenar, y recibió respuesta a su petición de una cita con sir Paul Stanford.

- Veré a sir Paul mañana -le dijo a Noble momentos después, mientras ambos hombres tomaban sus respectivos caminos al atardecer.

Para entonces, los confidentes ya habrían podido recoger alguna información sobre los quehaceres de Spencer. No le interesaba particularmente quién había matado a aquel hombre. De todas maneras, Plum querría saberlo, así que no costaba nada echarle un vistazo más profundo a su vida.

- No cuesta nada hacer unas pesquisas -consintió Noble, dándole una palmada a Harry en el brazo mientras se despedían-. Disfruta con tus gimnasias. Ejem… ¿Crees que podrás conseguirme una copia del libro? Tengo la sensación de que a Gillian le gustaría, no porque no sea bastante imaginativa, que lo es, pero estabas extraordinariamente demacrado esta mañana, y sin embargo, tenías tal expresión de satisfacción y felicidad que me parece que el libro tiene que ser fantástico.

Harry le devolvió la palmada, con bastante fuerza después de aquel comentario. Fue lo suficientemente fuerte como para hacerle saber que agradecía sus palabras.

- ¿Crees que podrás soportarlo, abuelo? Eres cinco años mayor que yo. Gillian jamás me perdonaría si las gimnasias te matan.

- Bueno, si quieres cruzamos guantes mañana en Five Courts. Ahí veremos quién es demasiado viejo.

Harry se oprimió los nudillos con deleite.

- Acepto. Hace ya mucho tiempo que no boxeamos un poco. Todavía tienes una deuda conmigo desde aquella vez que me dejaste un ojo morado. -Noble se frotó el bulto que coronaba su antes perfecta nariz.

- Y tú desde la vez que me rompiste la nariz… Y una cosa más.

Harry le lanzó una mirada llena de preocupación.

- ¿Qué ocurre?

- Ten cuidado. Con todos los hombres que acompañan a tu esposa y a tus hijos para cuidarlos, tu asaltante misterioso pensará que es más fácil asaltarte a ti.

- No te preocupes. Sé cuidarme.

Harry sacudió la cabeza y despidió a su amigo con un ademán. Aún pensaba en todas las torturas que desearía infligir al tipo que había intentado hacerles daño a sus hijos cuando el carruaje se detuvo a la puerta de la casa. Harry frunció el ceño. Parecía haber una considerable cantidad de personas en la calle, y había jaleo. ¿Eran gritos lo que se escuchaba en el interior de la casa?

Harry se abrió paso a través de la multitud que se había agrupado al pie de las escaleras que conducían a la puerta. Subió las escaleras corriendo con el corazón encogido.

Se encontró con una escena tan sorprendente que se detuvo instantáneamente. Era como si un tornado hubiera pasado por el salón, pero no un tornado de vientos huracanados, sino de niños y gatos, entre otras criaturas. Muchos gatos, que enseguida reconoció como las mascotas de Thom. Los gatos corrían trazando un frenético círculo alrededor del perímetro del salón. Eran perseguidos por un ternero blanco y negro con un corto pedazo de cuerda atado alrededor de cuello y una mirada salvaje en los ojos. MacTavish perseguía a todos los animales; el pequeño estaba desnudo, excepto por un par de pantuflas, demasiado grandes, que Harry reconoció como uno de sus viejos pares. Dos criados y George perseguían a MacTavish. Un poco más allá del círculo de animales, un hombre yacía sobre el suelo, sin duda inconsciente. Otro hombre se encontraba medio caído, apoyado sobre las rodillas y las manos, y de vez en cuando se protegía la cabeza con los brazos mientras gritaba maldiciones a los mellizos, quienes se turnaban para golpearlo con dos bacinillas. Afortunadamente, se dijo Harry, las bacinillas no habían sido usadas antes de que los mellizos decidieran emplearlas para golpear al extraño.

Enseguida vio el resto de la escena. Thom estaba discutiendo violentamente con un hombre vestido con la oscura ropa de un oficial de vigilancia. Agitaba las manos y gritaba por encima del ruido causado por los niños y los animales. Más allá de Thom, un hombre de mediana edad estaba siendo abordado por Digger e India, quienes trataban de alejarlo de la puerta de la biblioteca. El hombre intentaba, obviamente, no hacer daño a los niños, mientras procuraba que no le agarraran. Pero, en el momento en el que quitaba una mano, otra mano se aferraba a él. Mientras todo esto ocurría, los niños gritaban desaforadamente. Plum estaba de pie en el marco de la puerta que daba a la biblioteca, agitando las manos y exigiendo a Juan que se quitara del lugar en el que se encontraba con los brazos abiertos, como si la estuviera protegiendo.

