CAPÍTULO 5

 

Everything will be OK

 

 

Am I the one

 

when you think twice?

 

Am I precious,

 

Am I pretty  in your eyes?

 

 

Hacía mucho tiempo que no sonábamos como lo estamos haciendo hoy.

Es más, creo que nunca hemos sonado así. Todos sabemos tocar bien nuestro instrumento, y algunos más, y siempre hemos sido impecables en la ejecución. No es solo que Crowley pusiera cuidado al escoger a cada miembro de la banda, es que encajamos como las piezas de un puzzle, y todos nos hemos esforzado por hacerlo, por estar cada uno en su lugar y dar lo mejor de sí. Han sido varios años, muchas horas de estudio y ensayos, y muchísimos conciertos. Tenemos un rodaje nada desdeñable, aunque claro, todo depende de con quién nos comparen. Y llevamos sonando bien casi desde el inicio, desde que nos tomamos la medida y nos adaptamos los unos a los otros.

Pero lo de hoy está siendo excepcional.

Demona tiene la camiseta pegada al cuerpo por el sudor y parece poseída mientras golpea la batería con las baquetas, marcando un compás desenfrenado con el doble pedal. Hay algo salvaje en ella cuando toca, como cuando lo hace en los conciertos, algo primitivo que me recuerda a ritos ancestrales y brujos en trance bailando alrededor de las hogueras. Ash está a su lado y toca con los ojos cerrados, sacudiéndose al ritmo de la música, arqueándose cuando rasga la guitarra a una velocidad endiablada y sonriendo a veces como un perturbado.

Crowley está cantando con la voz desgarrada, agitando la melena y agarrando el pie del micrófono. A veces lo aprieta como si estuviera estrangulándolo, otras lo agita en el aire o se lo pega al cuerpo con un gesto que resulta casi obsceno. Nada de eso es nuevo en él, pero todo ha cambiado. No sé qué es exactamente, algo en el color de su voz, algo en la entonación, en su propia expresión, algo que nos contagia desde que arrancamos. Estamos tocando Hymn for the filthy souls, es el séptimo tema del tracklist de Dirty Rats, y no hemos hecho pausas entre las canciones. Apenas nos hemos dado un respiro, como si la propia música y el ambiente que se ha generado en la sala nos bastase para alimentar las energías.

Crowley siempre ha tenido una capacidad innata para afectar a la atmósfera de los lugares en los que está. Es algo que explota en los conciertos, donde el público enloquece y baila a su son, pero entre nosotros siempre ha sido algo evidente, y más natural. Si Crowley está alterado, todos acabamos alterados, o tensos. Si Crowley está cabreado todo estalla por los aires en algún momento. Es como si le envolviese un aura difícil de ignorar, que afecta de alguna manera a las del resto. Y desde que ha vuelto de París, esa especie de aura es una oleada enérgica y creativa. Se expande y se expresa sin miedo, y nos toca a todos cuando estamos juntos.

Alexandra ha vuelto con él, y todos sabemos que ella ha tenido que ver en esto.

Los meses posteriores a su partida, la cosa se había puesto tan fea con Crowley que en algún momento llegué a temer que Masters of Darkness hubiera terminado para siempre. No importaba lo mucho que nos esforzásemos los demás en reflotarlo, en apoyar a Crowley y sacarle del pozo en el que se había metido. Fue muy frustrante ver cómo todos los intentos acababan en nada, o hacían el efecto contrario al que pretendíamos, y el desánimo comenzó a contagiarse a toda la banda. Demona estaba cada vez más alterada, los roces con Draven fueron continuos, e incluso Ash y yo, que sabemos tratar con más sutilidad al jefe, recibimos nuestra parte de desplantes y broncas. Cuando Elathan acudió a socorrernos, las cosas empezaron a cobrar cierto orden y supimos que todo se iba a calmar. Luego decidieron irse a París, y fue en parte un alivio para todos nosotros. Seguimos trabajando, un poco a la expectativa, pero desde que vimos aquella rueda de prensa que dio desde el Ritz, en lugar de acojonarnos, supimos que Masters of Darkness volvía, y que lo iba a hacer como nunca.

El jefe ha regresado de París, lo ha hecho con dos dedos entablillados y con su chica del brazo, y parece otra persona. Ella está hoy en el ensayo y está produciéndose esa química, esa magia que ocurre cuando están juntos. Tienen eso en común, un aura especial que lo invade todo y lo hace vibrar. Ese hechizo que nos afectó a todos aquella noche, ya lejana, en la que Alexandra bailaba en la barra y Draven me besó. Ella lo ha cambiado a él, y eso nos está cambiando a todos como equipo. Aunque hay más.

Mientras toco, miro de vez en cuando a Draven y cazo sus miradas cómplices.

Está frente a mí, al otro lado del teclado, y sus ojos de lobo, de perro enloquecido, se fijan en mí a veces, me provocan escalofríos y me hacen sentir parte de una caza secreta en la que nunca tenemos claro quién es el cazador, y quién la presa. A veces grita los estribillos con voz gutural y enseña los dientes, agita la larga melena, que se le pega al cuello y a la cara. Ni recordarle en la cama me desconcentra, eso solo hace que toque con más ganas, que mis dedos vuelen sobre el teclado y doten a la música de una energía especial, más agresiva, más expresiva.

Él también ha cambiado. No ha sido nada radical, no como lo de Crowley, pero lo ha hecho. De alguna manera, se ha centrado. Incluso en los peores momentos del jefe, Draven no perdió el control. No ha vuelto a fallar a un solo ensayo, y aunque siempre haya estado implicado con el grupo, ahora me parece algo más sólido, como si se hubiera reafirmado en su papel y su importancia para nosotros. La ausencia de Crowley no le ha venido mal, y de hecho ha sido él quien ha tomado las riendas de alguna manera en los ensayos y en las primeras pruebas de las nuevas composiciones. Después de esta tormenta, tengo la impresión de que todos hemos salido fortalecidos, y es que las crisis, si no nos destruyen, siempre nos hacen crecer.

