CAPITULO XIV

— Agostino, necesito que indague en el hotel en el que Lily se encontró con Petrovsky aquella noche — salía del Angels Pub y se aproximaba al coche en el que Luka la estaba esperando—  quizás exista alguien ahí que reconozca a Marcus y pueda darnos algún indicio del porqué estuvo ahí. Pida registros de ingresos, así sabremos el tiempo que estuvo en ese lugar, también mire las facturas, hable con el personal que lo atendió, puede que encontremos algo que nos permita rastrear su paso en esa época. Otra cosa, quiero un historial completo de Calisto, necesito saber todo acerca de ese hombre, y al decir todo, es absolutamente todo, su familia, sus amigos, sus socios, sus mujeres, sus camellos, quiero su hoja de vida íntegra lo antes posible.

Agostino la seguía sin rechistar tomando nota de todos los requerimientos de Micaela. En cambio Lucinda iba rezagada, la escuchaba pero en cada petición que ella hacía, movía su cabeza de un lado al otro a manera de desaprobación. Se detuvieron unos cuantos metros antes del coche, Micaela no quería que ninguno de ellos pudiera ver de cerca a Luka, su aspecto de lejos no coincidía con el de Marcus pero cualquier persona que se fijara detenidamente en su rostro encontraría el parecido inmediato, los agentes tenían estudiada la cara de Marcus al detalle, corría mucho riesgo.

Lucinda aprovechó ese momento para increpar a Micaela.

— No sé que te crees niña para darnos órdenes según te da la gana… las únicas órdenes que seguimos son las nuestras, por algo estamos encargados del caso, a ver si te enteras de una buena vez.

Micaela respiró hondo, estaba cansada de aquel constante enfrentamiento con Lucinda.

— Saben muy bien que la investigación la dirige el Fiscal, para que usted Lucinda me entienda lo diré en otras palabras: El Fiscal asume en los hechos de acción penal la dirección de la investigación. ¿Queda claro o es que tiene que repetir curso, agente? — Lucinda dio dos pasos adelante, plantándose frente a ella y desafiándola con la mirada, en su rostro ya no se veía aquella mueca horrenda que solía hacer, en su lugar sus labios se apretaban tanto que habían perdido todo su color dibujando una línea blanca y arrugada.

— Mira, chulita… te voy a decir cuatro cosas que… — pero Agostino la interrumpió sujetándola del codo.

— ¡Basta, Lucinda! ¡Cálmate! Ella tiene razón, además está haciendo lo correcto — ella se soltó de un tirón.

— ¡Que te quede muy claro, Casanova! yo no le debo ninguna explicación a una novata como ésta — dijo intentando alejarse.

«¿Por qué diablos me odia tanto?» se preguntaba Micaela sin apartar los ojos de Lucinda ni un instante.

— Casanova, por favor, llámeme cuando tenga algo — se disponía a irse pero la voz de Lucinda la paró en seco.

— Una última cosa… si eres la ayudante del Fiscal Pereira ¿por qué no está enterado de tu viaje? — Micaela se paró en seco mirándola sorprendida, Lucinda continuó poniendo un gesto poco amigable—  acabo de hablar con Pereira, quiere tener una reunión lo antes posible con nosotros, le aclaré que estábamos interrogando a una prostituta que conoció a Petrovsky y me dio la impresión de que no sabía nada. Ah… cuando le comenté que igual tú no podías acudir a esa reunión porque tenías que viajar, se puso furioso — y haciendo pausa concluyó—  hum… me temo que tampoco sabía nada. Nos está esperando ahora mismo en el juzgado — dijo dibujando lentamente aquella sonrisa infernal.

Micaela entrecerró los ojos intentando descifrar cuál era el motivo por el que aquella mujer disfrutaba tanto metiéndola en problemas. No le daría el gusto ni le seguiría el juego.

— Entonces nos vemos ahí — dijo dirigiéndose al coche.

— ¿Qué trabajo pudo hacer Marcus para que mandaran a una prostituta a su hotel? — preguntó Luka conduciendo a toda prisa a los juzgados—  y para rizar el rizo aún más, esa prostituta trabajaba para El Portugués, quien, se supone, fue asesinado por Marcus… Además las fechas no cuadran, El Portugués estaba muerto cuando Lily se encontró con Marcus… si Marcus mató al Portugués lo más lógico era que huyese ¿no te parece? — conjeturaba intentando dar una explicación a toda esa situación. De repente miró a Micaela buscando respuesta y descubrió que estaba como absorta mirando al frente.

