CAPITULO XII
El despacho de De Soussa más que un despacho parecía otro de sus salones de fiestas, su escritorio tenía un tamaño descomunal y, por si fuera poco, tenía en uno de sus laterales la mesa de sesiones en las que seguramente trabajaba con los integrantes de su equipo.
Micaela intentó curiosear los papeles que estaban sobre la mesa pero no vio nada que pudiera ser de interés. Estaba un tanto inquieta, no le gustaba recibir órdenes y mucho menos de Luka, pero comprendía al mismo tiempo que no tenía otra alternativa que obedecerle.
La puerta del despacho se abrió y entró De Soussa, quien, al mirarla, sonrió de una manera que no dejó lugar a dudas sobre cuáles eran sus intenciones, su sonrisa era libidinosa, lasciva y sus ojos expresaban lo que su boca callaba, era fácil presagiar que no hablarían sólo de trabajo. Su instinto le hizo retroceder pero no por temor sino por estar preparada para la acometida.
— Mi ángel, perdona que te haya hecho esperar pero la Delegada es un poco… pesada — decía mientras se dirigía hacia una especie de armario que al abrirlo se convertía en un bar. Sacó un par de vasos y mientras echaba en uno de ellos whisky preguntó— ¿Qué deseas tomar?
— Nada, gracias — respondió— ¿Sobre qué quería hablar conmigo, señor? — cuestionó con un tanto de prisa.
— ¡Vamos, ángel! Ten calma — decía De Soussa al mismo tiempo que llenaba el otro vaso de licor y se lo ofrecía.
Micaela cada vez más molesta por las continuas insinuaciones pensó que ya había tenido bastante por esa noche y que debía poner fin a sus galanteos, por lo que contestó tan claro como pudo:
— No deseo beber, señor, ya se lo he dicho. Y por favor le rogaría que me llame por mi nombre — lo miró fijamente intentando que con aquella frase directa De Soussa se tranquilizase un poco. Pero tranquilidad no fue lo que precisamente vio Micaela en los ojos del Presidente de la Cámara Municipal, sus gestos se quedaron como congelados, su brazo seguía extendido con el vaso en la mano y su mirada parecía cortarla en mil pedazos. Ella no se amedrantó, le plantó cara. Así permanecieron unos segundos, después de los cuales él cambió de posición caminando hasta su escritorio y apoyándose en él.
— He seguido muy de cerca las investigaciones que está realizando Pereira y — haciendo un paréntesis— te lo diré directamente. No confío en él. Creo que tiene negocios con grupos de mafiosos que trabajan en Lisboa.
Micaela no se sorprendió, después de la conversación con Talbot nada llamó su atención.
— ¿Tiene alguna prueba de lo que dice? — preguntó. Él sonrió contestando:
— Si tuviera alguna prueba ¿crees que seguiría trabajando como Fiscal?
— Precisamente por eso se lo pregunto, si desconfía tanto de él ¿por qué continúa en su puesto?
— Porque sólo así puedo vigilarlo, debo reconocer que es muy astuto, he estado cerca de pillarle dos veces. La primera fue en un caso de lavado de dinero, un narcotraficante brasileño ocultó grandes cantidades de capital creando pequeñas empresas en todo Portugal — paradójicamente, lavanderías— . La policía grabó conversaciones entre el narco brasileño y su contacto aquí en Portugal, ¿adivinas quién era? — inquirió malicioso.
— Pereira… pero con una grabación había pruebas suficientes para encerrarlo.
— Eso pensé yo, pero misteriosamente esa grabación se perdió justo en el momento en que lo iba a confrontar.
De Soussa se detuvo, se sirvió otro whisky y continuó.
— Al día siguiente de tener la grabación en mis manos, cité a Pereira en mi despacho. Esa tarde salí de casa con todas las pruebas que lo acusaban pero milagrosamente para él tuve un accidente, un hombre se me atravesó en el camino, logré esquivarlo, paré mi coche y salí para ver si se encontraba bien, por suerte estaba ileso, nos dimos nuestros datos por si hacían falta y nos despedimos. Al regresar al coche las pruebas habían desaparecido.
— ¿Cree que Pereira estuvo atrás de todo eso?
