La noche había caído una vez más sobre la ciudad de Praga, Judith podía ver las luces que se encendían a lo largo de la ciudad desde la ventana y no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido en las últimas horas.
Estaba agotada, física y anímicamente, su alma gritaba continuamente y solo encontraba solaz en la silenciosa presencia que permanecía inalterable junto a ella.
—¿Cómo logras mantenerte cuerdo en medio de toda esta vorágine? ¿Cómo logra alguien no caer en la desesperación?
Sacudió la cabeza sin esperar respuesta. Radu estaba justo a su lado, apoyado en el alfeizar de la ventana, mirándola y contemplando también la ciudad a sus pies.
—Tantos años, tanto dolor, tanta pena... Han pasado por un infierno, de un modo u otro, los cuatro han paseado por la vida dejándose en el camino parte de sus almas —murmuró y sacudió la cabeza lamentándose por ello—. Tanto tiempo separados cuando deberían estar juntos... y todo por la inusitada rabia de alguien que habita en las sombras y envía a otros a hacer el trabajo sucio.
Se estremeció, paseó la mirada por la nocturna ciudad y sacudió la cabeza.
—Él está ahí fuera, Radu —aseguró, con cada segundo que pasaba estaba más segura de ello, la tierra gritaba por la maldad que paseaba sobre ella—, y sea lo que sea que se trae entre manos no es nada bueno.
—Le encontraremos, pelirroja, le encontraremos y haremos hasta lo imposible por detenerle.
Se giró hacia él y suspiró.
—Hasta hace unos días, todo en lo que podía pensar era en hacer mi trabajo y no parecer un bicho extraño para los demás...
Extendió la mano y le rozó la mejilla con los nudillos.
—Tú no eres ningún bicho extraño.
Enarcó una ceja.
—No soy precisamente normal.
—Eres lo que eres, Judith, no hay nada malo en ti, te lo dice alguien que tiene una mascota peluda propia.
Sacudió la cabeza y se lo quedó mirando preguntándose tantas y tantas cosas.
—¿Cómo lo haces?
—¿El qué?
—Seguir adelante a pesar de todo lo que te ha hecho la vida. —Que siguiese en pie a pesar de todo lo que había pasado era admirable—. Después de todo lo que te ha quitado...
—Porque antes o después el tren tiene que detenerse y, si tienes suerte, como ha sido mi caso, la vida te tiene preparada una segunda oportunidad.
Se acercó a ella y le acunó el rostro entre las manos.
—Si me hubiese rendido, si hubiese bajado los brazos, no te habría conocido y tú seguirías estando sola —aseguró mirándola a los ojos—. Y esa idea es incluso más dolorosa que cualquier batalla en la que tenga que intervenir. Soy un lobo, un alfa, el único responsable de las regiones checas y austríacas, soy súbdito de mi príncipe y siempre honrare su nombre... —Le acarició las mejillas con los callosos pulgares—. Pero también soy tu compañero, un lobo que tiene una segunda oportunidad junto a una magnífica mujer y no pienso desperdiciarla. Mi deber es también para contigo, eres mi primera prioridad, Judith y lo serás siempre.
Lo miró sin saber qué decir, sin saber cómo reaccionar a esa declaración y deseando al mismo tiempo poder hacerlo.
—Pareces tan seguro de todo y yo... —negó con la cabeza—. Hay cosas que nunca he sabido decir o expresar, Radu.
—¿Cómo cuáles?
Se libró lentamente de sus manos y lo miró a los ojos.
—Te quiero —respondió con tristeza—. Sé lo que somos juntos, sé que formas parte de mí, que mi alma siempre te ha estado esperando pero, ¿es eso amor?
—Yo a eso le llamo destino.
—Entonces, ¿qué sería el amor?
—Algo que tendremos que descubrir juntos.
—¿Podremos hacerlo?
—Como bien has dicho, somos uno, tú me complementas como yo te complemento a ti. —Le acunó de nuevo la mejilla y no pudo evitar girar el rostro contra su palma para recibir su calor—. ¿Siento cariño por ti? Sí, por supuesto. ¿Te deseo? Creo que no he dejado duda alguna de ello, ¿te amo? Siendo sincero conmigo mismo, es posible que todavía no, no de la manera en que un lobo ama a su compañera. Pero hay algo que sí sé, Judith, y es que cada día que despierto a tu lado doy gracias por tenerte, cada sonrisa que curva tus labios, me hace querer sonreír, cada vez que te siento en mi mente, calmas mi espíritu. No esperaba volver a tener una compañera, no me creía merecedor de tal regalo, pero ahora que te tengo sé que nunca podría dejarte ir.
Se lamió los labios y preguntó con timidez.
—¿Estás seguro de que eso no es amor?
Sonrió con esa tranquilidad suya que la calmaba y encendía al mismo tiempo.
—Si es lo que necesitas, puede serlo.
Lo que ella necesitaba…
—Lo necesito, por encima de todo y de todos, es a ti.
—A mí ya me tienes, pelirroja, me tendrás hasta mi último aliento —aseguró sin dejar de mirarla.
—Creo que puedo conformarme con eso —murmuró agradecida por haberle encontrado.
Dejó que su mano resbalase hasta su barbilla y, tras alzársela, la besó en los labios.
No, podía ser que ninguno de los dos supiese sobre el amor, pero sin duda lo descubrirían juntos.
—¿Puedo pedirte algo más, compañero?
—Lo que desees, pelirroja.
—Echa el cerrojo a la puerta. —Echó un vistazo en esa dirección—. Aunque solo sea durante unas horas, deseo encontrar la calma que solo hayo en tus brazos.
Sonrió de esa manera preciosa que hacía que se le acelerara el corazón y cumplió con su petición.
—Puerta cerrada —anunció, la rodeó por la cintura y la apretó contra su cuerpo—. Ahora, veamos si puedo contribuir a que encuentres una vez más esa… calma.
Lo haría, no le cabía la menor duda, ese lobo era uno que siempre cumplía sus promesas.