Harry observó todo durante un momento: animales, niños, sirvientes, extraños y Plum; luego se llevó dos dedos a la boca y emitió un atronador y agudo silbido.

Milagrosamente, funcionó. Tras unos instantes de estupor general, los animales, los niños, los sirvientes, los extraños y Plum se abalanzaron hacia él dando gritos.

- ¡Alto! -gritó Harry y se dispuso a restaurar el orden. Se quitó la chaqueta y se la pasó a George-. Los niños, a la derecha, a ese rincón. George, ponle esto a MacTavish. Ben, Sam y Juan poneos ahí, a la izquierda, cerca de la puerta. Usted, el que está arrodillado, ayude a su amigo a levantarse y acomódelo en esa silla. No sé quién es usted, señor, pero le agradecería que dejara de mirar a mi esposa, ella se encuentra en un estado delicado. Por favor, muévase hacia allá, cerca de las escaleras. Plum… -Harry abrió los brazos. Ella corrió hacia él y se colgó de su cuello, mientras miraba hacia atrás para ver al hombre en cuestión.

- Harry, ese hombre dice que Charles está muerto. ¿Es cierto eso? ¿De verdad está muerto? ¿Acaso tú… tú no… tú no arreglaste…?

- Sí, sí, está muerto, pero yo no arreglé nada. -Harry le dio un pequeño beso en la cabeza. Suavemente le quitó las manos de su cuello y señaló con la cabeza hacia los hombres-. ¿Son policías?

El hombre hizo un gesto a mitad de camino entre la reverencia y el asentimiento. Era unas pocas pulgadas más bajo que Harry y tenía ojos negros que brillaban con fuerza bajo el suave resplandor de las lámparas.

- Yo soy sir Paul Stanford, señor. Tengo el honor de ser el je de policía de la ciudad. Si pudiera tener una conversación con usted y su señora, creo que aclararíamos esta situación.

- ¡No se llevará a mi muy señora en custodia! -gritó Juan, logrando liberarse de los criados que lo sujetaban, para lanzarse hacia Plum, abriendo sus brazos lo más que pudo para protegerla-. ¡Le arrancaré el corazón y me lo comeré frente a sus negros ojos si intenta llevársela, gusano de los más pestilentes!

- No dejes que se lleven a Plum -gritó India, corriendo hacia donde ella estaba. Los otros niños salieron tras ella, rodeando a Plum y a Harry.

- ¡Nos gusta! ¡Queremos que se quede! Nos lleva a lugares y no nos obliga a hacer tareas y deja que yo me recoja el cabello. ¡No dejes que ese hombre se la lleve!

- ¡Quiero a mamá! -dijo MacTavish levantando los brazos.

- Oh, queridos niños -balbuceó Plum, abarcándolos a todos con un gran abrazo-. ¡Todos vosotros significáis tanto para mí! No os amaría más aunque os hubiera parido yo misma. Mis dulces y adorables amores.

Harry tenía un mal presentimiento, muy malo. Miró sobre la cabeza de Plum hacia el lugar en el que se encontraba sir Paul.

- ¿Le importaría explicarme por qué mi familia y mis criados están convencidos de que usted se quiere llevar a mi esposa arrestada?

Sir Paul parecía algo avergonzado.

- ¿Podríamos discutir este asunto en privado?

Plum soltó a los niños y se volvió hacia Harry, sus adorables ojos aterciopelados ahora rlejaban inquietud y dolor.

- Sir Paul dice tener pruebas de que yo maté a Charles. Dice que tiene una carta de él amenazándome, y uno de sus hombres…

- Al que golpeamos en la cabeza hasta que se echó a dormir -interrumpió Anne con gran satisfacción, señalando al hombre medio inconsciente que se encontraba ahora sobre una silla.

- Que uno de sus hombres encontró mis notas sobre posibles escándalos cuando registró la casa. Querido, yo no lo maté.

Harry tomó el rostro de Plum y, delante de todos, la besó para acallar las protestas de sus labios.

- Sé que no lo hiciste, mi amor. No te preocupes, aclararemos esto.

