Odín esperó a que cada uno de los Vigilantes ocupara su lugar, su mirada se cruzó con la de ellos a medida que tomaban asiento en la austera mesa de mármol, solo Freyja no pertenecía al cónclave, pero asistía a la reunión porque él la había convocado. Morrigan, con su largo pelo castaño del color de la tierra cayéndole por la espalda, fijó sus brillantes ojos verdes en él con una obvia pregunta; La diosa celta vestía de cuero y pieles, como si todavía viviese en una época arcaica, algo que le pasaba también a la delicada Eirene. La etérea diosa griega llevaba una túnica casi transparente que atraía la mirada hacia el generoso busto. Mitra, por otro lado, prefería con mucho la ropa actual, el color arena de su traje de chaqueta resaltaba el tono aceitunado de su piel. Sus inquisitivos ojos no perdían detalle de aquella inesperada reunión y a pesar de todo, fue también uno de los primeros en tomar asiento y esperar tranquilamente a que diese comienzo aquella reunión.
No se anduvo por las ramas, no existía motivo para que retrasase más lo inevitable por lo que fue directo al grano.
—Ha aparecido el Arven —declaró. Sus palabras cayeron sobre ellos como una losa, sorprendiéndoles y dejándoles mudos durante un instante.
Morrigan fue la primera en romper el silencio, casi aliviada.
—Eso es una buena noticia, Odín —aseguró ella relajándose sobre su silla—. Cuando llamaste al Cónclave, me esperaba cualquier otra cosa… y no buena precisamente.
Él dirigió su mirada hacia la diosa celta, pero su respuesta fue interrumpida por las palabras de Eirene.
—El Legado no podría haber aparecido en mejor momento —asintió la joven diosa, su voz pura seda y dulzura—. Es una señal…
Lejos de compartir su excitación, el otro hombre en la sala permanecía en su usual calma, mirándole en espera de algo que sabía que no se había dicho todavía.
—¿Dayhen la ha reclamado ya? —preguntó, utilizando el nombre de pila del einhenjar a sabiendas que al dios no le hacía gracia.
Odín dejó escapar un pesado suspiro y apoyó las manos sobre la mesa.
—El Relikvier ha hecho algo más que eso —respondió, entonces lo miró—. El Boksen cree que se ha constituido alguna especie de vínculo entre el guardián del fuego y la portadora del Arven.
La sorpresa se distribuyó por la sala a partes iguales.
—¿Qué clase de vínculo? —murmuró Eirene, su mirada fue hacia Morrigan, la diosa de las almas—. ¿Es eso posible?
Esta asintió con la cabeza.
—El elemento y la reliquia fueron uno solo una vez —dijo la diosa—, tras la desaparición de las reliquias, esa unidad se dividió. Es posible que el fuego elemental y el Arven se reconozcan de algún modo y creen algún vínculo.
Freyja, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, en una esquina de la sala, dio un paso adelante. Su pelo rojo trenzado caía por su espalda, vestía un suave y vaporoso vestido que realzaba el tono de su piel.
—Pero no estamos hablando de esa clase de vínculo —comentó la diosa mirando ahora a Odín—, ¿no es así?
Odín alzó la mirada hacia su compatriota y asintió.
—Pero entonces… —murmuró Morrigan totalmente descolocada.
—La Reliquia ya no es libre —conjeturó Mitra, hablando por primera vez. Su voz profunda y sensual atrajo la atención de todos sobre él.
Sus ojos se encontraron en un silencioso acuerdo.
—El Arven está siendo custodiado por una mortal —asintió el dios, corroborando las sospechas de Mitra.
Los jadeos de asombro y las negaciones no se hicieron de rogar.
—¿Qué locura se ha apoderado de ti, anciano? —clamó Eirene, alzando la voz con incredulidad.
—Eso no es posible —la apoyó Morrigan.
—Las reliquias han sido alojadas en almas mortales —continuó, haciendo caso omiso a las protestas y pasó a relatarles lo que había visto en la mente del Boksen—, y esas almas se consumen. El Arven se está alimentando de su portadora, a falta de su propio elemento para nutrirla. El Relikvier la sostiene por el momento, pero no están seguros de que pueda hacerlo durante mucho tiempo más.
Odín se tomó su tiempo en transmitirles la información que se le había entregado, compartió con los demás vigilantes las imágenes y emociones extraídas del Boksen y asistió impertérrito a las reacciones de cada uno de ellos hasta que la sala quedó en completo silencio.
—Los sellos no aguantarán mucho más —murmuró Eirene con cierto temblor en la voz—. Nuestro poder ya no es el que era, si alguno de los pilares se quiebra estaremos en serios problemas.
