15. "El cabrón se ha ido"

Honeychile daba una fiesta. El hermoso yate blanco, la tarde perfecta con la luna llena levantándose, candelabros y buen champagne, la isla resplandeciendo contra un mar fosforescente: debería haber sido romántico. En vez de eso toda la velada parecía irreal y extraordinariamente triste. El telegrama de M había decantado las cosas. Bond iba a renunciar del Servicio Secreto y casarse con Honeychile. La fiesta iba a celebrar el hecho.

Honey había proveido todos los invitados, junto con la champagne. Había un General retirado del Ejército de los Estados Unidos (quien tenía un defecto del habla o estaba muy bebido), un oscuramente moreno millonario griego con brillantes dientes de oro, una joven actriz recientemente divorciada y varios claramente desconcertados clientes del hotel invitados, presumiblemente, para llenar espacio. La mayoría de ellos parecían vigilantes que asistían a un entierro en el mar.

Bond era el único quien parecía enteramente relajado. Vestía un el traje de etiqueta hermosamente cortado y tenía una presencia de la que estar orgulloso. Parecía absurdo pensar que esta alta figura con la delgada cara curtidatenía cincuenta y pocos años. Estaba sumamente afable, riendo y bromeando y hablando animadamente de golf al general; esto en sí mismo era una prueba notable. ¿Estaba realmente feliz... o resignado? ¿O este era un papel más que interpretaba? Qué hombre tan extraño, enigmático era.

Honey, a pesar de su juventud y energía nerviosa, parecía mayor ahora. También parecía claramente ansiosa; vibrante e inquieta como un yo-yo, charlando con todos y exhibiendo su extraordinaria sonrisa.

- La sonrisa en la cara o el tigre -dijo una voz a mi lado.

Era Sir William Stephenson, quien observaba benignamente lo que pasaba.

- Bien, ella ha triunfado... como el tigre -repliqué.

- Yo no estaría tan seguro -dijo-. Ella no es la primera que lo ha intentado, ya sabe.

Pero si James Bond albergaba dudas sobre su futuro, se las guardaba estrictamente para sí mismo. Le vi sonreir frecuentemente a Honey. Cuando le felicité, él asintió y contestó que creía que iba a disfrutar. Esto parecía un comentario raro en alguien en visperas de casarse.

- ¿Entonces realmente abandona la vieja vida? -dije.

Los ojos grises se estrecharon.

- Oh sí, eso creo. Todo esto ha terminado. Tiempo de cambiar. Me estoy haciendo viejo, ya sabe.

- ¿Cuales son sus planes? -pregunté.

- Oh, lo principal será ponerme al día. Realmente no gano nada estando desfasado. Entre nosotros, tenemos muchos amigos alrededor del mundo, y los intereses de los negocios de Honey ocuparán mi tiempo. Creo que incluso intentaré probar a escribir. Está aquel libro que comencé sobre auto-defensa. Fleming estaba muy ansioso en que debía terminarlo. Incluso sugirió un título.

- ¿Cuál era?

- "¡Siga Vivo!" De ahora en adelante será mi lema.

Pero a pesar del optimismo de Bond sobre su futuro, el aire de melancolía perduraba. Mientras dejaba el yate alguien ponía la grabación de los Beatles: "Yesterday". Noté que Bond estaba solo y miraba fijamente al mar. De repente una era parecía terminada.

* * *

Él había prometido concluir su historia mientras él y Honey permanecieran en las Bermudas para completar las formalidades de su matrimonio: "esta será mi última tarea para el Servicio Secreto." (Honey aparentemente había querido que el inapreciable Capitán Cullum oficiara una boda a bordo. Bond había vetado la idea.) También dijo que necesitaba hacer oficial su dimisión del Servicio. Esto aparentemente le llevaría un poco de tiempo.

- Quiero hacer todo esto adecuadamente -dijo-. No quiero que nadie diga que me marché por rencor o que actué mal. Sólo siento que ha llegado el momento...

Levantó ambas manos e hizo una ligera mueca. Esta mañana su confianza parecía haberle abandonado y su cara parecía macilenta. Había bajado para verme en mi habitación y estábaos sentados, como en la primera mañana tras mi llegada, en el balcón. Bond estaba en la silla de bambú. Cuando pienso en él hoy, así es como lo represento: la extraña máscara de su cara dibujada contra las aguas de zafiro del puerto. Debajo de nosotros, en la piscina del hotel los eternos recien casados reían y salpicaban y nadaban; una muchacha gorda estaba a horcajadas sobre un pato de plástico; el profesional de la piscina brincó desde el trampolín, como una navaja, para clavarse lánguidamente en el agua.

Bond no prestó atención mientras sorbía su café y comenzaba a describir la conclusión de aquel frustrante año que pasó trastreando a su desvanecido enemigo, Ernst Stavro Blofeld.

Aunque Bond había salvado a M del chantaje, la atmósfera dentro del Cuartel General todavía parecía claramente cargada. M era tan difícil como siempre, particularmente con Bond. (Desde luego, Bond se pregunta si M sabía lo que había hecho por él. Lejos de sentirse agradecido, puede haberse resentido en secreto sabiendo lo que había sucedido. Parece probable.) Mientras el verano terminaba Bond todavía estaba clavado tras su escritorio en Londres. Esto parecía ridículo. El aburrimiento empeoró su descontento, y sospechaba que detrás de toda esta inacción, estaba siendo silenciosamente olvidado. En septiembre de 1961, cuando Fleming le mostró al comienzo de "Al Servicio Secreto de Su Majestad", Bond estuvo a punto de armar un escándalo. Como Fleming revela (Bond iba a desear que no lo hiciera) realmente estaba componiendo su carta de dimisión del Servicio Secreto cuando el comienza el libro. Con estos antecedentes ocurrió de repente uno de los episodios claves en la vida de James Bond.

Todo comenzó con su visita a la sepultura de Vesper Lynd en el pueblecito costero de Royale-les-Eaux. Habían pasado diez años desde el asunto de Casino Royale, y durante este tiempo él apenas le la había concedido un pensamiento. Pero cuando se encontró repentinamente de vuelta en Royale, su recuerdo comenzó a perseguirle. Había estado en otro estéril viaje europeo rastreando a Blofeld y el suave tiempo de septiembre, la nostalgica melancolía de la época del año, le pilló desprevenido. Tenía una sensación privada de fracaso -en su vida así como también en su carrera- y ahora se permitía el remordimiento. La muerta Vesper Lynd le recordaba a todas las mujeres que había amado y que habían muerto.