Así que me siento bastante satisfecho… en general.

Supongo.

Las cosas están yendo bien. Realmente bien. Han sido siete meses, más o menos, desde que Chris y yo… bueno, nos liamos. Y ese es el problema. No que nos liáramos, ni que sigamos haciéndolo, eso es maravilloso.

El problema es que no sé definir nuestra relación.

No sé qué demonios somos. ¿Follamigos? No, él no me mira como si fuera su follamigo, eso es algo más simple y… vulgar, que lo que nosotros tenemos. Un follamigo no llega por sorpresa a tu casa un jueves por la noche, sin venir a cuento, y te trae un vinilo de The Cure que llevabas meses buscando porque lo ha encontrado en la tienda de discos y ha pensado en ti. Un follamigo no termina esa noche abrazándote, sudoroso y agotado, dispuesto a quedarse ahí hasta que salga el sol, mirándote como si fueras la única estrella que le importa en el firmamento. Un follamigo no aprovecha la menor oportunidad para besarte en el fumadero, en la cocina, cuando nadie nos ve. No te encierra en el baño para magrearte ni para decirte guarradas al oído, y tampoco te dice lo guapo y diferente que eres, ni lo mucho que le pones. No te dice que le gustas, y lo repite hasta la saciedad. No… y tampoco te mira con esa necesidad, ni te toca con el cuidado del que toca algo sagrado mientras estás en el sofá…

No es eso lo que somos. Pero no sé lo que somos, y eso me perturba. Me inquieta.

He intentado hablar con él, hace apenas una semana. Vino a mi casa a ensayar, últimamente lo hace. Viene con el bajo y toca conmigo, a veces nos sentamos frente al piano y le enseño algunos trucos, o tocamos a cuatro manos. O a tres, como dice él, porque se considera un manco tocando el piano. Aproveché un momento de silencio, en el que nos habíamos rozado las manos y se me cerró el nudo en la garganta otra vez, como si volviéramos a estar en el principio.

Siempre tengo la impresión de que las cosas con él pueden terminar en cualquier momento. Eso lo vuelve todo más intenso… pero también me provoca una ansiedad angustiosa, una inseguridad que necesito resolver para vivir esto plenamente. Pensé que era un momento tan bueno como cualquier otro para pedirle una cita normal… una cita de, ya sabéis, de novios. Hacer algo que no fuera vernos en mi casa, o a escondidas en casa de Crowley.

—Oye, Chris… Me gustaría salir contigo esta noche. —En siete meses, la segunda vez que le pedía salir.

Draven apartó las manos del piano y me miró. Esbozó una sonrisa ligera.

—Hay un concierto en el Inferno, podemos ir y tomarnos algo con los colegas y…

—No, no me refiero a eso. Me refiero a tú y yo solos, sin colegas ni… conciertos.

Salir con él a los garitos que solíamos rondar, con el resto de nuestros amigos, era algo que estaba empezando a joderme. Que de hecho, me está jodiendo. Le estoy dando tiempo porque sé que lo necesita, pero a veces hay cosas que me devuelven al mar de dudas de los inicios, y es que le he visto flirtear con tías en los locales. Le he visto incluso besarse y luego desaparecer con ellas, y es algo que me destroza. No sé si se las folla o no. No sé si lo hace por mantener su fachada, si lo necesita para reafirmarse ante los demás, y no se lo he preguntado. Soy gilipollas, y no lo he hecho. Cuando lo he intentado siempre ha hecho algo que me devuelve la seguridad en lo que siente, y no sé cómo coño planteárselo. Porque además, no somos nada. No sé si tengo derecho siquiera a preguntar. Esta maldita indefinición que no puedo solventar me tiene inmóvil por… por puro miedo, supongo. Me da miedo agobiarle y que se largue, pedirle algo serio y que no lo quiera como yo lo quiero.

—Ah, claro. Tú y yo. —Algo cambió en su mirada, y la desvió. Sacó el móvil del bolsillo y miró la hora—. Esta noche lo vemos, ¿ok? Tengo que pasar por el taller, la Indian ha estado haciendo cosas raras y voy a ir antes de que cierren.

Esa noche no vimos nada. Draven no me había mentido, porque al día siguiente vino con otra moto al ensayo, pero nada más se supo sobre la cita, y yo decidí no volver a sacar el tema. A veces me siento ridículo, colgado por él como una colegiala, capaz de tragarme los celos y la frustración por arañar un minuto más a su lado.

Y lo peor es que en el fondo, creo que estoy seguro de que él siente lo mismo por mí. De que no podría soportar verme con otros. Si tuviera estómago para eso le pondría a prueba, me liaría con otros delante de su cara. Pero soy incapaz. Sé que Draven no finge, jamás lo hace, y no puede fingir lo que no siente. No quiero hacerle daño a conciencia.

La canción termina. Y él me mira, se lame los labios y sonríe con el fuego en los ojos. Pero no se acerca. No lo hará, nunca lo hace cuando los demás están delante. Y de alguna manera eso me vuelve a mí discordante. A veces. Cuando lo pienso.

—De puta madre, tíos —suelta Crowley al terminar, apartándose el pelo de la cara. Tiene la respiración acelerada, y sonríe. Se acerca a su chica para besarla y se vuelve hacia nosotros—. Vamos a tomarnos un descanso de media hora.

El jefe le roba el cigarro a Alexandra de la boca y sale al jardín, secándose la cara con una toalla. Ash y Demona se van al salón, hablando excitadamente entre ellos. Draven me mira mientras bebe del botellín de agua que tenía sobre el teclado y me guiña un ojo antes de ir tras Crowley a fumarse un cigarro.

Alexandra se ha quedado sentada en el sillón, con las piernas cruzadas y esa mirada de bruja. No me refiero a ella como una bruja en plan despectivo, es que parece que pueda leerme la mente, y me inquieta que pueda hacerlo, así que me levanto e intento escaquearme.

—Grimm, ¿por qué no te sientas conmigo un rato?

No va a poder ser.

