- ¿Entonces? -preguntó Thom, dos días después, entrando de golpe en el estudio de Plum.
- Tengo una cita esta noche para encontrarme con un hombre que, según tu ladrón, se hará cargo de mi problema -dijo Plum con tono triunfante.
- Gracias a Dios -dijo Thom dejándose caer desmadejadamente en una silla cercana-. Sabía que Nick no me decepcionaría. Es tan maravilloso, ¿no te parece? Fue muy valiente en Vauxhall.
Plum retiró la mirada de los ojos de su sobrina y la posó sobre una carta que la joven había recibido de su ladrón, el joven llamado Nick.
- Su escritura es legible, eso se lo concedo, pero…
- Lo sé -dijo la muchacha, balanceando los pies ociosamente mientras se recostaba sobre la silla-. Pero es… un buen ladrón, de eso estoy segura.
- Un ladrón no es, de ninguna manera, un pretendiente apropiado para una señorita de tu origen -dijo Plum severamente, aunque sospechaba que su opinión no serviría de mucho. Thom se pasaban la vida rescatando a una u otra criatura. Normalmente eran gatos y perros, pero, evidentemente, ahora creía que su ladrón era mucho más importante que cualquier mascota-. Estoy segura de que no es bueno que intimes con él. No es un…
El rostro de Thom tomó una expresión rígida.
- Él no es, ¿qué?
Las manos de Plum hacían gestos expresivos en el aire. Odiaba tener que hablar como una esnob, pero había que mantener los límites que se había propuesto en la educación de Thom, y un ladrón marcaba claramente aquel límite.
- No es un caballero.
- Muy bien, pero eso no me importa. Él es mi amigo. Él me gusta. Y salvó a los hijos de Harry de la muerte. ¡Dos veces!
Plum se tragó sus objeciones. Thom tenía toda la razón. Fuera o no fuera apropiado aquel jovencito para ella, él había salvado a los niños, y por eso ella le estaría eternamente agradecida. Quizá, cuando Harry capturara a la persona responsable de los horribles ataques, ella podría hacer algo por aquel joven. Orientarlo, educarlo, encontrarle un buen empleo…
- Eso no lo puedo negar. Todos le debemos enorme gratitud, y me sentiré feliz de hacer lo que pueda para mostrarle mi agradecimiento. Ahora, hablando de otra cosa, he estado ocupada escribiendo y quisiera que me dieras tu opinión acerca de algunas de las posibilidades que se me han ocurrido.
- ¿Posibilidades? -Thom se inclinó para ojear los papeles que Plum tenía sobre su escritorio-. ¿A qué te rieres?
- Maneras de acabar con Charles, por supuesto. Oh, y hablando de él, me llegó otra carta. Esta es ya la tercera que he recibido en unos días.
Thom hizo un gesto de desagrado. Plum, que compartía completamente y de corazón la opinión, no expresada en voz alta, de su sobrina, no pronunció palabra, sólo le entregó la carta a la joven y observó cómo la ojeaba y gruñía de indignación mientras la leía.
- ¡Es un atrevido indecente al tratarte así! ¿Cómo se atreve?
- Evidentemente, la falta de respuesta a la petición de dinero que me ha hecho le indica que no le estoy prestando atención a este asunto. -Una sonrisa cargada de resentimiento, sin duda dirigida al señor Charles Spencer, curvó la boca de Plum-. Poco sabe él acerca de los pasos que, de hecho, estoy dando para resolver la situación.
Thom sonrió, devolviendo la carta al escritorio de Plum.
- Me gustaría ver cómo ejecuta sus amenazas. Harry tiene a tantos hombres cuidándonos dondequiera que vayamos que ni siquiera una mariposa podría burlarlos.
La sonrisa desapareció del rostro de Plum cuando recordó la amenaza que se cernía sobre sus cabezas.
- Sí, espero que sepa pronto quién es el que está detrás de los ataques. El estrés que eso le ha producido le pesa mucho a Harry. Anoche, sólo tuvo fuerzas para un… -Plum se detuvo, sonrojándose un poco al darse cuenta de lo que estaba a punto de contarle a su sobrina.
- ¿Un qué? -preguntó Thom, muy interesada. Un brillo travieso iluminó sus ojos.