—¿Cómo es posible que haya ocurrido algo así? —comentó la diosa celta asombrada y enfadada—. Ese maldito no solo robó lo que no le pertenecía, sino que ha puesto en peligro todo por lo que una vez se luchó. Tenemos que recuperar las reliquias sea como sea, y devolverlas al Hall de los Elementos.
Eirene asintió.
—Sí, pero cómo —dijo y puso voz a la pregunta principal—. Los objetos sagrados están vinculados a la vida de sus portadores, el Boksen no se equivocó en su conjetura.
Morrigan negó con la cabeza.
—Son solo simples humanos…
Freyja se adelantó una vez más.
—Son seres inocentes —les interrumpió ella mirando a los presentes—. Las reliquias eligen la pureza por encima de cualquier otra cosa, la vida. Por lo que Padre de Todos acaba de informarnos, la muerte no la respuesta… El Arven desaparecería una vez más y no hay tiempo para esperar a que encuentre una nueva alma y vuelva a despertar.
Morrigan dio una irritada palmada a la mesa.
—¿Y qué hacemos entonces? No podemos quedarnos cruzados de brazos —argumentó la diosa—. Hay demasiadas incógnitas, demasiadas cosas que hasta el momento desconocíamos sobre todo esto. ¿Quiénes son realmente los guardianes? ¿Se puede confiar en ellos?
Odín bufó.
—La Guardiana del Arven no se ha separado de ella ni un solo instante —declaró Odín con fiereza. Él mismo vio a través de los recuerdos de la mujer mucho más de lo que se permitió mostrarles a las mujeres y al hombre que compartían su mesa—. Esa pequeña humana ha luchado sus batallas como la más feroz de las valkirias, y por lo poco que he podido ver, la portadora de la reliquia, no es débil de espíritu…
—Entonces, quizás haya una oportunidad —lo interrumpió Mitra alzando sus ojos azules hacia él—. El vínculo debe restablecerse, su elemento tiene que unirse de nuevo con la reliquia que lo contiene…
Morrigan lo miró comprendiendo.
—Una Comunión de Almas —dijo la mujer, ella mejor que nadie sabía el significado de aquello—. El vínculo entre la reliquia y su elemento volvería a restaurarse y puede ser reclamado para volver a ocupar su lugar.
Mitra le dedicó una ligera inclinación de cabeza.
—Sacrificio —añadió entonces Eirene. La suave voz de la diosa sonó temblorosa, casi como si temiese el resultado—. El vínculo debe ser forjado y sacrificado para que el objeto sagrado regrese a su cuna… Un sacrificio que solo podrá pedir aquel con poder para entrar en el Hall de los Elementos.
Mitra asintió de nuevo.
—Los Relikviers serán los encargados de traer de regreso las reliquias a su lugar de origen —declaró el dios, la seguridad y la verdad universal que implicaban sus palabras, no daban lugar a discusión—. Serán los que forjen el vínculo con sus respectivas reliquias y de sentido al sacrificio.
Suspiró, pero estuvo de acuerdo con sus palabras.
—Las reliquias deben regresar al Hall y a la mayor brevedad posible, el tiempo juega contra nosotros.
Los ojos claros de Freyja se cruzaron durante un insignificante instante con los de Odín, si bien no dijo nada, en su mirada vio lo poco que le gustaba aquella decisión; Ella había desarrollado una debilidad especial por los Relikviers, especialmente por el guardián del fuego.
—¿Y qué ocurrirá con los inocentes que portan las sagradas antigüedades? —intervino la diosa—. ¿Hay alguna posibilidad para ellos? ¿Qué ocurrirá cuando los objetos abandonen su cuerpo y su alma? ¿Qué derecho tenemos los dioses a inmiscuirnos en la vida de los mortales? Los Relikviers se han sacrificado a sí mismos durante demasiado tiempo, ¿también les obligaréis a forjar un vínculo, que solo se da en las almas gemelas, para separarlos eternamente después? Empiezo a entender por qué los mortales nos ven como crueles y despiadados…
Los vigilantes clavaron su mirada en ella, pero Freyja no retrocedió ni se amilanó. Ella era tan poderosa como ellos, si no más. Morrigan fue la primera en hablar, sus ojos verdes se encontraron con los claros de la mujer y sus palabras fueron completamente sinceras.
—Si sus almas son lo suficiente fuertes para reclamar su otra mitad, no se separarán —aseguró la diosa comprendiendo las palabras de la mujer.
Eirene asintió y se sumó a la promesa de la vigilante.
—Ni siquiera los dioses podemos separar aquellos que están destinados a formar un solo ser —aseguró Eirene—. Pero la elección siempre debe ser de ellos. Luchar o rendirse…
Mitra asintió a su vez.