— ¿No me has contado todo, verdad?

Ella se quedó atónita, por lo visto Luka podía saber lo que estaba pensando tan sólo con mirarla.

— ¿Sabes que Marcus esa noche no tuvo sexo con Lily? — empezó.

— ¿Ah no? bueno, eso tampoco es relevante

— No sólo no tuvo sexo con ella sino que le pidió que le hiciera compañía toda la noche. Marcus quería saber su vida, estuvieron comiendo, bebiendo y charlando todo ese tiempo, como si fueran grandes amigos — Luka al escucharla sin saber por qué empezó a ponerse nervioso, le costaba creer que Marcus pudiera tener algún acto de bondad con alguien que no fuera él mismo.

— ¿A dónde quieres llegar Micaela? ¿Por qué das tantas vueltas? Suéltalo de una vez — dijo sin preámbulos. Micaela, sin dejar de mirar al frente, contestó:

— Cuando Lily le preguntó por qué no quería nada con ella. Marcus le respondió que ella le recordaba a alguien especial. ¿Sabes a quién?

— ¡No, no sé a quién le podría recordar esa mujer! — dijo Luka exasperándose.

— A Sasha.

Si Luka hubiese visto el fantasma de Marcus en ese momento frente a él, no le habría impactado tanto como el oír aquel nombre. Parecía como si la sangre hubiese desaparecido de pronto de su cara, la palidez que tenía el rostro de Luka reflejaba la conmoción que le causaba recordar a aquella mujer. Sin decir ni una sola palabra siguió conduciendo, sus ojos expresaban tanta aflicción que por un instante Micaela se maldijo por contarle todo aquello. Ella sabía en su interior que aquella noticia lo perturbaría, lo que no sabía era cuánto.

— No me vas a contar quién es ella ¿verdad? ni qué significó en la vida de tu hermano y en la tuya — al ver que Luka, otra vez, se había encerrado en sí mismo, intentó dar un giro nuevo a sus preguntas—  ¿dónde vive?, quizás si pudiéramos hablar con ella descubriríamos qué pasó con Marcus. Quizás nos pueda decir de qué tratan los documentos que estamos buscando.

— ¡Ella no te dirá nada, Micaela! — respondió con una voz hosca y seca.

— Quién sabe… quizás si lo intentamos… insistió.

— No Micaela, no te dirá nada… ¡absolutamente nada! — repitió Luka.

— ¿Cómo lo sabes? — preguntó.

— ¡Porque Sasha, está muerta! — gritó.

Octavio Pereira estaba sumamente molesto por varios motivos: primero, el enfrentamiento de esa mañana con De Soussa había sido impactante y luego Lucinda Barros le ponía al tanto de las decisiones tomadas por Micaela Barton sin contar para nada con su aprobación. Nadie le notificó que habían encontrado a una prostituta que conoció a Petrovsky y tampoco estaba enterado del próximo viaje de su supuesta ayudante.

No soportaba no controlar la situación y en ese momento era justo lo que sentía, que todo se le estaba yendo de las manos. De Soussa, presionándolo para que encontrara al asesino del sicario cuanto antes y así resolver los otros dos crímenes que tenían en ascuas a toda la ciudad y muy pronto al país entero. Todavía no tenían nada en concreto, los dos agentes encargados dirigían a todo el personal policial pero no veía grandes logros. Si continuaban de esa manera tendría que aceptar la ayuda de los agentes de la Interpol y eso no le gustaría nada a De Soussa y peor a Jason Marvin y a su equipo. Habían trabajado mucho para arriesgar todo justo ahora que estaban a punto de conseguir su objetivo.

Agostino Casanova, Lucinda Barros y Micaela Barton entraron en su despacho al mismo tiempo, Pereira los saludó fríamente y enseguida los invitó a tomar asiento en la mesa de reuniones.