Plum tembló, pero no fue por miedo, sino por el amor que sentía en lo más profundo de su alma, que la hacía sentirse invencible en ese momento. Siempre y cuando tuviera a Harry, Thom y los niños, nadie podría hacerle daño. Plum se dio la vuelta para encararse con el individuo que con tanta seriedad le había anunciado que tenía razones para creer que ella estaba involucrada en la muerte de Charles.

- ¿Quiere usted dirigirse a la biblioteca, sir Paul? Thom, George, tú y los criados llevad a los niños al parque, a su paseo diario. Juan, agradezco enormemente su valiente y generoso acto de intentar salvarme, y su propuesta de arrancarle el corazón a sir Paul, freírlo y comérselo ante todo el mundo… De verdad, gracias. Harry, ¿vamos?

- Por supuesto, vamos -dijo Harry, dedicando a Juan una significativa mirada mientras éste, antes de retirarse besaba las manos de la señora.

Con la cabeza muy alta, Plum encabezó la marcha hasta la biblioteca. Una vez allí, se sentó en una de las dos sillas frente a la enorme mesa de ébano que Harry utilizaba como escritorio.

- ¿Quiere repetirle a mi marido lo que me dijo a mí?

Sir Paul aceptó la invitación a sentarse que le hizo Plum, indicándole la segunda silla. Su rostro mostraba mucho apuro y bastante desagrado por la tarea que tenía entre manos. Harry, para sorpresa de Plum, no usó su asiento en el escritorio y se quedó de pie detrás de ella, posando una mano sobre su hombro para mostrarle apoyo. La alegría se desbordó dentro de Plum durante unos escasos y preciosos segundos, antes de que las palabras de sir Paul la desinflaran, convirtiendo su interior en un ámbito doloroso, gélido.

- Con la mayor reticencia le informo de que me han ordenado llevarme a lady Rosse bajo custodia hasta el momento en que el magistrado pueda estudiar el caso abierto contra ella: la misteriosa muerte del honorable Charles Spencer, hermano menor del duque de Saint Mead.

- ¿Qué caso? -preguntó Harry con voz aparentemente fría, pero que Plum conocía muy bien. La creciente presión que notaba en el hombro revelaba la ira contenida de su marido-. ¿Qué razón, qué evidencia puede usted tener que le haga pensar que mi esposa, una dama, una marquesa, ensuciaría sus manos con el asesinato de un hombre tan completamente ajeno a ella?

Plum sonrió tristemente para sus adentros. Harry estaba usando lo que ella había denominado como su voz de marqués; la que utilizaba cada vez que quería intimidar a alguien con sus títulos y sus posibles influencias. Por desgracia, no creía que pudiera impresionar mucho a sir Paul.

- Hay tres razones por las cuales creemos que lady Rosse está involucrada en la muerte del señor Spencer. La primera, es esta carta que encontramos con su cuerpo.

Harry se estremeció por un momento, mientras sir Paul le alcanzaba una deteriorada y arrugada carta. Plum tembló al verla. La había leído antes, cuando sir Paul había venido a detenerla. Plum no podía negar que la carta era de Charles y estaba dirigida a ella. Harry comenzó a leerla en silencio

- Bueno… hay una vaga insinuación, y una aún más vaga amenaza…

- Continúe leyendo en voz alta -dijo sir Paul con gesto impenetrable.

Si usted no me paga la suma que discutimos el pasado lunes, me veré obligado a revelar todo lo que sé y, de esa lamentable manera, causaré su ruina y la de su marido. No le he hablado a nadie de nuestro pasado, pero no se engañe al pensar que el precio de mi silencio es la gratitud. No temo mezclar mi buen nombre con la murmuración. Nuestra relación era de tal naturaleza que la censura no puede caer sobre mí. Cosa distinta será que su logro literario sea conocido. Espero que no piense que la amenazo en vano. Estaré encantado de enviarle una copia de la carta que espera mi consentimiento para ser enviada al Times. Ellos, sin duda alguna, la publicarán inmediatamente después de recibirla. Siempre, suyo… No veo cómo las amenazas de chantaje de Spencer llegaron a hacerle pensar que mi esposa, que además se encuentra delicada, pudo asesinar a ese hombre. ¡Es inaudito! ¡Completamente improbable! Usted también podría decir, entonces, que mis hijos son tan sospechosos de su muerte como mi esposa.