—Si eligen luchar, estaremos ahí para asistirles en el momento preciso —declaró el dios mirando ahora a Odín—. El que las reliquias hayan dejado el Hall de los Elementos es culpa nuestra, asumiremos las consecuencias.
Con un leve asentimiento, el padre de los Aser cerró el círculo.
—Que así sea —aceptó sellando el pacto establecido entre ellos—. Ahora, solo resta comunicar nuestra decisión a los Relikviers y descubrir quien más va tras las reliquias.
Los dioses asintieron tácitamente, al igual que los mortales, los dioses no creían en casualidades, y el que hubiese alguien intentando hacerse con las reliquias con tanta desesperación, no podía ser precisamente bueno.
—Llevaré personalmente estas noticias —declaró Mitra, ofreciéndose voluntario para el trabajo—. Deseo ver con mis propios ojos lo que está ocurriendo con nuestra gente.
Odín asintió.
—Que así sea.
Quedaba mucho por descubrir, él estaba seguro de ello, como también lo estaba que la respuesta a todas las incógnitas estaría más cerca de lo que creían.
Nessa se echó a un lado cuando dos de los chicos que contrataron para reparar los desperfectos de la Torre Este casi la arrollan. Los dos últimos días había sido un continuo ir y venir de gente, las acreditaciones se miraban casi con lupa y el inspector de policía parecía dispuesto a acampar en la nueva oficina de Meliss, algo que no hacía sino alterar el ya de por sí exaltado humor de Nazh.
Tal y como sospechó, en la Torre Norte nunca se encontró ningún cuerpo, el hijo de puta al que Naroa había disparado había desaparecido al igual que su compañero sin dejar rastro.
Naroa. Su amiga se había esfumado igualmente sin dejar rastro, no era algo que le cogiese por sorpresa, había visto la seguridad en aquellos ojos marrones cuando recogían sus cosas, al menos no se había ido sola. El pensamiento de saberla en algún lugar, indefensa, sumida en el mutismo que la dejaban aquellas crisis nerviosas no la abandonaba, rogaba al cielo que el hombre que se había marchado con ella pudiese evitarle males mayores.
La visita de Odín era una de las cosas que tampoco la abandonaban, la presencia de aquel dios, hombre, ser o lo que fuese había encendido los ánimos de los Relikviers lanzándolos en una carrera contra reloj para descubrir el paradero de las reliquias. Las discusiones entre su líder y la presidenta de la compañía se habían convertido en material de apuestas entre los empleados, ella asistió a más discusiones y desplantes entre esos dos en cuarenta y ocho horas de las que Bok aseguraba haber visto en toda su vida.
Por otro lado, Bok parecía ser el único realmente centrado aquellos días, se encargó de contactar con el miembro del grupo que faltaba para ponerlo al tanto de los acontecimientos y echaba una mano con las reparaciones y la recuperación y examen de algunas de las obras que se habían dañado con las explosiones.
Ella había aprovechado el descanso de la mañana para despegar el culo de la silla en la que permaneció sentada las últimas cinco horas, la amenaza de Sasha surgió efecto inmediato; La idea de tener que trabajar con Bok, significaba estar al borde del suicidio y bastantes problemas tenía ya sin añadir el asesinato a su lista.
—Buenos días, rubita, ¿y esa cara? —Como si lo hubiese conjurado, la voz precedió a la presencia masculina—. ¿Una mala noche?
Si existía algo extraño en aquel hombre, más allá de su peculiar forma de hablar o comportarse, era el ausente sentido de la moda que poseía. Unos pantalones de tela escocesa intentaban con desesperación hacer juego con unas zapatillas deportivas color verde chillón y una camiseta de red negra que dejaba poco, o más bien nada a la imaginación. Con una eterna barba de un par de días bien recortada y el corto pelo negro en punta, resultaba un personaje tan extravagante como sensual. No sabía si el aspecto era para despistar y borrar el esculpido cuerpo masculino que había debajo, pero a pesar de todo, el hombre no dejaba de ser una muestra del material de primerísima calidad que paseaba por aquellas oficinas.
Sin duda, los Relikviers y este personaje, eran una alegría a la vista… siempre y cuando no estuvieran en tu lista negra o desearas matarlos.
—¿Cuándo he tenido yo una buena noche aquí? —respondió con un bajo resoplido—. No recuerdo cuando fue la última vez en la que toqué la cama… oh, espera, sí lo sé… fue cuando se me cayó encima, junto con el resto de muebles y cascotes de la habitación.
Él esbozó una mueca y asintió.
—Touché —aceptó mientras caminaba hacia ella—. Sí, la verdad es que tienes un aspecto de pena.
Ella jadeó ante la insultante sinceridad, pero la necesidad de responderle como le apetecía murió rápidamente. Nunca conseguía quedar por encima con ese hombre.