— Si no fue él, ¿cómo explicas lo que sucedió? Además, la segunda vez que casi lo atrapo fue impactante. Pereira llevaba un caso de tráfico de armas, se trataba de un grupo de cinco traficantes, tres de ellos oriundos de España y dos de Portugal. Los dos últimos tenían antecedentes de tráfico de drogas y robo con violencia e intimidación; en el juicio todo apuntaba a que pasarían un largo tiempo bajo la sombra. Una mañana recibí una carta, diciéndome que si quería atrapar a Pereira acudiera a una dirección solo.
— ¿Y qué fue lo que pasó? — preguntó Micaela totalmente sorprendida por lo que De Soussa le relataba.
— No te miento si te digo que sentí temor, pensé que alguien me había preparado una trampa, era todo posible, pero mi ansia por atrapar a Pereira era mayor, así que acudí a la cita. La persona con la que me encontré fue un conocido proxeneta famoso por su adicción a la heroína, dijo que tenía pruebas irrefutables de que Pereira estaba compinchado con los traficantes de armas acusados, me dijo que todo lo que Pereira hacía era una pantomima, que el caso lo ganaría el abogado defensor porque Pereira estaba comprado.
— ¿Que pruebas tenía?
— Él mismo era la prueba, aseguró que Pereira le pagó para conseguir gente que pasase la frontera a España con las armas. Me prometió que si lo llevaba a juicio él testificaría en su contra, daría nombres, lugares y cantidades de dinero que inculpaban a Pereira. A cambio quería protección.
— ¿Por qué lo hacía?
— Lo andaban buscando narcos de la calle para matarlo, debía mucho dinero y sabía que era su fin.
— ¿Qué pasó después? — le costaba creer toda aquella historia, Pereira no podía ser así.
— Nombré a dos agentes de mi confianza para que lo protegieran, nadie más que ellos y yo sabíamos dónde estaba. Lo escondieron en la casa de veraneo de uno de los agentes, durante dos horas estuvo con ellos hablando, diciéndoles que pronto desenmascararía a uno de los grandes de la ciudad, luego entró en su habitación alegando que estaba cansado. A las dos horas lo encontraron muerto.
— ¿Muerto?, pero ¿cómo pudo pasar? Estaba vigilado.
— Nadie lo mató, se suicidó. Lo hallaron muerto con una sobredosis, estaba tirado en la cama y junto a él su móvil. Tanto la droga como el móvil los llevaba escondidos. Al buscar información en su móvil descubrimos que más o menos a la misma hora recibió de un número oculto un vídeo en el que se veía la violación y el asesinato de una adolescente.
— ¡Dios! ¿Quién era?
— Lo supimos unos días después, la chica que aparecía en el vídeo era la hija del proxeneta.
Micaela se espeluznó al oír esa historia. No podía poner las manos en el fuego por Pereira — ni mucho menos— pero le costaba muchísimo pensar que fuera capaz de una salvajada como esa.
— ¿Qué pasó con los traficantes?
— Por tecnicismos legales, quedaron en libertad.
De Soussa regresó junto a ella.
— ¿Ahora comprendes por qué no confío en Pereira?
— Una pregunta más. ¿Por qué me lo cuenta?
— Porque quiero que me ayudes a desenmascararlo, por eso busqué a Talbot y le pedí que me diera a su mejor hombre para que fuera ayudante del Fiscal, en este caso “mujer”. Tienes que tener mucho cuidado, Micaela. Pereira puede ser muy peligroso. Claro que por otra parte si lo haces bien tu futuro profesional será envidiable.
Ella se sentó en el sofá, toda esa historia era increíble, si Pereira había hecho lo que decía De Soussa, era un actor consumado capaz de engañar a todo el Departamento Judicial. Significaba que toda esa fachada de hombre sin tacha y apegado a la ley era sólo una mentira que escondía a un ser cruel, corrupto, con crímenes a sus espaldas. De Soussa sigilosamente se sentó junto a ella levantó su mano y la pasó por la mejilla de Micaela, quien nada más sentir su roce se levantó como si fuera un resorte.
— ¿Qué está haciendo, señor? — preguntó furiosa.