Alexandra siempre ha sido amable conmigo, desde que llegó aquí la primera vez. No es que no lo sea con los demás, pero trata a cada cual como se merece. Ash y Draven se pusieron muy babosos con ella al principio, así que les ata en corto. Con Demona se lleva genial, y creo que conmigo también. Hemos hablado mucho, al menos. No de nuestros sentimientos, pero sí de intereses comunes, y siempre han sido conversaciones agradables y largas. Pero esta vez creo que va a ser distinto, porque ha visto cómo Chris me guiñaba el ojo y… en fin. Esto tenía que pasar antes o después.

Así que me siento a su lado, dispuesto a negar todo lo que diga y a hacerme el tonto, algo que siempre se me ha dado bien.

—Parece que os están yendo bien las cosas, ¿no?

—¿A qué te refieres?

—A Draven y a ti.

Me da un vuelco el corazón. Aunque ya me lo esperase, oír nuestros dos nombres juntos en boca de una tercera persona es emocionante y aterrador al mismo tiempo. Finjo lo mejor que puedo, levantando la ceja y mirándola con mi mejor cara de perplejidad.

—¿Cómo? Creo que te estás confundiendo.

Ella se ríe, los ojos verdes relumbran, burlones.

—Lo que tú digas, pero él te mira como si fuera a comerte en cualquier momento. Y no te molestes en negarlo, conozco esas miradas. Sé lo que significan.

—¿Y qué significan? —No debería preguntar, debería callarme la boca.

—Hambre de algo que ya se ha probado.

Espero que el calor que siento en las mejillas no delate que me he sonrojado como un idiota, porque entonces toda esta farsa se va a ir al infierno… si es que tiene algún sentido mantenerla. A Alexandra es difícil esconderle las cosas, si no que se lo digan a Crowley.

—Lo que pasó en esa fiesta solo fue producto del calentón, nada más. Draven es hetero, y yo…

—No pretendo inmiscuirme en tu vida —me corta ella. Pero lo hace con tanta elegancia y suavidad que ni me molesta—. Ni en la suya. Solo te ofrezco alguien con quien hablar. —Hace una pausa, como si esperase que sus palabras tuvieran algún efecto—. No creo que Ash pueda mantener la atención en la misma cosa más de veinte segundos, ¿no? Y Demona no lo entendería. Con Draven no vas a hablar, obviamente. Y Crowley te impone demasiado respeto en cuanto a asuntos personales. Pero puedes hablar conmigo, si quieres.

Trago saliva.

—No sé por qué crees que necesito hablar con alguien.

No estoy a la defensiva pero me preocupa lo que ella haya podido ver. Tal vez se me está notando algo. Tal vez se me está notando todo. Alex se ladea en el sofá y se inclina hacia mí con complicidad. Me llega el olor de su perfume caro.

—Porque nunca me has parecido un tío apocado. Y a veces, cuando miras a Draven y él no se da cuenta, tus ojos se apagan, como si algo te estuviera haciendo sufrir. Algo irresuelto. —Casi aguanto la respiración al oír sus palabras. A esto me refiero con lo de bruja. Es escalofriante la forma en que parece capaz de leer mis pensamientos y expresarlos mejor que yo mismo, como si los entendiera por completo—. A lo mejor no es algo tan grave. Seguro que tiene solución… pero a veces, para encontrar la solución a los problemas hace falta sacarlos afuera y ponerlos en palabras.

Al final acabo rindiéndome. Suspiro y dejo caer los hombros, pasándome la mano por el pelo.

—No es fácil hablar de ello.

—¿Y por eso no lo vas a hacer? ¿Porque no es fácil?

Me hace fruncir el ceño, y ahora, lo que dice actúa como un revulsivo. No soy apocado y no soy un cobarde.

—Hace medio año que nos estamos enrollando. —Pues no era tan difícil. Aún siento calor en las mejillas, pero la presión en el pecho, que no he notado hasta ahora, comienza a liberarse poco a poco. La miro—. No es que haya pasado nada malo… Yo le gusto y él a mí y… es genial, pero no sé qué quiere Draven exactamente, ni hasta dónde está dispuesto a llegar. Él nunca ha… ¿sabes? —qué va a saber, Evan. La miro y trago saliva, consciente de lo inseguro que sueno, pero es que nunca he hablado de esto con nadie—. Sé que necesita tiempo, hasta que ocurrió eso ni siquiera había mirado a ningún tío, y estas cosas cuestan… pero no sé si él quiere lo mismo que yo.

—¿Seis meses te parecen poco tiempo?

—No. Bueno, no lo sé. A veces no sé cómo actuar con él. He intentado hablarlo pero… siempre rehúye esa conversación, es como si la oliera de lejos. Y siempre me acaba liando y… ya no sé cómo hacerlo, la verdad.

Durante un momento, ella no dice nada, mirando hacia la cristalera que da acceso al jardín. Allí, Ash, Draven y Crowley están fumando y hablando de vete a saber qué. Demona está un poco más allá, jugando con los gatos. Hace sol y todos quieren aprovecharlo, tanto los animales como las personas. A Alex y a mí nos gusta más estar a la sombra.

—¿Quieres saber mi opinión?

Asiento con la cabeza.

—Coge el toro por los cuernos y no dejes que te esquive más. Tú necesitas saber a qué atenerte. Es lo más normal del mundo. Draven tiene que aceptarlo y ser serio con esto, pensarlo bien y decidir qué es lo que quiere. No tengas miedo de perderle, piensa lo siguiente: si él sólo quiere hacer el gilipollas, tú estás perdiendo algo mucho más importante, tu tiempo. Tiempo de tu vida para encontrar a la persona apropiada. —Lo que dice no me anima, no quiero pensar en esa opción—. Por mucho que Draven te guste, si no es la persona adecuada para llenar tu corazoncito de gótico, entonces es mejor que lo sepas cuanto antes. —Se encoge de hombros y se echa hacia atrás en el sofá, abriendo los brazos en el respaldo y agitando el cabello con el estilazo propio de una estrella de cine—. La verdad siempre nos hace libres.

