CAPITULO III
Cuando Marcos llego a la fábrica lo estaba esperando su jefe, el señor Luiz. Al ver su llegada tarde, subiendo el tono de voz y con su cara notablemente enojada el jefe le dijo:
-Sr. Luiz: Otra vez tarde Marcos. No gano para disgustos contigo! Pero si sabes que el pedido tiene que salir hoy mismo y estamos retrasados. No puedes llegar tarde!
Marcos no quería disgustar a su jefe y sabía que había sido un error suyo llegar con atraso en un día tan importante. Para tranquilizar a su jefe y calmar su animó contestó:
-Marcos: No se enoje Sr. Luiz, ese pedido saldrá hoy mismo aunque tenga que quedarme hasta después de hora para terminarlo.
El jefe de Marcos fastidiado con la situación y resignado, se dio media vuelta para irse. Murmurando a regañadientes mientras se iba dijo:
-Sr. Luiz: ¡Mas te vale Marcos! Ahora ponte a trabajar de inmediato.
-Marcos: Si señor.
Contesto Marcos mientras comenzaba a ponerse su ropa de trabajo.
El día para Marcos definitivamente no había comenzado bien, antes el regaño de su esposa y ahora la llamada de atención de su jefe. No era el mejor día de todos, pero su mala suerte recién estaba comenzando. El día de trabajo iba a ser muy duro, tubo numerosas complicaciones y tuvo que trabajar a toda prisa. No tuvo tiempo para comer ni descansar, a las seis de la tarde cuando se cumplía su horario de trabajo, el pedido todavía no estaba listo. El camión, aguardaba que terminara en la puerta de la fábrica, por lo que tuvo que quedarse trabajando después de hora para terminarlo. Las complicaciones no faltaron y recién pudo terminar y despachar el pedido cuando ya era de noche. Terminó agotado y hambriento, paso por una pequeña cocina que tenía la fábrica y agarro una vianda que se había guardado. Comió un trozo de carne, con arroz y porotos con un poco de pan. Luego de que acabo de comer, se cambió para volver a su hogar. En la fábrica no había teléfono por lo que no pudo avisar a su mujer que llegaría tarde, y en esa zona tampoco había señal para teléfonos móviles. Tampoco eran muy comunes en esa época en los pueblos del interior de Brasil. Luego de cambiarse se dirigió a la parada del ómnibus en donde se dispuso a el último interno que lo llevaría al pueblo. Era muy tarde, por lo que no podía darse el lujo de perderlo, después de esa hora no pasaban más ómnibus hasta el día siguiente a la mañana.
La noche era sombría y el cielo estaba nublado, por lo que no se veían las estrellas. Mientras intentaba ver la hora en su reloj en el medio de la oscuridad, Marcos esperaba el colectivo con mucha ansiedad. Se preguntaba qué haría si no pasaba el ómnibus, todos los compañeros de la fábrica se habían retirado y el pueblo estaba a más de 30km. Además su esposa estaría muy preocupada por él, seguramente iba a regañarle por no llevar la leche para su hija, ya que por las horas a las que llegaría ya no iba a encontrar ningún comercio abierto. Luego de esperar un buen rato, por la desolada ruta se comenzó a divisar las luces de un vehículo. A medida que se acercaban las luces el joven pudo ver que eran las del ómnibus.
-Marcos: Parece que al final tuve suerte.
Suspiró Marcos, con una notable sonrisa de alivio en su rostro.