- Olvídalo, no es de tu incumbencia. Ahora, repasemos estas ideas que he tenido.
Thom sonrió.
- Eres la única mujer que conozco con la fuerza suficiente como para pensar situaciones para cometer el asesinato de su ex esposo, que en realidad no fue su esposo.
- ¿Asesinato? -Plum alzó la mirada con sorpresa-. ¡Oh, no, Thom! Descarté esa idea hace días. ¡Estoy pensando en algún escándalo que deje fuera de juego a Charles, no en un asesinato!
- Pero… pero… ¡Tú dijiste que lo querías muerto! ¡Yo te vi intentando ahorcar el busto de Shakespeare!
- Eso fue hace unos días -dijo Plum, y agitó la mano en el aire como para alejar aquella idea-. Cambié de opinión ese mismo día, porque me di cuenta de que no tenía agallas para matar a Charles. No, este plan es mucho mejor. Mantendré la amenaza de un escándalo sobre su cabeza con el fin de que no tenga más remedio que guardar silencio con respecto a mi asunto. Tengo varios escándalos planeados.
- Pero, yo le he dicho a Nick… ¡él cree que tú quieres que alguien mate a Charles! -los ojos de Thom se abrieron con preocupación.
- No quiero eso -objetó Plum.
- ¡Ahora lo sé, pero no lo sabía cuando le escribí a Nick!
La frente de Plum se arrugó al pensar que, sin quererlo, había contratado a un asesino. Después de unos minutos de meditación decidió que, como ella le estaba pagando, el hombre debía hacer lo que ella le ordenara.
- Da igual. Simplemente tendrá que revisar sus planes. Si no está de acuerdo con participar en la creación de un escándalo, ya encontraré a alguien que sí lo esté. Ahora, te contaré lo que se me ha ocurrido.
- No entiendo por qué tienes que pensar en cosas tan retorcidas -discutió Plum, acercando forzosamente su silla a Plum.
- Después de todo lo que he visto de la multitud, parece que lo único que se necesita para crear un escándalo es mirar a alguien, decir lo que se te ocurra, y ya está.
- No es así de fácil. La amenaza del escándalo es lo que yo usaré, no el escándalo en sí mismo. Para eso he utilizado mis habilidades literarias y he creado varias situaciones convincentes.
- «La vergonzosa y secreta verdad acerca del hijo menor de un vizconde y su amor no natural por una vaca lechera llamada Junie» -leyó Thom en voz alta-. Pues me gusta el título, es muy alegre y vivaz.
- Gracias -dijo Plum con aire modesto-. Siempre se me han dado bien los títulos.
- Veamos, ¿cuál es la siguiente idea?
- Simplemente la llamo «perdió la cabeza y cree que es un gran sauce en el monte de Hampstead». Como puedes ver, implica que Charles se drogó y después se fue al monte de Hampstead, para hacer extraños rituales.
- Muy interesante -dijo Thom. Señaló la parte inferior del papel con uno de sus dedos.
- ¿Y la parte de los tigres sueltos?
- Están allí para eliminar cualquier duda acerca de si Charles estaba drogado. Sólo un enajenado iría donde hay fieras. Pensé que aquel sería un toque inteligente para que la gente se convenza. De otra manera, pensarían que se trata de una broma de sus mentirosos amigos y descartarían la idea de que Charles está loco.
Thom frunció el ceño.
- ¿Pero esos tigres no podrían atacar a cualquier inocente?
- Sí, pero si lees la nota al final verás que los domadores de tigres están allí todo el tiempo para evitar que ocurra una tragedia indeseada. Realmente, incluí los tigres sólo para introducir confusión. Si tú estuvieras allí y los tigres se encontraran sueltos, ¿te detendrías a considerar si realmente el hombre que habla con los sauces está drogado, o no?
- No, supongo que no. ¿Y la tercera idea?
- Los tigres, precisamente, me dieron esta idea. Se llama «Desgraciado y desalmado hombre enfurece y atormenta a los oseznos». Este montaje un poco más difícil, dado que hay que conseguir un osezno enfurecido para que Charles sea encontrado con él, pero estoy convencida de que funcionará.
- Sí, entiendo.
Plum asintió con seguridad.