Mientras la describía, Bond aclaró que estas muertes todavía le perturban, pues como dijo: "cuando es demasiado tarde comprendes lo que has hecho". Mientras decía esto la sardónica boca se relajó, los crueles ojos se suavizaron y yo comencé a comprender algo de la tragedia que había ocurrido aquel otoño.

Fleming ha descrito la forma en que Bond conoció a la muchacha con la que se casó: la Condesa Teresa di Vicenzo. Su padre era un hombre llamado Marc-Ange Draco, la cabeza de la mortífera "Unión Corse" que todavía controla la mayor parte del crimen organizado en Francia y sus ex-colonias. Su marido había desaparecido convenientemente. Ella conducía un Lancia Flaminia dos plazas con carrocería Zagato, muy rápido. Este era un coche favorito de Bond y cuando se encontró por pirmera vez con ella en la N.1 entre Abbeville y Montreuil ella pareció simplemente otra joven rica y desechable para que Bond la perseguiera, la sedujera, y la olvidara. Pero en la atmósfera sentimental de Royale-les-Eaux aquel otoño, ella se convirtió en algo más. Pronto la llamó no "Condesa di Vicenzo" sino simplmente "Tracy" y la salvó del "Coup de Déshonnour" en el casino pagando sus deudas de juego. Él le hizo el amor esa noche, y mientras se le entregaba ella comentó cinicamente que este sería "el más caro acto de amor de su vida".

Pero Bond no se sentía cínico y después de aquella noche se encontró enamorado de esta vulnerable joven rubia. En retrospectiva esto debe haber sido inevitable. Pues Tracy era el tipo de muchacha al que Bond nunca podía resistir, parte granuja, parte disipada y en constante necesidad de su protección. Había un toque de Vesper Lynd sobre ella, y casándose con ella Bond sintió que podría salvarla, y redimirse a sí mismo.

Esta aventura amorosa tuvo lugar entre los sucesos que Fleming ha descrito en "Al servicio secreto de Su Majestad"; sucesos que irónicamente probaron que el presentimiento de M sobre Blofeld había sido correcto. Blofeld estaba vivo y todavía tan peligroso y amenazador tan siempre. Bajo la inusitada cobertura de un oficial del Colegio de Armas de Londres, Bond le rastreó hasta su escondite montañes sobre Ginebra y encontró a Blofeld, con su cara reestructurada mediante hábil cirugía plástica y con sus ojos ocultos tras lentes de contacto oscuras. Y fue aquí también donde conoció a la antiapetitosa Fraulein Irma Bunt de los ojos amarillos, luchó su gran batalla con los asesinos de Spectre, y finalmente destruyó el plan de Blofeld para hincar a Gran Bretaña de rodillas mediante la guerra biológica contra su agricultura.

Pero Bond siente claramente que Fleming había fallado en hacer justicia a su amor por Tracy.

- Cuando decidí casarme con ella no fue en absoluto la cosa de improviso que hace parecer. Lo teníamos todo cuidadosamente planificado. Ambos compreníamos que debíamos sentar la cabeza y que de repente esta era nuestra oportunidad. Yo todavía debatía si dejar el Servicio Secreto. No estaba muy decidido, pero ciertamente habría dejado la sección 00, no habría sido justo para ella haber permanecido. También planeamos abandonar el piso y trasladarnos fuera de Londres; probablemente a Kent. Incluso encontré una casa a la venta que nos habría convenido: sobre los acantilados de St Margaret's Bay. Se puede ver Francia desde las ventanas del dormitorio.

- ¿Habría sido feliz allí?

Bond se encogió de hombros y sonrió tristemente.

- ¿Como podría decirlo? Ciertamente ambos lo pensábamos. Yo había aprendido mucho desde mi affair con Tiffany y ninguno de nosotros era exactamente inocente. Ella ya había estado casada y yo había tenido affairs suficientes para toda una vida.

- ¿Pero qué pasa con ese viejo enemigo suyo, la vida suave como Fleming le llama? El aburrimiento de una cómoda vida de casado le habría pillado al final.

- No -dijo-. No con ella. Sinceramente no creo que lo hiciera. Ella no era nada posesiva y yo... digamos que había madurado desde mi época con Tiffany.

Se detuvo para encender un cigarrillo. Fumaba intensamente.

- Como usted sabe, ese loco de Blofeld tuvo que destruirlo todo. Incluso hoy a veces me encuentro incapaz de creer lo sucedido. Con la misión terminada me tomé mis dos semanas de permiso y nos casamos en Munich. Finalmente habíamos triunfado y éramos muy felices. Ese por supuesto era el problema. Todavía me lo reprocho por lo ocurrido. Normalmente yo habría estado en guardia y Blofeld no habría sido capaz de conseguirlo. En este caso, en vez de casarme con Tracy, debería haber seguido tras él. En vez de eso, le deje ir. Al final, uno paga por los errores de uno. O sea, esta vez lo hizo Tracy. Fleming lo describió todo. Conducíamos hacia Kitzbühel para nuestra luna de miel; no había estado allí desde antes de la guerra, pero para mí siempre había sido uno de esos lugares especiales donde una vez había sido muy feliz. Siempre me había prometido llevar allí a la mujer con quien me casara.

Se interrumpió.

- No tiene idea de cuántas veces he repasadoe esos pocos minutos en mi mente. Verá, realmente fue culpa mía. Creo que Fleming explicó como nosotros pasamos la estación de servicio y vimos un Maserati rojo que estaba allí con dos personas en él. Era un automóvil descubierto, y esas personas estaban embozadas y llevaban gafas protectoras. No los reconocí conscientemente, pero ya sabe como es esto. Había algo amiliar en ellos, algo que hizo sonar un aviso en el fondo de mi mente. Normalmente habría debido prestar atención a ese aviso: debes hacerlo en un trabajo como el mío. Así es como permaneces vivo. Pero lo ignoré. Era feliz y lo ignoré. Por eso ella murió. El hombre del Maserati era Blofeld: la mujer con él era Irma Bunt. Cuando nos adelantaron y la mujer Bunt nos disparó el tiro iba dirigido a mí. En vez de eso alcanzó a Tracy. Le dio en el corazón. Ella murió inmediatamente.

Bond describió esto sin emoción, casi informalmente, como si todo hubiera sucedido hacía años a otra persona.

- ¿No quiso venganza? -pregunté.

- No, no particularmente. No tenía sentido, ningún sentido en absoluto. La gente fue muy amable; incluso el viejo M en su raro estilo. Bill Tanner salió para ayudar a aclarar el caos y Marc-Ange vino y la enterró. No, eso no hubiera supuesto la mínima diferencia. Ella estaba muerta y eso era así y por supuesto yo pensaba que yo la había matado. Verá, tantas mujeres que había amado habían muerto, y repentinamente todo aquello regresaba a mí. Charmian siempre había hablado de la maldición de los Bond. Era una especie de broma, pero ahora sinceramente creía en ello. Fue parcialmente el shock, por supuesto, pero creí estar maldito... que nunca podría esperar escapar de esta vida que conocía. Sentí que estaba condenado a continuar en el Servicio Secreto -sonrió-. Estúpido, ¿verdad?