—No, si tienes razón… pero…

Pero estoy acojonado, esa es la verdad. No hay nada más duro que pedirle a alguien lo que tu corazón necesita y que te rechace. Es peor aun que el primer rechazo, el de no gustarle al otro. Me estoy mordiendo el labio nerviosamente cuando Alexandra me pone la mano en la pierna.

—Hay personas que necesitan estar al límite para aceptar lo que de verdad quieren, ¿sabes? Reconozco que yo también soy de esas.

La miro extrañado.

—Pues no lo pareces.

—Porque engaño mucho —dice, riéndose entre dientes—. Si tienes que poner a Draven al límite, hazlo. Ese tío está loco por ti, lo que no es seguro es que se haya dado cuenta aún.

—No puedes saber eso —le digo amargamente.

—Sí lo sé, y tú también.

—¿Cómo estás tan segura?

—Es Draven. Draven, el chalado, el hetero, el promiscuo, el que es incapaz de ser constante con nada excepto con la música. Y lleva medio año acostándose contigo. Medio año, Grimm. No sé qué más pruebas necesitas.

Ahora sí me anima. Y es que lo que Alexandra dice es cierto.

Nunca he visto a Draven irse con la misma tía dos veces. Nunca. Y le he visto irse con muchas. De hecho, siempre se ha jactado de eso, de follar mucho y no repetir. Sé que no es constante, en muchas cosas, y que vive al límite, exprimiendo los momentos y pasando a otros que puedan calmar su ansia por la vida. Y al pensar en eso le recuerdo en mi cama, le recuerdo cada vez que me asalta, como si nunca tuviera suficiente cuando está conmigo. Su fuego no ha disminuido, creo que con el tiempo se ha vuelto más intenso… no es esa llamarada explosiva que no deja nada al apagarse, y necesita nuevo combustible. Y también le recuerdo de otro modo. Le recuerdo tranquilo. Nunca le había visto tranquilo hasta que empezamos a acostarnos y a… bueno, a vernos. Y es que a veces se queda tumbado en la cama, fumando, con la mirada perdida y muy relajado, divagando en voz alta. Y haciendo preguntas. Me hace muchas preguntas, como si creyera que yo tengo la respuesta a todo. «¿Crees que los que hicieron la Pepsi le robaron la receta a los de la Coca-Cola? ¿Los pájaros vuelan porque pesan poco? ¿Se puede ser medio marica? ¿Qué crees que soy yo? ¿Soy bisexual o marica? ¿Crees que me quedarían bien unas botas de vaquero? ¿Te parecen horteras? ¿Y unos botines?».

Nunca he visto a Draven tranquilo. Solo se calma cuando estamos juntos. Eso tiene que significar algo, ¿no?

Sí. Alexandra tiene razón, joder. No le gusto, esto no es gustar. Está loco por mí, como yo lo estoy por él, y eso me da nuevas fuerzas. Miro a Draven a través de la cristalera, está hablando animadamente con Crowley, haciendo gestos al aire como si estuviera tocando algo, y en mi estómago se agita una nueva ansiedad.

—Creo que sé lo que voy a hacer… —Miro a Alexandra, y la inseguridad se esfuma—. A veces necesitamos un espejo para ver las cosas.

***

Lo de llegar tarde debe ser una cosa genética. Una enfermedad en la sangre o algo así. Da igual lo que haga, ser puntual me cuesta un cojón. Siempre que estoy listo a la hora, me surge algo en el último momento, o no encuentro las llaves, o se me jode la moto.  Hoy ha sido mi madre llamando por teléfono. Dice que si voy a ir a casa por Acción de Gracias este año. Yo le he dicho que sí, pero creo que voy a tener que hablarlo con Crowley porque no sé qué plan tiene él. La verdad es que debería haber esperado a hablar con el jefe antes de decirle nada, pero ahora ya no lo puedo arreglar.

Estoy pensando en esto mientras conduzco desde mi casa hasta el centro. Voy a ver a Evan, me ha llamado para que le acerque un libro de fotos de Led Zeppelin que me prestó hace como dos meses. Menos mal que me recuerda estas cosas, porque a mí se me va de la cabeza. Aunque soy fácil de estafar. No tengo muy claro qué cosas son mías, así que si me dijera que le devolviera los vaqueros que llevo puestos porque son suyos, me lo tragaría.

Y hablando de Evan, mi madre me ha preguntado que si voy a traer a alguna chica a cenar este año y le he dicho que no, y ya de paso, le he soltado que estoy viéndome con un tío. No lo tenía preparado ni nada. Me ha salido así, sin más. Ella ha reaccionado bastante bien. Bueno, ni bien ni mal. Normal. Me ha dicho: «Ah, genial, ¿y va a venir a cenar?». Ya le he dicho que no lo sé, que supongo que él tendrá sus compromisos, pero que no lo hemos hablado. «Bueno, ya me contarás».

Ahí ha quedado la cosa.

Mis padres son bastante progres, así que tampoco me he esforzado en ocultarles nada. En realidad, si no he mencionado el tema antes ha sido porque no se ha dado el caso. Mis hermanos, no sé. John es un poco rancio con esas cosas. Lily seguro que se lo tomaría bien.

Así que tendré que preguntárselo. Evan no habla mucho de su familia. ¿Tendrá planes para noviembre? Creo que estaría bien poder pasar unos días juntos.

Ya hace siete meses que soy medio marica, y la verdad es que no es para tanto.

No me siento diferente, aparte de que Evan me pone como una moto y que ya no le veo tanta gracia a tontear con nadie más. No es solo con las chicas, es que tampoco he encontrado ningún otro tío que me guste. Así que igual soy bisexual. O Evansexual, porque lo que me pasa con él es de otra puta galaxia. No recuerdo haber tenido polvos tan buenos en toda mi vida, ni ponerme tan salido, ni enganchar unos con otros de esa forma…

Lo de estos últimos meses no está siendo normal. Y eso que yo pensaba que la cosa iría aflojando, pero qué va. Al revés. Voy cada día más cachondo. Pero bueno, no es solo eso. El tiempo que paso con él es el mejor de cada día, y si no voy más a su casa es por no agobiarle, y porque sé que le mola mantener su independencia, y el orden, y esas movidas. Las caras que pone cuando le cambio algo de sitio sin querer… je.

