Regent’s Park, Londres

Hayas y robles lucen las tonalidades rojizas características de las primeras semanas de otoño; el tenue haz de luz que deja caer un sol que se despide perezosamente entre rosados jirones de nubes calmas sólo la ilumina a ella. No hay nadie más. Ha dejado a los guardaespaldas en casa con dos palmos de narices. Tanta seguridad y protección las 24 horas del día los 365 días del año la agobian. Apenas puede dar un paso sin sentir a ese par respirándole en el cogote. Ni tan siquiera la dejan bañarse o hacer sus necesidades a solas. Sabe que es «por su bien»; les pagan para protegerla porque en el último año las amenazas de muerte han sido constantes, y cada una suena peor que la anterior.

Josh se pondrá hecho un basilisco cuando sepa que se halla a merced de cualquier psicópata, o en el punto de mira de los terroristas. Y lo peor: no lleva nada a mano, ni una mala navaja de gamberro con que defenderse si se ve en peligro. 

Ocurre que le resulta ridículo ir armada cada vez que sale a la calle; nunca ha sido paranoica, ni siquiera de jovencita, cuando le sobraban motivos para sufrir eso que llaman esquizofrenia. Sabe que si alguien quiere matarla, y al parecer en esos meses se ha formado una bonita cola para disputarse tal honor, ella no podrá evitarlo. Y sus mercenarios, por muy preparados que estén, tampoco. Los que la amenazan no son principiantes ni chapuceros de tres al cuarto; es gente profesional con una misión sagrada, o eso cree a pies juntillas. No tiene pruebas —las amenazas anónimas no las firma nadie—, pero sí un ligero indicio de quién está detrás de todo esto.

Qué curioso haber resultado ilesa en el atentado de 2005, la primera vez que visitó la ciudad, rebosante de amor, expectativas… y despreocupación; cuando vivir o morir no le importaba demasiado, cuando pensaba que mejor morir allí que en cualquier otro rincón del planeta. Y hoy, bajo el crepúsculo que la baña en áurea luz, sufre el ansia de quien todavía tiene mucho que hacer y de qué cuidar, mucho que celebrar, y otro tanto por lo que sentir un orgullo casi narcisista…