Encendió otro cigarrillo y entonces sonó el teléfono en la sala. Me levanté para contestarlo. El operador dijo: "Londres al habla". Hubo una pausa, un click en la línea, y otra voz dijo secamente: Universal Export para el Comandante Bond." Le llamé. Le oí decir:

- Oh, hola Bill. Tú por fin. ¿Dónde has estado? Sí, ciertamente... me he decidido totalmente -luego dijo-: Oh, ya veo.

Y entonces, enojosamente, cerró la puerta.

Estuvo al teléfono algún tiempo, veinte minutos o quizá más. Cuando salió al balcón parecía preocupado y se sentó fumando, sin decir nada. Finalmente dijo:

- Lo siento, pero algo acaba de aflorar. ¿Puedo usar su teléfono de nuevo?

Le oí preguntar al operador por Sir William Stephenson.

- Acabo de hablar con Londres. Parece que tienen algo serio. ¿Puedo acercarme y verle? Sí, inmediatamente. Bien. Muchas gracias.

Entonces me pidió discuplas, y dijo que continuaría su historia después aquella tarde.

Pero no lo hizo. Almorcé solo, luego fui a domir junto a la piscina y desperté poco antes de las cinco con dolor de cabeza. El hotel repentinamente parecía vacío. Cuando llamé a la habitación de Bond él no estaba allí, ni tampoco Sir William. Cené solo y estaba en la cama a las diez.

A la mañana siguiente Bond estaba de nuevo de vuelta poco después del desayuno. Parecía bastante alegre pero no hubo referencia a su llamada telefónica de Londres ni a qué pasaba. En vez de sacar la pitillera metálica, se estiró en la silla de bambú, y continuó su historia. Aquella cara como una máscara era experta en esconder lo que pensaba. Describió las secuelas de la muerte de Tracy. Cuando regresó a Londres, May le esperaba en el plano. El invierno había comenzado. Nada había cambiado realmente. Incluso el viejo archi-enemigo de Bond, Blofeld, estaba todavía en libertad y todavía tan amenazador como siempre. Afortunadamente M tuvo el tacto suficiente para no dar a Bond la ingrata tarea de perseguirle nuevamente.

Pasó algún tiempo hasta que el choque real por la muerte de Tracy le golpeara. Tenía tal autodominio que su pena permanecía dentro de él. Poca gente comprendió cuanto estaba sufriendo. Probablemente el único que lo hizo fue Sir James Molony, y su consejo fue simple. "¡Trabajo!" Bond hizo lo quepudo para seguirlo. Pero algo indefinible se había ido.

Todo lo que hizo fue un desastre; dice que no está seguro por qué.

- No puedo creer que fuera menos eficiente o agresivo que en los viejos tiempos, pero mi suerte se había ido. A los jugadores se les acaba la suerte. Como a los agentes en el Servicio Secreto. Con la muerte de Tracy toda mi suerte cambió. Ninguna de mis misiones en 1962 pareció ir bien.

Lo peor fue el asunto Prenderghast y una vez más la suerte de Bond le abandonó, esta vez, sin embargo, con resultados que sacudieron toda la estructura del Servicio Secreto. Prenderghast era Jefe de Estación en Roma. Bond le había conocido durante años y le gustaba. Tenía una distinguida hoja de servicios como piloto de la Fleet Air Arm159 durante la guerra y luego sirvió con Bond durante algunos años en la sección 00. Durante los pasados cinco años había estado en Roma, y Bond nunca dejaba de verle cuando estaba en la ciudad. Para Prenderghast era divertido. Conocía todos los chismes y su apartamento justo detrás de la Via dei Coronari era un lugar espléndido para almorzar. Bond también lo encontraba un buen amigo y oyente comprensivo. Era inteligente, eficiente y conocía su trabajo.

Fue Bill Tanner quien le dio a Bond el primer indicio del problema sobre Prenderghast, cuando le mencionó que un hombre llamado Croxson había enviado informes desfavorables sobre él. Croxson era uno de sus subordinados y actualmente actuaba como Jefe de Estación en Milan. Era joven e inexperto: Italia era su primer puesto después de su traslado del ejército apenas un año antes. Por esta razón Tanner había tratado estos informes con lo qué él llamaba "un generoso grano de sal"160. Croxson y Prenderghast claramente no se habían caído bien, y Croxson había comenzado a quejarse de él en toda oportunidad. Tanner había tratado de suavizar las cosas, pero recientemente las quejas habían comenzado de nuevo.

- ¿Qué tipo de quejas? -había preguntado Bond.

- Oh, acusaciones bastante increíbles. Corrupción e ineficacia; incluso dice que es homosexual y que trabaja como agente doble para el enemigo. Si uno no conociera al viejo Prenderghast uno podría realmente preocuparse.

- Este tipo Croxson debe estar mal de la cabeza -dijo Bond-. Es Italia. Allí están todos locos.

Tanner asintió pero añadió que algo tendría que hacerse; probablemente un traslado para el joven Croxton joven a la primera oportunidad. Entre tanto podría ser útil que alguien experimentado del Cuartel General saliera y tuviera unas tranquilas palabras con Croxson y con Prenderghast. Muy extraoficialmente por supuesto, pero a menudo una palabra discreta o dos podían impedir un escándalo asqueroso. Bond asintió. Tanner sugirió que un viaje a Italia en esta época del año podría ser agradable. Y unos días después, Bond se encontró a bordo de un vuelo por la mañana temprano hacia Milan.

No le gustó Croxson. Lo encontró arrogante, severo y carecente de todo sentido del humor. Más en concreto, pronto encontró que no tenía una brizna de prueba para respaldar sus acusaciones contra Prenderghast. Hasta donde Bond podía ver, sufría de un exagerado complejo de persecución y él trató de sugerir que no era lo más conveniente hacer salvajes acusaciones contra un jefe de estación sin sufcientes pruebas sólidas.