— Iré al grano — empezó Pereira—  que sea la última vez que no se me notifica cualquier acción que decidan emprender, no tengo que recordarles quién es el que da el visto bueno aquí ¿verdad? ¿Alguno de ustedes me puede decir por qué nadie me ha dicho nada sobre el interrogatorio que han hecho esta mañana en el club de alterne?

— Debo admitir que es mi culpa — confesó Casanova—  la idea de buscar a una prostituta que conociera a Petrovsky fue de Micaela y cuando la encontramos se lo comuniqué directamente a ella, pensé que más tarde se lo diría a usted.

Micaela intervino:

— Prácticamente no hemos tenido tiempo para otra cosa que no sea ir al club e interrogarla. Pensaba llamarle al terminar.

— Hoy vamos a pasar por alto todos estos tecnicismos, pero espero que no se vuelvan a repetir. Ahora díganme ¿qué es lo que tenemos hasta ahora? — exigió Pereira.

Micaela tomó la voz de turno.

— Partimos del hecho de que la persona que asesinó a Marcus es la misma que asesinó tanto a Takashi Kenichi como al agente de policía. Para probar esto, basta ver la manera en que los mató y el móvil que tuvo en las dos últimas muertes; a Kenichi lo elimina envenenándolo con el mismo tipo de pez tóxico que días antes adquiere como venganza por haber testificado contra él y, sobre todo, para evitar ser identificado. Al agente de policía lo asesina por ser el único impedimento para hacer su trabajo.

«Por lo tanto, la línea de investigación se dirige exclusivamente a Petrovsky y a las pistas encontradas en la escena del crimen.

«La primera pista que seguimos fue la tetradotoxina encontrada en la sangre de Marcus y todos sabemos lo mal que terminó. Pero hoy con la declaración de Lily, que es así como se llama la prostituta que interrogamos, se han abierto otro tipo de pistas que podemos seguir.

— ¿Qué tipo de pistas? — preguntó Pereira.

Micaela relató toda la historia que Lily había contado de su encuentro con Marcus. Cuando terminó, Pereira dijo.

— Investiguen todo lo referente al lugar de encuentro de esa chica con Petrovsky, interroguen a todo el personal que estuvo trabajando en aquella época. También hagan un análisis exhaustivo de la vida que llevaba ese hombre de nombre Calisto, sobre todo sus contactos. Pero háganlo ya. No quiero tardanza.

Micaela sonrió triunfante mirando a Lucinda Barros. Pereira, sin saberlo, había coincidido con ella en todas las instrucciones que horas antes dio a Casanova.

— ¿Tenemos algo más?— indagó Pereira

— Sí — dijo Micaela—  como sabe, la bala que se encontró en el cuerpo de Marcus es muy peculiar, este tipo de munición la utilizaron en su mayoría los francotiradores rusos en la segunda guerra mundial para cargar un fusil llamado Mosin Nagant. Este fusil permite disparar con precisión a unos 600 metros de distancia y el forense estaba convencido de que el tiro que mató a Petrovsky lo hizo una persona que se encontraba a gran distancia de él. En otras palabras, estoy segura de que el asesino puede ser un francotirador o por lo menos alguien que tuvo que ver con el ejército o con algún cuerpo de policía especial.

— ¿A dónde quiere llegar? — preguntó Pereira

— Debe existir un registro de los francotiradores rusos que participaron en la guerra. Si pudiéramos tener acceso a ese registro quizás podríamos dar con algún rastro que nos guíe al asesino.

Pereira sonrió moviendo negativamente la cabeza mientras se llevaba las manos a sus sienes.

— ¿No estará intentando decir que el asesino podría ser algún soldado ruso de la segunda guerra mundial verdad? — cuestionó Pereira irónicamente.

— No — dijo Micaela un tanto ofendida por la burla—  porque eso sería imposible, pero podríamos hallar algún vínculo que…

— ¿Buscando qué?

— Aunque suene imposible señor, el chef japonés nos dio como única seña del asesino su color de piel, la persona a la que él vendió el fugu era de raza negra. Quizás existió algún francotirador ruso que tuvo vínculos con gente de color.

— ¡Por favor, Micaela, no diga tonterías! Eso es especular imposibles — sentenció Pereira al tiempo que Lucinda Barros sonreía lacónicamente.

— Sé que es una probabilidad entre un millón, pero creo que tenemos que intentarlo, ya que por el momento, no tenemos nada más.

