Capítulo 8
—Miau.
—Vale, sube.
Luke vio cómo su abuelo se daba unas palmaditas en la pierna y cómo Vincent subía a su regazo ronroneando. Nadie podía ignorar a Vincent, era una fuerza imparable. Como Nicki. Sólo que Nicki deleitaba la vista con su sonrisa y su feminidad, mientras que Vincent tenía cara de gángster. Luke se inclinó hacia delante envalentonado por lo que había visto desde el vestíbulo la noche anterior.
—Abuelo, tienes que ir al médico. Tenemos que preguntarle sobre la medicación para la depresión o, al menos, tienes que explicarle qué pasa y cómo te sientes, en lugar de fingir que todo va bien cuando vas a verlo.
—No estoy deprimido —respondió el abuelo.
—Sí, claro. Entonces, ¿por qué te sientas durante horas mirando la nada? ¿Por qué cuando no estás mirando la nada estás dormido? Y qué me dices de haber vendido el retrato de la bisabuela Helena por cinco dólares en el mercadillo, o de repente haber notado, después de tres años que el jardín estaba hecho un asco.
Se miraron el uno al otro.
—Piénsalo —añadió Luke—. No hay nada malo en recibir ayuda… Además, a la abuela no le gustaría que estuvieras así.
—Vale, me lo pensaré —respondió tras un largo silencio.
Luke respiró aliviado. No sabía si había hecho lo correcto, pero al menos había hecho algo. Se sentó a beberse el café con la mirada puesta en las puertas de cristal que daban al jardín. Nicki solía entrar a esas horas de la mañana por la puerta de atrás temiendo despertar a alguien. Él se había acostumbrado a levantarse al amanecer y rara vez estaba en la cama cuando ella llegaba. Dormía poco porque se quedaba trabajando hasta tarde, pero merecía la pena.
¿La merecía? Ese pensamiento lo hizo sonreír. Había habido un tiempo en el que no hubiera dejado que nada lo distrajese de su trabajo. Pero cuanto más tiempo pasaba con Nicki, mejor comprendía que el trabajo era interesante y gratificante, pero que sólo era trabajo y que la vida era algo más.
Minutos después, Nicki apareció y él la saludó con la mano, intentando aparentar que se estaba relajando bebiéndose el café. Pero no lo estaba. La llegada de Nicki se había convertido en el engranaje de sus días y de los de su abuelo.
—Buenos días —dijo Nicki al entrar por las puertas de cristal—. He traído donuts y atún.
Las orejas de Vincent se levantaron al oír la palabra «atún». Aprendía rápido y en pocos días era capaz de distinguir el sonido del abrelatas desde el otro lado de la casa.
—¡Miau!
—Hola, pequeño —le rascó la nuca y él cerró los ojos de gusto—. Me temo que no estarás tan cariñoso conmigo después de que hoy te lleve al veterinario.
—Por eso lo sobornas con el atún —dijo Luke.
Él también ronronearía si ella lo tocara de esa forma.
Luke recordaba vagamente cuando pensaba que una mujer tenía que tener abundantes pechos. En aquel momento miraba a Nicki y veía un bonito equilibrio, lo que le parecía más que todo lo que aquellas otras mujeres tenían. Debió de ser la forma en la que ella lo miró lo que hizo que su pulso se acelerase.
—Sí, el soborno funciona. Pero he estado pensando… —parecía preocupada de repente—, no estoy segura de si a mi gato le va a gustar tener un competidor. Da Vinci puede ponerse muy celoso y eso no es bueno para Vincent.
Luke se atragantó y se tapó la boca. No le molestaba en absoluto la dulce manipulación de Nicki y el hechizo que ejercía en su abuelo y en él era placentero.
—Puede quedarse aquí un tiempo si tú quieres —ofreció el abuelo.
—¿De verdad? —parecía aliviada—. ¡Eso es genial! Pero no quiero que sea una molestia, así que traeré otra caja para su arena y el veterinario me recomendará la comida apropiada cuando lo examine, así que se la compraré allí.
—Dile que envíe aquí la factura —dijo el abuelo.
—No puedo hacer eso. ¿Has decidido ya qué vamos a plantar en el huerto? — añadió rápidamente.
