CAPITULO XVII

Irina y Micaela intentaron curar las heridas de Luka lo mejor posible, luego él se lavó y se cambió de ropa rápidamente, no podían perder tiempo. El cuerpo de Bugga seguía tirado entre los arbustos del camino y era cuestión de horas que lo encontraran.

— Si no descubren el cuerpo antes de que nosotros lleguemos a Kiev, da tú misma el aviso a la policía, necesito tener tiempo para llevar a Micaela a Lisboa. No puedo quedarme aquí dando explicaciones de por qué lo maté — explicó Luka a Irina.

— No te preocupes, haré lo que dices, vete ahora mismo, váyanse ahora mismo sin perder más tiempo. No quiero que os pase nada — rogó Irina.

Se despidieron por segunda vez y empezaron a bajar de la montaña; al pasar por el lugar donde yacía el cuerpo de Bugga, Micaela aceleró el paso sin llegar a correr, aunque eso era justo lo que quería hacer. Caminaron rápido sin parar, en su mente tenían un único objetivo, salir de ahí cuanto antes.

Llegaron al aeropuerto de Kiev a las nueve de la noche, compraron los billetes para Lisboa inmediatamente y antes de partir Luka llamó a Irina para decirle que podía avisar a la policía que el cuerpo de un hombre negro yacía en el camino del orfanato. Se suponía que ella no sabía ni cuándo ni cómo había llegado allí.

Ya en el avión de vuelta a Lisboa, un extraño silencio los envolvió, los dos evitaban mirarse, incluso tocarse, Luka estaba en su propio mundo excluyendo a Micaela del todo. Ella, por su parte, se encontraba en una especie de shock, su mente no podía olvidar la imagen de aquel asesino tirado en el suelo, desangrado y con la cara totalmente desfigurada, tampoco podía olvidar que era Luka quien lo había matado y que lo había hecho por ella, para salvarla.

Los últimos acontecimientos la estaban volviendo loca; primero conocer la historia de Luka y su hermano, luego saber cómo había terminado la vida de Marcus y Sasha y por último el ataque frontal de ese criminal. En pocas horas había pasado del cansancio más grande, al frenesí de la pasión y luego al terror de verse apuntada con una pistola en la cabeza. Era mucho para tan poco tiempo. Pero aún así al ver al hombre que se encontraba a su lado, todo perdía importancia. Sin pensarlo dos veces puso su mano sobre la de él. Luka giró su cara y la contempló, la miró con recelo, como avergonzado por lo que ella había presenciado, no pudo sostener su mirada por mucho tiempo.

Ella insistió, apretando su mano y diciendo.

— Mírame.

Él no se movió.

— ¡Luka Petrovsky, mírame de una puñetera vez! — ordenó.

Él giró su cabeza despacio.

— Mataste a ese desgraciado en defensa propia y sobre todo para protegerme, soy abogada y sé que ningún juez te condenará por hacer lo que hiciste.

— No es la primera persona a la que mato Micaela — dijo mirándola fríamente.

Micaela se quedó atónita, con sus ojos clavados en los de Luka mientras rondaban en su cabeza preguntas como: « ¿qué no era la primera persona a la que mataba?, ¿cómo podía ser eso?, ¿había oído bien?…» y muy a su pesar, sabía que la respuesta era sí, había escuchado perfectamente. Otra mujer habría huido de allí a toda velocidad, pero ella no, ella seguía encadenada a sus ojos como si fueran un hierro magnético que la atraía irremisiblemente.

De repente se escuchó decir desde lo más profundo de su corazón.

— No me importa Luka, no me importa lo que hayas hecho, lo único que me importa eres tú y…

— ¡Micaela, calla por Dios! ¿Cómo puedes decirme eso? — él estaba pasmado, estupefacto, pensó que al decirle aquellas palabras, ella lo rechazaría y se apartaría condenándolo, pero por lo visto se equivocó.