De Milan Bond voló a Roma donde llamó a Prenderghast. Él estabaa contento de verle, especialmente después de todos los rumores que había oído. En cuanto a Prenderghast parecía espléndido y claramente estaba en gran forma. Después del infeliz Croxson con todas sus gemidos y quejas, era bueno estar con alguien que disfrutaba de sí mismo. También era bueno ver a un viejo amigo que tenía éxito. Caminaron por Roma y Bond disfrutó oyendo lo que pasaba. Después de unos Americanos en el "Tre Scaline" caminaron hacia la colina del Pincio y cenaron en Casa Valadier; es decir, cenaron extremadamente bien. Bebían sus sambuccas cuando Bond sacó el tema de Croxson y sus informes: Prenderghast pareció comprender el problema. Croxson era joven, su esposa era difícil, y posiblemente él había sido un poco grosero con él en el pasado en lo referente a las acusaciones; Prenderghast sonrió a Bond. Ambos habían estado dentro del Servicio Secreto lo suficiente para saber lo fácil que podía ser hacer acusaciones sin pruebas. ¿No había pruebas, por supuesto? Claro que no, contestó Bond. Y allí terminó la conversación. Bond regresó a Londres, y unos días después Tanner le contó que Croxson estaba a punto de ser llamado. Había estado en Italia a prueba y era obviamente inadecuado para el Servicio Secreto. Quizás sería duro para él pero dadas las circunstancias... Dos días después Croxson se pegó un tiro.

Entonces se desató todo el infierno. La prensa italiana se apoderó del caso. Prenderghast fue acusado por la viuda de Croxson de ser el hombre responsable de la muerte de su esposo. Aquella misma tarde fue citado como el organizador de una red diplomática homosexual en Roma. Siguieron más acusaciones y en el medio de este furore161, Prenderghast perdió los nervios. Dos oficiales de la seguridad británica le pillaron cuando estaba a punto de abordar una aeronave checa en Fiumicino. Fue devueto a Londres, y en el Old Bailey, algunos meses después, Prenderghast fue sentenciado a un total de treinta años por traición. El juicio tuvo lugar in camera, pero Bond leyó una transcripción de las pruebas. Se probaba cada palabra de las acusaciones de Croxson.

Afortunadamente para Bond, ni un suspiro de su reunión con los dos hombres llegó a la corte. (Bond todavía está agradecido a Prenderghast por no mencionarlo.) Pero todo el caso recibió tanta publicidad que M ofreció su dimisión al Primer Ministro en persona. Fue rehusada; pero todo el sórdido caso había arrojado claramente poco beneficio para el Servicio Británico Secreto. En lo que concierne a Bond, sintió que era la demostración final de que había perdido su toque y que la suerte se había vuelto decisivamente contra él. M evidentemente pensaba también eso (él carecía de la generosiad del P.M. hacia los servidores que erraban) y virtualmente había decidido despedirle, no sólo de la sección 00, sino del Servicio como una todo. Como lo expuso a Sir James Molony, no tenía sitio en el Cuartel General para "un inválido mental". Bond estaba bebiendo y jugando demasiado. Según M esto le hacía "peligroso para otros", y de nuevo fue Sir James quien realmente le salvó, al sugerir que M debería enviarle a alguna misión desesperada para redimirse, olvidar lo de Tracy y restaurar su suerte. El resultado fue la misión japonesa descrita por Fleming en su libro Sólo se vive dos veces.

* * *

Bond fue algo vago sobre el asunto japonés, aunque confirmó la trama de la versión de Fleming de la mas bizarra de todas sus misiones. Originalmente se trataba de hacer una especie de trato con el Servicio Secreto Japonés; ellos tenían una máquina cifradora que podía descodificar la información soviética clasificada como alto secreto, y, gracias a Bond, la conseguimos. Pero en el proceso se vió implicado contra su viejo enemigo. Ernst Stavro Blofeld, quien se había trasladado aquí desde Suiza y montado un establecimiento para suicidas en un antiguo castillo cerca de Kyoto. Por ello la misión finalmente se convirtió en un viaje de venganza.

- A partir de aquí -dijo-, mi vida se vuelve muy rara, desde luego. Japón un país raro y en muchas maneras encajaba con Blofeld. Aquel jardín envenado que construyó -Fleming lo llamó su "Disneylandia de la Muerte"- era muy japonés.

- ¿Pero no fue satisfactorio matarle finalmente; después de todo lo que le había hecho?

Bond sacudió lentamente su cabeza.

- No realmente. Yo había soñado con matarle casi cada noche desde que Tracy murió, pero cuando sucedió él estaba tan loco que fue como acabar con un lunático; y todo sucedió tan rápidamente que no tuve mucho tiempo para saborear los matices más delicados de matarle. Fue todo muy raro, lo que sucedió entonces, el castillo de Blofeld estallando en llamas, mi escapada en el globo y luego mi zambullida en el mar junto a la isla de Kuro. Le debo mi vida, por supuesto, a esa muchacha sobre la que Fleming escribió, Kissy Suzuki. Ella me sacó del mar y me alimentó y cuidó de mí, y aunque había perdido la memoria, fuimos muy felices.

- ¿Era ella su mujer ideal entonces?

- De alguna manera supongo que lo era. Yo siempre había dicho que quería vivir con una japonesa -parecen tranquilas y obedientes- y durante un tiempo pareció como si fuera afortunado por encontrarla. Ella hizo todo por mí, me alimentó, me bañó, me vistió... incluso me hizo el amor, lo cual fue muy placentero. Pero no... creo que uno se engañaría a sí mismo si pensara en vivir con una muchacha como ella para siempre. Kissy era dulce... pero no teníamos realmente mucho en común, y una vez mi memoria comenzó a volver, me marché. De algún modo sentía que debía encontrar a mi propia gente. En vez de eso, por supuesto, terminé en Rusia.

- ¿Y qué le sucedió a la muchacha? Según Fleming, ella estaba embarazada cuando usted se fue.

- Muy cierto, lo estaba. Para hacerme justicia, yo no lo sabía... ni podría haber hecho mucho sobre ello si lo hubiera sabido. Realmente todavía estaba en un naufragio mental. Pero regresé al Japón, ya sabe -dos años después- y la encontré, a través de mi viejo amigo Tigre Tanaka del Servicio Secreto Japonés. Ella se había traladado a Tokio donde trabajaba para una agencia americana de publicidad. Es una muchacha decidida, y el muchacho era maravilloso; muy fuerte y maravillosamente atractivo, aunque es una sensación extraña tener un niño japonés.

No se podía confundir el toque de orgullo en la voz de Bond mientras hablaba sobre el muchacho. Incluso sacó una fotografía de su billetera. Era raro pensar en James Bond como padre; especialmente cuando uno veía esta instantánea de una solemne versión oriental de ocho años de edad del mismo Bond. Tenía enormes ojos almendrados y una respingona nariz japonesa, pero la línea de la mandíbula y la boca eran ciertamente Bond y parecía como si tuviera el comienzo de una auténtica coma de pelo negro cayendo sobre su frente.