—Tomates —murmuró mientras acariciaba a Vincent.
—A mí también me gustan. ¿Alguien quiere donuts? Voy por servilletas.
Nicki no esperó la respuesta sino que se dirigió a la cocina tan rápidamente como si le estuvieran mordiendo los talones. Luke la siguió.
—¿Qué te pasa? —preguntó.
—¿A qué te refieres?
—Te has puesto rígida cuando el abuelo ha sugerido pagar la factura del veterinario. Los dos sabemos que Vincent se va a quedar aquí, así que, ¿por qué no dejas que el abuelo pague la cuenta?
—Yo puedo pagar mis facturas, gracias.
—Nicki, tú ayudas a todo el mundo. De vez en cuando podrías dejar que alguien hiciera algo por ti. Sé que te ganas la vida muy bien y que puedes pagar tus cosas, ¿por qué es un asunto tan espinoso?
El tema espinoso era que había crecido con un padre que no podía llegar a fin de mes y donde no había dinero para pagar lo necesario, como comida o el alquiler.
El asma que tenía lo mantuvo inactivo un largo período, al igual que su incapacidad para llevarse bien con la gente.
—¿Nicki?
—Algunas veces me tomo mal las cosas, eso es todo. Es por mi infancia. Fue duro crecer como la niña que siempre tenía que comprar en tiendas de segunda mano o que nunca compraba el almuerzo del instituto porque era demasiado caro — aclaró odiando cómo sonaba lo que acababa de decir. No estaba avergonzada de su infancia, pero la había afectado.
—Pero aun así te has convertido en la persona más generosa del mundo. Eres una mujer excepcional, Nicki. Ojalá yo hubiera sido alguien mejor cuando éramos niños, porque podría haber aprendido mucho de ti —dijo Luke mientras la estrechaba entre sus brazos.
—Tuviste tus momentos.
—Sí, momentos de los que no me siento orgulloso.
Nicki cerró los ojos, dejándose llevar por una fugaz debilidad. Le encantaba sentir los brazos de Luke y el latir de su corazón contra su mejilla. Nunca hubiera imaginado que fuera lo suficientemente perceptivo como para notar la incomodidad que le provocaba el tema del dinero u otras cosas y, de nuevo, estaba equivocada. No se parecía en nada a su ex marido.
Su proximidad le estaba causando incomodidad por otra razón, así que Nicki se apartó y trató de sonreír como si nada hubiera pasado.
—Todos tenemos esos momentos. Se llama ser humano. ¿Adivinaste el plan que tenía con Vincent?
—¿Que no habías planeado llevarlo a tu casa? Sí, lo adiviné —no parecía enfadado—. Ese gato es imposible de ignorar y exactamente lo que necesitaba el abuelo. Es increíble todo lo que ha mejorado.
—Pensé en adoptar un animal de la perrera, pero cuando vi a Vincent y que no se asustaba con toda esa gente y con el ruido, pensé que sería perfecto.
—Sí, perfecto —repitió Luke con tono irónico. A ella no le importó, Luke, a quien le gustaba tener todo controlado, se había tomado las cosas muy bien.
En aquel momento, el gato imposible de ignorar entró en la cocina, maulló y le dio con la pata a su plato con el pienso.
—Pobrecito, quiere atún —comentó ella.
—No, es que se pone histérico cuando ve su plato vacío. Lleva aquí unos días y ya es el amo de la casa.
Luke sacó el saco con el pienso y rellenó el plato de Vincent. Más tranquilo porque ya no iba a morir de hambre, Vincent ignoró el pienso y frotó las piernas de Nicki con su cuerpo.
—Quiere su atún —observó Luke.
Nicki abrió la lata que había llevado.
—¿Cuándo es la cita del saco de pulgas con el veterinario?
—No es un saco de pulgas, lo bañé hace dos días, ¿te acuerdas? De todas formas la cita es a las ocho —dijo Nicki mientras ponía el atún en otro plato y lo dejaba en el suelo. Vincent atacó el pescado como si llevara días sin comer.
Después de lavarse las manos, Nicki puso un donut de chocolate en un plato y sacó una bebida nutritiva de la nevera.