Pereira se levantó de pronto, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y empezó a caminar alrededor de la mesa en la que estaban reunidos. Luego de dar algunas vueltas se paró y dijo:

— Quieren enviar agentes de la Interpol como apoyo a la Policía Lusitana debido a lo poco efectivos que hemos sido en este caso. Por el momento les he dicho que no, pero si no encontramos a ese criminal cuanto antes, no tendré otra opción que aceptar su ayuda. Ustedes dos — dijo dirigiéndose a Casanova y a Barros—  saben qué significa eso ¿verdad?

— Que serán ellos los que dirijan la investigación — apuntó Lucinda

— Exactamente, veo que tenemos las cosas claras. Por lo tanto nos centraremos en lo más factible, Casanova y Barros se dedicarán a investigar las posibles pistas que nos dio esa mujer Lily, y también la vida de ese tal Calisto. ¿Entendido? — ellos asintieron.

— Señor — interrumpió Micaela—  me parece importante investigar lo concerniente a la bala y al fusil — insistió.

— Ya que está tan interesada, lo hará usted. Nos volveremos a reunir todos en dos días — y de pronto como si se diera cuenta de algo dijo—  ¡Oh perdón! Olvidé que usted pretende salir del país en las próximas 24 horas ¿no es así? — otra vez el tono irónico.

— No se equivoca. Tengo intención de ir a Moscú hoy por la noche para investigar sobre los francotiradores rusos — su voz sonaba segura, pero sus manos temblaban sin descanso.

Pereira la miró de una manera neutra, nadie podía ni siquiera imaginar lo que estaba pensando, esa era una cualidad que tenía, cuando se lo proponía era capaz de guardar todo tipo de sentimientos o estado de ánimo, así nadie sabía lo que pasaba por su mente. Al mirar a Micaela pensó que ese viaje era lo mejor que podía pasar, así se libraría de ella al menos por un tiempo.

— Me parece que será como buscar una aguja en un pajar, pero de todas maneras no hay peor intento que el que no se hace, le deseo suerte.

— Gracias, señor — ahora ella le devolvía la ironía.

Cuando salieron Micaela retuvo discretamente a Casanova mientras Lucinda caminaba unos cuantos pasos delante de ellos.

— Agostino, por favor, tiene que ayudarme. Quizás no lo entienda ahora pero necesito que usted se encargue de indagar sobre los francotiradores — él se paró en seco, la miraba sorprendido no dando crédito a lo que escuchaban sus oídos.

— Pero usted viajará con ese propósito ¿verdad? — pasaron unos instantes sin tener respuesta y al ver la expresión de Micaela continuó exaltado—  No, no viajará por ese motivo ¿verdad?

— No. Por favor no me pregunte la razón, no puedo decírsela. Sólo le pido que confíe en mí. Por favor, Casanova, todo lo que usted averigüe debe enviármelo cuanto antes a mi dirección electrónica.

— Quiere que confíe en usted pero sin embargo usted abre otra línea de investigación sin notificar ni al Fiscal ni a nosotros. Eso es ilegal.

— Por favor, Casanova, créame si le digo que lo que hago no es ilegal, intento descubrir al asesino de Petrovsky, le aseguro que el motivo por el que me ausento es de vida o muerte. ¿Puedo contar con usted? — él torció su boca enfadado, esperó un poco como pensando las alternativas que tenía y al final aceptó.

— Está bien. Pero más le vale que esté haciendo lo correcto de lo contrario seré yo mismo quien la meta en la cárcel ¿me ha entendido?

— Gracias.

Micaela iba de un lado a otro en su habitación, tenía una pequeña maleta abierta en la cama que llenaba con cosas que llevaría en el viaje. Abrió su cajón de noche y vio el colgante que Marcus le dejó. Luka se lo había devuelto, diciendo que fue un regalo de su hermano y que, por lo tanto, ella tenía que conservarlo. Lo cogió y se lo puso. Hacía las cosas de manera automática, no podía pensar en nada que no fueran las palabras de Luka aquella tarde… “Sasha está muerta”. « ¿Quién había sido esa mujer?, ¿por qué fue tan importante en la vida de los dos hermanos?» Se preguntaba una y otra vez.

