PRÓLOGO
Londres, 1808.
- Deja que yo me ocupe de convencer a la Corona, Charles.
Charles Isley se reclinó en el cómodo asiento del palco que su acompañante tenía en el teatro. Apenas vislumbraba su rostro en la penumbra, aunque lo conocía bien. Después de todo, era una de las damas más influyentes y mejor consideradas de la buena sociedad londinense. Si sus padres supieran el temerario proyecto que se proponía llevar a cabo, no darían crédito.
Y ésa era la clave, por otra parte.
- Como usted quiera, milady -respondió él haciendo un gesto de asentimiento con la cabeza. -Confiaré en su mayor influencia en este tema. Pero aún nos quedan otros detalles por resolver. Quiere crear un grupo de mujeres espías: viudas, para que no se escandalicen de las actividades que tienen lugar en los bajos fondos, y damas de la alta sociedad, para que tengan acceso a las personalidades más influyentes del imperio. ¿Tiene a alguien en mente?
- Necesitaremos más de una dama, por supuesto. Trabajarán en equipo y así podrán ayudarse una a otra. Pero quiero que las aborde de forma individual, con discreción. Ya he decidido quién será la primera.
Su señoría alargó la mano para coger la pequeña bolsa que sostenía su doncella, de pie justo detrás de ella, y el tejido de su falda emitió un frufrú al hacerlo. Sacó del bolsito una lista con los nombres que Charlie había recopilado para ella en las últimas semanas, desdobló la hoja y le echó un vistazo. A la tenue luz, el hombre vio que había hecho anotaciones al lado de muchos de los nombres, aunque no podía leer las palabras.
- No me mantenga más en suspense. ¿Quién será esa primera mujer espía?
- A partir de los datos que has recabado para mí, Meredith Sinclair me parece una buena candidata -dijo ella y Charles percibió la sonrisa en su voz.
El asintió.
- Estoy de acuerdo. Es muy popular e inteligente. Y perdió a su marido hace unos meses.
- Siempre ha sido una resplandeciente joya en sociedad. Posee cierta gracia y una ligereza de movimientos que me llevan a creer que podría encarar bien el entrenamiento físico al que tendrá que someterse.
Charles sacó un pequeño cuaderno de notas del bolsillo y anotó el nombre de la dama en cuestión. Una ola de excitación lo invadió al hacerlo.
- Me pondré en contacto con ella de inmediato, milady -dijo con una sonrisa.
- Muy bien, Charlie. -Su señoría alzó una mano en señal de despedida mientras él se levantaba dispuesto a irse del teatro. -Muy bien.