Al recordarlo se me escapa una risilla. Me pongo serio porque parezco subnormal, aquí parado en el semáforo y riéndome yo solo.

Además de mi nuevo mariconismo, ha habido otras novedades. Lily solucionó su problema mandando al novio a paseo y ha vuelto a casa. Crowley también regresó y se trajo a Alexandra de vuelta. Por lo visto son pareja oficial, y las cosas con el grupo van muy bien. Yo ahora paso más tiempo trasteando y componiendo. No sé por qué, desde hace un tiempo tengo una inquietud rara en el estómago. No es el hambre obsesiva que me ha acompañado hasta ahora, es como si todo eso se hubiera vuelto de pronto más concreto, y ya no solo quiero ponerme delante del público y gritar. Ahora quiero ponerme delante del público y gritar mis propias palabras.

Nunca me he llevado muy bien con las palabras, como ya ha quedado demostrado, pero desde que me estoy viendo con Evan, estoy aprendiendo mucho. Le observo siempre y me fijo en cómo hace las cosas, y en cómo habla. Eso me está ayudando a pensar mejor, a entenderme mejor y a encontrar caminos más claros hacia el lugar al que quiero llegar. ¿Veis? Yo hace seis meses no habría sido capaz de pensar esto. Si es que…

Así que las cosas van de puta madre. No me puedo quejar.

Lo único que cambiaría es que borraría del mapa al imbécil de Henry.

¿Os acordáis de Henry? ¿No? Pues yo tampoco me acordaba de él hasta que Evan empezó a quedar con él cada dos por tres. Fue así, de pronto. Un día los empiezo a ver juntos. O llego a su casa y Henry está ahí. Henry es el idiota del merchandising, al que le solté un cabezazo en casa de Crowley porque quería que me alejara de Grimm. Ese mismo.

Cada vez que nos cruzamos baja la temperatura unos cuantos grados. Henry es grande, corpulento, calvo y con barba. Y un enterado. Controla mucho de música, pero no en plan guay, en plan de alguien que ha escuchado mucho y ha ido a muchos conciertos, sino en plan pedante. También controla de arte. Es de esas personas que lo critican todo, que le sacan fallos a cualquier cosa y que se jactan de ser excelentes en su trabajo. Ya ves tú, su trabajo. El tío dice que es artista, y se dedica a hacer portadas para algunos grupos y diseños para el merchandising. Los diseños le quedan bien, porque suele poner lo que nosotros le pedimos. Pero sus portadas dan ascopena. Aunque él las defiende como si fueran la octava maravilla y cuando a alguien no le gustan, lo achaca a que no lo entienden.

En suma, es la clase de persona que a mí me da ganas de vomitar.

Pues Grimm es super amigo de este maromo, ¿ok? Cosa que a mí me resulta cada vez más insoportable, sobre todo porque cada vez andan más juntos.

A veces, está mirando el móvil y riéndose. Si le pregunto siempre es por un sms de Henry. Menos mal que no tiene whatsapp, si no creo que acabaría tirándole el puto móvil a la piscina «por accidente». Cada grupo nuevo que conoce es porque se lo ha enseñado Henry, y el colmo fue cuando apareció en su casa con una bolsa de ropa que le había dado Henry. ¿Por qué hostias tiene que ponerse la ropa de ese tío?

—Es ropa suya, antigua. Como ya no le está bien…

—Normal.

—Chris, no seas cabrón.

—No soy cabrón, es que está gordo. Es una realidad objetiva.

—Bueno, pues tiene camisetas que ya no se pueden encontrar. Hasta de Bauhaus.

—Pues muy bien.

—¿Estás molesto?

—No.

Obviamente sí lo estaba. Pero qué le voy a decir. «Sí, me molesta que veas a tu amigo el zampabollos subnormal». Como si yo tuviera algún derecho o algo.

Pensar en Henry me amarga un poco, así que me lo quito de la cabeza y hago planes. Cuando llegue a casa de Evan y le dé el libro de fotos voy a aprovechar para preguntarle si quiere venir a cenar a casa. ¿Se agobiará? No sé, no parece de los que se agobian. Nunca le gusta que me vaya a casa. No, no creo que se agobie. Me mirará con ojos brillantes y dirá que sí, y yo le besaré, y lo haremos en su sofá, él encima al principio, y después le daré la vuelta y le apoyaré en los cojines y le daré duro, que es como más le gusta. Y a mí.

Con esa expectativa, empiezo a ponerme un poco cachondo, así que acelero. Me salto un par de semáforos y llego en menos de diez minutos a su casa. Récord.

Aparco junto a la puerta y llamo al timbre, colocándome el tema dentro de los pantalones. Entonces la puerta se abre y me vuelvo a impresionar, porque otra vez está vestido para matar, como aquella noche en que fuimos al Nightforest y yo me volví medio marica.

Dios mío, Evan. Cada día me vuelves más loco.

Le miro de arriba a abajo y le silbo con admiración.

—¿Vamos a alguna parte, o te has vestido así solo para impresionarme?

***

Estoy nervioso. Estoy realmente nervioso. Y acojonado. Mientras me arreglaba han pasado mil cosas por mi cabeza, pero la que más me acojona es que a Chris le dé igual lo que haga. Que me mire con indiferencia, me dé el libro, y se vuelva a casa. Mi yo racional no deja de repetirme que eso no va a pasar, y tengo pruebas de sobra como para haber asumido a esta altura que le está jodiendo lo que estoy haciendo con Henry. Aunque en realidad no esté haciendo nada.