— Porque es la verdad, aunque suene tópico… no me importa tu pasado, sólo me importa el ahora y mi ahora eres tú — Micaela prácticamente le estaba declarando sus sentimientos y eso él no podía permitirlo. Así que dijo lo que primero que se le vino a la mente.

— Será mejor que descanses. Este no es el momento ni el lugar para tener esta conversación.

— Ya lo sé, pero no me importa, quiero que te quede claro que tu pasado no cambiará lo que siento por ti — y sin decir una palabra más se acercó a él, lo besó cálidamente en los labios y luego se acurrucó en sus hombros y cerró los ojos.

Pero Luka los mantuvo bien abiertos, las seis horas que duró el viaje hasta Lisboa se preguntó una y mil veces: «¿Por qué coño no le he dicho que conmigo no tiene esperanzas? que no hay un posible “nosotros”. ¿Por qué no le he dejado claro que no la quiero, que no la puedo querer y que es posible que no nos volvamos a ver nunca más?» Sabía que ese problema tenía que solucionarlo lo antes posible, no podía seguir dando largas, ella no se lo merecía. Además, le preocupaba otra cosa, seguía sintiendo esa sensación extraña de ser vigilado, observado y aunque él sabía que eso no podía ser, que Bugga estaba muerto, lo acechaba la sensación de una inminente amenaza. Percibía peligro a su alrededor.

Bajaron del avión en medio de una larga fila de pasajeros, pasaron por aduana e inmediatamente se dirigieron a la salida del aeropuerto para ir a casa. Faltando unos treinta metros para llegar a la puerta de salida, dos hombres se acercaron sigilosamente por detrás y hundieron al mismo tiempo en sus espaldas el cañón de un arma.

Tanto Luka como Micaela se detuvieron, intentaron reaccionar pero no les fue posible, el hombre que apuntaba a Luka hizo presión con su arma instándolo a seguir adelante.

— No os detengáis, seguid caminando hasta llegar a la salida, ahí nos están esperando — dijo.

Luka intentó revelarse, giró su cuerpo y el hombre lo apuntó directamente en su estómago, acercándose a él para que la gente no lo notara.

— ¡No seas imbécil y no busques ser el héroe! ¿No ves que en lo que tardas en detenerme mataríamos a tu noviecita?

Luka vio la cara de espanto que tenía Micaela, no podía hacer nada. No, si ella estaba en peligro. Decidió obedecer y empezó a caminar, al igual que ella. Al salir, una furgoneta con cristales ahumados se estacionó frente a ellos y abrió sus puertas, todos montaron en el coche.

Una vez dentro, uno de sus captores se ubicó en el sitio del copiloto mientras que el otro subió con Luka y Micaela a la parte de atrás, sin dejar de amenazarles con su arma, los vidrios ahumados estaban cubiertos por pequeñas cortinas negras en el interior que no permitían ver absolutamente nada de afuera.

— ¿Qué es lo que quieren? ¿Quiénes sois? — preguntó Luka que abrazaba a Micaela intentando protegerla.

El hombre no respondió, sólo lo observó con indiferencia y luego sus ojos se posaron en Micaela de una manera sucia, lasciva, vulgar, desnudándola con la mirada pero sin decir nada.

La sangre de Luka empezó a arder y olvidándose que había una pistola en medio vociferó:

— ¡Ni lo pienses, hijo de puta!, antes de que le toques uno sólo de sus cabellos te mato como a una rata ¿me has escuchado?

El hombre rió enseñando unos dientes torcidos y amarillentos, pasaba constantemente su lengua por los labios, lo que producía asco y náuseas a Micaela. Intentó tranquilizar la situación, no quería que nada le pasara a Luka.

— Luka, por favor, no te arriesgues, no sabemos de qué pueden ser capaces. — dijo quedamente mientras procuraba que su cuerpo no temblase como una batidora.