- Tengo dos situaciones más, pero no estoy tan complacida con ellas como lo estoy con las primeras tres. Se las presentaré al asesino que encontró tu ladrón, y lo convenceré de que es mucho más simple crear un escándalo para Charles que matarlo.
Thom no se mostraba convencida, aunque no le llevó la contraria.
- Si tú lo dices. ¿Cuándo te vas a encontrar con él? ¿Puedo acompañarte?
- Lo veré esta noche. -Plum miraba de reojo a su sobrina. Parecía pensar en algo-. No quiero que Harry sepa a dónde voy.
- No, por supuesto que no -dijo Thom, que estaba dispuesta a apoyarla hasta el final.
- Había pensado en decirle que tú y yo habíamos sido invitadas a un concierto. A Harry no le gustan los conciertos… dice que lo aburren tanto que se le acaban saltando las lágrimas de tanto bostezar, así que no creo que insista en acompañarnos.
- Pero enviará a Juan y algunos criados con nosotras, para protegernos.
- Sí, pero es en este punto donde aparecen las ventajas de tener una mente retorcida. Le he escrito a lady Davell y le he dicho que me han hablado de lo bien que su hija toca piano y canta y, como era de esperar, nos ha invitado a una cena privada para que escuchemos a la muchacha. Acepté su invitación en mi nombre y en el tuyo, y nos iremos a casa de sir Ben… Sólo que me inventaré una excusa para marcharme antes de tiempo, esquivando a los criados.
- ¡Pero en realidad irás a encontrarte con el matón!
- Exactamente -dijo Plum sonriendo, contenta de que su sobrina estuviese conforme con el plan-. Me escabulliré de la cena sin que casi nadie se dé cuenta y regresaré a casa cuando lo haya resuelto todo.
- Sólo hay un pequeño detalle: no tendrás a nadie que te proteja. ¿Qué sucederá si te atacan?
- Todos los incidentes han tenido que ver con los niños, no conmigo. Estoy bastante segura de que nadie piensa atentar contra mí.
- A Harry no le gustará -dijo Thom dubitativamente.
- Harry no lo sabrá, así que no tiene por qué perturbarlo. ¿O crees que sí? -preguntó Plum con énfasis significativo.
- No, supongo que no. Lo que sí deseo es acompañarte a conocer al asesino. Nunca he hablado con ninguno, y si se parece a Nick…
- Estoy segura de que no será así. Dijiste que Nick había rehusado la oportunidad de hacer el trabajo, lo que admito que demuestra algo de inesperada decencia en un ladrón. Pero un matón a sueldo es un tipo de individuo completamente distinto. Bien, ahora esto es lo que debes decir en caso de que Harry desee acompañarnos…
Sus preocupaciones fueron en vano. Harry, que se había comportado de manera extraña desde su regreso de la visita que le hizo a lord Wessex y le lanzaba a su esposa inquietantes e indescifrables miradas, no puso ningún inconveniente cuando Plum le dijo que ella y Thom habían sido invitadas a casa del bueno de sir Ben Davell.
- Tengo un compromiso que cumplir esta misma noche -dijo Harry, dedicándole otra de aquellas penetrantes miradas, como si quisiera hablarle de algún tema, pero no supiera la forma de abordarlo.
- ¿De verdad tienes que ir? ¿Tiene algo que ver con el problema? -preguntó Plum susurrando, dirigiendo una preocupada mirada al sitio donde los niños jugaban a la oca.
- Sí, tiene que ver con el problema -respondió Harry, y sus hermosos ojos cambiantes parecían esconder un profundo enigma.
Plum, que temía que al final su conciencia la hiciera renunciar a actuar a espaldas de su esposo, en lugar de pedirle ayuda, se sintió complacida al notar que en este asunto no le surgía remordimiento alguno. Charles era su problema y era su responsabilidad verificar que se encargaran de él, del mismo modo que Harry era responsable de velar por la seguridad de los niños.
Lo cierto es que Plum pudo desear a los niños una buena noche con un beso y desearle a Harry una agradable velada, sin el más mínimo sentimiento de culpa. Estaba haciendo aquello por el bien de Harry, por el bienestar de todos y, aunque sin duda alguna era un pecado amenazar voluntariamente a otra persona con un escándalo, Charles era una detestable serpiente. Indudablemente, el buen Dios entendería sus acciones.