—Es la primera cita del día, así que no tardaremos mucho. Probablemente esté aquí a las nueve y podamos empezar a trabajar en el jardín.
—Iré contigo.
—Vale. ¡Ah! Esta noche es cuando se juega al bingo en la residencia, por si todavía quieres ir.
—Iremos. Ya se lo comenté al abuelo y dijo que podía ser divertido.
Nicki asintió y desapareció en el recibidor. Un instante después la oyó hablando con su abuelo.
Luke le dio un mordisco al donut y pensó que dos meses antes nada lo hubiera hecho ir al bingo. Pero dos meses antes se encontraba en Chicago, temiendo otro viaje a Divine, al saber que su abuelo había empeorado y que no había nada que él pudiera hacer.
Luke estaba cada noche más cansado, pero no quería admitirlo. Si Nicki estaba trabajando tan duro día tras día en el jardín y se centraba en el inventario a ratos, él también podía aguantarlo. A él le gustaba pensar que estaba realizando los trabajos más duros, pero probablemente no lo estuviera haciendo. Nicki era muy testaruda.
Miró hacia arriba desde el arbusto que estaba podando y se enfureció.
—Nicki, bájate de esa escalera —gritó.
El corazón casi se le salió por la boca cuando ella hizo un movimiento brusco y estuvo a punto de caerse.
—No hagas eso. Si no me asustas no me pasará nada —gritó ella.
—Te pasará algo. Estás subida a una escalera otra vez.
—Las mujeres nos subimos a escaleras todo el tiempo.
Podía tener razón, pero no le importaban las demás mujeres. Nicki sí le importaba y lo estaba volviendo loco de una forma u otra.
—Bájate. Ahora.
—No me des órdenes —dijo mientras continuaba pintando el techo del cobertizo.
Luke la agarró por las caderas y la levantó. La brocha, el cubo y la escalera salieron volando, pero acertó a ponerle los pies en el suelo.
—Eres la mujer más testaruda que he conocido. Ya te he dicho que no quiero que subas ahí.
—Y tú eres un estafador. ¿Piensas que eres un tipo moderno y sofisticado? Eres casi un cavernícola en lo que respecta al tema de las mujeres.
Tenía razón. Él había llegado a la misma conclusión, pero nunca había sentido la necesidad de proteger a alguien como a Nicki, y ella se lo estaba poniendo difícil.
—Si te rompes el cuello me demandarán —comentó él bromeando.
—No tengo familia ¿recuerdas? No habrá nadie para contratar al abogado.
—Nos tienes a nosotros. Eres una McCade honorífica.
—¿Quieres decir que los McCade demandarán a su propia familia por la muerte de un miembro honorífico? —dijo sonriendo—. Es muy amable que digas eso, pero ya me engañé una vez sobre tener una familia nueva y no voy a permitir que me pase otra vez.
—¿Engañarte? ¿De qué estás hablando?
—Cuando me casé. Butch tenía algunos hermanos más jóvenes, a su madre y sus abuelos y pensé que finalmente iba a pertenecer a una familia. Después me di cuenta de que él estaba en un bando, los demás en otro y de que yo seguía siendo una intrusa.
Algunas cosas que no entendía sobre Nicki, de repente cobraron sentido.
—No es que me casara con él por su familia —añadió—, pero era agradable pensar… ya sabes.
La entendió tan bien que le resultó difícil pensar en algo más que en estrecharla en sus brazos y prometerle que todo iría bien. Pero no podía prometer algo así y, de todos modos, ella no lo creería.
—¿Te interesaría saber que mi madre todavía te recuerda con cariño?
—¿Se acuerda de mí?
—No debería sorprenderte tanto. Tú eres una persona para recordar, Nicki.
—Sí, claro.
—Pues sí, claro. ¿Sabes una cosa? Creo que no te he agradecido lo suficiente que le endosaras ese felino feísimo a mi abuelo.
—No es feo —dijo Nicki indignada.
—Tiene una cara tan horrible que sólo su madre lo puede querer y… es sólo patas.
—Eso es porque todavía está creciendo. Una vez que sea adulto te impresionará su belleza. Ya verás.