- ¿Cual es su nombre? -pregunté.

- James -contestó-. Su madre lo llamó como yo, aunque por supuesto, él tenga su apellido.

- ¿Y sabe él que usted es su padre?

- Cielo santo, sí. Cuando regresé a Tokio sugerí a su madre que deberíamos casarnos, pero ella no estaba muy dispuesta. De hecho poco después, se casó con un Japonés de la Shell.

Bond hizo una mueca.

- Pero para ser justos con el hombre, ha cuidado al muchcacho maravillosamente, y nunca me ha impedido verle. He estado en Japón varias veces y también lo han llevado a Inglaterra. Incluso lo llevé a Glencoe para que conociera a la familia: su familia. Es un auténico Bond. Lo he inscrito en Eton. Ahora tiene diez años, así que irá en un año o dos. Esperemos que lo haga un poco mejor que su padre.

- ¿Lo hará? -pregunté.

Bond asintió.

- Oh, eso creo. Es más serio que yo a su edad, y aparentemente es más bien inteligente. Quizás es más como mi hermano Henry. Eso sería una broma.

Bond estaba tan obviamente ansioso de hablar de su hijo que fue difícil conseguir que completara su historia; especialmente ya que claramente no le atraía discutir en forma detallada el episodio que siguió a su estancia en Japón. Este fue el período en que los rusos le lavaron el cerebro antes de ser enviado de regreso a Inglaterra con un propósito mortífero: asesinar a M. Más allá de un breve comentario sobre "uso de ciertas drogas y jugar con mi resentimiento subconsciente hacia el viejo M." Bond no quería hablar de como se había hecho esto. Cuando intenté preguntarle si habían usado técnicas freudianas para explotar su hostilidad a todas las figuras paternas, sólo dijo que era "un asunto turbio", y que el tratamiento reacondicionador de Sir James Molony borró totalmente el recuerdo de lo que había sucedido. En lo que concierne a M, dijo que el viejo era notablemente trnaquilo sobre el fallido intento de asesinato que James Bond intentó con la pistola rusa de cianuro162.

- Él lo había esperado, por supuesto. Estaba suficientemente advertido, e imagino que secretamente encantado de haber adivinado lo que iba a hacer y haberme batido. Había ganado otra vez.

Y ciertamente las misiones dadas a Bond inmediatamente después fueron fueron una especie de anticlimax cuando se comparan con sus importantes grandes operaciones de los años cincuenta: misiones tales como el asunto Thunderball o el grandioso negocio de Goldfinger. Bond sentía claramente la desilusión. Sentí que culpaba a M por ello.

Hubo otro viaje a Jamaica para ocuparme del bandido, Scaramanga.

- Aquello fue un asunto de segunda clase, aunque el viejo Ian se superara para hacer una historia de todo ello en "El hombre de la pistola de oro". También hubo otra operación menor en Jamaica. Fleming la tituló Octopussy.

Bond estaba obviamente conmovido mientras hablaba de Ian Fleming durante los últimos meses de su vida.

- Por alguna razón ahora nos veíamos mucho el uno al otro, ya sabe, y era realmente una situación bastante rara. Ninguno de nosotros había previsto lo que sucedería cuando comenzó a escribir sobre mí allá por 1952, y desde entonces sus libros había cambiado su carácter completamente.

Las películas habían comenzado -Dr No fue filmada en 1961- y ahora lo qué alguien llamó el "Boom Bond" había empezado. No tengo idea de cuantos millones de copias de los libros de Ian se han vendido.

- Realmente no me importa. Todo lo que sé es que este James Bond de la pantalla ciertamente no soy yo en absoluto. Es un sentimiento raro... no muy agradable. Pero Ian parecía más bien orgulloso de qué hubiese sucedido.

- Deberías estarme agradecido -solía decir-. No hay mucha gente que llege a ser mito durante su vida.

- Pero yo replicaba que era algo sin lo que podía vivir. Él dijo que al final él también podía. Creo que a ambos nos aburrió un poco todo este alboroto.

Le pregunté si había visto las películas de James Bond.

- Oh sí. Creo que he visto la mayoría de ellas. Al principio estaba un poco enfadado de ver a ese tipo Connery supuestamente interpretándome a , pero supongo que es normal. Recuerdo que Ian me pidió que asistiera a una proyección especial de la primera película -¿no fue Dr No?- en 1962. Él pensó que sería muy gracioso tenerme sentado allí mientras todos los críticos pensaban que él simplemente había inventado a Bond. En vez de eso fue más bien, digamos, perturbador. Sentí como si mi carácter, toda mi identidad hubiera sido gradualmente usurpada por otra persona. Al rato me preguntaba si yo realmente existía en absoluto. Ian dio un fiesta después de la película. Había más caviar allí del que he visto en mi vida pero así era Ian contigo. Creo que había ganado varios cientos de libras unos días antes en Le Touquet y lo gastó todo en caviar. Recuerdo permanecer junto a algunas horribles mujeres que insistían en decir qué patán era este tipo James Bond y que simplemente no era creíble. Entonces apareció Ian e insistió en presentarme. Recuerdo que ella estaba muy enfadada y pareció pensar que tratábamos de tomarle el pelo.

- ¿E hizo dinero con las películas?

- Debe estar de broma. Ni siquiera Ian hizo mucho, ¿verdad? Unos pocos miles, y murió antes de que el auténtico dinero llegara. Yo estaba en Alemania cuando él murió. Lo oí por la radio del coche. Fue un choque terrible. Lo conocía desde hacía mucho. Fue casi como si una parte de mí se hubiera ido.

- ¿Y entonces?

- Si me disculpa -dijo-, tendremos otra sesión más tarde y comenzaré a informarle sobre estos útlimos años.

Bond no dijo donde iba pero presumí que salía a visitar a su fiancée.

- ¿Así que realmente va a casarse, entonces?

Sonrió bastante animadamente.

- Sí, ciertamente. Finalmente me he dejado convencer. Mañana en el ayuntamiento. Sombrero de copa y chaqué: todo el lote.

Supuse que bromeaba sobre el sombrero de copa, pero no estaba seguro.

- ¿Y qué pasa con el Servicio Secreto? ¿Ha terminado realmente? Todas esas llamadas desde el Londres. ¿No intentan hacerle cambiar de opinión?

Estalló de inmediato.

- Ellos siempre actuan así. Mientras estás disponible a nadie interesas, pero cuando dices que te vas, te necesitan. Es demasiado pueril. Y de cualquier manera, han dejado pasar un poco demasiado tiempo esta vez. Ya me he decidido del todo.

- ¿Realmente? -dije.