De hecho, Plum rlexionó unas pocas horas después, mientras hacía su escapada por una puerta lateral de la casa de sir Ben, sobre la facilidad con la cual su plan estaba siendo ejecutado. Parecía ser prueba de que estaba bendecida por la Providencia. Hizo señas a un coche de alquiler que merodeaba por la plaza y le ordenó que la llevara a Green Park. Una vez allí, el cochero consintió esperarla el tiempo necesario hasta que ella regresara.
- No debo retrasarme mucho -le dijo al conductor, mientras él la ayudaba a bajar del carruaje.
- La esperaré durante el tiempo que usted necesite -respondió el hombre.
Plum sonrió y le dio una moneda, por la molestia. El pobre hombre parecía necesitarla… de hecho, tenía un garfio en el sitio en el que debía estar su mano izquierda.
Cinco minutos después, el enorme joven llamado Nick apareció de detrás de uno de los árboles que bordeaba el camino. Iba vestido con harapientas ropas, pero la miró directamente, sin titubear. Plum renovó sus intenciones de pagarle por su bondad manifestada al salvar a los niños.
- ¿Lady Rosse? No nos han presentado adecuadamente. Soy Nick Britton. ¿Todavía tiene deseos de continuar con su plan?
Plum agarró el bolso nerviosamente. No era una tonta; sabía que mujeres que paseaban por los parques, llegada ya la oscuridad, se exponían a la atención de individuos indeseables. Por ello, había guardado una de las pistolas que había encontrado en el fondo del escritorio de Harry. Si bien era cierto que era una pistola pequeña, Plum tenía fe en que con el arma lograría disuadir a cualquiera de que la molestara. Aunque probablemente no tenía nada que temer de un simple ladrón, ella no correría riesgos. La pistola estaba cargada y lista para ser utilizada ante la primera señal de problemas.
- Sí, deseo continuar con mis planes, aunque con un ligero cambio. No quiero que maten al hombre. Mi sobrina mal interpretó mi plan, ¿sabe? Ella pensó que yo buscaba a un asesino, cuando, en realidad, necesito a alguien que me ayude a organizar un escándalo.
Nick pareció asustado por un momento. Enseguida se pasó una mano sobre la boca, murmurando su respuesta a través de sus dedos.
- Ya veo. Sí, es un gran malentendido. Estoy seguro de que el… individuo que usted contrató estará muy interesado en escuchar la verdad.
Plum se mordió los labios.
- ¿Usted cree que se sentirá decepcionado? Odiaría tener a un sicario decepcionado cerca a mí. Me imagino que ya son bastante difíciles de lidiar cuando están felices, así que enfadados…
Nick inclinó la cabeza y miró hacia un lado, donde los árboles generaban sombras negras, sombras tan oscuras que ni siquiera la luz de las lámparas de la calle podía disiparlas.
- Podría decirle que este hombre no se sentiría decepcionado en absoluto, pero tal vez será mejor que sea él quien se lo diga en persona. Buena suerte, lady Rosse.
Plum observó nerviosamente cómo Nick se marchaba. Ella había dado por hecho que él se quedaría durante su encuentro con el matón, lo cual no dejaba de tranquilizarla, por muy ladrón que fuese, aunque sólo fuera por saber que no estaba sola. Pero eso, se dijo a sí misma mientras metía la mano en el bolso para buscar la pistola, era pura ignorancia de las reglas de los bajos fondos. Evidentemente, uno no se encontraba con el asesino que quería contratar en presencia de un simple ladrón.
- ¿Lady Rosse?
Un hombre se encontraba en la sombra, recostado contra un árbol. Su voz era áspera y ronca.
- Sí, yo soy lady Rosse. ¿Podría saber su nombre?
- No. El muchacho me dice que usted quiere dar boleto a un hombre de la alta burguesía.
- ¿Dar boleto? No estoy segura de…
- Matarlo.
- Oh, sí. Quiero decir, no, no quiero que… eh… den boleto a un caballero. Nunca fue así. Bueno, fue así, pero cambié de parecer al poco tiempo. Quiero que le organicen un escándalo a ese caballero. Tengo varias posibilidades. ¡Oh, demonios! ¡Las dejé en casa! ¿Cómo pude ser tan estúpida? -Plum dio una rabiosa patada en el suelo, llena de frustración. Se había olvidado de la lista de ideas en su afán por organizar la entrevista sin que Harry se enterase.