A veces finjo que es Henry el que me escribe sms —Draven no debe haberse enterado de que eso ya solo lo hacen las madres. Y yo—. Le busco para hablar, y me aseguro de que él lo vea, y casi puedo ver cómo le sale el humo por las orejas cuando se acerca a preguntarme algo y le ignoro, o le digo que espere porque Henry está enseñándome los bocetos para el merchandising. A veces me siento como un hijo de puta, porque sé que Draven le odia, no le puede tragar, y por eso le he elegido. Y también porque Henry no tiene ningún interés conmigo más allá de hincharse el ego pensando que me descubre las américas cada vez que abre la boca. A mí me cae bien, y es cierto que descubro cosas nuevas, pero Draven tiene razón cuando dice que es un poco pedante. Bueno, él le llama otras lindezas. Aun así esto es jugar con fuego, la verdad es que a veces tengo miedo de que le suelte una hostia y se pongan otra vez a pelearse como borrachos, pero no he tensado tanto la cuerda como para que eso ocurra.

Y hoy, ni siquiera me he citado con Henry. Por eso cuando abro la puerta y él silba, tengo que hacer un enorme esfuerzo por mantener mi mentira, y sonrío, sintiéndome muy cabronazo por dentro. Aunque no puedo negar que esto tiene cierto sabor a dulce venganza.

—Voy al Nightforest… —miro el reloj del móvil, intentando no hacer ninguna gilipollez como tirarlo por haberme puesto nervioso—. Y voy tarde. He quedado con Henry para tomar una copa y ver a un grupo local.

Le miro. Y cruzo los dedos mentalmente.

***

Ahí estoy yo, con la bolsa del Dunkin Donuts en la mano y su puto libro de fotos, haciendo el primo. Debe estar de coña. No puede ser verdad. Siento cómo se me tensan todos los músculos y un calor febril me sube hasta detrás de la nariz, donde parece concentrarse, haciéndome arder los pómulos.

—¿Qué te traes con Henry? —No te pongas borde. No te pongas a la defensiva. Y sobre todo, no pierdas los papeles, Chris. Recuerda que no tienes ningún derecho a pedirle cuentas.

Y una mierda.

—¿Te lo estás tirando? ¿O es que te lo quieres tirar? ¿Qué está pasando aquí?

Ya no estoy cachondo, ni siquiera furioso. Furioso también, de acuerdo. Pero lo que me está pasando ahora es… el descarrilamiento de la montaña rusa. Incertidumbre y pánico, pánico del de verdad, del de encontrarte solo en medio de un bosque. Y si pensáis que eso no da miedo, hacedlo.

No puede estar tirándose a Henry. No puede haberse vestido así para ir a ver a Henry. Esto tiene que ser una broma, una puta broma sin ninguna gracia.

***

La venganza no me sabe nada dulce cuando observo su reacción. Le ha cambiado la cara, se le ha borrado la sonrisa y me mira igual que cuando está a punto de liarse a hostias. Solo que sé que debe estar imaginándose matando a Henry a puñetazos, o algo así. Me cuesta no decirle que no pasa nada, que no voy a ir con nadie, me cuesta no descubrirme demasiado pronto, porque veo que lo está pasando mal. Pero recuerdo lo que me dijo Alexandra.

Llevar a alguien al límite no siempre es buena idea, pero sé que si no lo hago con Draven, no se enfrentará a esto, no podrá ponerle palabras a lo que quiere. Y espero no estar equivocándome con lo que quiere.

—No me lo estoy tirando —digo mientras me guardo el móvil, intentando mantenerme indiferente a él—. Me ha escrito esta tarde por si quería salir un rato con él. Así que ya veremos. ¿Qué pasa? ¿Te molesta?

***

Joder, no sé cómo puede ser tan frío a veces. ¿Cómo que si me molesta? Tiene huevos la cosa. Pero no soy tonto, yo no me chupo el dedo y sé ver las señales. Aunque nunca se lo diría, porque Evan se ofende mucho con estas cosas, en eso él es como las tías. De vez en cuando manda señales, señales que uno tiene que hacer una puta tesis doctoral para averiguar. Y esto no puede ser más que una señal de que algo no está bien.

—Vale, una de dos, o entras dentro y hablamos o voy contigo y le reviento la cara a ese pazguato. Tú eliges.

—¿Qué? —Me mira como si fuera un loco y frunce el ceño. Joder. Encima se ha puesto la cosa esa del lápiz negro en los ojos. ¿Por qué hace esto?—. No empieces con tus chifladuras, no tienes por qué romperle la cara a nadie. Y se me está haciendo tarde.

—Por mí como si te da el puto fin de año, le mandas un mensaje y le dices que no puedes ir, o algo así. Tienes que explicarme algunas cosas y no me voy a ir hasta que lo hagas, ni tú tampoco, ¿ok? No puedes… no puedes…

Mierda. Con lo bien que iba últimamente ya se me han vuelto a joder las palabras. De nuevo siento presión en el pecho y el corazón a ciento cuarenta por hora, y tengo ganas de golpear algo.

—Cálmate. ¿Por qué te pones así?

—No me estoy poniendo de ninguna manera. ¡No me jodas! ¿Por qué te pones tú así? —digo señalándole de arriba abajo. Estoy levantando la voz en la calle y no quiero dar el espectáculo—. ¿De verdad te vas a ir a ver a ese tío así? ¿Qué está pasando? ¿Me estás castigando por algo? ¿Qué he hecho ahora?

Se me está yendo de las manos a toda pastilla. Miro alrededor, buscando una salida, como si estuviera acorralado. Y es que si no quiero que se vaya voy a tener que meterle dentro a la fuerza, y no quiero hacer eso. No quiero tocarle con rudeza ni obligarle a hacer nada que no quiera. Pero es que no lo entiendo. No entiendo nada.

—No está pasando nada, ¿por qué te extraña tanto? Tú has estado con chicas, yo solo voy a salir con Henry. ¿Dónde está el problema?

¿Qué? Será posible… Mascullo un taco y le agarro del brazo para meterle dentro, de verdad que no quiero, pero no pienso dar el espectáculo aquí en medio de la calle, en pleno centro de Berkeley, y menos con él. Grimm refunfuña y se resiste un poco, pero no tanto como para que me lo tome en serio. Cierro la puerta de un golpe tras nosotros y le miro fijamente, apretando los dientes mientras busco las palabras, que me chulean y se me escapan todo el tiempo.