- Sí, realmente. Puede parecer raro, pero me he cansado de ser tratado de esta manera. También quiero un poco de paz y vida normal. Ahora que hay una oportunidad voy a cogerla.

Cuando Bond se fue, me cambié, nadé, me serví un whisky amargo, luego comí solitariamente junto a la piscina. Tenía notas que escribir, pero la inquietud de Bond era contagiosa. Hay un límite a lo que uno puede gastar en las islas. Repentinamente las Bermudas parecían demasiado calidas, demasiado soporíferas. El hotel, toda la isla parecía haberse quedado dormida, y pensé envidiosamente en todos los recién casados haciendo sus siestas tras las contraventanas del hotel.

Uno realmente no podía culpar a James Bond por establecerse por fin en la vida suave. Se había ganado cada parte del lujo que tenía. Pensé en Honeychile. Era una mujer dominante, pero Bond podría con ella. Ciertamente ella le amaba y él parecía tenerle cariño, probablemente el mejor acuerdo para ambos. Ella tendría al hombre que amaba, y él tendría, no pasión, pero al menos una rica y hermosa esposa que le adoraba. Había peores fundamentos para un matrimonio. Todavía había tiempo para que él tuviera los niños que siempre había querido: hermanastros y hermanastras para el joven James Suzuki de ojos almendrados. Y posiblemente incluso compraría su casa en Kent, con sus vistas del Canal Inglés y la costa de Francia.

Mis divagaciones sentimentales fueron interrumpidas por la presencia como una rana-toro de Augustus.

- Señor. ¿Sabe dónde ha ido el Comandante?

Sacudí mi cabeza.

- ¿Quien lo busca?

- Sir William Stephenson. Está al teléfono y pregunta por él. ¿Quizás sería tan amable de hablar personalmente con Sir William?

Sir William sonaba impaciente.

- ¿Alguna idea de donde ha ido James?

Repliqué que no le había visto desde antes de la comida pero que imaginaba que ahora estaría con Honeychile. Él murmuró algo para su coleto y hubo una pausa como si hablara con otra persona en la sala.

- ¿No podría usted acercarse un momento? Algunos amigos suyos acabar de llegar de Londres. Le estaría muy agradecido si pudiera ayudarnos a encontrarle. Es ligeramente urgente.

Tomé el ascensor privado hasta el gran ático acristalado sobre el tejado. Era la primera vez que yo regresaba allí desde la noche en que llegué. Sir William me saludó. Había tres invitados con él. Uno era un bajo hombre anciano con cejas espesas y oscuros ojos penetrantes; otro tenía una cara con cicatrices de aspecto divertido; y el tercero tenía un aspecto juvenil con su pelo gris despeinado.

Sir William me presentó.

- Sir James Molony: reductor de cabezas163 en jefe del Servicio Secreto. Creo que ha oído hablar de él. Y este es Bill, Bill Tanner, el trabajador duro de M, el muy sufrido Jefe de Estado Mayor. Y finalmente, el Profesor Godwin, del Departamento de Genética de la Universidad de Adelaide. Todos ellos han venido desde Londres especialmente para encontrarse con James Bond. ¿Dónde está?

Les dije que estaba a bordo del yate y me ofrecí para ayudarles a encontrarlo. Subimos al gran Cadillac dorado de Sir William, y nos condujo hacia el puerto donde sabía que el Honeychile estaba anclado.

- ¿Bien, como está? -preguntó Tanner.

- Maravillosamente. En gran forma.

- Así que su idea sobre las vacaciones ha funcionado, Sir James. Las Bermudas le favorecen.

Entonces charlamos sobre el libro. Tanner pareció sorprendido porque Bond hubiera hablado tan libremente.

- Sólo quedan los últimos años para terminar -dije-. El período entre el asunto del Coronel Sun y su llegada aquí. Pero ha prometido darme ese material después del matrimonio.

- ¿Matrimonio? -dijo Tanner-. ¿Quien se casa?

Se lo dije.

- Cristo -dijo.

Me pregunté si el Honeychile se había hecho a la mar, pero afortunadamente todavía estaba amarrado junto al muelle. No había señal de vida a bordo, pero cuando subíamos en tropel por la plancha, nos encontramos inmediatamente con el agradable, todo terreno lobo de mar, el Capitán Cullum. No nos recibió con los brazos abiertos.

- ¿El Comandante? Él y la señora descansan. Me han dejado instrucciones estrictas de que no se les perturbe.

Le dije que tres importantes amigos del Comandante acaban de volar especialmente desde Londres y están muy ansiosos por verlo: de inmediato. El capitán comenzó a discutir y sugerir que volviéramos luego. En respuesta, Bill Tanner comenzó repentinamente a pisar ruidosamente sobre cubierta y a rugir.

- 007. A cubierta de inmediato por favor. Tu Reina y el País te necesitan.

- Señor. Por favor -dijo el Capitán Cullum.

- Todo está bien, capitán -replicó Tanner sonriendo-. Somos viejos amigos.

Se abrió un ojo de buey del salón. La despeinada cabeza de Bond se asomó fuera.

- ¿Qué demonios...? Buen Dios... Bill... ¿que estás haciendo aquí, armando semejante desagradable jaleo? Y usted, Sir James. Espere mientras me pongo algo de ropa.

Cinco minutos después estábamos todos sentados animadamente en popa. Bond parecía encantado. El Capitán Cullum nos servía champagne. No había, hasta ahora, ninguna señal de la señora del barco.

Éramos un raro quinteto. El Profesor Godwin permanecía silencioso. Yo también. Pero los otros tres comenzaron inmediatamente a charlar y a intercambiar habladurías sobre el Cuartel General.

- M te envía sus saludos.

- ¿De verdad lo hace? -dijo Bond.

- Y Moneypenny te envia un beso cariñoso.

- Lástima que no puedas haberla traido contigo. Podría haber sido nuestra madrina de honor.

- Le habría agradado -dijo Tanner- Ya sabes que ella siempre te apreció.

- ¿Y como has venido? -preguntó Bond.

- En un bombardero Vulcan: un vuelo especialmente desviado. Proporcionado especialmente por el Mando de Transporte.

- Un poco excesivo, ¿verdad? Solo para venir aquí y ver como me caso.

Hubo una pausa, y Tanner repentinamente miró incómodo hacia sus pies.

- No es por eso por lo que estamos aquí, James. Lo siento, pero te necesitamos, pronto164. Es de la mayor importancia.

Hubo un silencio incómodo. El Profesor Godwin comenzó a encender su pipa.

- Pero eso es totalmente imposible -dijo Bond. Su voz fue como un latigazo-. Imposible. He acabado con Londres y saben muy bien que he renunciado. Nada me hará cambiar de opinión. He tenido suficiente.