Luka apenas habló ni dos palabras desde que salieron de la oficina de Pereira hasta su casa, había regresado a su ostracismo, los momentos compartidos con él la noche anterior, se habían esfumado en la nada. De nuevo volvía a ser aquel hombre irascible que golpeó su puerta hacía una semana, lo único que tenía completamente claro era que Sasha, aún muerta, influía en su vida y en su corazón. Poco a poco sintió en su interior crecer un sentimiento de aversión contra aquella mujer que ni siquiera llegó a conocer.

— ¿Tardarás mucho? — era Luka que entraba en ese instante por la puerta.

— Estaré lista en unos minutos — dijo mientras metía los últimos accesorios en un pequeño neceser.

— No olvides tus documentos — y echando una mirada a su equipaje continuó—  no necesitas mucha ropa, no vamos de turismo ¿recuerdas?

Ella lo miró atónita, otra vez su mal humor hacía acto de presencia para congelar todo a su alrededor.

— Llevo sólo lo necesario — respondió y sin poder contenerse—  Luka… siento mucho si el recordar a esa mujer te hizo daño pero yo desconocía que estaba muerta y…

— Micaela, por favor, en tres horas partiremos para Kiev, necesito que estés cien por ciento alerta, lo más probable es que nos sigan, confío en que nadie, a excepción de nosotros dos, sepa nuestro destino. Esto nos hará ganar tiempo para despistar un poco al o a los asesinos de mi hermano. Pero quiero que estés concentrada y no pensando en cosas sin importancia ¿está claro? — si Luka quería evitar preguntas referente a Sasha lo había conseguido. Sus palabras no dejaban lugar a dudas. No se hablaría del tema “Sasha” al menos por el momento.

— Sí, está todo claro — aceptó.

Cogieron su equipaje y partieron rumbo al aeropuerto.

Bugga seguía al coche de Luka desde una distancia prudencial, afortunadamente el mantenerse oculto no le estaba resultando complicado. Lo que normalmente llamaba la atención de la gente era su fuerza y la serpiente tatuada en su cabeza, por eso en los últimos días la llevaba cubierta. Ese maldito japonés le había jugado una trastada, tenía a toda la policía en alerta, hizo bien en sospechar que mentía cuando aseguró que no dijo nada a los agentes. Cuando mataba a alguien ya sea por trabajo o porque simplemente tenía que hacerlo, desaparecía por un buen tiempo, no acostumbraba a dejar rastro, así que no le costaba mucho trabajo esfumarse sin que nadie siguiera su huella. Sin embargo, el caso Petrovsky desde un principio le causó problemas y por lo visto no podía dejarlo atrás. Presentía que estaba más cerca que nunca de encontrar aquella maldita llave, estaba seguro de que la parejita de idiotas a la que estaba siguiendo hacía el trabajo por él. Sólo era cuestión de tiempo y ellos le guiarían a su objetivo; aquellos días los había vigilado prácticamente las veinticuatro horas. Se fijó en que el hermano de Marcus, desde que salió de aquel banco, no se despegaba ni un minuto de Micaela Barton. ¿A qué iría allí?, ¿por qué ella no entró con él?, ¿qué guardaba o qué fue a buscar a ese lugar? Cuando salió, no tenía nada encima, nada al menos visible, pero eso no implicaba que no llevara algo consigo, si no ¿por qué iban a estar los dos tanto tiempo encerrados en el coche? Él sacó algo del banco, quizás era la llave que buscaba o quizás encontró algo distinto, sólo tenía claro una cosa, lo que sacó de ese banco les produjo mucha inquietud, a partir de ese momento, su actitud, que hasta entonces había sido de alerta pero sosegada, se había convertido en inquieta, miraban constantemente a todos los lados, estaban con prisa, exaltados, nerviosos, bastaba con analizar sus semblantes y sus gestos para saber que tenían prisa por algo.

Se sorprendió y al mismo tiempo se alarmó al comprobar que aquella vez se dirigían al aeropuerto de Portela « ¿a dónde diablos van?» se preguntó. Aparcó su coche a unos cincuenta metros del de Luka, esperó a que se alejaran y empezó a seguirlos a una distancia prudencial, había mucha gente en el aeropuerto y notaba que constantemente Luka o Micaela giraban su cabeza intentando descubrir si alguien los seguía. Bugga caminaba entre grupos numerosos de personas logrando ocultar su presencia. Luka no lo conocía pero Micaela sí, y estaba completamente seguro de que si lo volvía a ver, aunque fuera de lejos y tan sólo un instante, lo recordaría enseguida.