—Yo no estoy con chicas, joder. Ni con chicos. ¿Por qué dices eso? Y no es que vayas a salir con Henry, es que… —No, di la verdad, di la verdad—. Qué coño, sí, no quiero que salgas con Henry, me pone de los nervios. Y menos vestido así. Tío. Tú no te vistes así para nada.

—¿Me vas a decir tú cómo tengo que vestirme? ¿Y qué es eso de que no sales con chicas? ¿Te crees que estoy ciego? —Mierda. Esto está muy mal. Ahí tiene ese brillo en los ojos, angustiado, amargo—. Te has liado con ellas delante de mis narices ¿tú puedes hacerlo y yo no? Yo al menos tengo la delicadeza de no restregártelo por la cara.

—¿Es por eso por lo que estamos discutiendo? ¿Es por eso? —Porque estamos discutiendo. Y la verdad es que es la primera vez que lo hacemos. Y no me gusta. No me gusta nada. Es como si todo se tambaleara. Se abren grietas por todos lados y empiezo a tener miedos absurdos, y a pensar que me va a dejar y esas cosas—. ¿Es por las tías? A mí me gustas tú, maldita sea, ¿es que no lo sabes, no te has dado cuenta aún? Y yo no… no quiero decirte cómo te tienes que vestir ni lo que tienes que hacer ni… —otra vez me estoy liando. Aprieto los dientes y le suelto un puñetazo a la puerta, apoyando la espalda en ella. Se me va todo de las manos y se me nubla la vista, la mente y hasta la razón—. No te vayas con él. Si te vas con él le voy a matar. Te juro que le mato. Le mato y me paso la vida en la cárcel, pero me lo cargo.

***

Doy un respingo cuando golpea la puerta. Me tenso. La ansiedad me pulsa en el pecho y no me deja respirar bien. Quiero terminar con esto, pero a un tiempo me cabrea. Me angustia y me cabrea, porque no es capaz de poner las cosas en su lugar. Y no sé si ha sido la mejor idea hacerle esto. Joder, una parte de mí no deja de gritarme que sí, y que se lo merece. Yo no he matado a nadie, ni he golpeado a ninguna de esas zorritas a las que les ha metido la lengua en la boca… y no sé si algo más. ¿Por qué coño tengo que sentirme mal? No puede tenerme a mí por seguro mientras él hace lo que le sale de las pelotas, y ofenderse cuando quiero salir con alguien. Y es que ni siquiera quiero salir con nadie.

—¿Por qué tiene que bastarme a mí que yo te guste si a ti no te basta que tú me gustes, Draven? Tengo claro que te gusto, pero no sé qué significa que yo te guste, no entiendo cómo puedo gustarte… cómo puedes besarme como si no existiera nada en el puto mundo y luego comerles la boca a las tías del Inferno, y hacerlo delante de mí.

—¡No entiendo nada de lo que dices! ¿Cómo que qué significa que me gustes? Joder, ¿y qué quieres que haga? ¿Salimos de la mano y le decimos a todo el mundo que estamos follando, o cómo va la cosa? Porque hasta donde yo sé, tú no has dado muchas muestras de querer hacer público que te gustan los tíos. ¡Si siempre estás escondiéndote!

Trago saliva de nuevo. Me duele la garganta. Odio esto. Odio discutir, pero sobre todo odio discutir con él, odio verle acorralado, y ver la angustia en sus ojos, me hace sentir más inseguro que nada en el mundo. Y mi enfado empieza a diluirse cuando comprendo lo que sucede. No es que no lo supiera, que no lo intuyera, pero me estaba haciendo daño, joder, y tal vez mi actitud nos haya hecho más daño a los dos.

—Joder, Draven. —Me paso la mano por el pelo y desvío la mirada. Niego con la cabeza—. ¿Estás haciendo eso para disimular? Hay… hay un puto trecho enorme entre guardar las apariencias y liarte con toda tía que se te ponga a tiro. ¿Cómo se supone que tengo que reaccionar yo a eso? ¿Callándome y aguantando? No quiero que le digas al mundo que estamos follando, al mundo no le importa una mierda lo que hagamos, solo… solo quiero que me digas a mí qué… qué coño soy para ti. —Me falta el aire, joder. Aprieto los dientes e intento llenarme los pulmones. Si él no encuentra las palabras, yo las tengo claras desde hace tiempo—. Porque tú para mí eres presente y futuro… porque no quiero que esto termine, joder, y no quiero salir con el gilipollas de Henry, ni disimular más, ni fingir indiferencia cuando te acercas a mí. Quiero besarte cuando me dé la gana. Te quiero, y me da igual si el mundo lo sabe.

Me duele la mandíbula de apretar los dientes. Y veo borroso. Espero que eso no sean lágrimas, espero que el ardor en mis ojos no lo sean, así que vuelvo a tragar saliva con fuerza.

No sé si la he cagado pero estoy harto de mantenerlo dentro.

***

Joder.

Otra vez parece que se me va a abrir el suelo bajo los pies, pero ahora es algo muy diferente. Estoy hecho un lío. Hay muchas cosas doliéndome por dentro, como alfileres jodiéndome en el pecho y en la garganta, y al mismo tiempo una sensación de aire en el estómago, como al bajar a toda hostia por una cuesta empinada.

Pero antes de poder ordenar todo en mi cabeza, mis palabras y sus palabras, le veo así, al límite, y no puedo.

No lo puedo resistir.

—No, no, no, no. —Le agarro y le abrazo contra mí, acojonado. Luego le separo y me aseguro de que no está llorando. No llores, por Dios. No lo voy a soportar. Eso no puede suceder—. Perdóname. Perdóname por todo, ¿vale? No te… no… mira, ya sabes que soy medio idiota. No sabía que… ¿Por qué no me dijiste que te molestaba? Yo no pensaba que fuera nada grave. Solo creí que tenía que seguir haciendo lo que hacía siempre. Creía que era lo mejor, para que nadie supiera que tú y yo estábamos juntos, porque tú no querías que lo sospecharan. Pero me da igual, ¿ok? Soy idiota, y todo esto me viene muy de nuevas. No entiendo los límites. Perdóname, por favor, pero no… no te pongas así, joder. No he estado con nadie, solo estoy contigo. No han sido más que tonterías. Cuatro morreos tontos para salir del paso. No tienes que sufrir. Y menos por mí. Me vas a romper el corazón, joder.