Luke la creyó. Como todo lo que ella hacía, el gato sería fantástico.
—Y no te lo he endosado. Tú apruebas lo que he hecho. No lo niegues.
—Lo apruebo. Y, como te he dicho, no te lo he agradecido lo suficiente.
—No tienes que agradecerme nada.
—Sí que tengo.
Nicki conocía ese tono de voz e, instintivamente, su cuerpo respondió. No quería que Luke tuviera tanto poder sobre ella, pero era inevitable. Luke sólo tenía que mirarla de determinada manera y se le calentaba la sangre. Sus fuertes manos agarraron su trasero y lo tocaron lenta y seductoramente.
—Se nos ve desde la casa —recordó ella.
—Así estamos a salvo —murmuró Luke al besarla.
Al final de su matrimonio Nicki había hecho todo lo posible para evitar tener relaciones con su marido, incluso cuando las cosas parecían ir más o menos bien entre ellos, pero que Luke la abrazara era diferente. Luke era más alto y más fuerte que Butch y en sus brazos no se sentía indefensa. Era como si estuviera volando y Luke fuera la poderosa corriente de aire que la mantenía en vuelo. La necesidad de que él se uniese a ella disipó las dudas que tenía y cuando sus dedos la tocaron de una forma sexual, Nicki se puso tensa recordando sus palabras.
«Así estamos a salvo…»
Ya. No podían hacer el amor donde cualquiera podía verlos y Luke lo sabía, por eso había elegido ese lugar.
—Luke… no.
El hundió su cara en la curva de su cuello.
—No sabía… que era masoquista —susurró.
Nicki quiso preguntarle por qué no había insistido más. No en aquel momento, sino otras veces cuando podía haber sido posible. Podían haberlo hecho junto al arroyo o cuando habían estado perdidos entre el follaje del jardín. Pero quizá debería aceptar lo que había sin hacerse muchas preguntas.
—Gracias —susurró él besándole el cuello.
Por un momento, Nicki no supo de lo que le estaba hablando, pero, de repente le vino a la mente. Vincent y su abuelo y su plan de juntar dos criaturas que estaban perdidas.
Luke la besó otra vez dulcemente y la miró a la cara. Ahí estaba otra vez esa mirada cálida y de aprecio que le hacían sentir que era especial. Eso le hizo sentir algo extraño. Una mujer a la que un hombre mirara de esa manera frecuentemente, podía llegar a ser vanidosa.
Pero Nicki tenía un espejo y sabía cómo era. Su apariencia había mejorado desde que se ponía ropa de su talla y trataba de ayudar a amigos y vecinos, pero eso no la hacía especial o mejor que nadie. Era difícil creer que si realmente era especial, buena y bella, no hubiera encontrado a nadie que la quisiera.
Pero era tentador. Y estúpido.
Siempre había deseado el amor incondicional, ese tipo de amor que nunca recibió de su padre y Luke era el menos indicado para dárselo. Aunque… ¿Sería posible? Quizá los ex deportistas no eran todos iguales… quizá Luke era diferente. A lo mejor el amor con él no era imposible.
—¡Luke! —dijo una voz severa y ellos se separaron. El profesor McCade salió al jardín y miró a su nieto con desaprobación.
—¿Sí, abuelo?
—Quiero hablar contigo.
—Dios, soy adulto y me van a sermonear como a un joven delincuente. Me va a echar la charla sobre respetar a las mujeres y ser un caballero.
—Deberías intentar alegrarte porque recuerda la charla —bromeó Nicki sonrojada.
—Me alegro, créeme —se dirigió hacia su abuelo—. ¡Ah! Nicki, mantente lejos de la escalera. No quiero volver y tener que recoger tus pedazos.
Nicki se sentó en los escalones del cobertizo sin saber si reír o morirse de vergüenza.
Luke había anulado sus defensas en menos de un mes. Luke, el mismo chico que le había roto el corazón cuando era niña. Pero él había cambiado y ella ya estaba medio enamorada de él aunque no sabía qué hacer. Sinceramente, no era mejor amante de lo que había sido a los quince años.