Se escondió detrás de una pared, desde ese lugar pudo verlos correr al mostrador de la compañía aérea Lufthansa y comprar los billetes. Luego se dirigieron rápidamente a la puerta de embarque, enseñaron sus documentos, entraron y la puerta se cerró.

Bugga se acercó rápido a la pantalla donde aparecían los vuelos de salida, pudo ver que el número de vuelo que Luka y Micaela cogieron era el LH4541 y se dirigía a Munich. « ¿Munich?, ¿para qué coño van a Munich?».

A toda prisa fue al mostrador en el que minutos antes habían estado Luka y Micaela.

— Quiero un billete para el vuelo LH4541 con destino a Munich.

— Lo siento, señor, el vuelo está completo — respondió el vendedor.

Su cuerpo se puso inmediatamente en alerta, y sin perder un segundo corrió a toda velocidad hasta su coche, entró, abrió su ordenador portátil, lo encendió y buscó una dirección, una vez que en su pantalla aparecieron las palabras “on line” escribió.

— ¿Estás ahí? — pasaron unos instantes y enseguida leyó:

— Sí

— Aeropuerto de Munich, vuelo LH4541, Micaela Barton llega en cuatro horas aproximadamente, te envío foto adjunta, síguela y no la pierdan de vista, no viaja sola, iré en el próximo vuelo. Te llamaré al llegar.

— ¿Quién es Micaela Barton?

— ¡Si quieres tener la puta llave haz lo que te digo sin rechistar! — inmediatamente cerró su ordenador, se bajó del coche y corrió hacia al aeropuerto, se acercó al mostrador de la compañía de viajes por segunda ocasión.

— ¿En cuánto tiempo sale el siguiente vuelo a Munich?

— En cinco horas — respondió el encargado.

Le costó mucho dominar la ira que le provocó saber que esos infelices habían logrado escabullirse por unas cuantas horas, qué tontos eran, no importaba lo lejos que fueran, él siempre los encontraría. Sin embargo, no le gustaba que lo cogieran desprevenido y mucho menos le gustaba pedir ayuda a su cliente. Pero no había tiempo, ni tampoco otra salida. Sus puños se tensaron y estuvo a punto de estamparlos contra el muchacho que tenía frente a él, pero se contuvo, no era el momento, ya tendría oportunidad de darle su merecido al hermano de Petrovsky y de tener bajo su dominio a la zorrita de Micaela Barton, tenía cinco horas antes de irse, decidió aprovecharlas para dar una vuelta por su piso, quizás hubieran olvidado algo de interés.

Llegaron a Munich a las tres de la madrugada con tiempo justo de comprar los billetes y de embarcar rumbo a Kiev. No pudieron darse cuenta de que dos hombres iban detrás de ellos. Micaela seguía a toda prisa a Luka, que la llevaba de la mano corriendo por todo el aeropuerto, estaba tensa y prefería mantenerse en silencio para no hacer más complicada la situación, comprendía que desde el momento en que decidió hacer ese viaje, también decidió seguir a Luka adónde fuese, ya no le importaba lo que pudiese pasar, iría hasta el final sin pensar en las consecuencias.

Una vez instalada en el avión respiró un poco más tranquila, tenían dos horas y media de vuelo por delante y lo que le apetecía era descansar y dormir un poco, estaba hambrienta pero eso podía soportarlo, lo que no podía contener era el peso de sus párpados y el cansancio de su cuerpo que exigían descansar. Se giró y observó a Luka mirando a todas partes buscando seguramente algún sospechoso, se acercó imperceptiblemente y posó la cabeza encima de su hombro intentando encontrar un poco de calor, cerró los ojos tratando de dormir; no pasaron ni cinco segundos cuando sintió que Luka se movía y le pasaba su brazo por la espalda atrayéndola hacía sí y arropándola en sus brazos. En ese momento no importaba el peligro en el que se pudiese encontrar, ni tampoco, toda la angustia y desesperación por la que había pasado esos días, la presencia de Luka a su lado, abrazándola y protegiéndola hacía valer la pena todo lo vivido hasta entonces, su contacto hacía olvidar los malos momentos y el calor de sus brazos tenían el poder de hacerle sentir un bienestar que nunca antes sintió. Escuchó la voz queda de Luka decir:

— Duerme un poco, pequeña, te vendrá bien descansar.