Condujeron cerca de media hora sin decir palabra, no tenían ni idea de quiénes eran aquellos tipos ni adónde los llevaban. Luka sospechaba que eran los hombres de Anastasio, es decir los mismos que mataron a Lily y a “MM”. Seguramente también los habían estado vigilando y buscaban la llave para abrir el cofre de Luka. Él y Micaela contaban con una ventaja, Anastasio no sabía que el cofre que tenía estaba vacío. Bugga no llegó ni siquiera a ver la llave, mucho menos el cofre, por tanto no tuvo tiempo de avisarle a Anastasio.

Luka comprobó que Micaela se aferraba su bolso como si en ello se le fuera la vida. La tensión y el desasosiego que sentían iban en aumento, los dos estaban rígidos, expectantes a lo que podía pasar. De repente, la velocidad disminuyó hasta que el coche se detuvo. Al abrirse las puertas los hombres armados bajaron dándoles la orden de salir. Luka y Micaela obedecieron, lo primero que vieron frente a ellos fue una majestuosa mansión, rodeada de un imponente jardín. El camino que llevaba a la entrada era de piedra maciza de color grisáceo que contrastaba con el blanco impoluto de sus paredes. Había hombres por todas partes, Luka pudo contar, a grosso modo, ocho resguardando la entrada principal y tres en los balcones de la segunda planta. Al fondo se podía ver una piscina gigante y una terraza de proporciones considerables. Subieron por las escalinatas que conducían a la puerta principal y entraron a un recibidor, esperaron unos instantes y luego se abrieron las puertas de cristal que conectaban con el salón, Micaela calculó que tendría una superficie de unos setenta metros cuadrados, con ventanales que iban del suelo al techo, una iluminación natural se expandía en todo el recinto. Se fijaron en que todas las paredes estaban pintadas en tonos claros y suaves, el suelo era de mármol cubierto por alfombras de color mate, desde el sitio donde estaban Luka y Micaela se podían ver dos escaleras que formaban un arco para subir a una segunda planta. La decoración de todo el sitio era de un lujo impresionante y de un gusto exquisito.

Un hombre vestido de negro salió de una de las puertas que rodeaba el salón, les echó un vistazo anodino e inmediatamente les ordenó:

— ¡Seguidme!

Caminaron por un pasillo hasta llegar a un despacho que parecía más una biblioteca que otra cosa; en el fondo de la habitación había un escritorio lleno de papeles y a su costado un hombre de pie que se encontraba de espaldas a ellos; era alto, tenía el pelo negro, su figura era esbelta, llevaba un traje de color gris y en ese momento estaba leyendo un libro. Cuando Luka y Micaela entraron, ni siquiera se inmutó, uno de sus hombres los anunció.

— Aquí los tiene, señor, hace apenas 40 minutos llegaron de Kiev.

El hombre que hasta entonces permanecía en silencio, se giró lentamente.

— Sed Bienvenidos a mi humilde hogar, no sabéis el placer que me da vuestra visita — dijo sonriendo irónicamente.

Micaela cuando lo vio no supo por qué su cara se le hacía conocida, ella lo había visto antes, de eso estaba segura pero ¿cuándo? y ¿dónde?

— ¿Sabéis quién soy y por qué estáis aquí? — preguntó el hombre sin dejar de sonreír.

— Eres Anastasio ¿verdad? — dijo Luka hoscamente.

El nombre de Anastasio causó conmoción en Micaela.

El hombre volvió a sonreír y antes de responder sacó un puro de su chaqueta, lo encendió y empezó a fumar.

— Veo que tu hermano te puso al tanto de todo, ¡Por todos los diablos cómo os parecéis! — dijo elocuentemente—  sin embargo tengo una pregunta… ¿de dónde coño sales tú? Él nunca mencionó a un hermano gemelo.

— Ya ves… sorpresas que da la vida — la mordacidad con la que Luka habló no hizo ninguna gracia al hombre que cambió su sonrisa por una expresión dura y cortante.