—¿Se sabe algo de Naroa y el Neanderthal?
Él puso los ojos en blanco.
—Acabo de hablar con Snoopy de ellos dos —respondió, y acompañó sus palabras con un encogimiento de hombros—. Después de gruñirme y ladrar como un poseso, no encontré nada en sus palabras que sirviesen de mucho.
Ella arqueó una ceja con curiosidad.
—¿Snoopy?
Él curvó los labios con esa sonrisa lobuna.
—Nazh —explicó. Entonces chasqueó la lengua—. Tienes que perdonarle, los chicos siempre se ponen con síndrome premenstrual después de la visita de alguno de los Vigilantes… Las cuales por cierto no suelen ser muy a menudo. En comparación con los otros, Papaíto es el más tratable. Tienes suerte de que Dayhen no esté aquí, de lo contrario, alcanzaríamos las temperaturas del Sahara.
Ella frunció el ceño.
—Pero es su Vigilante, ¿no?
Él movió la cabeza de un lado a otro.
—Lo es —aceptó Bok, entonces sacudió la cabeza una vez más—. Entre otras muchas cosas.
Ella se mostró curiosa.
—¿Cómo cuáles?
Él hizo un gesto de cerrar la cremallera.
—Si te lo dijese, pedirían mis pelotas en bandeja —aceptó con un profundo suspiro—. Por otro lado, seguro te enteras antes o después… En fin. ¿Alex y tú? ¿Todavía no os habéis conocido en posición horizontal?
Ella entrecerró los ojos, su mirada era lo suficientemente expresiva como para que Bok se retractara de sus palabras.
—No he dicho nada —declaró rápidamente—. Centrémonos en las reliquias… ¿Algún adelanto?
Ella resopló, las pelotas en bandeja con gusto se las ponía ella.
—Ese maldito diario tiene peor letra que la de los médicos —declaró con fervor—. Sasha cree haber sacado algunas cosas en claro, pero por ahora, el paradero de las otras reliquias o el nombre de las familias de guardianes que deberían estar al cargo, no aparecen por ningún lado. Cualquiera pensaría que quien escribe un diario de estas características contaría algo un poco más importante que lo bueno que está su novio o lo bien que bailaba.
Bok se encogió de hombros.
—Incluso en la frase o palabra menos esperada puede esconderse la pista que necesitáis —comentó.
Ella asintió.
—Eso es lo que él dice —aceptó y se pasó la mano por el pelo, desordenándolo—. Esto empieza a ser realmente desesperante… Naroa está ahí fuera, sola… con… él. Y las reliquias… ni siquiera sabemos si les ocurrirá lo mismo que a ellas, ¿y si no están despiertas? Ella estuvo bien hasta que su reliquia despertó, ¿qué pasa si las otras reliquias no han despertado? ¿Las obligarán a hacerlo? Eso las matará… como la está matando a ella.
Él posó la mano en su espalda y la frotó amablemente.
—Dayhen está con ella, el fuego elemental la mantendrá con vida —le aseguró.
Ella lo miró.
—Sí, ¿pero durante cuánto tiempo? —preguntó con desesperación—. ¿Qué ocurrirá cuando se solidifique su vínculo? Este hombre… él dijo que la reliquia tendría que ocupar su lugar, pero no dijo qué pasaría con la portadora.
Bok iba a responder pero las palabras murieron en sus labios, su mirada recorrió lentamente el lugar como si estuviese buscando algo.
—¿Qué ocurre?
Él frunció el ceño y sin dar explicación alguna comenzó a caminar hacia el otro lado del pasillo.
—¿Bok?
Como él no respondió, resopló y se dispuso a seguirle.
Mitra entró caminando en el edificio, le gustaba interactuar con los humanos, verlos en su día a día; y los Relikviers no eran una excepción. Se movía por las torres como si fuese algo que hiciese a menudo, sin que nadie lo detuviese o le pidiese identificación alguna, quizás se debiese en parte a la tarjeta que no había dudado en darle la recepcionista después de su breve charla; Sí, las mujeres humanas eran realmente útiles en algunos aspectos.
Siguiendo las indicaciones que le dio la mujer, abandonó el ascensor y se dirigió hacia la sala que le informaron estaba siendo utilizada provisionalmente como cuartel general. No había dado dos pasos cuando vio al otro lado del pasillo al Boksen, quien avanzaba directamente hacia él seguido por una pequeña y exuberante rubia.
—¿Estamos a punto de enfrentar el fin del mundo y nadie me ha informado? —le escuchó decir, mientras avanzaba hacia él. La mujer le miró a su vez con un gesto de apreciación y una pizca de desconfianza, deteniéndose casi en el mismo instante en que sus miradas se encontraron.