- ¿Suficiente de qué? -dijo Tanner suavemente.

- Suficiente de este tipo de cosas. Suficiente de todo el maldito jaleo. Quiero vivir.

La discusión habría continuado, pero en ese momento Honeychile apareció. Vestía un caftán de seda azul y parecía fresca, alta y muy hermosa. El amor en la tarde parecía favorecerla. La admiré por la calmada forma en que tomaba esta súbita reunión de los amigos de su fiancé. Charlaba, sonreía y los encantaba. Era como si los hubiera conocido toda su vida. Nada más se dijo sobre la misión, pero mientras nos íbamos, Tanner dijo que sir William nos esperaba para la velada. Todavía quedaba mucho que discutir.

- Puede apostarlo -dijo Bond-. Honey y yo estaremos encantados de asistir.

La invitación de Tanner era para las nueve treinta y sentí que había sido suficientemente general para incluirme. Ciertamente no iba a perderme esta parte de la batalla si podía evitarlo, y regresé al ático de Sir William después de la cena. La enorme sala rectangular de cristal aparecía magnífica. Las luces estaban bajas, los postigos abiertos y parecíamos suspendidos sobre el océano. Hacia la derecha las luces resplandecían a lo largo de la costa. El faro destellaba. Las luces rutilaban desde los barcos de pesca en la mar.

Todos estaban allí incluyendo al impecable Augustus quien repartía las bebidas y servía café.

- Y bien -oí decir a Bond desde el extremo opuesto de la sala-, supongo que nos dirá de qué va todo esto.

- ¿No podemos hablar en privado? -replicó Tanner.

- No. Oigámoslo inmediatamente. Quiero que Honey esté en esto. Le concierne tanto como a mí.

Tanner habló entonces muy tranquilamente: uno podía detectar la mente ordenada, el discurso lógico de la bien-entrenada inteligencia militar. Sospecho que había un eco de las informaciones de M. Casi esperaba que llamara a Bond 007. De hecho no lo hizo.

- Básicamente, James, es una parte de un asunto pendiente en el que necesitamos que nos asista.

- Pendiente -dijo Bond rápidamente-. No le sigo. No queda nada abierto en los archivos.

- Esto no es un archivo, James. Es una vieja amiga suya. Irma Bunt.

- Ella está muerta -dijo Bond impacientemente.

Tanner sacudió su cabeza.

- Me temo que no. Naturalmente todos aceptamos tu informe después de la misión japonesa cuando castillo de Blofeld fue pasto de las llamas. Ella estaba ciertamente dentro del castillo con el amigo Blofeld. Pero aún entonces tuvimos nuestras sospechas. Tanaka nos dijo que su gente encontró un esqueleto masculino que se correspondía con Blofeld, pero no había señal de la mujer.

- Podría haberse quemado completamente entre las llamas.

- Podría haberlo hecho, pero no lo fue, me temo. Hemos obtenido extraños informes sobre ella durante el año pasado. Recientemente todos han venido desde Australia. Parece que ella ha continuado los estudios biológicos de Blofeld... pero cambiando de plantas a animales. El último informe definitivo que teneíamos de ella fue de un lugar llamado Crumper's Dick.

- Imposible -dijo Bond-. No existe tal lugar.

- Veo que no conoce Australia. Todo es posible allí. Esta es una parte de ella que la mayoría de los australianos nunca debería conocer: una estación de operaciones al filo del Desierto Stoney, al norte del lago salado de Lago Eyre.

- Y solo suponiendo, por el bien de la causa, que Fraulein Bunt está todavía viva, en el nombre de Dios ¿que hace en un lugar como Crumper's Dick?

- Esto -replicó Tanner.

Mientras hablaba sacó una fotografía de un animal. Tenía ojos pequeños, afilada cara de rata y colmillos que sobresalían sobre la mandíbula. El cuerpo estaba pelado, y tenía poderosas patas traseras.

- ¿Qué es esto? -preguntó Sir William.

- Nunca he visto nada así -dijo Bond.

- No es sorprendente -replicó Tanner-. Hasta hace un año o dos esto no ha existido. Esto ha sido producido artificialmente. Originalmente era algún tipo de rata del desierto. El profesor lo explicará, pero aparentemente es posible producir formas mutantes de animales mediante el tratamiento radioactivo de los genes. Es también posible aumentar el poder y la estatura mediante ciertas drogas llamadas esteroides. Esto es lo que ha ocupado a Irma Bunt en su laboratorio de Crumper's Dick.

- ¿Cuan grande es esto? -preguntó Bond

- Los últimos informes dicen que tiene alrededor del tamaño de un yorkshire terrier. ¿No es cierto, profesor?

El Profesor Godwin asintió.

- Pero es diez veces mas poderosa. A los biólogos siempre les ha sorprendido la ferocidad de estas ratas del desierto. Originalmente provenían del Sahara, y parece como si la naturaleza nos hiciera un favor manteniéndolas en su tamaño y asegurándose que permanecieran en sus madrigueras en el desierto. Parece que esta Fraulein Bunt ha invertido totalmente la naturaleza. Ella es obviamente un genio, pero uno diabólico. Las ratas del desierto que ha producido ya no son subterráneas; ni se asustan cuando no están confinadas al desierto. Como zoólogo, las describiría como el animal más peligroso sobre la tierra hoy.

- ¿Qué quiere decir? -preguntó Honeychile.

- Quiero decir esto -dijo, y abrió una maletín del que sacó un conjunto de fotografías. Algunas mostraban los cadáveres parcialmente devorados de ovejas. Estaba el cuerpo de un caballo, con los cuartos traseros devorados hasta el esqueleto. Finalmente estaba una foto de lo que había sido un hombre. No era una visión agradable. Hubo un silencio en la sala y quedé agradecido por la forma en que Augustus rellenó con tacto mi vaso.

- ¿Como sucedió esto? -preguntó Bond finalmente.

- Nadie lo sabe seguro -contestó Godwin-. Todos los intentos previos de fabricar formas mutantes artificialmente han producido animales estériles. Estas ratas de Fraulein Bunt son cualquier cosa menos estériles. Durante meses las ha criado como conejos; y ahora estan diseminadas. Y están hambrientas.

- ¿Por qué no las detienen? -preguntó alguien.

- Buena pregunta -contestó el profesor-. Lo hemos intentado durante algunos meses. Pero es más fácil decir que hacer. ¿Recuerda la gran plaga de conejos que golpeó Australia el último siglo? Esto podría ser igual de malo; excepto que los conejos no muerden.

- ¿Y qué pasa con Irma Bunt? -preguntó Bond brutalmente-. ¿Supongo que no le ha dejado continuar su interesante trabajo científico?