Le vuelvo a abrazar. El corazón me va a mil.

¿Ha dicho que me quiere? Dios. Qué fuerte.

Tengo que decir algo a eso, no puedo fingir que no lo he oído ni hacer como si no hubiera pasado, es algo muy valioso, y tengo que tratarlo con cuidado.

Vale. Con calma, Chris. Y con tiento. Y no le aprietes tanto, que le vas a exprimir.

Le suelto, suspirando, y le pongo las manos en los hombros mientras le miro y trato de hacerlo bien. Él parece un poco más aliviado pero aún tiene los ojos vidriosos y esa expresión torturada. Se me clava en el alma.

—Llevo mucho tiempo jodido con todo esto… no sabía cómo decírtelo. Te veía actuar como si nada y no sé si… no sé si estoy haciendo el idiota, Chris. Estoy harto de sentirme ridículo.

Me muerdo el labio. Si alguna vez he tenido que hacer algo bien en mi vida, es ahora. Ahora no puedo cagarla. No la cagues, Chris.

—Escucha. Yo… soy consciente de que tengo mucha suerte, ¿ok? Soy un privilegiado porque tú me quieras. Y significas mucho para mí. Lo que me has dicho es un tesoro y voy a guardarlo como tal y a… —Busco a toda velocidad la palabra adecuada. Y la encuentro—. Voy a honrarlo, ¿ok? Ni siquiera sé si me lo merezco. Seguramente no. Pero… —La parte difícil—. A ver. No me costaría nada decirte ahora mismo que te quiero, sería fácil y seguramente cierto. Pero no es eso lo que te quiero decir. Es otra cosa. Se parece, tiene algo de eso, pero tiene más… —cierro los ojos, tomo aire—. Por favor, entiéndelo bien y que Dios me dé iluminación para ser capaz de decirlo como es debido y no cagarla otra vez.

—Chris, no tienes que…

—Lo que intento que veas es que… siento cosas putamente bestias por ti, ¿ok? Pero quiero decírtelas bien y de la forma más perfecta posible, porque tú no te mereces más mierdas, ni más torpezas. Así que necesito que me des un poco de tiempo para tenerlo listo, y que tengas un poco más de paciencia conmigo.

—Chris…

—Y que me digas lo que quieres y lo que no quieres, aunque te parezca lo más elemental. Porque para mí no siempre está tan claro. Mi vida ha cambiado una burrada, y si te digo la verdad, la mayor parte del tiempo no sé ni lo que estoy haciendo, así que, ayúdame, ¿vale? Ah —añado—, y le he dicho a mi madre que estoy con un tío, y quiere saber si vas a venir a cenar en Acción de Gracias. Aunque no se lo he dicho a Crowley. Tendremos que hablar con él, y ver un poco cómo vamos a llevar todo esto…

Ahora no puedo parar de largar. Aún estoy asustado y se me entrecorta un poco el aliento de vez en cuando, pero aquí estoy. Creo que no puedo parar de hablar porque me da pavor lo que él pueda decirme. Tal vez no es esto lo que quería escuchar, pero es lo que tengo para darle.

***

Según le escucho la presión se afloja. Me he abrazado a él como si estuviera a punto de caer por un precipicio y él fuera la salvación. Y es que me he sentido así, al borde, entre la tierra firme y esa caída infinita que tantas veces he imaginado. Cuando sus brazos me rodean todo se vuelve sólido.

Y puedo respirar. He notado el calor en mi mejilla, y limpio el rastro de humedad antes de que Draven pueda verlo, bajando la cabeza cuando me separa de él para mirarme. Ahora no deja de hablar… y no me deja hablar, pero no me importa, todo lo que está diciendo me vale más que un «yo también». Sé que él siente de manera muy intensa, y sé que las cosas son difíciles de explicar para él por eso.

Y para mí también lo son. Son intensas, y me arden dentro hasta el punto de querer brotarme por los ojos, por los poros.

Me vuelvo a abrazar a él, ocultando el rostro en su cuello, apretándome contra su cuerpo. Le ha dicho a su madre que está con un tío. Joder, se lo ha dicho a su familia, y yo no he sido capaz de vencer eso, yo sigo callado y fingiendo. Pensaba que el miedo lo tenía él, pero de pronto me doy cuenta de que soy yo. Yo estoy acojonado por el juicio, siempre lo he estado, no quiero que nadie juzgue lo que siento, y debería importarme tan poco como a él. A él nunca le ha importado que le juzguen.

—Quiero que estés conmigo —le digo sin apartarme, con la voz temblorosa—. Quiero estar contigo, y quiero ir en Acción de Gracias a tu casa. Lo entiendo todo, Chris… lo entiendo todo y te ayudaré. Pero ayúdame tú también a mí, ya no quiero vivir esto en silencio, y siento mucho si te he confundido con eso. Quiero estar contigo, y estar contigo en cualquier lugar, en cualquier momento.

—Todo va a salir bien, ya verás. —Me aprieta tan fuerte que casi me hace daño, pero eso también me gusta. Me hace sentir seguro y a salvo. Y me creo todo lo que dice—. Yo tengo mucha suerte. Si aún no me he matado, imagínate. Ya verás como todo sale bien, no te preocupes. A partir de ahora solo puede mejorar.

—¿Entonces estamos juntos?

Le oigo soltar una risilla.

—Por Dios, pues claro que estamos juntos.

—No me parecías muy seguro de eso estos días atrás.

—Qué más da. Cuando tú me preguntas las cosas, de pronto estoy seguro de todas las respuestas.

Cierro los ojos y me refugio en su abrazo. El último peso que aplastaba mi corazón desaparece, y por primera vez en mucho tiempo siento que lo mejor acaba de empezar.