- ¿No las sabe de memoria?
- Bien, el caso es que tenía varias ideas relacionadas con muchas maneras de causar un escándalo que aseguraría que la lengua del caballero se quedara quieta. Pero, creo que será mejor que se las haga llegar después. Con respecto a sus honorarios…
La sombra se movió como, como si estuviese inquieta.
- ¿No quiere que mate al hombre?
- ¡No, por supuesto que no! ¿Por quién me está tomando?
El asesino pareció estar perdido por un momento y, luego gruñó con voz ronca.
- Eso fue lo que a mí me dijeron.
- Bueno, se lo dijeron equivocadamente -contestó Plum-. Si usted no es lo suficientemente flexible como para continuar con este cambio de planes, debo despedirlo y contratar a alguien un poco menos obstinado y algo más entendido en estos asuntos.
El asesino respiró profundamente.
- ¿Por qué quiere meter en un escándalo a ese sujeto?
Plum frunció el ceño ante el tono de impaciencia del hombre, pero decidió no darle demasiada importancia. Los asesinos no eran conocidos por su temperamento agradable.
- Es un asunto privado, algo que no pretendo discutir con usted. Su tarea es crear la situación que le llevará a ser protagonista de un escándalo atroz, a menos que yo me presente para evitarlo.
- Si es tan privado, ¿por qué acude a mí para resolverlo? ¿Por qué le impide ayuda a su marido? ¿No se haría cargo él de un asunto tan privado?
- Sí, por supuesto que lo haría, pero ésa no es la cuestión. Mi esposo está ocupado ahora con sus propios asuntos, y no quiero preocuparlo con los míos.
El brazo del hombre se movió como si se estuviera rascando la cabeza.
- A mí me parece que ningún tipo querría encargarse de ese problema. ¿No confía usted en su marido?
- Por supuesto que confío en él. ¡Confío con toda mi alma! -Plum tenía un visible enojo-. Pero no estamos discutiendo sobre mi marido, estábamos hablando de otro asunto.
- ¿Sabe lo que pienso? Una esposa no debería tener secretos con su marido. Eso muestra falta de fe en él, así es. Demuestra que piensa que él es incapaz de encargarse de ella.
- Tal vez, en otras esposas eso sea así, pero en mi caso, no lo es. Tengo mucha fe en mi marido, pero esto es algo que podría lastimarlo a él y a sus hijos, algo que tiene que ver con mi pasado, y no soportaría que sus vidas se arruinen por mí.
- ¿Qué le hizo ese señorito? ¿Dijo algunas cosas desagradables de usted?
Plum se estremeció. Había algo de espeluznante en aquella charla con un hombre sin rostro, amparado en las tenebrosas sombras de enormes árboles que bordeaban el camino.
- Es mucho, mucho peor que eso. Traería vergüenza y deshonor a todos los miembros de mi familia.
- Tal vez sólo sean imaginaciones suyas. Tal vez no se algo tan terrible, después de todo.
Plum hizo un gesto de desdén con la mano.
- Usted no sabe nada de eso y, francamente, no tengo deseos de seguir discutiéndolo. Si usted no desea hacer el trabajo…
- Yo no he dicho eso, sólo he dicho que me parece que usted tendría que hablar con su marido acerca de esto. Para eso están los maridos, ¿verdad? Para ayudarla cuando usted lo necesita.
- Quizá su esposa lo vea a usted simplemente como la solución de sus problemas, pero yo, con sinceridad, no veo a mi marido bajo esa luz. Oh, admito que fue así al principio. Parecía ser una bendición cuando más lo necesitaba. Sin embargo, me di cuenta de lo maravilloso que es y decidí hacer todo lo que estuviera a mi alcance para protegerlo.
- Ése es el trabajo del hombre -runfuñó el matón.
- ¿Eso cree usted? Su esposa no debe amarlo mucho si no desea protegerlo. Eso, en todo caso, no viene a cuento. El hecho es que necesito silenciar a Charles Spencer y no lo puedo hacer yo sola. No deseo que la gente sepa que yo estuve involucrada, y como estoy embarazada, y…
- ¡Maldita sea, no lo estás! ¡Me aseguré de que no lo estuvieras!