No pudo evitar sonreírle y dedicarle un ligero saludo con la cabeza, antes de fijarse en el hombre que prácticamente derrapó frente a él; había cosas que no cambiaban sin importar los siglos que pasaran, y Boksen era una de ellas.
—¿Por qué no has dicho que vendrías? —refunfuñó Bok con un mohín—. Habría tenido la oportunidad de estrenar mi chaqueta nueva y preparar un té con pastas.
Él sonrió ante la actitud quejumbrosa de la Caja de los Elementos.
—¿Y arruinar la sorpresa? —le dijo al tiempo que volvía a mirar en dirección a la mujer que seguía en el mismo lugar—. ¿Es la Guardiana del Arven?
Bok puso los ojos en blanco.
—Las noticias vuelan —comentó al tiempo que se giraba y extendía una mano en dirección a ella—. Vanessa, puedes acercarte, al contrario que el resto de los Vigilantes, Mitra no muerde… demasiado.
Al dios no le pasó por alto la rápida respuesta de la mujer, la forma en la que se tensó un instante antes de dar instintivamente un paso atrás. Interesante.
—Um… creo que rechazaré la oferta —dijo ella con voz entrecortada—. No se ofenda… er… señor… dios… su eminencia… lo que quiera que sea… Pero con una divinidad a la semana, voy servida.
Él se echó a reír sin ambages, le gustaba el fresco descaro humano.
—Podéis fiaros de las palabras del Boksen, muchacha, no muerdo —aseguró dedicándole una mirada sensual—. Demasiado.
Bok lo miró y le dijo en modo confidente.
—Ahí, dónde la ves, es bastante tímida —aseguró Bok como si intentase disculparla—. E indisciplinada.
Él miró a Bok y arqueó una ceja.
—¿Tan indisciplinada como tú, Boksen?
Él esbozó una mueca y puso los ojos en blanco.
—¿Era necesario que lo dijeses en voz alta, mi señor?
Él le ignoró y se centró una vez más en la muchacha, quien a regañadientes caminaba ahora hacia ellos. Siguiendo la etiqueta humana le tendió la mano y la vio parpadear, antes de que ella aceptase la suya.
—Soy Mitra —saludó él y se llevó su mano a los labios en un galante gesto—. Y tú debes ser la Guardiana del Arven.
Ella retiró la mano casi de inmediato.
—Vanessa —respondió llevándose la mano a la espalda—. Y sí, soy su Guardiana.
Para sorpresa de ambos, Bok apartó a Nessa del alcance del dios y la deslizó a su espalda.
—Se mira, pero no se toca —le advirtió con total tranquilidad. Entonces hizo lo que mejor se le daba, cambió de tema—. ¿Qué te trae por aquí? ¿Padre de Todos os ha informado de lo que está ocurriendo? ¿Habéis descubierto la forma de solucionar todo esto?
Él miró a Bok y luego a la muchacha que protegía y sonrió para sí; Aquello sí que era inusual en la caja, ¿sería posible que el hombre estuviese cerca de alcanzar el primero de sus regalos?
—Mi Relikvier —respondió, siguiendo sus propias pautas—. Llévame con él.
Bok frunció el ceño ante el tono del dios.
—¿Ha ocurrido algo que no sepamos?
Él posó la mano sobre el hombro del hombre y lo instó a cumplir su orden.
—El tiempo de los mortales es demasiado breve y al parecer, es precisamente en mortales que se alojan las sagradas reliquias —contestó al tiempo que empezaba a caminar—. El Arven debe regresar cuanto antes a su lugar de origen. El poder de los Vigilantes se debilita a pasos agigantados, Boksen, los pilares comienzan a agrietarse.
Él vio como el hombre palidecía al ser consciente de lo que significaban sus palabras. Sin dudar un segundo más, adoptó una actitud más regia y lo llevó directamente con su Relikvier.
Nazh no estaba seguro de si existió un momento anterior, pero entonces, oh, en ese preciso momento sabía que quería envolver sus manos alrededor de aquel delicado cuello de cisne y estrujarlo hasta que la falta de aire diese alguna lucidez a su cerebro. Aquella mujer era imposible, y él estaba jodido, muy jodido.
Meliss estaba agotada, no necesitaba tener un título de medicina para darse cuenta de ello y era culpa suya; Le hubiese gustado tener la culpa de su cansancio en otros campos, pero aquello se terminó tiempo atrás. Y nuevamente, solo él era el responsable.