Luke no sabía qué esperar cuando entró en casa. Su abuelo había sonado como el antiguo John McCade, el hombre que siempre había ayudado a llenar la ausencia de su padre, el abuelo que ocasionalmente había pillado a Luke haciendo algo malo y lo había asustado para que volviera al buen camino. No es que besar a Nicki estuviera mal, pensó Luke. Aunque sabía que no era totalmente cierto. Besarla no estaba mal si esos besos significaran algo.
Aquel pensamiento hizo que se retorciera. Nicki no era un juego o una conquista, era real y él no sabía qué hacer al respecto.
—Abuelo, no tienes que decir nada —dijo.
—¿Cómo que no? ¿Dónde están mis cuadros?
—Los quitaste.
—Sí, claro y también dejé que el jardín se fuera al infierno. El Pequeño Sargento me hubiera regañado por ello.
—Cuéntame otra vez por qué llamabas a la abuela el Pequeño Sargento —dijo Luke. Nicki tenía razón, el abuelo tenía que enfrentarse a su pérdida. Si tenía una depresión tendrían que hacer algo al respecto, no hacer como si no pasara nada. Ser capaz de hacer algo era infinitamente mejor que ver a alguien a quien se amaba consumirse delante de uno mismo.
—¿No te acuerdas? —preguntó el abuelo sonriendo—. Era porque cuando nos conocimos, tu abuela estaba pensando ingresar en el ejército como enfermera.
—Lo recuerdo, pero cuéntamelo otra vez —pidió Luke al acordarse de lo impresionado que se había quedado la primera vez que había oído que su abuela había considerado algo así. A su abuela la habrían enviado a Inglaterra durante la Segunda Guerra Mundial o, incluso, al Pacífico.
—Cuando yo le pedí matrimonio, ella sintió que tenía que elegir entre su trabajo o yo, así que le dije que siempre podía ser mi Pequeño Sargento si se casaba conmigo. Quizá eso suene políticamente incorrecto hoy día, pero era otra época. Tu abuela era una mujer fuerte, Luke. Me eligió a mí y yo bendije esa elección todos los días de nuestra vida en común.
La expresión de pena del abuelo hizo que a Luke se le partiera el corazón, aunque vio algo más, una paz que no había visto antes y no dudó en pensar que su abuelo estaba alcanzando esa paz gracias a Nicki.
Luke suspiró. Sus sentimientos por Nicki eran difíciles de ignorar. No pudo recordar la última vez que había deseado tanto que llegara un día, ver una sonrisa o, simplemente, estar con alguien que lo hacía una persona mejor al ser ella tan buena.
¿Era aquélla la elección de la que hablaba su abuelo? ¿Elegir entre lo que se puede llegar a tener todos los días, con alguien que ilumina tu mundo con una sonrisa, o vivir en un mundo sin color sin ese alguien? ¿Merecía aquello tomar los riesgos que él siempre había evitado tomar? ¿Era tan peligroso perder el control si se podía confiar en la persona que se amaba?
—Nunca imaginé que Mary se fuera primero —murmuró John—. No estaba preparado para eso. Ella era más fuerte que yo, Luke.
—Tú eres fuerte. Eres el hombre más fuerte que conozco.
Quizá el abuelo había intentado ser demasiado fuerte, sin permitir que nadie lo consolara, sin querer recurrir a nadie cuando las cosas iban mal y fingiendo que todo seguía igual. Una extraña sensación invadió a Luke al darse cuenta de que él también era así.
—Esto se está poniendo difícil para ambos y creo que una escena emotiva al día es suficiente —dijo el abuelo mientras le daba unas palmaditas en el hombro, refiriéndose a la conversación que habían tenido por la mañana—. Quizá debamos hablar de Nicole.
—¿Qué pasa con ella?
—Podías haber elegido un lugar mejor que el cobertizo. Nicole merece lo mejor.
No es como las mujeres con las que siempre has salido y quiero estar seguro de que entiendes eso.
—Lo entiendo —era verdad, Luke lo entendía. Y se sentía como si estuviera a punto de descubrir algo maravilloso, como si todo en su vida hubiera sido dispuesto para ponerlo en aquel punto. Lo único que necesitaba era un poco más de tiempo para asimilarlo.