Plum agarró la pistola con más fuerza al ver que el hombre salía de las sombras. Había algo familiar en aquellos gritos.
- ¿Harry? -Su marido salió furioso de entre las sombras y se dirigió hacia donde ella estaba. Una mirada de enojo se rlejaba en su rostro. Sí, era Harry. ¡Su marido estaba allí! Pero, ¿por qué? ¿Y, cómo?-. Harry, ¿qué estás haciendo aquí? ¿No te estarás dedicando ahora al asesinato como pasatiempo y te daba reparo contármelo?
- No, mujer insensata -gruñó Harry, tomándola por los brazos y sacudiéndola levemente-. ¿Qué quieres decir con eso de que estás embarazada? No puede ser, yo me salí casi todas las veces.
- Sí, casi todas las veces -dijo Plum, intentando superar el sobresalto de ver a Harry donde esperaba encontrar a un insensible criminal-. Pero hubo dos en que no lo hiciste, y… ¡Oh! Eso no importa ahora. ¡Lo que importa es que me has engañado!
Los ojos de Harry brillaron amenazadoramente tras sus gafas.
- ¿Engañado? ¿Cómo te he engañado? ¡Tú me has engañado a mí! ¡Te has quedado preñada deliberadamente, aprovechándote de mis descuidos!
Plum le golpeó el pecho con un dedo. Fuertemente.
- ¡Sería un fantástico truco, sin duda! No sólo no estabas descuidado, sino que estabas gimiendo y empujando y… y… ¡Sudando! Y haciendo todas esas otras cosas que acompañan a los jadeos y los sudores, todas esas cosas que tú haces cuando derramas tu semilla. Así que no te atrevas a decirme que no estabas al tanto de lo que estaba sucediendo… ¡Y me has engañado de verdad, ya lo creo! Tú, lord Rosse, me engañaste al hacerme pensar que eras un asesino, lo que es una cosa muy cruel, verdaderamente muy cruel. No podré olvidar este engaño durante mucho tiempo.
- Yo tampoco -rugió Harry.
- ¡Bien, pues peor para ti! -respondió Plum a gritos-. ¿Cuál es tu relación con Nick el amigo ladrón de Thom?
Harry maldijo y le soltó los brazos, alejándose unos pasos y pasándose una mano por la cabeza mientras se daba media vuelta para encararla.
- Es el hijo de Noble, y mi ahijado, si insistes en saberlo. No es un ladrón. Es un rormador social. En cuanto a tu embarazo, no te perderé, ¿lo entiendes? ¡No te perderé! Perdí una esposa en el momento del parto, pero me niego a perder otra. No. No lo acepto. ¡No lo acepto de ninguna manera! ¡Júrame aquí mismo y ahora mismo que no morirás!
Plum, que temblaba de furia por que su marido la hubiera engañado y por su reacción a la noticia de que estaba embarazada, acabó estallando en lágrimas. Su furia se evaporó a medida que se daba cuenta de lo que causaba la ira de Harry. En realidad estaba preocupado por su salud. No estaba furioso porque ella fuera una mala madre. Sólo temía que ella se muriera. Plum, emitió un pequeño lloriqueo y se tragó un enorme montón de lágrimas, su voz se tornó suave y llena de ternura y comprensión.
- Harry, no todas las mujeres mueren en el parto. Tu primera esposa dio a luz a cinco niños sin ningún problema. Gertie me dijo que ella murió de unas fiebres. No cree que tuviera nada que ver con el nacimiento de MacTavish.
- Estaba débil por el parto, por eso contrajo las fiebres. -Harry le puso una mano sobre la frente-. ¡Santo Dios! Ya ha empezado. Te noto caliente. Demasiado caliente. Sin duda, ya estás enferma de gravedad.
Plum se rió y le bajó la mano para llevársela a los labios.