— Por lo visto, lo que no te advirtió es que no soporto que me tomen el pelo y tu hermano lo hizo por mucho tiempo.

— ¡Dios mío! ¡Ya sé quién es usted! — dijo de repente Micaela.

Tanto Luka como Anastasio se sorprendieron ante aquella declaración. Y antes de que alguno de los dos pudieran decir una palabra, Micaela gritó:

— ¡Pedro Nogueira!, ¡usted es Pedro Nogueira, El Portugués! ¡Dios santo, está vivo!

El semblante de Anastasio se contrajo, se tornó áspero, severo, su mirada traslucía crueldad y ferocidad.

— Vaya, vaya, eres más lista de lo que aparentas… — dijo acercándose a ella, Luka inmediatamente se interpuso.

— ¡No te atrevas! — advirtió.

Tres hombres que se encontraban resguardando la puerta levantaron sus armas y apuntaron a Luka. Micaela se colocó a sus espaldas buscando protección.

— Tienes razón Micaela… ¿Barton? ¿Es ese tu nombre no?

— Sí — respondió con miedo.

— Como te decía estás en lo correcto. Mi nombre es Pedro Nogueira y como ves estoy vivo — hizo silencio unos instantes y dirigiéndose a Luka continuó—  Hace años trabajé con tu hermano a las órdenes de Anatoli Grach, debo reconocer que el desgraciado era muy bueno en lo que hacía, no erraba nunca y siempre hacía lo que Grach le ordenaba sin rechistar, era su perro guardián, su lacayo, al menos eso era lo que todos pensábamos, qué incautos… Un día se me presentó diciendo que sabía que mis socios los rusos, me estorbaban — tenía razón— . Y me propuso eliminarlos a los dos quedando el negocio para mí solo, a cambio yo me haría responsable de los crímenes para que él pudiera con el tiempo matar a Grach.

«Al principio desconfié de su propuesta, pensé que era una trampa de Grach para probar mi fidelidad, pero tu hermano me enseñó su plan, lo tenía todo pensado, era un verdadero genio para crearse coartadas, sólo había un problema… no sabía qué ganaba él con todo eso. Cuando se lo pregunté me dijo que quería retirarse del negocio pero que no podría hacerlo mientras Grach siguiera con vida.

»El hijo de puta mató a los rusos pocos meses después, pero todos pensaron que yo lo había hecho, incluso el iluso de Grach. Como te dije, tu hermano era un verdadero maestro para las coartadas. Grach lo envío para matarme sin saber que al que mataría sería a él. Yo sabía que tu hermano tarde o temprano iría a por mí, era un traidor nato y si traicionó a Grach seguramente lo haría conmigo, nunca podría vivir tranquilo con Petrovsky rondándome. Fue cuando fingí mi propia muerte, decidí hacer explosionar mi coche así culparían a Marcus Petrovsky de mi asesinato, a él le gustaban las explosiones… El cuerpo que encontraron dentro era de un mal nacido que me debía dinero — hizo un momento silencio y continuó—  no hace falta que te diga que el forense que identificó el cadáver trabajaba para mí, obviamente luego tuve que eliminarlo, mi verdadero nombre sólo lo conocen personas de mi entera confianza. Fue así como El Portugués murió y Anastasio nació.

La historia era impresionante, Marcus había muerto sin saber que Pedro Nogueira seguía vivo, que el famoso y poderoso Anastasio no era otro más que el mafioso conocido como El Portugués.

— ¿Y por eso lo mandaste a matar desgraciado? ¿Por dejarte el camino libre? — preguntó Luka fingiendo no saber nada más de la historia. Micaela al escucharlo levantó la cabeza y lo miró sorprendida, Luka por un instante pensó que lo iba a delatar pero al verla bajar la mirada supo que le había entendido.

Anastasio se le acercó en dos zancadas agarrándolo por las solapas de la camisa gritando.

— ¿Tengo cara de imbécil o estás intentando burlarte de mí? Sabes muy bien por qué mandé a matar a tu hermano.