Él se puso de pie sin dejar de mirarla, se acercó a ella y cogió su mano, Micaela quiso zafarse pero él la contuvo con fuerza llevando su mano a sus labios y besándola.
— Suélteme ahora mismo o no respondo — le amenazó Micaela, mientras él sonreía y dejaba su mano en libertad. Ella empezó a caminar hacia la puerta pero él se interpuso en su camino.
— Me caracterizo por ser directo, ángel, y tú me gustas. Esto no tiene nada que ver con nuestra relación laboral pero quiero que sepas que me vuelves loco y que una sola palabra tuya hará poner lo que me pidas a tus pies — sus ojos estaban llenos de provocación.
— ¿Qué no tiene nada que ver con nuestra relación laboral?, ¿está usted loco? ¡Me está ofendiendo! — gritó indignada.
— Claro que no. Esto es un episodio aparte y si eres lo suficientemente lista, que creo que lo eres, no permitirás que todo el trabajo que has hecho tú, la policía y el propio Talbot se pierda por un pequeño halago masculino, ¿verdad?
— Ya que esto no interfiere en nuestro trabajo déjeme decirle que por mí ¡se puede ir a la mismísima mierda!, señor. — Al salir dio el portazo más fuerte de toda su vida.
Micaela pasó rápidamente por el salón con cuidado de no tropezar con las parejas que estaban bailando. En su recorrido buscó a Luka pero no lo encontró, tampoco pudo ver a Lucreccia, no necesitaba pensar mucho para concluir que estaban juntos. No lo esperaría, saldría de aquel chalet y regresaría a su piso en cuanto consiguiera un taxi. Esa noche había sido una de las peores de su vida, primero la disputa con Luka antes de salir, luego soportar el constante acoso del Presidente que al final le había tratado como si fuese una furcia cualquiera. No sabía qué repercusiones podría tener en su trabajo aquella conversación con De Soussa, pero estaba tan endiabladamente molesta esa noche que no le importaba en lo más mínimo. Para colmo Luka con ¡esa italiana de los mil demonios! ¡Estaba celosa, muy celosa!, lo sabía y tampoco le importaba, ¿qué podía hacer? Nada, ella era así y no iba a cambiar. Estaba rabiosamente enfadada porque el pensar que Luka prefería tener en sus brazos a ese fósil antes que a ella, le sacaba de sus casillas.
Nada más salir cogió su móvil para llamar un taxi pero no hizo falta, el coche de Luka surgió de improviso y se paró frente a ella, él bajó y dando la vuelta al coche abrió su puerta, ordenando como siempre:
— Sube al coche — ni siquiera la miraba « ¡lo que me faltaba! ahora resulta que él es el enfadado» pensó, sintiendo que la indignación se apoderaba de ella.
Una vez dentro del coche Luka arrancó a toda velocidad sin esperar incluso a que Micaela se colocase el cinturón de seguridad. «No le daré el gusto de preguntar qué diablos le pasa» se repetía ella mientras miraba al frente sin protestar.
Faltando poco para llegar a casa coincidieron con un semáforo en rojo, Luka paró de improviso haciendo que el cuerpo de Micaela fuera hacia delante. Ella no pudo contenerse:
— Podrías ser más cuidadoso, por favor, tenemos ya suficiente con el asesino que quiere matarnos, como para morir en un accidente de coche, ¿no te parece? — gritó, pero como él no contestó, siguió:
— ¡Por lo menos podrías responder!, se puede saber ¿qué coño te pasa? — ya está, ya lo dijo, además utilizando vocabulario soez que sólo lo utilizaba cuando realmente estaba furiosa. Él la miró sorprendido por el taco que acababa de decir, pero inmediatamente volvió a su postura original.
— ¡Ah, te asombras de mi vocabulario!, claro, seguramente la italianita esa hablaba con mucha más clase que yo ¿verdad? No conozco nada de ti, Luka Petrovsky, pero por lo visto ¡te gusta la arqueología! — en ese momento llegaron a su casa. Él aparcó violentamente, se bajó del coche y fue a la puerta de Micaela para abrirla antes de que ella pudiera salir por sí sola. Cuando lo hizo la sujetó del codo pero ella se soltó de un solo movimiento y empezó a caminar rápidamente buscando la llave en su bolso. Al entrar se dirigió directamente a su habitación, pero Luka la alcanzó en el pasillo, asiéndola del brazo y girándola hacía sí.