Plum intentó esbozar una sonrisa ante el indignado intento de Harry de protegerla. La verdad era mucho menos divertida.

- Por favor, señor, como puede suponer, no hay cargo alguno contra sus hijos, pero como ellos lograron derribar a uno de mis hombres armados con sólo dos bacinillas, y estaban más que dispuestos a derribar al segundo…

Harry carraspeó.

- Lo sé. Lo sé, disculpe. Lo que quiero decir es que esta carta no prueba la culpabilidad de Plum.

- También está esto.

Plum se humedeció los labios nerviosamente. No tuvo problema en reconocer las engañosas páginas que había usado para describir las posibles situaciones de escándalo. Harry les echó un vistazo, sin siquiera molestarse en cogerlas.

- Conozco esas anotaciones. Mi esposa tiene ambiciones literarias. Sin duda alguna, estaba plasmando en el papel algunas escenas para una novela.

- ¿Una novela que incluye una gran cantidad de posibles métodos para arruinar a un hombre llamado Charles?

- Siempre he detestado el nombre Charles -dijo Plum, sin tener la más mínima esperanza de que sir Paul la creyera.

Los ojos negros de sir Paul la miraron fijamente. Los dedos de Harry se apretaron sobre los hombros de Plum, con tanta fuerza que le hizo daño.

- Señora, no dudo que usted tenga grandes aptitudes literarias… Cualquiera que sea capaz de escribir un libro tan imaginativo y lleno de detalles como la Guía para la gimnasia conyugal podría pensar creativos métodos para destruir al hombre que amenazaba su futuro… Pero no creo, ni por un momento, que usted haya escrito estas descripciones como simple obra de ficción.

- Dijo usted que había tres evidencias -señaló Harry con voz lo más neutra posible. No quería que Plum se enzarzase en una discusión con el policía-. ¿Cuál es la tercera?

- Una descripción de un testigo, un hombre que vio al señor Spencer caminando anoche con una mujer muy agitada, parecida a lady Rosse, una mujer que llevaba un vestido azul y dorado, notoriamente similar al que encontramos en el guardarropa de lady Rosse.

- Eso es ridículo -resopló Plum, consciente de que si sir Paul descubría que se había ido de la casa de los Darvell temprano, estaría en verdaderos apuros.

- Mi sobrina y yo fuimos anoche a una cena privada en la casa de sir Ben y lady Darvell. Ellos pueden decirle que estuvimos allí.

- Ya he hablado con lady Darvell -contestó el je de policía, y sus ojos se encendieron con una luz algo maliciosa, que hizo que toda la esperanza de Plum se derrumbara como un castillo de naipes-. Ella dice que usted salió temprano, sin su sobrina, que se quedó un rato más en la casa. Nadie recuerda haberla visto salir. Y encuentro eso extremadamente… curioso.

Plum miró a Harry, sin estar segura de qué decir sobre su cita.

- Mi esposa estuvo conmigo, después de salir de la casa de los Darvell -dijo Harry rápidamente-. Puedo testificar sobre el lugar en el que ella se encontraba desde las nueve de la noche. Su testigo se equivoca.

- No dudo que usted pueda atestiguar a su favor -dijo sir Paul suavemente-. Desgraciadamente, algunas veces los caballeros se equivocan en asuntos como el tiempo. Especialmente, cuando esto involucra a sus esposas.

- Maldita sea, ¿me está llamando mentiroso?

Plum se incorporó, sujetando Harry para que no se abalanzara sobre el policía.

Sir Paul también se levantó lentamente como regodeándose en la impotencia del marqués.

- Yo no sería tan tonto, señor. Simplemente, sugiero que usted podría estas equivocado. Ahora, si me disculpa, debo regresar a mi oficina… con lady Rosse. Estoy seguro de que usted entiende que lamento mucho tener que pedirle que me acompañe, pero como usted no tiene explicación a las pruebas que he presentado… -Se encogió de hombros delicadamente.

Plum decidió que lo odiaba, pero también se dio cuenta de que si no estaba de acuerdo con ser llevada bajo custodia, Harry lucharía hasta la muerte para mantenerla en libertad, y no podía permitir aquello; no podía crearle más problemas. Tenía que irse con el odioso sir Paul, por mucho que le doliera.

- Sus pruebas acusatorias no son más que patrañas insustanciales e increíbles. No voy a tolerar que usted calumnie a mi esposa de esta manera. ¡Sólo se la llevará de esta casa pasando por encima de mi cadáver!