— Te aseguro que no lo sé — dijo Luka con expresión inocente.

— ¿Ah no? — Y sin esperar más respuesta le soltó y en cuestión de segundos se acercó a Micaela, la cogió por detrás del cuello y le puso un pistola en su cabeza diciendo pausadamente—  entonces supongo que no me sirven de nada ¿verdad? — Luka se quedó petrificado, sólo veía los ojos llorosos de Micaela llenos de terror, paralizada por el miedo—  ¿verdad? — vociferó.

— Por favor… no le hagas daño — la voz de Luka sonaba hueca, suplicante, apenas abría la boca para decirlas — te daré lo que buscas, te daré la llave.

El Portugués de una forma lenta e indecisa apartó la pistola de la cabeza de Micaela, ella al verse libre de esa tortura se aferró a Luka haciendo esfuerzos por no llorar y sobre todo por no vomitar. Pedro Nogueira levantó la mano e inmediatamente uno de sus hombres le sirvió un vaso con licor. Él cogió el vaso y se sentó tranquilamente en uno de los sillones del despacho.

— Eres más estúpido de lo que fue tu hermano, al menos él no se enamoró — aquella frase quedó impresa en la mente de Luka que no fue capaz de mirar a una Micaela completamente muda—  Debéis saber que desde que finjo mi muerte oculto permanentemente mi rostro. Sólo hago una excepción, me descubro frente a personas que van a morir, para que mi rostro sea lo último que vean.

Micaela se aferró más a Luka, su cuerpo tiritaba pero no por el frío sino por el pánico que sentía, por lo visto Anastasio había dictado sentencia y ella presentía que nada ni nadie podría salvarlos

— ¡Dadme la maldita llave de una puta vez!— vociferó

Luka separó a Micaela poco a poco de él y la miró por unos instantes mientras ella decía suplicante.

— Luka, no, por favor.

— Shhh, no quiero que te hagan daño.

Puso las manos en su cuello, soltó el colgante y sin prisas se lo extendió al Portugués, que al ver el cristal colgando de la mano de Luka juntó sus cejas y frunció el ceño.

— ¿Pretendes decirme que ese colgante insignificante es lo que he estado buscado durante todos estos meses? — preguntó incrédulo.

— Compruébalo tú mismo — separó los cristales y los convirtió en la llave con forma de un ocho. El Portugués cuando vio en lo que se convertía se levantó de un salto, arranchó la llave de las manos de Luka y se dirigió a un estante lleno de libros, movió uno de ellos y un compartimiento secreto se desplazo hacia fuera, él colocó la palma de su mano sobre la tapa superior y al identificar las huellas ésta se abrió. El Portugués sacó el cofre de Luka, lo puso sobre la mesa y asentó la llave en el agujero respectivo, hizo presión y automáticamente el cofre se abrió.

Todos se quedaron en silencio, a Pedro Nogueira le temblaron las manos cuando levantó la tapa del cofre para ver qué había dentro, en un instante su semblante cambió de expectación a incredulidad al ver que no había nada en su interior, metió la mano, palpó el contorno, lo alzó, lo sacudió, buscó un espacio secreto, pero nada, no había nada, estaba vacío. Un sentimiento de frustración y rabia empezó a bullir en su interior, todos esos meses intentado dar con aquella maldita llave, soportando al desgraciado infeliz de Bugga, temiendo por su futuro, toda la búsqueda había sido infructuosa. Cogió el cofre y lo lanzó al suelo con todas sus fuerzas, luego miró a Luka y se le abalanzó, levantó su mano convertida en un puño y arremetió contra la cara de Luka. Él soportó el golpe tambaleándose pero sin llegar a caerse del todo, quiso responder pero los hombres de Anastasio le sujetaron los brazos.

Micaela lanzó un grito de desesperación, quiso defender a Luka pero no pudo, ya que también la sujetaron por detrás.