— ¡Mira, niñata! Estoy cansado de tus escenas de celos, ¿quieres dejar de comportarte infantilmente y empezar a madurar?
— Claro madurar… que tonta he sido me olvidaba de que te gustan las maduras, que digo maduras, las veteranas o mejor dicho, ¡las abuelas! — no se intimidaría ante él, no había retrocedido con De Soussa, mucho menos lo haría con él.
Luka apretó su mandíbula tan fuerte que se podía distinguir con toda claridad su maxilar inferior.
— ¡Déjame en paz, Micaela! — advirtió.
— Admítelo, admite que a ella no le has rechazado de la manera en que lo has hecho conmigo. ¡Admítelo!
— ¡Deja de decir tonterías! — gritó soltándola, en tanto que se dirigía al salón, buscaba un vaso, lo llenaba del licor que tenía más a mano y se lo bebía sin parar.
Pero la pelea ya estaba planteada, Micaela en lugar de retirarse lo persiguió.
— ¿Tonterías? Ninguna tontería, eres capaz de negarme qué prefieres las mujeres mayores antes que… — pero Luka se giró de improviso y continuó por ella.
— ¿Antes que a jóvenes tembleques e inexpertas como tú? — preguntó— ¡Pues sí! Sí, las prefiero, prefiero una mujer hecha y derecha que sepa a hembra y no a una niñata pija y presumida que todavía ¡huele a pañales! — vociferó.
Micaela en ese momento levantó su mano y con toda su fuerza la estampó en la cara de Luka, girándola hacia un lado por la fuerza del impacto. Nada más hacerlo se arrepintió, con la misma mano se cubrió la boca intentando ahogar el gemido de sorpresa que le causó su propia actitud.
Luka giró lentamente, su rostro reflejaba un gesto que produjo miedo en Micaela. Impulsado por la rabia y por el golpe la tomó por los hombros y la llevó sin soltarla contra la pared. Ella estaba aterrada, sabía que se había excedido, una cosa era estar furiosa y otra muy distinta llegar a la fuerza bruta… se desconocía por completo.
Luka la cogió de las manos y las separó a cada lado, se acercó a ella mientras Micaela giraba su rostro a un costado, tenía miedo de su reacción, empezó a temblar mientras Luka decía:
— ¿Esto es lo que quieres, eh? — dijo empezando a besar su cuello apasionadamente.
— Déjame, Luka — pidió ella compungidamente.
— ¿Qué te deje? — se carcajeó— Pero si esto es lo que deseas ¿verdad? — con una de sus manos empezó a acariciar bruscamente sus pechos— Esto es por lo que has montado toda esta escenita ¿no es así? — levantó el vestido de Micaela y empezó a acariciar sus nalgas de la misma manera brusca e indelicada, luego le separó las piernas con sus pies— ¡lo has estado pidiendo, que digo pidiendo, lo has estado rogando a gritos! Ahora dime que no es verdad, ¡dímelo! — demandó mientras refregaba todo su cuerpo sobre el cuerpo de Micaela, quien, inesperadamente empezó a llorar.
— Déjame, Luka, ¡por favor! Déjame.
— No, no, ahora no llores… — continuó Luka burlándose— recuerda que ya eres una mujer, si has tenido coraje para meterte entre mis pantalones ahora ten coraje para continuar. Quizás el bobalicón de De Soussa no fue suficiente hombre para ti y ahora quieres probar a uno de verdad ¿es eso? — y diciendo esto la abrazó y con una de sus manos la sujetó por la cabeza atrapando sus labios con los suyos besándola desaforadamente en tanto forcejeaba por arrancarle el vestido.
Micaela empujaba con sus dos brazos a Luka pero su fuerza era descomunal, todo era inútil, por cada intento que hacía de apartarlo él conseguía someterla aún más a su voluntad, era una marea que no podía esquivar, él seguía acariciándola toda y besándola, pero no con pasión ni deseo sino con una rabia contenida que impedía que todo aquello fuera un acto normal, todo lo contrario, lo que intentaba era hacerle daño.