La miró por encima de la improvisada mesa, una de las salas más pequeñas había sido acondicionada de modo que ambos pudiesen seguir manejando las oficinas y todo aquello que se derivó del reciente atentado. El inspector de policía a cargo de la investigación los visitó aquella misma mañana, el hombre estaba deseoso de terminar con aquello tanto como ellos de perderle de vista; desgraciadamente parecía que ninguna de las dos partes podía conseguir lo que quería. Sus ojos se encontraron con los suyos, los entrecerró y una clara advertencia destelló en ellos.
—¿Por qué no haces algo de provecho, sales por esa puerta, y te piras una semana… no sé, a Hawái, o cualquier lugar que esté lo suficientemente lejos para no volver a verte en un tiempo? —le soltó ella con la misma animosidad de siempre. No dejaba de resultarle curioso que hubiese existido una vez cuando sus palabras eran únicamente dulces y complacientes; Echaba de menos a esa mujer.
—Hawái está demasiado concurrido en esta época del año —respondió con gesto tranquilo, su mirada fija sobre ella—. Además, no es un buen momento para que me tome unas vacaciones, estamos faltos de personal.
Ella farfulló en voz baja.
—Pues Tombuctú, cualquier lugar lo más lejos posible de mí.
Sacudiendo la cabeza, dejó los papeles que ojeaba a un lado y se levantó; Estaba cansado de la actitud infantil de la mujer, podía enfurruñarse con él todo lo que quisiera, pero no iba a jugar con su salud.
—Quizás veas cumplidos tus deseos cuando haya alguien aquí para sustituirme —le soltó con absoluta ironía—. Pero como bien acabas de apuntar, estamos faltos de personal… y por otro lado, no es como si cualquiera de nuestros técnicos pudiera hacer mucho por ti, en ese sentido.
Ella lo fulminó con la mirada.
—Deja de comportarte como una niña enrabietada y acepta lo que te doy —fue directo, tajante e hiriente—. No estoy por la labor de sentarme y cruzarme de brazos mientras te vas apagando.
Ella resbaló la silla hacia atrás, cruzó los brazos sobre el pecho y lo miró con tanto resentimiento, que fue un milagro que sus ojos no le perforasen el corazón. Pero por otro lado, no es como si lo tuviese.
—No te he necesitado en mucho tiempo y maldito si voy a necesitarte ahora, Nazhaniel —declaró ella utilizando su nombre completo—. Esperaré a que Ryshan regrese…
Él luchó con la corriente de aire que se removió en su interior, el hecho de imaginarla en brazos de otro hombre no era un plato de buen gusto, y si ese hombre era uno de sus amigos, era como morirse un poquito con cada respiración.
—Rysh lleva sin dar señales de vida desde el momento en que abandonó las Torres —siseó él, la necesidad de alzarla de esa silla y zarandearla le picaba en las manos—. Dayhen necesita de toda su concentración para mantener con vida a la portadora del Arven, ¿quieres decirme cómo demonios va a ayudarte a ti eso?
Ella apretó los dientes.
—Quizás haya llegado mi momento —declaró con un bajo siseo, solo para hacerle daño.
Él se enervó ante sus palabras, recorrió la distancia que los separaba y la sujetó por los brazos, obligándola a ponerse en pie.
—¡No! —gruñó con fiereza—. ¿Por qué demonios te empeñas en hacerme esto?
Ella luchó por soltarse, pero él era más fuerte.
—Es lo único que te mereces —le dijo con verdadera rabia, sus ojos llameando como dos gemas—. No quiero que hagas nada, no deseo ni una maldita cosa de ti. Ya no.
Sus dedos se aferraron a sus brazos, apretando con más fuerza, deseando hacerle daño por pronunciar esas palabras y luchando al mismo tiempo con el rabioso deseo que lo llevaba a desearla muy junto a él, tocando piel con piel.
—Por suerte para ti, me importa una mierda lo que quieras o no quieras, ángel —aseguró pronunciando el apelativo cariñoso que tenía para ella—. Así que alégrate, eso te permitirá vivir, con suerte, una semana más.
Sin pedir permiso, le subió la manga de la blusa hasta que su mano derecha entró en contacto directo con la piel. Ella intentó zafarse y tiró para liberarse, pero no se lo permitió. Lentamente, permitió que su elemento traspasase su propia piel, abandonando la yema de sus dedos para filtrarse a través de la de ella. La escuchó jadear, sintió como todo su cuerpo se tensaba contra él en un intento por apartarle, por rechazar aquello que le ofrecía. Los temblores llegaron antes de lo esperado y vio como luchaba por respirar sin encontrar realmente oxígeno para hacerlo.
—No luches, ángel, déjalo entrar —le susurró atrayéndola contra él sin romper el contacto—, no te hará daño. Respira… vamos, pequeña… puedes hacerlo. Respira.