— ¡Me has engañado, me habéis engañado tú y el bastardo de tu hermano, hijos de puta! — Lanzó un nuevo golpe que hizo que la ceja de Luka se abriera y empezara a sangrar—  ¿o fue el mal nacido de Bugga? ¿Por eso desapareció? ¿Qué pasó con él? ¡Responde! — ordenó levantando otra vez su puño y dejándolo caer sobre Luka que cayó al suelo sin poder contenerse. Micaela, desesperada, luchó por liberarse e ir a su lado pero todo fue en vano.

El Portugués se aproximó a Micaela cogió ásperamente su cara y acercando su rostro al de ella la amenazó.

— Si no me dices que pasó con Bugga mataré a tu amante ahora mismo — dicho lo cual cogió la pistola y metió el cañón en la boca de Luka.

— ¡Habla! — ordenó.

Ella hipaba sin control, no soportaba ver a Luka así, sabía que si hablaba sus vidas ya no valdrían nada y si no lo hacía los matarían de igual modo. Luka posó sus ojos en los de ella, la impotencia de no poder ayudarla lo estaba matando.

— ¡Habla o lo mato ahora mismo! — repitió Anastasio.

— Bugga nos siguió a Kiev, quería la llave — dijo atropelladamente Micaela — pero… pero…

— ¿Pero qué? — gritó encañonando con más ahínco a Luka.

— Pero… luchó con Luka y al final murió — dijo entrecortadamente sin dejar de llorar.

El Portugués perdió la paciencia ¿Bugga estaba muerto? Era imposible. Agarró a Micaela por el cuello obligándola a que se arrodillara junto a Luka.

— ¡Mira, puta!, no tengo mucha paciencia, dime dónde está la información que tenía el mal nacido de Petrovsky de una puñetera vez

— No lo sé — balbuceó llorando sin consuelo, aferrándose a una vana posibilidad que sabía muy bien que no existía.

— ¿Ah no?…¿Ah no?… está bien — y dirigiéndose sardónicamente a Luka—  Petrovsky, lo siento, ya ves que ella no te quiere tanto como tú — apuntó a su frente y en el momento justo Micaela gritó:

— ¡Nooooooo, para por favor! te lo diré, te diré todo lo que quieras saber.

Anastasio empezó a sonreír.

— ¡Habla ya! — ordenó.

— Lo tengo en mi bolso…

Micaela intentó ponerse de pie y sacar de su bolso el pendrive de Marcus pero en ese momento se escuchó un ruido ensordecedor de metralletas disparando, en cuestión de segundos los cristales de las ventanas estallaron en mil pedazos, nadie entendía lo que pasaba, los hombres de Anastasio le obligaron a agacharse cubriéndolo con sus cuerpos, uno de ellos se acercó de prisa a la ventana sacando su arma y disparando sin ningún blanco en la mira. Como respuesta arrojaron varios objetos al interior y la habitación empezó a llenarse de humo y de un gas asfixiante. Luka aprovechó la confusión y obligó a Micaela a tumbarse en el suelo, mientras una voz de megáfono sonaba fuerte y claro:

— Salid de ahí, estáis rodeados. Pedro Nogueira sabemos que estás ahí, no tienes escapatoria, sal con las manos en alto.

El propio Portugués no sabía qué pasaba, dos de sus hombres empezaron a disparar sin ton ni son por las ventanas mientras que el otro se dirigía a la puerta de salida ya que el gas les impedía respirar, pero al intentar salir volvió enseguida diciendo:

— ¡Señor, están por todas partes!

En ese momento gritaron:

— ¡Salgan de ahí con las manos en alto, es una orden!