- No -replicó Tanner-. Me temo que aquí es donde entras tú. Irma Bunt ha desaparecido: completamente. La estación de cría está desierta. Ha producido estos animales y se ha marchado. Pero el Gobierno Australiano ha recibido recientemente un ultimatum de ella. Dos ultimatums, para ser estrictamente precisos. Amenazó con que estas ratas suyas serían diseminadas y pronto comenzarían a rapiñar las ovejas. Dentro de un año se habrían multiplicado tan rápido que amenazarían realmente la industria ovejera de Australia. Dentro de dos habrían llegado a las ciudades.

- ¿Es eso posible? -dijo Bond.

El profesor asintió.

- Pero también ha dicho que las puede destruir casi de la noche a la mañana. Aparentemente tienen algún instinto innato que solo ella sabe como controlar. Ha prometido que a cambio de un billón de dólares hará que esas ratas regresen como lemmings al desierto de donde vinieron. Quiere el dinero en efectivo. Y lo quiere rápido.

- Creo que será mejor que pague -dijo Bond.

Tanner intentó discutir. Fue inútil. Dijo, bastante correctamente, que Bond era el único hombre que podía reconocer a Irma Bunt. Era también el único hombre al que ella temía. Sólo él podía comprender su retorcida mente lo suficiente para esperar atraparla. Por ello el Gobierno Australiano le quería a él. Era su única esperanza.

Pero Bond simplemente se encogió de hombros.

Alguna otra persona podría tener el honor de atrapara a Irma Bunt. No había nada muy especial en ella, y Australia debía tener algunos buenos policías propios. Lo lamentaba, pero estaba muy decidido. Había dejado el Servicio Secreto y se iba a casar. Finalmente Bill Tanner comprendió que no había esperanza. Bond creía lo que decía.

A esto Bill Tanner dijo simplemente que lo lamentaba y esperaba que Honeychile y Bond fueran felices. Sir James y el Profesor Godwin volarían a Adelaide con las primeras luces. El Primer Ministro Australiano estaría allí para recibirles. Si Bond cambiara de opinión...

- Muchas gracias -dijo Bond-, pero de algún modo no creo que sea probable. Y ahora Honey y yo debemos irnos. Tenemos un día ocupado mañana.

Si Bond se sentía transtornado por negarse a su viejo amigo no lo demostró. Los dos hombres se estrecharon las manos.

Yo encontré difícil dormir. La historia de Bill Tanner me había perturbado, y soñé con ratas del desierto saltando a través del campo inglés. Entonces cuando me desperté no pude conseguir dormir de nuevo. La idea del bombardero Vulcan partiendo para Australia apresaba mi mente. Miré mi reloj. En menos de una hora estaría lejos. Finalmente me vestí y, en ayunas, conduje al aeropuerto para verle irse.

Allí estaba, como un gran tiburón negro, varado junto al margen de la pista de aterrizaje. La tripulación del avión estaba a bordo, y justo cuando yo llegaba, un automóvil se detuvo, con Tanner y el Profesor Godwin. Charlamos brevemente, Tanner dijo que todavía esperaba que Bond cambiara de opinión y viniera.

- ¿Cree que lo hará? -preguntó Godwin.

- Si fuera su decisión, ciertamente -dijo-. Pero con esa mujer -sacudió la cabeza-... No hay una maldita esperanza, me temo. Una lástima.

- Tiene usted la maldita razón en eso -dijo el profesor.

Ahora los motores del Vulcan estaban despiertos. El avión estaba abastecido para el rápido y largo viaje rodeando la tierra, y observé a Godwin ponerse un casco de vuelo y caminar, una decidida figura gris, hacia la aeronave.

El amanecer surgía desde el Atlántico -en el cielo había largos jirones de adelfas rosadas-. Oí cantar al primer pájaro, y sentí la dulce frescura de la mañana tropical. Tanner miró su reloj, y sacudió su cabeza.

- Bien, no se le puede culpar. Realmente no se le puede culpar en absoluto. Ella es bonita. Esperemos que sea feliz.

- No podemos esperar mucho más, señor -gritó el piloto sobre el estruendo de los motores.

- Control de Vuelo nos espera, si vamos a regresar a Adelaide a tiempo.

El liso cuerpo con forma de cigarro comenzó a rodar hacia delante. Tanner se dirigió hacia él.

En ese momento hubo un resplandor desde el borde del campo. Un gran Rolls Corniche blanco se aproximaba a la pista de aterrizaje. Honey conducía. Bond estaba a su lado, con su viejo maletín de piel de cerdo, su traje azul claro, corbata negra: su uniforme para una misión.

Parecía muy animado, muy tranquilo, y no dio explicación de por qué había venido.

- Buenos días, Bill. Me alegro de verle. ¿Estamos todos dispuestos?

Él me vio y asintió.

- He disfrutado de nuestras pequeñas charlas -dijo-. Espero que no las haya encontrado demasiado tediosas. Me he dejado mucho y continuaré con mucho más, si todavía está interesado. Cuando regrese nos encontraremos e intentaré terminar la historia.

Luego se giró hacia Honeychile, todavía sentada en el automóvil. Ya no era la dura Mrs Schultz. Su cara aparecía pálida bajo su bronceado, sus ojos antinaturalmente brillantes. Bond la besó y yo le oí decir:

- Pronto, querida, pronto. Pronto estaré de vuelta.

¿Cuántas veces, me pregunté, había susurrado aquello antes?

Entonces se giró. Pude ver al piloto que le llamaba desde la cabina, y Bond se apresuró por la pista de aterrizaje, agarrando su maletín. Se giró y saludó, luego se impusló hacia la entrada. La puerta se cerró tras él y los motores gimieron impacientemente. Entonces desconectaron los frenos, los motores atronaron, y mientras el bombardero levantaba polvo a nuestro alrededor, y pude oler el hedor súbito del keroseno, el perfume universal de las partidas del hombre moderno.

Honey había bajado del automóvil, y permanecía todalmente sola, observando como el bombardero ganaba velocidad. Ella no saludó, pero cuando ella me vio ella dijo llanamente:

- Fui yo quien le dijo que fuera. El dijo que no iría pero yo sabía que siempre me culparía si no iba. Sin embargo, nunca pensé...

El avión había girado y, mientras pasaba sobre nosotros, su voz fue ahogada en el rugido de sus motores marchándose. Mientras aquello navegaba hacia el amanecer que teñía sus alas.

Honeychile sonrió y observó mientras aquello se convertía en pequeño punto en el cielo.

- Bien, ya está -dijo mientras regresaba hacia el Rolls-, el cabrón se ha ido.

Biografía no autorizada de 007
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