Ella de repente se dio por vencida, dejó de defenderse, dejó de apartar el cuerpo de Luka, sus intentos de salir del poder de su fuerza cesaron. Se quedó flácida sin hacer ningún tipo de resistencia, ningún movimiento, sólo lloraba quedamente; cuando pudo liberar sus labios de los de Luka exclamó:
— Perdóname por favor, Luka, no quise pegarte. Si quieres castigarme hazlo, pero no de esta forma.
Sus palabras consiguieron lo que no hicieron sus fuerzas. Luka parecía congelado frente a ella, sus ojos eran una mezcla de pasión con despecho y dolor, mucho dolor. « ¿Pero dolor por qué?» se preguntaba Micaela una y otra vez sin encontrar respuesta. La miraba furioso y ella sentía que no la veía, él estaba en otro lugar, en otra ciudad, con otra persona, otra vez…
Luka se dio la vuelta dándole la espalda, ella se quedó inmóvil, no era capaz de moverse, tenía tanta tristeza por dentro que le era imposible reaccionar ¿qué le ocurría?, el rechazo continuo de aquel hombre se estaba convirtiendo para ella en una obsesión, no sabía nada de él y aún así actuaba como una loca enfermiza de celos perdiendo todo atisbo de dignidad, ¿era su orgullo lastimado el que conseguía transformarla de tal manera? Sintió tanta vergüenza de su comportamiento que sin hacer el menor ruido se retiró y se encerró en su habitación tirándose en la cama incapaz de contener todo el llanto que salía de sus ojos, de su propia alma, de su propio corazón, era tanto lo que tenía dentro que no sabía explicar, que hundió su cabeza en la almohada para ahogar cada uno de sus lamentos.
Afuera en el pasillo Luka apoyado en la pared oía los sollozos de Micaela y al hacerlo se tapaba la cara con las manos. Dejó resbalar su cuerpo lentamente hasta tocar el suelo, como si fuera un ser sin vida, un despojo humano, metió su cabeza entre sus piernas dobladas y se sintió el hombre más miserable del planeta.
No supo en qué momento se quedó profundamente dormida, ni siquiera se había cambiado de ropa, llevaba todavía el vestido con el que fue a la cena de De Soussa, sólo había tenido tiempo de quitarse las sandalias antes de tumbarse en su cama. Un movimiento la despertó, al principio no supo qué era, estaba oscuro y sus ojos estaban hinchados de tanto llorar, sintió un desplazamiento en su cama y la presencia de alguien, tuvo miedo y por eso abrió los ojos para poder distinguir de quién se trataba. Era Luka, estaba tumbado en la cama junto a ella, tenía la cabeza apoyada en una de sus manos mientras que la otra yacía estática a unos cuantos centímetros de su cuerpo, la miraba fijamente.
Su primera reacción fue refregarse los ojos para poder ver mejor, aun despierta le costaba creer que él estuviera ahí.
— ¿Qué haces aquí? ¿Qué hora es? — preguntó, intentó incorporarse pero él se lo impidió.
— Shhh — pidió silencio mientras se acercaba más a ella, que instintivamente retrocedió.
— Micaela, perdóname por favor — fue lo único que dijo mientras bajaba su cabeza avergonzado— nunca te haría daño, sé que ahora te resulta difícil creerme, pero sería incapaz de lastimarte, se supone que estoy aquí para cuidarte y mira lo que hago…
Ella se quedó desconcertada, esa actitud tan pasiva y reconciliadora no era propia de Luka, ¿qué le ocurría? La escena que habían tenido horas antes había sido tremenda, cualquiera en su lugar le habría echado de su habitación sin ningún tipo de miramientos, sin embargo se sorprendió a sí misma pensando « ¡Dios mío! que ganas tengo de abrazarlo y decirle que todo está olvidado». Lo tenía tan cerca que empezaba a creer que estaba soñando, se dio cuenta de que todo aquello era real cuando notó que su cuerpo temblaba como una gelatina debido a su proximidad, ¿por qué la subyugaba tanto? ¿Dónde quedaba su dignidad? Tenía que tener un poco de orgullo y no derrumbarse ante un pequeño gesto de disculpa.