Y ella tomó su primera bocanada de aire aliviando el ardor de sus pulmones, permitió que aquella suave brisa acariciara cada una de sus terminaciones nerviosas y la calmase mientras lágrimas de frustración escapaban de sus ojos y se deslizaban por sus mejillas; Aquella era una batalla contra la que ninguno de ellos iba a poder ganar.
—Te… odio… —dejó escapar un roto sollozo—, te odio, Nazh… te odio.
Él aceptó las palabras como lo que eran, un recordatorio de la realidad, de que su vida había terminado mucho antes de empezar. Satisfecho con su actuación, la dejó ir, retrocedió un par de pasos y se dirigió hacia la puerta dispuesto a poner distancia entre ellos; Lamentablemente, no llegó a cruzar siquiera la mitad de la sala cuando la puerta del despacho se abrió y apareció ante él la última persona que había esperado ver.
—Mitra.
Una ligera sonrisa curvó sus labios ante el tono de su Relikvier, no sabría decir si su contenido se inclinaba hacia la sorpresa o el horror, lo cual le pareció curioso y divertido; y despertó su propia intriga. Una mirada más allá del hombre y su sonrisa se congeló. Lo que percibió de ella en un primer momento lo confundió, su mirada voló de nuevo hacia su pupilo y frunció el ceño al ver durante una fracción de segundo una inusual luz en sus ojos.
—Ha pasado mucho tiempo, Nazhaniel —dijo rompiendo el espeso silencio que se había creado con su llegada.
Para su crédito, el hombre se llevó la mano al pecho, cerrada en un puño e inclinó la cabeza respetuosamente hacia él.
—Demasiado, mi señor.
Oh, allí estaba, esa pequeña veta de reproche en la voz de su Relikvier.
—Sí, el tiempo discurre de maneras distintas —comentó al descuido. Entonces se volvió para mirar a Bok, quien entraba con Nessa a su lado.
—Chicos, tenemos un problema —declaró el recién llegado.
Tanto Nazh como la mujer que había captado su atención se volvieron hacia él. La mirada del Relikvier vagó entonces de uno a otro.
—¿De qué se trata? —preguntó él y su mirada se encontró directamente con la del dios.
—Las reliquias —contestó mirando de refilón a la mujer que permanecía escudada detrás de la mesa, para luego volver su atención sobre Nazh—, necesitamos restaurarlas cuanto antes. Los pilares, se están resquebrajando.
La palidez en el rostro del Relikvier y el sepulcral silencio que de repente se instaló en aquella pequeña sala, fue el preludio de lo que estaba por venir. Sin vacilación, eligiendo cuidadosamente las palabras, el dios explicó a los presentes los motivos que lo habían traído hasta ellos.
—Entonces, yo tenía razón —comentó tiempo después Bok—. Es necesario que se cree un vínculo entre la reliquia y su Relikvier. Una comunión de almas.
El dios asintió.
—Creemos que si la reliquia vuelve a formar un todo con el elemento que la albergó en un principio, podrá ser restaurada —explicó.
—¿Y qué pasará con la portadora de la reliquia cuando eso pase? —se adelantó Nessa, quien había permanecido en expectante silencio—. ¿Vivirá?
Él admiró el coraje de la mujer y la premió con la sinceridad.
—Si el alma de la portadora de la reliquia es lo bastante fuerte para resistir a tal pérdida, entonces sí, vivirá —declaró mirándola a los ojos.
Ahora fue el turno de Meliss de interrumpir.
—¿Y si no lo es?
Él se volvió hacia ella y la contempló a placer.
—La Comunión de Almas solo se alcanza cuando dos almas se complementan, cuando dos seres destinados a formar uno solo se unen y esa unión es eterna —respondió con sinceridad—. Si una de las dos partes muere…
—La otra no tardará en seguirla —completó Bok, su mirada se cruzó casi imperceptiblemente con la de Nazh—. Dos almas enlazadas, no pueden vivir separadas.
Se hizo un nuevo silencio mientras los presentes dejaban que la información penetrase en su mente.
—Eso no supone ninguna garantía —comentó finalmente Nessa, quien no estaba satisfecha con ninguna de las respuestas—. ¿No hay ninguna otra manera de extraer la reliquia y que a su portadora no se le mueva ni un pelo?
Mitra negó con la cabeza.
—No, Guardiana —contestó con firmeza—. Si la hubiese, sería el primero en sugerirlo.
Ella entrecerró los ojos con recelo.
—¿Y yo debería creerte por…?
Él sonrió.
—Sin duda, estás a su altura —declaró él y miró a Bok, quien se limitó a poner los ojos en blanco—. Soy el guardián de la verdad universal, pequeña, de mis labios solo oirás la verdad, por muy dura o dolorosa que sea.
Nessa arqueó una ceja en respuesta.
—¿Me tocará la lotería?