¿Le había llamado “pequeña”?, ¡Dios bendito una palabra de cariño en los labios de Luka!, no podía creerlo, repentinamente sonrió y se estrechó más a él, esas dos horas de sueño fueron las más placenteras de su vida.

Luka, en cambio, no podía dormir, se sentía inquieto, una cosa era enfrentar al peligro solo y otra muy distinta con Micaela a su lado. Generalmente él no tenía miedo de nada ni mucho menos de nadie, sabía que llegado el momento si tenía que morir lo haría, en su trabajo era lo primero que aprendían, a enfrentar el miedo una y otra vez, había visto mucha muerte en aquellos años, arriesgaba su vida cada día y aunque pareciera una tontería, el no temer a la muerte hacía que todo fuera más fácil, ya que así no sufría por nada ni por nadie.

Pero ahora no sentía esa tranquilidad que da la indiferencia, al contrario, estaba ansioso, angustiado y sabía que era por ella, por Micaela, sentía cada vez más fuerte el peligro acechándolos y, aunque quería tener todos los flancos cubiertos, sabía que le era imposible. Era tan extremadamente frágil e ingenua que sería presa fácil para cualquier maleante, mucho más para sus perseguidores, verdaderos profesionales del crimen.

La miró dormir plácidamente, estaba tan bella, aun cansada y ojerosa se la veía tan bonita, tuvo una ganas locas de besarla pero si lo hacía después no podría parar, además, la despertaría y era mejor que estuviera descansada al llegar a Kiev, lo que les esperaba allí no sería nada fácil. « ¿Qué dirá La Guardiana cuándo me vea?» se preguntó.

El aeropuerto de Boristopol quedaba aproximadamente a treinta kilómetros de Kiev y cuando aterrizaron eran cerca de las cinco y media de la madrugada. Estaba todo oscuro alrededor, apenas se distinguían las luces de la pista de aterrizaje, una niebla espesa invadía el lugar.

Desembarcaron en la terminal B, destinada para vuelos internacionales. Tanto Micaela como Luka estaban cansados, no sólo por el estrés del día anterior, sino por la expectativa de lo que iban a enfrentar.

Desde el momento en que ingresaron en territorio ucraniano la voz de Micaela se dejó de oír, seguía como si fuera una autómata a Luka, quien hablaba, como era lógico, perfectamente el idioma. A pesar de no entender absolutamente nada de lo que decían, Micaela se dio cuenta de que llamaban a Luka por el apellido italiano Grasso, no usaba su apellido verdadero sino el que utilizó en la cena que celebró De Soussa como bienvenida a los empresarios americanos. Los pasaportes y todos los documentos los tenía él, pero estaba segura de que en todos constaba el nombre de Luca — con c en lugar de la k—  Grasso, incluida la nacionalidad italiana. No le extrañaron nada esos detalles, sabía que Luka tenía, por decirlo de alguna manera, ciertas habilidades de proveerse de todas las herramientas necesarias para lograr sus fines. Ya una vez había falsificado el documento de identidad de Pedro Nogueira, por eso ahora no le sorprendía que tuviese pasaporte falso.

Antes de salir entraron en una cafetería a desayunar. Micaela estaba hambrienta y pidió un desayuno suculento. Luka, tan sólo un café. Al ver la satisfacción que producía en Micaela el poder comer, sonrió intentando no bajar la guardia con aquellas nimiedades, pero el verla actuar como una niña pequeña le producía ternura. «¿Sentía ternura?» sí, eso era justo lo que sentía… ternura, definitivamente el viaje le estaba afectando demasiado, quizás necesitaba dormir un poco más.

— Iremos a comprarte algo de ropa — dijo intentando olvidar sus últimos pensamientos y observando a su alrededor por si alguien los estaba siguiendo.

— Tengo todo lo necesario, no me hace falta nada — contestó Micaela.