— Fui yo la que te provoqué, Luka — dijeron sus labios en tono muy bajo, pese a que su cerebro había dado la orden de mostrarse indignada.
— Tú no tienes la culpa de nada, Micaela, eres una víctima de mi hermano y a veces pienso que incluso mía, creo que tu actitud ha sido increíblemente valiente, me has sorprendido en todo lo que has hecho.
¡Un reconocimiento de Luka! Eso era más de lo que Micaela podía soportar. Notó nuevamente las lágrimas en sus ojos, pero esta vez no eran de tristeza ni de despecho, esta vez era porque sentía tanta satisfacción con esas palabras que todos los momentos malos ocurridos hacía apenas unas horas, ya carecían de importancia. Ese hombre era capaz de llevarla de la desdicha más profunda a un estado de asombrosa euforia en tan sólo un instante.
— ¿Qué hora es? — preguntó intentando recuperar con indiferencia el terreno perdido.
— Las tres de la madrugada — respondió sin moverse de su posición. Ella intentó levantarse otra vez pero él se lo impidió pasando el brazo por encima de su cintura.
Se miraron fijamente, era imposible negar la atracción que ambos sentían. Su relación no estaba basada en cantidad de tiempo, no, sino en intensidad de emociones, apenas hacía seis días que se conocían pero, sin embargo, habían compartido tantos momentos y de tanta magnitud que incluso ponían su propia vida uno en manos del otro.
Luka, poco a poco y sin dejar de mirarla, se acercó hasta besar suavemente sus labios, fue un beso corto casi desapercibido pero que dejó a Micaela suspendida en el aire por unos cuantos segundos. Como ella fue incapaz de hablar, él se aproximó nuevamente, esta vez el beso fue mucho más vehemente, sólo un hombre como Luka podía expresar con sus labios tanto en apenas un momento. Micaela pese a estar convencida de que si quería demostrar orgullo ese era el momento preciso, no le hizo el menor caso a sus pensamientos, levantó los brazos y los cruzó sobre su cuello, esta vez fue ella la que lo besó, pero su beso tuvo un nivel más profundo que los anteriores, metió su lengua buscando la de Luka — quien se quedó completamente sorprendido por la facilidad con la que convencía a Micaela y al mismo tiempo fascinado por la transparencia de sus sentimientos— toda ella era así, diáfana, nítida, su corazón pesaba más que su razón y eso, pese a sí mismo, lo atraía cada vez más.
Luka correspondió a ese beso como nunca antes lo había hecho, se olvidó de todo y de todos, no quería renunciar más a ese placer, ¿por qué iba a hacerlo? ella era una mujer adulta y él también, entonces, ¿por qué esperar? Sus besos se hicieron cada vez más densos y apasionados, Luka saboreaba cada uno de esos besos despacio, sin prisa, pausadamente, logrando que los sentidos de los dos se elevasen gradualmente, consiguiendo que cada sensación sentida fuera única. Cuando Micaela se convenció de que sus labios habían sido creados con el único fin de besar los de Luka, él se separó observándola, su mirada había cambiado, estaba turbia, se podía apreciar fácilmente su excitación. Tardó un momento contemplándola, luego levantó su vestido hasta por debajo de sus pechos y empezó a besar su abdomen, aprisionando pedazos de piel con su boca y al mismo tiempo humedeciéndolos con su lengua, sus manos intentaron bajar lentamente las bragas de Micaela. Pero de repente, ella lo detuvo, levantó la cabeza para ver qué pasaba, ella lo miraba anhelante, respiraba con dificultad, estaba tan excitada como él, entonces, ¿qué ocurría? Micaela con sus manos lo obligó a subir hasta quedar sus ojos a la misma altura que los de él.
— ¿Qué pasa? — preguntó jadeante— ¿no te gusta?
— Esta vez no aceptaré un rechazo Luka — sentenció. Él la miró divertido.
— ¡Micaela por Dios! no hubiera entrado por esa puerta si no tuviera intenciones de ir hasta el final — dijo todo serio. Ella al escucharlo sonrió.
En menos de un segundo empujó a Luka a un lado y cuando cayó boca arriba sobre la cama, ella se encaramó sobre él. Sus miradas se volvieron más intensas, él acariciaba sus piernas a lo largo de toda su extensión, ella desabotonó deprisa su camisa y dijo.