- Harry -dijo Plum, dándole la espalda a sir Paul y mirando a su esposo. Tomó una de sus manos y acarició los nudillos suavemente contra su mejilla, sonriendo para aplacar la incontenible furia del marido-. Todo saldrá bien. Los dos sabemos que soy inocente, y los inocentes no tenemos nada que temer. Me voy a ir con sir Paul ahora y tú vas a llamar a tu abogado y te asegurarás de que me saquen bajo fianza y me dejen bajo tu custodia.

- No. Es impensable que se lleven a mi esposa como si fuera una vulgar criminal.

- Lo sé, mi amor. No me gusta más que a ti, pero no voy a permitir que nadie más sufra por la locura y la crueldad de Charles. Debes proteger a los niños. Una vez que el escándalo de Vyvyan La Blue se haga público, necesitarán tranquilidad y protección.

- Plum, no puedes hacer esto. -Harry había cambiado su expresión iracunda por un aire terriblemente sombrío-. No puedes abandonarme. Te necesito.

- Y yo te necesito a ti -susurró Plum, molesta porque una escena tan íntima tuviera que ser presenciada por sir Paul. La mujer se tragó las lágrimas que pugnaban por aflorar a sus ojos, consciente de que debía quitar dramatismo a la situación para evitar que Harry echara por las bravas al je de policía de su casa. Sonrió y le tomó la mano a Harry, posándola sobre su aún plano abdomen-. Los dos nos necesitamos, pero no me puedes ayudar si te arrestan por ataque a la autoridad o algo aún peor. Debes dejar que me vaya con él. Debes quedarte aquí y proteger a los niños del escándalo. Te amo. Te necesito. Pero en este momento te necesito aquí, en la casa, más que a mi lado. -Suavizó sus palabras con un beso, y sus labios se aferraron a los de Harry como si odiaran separarse.

La mandíbula de Harry se tensó a medida que miraba sobre su hombro.

- Lo menos que puede hacer es no decirle a nadie que Plum es Vyvyan La Blue. Si eso se hace público, arruinará su reputación.

- Y, sin duda alguna también la suya, señor -dijo sir Paul con una leve reverencia que no logró esconder cierta leve sonrisa que hizo que aumentara el odio que Plum ya sentía por él-. Por supuesto que intentaré por todos los medios hacer cuanto esté a mi alcance por lady Rosse, pero los periódicos tienen muchas maneras de descubrir los pequeños y sucios secretos.

Los dedos de Harry se apretaron alrededor de Plum.

- Todo irá bien, Harry, te lo prometo. No estaremos separados por mucho tiempo. Debes quedarte aquí. Cuento contigo para… cuento contigo. -Plum frunció el ceño. Le había asaltado un repentino pensamiento. Se dio la vuelta para mirara a sir Paul.

- ¿Cómo supo usted lo de Vyvyan la Blue?

- ¿Cómo dice? Oh, la carta de Spencer mencionaba eso.

Una rápida mirada de inteligencia de Harry le confirmó su creciente sospecha.

- ¿De veras? Yo no recuerdo que se ririese específicamente al nombre del libro. Sólo hablaba de mi logro literario.

- La carta no decía nada concreto -dijo Harry colocándose frente a ella, al tiempo que la empujaba suavemente detrás de él.

- Usted se equivoca. Recuerdo perfectamente que Spencer se rería a lady Rosse como la autora de un libro que causaría un gran escándalo si llegase a hacerse público.

- Un hecho que, al parecer, le causa a usted gran placer -gruñó Harry.

Plum se movió para colocarse al lado de su esposo. No quería esconderse tras él, sino junto a él, para enfrentarse hombro con hombro a aquel individuo que le parecía cada vez más sospechoso.

- ¿En dónde mencionó eso Charles? No estaba escrito en la carta que usted me enseñó.

- Ni en la otra que me enseñó usted.

- Usted misma, señora, confirmó que la caligrafía correspondía a la de Charles Spencer -dijo sir Paul, pero Plum lo interrumpió antes de que pudiera seguir hablando.

- Yo dije que creía que era la letra de Charles, pero no puedo estar segura.

- No importa si Spencer fue quien escribió la carta -dijo Harry suavemente. Plum se dio cuenta de que los músculos de Harry estaban tensos, como si estuviera listo para saltar-. No había ninguna mención de Vyvyan la Blue en la carta. Lo que nos devuelve a la pregunta de mi esposa. ¿Cómo supo usted eso?