El respirar se hacía imposible, Micaela estaba a punto de desmayarse, miró a Luka con desesperación. Luka se levantó y sorprendió al hombre que estaba en la puerta, le dio un golpe y luego cogió su pistola y volvió a golpearlo dejándolo sin sentido. Los dos hombres que se encontraban en las ventanas empezaron a disparar, pero Luka se agachó y rodó a un lado para ocultarse detrás de una mesa. Desde su posición era más fácil atinar ya que podía ver los pies moverse alrededor, disparó otra vez e hirió a uno en la pierna, el cual cayó gritando del dolor pero otro seguía ileso; rodó nuevamente hasta alcanzar el extremo de la habitación y desde ahí apuntó acertando en el objetivo. Estaba aterrado pensando en que Micaela no podía respirar, la buscó desesperado y cuando la encontró comprobó que casi no lograba ponerse en pie, a pesar de lo cual, llevaba su bolso aferrado a ella. Al verlo a su lado le imploró:

— Sácame de aquí, Luka por favor…

La levantó y juntos se acercaron dando tumbos a la puerta de salida, la abrieron y Luka se adelantó gritando.

— No estamos armados, vamos a salir con las manos arriba, no disparen — Micaela iba detrás suyo.

Dos hombres con máscaras antigas, uniformes negros y armados con metralleta se acercaron apuntándolos, Luka y Micaela intentaron salir torpemente tosiendo una y otra vez buscando conseguir aire puro para sus pulmones, pero justo antes de lograrlo un sonido llamó la atención de Luka, él giró su cabeza y lo que vio hizo que su corazón se congelara. Era Anastasio apuntando a Micaela con un arma. No tuvo tiempo de hacer nada, sólo gritó:

— ¡Noooo!

Micaela escuchó a Luka y se dio la vuelta para ver qué era lo que le causaba tanto miedo, fue ahí cuando sintió un ardor en su cuerpo que iba desde el hombro irradiando toda su espalda, apareció el dolor y sin saber qué había ocurrido bajó su mirada descubriendo sangre en su pecho, la vista se le nubló y las rodillas le flaquearon, sólo escuchó disparos y un grito en el fondo, el rostro de Luka desencajado cogiéndola en sus brazos fue lo último que vio.

No supo cuándo tuvo consciencia de la realidad, pero percibió una terrible sequedad en su boca, tenía mucha sed. Quiso mover sus labios pero notó que le costaba mucho esfuerzo hacerlo, lentamente sus otros sentidos fueron despertando, sus párpados estaban cerrados y no tenía ninguna gana de abrirlos, pero la sed que sentía era apremiante, su lengua estaba pastosa y le costaba tragar, necesitaba agua, quiso mover su cabeza para pedir ayuda pero al hacerlo un dolor aguijoneante se clavó en su hombro y parte de su cuello. ¿Qué pasaba?, el dolor era agudo e inmovilizaba su brazo derecho, oía el sonido de una máquina monitorizando su corazón, pero estaba segura de que no había nadie con ella, reunió todas sus fuerzas para abrir sus ojos y vio que se encontraba en un hospital, estaba mareada, aturdida «¿dónde estaba Luka?» fue lo primero que se preguntó.

Segundos después la puerta de la habitación se abrió y entró Roberto, se quedaron mirando un momento, los ojos de Roberto se llenaron de lágrimas por la emoción que sentía al verla, se sentó junto a ella y tomando sus manos entre las suyas dijo:

— ¡Dios mío, Mica… estás despierta! Casi nos matan a Brandon y a mí cuando nos dijeron que estabas aquí… — se acercó y la besó con ternura en la frente.

— ¡Oh, Roberto… te he echado tanto de menos! — y rompió a llorar como si fuera una niña perdida que de repente encuentra a su madre.

— Mica, preciosa… ya estás de nuevo con nosotros ¡qué alegría! — era Brandon que llegaba en ese momento.

El estar con sus dos amigos la llenaba de felicidad, siempre supo que los quería muchísimo pero hasta ese momento no se había dado cuenta de lo grande de sus sentimientos, el verlos ahí, arropándola, preocupados por su salud, angustiados por lo que podía pasarle, le hizo sentir la mujer más afortunada de todo el planeta. Sin embargo, alguien faltaba y ella sentía su vacío.

