Epílogo
¿Alguien puede echar
más leña al fuego? Mis viejos huesos no se calientan como antes.
Ah, eso está mejor. Hay algo mágico en una buena hoguera. El
hombre, si tiene el corazón abierto y los ojos cerrados, es capaz
de leer el fuego. Incluso la magia del viejo Asgot era nueva en el
mundo de los misterios de las llamas danzantes. ¿Por dónde iba? La
manada de lobos se hizo a la mar una vez más y Jörmungand, el
dragón del mascarón de proa del Serpent,
con sus ojos rojos descoloridos, cabeceaba mientras un viento
favorable nos alejaba de la tierra de los ingleses. Durante un
tiempo, respiramos el aire salado que las saltarinas hijas de Ran
enfriaban con sus lametazos, y dejamos muy atrás el hedor de la
sangre, en la tierra en la que muchos guerreros valientes habían
caído.
Mi historia no
termina aquí. Pero percibo el cansancio en algunos de vosotros. Ay,
los hombres jóvenes de hoy en día. No tienen aguante. ¿Ya es de
día? ¿Entra la luz de la mañana sigilosamente por debajo de la
puerta maciza? Quizá ya no cuente nada más por hoy. Los buenos
narradores de historias saben que han de dejar ávidos a los
oyentes. ¿Todavía estás escuchando, Odín? ¿Y tú, Thor? ¿Son todas
esas cosas sobre las que hablo tan nuevas para ti como viejas para
mí? No, esta vez ya no explicaré nada más. Regresad mañana por la
noche y continuaré. Valiente Tyr, sabéis el resto tan bien como
cualquiera de los que están en Valhalla. Sabéis que cuento la
verdad. Que yo, Raven, navegué con Sigurd, el jarl más poderoso y el lobo más feroz de todos. Y
aunque el azote del viento fresco me limpió el hedor de la sangre,
habría más. Porque era nórdico.
FIN