EL DESPIDO

 

¿Cómo le digo a Susana que me despidieron hace cuatro días?  Sería mejor que se lo contara cuanto antes.  Me sacaría este peso de encima que me está matando.  Y ella comprendería por qué estuve tan distante estos días.  La traté bastante mal.  La verdad es que tuve miedo, miedo de que pensara que soy un fracasado, que no sirvo para nada.

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¡Qué bruta borrachera me agarré!  Nunca había vomitado así.  Creo que la culpa no fue solo del whisky y los maníes.  Le había perdido el gustito al cigarrillo después de tanto tiempo sin fumar, pero toqué uno y ya no pude parar.  ¿Qué otra cosa podía hacer?  Ese día finalmente me había animado a hablar con Héctor.  Fue humillante.  Yo, que siempre odié pedir favores, le conté lo del laburo y, sin mucha vuelta, le pregunté qué posibilidades había para mí en su empresa.  No me quedaba otra.  Hace siete meses que mando currículums y nada.  Se lo comenté a Susana.  Ella me escucha y me apoya.  Me siento como un inválido.  Seguro que ya no me admira como antes.

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Necesito estar solo.  Quizás sea mejor también para Susana.  Estamos todo el día juntos y, sin embargo, cada vez nos distanciamos más.  Soy consciente que me porto como un desgraciado egoísta.  No me siento bien con eso, pero no voy a disculparme.  Tampoco voy a sacarme la barba.  Susana la odia, dice que le ralla la cara y le da alergia.  A mí me gusta.

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No sé cómo fue que empezamos a hablar.  Ya habíamos apagado la luz.  Un comentario estúpido sobre la bolsa de agua caliente llevó a otras cosas.  En un momento, Susana dijo algo que me conmovió: que a pesar de lo que estábamos viviendo (me gustó ese plural) era feliz conmigo.  Que sabía que íbamos a salir adelante.  No intentó darme soluciones, no me criticó ni me culpó.  “Te quiero y confío en vos”, me dijo.  Nos abrazamos.  Entonces le hablé de mis planes.  De ese proyecto que me ronda la cabeza desde hace algún tiempo.  Sé que crear mi propia empresa, aún con un socio, no va a ser fácil.  Tendré que arriesgar bastante y romperme el culo veinte horas por día.  Pero no me importa.  Ahora estoy decidido a intentarlo.

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Hoy sin falta me afeito y me voy a cortar el pelo.  Creo que mi equipo jogging, ese que casi no me saco desde hace semanas, está para incinerar.  De todos modos, ya no lo voy a necesitar tanto.  Tengo que hacer un montón de trámites y dar mil vueltas.  Espero entrar en mi traje gris a pesar de mis kilitos de más.