Su sonrisa se ensanchó, mostrando una dentadura blanca y perfecta.
—¿Has jugado para que pueda tocarte?
Ella arrugó la nariz y chasqueó la lengua.
—Tu Vigilante es peor aún que el de Dayhen —le dijo a Nazh sin importarle quién o qué fuesen. Empezaba a estar harta de tanto dios pululando entre simples mortales—. Pero al menos tiene sentido del humor.
Su Relikvier, sin embargo, no estaría de acuerdo con ella en esa afirmación. Mitra se tomó un tiempo para recorrer la pequeña sala con la mirada, haciendo pequeñas pausas aquí y allá, convenciéndose con cada momento que pasaba allí que su pupilo necesitaba una lección de modales. Pero dejaría que se saliese con la suya por el momento, Nazhaniel era después de todo, su mejor as en la manga.
Estaba a punto de hacer un comentario al respecto de las instalaciones, cuando la puerta de la oficina se abrió de nuevo trayendo consigo una nueva interrupción.
—¿Dónde diablos está Bok? Necesito… —Sasha se quedó sin palabras cuando vio al dios—. ¿Mitra?
El dios levantó la mano a modo de saludo.
—Morrigan te envía saludos, Alexander —lo saludó el dios con obvia diversión.
El hombre se había quedado sin palabras, olvidando por completo el motivo de su presencia allí.
—¿Qué ocurre? —preguntó Nazh dejando su lado junto a Meliss para llamar la atención de su compañero.
Él tragó saliva y miró al Vigilante con recelo.
—Habla —le ordenó Nazh. Ya estaba cansado de la locura de las últimas horas.
Sasha tragó saliva y se volvió hacia él.
—Gales, Cardiff —contestó. Su mirada fue entonces a Nessa—. La primera familia.
Su rostro se iluminó al comprender sus palabras.
—¿Estás seguro? —preguntó ella.
Él negó con la cabeza.
—Lamentablemente, no. Pero es la mejor pista que tenemos hasta el momento.
Mitra se interesó ante el intercambio de palabras.
—¿Una reliquia?
El hombre negó una vez más con la cabeza.
—Estamos intentando dar con las cuatro familias originales a las que fueron a dar las reliquias, y de las que posteriormente surgieron los guardianes —respondió con firmeza—. Esta pista podría muy bien llegarnos a una de esas de familias, pero no sabré si se trata de un guardián o de una reliquia hasta que la encontremos.
Mitra asintió.
—Sea cual sea la reliquia, o si el guardián ha estado en contacto con ella, el Boksen será capaz de sentirla —aseguró y miró a Bok—. Ve con él y ponedla a salvo.
Bok se cuadró cual perfecto militar antes de dar un saltito y dirigirse a toda prisa hacia la puerta.
—Oh, oh, oh, tío… ¡Al fin! Que alguien me pellizque —se reía totalmente feliz—. ¡Por una vez quieren llevarme con ellos y no tengo que esconderme en la bodega de carga!
Nessa no pudo evitar mirar a Nazh ante el último comentario.
—Está de broma.
Él negó con la cabeza.
—No —respondió.
Ella arqueó las cejas con sorpresa.
—¿En la bodega de carga?
Él se encogió de hombros.
—Oh, saca tu mejor correa, chico. ¡Nos vamos de paseo! —lo oyeron canturreando por el pasillo—. Nos vamos de pase—o. Nos vamos de pase—o.
Ella ladeó la cabeza y volvió a mirar a su compañero.
—¿Estáis seguros de que no se golpeó la cabeza cuando era pequeño?
La respuesta en esta ocasión vino de Mitra, quien sacudía la cabeza.
—Alégrate de no haberlo conocido en sus inicios —le dijo con verdadero sentimiento. Algo le decía que realmente agradecería no haberlo hecho.
Ella se estremeció.
—Uff, empiezo a tener miedo del solo hecho de pensarlo —aceptó con un ligero escalofrío. Entonces se recompuso y se volvió a Sasha—. Creo que te acompañaré. Si realmente has encontrado a una de las familias de guardianes, quizás estén más dispuestas a hablar conmigo que con vosotros. Y así no tendré que estar presente si se dan más visitas… de este estilo. No te ofendas, Mitra.
El aludido sonrió.
—Me daré por bien pagado si traéis la reliquia con vosotros sana y salva —declaró el dios y se volvió hacia Nazh—. No les quitéis los ojos de encima, Relikvier, de ellas dependen vuestras vidas y las de toda la humanidad.
Nazh se tensó, pero asintió en respuesta.
—Buena suerte —les deseó Mitra—. La necesitaréis.
Y al igual que Odín en su primera aparición, Mitra se desvaneció delante de ellos.