- No estoy enferma de gravedad, estoy caliente porque la noche es calurosa y estoy sofocada por lo ocurrido, pero me siento verdaderamente bien. Bueno, no, esa no es la verdad, me siento enferma todas las mañanas, me duelen los senos, siento molestias en un sitio innombrable. No importa la cantidad de fibra que consuma… bueno, eso no es importante. Aparte de eso, que es normal, me siento maravillosamente. Quiero que estés feliz por la llegada de este bebé. Hice que me viera una partera, ¿sabes? Dijo que no estaba demasiado vieja como para dar a luz, y que todo está como es debido, así que, realmente, no hay de qué preocuparse.
Harry permitió que aquellas suaves palabras y las cálidas caricias calmaran su enfado. Realmente no tenía opción, la situación era tal que él no tenía ningún poder para cambiarla ni controlarla. Había otra cuestión, sin embargo. Harry abrazó con fuerza a Plum por un momento, elevando una silenciosa plegaria para que ella jamás le fuera arrebatada de su lado. Justo cuando la mujer le ofreció su boca, Harry la empujo con suavidad.
- ¿Qué diablos pretendes al venir sola aquí a encontrarte con un asesino? ¡Te habrían podido matar, o algo peor aún!
- No puedo imaginar lo que tú crees que es peor que morir -dijo Plum con una mirada claramente molesta-; pero te aseguro que había tomado las medidas suficientes como para garantizar mi protección.
- ¿De veras? Y, ¿cuáles son, exactamente esas medidas? -Sin duda alguna había dejado una carta melodramática sobre la almohada, como siempre hacían las mujeres de las novelas góticas.
Plum le apuntó con una muy real y nada melodramática pistola.
- Probablemente no mate a nadie de un solo disparo, pero me imagino que haría rlexionar a quien quisiese hacerme daño. Bien, te importaría decirme por favor, ¿por qué estás aquí en vez del matón con el que me había citado?
Harry luchó contra el impulso de sacudir a su esposa, de gritarle, de besarla, de hacerle el amor violentamente, de gritarle algo más… Respiró profundamente, y con gran calma le quitó la pistola de las manos, notando a medida que lo hacía que no solamente estaba cargada, sino también cebada. Cerró su mente a los horrores que le hubieran podido suceder a Plum por llevar cargada una pistola que se podía disparar en cualquier momento, y con firme pero suave mano hizo dar la vuelta a Plum y la acompañó de vuelta al coche.
- La pregunta que se debe hacer no es por qué estoy aquí, sino por qué intentabas contratar a un hombre para que matara a otro hombre que se había ahogado seis meses atrás. Es a Charles Spencer a quien quieres asesinar, ¿no?
- Sí, pero como te dije, realmente no quería que lo matara. Thom no me entendió bien. ¿Por qué Nick pretendía ser un ladrón si realmente no lo es?
- Está muy implicado en el trabajo social, lo que requiere que se mezcle en los ambientes de clase baja. Cuando Thom lo vio la otra noche, estaba preparando una investigación en un burdel de la clase trabajadora. Se escabulló dentro de la casa de los Willot con la intención de cambiarse la ropa y ponerse su traje negro. Y ahora contesta a mi pregunta.
- No me has preguntado nada. -Plum se detuvo y se dio la vuelta para mirar a Harry. Su rostro estaba pálido, sus ojos negros y enormes, llenos de terror-. Harry, Charles no está muerto. Todo es tan horrible… dijo que estuvo inconsciente después de una accidente de barco y todos pensaron que había muerto, pero no fue así. Regresó, y no quise atormentarte con más problemas, sabe Dios que no quise. Ahora veo por qué estabas preguntándome esas cosas cuando yo pensaba que eras el matón, y aunque me costará tiempo perdonarte por engañarme de esa manera, es totalmente cierto que no dudé ni un instante de que tú te encargarías de Charles si te lo hubiera pedido, sólo que tú manera de encargarte de él habría sido retándolo a un duelo, y eso es algo que no puedes hacer. No sólo podrías resultar herido, sino que el futuro duelo no impediría a Charles contar lo que sabe, y entonces todos estaríamos arruinados.
Harry, que ciertamente ya estaba planeando tomar esa iniciativa, dejó a un lado por un instante sus planes de atravesar con una bala al hombre que estaba torturando a Plum y se dijo que su mujer lo conocía a la perfección.