— Esta vez, Luka Petrovsky, no habrá el recuerdo de ningún fantasma entre tú y yo ¿me oyes? — a modo de respuesta él acarició sus glúteos mientras la movía sobre sí.
— ¡Cállate ya… pesada! — dijo sonriendo.
Micaela con un ágil movimiento se quitó el vestido, Luka la miró extasiado, con sus ojos recorrió cada palmo de todo su cuerpo, contemplándola, comiéndola con la mirada, sus manos, como un imán, se posaron en los pechos de Micaela y pudo apreciar que su tamaño se acoplaba perfectamente a su tacto. Él se levantó y sujetó a Micaela por su espalda, empezó a saborearlos por encima del sujetador, luego bajó una a una las tiras que los sostenían y al verlos no pudo reprimir un gesto de satisfacción, el ritmo de su respiración provocaba que sus pechos oscilaran de arriba hacia abajo consumiendo a Luka por dentro. Se quitó la camisa tan pronto como pudo, quería sentir lo antes posible, en su propia carne, esa piel tan suave y delicada, la apretó contra él mientras hundía su boca en uno de los pezones de Micaela provocando que ella se quedara un instante sin respirar. Ella no entendía muy bien qué pasaba en su interior, la energía que irradiaba Luka era impresionante, la llenaba hasta desbordarla, su fuerza y forma de abrazarla le hacía sentir, por un lado, como si fuera una pieza delicada de cristal y por otro, como si nada en este mundo pudiera hacerle daño. Se deshizo del sujetador lo más rápido que pudo y al verse libre intentó fundirse más en Luka; inconscientemente se apoyó en sus rodillas ofreciéndole sus pechos de una manera más directa, al mismo tiempo, con sus propias manos acariciaba su espalda, era impresionantemente ancha y fuerte, con sus dedos podía delimitar cada uno de sus músculos. La excitación iba en aumento, tenía necesidad de sentirlo más íntimamente, bajó su cabeza buscando los besos de Luka pero en el camino se entretuvo lamiendo y mordisqueando parte de su cuello y de su oreja. Ese hombre la volvía loca, no era ella cuando él estaba cerca, la transformaba, la dominaba y si ejercía ese poder con tan sólo mirarla, mucho más ahora que lo sentía tan próximo, era como si tuviera el poder de meterse en su interior sin pedir permiso a nadie y mucho menos a ella. Luka, con un gesto brusco de pasión rompió las bragas de Micaela, se abrió su pantalón y liberó su miembro hinchado por la excitación, con sus dos manos posó a Micaela encima de él, la movió de atrás para adelante sin llegar a penetrarla, la fricción de sus sexos arrancaron gemidos de los dos, sin soltarla del todo la empujó hacia atrás. El movimiento hizo que ella cayera con los brazos abiertos y que su cabeza quedara casi al borde de la cama. Él aprovechó esa posición para cubrir su boca con un beso intenso de pasión que Micaela correspondió como si fuera un animal voraz, hubiera saboreado esos labios por toda la eternidad si fuera posible ya que su apetito se incrementaba a pasos agigantados.
— Desnúdate Luka… quiero sentirte… — pidió mientras jadeaba.
Él no tardó en hacerlo, cuando estuvo completamente desnudo frente a ella las ansias se multiplicaron por mil. Luka estaba de pie y desde su altura la contemplaba sin hacer ningún movimiento. Los ojos de Micaela examinaban al hombre que se erguía frente a ella, ¡Dios, qué apuesto era! El tamaño de su virilidad hacía que ella moviera sus piernas lenta y provocativamente, como saboreando de antemano el placer que pronto tendría, el que él la mirara de la manera como lo estaba haciendo, no hacía más que incitar cada vez más su deseo de que la poseyera.
— Ven aquí, Luka — pidió mientras estiraba su brazo invitándolo.