Sir Paul le miró con un gesto lleno de desdén y condena.

- ¿Acaso eso importa? El hecho es que su esposa es una pornógrafa. Solamente eso sería suficiente para un arresto.

- No lo creo -dijo Harry tranquilamente. Plum lo miraba con cautela, preocupada por la anormal falta de emoción en su rostro, habitualmente signo de que estaba a punto de estallar.

La sensación de que Harry era una fiera a punto de atacar se incrementó por la manera en que se estaba moviendo hacia sir Paul. Cada movimiento estaba lleno de elegancia masculina y de fuerza.

- Plum, ¿quiénes son las únicas personas que conocen la verdadera identidad de Vyvyan la Blue?

- Tú, Thom, mi amiga Cordelia, que jamás lo revelaría, el señor Belltoad, el editor, y Charles.

Sir Paul empezó a protestar, pero la voz de Harry le cortó como un látigo.

- Y de esas cinco personas, ¿quién te imaginas que le contaría, más probablemente, a sir Paul quién eres tú?

Plum miró al hombre, notando que empezaba a surgir una línea de sudor a lo largo de su frente.

- Sólo se me ocurre Charles.

- Eso es ridículo…

- ¡Silencio! -rugió Harry. Entonces, su voz volvió a su calma habitual, aunque aún hablaba de aquella manera controlada que le advertía a Plum que estaba increíblemente furioso. Si sospechaba lo mismo que ella, tenía todo el derecho a estar furioso-. Estoy de acuerdo con tu razonamiento, Plum. Si seguimos esa idea hasta su conclusión lógica, debemos deducir que este hombre no puede saber la verdad sobre Vyvyan la Blue… a no ser que alguien se lo haya contado. Y ese alguien sólo puede haber sido Charles. Tal vez se lo encontró anoche, después de que Spencer saliera de nuestro hogar expulsado por los niños, escapándose hacia la noche como el cobarde que era.

Sir Paul emitió un iracundo suspiro, pero no dijo nada.

- Pero, ¿cómo sabía él que Charles había entrado a la casa? -preguntó Plum, manteniendo un ojo sobre el je de policía-. Cómo pudo él ver que Charles se iba… A menos que estuviera… ¡Oh!

- Sí -asintió Harry, acercándose lentamente a sir Paul-. Sólo pudo ver a Spencer si pasaba casualmente frente a la casa en ese momento, lo cual sería una coincidencia tan improbable que ni siquiera vale la pena tenerla en cuenta… o, si estaba vigilándonos.

- Los niños. -Plum respiró, sus puños se apretaron a medida que la furia crecía dentro de ella-. ¡Él es el hombre que secuestró a los niños! ¡Él es el que los amenazaba y quien trató de hacerles daño!

Sir Paul dio un traspié hacia atrás, mientras Plum se abalanzaba sobre él. Pero Harry la agarró y la echó hacia atrás.

- Todo lo que ustedes han dicho no son más que burdas especulaciones -dijo sir Paul pesadamente. Con un ágil movimiento sacó una pistola de su abrigo. La amartilló y apuntó a Plum-. Mientras yo esté a cargo de la policía, usted no podrá comprar a la justicia con su dinero o su título. Su esposa será declarada culpable de asesinato, y la condena estará basada en las pruebas que yo le suministre al magistrado. Será ahorcada y usted, mi querido lord Rosse, se quedará en este mundo para sufrir el resto de sus días después de que se haga justicia.

- Pero, ¿por qué? -preguntó Plum, con los ojos fijos en el hombre que se encontraba frente a ellos. Harry parecía muy sereno, pero ella podía sentir su enorme tensión en el brazo que él deslizó alrededor de su cintura.

- Sir William Stanford era el hermano de sir Paul. ¿Por qué tardó tanto en aparecer la carta que su hermano le envió? ¿Se tomó usted todo ese tiempo para amasar su fortuna en Canadá, antes de buscar venganza?