- Planee lo que planee esa rata, me encargaré de vengar el deshonor que él te causó, te he jurado una y otra vez que nada de tu matrimonio con Spencer nos puede hacer daño…
- No se trata de eso -gimió Plum, dándose la vuelta y caminando hacia el carruaje.
- ¿No? -Harry la miró fijamente por un momento. La agarró del brazo y le dio la vuelta de tal manera que el rostro de Plum estuvo bajo la luz de un farol de la calle-. Entonces, ¿por qué diablos quieres que maten a ese hombre? ¿Te ofendió de alguna otra manera? ¿Es el mismo hombre con el que te encontraste en el parque, el que Juan dijo que habías abofeteado?
- Sí, se me acercó en el parque, y sí, Charles me ofende, pero no de la manera en que tú piensas. Yo… no estoy segura de cómo decírtelo, es… es… difícil de explicar.
- Trata de hacerlo -dijo Harry, acomodándose las gafas para poder ver mejor cada fugaz expresión de su rostro.
Plum se le explicó al fin. Con todo lujo de detalles. Parecía que una vez Plum había comenzado, estaba determinada a que Harry se enterara de todo, incluyendo los escándalos que había planeado, ideas que no sólo eran aterradoras sobre el papel, sino tan tremendas y ridículas, que Harry tuvo el inquietante sentimiento de que, precisamente por eso, se llevarían a cabo brillantemente. Cuarenta minutos después Harry alzó a su esposa y la metió al carruaje.
- Llévanos a casa, Crouch.
- Sí, señor. Todo salió bien, ¿entonces?
- Sí -dijo Harry cuando se montó después de su esposa-. Dale las gracias a Nick de mí parte. Y a Noble. Y a usted le estoy muy agradecido por encargarse de la seguridad de mi señora.
- Fue un placer -dijo el mayordomo de Noble con una sonrisa en el rostro-. La vida se me ha hecho un poco aburrida últimamente, pues la señora Wessex no sale de casa porque los niños tienen varicela. Tengo poco trabajo.
El camino a casa era relativamente corto, pero Harry usó cada minuto para rlexionar sobre la historia que su esposa le había contado. El que ella pudiera ser la autora del más notorio libro sexual jamás publicado no le sorprendía, pues tenía amplias pruebas de su destreza y conocimiento de la gimnasia conyugal, destreza y conocimiento que lo dejaban felizmente agotado cada noche: pero que Plum creyera que la única manera de evitar que la verdadera identidad de Vyvyan La Blue se hiciera de dominio público fuera chantajeando a su antiguo amante, era sorprendente. Su Plum, su gentil y amorosa Plum, la mujer que tan maravillosamente que completaba su vida, que hacía que su corazón cantara, y que su cuerpo se encendiera con sólo pensar en ella, esa Plum era la misma mujer que había planeado a sangre fría la ruina social de un hombre sólo por mantener limpia su reputación.
Harry pensó que no podía amar a Plum más de lo que ya lo hacía, pero estaba equivocado. La amaba aún más. Bendijo su pequeño corazón vengativo.
- Ya no estarás enfadado conmigo, ¿o sí? -preguntó Plum una vez que Harry dejó de besarla apasionadamente. El perfume de ella lo mareaba, se filtraba dentro de su piel y se metía en lo más profundo de su cuerpo y su alma, llevándole a la cumbre del deseo-. No me podrías besar así si estuvieras enojado.
- Por supuesto que lo estoy, maravillosa, adorable y tonta mujer. Voy a estar enfadado durante mucho tiempo. Vas a tener que usar cada gramo de talento que poseas para devolverme el buen humor, y te aseguro que te va a costar mucho trabajo.
- ¿Estás enfadado, entonces? -Una traviesa luz brillaba en los ojos de la mujer. Harry se sintió fascinado. Le encantaba que se pusiera juguetona-. Bien, entonces tendré que poner a funcionar mi mente para que encuentre métodos ingeniosos de ponerte de buen humor.
- Me parece bien. -Harry se echó hacia adelante para apoderarse de nuevo de los labios de Plum-. Es probable que eso te salve.
- ¿Me salve de qué? -preguntó Plum cinco minutos más tarde, sin aliento, con sus ojos nublados de pasión y amor.
- De mi castigo -aclaró Harry entre jadeos y la atrajo sobre su regazo para besarla indecorosamente.