Él tomó a Micaela de su mano pero en lugar de acercarse se quedó en su lugar, cogió sus piernas y las atrajo hacia sí, de tal manera, que quedó tendida frente a él pero con sus pies en el suelo. Luka se inclinó y empezó a besarla por su cuello, no tocó a Micaela con nada más que no fueran sus labios, subió de nuevo a su boca capturándola por unos instantes, iniciando una excursión con su lengua empezó a bajar por sus pechos tomándose su tiempo en cada uno de ellos, Micaela, mientras tanto, acariciaba su cabeza, intentaba contenerse pero le era casi imposible, la fuerza que sentía en su interior le hacía levantar sus caderas de manera incitante, quería más, quería tenerlo dentro.
Luka desvió la dulce tortura de sus besos hacia su vientre pasando la lengua por su ombligo, ella jadeaba, era tanto el placer que sentía que sus manos agarraban con fuerza las sábanas, intentado de esa forma soportar un tiempo más el torbellino que bullía en su interior. Luka continuó su recorrido llegando al punto más íntimo de Micaela, ella abrió los ojos, podía apreciar su aliento en su entrepierna, sabía que en unos instantes el placer se convertiría en éxtasis. Luka se arrodilló y separó pausadamente sus piernas mientras que al mismo tiempo las acariciaba con sus manos desde los muslos hasta los tobillos, la postura en la que se encontraba Micaela no era nada pudorosa y eso le gustaba. La podía ver en un plano tan íntimo, totalmente entregada a sus caricias y al placer que él le podía ofrecer, la vio hermosa, sus senos turgentes bamboleantes, su vientre plano y terso, sus piernas largas y contorneadas y su sexo, aquella abertura que estaba frente a sus ojos constituía el centro mismo de sus deseos, estaba tan encantadora en aquella posición, tan sexualmente abierta que apareció en él un anhelo vehemente de saborearla cuanto antes, acercó su cabeza y lo acarició lentamente haciendo que Micaela sintiera su mano en todo su ser, separó con los dedos sus labios internos consiguiendo que ella lanzara un pequeño grito de satisfacción, luego hundió su lengua en aquella deliciosa profundidad una y otra vez, Micaela al sentirla dentro empezó a gemir. Los gemidos eran acompasados a los movimientos que Luka hacía con su lengua, le estaban proporcionando un goce indescriptible, el ritmo era ascendente y cada vez alcanzaba mayor profundidad. El primer orgasmo que tuvo Micaela fue abrumador, su cuerpo se convulsionó dejándola un poco mareada mientras sentía en todas sus terminaciones nerviosas la fuerza del deseo satisfecho.
Antes que pudiera recuperarse del todo, percibió los brazos fuertes y fornidos de Luka que la sujetaban por su espalda y la colocaban en medio de la cama, inmediatamente su cuerpo fue cubierto por el cuerpo masculino, lo vio encima de ella, mirándola con esos ojazos que la mantenían inmóvil el tiempo que quisiera, jadeaba y sudaba, ella nuevamente envolvió su cuello con los brazos, él la tenía sujeta por detrás mientras dejaba que su cabeza se apoyase en sus manos. Luka con sus piernas abrió las de Micaela, quien al sentir el miembro de Luka encima de su vientre empezó a gemir de nuevo, él pasaba una y otra vez su miembro por su piel como si desconociera el camino que tenía que seguir, incrementando la desesperación de Micaela por tenerlo dentro. Con un desplazamiento rápido se introdujo en ella, sus ojos estaban como imantados, sólo tenían conciencia del deseo que sentían el uno por el otro. Empezó a moverse lentamente pero poco a poco el ritmo se aceleró, ella rodeó su cintura con sus piernas empujando a su vez para que la penetración fuera más profunda e intensa, siguiendo el ritmo que él marcaba, no tuvieron que esperar mucho, el fuego que los consumía era tan fuerte que si no lo liberaban podía acabar con ellos, aquellos días intentando guardar la compostura cuando sus instintos pedían otra cosa habían sido una tortura. El placer se volvió insoportable, Micaela lanzó un grito que se tradujo en una explosión de sensaciones extraordinarias, Luka aguantó unos cuantos segundos más, luego de los cuales, su expresión cambió, su cuerpo se puso rígido, cerró los ojos, se mordió los labios y de su garganta salió un bramido de éxtasis que duró unos instantes para luego caer sudoroso y rendido junto a Micaela.