- Así que ese jovenzuelo, ese bastardo, se la entregó, después de todo. Debí encargarme de él cuando tuve la oportunidad de hacerlo. William le dio la carta a un maldito y estúpido sirviente que se olvidó de ella. Cuando murió, a principios de este año, encontraron la carta con sus pertenencias y me la enviaron. -La boca del policía se curvó, mientras lanzaba sordos insultos a Harry-. Juré que me cobraría venganza sobre usted y su familia por acabar con la vida de mi hermano. Usted habría podido mantener en secreto la manera en que él murió, le hubiera podido proporcionar un funeral digno de un héroe, pero no lo hizo. Se aseguró de que ese pequeño escándalo estuviera en boca de todos, burlándose así de él, mofándose de él, burlándose de mí por ser el hermano de un cobarde. El incendio en su casa, los accidentes que preparé para sus hijos. Juré que su familia sufriría lo mismo que yo, cuando se supo que William se había quitado la vida. En cuanto a su esposa, fue una simple coincidencia haberme enterado de su secreto, pero tengo la intención de usarlo para llevarlo a usted a su destrucción, tal y como usted destruyó a mi hermano.

Plum se dio cuenta de que la mano de Harry, posada sobre su cadera, estaba presionando para echarla hacia atrás. Sin duda alguna, el muy tonto creía que si la empujaba hacia atrás, cuando atacara a sir Paul él no recibiría ningún disparo porque ella era su objetivo. Eso, por supuesto, no era cierto. Sir Paul quería destruir a Harry.

Su adorado Harry, normalmente tan inteligente en estas situaciones, esta vez era un completo obtuso.

Sir Paul sonrió, una desagradable y empalagosa sonrisa de malicia pura se dibujó en su rostro, aterrorizando a Plum.

- Si usted no me permite llevarme a su esposa bajo arresto, lamentablemente, he de dispararle a usted y matarlo, por violenta obstrucción a la justicia. Una tragedia, pero, desgraciadamente, algo inevitable.

Plum sabía que Harry iba a atacar, incluso antes de que sir Paul se moviera. Sus dedos se apretaron sobre ella, empujándola hacia abajo. Plum tenía previsto aquel movimiento, pero, sabiendo que sir Paul la necesitaba viva para atormentar a Harry, se lanzó entre los dos hombres gritando «no», pero justo en ese momento Harry la agarró.

La detonación de la pistola ensordeció a Plum; el olor a pólvora le quemaba los ojos. El tiempo se detuvo mientras ella se levantaba frente a Harry, observando cómo surgía la sorpresa en los ojos de sir Paul.

La mujer se miró el cuerpo, asombrada al ver florecer una mancha roja en su costado, que empapaba rápidamente su vestido en un círculo que se expandía.

- Estaba equivocada -dijo Plum, desconcertada, mientras Harry lanzaba un juramento, saltando para arrebatarle la pistola a sir Paul, antes de agarrarlo y golpearlo violenta y repetidamente contra la pared de la biblioteca, hasta que su cuerpo colgó sin fuerzas en las manos de su atacante. Harry soltó al hombre en el suelo y corrió hacia Plum, que se tocaba suavemente la mancha del vestido-. Me equivoqué. Él sí me disparó, no lo entiendo. Lo tenía todo previsto, pero me disparó de todas maneras. No se suponía que fuera a hacerlo. Harry, me han disparado. ¿Crees que será grave? ¿Debo desmayarme?

- Plum, Plum, mi hermosa, valiente y ridículamente maravillosa Plum, puedes desmayarte si quieres, sé de muy buena fuente que las mejores mujeres a quienes les disparan siempre se desmayan. -Harry la alzó en sus brazos, acunándola como si estuviera hecha de la más fina porcelana. La angustia patente en la voz de Harry la reconfortaba, mitigando en parte el agudo y gélido dolor que empezaba a latir fuertemente en su costado.

- ¿Crees que le habrá hecho daño al bebé? -preguntó Plum, teniendo la repentina sensación de que Harry se encontraba muy lejos de ella. Su voz era distante y difícilmente descifrable, y su rostro parecía oscurecerse.

- No, el bebé estará a salvo. Y tú también. Estarás en buenas condiciones, como siempre, en sólo uno o dos días.

- Ah, bien. Creo que me desmayaré ahora, si no te molesta. Si todas las mujeres lo hacen, creo que yo también debería hacerlo. -En ese momento su propia voz le sonaba distante y extraña, como si le perteneciera a otra persona. Plum trató de aferrarse a Harry, pero no logró hacer que sus brazos funcionaran. Se relajó apretada contra él, abandonando la lucha, hundiéndose silenciosamente en el olvido que la reclamaba.