— Te aseguro que con la chaqueta que llevas te congelarás en menos de 10 minutos afuera. También necesitas calzado apropiado.

— ¿Apropiado para qué?

— Para montaña — fue todo lo que respondió.

Ella se observó a sí misma, llevaba un vaquero con un jersey de lana gruesa y cuello alto, además una bufanda protegía su cuello y encima una chaqueta de cuero, calzaba botas hasta la rodilla y la verdad es que se sentía muy cómoda, pero hasta ese momento no había salido del aeropuerto. Suponía que no podía contradecir en ese tema a Luka, si él decía que necesitaba ropa y calzado nuevo para ir adonde tenían que ir, lo más adecuado sería obedecerle.

Para adquirir las nuevas prendas no fue preciso mucho tiempo y aún protegida con la nueva vestimenta, al salir fuera del aeropuerto sintió una corriente de aire helado que paralizó momentáneamente su rostro. Comprobó que la temperatura era de dos grados bajo cero, era lógico que sus dientes empezaran a rechinar.

— No quiero ser pesado pero… te lo dije — se burló Luka.

— Cá…cállate… y dime ¿adónde vamos ahora? — preguntó entrecerrando los ojos y atando su bufanda más fuerte.

— A la estación de tren, partiremos a Ternopil en dos horas y luego iremos donde vive La Guardiana.

— ¿Qué es en…?

— Kremenets, es una pequeña ciudad aproximadamente de veinte mil habitantes — hizo una pausa y de improviso dijo—  es la ciudad en la que nacimos Marcus y yo.

Faltaba una hora para llegar a Kiev y Bugga estaba de muy mal humor. Había estado en el piso de aquella zorra de Micaela Barton buscando algún indicio del sitio adonde se dirigían y aunque lo revolvió todo no pudo encontrar nada, absolutamente nada. Antes de salir de ahí los desgraciados habían borrado todo vestigio de su viaje. Tenía que seguir dependiendo de su cliente para dar nuevamente con ellos. Un pequeño sonido en su móvil advirtió a Bugga que tenía un mensaje.

— Están en Ucrania — leyó

¿Qué?… ¿Ucrania?, ¿para qué coño iban a Ucrania? Eso no le gustaba nada, lo estaban despistando, ¿qué es lo que se proponían? Transcurrieron unos segundos en los cuales pensó y analizó la situación, el único vínculo que existía entre Marcus, su hermano y Ucrania consistía en que ése era su país de origen. Pero, ¿qué guardaba ese lugar?, siguió pensando y cavilando, le costaba encontrar algo lógico en toda esa historia. Decidió hacer un resumen de todos los acontecimientos pasados y luego de descartar varias posibilidades concluyó que seguramente la llave estaría allí, en Ucrania, no había otro camino. Lo más probable era que el hijo de puta de Petrovsky hubiese escondido la llave en un lugar en el que nadie sospechara. Estaba seguro de que Marcus preparó un plan alternativo, engañó a todos, incluido a él mismo, haciéndoles pensar que él tenía la llave y la realidad era que la maldita llave estaba en el lugar en que nació. No había otra posibilidad. Esos dos imbéciles de Micaela Barton y su hermano gemelo, sin saberlo, estaban guiándole hacia la llave. Ahora ya no tenía la más mínima duda, el hermano de Petrovsky era el único que conocía la vida de Marcus antes de convertirse en un famoso sicario. Nadie tenía la menor idea sobre la vida privada de Petrovsky, lo descubrió cuando aceptó el trabajo de conseguir la llave y deshacerse de él, investigó todo, absolutamente todo de su pasado pero se asombró al comprobar que prácticamente no tenía historia, se conocía su nacionalidad porque constaba en su primer y último arresto pero, exceptuando eso, no había registro de su infancia, ni de unos padres, ni mucho menos de un hermano gemelo. Aun de muerto el cabrón de Petrovsky seguía dándole sorpresas. De pronto su humor mejoró, ahora sabía qué tenía que hacer, la situación se había esclarecido por completo.

— No los pierdas de vista — escribió.

— ¿Llevan consigo la llave?

— No, y basta de preguntas, sólo síguelos. No hagas nada, escríbeme únicamente cuando lleguen a su destino.