— ¿Y Luka? ¿Dónde está Luka?

Los dos se miraron entre sí y fue Roberto quien tomó la palabra.

— ¿Te refieres al adonis que ha estado velando tu sueño? ¿Dónde lo encontraste? — preguntó inquisitivo.

— ¿Está aquí? — Micaela notó que el gesto de Roberto se hacía más serio.

— La policía lo vino a buscar hace unas dos horas, un tal agente Casanova se presentó y le pidió que le acompañara para tomarle declaración.

Micaela intentó incorporarse pero una fuerte punzada le advirtió que su brazo derecho no podía moverse.

— Tengo que ir allí, tengo que defenderlo, necesita un abogado, no puedo dejarlo — dijo queriendo levantarse sin importar el dolor que sentía.

— ¡Mica, por favor, tranquilízate! Tan sólo ayer te extraen una bala de tu hombro ¿y quieres ya levantarte?…. Él está bien, no lo arrestaron, vendrá en cuanto pueda, calma por favor.

— No… no entienden, debo defenderlo — y como si hubiera visto una aparición—  mi bolso ¿dónde está mi bolso? Rápido buscad mi bolso — imploró.

Brandon se levantó raudo y veloz, fue al guardarropa, lo abrió y sacó de ahí el bolso de Micaela.

— Busca si hay un pendrive adentro — exigió.

Brandon obedeció, abrió el bolso y empezó a buscar, pasados unos instantes sacó el pendrive de Marcus en sus manos.

— ¿Te refieres a este? — preguntó ingenuo Brandon

Al ver el pendrive intacto Micaela estiró la mano lo cogió con todas sus fuerzas y sintió que volvía a respirar.

— ¿Qué tiene este pendrive para alterarte tanto? — inquirió Roberto—  Bueno… esa es una de las miles de preguntas que queremos hacerte, no entendemos nada de lo que está pasando Mica, ahí afuera hay un policía vigilando tu puerta, si estamos aquí es porque el tal Casanova ha dado su autorización para que podamos entrar, de lo contrario tienes restringidas las visitas. ¿Qué pasó durante el tiempo que estuvimos fuera?, ¿quién es ese tal Luka? — pero ella seguía inmutable. Brandon interrumpió.

— Creo que no es el momento de hacer preguntas, cariño — dijo dirigiéndose a Roberto—  Mica está cansada y tiene que estar tranquila, nos quedaremos los dos aquí cuidándote, intenta dormir y cuando estés lista ya nos lo contarás todo, ¿ok?

— No puedo estar tranquila si él está con la policía — dijo quedamente.

Roberto la miró frunciendo su ceño e hizo un mohín con sus labios analizando su reacción.

— ¡Te has enamorado de él! ¿Verdad? — soltó Roberto que como siempre no tenía pelos en la lengua—  ¡estás completamente enamorada de ese hombre!

— Roberto, por favor — reprochó Brandon—  ¡un poco de consideración!

— Sí — fue todo lo que dijo Micaela sorprendiendo a los dos—  le quiero — y echándose a llorar—  no me preguntes cómo ni cuándo empezó… no sabría qué responder — balbuceó.

Tanto Roberto como Brandon se quedaron pasmados con aquella confesión, no habían pasado ni dos semanas desde que dejaron a Micaela tranquila y feliz por su ascenso laboral y ahora encontraban a una Micaela con una herida de bala en el hospital, sufriendo y, lo peor de todo, enamorada hasta sus mismísimas entrañas ¿qué había pasado ahí?. Como siempre, Brandon intervino:

— Tranquila, preciosa, el amor es lo que tiene, una mezcla confusa entre el dolor y el éxtasis, a veces duele, y mucho, pero otras… es capaz de hacerte ver fuegos artificiales en pleno amanecer… cuando te enamoras, el amor se convierte en el único aire del que puedes respirar y eso… eso crea adicción… Anda duerme, cuando él regrese te despertaremos.