Nota del autor
Miguel Servet vivió en una época extraordinaria pero contradictoria. Los grandes avances científicos, los sorprendentes descubrimientos geográficos y los brillantes logros en matemáticas, medicina y astronomía parecían indicar que el ser humano era capaz de cualquier cosa. En la primera mitad del siglo XVI no sólo se había dado la vuelta al mundo, sino que se habían creado obras de arte asombrosas como las de Leonardo da Vinci o Miguel Ángel Buonarrotti.
Pero ésa también fue una época en la que proliferaron el gusto por el ocultismo y las ciencias herméticas, la magia negra y el culto satánico, las guerras de conquista y de religión, y la persecución y la muerte de miles de personas acusadas de brujería o de herejía.
Los conflictos religiosos y los enfrentamientos políticos asolaron Europa. En 1555 se acordó un tratado y se firmó la Paz de Westfalia, en la que por primera vez se reconocían mutuamente protestantes y católicos, pero en 1563 se cerraron las sesiones del Concilio de Trento, en el que la Iglesia católica cercenó cualquier posibilidad de acercamiento con los cristianos separados, a los que tildó de protestantes. Y la Inquisición católica y los reformadores protestantes siguieron persiguiendo y condenando a disidentes, cazando brujas y quemando herejes.
Considerado hereje y blasfemo por los católicos y por los protestantes, Servet fue condenado a muerte por ambos. No había hecho daño a nadie; se había limitado a considerar al hombre —al ser humano— como la medida de todas las cosas, la criatura privilegiada para realizar los designios de Dios merced a la razón y a la gracia divina.
Apasionado de las novedades científicas y del debate intelectual, firme defensor de la libertad de conciencia, de la libertad de expresión, de la libertad de pensamiento, partidario del radicalismo intelectual, pionero de la tolerancia y buscador de la verdad, Miguel Servet consiguió que sus revolucionarias ideas prendieran en el corazón de algunos seres humanos.
Fue un hombre rebelde, soberbio, orgulloso, vanidoso, crítico, insolente, indómito, ingenuo, osado y temerario; y semejante caudal de libertad personal y de independencia intelectual no podía ser consentido en una Europa dominada por la intransigencia, el odio, el miedo y la represión.
Miguel Servet se fugó de la cárcel de Vienne la madrugada del 7 de abril de 1553 y reapareció el domingo 13 de agosto de ese mismo año en la ciudad de Ginebra. Nada se sabe de él entre esas dos fechas. Qué hizo, dónde estuvo escondido, con quién habló durante esos cuatro meses o por qué se presentó en la ciudad donde vivía su máximo enemigo siguen siendo episodios misteriosos en la vida del médico hereje. Por tanto, he tenido que imaginar todos los acontecimientos que le suceden en la novela durante esas diecisiete semanas de la primavera y el verano de 1553.
Las fechas y datos de los interrogatorios se corresponden con las actas de los dos procesos a que fue sometido Servet, el primero en Vienne por los católicos y el segundo en Ginebra por los calvinistas, pero he preferido acortar y adaptar las largas, prolijas y reiterativas sesiones, así como los densos debates teológicos que en ellas se celebraron, para dotar de mayor agilidad al relato. También he incluido en alguna ocasión a Juan Calvino entre los asistentes a los interrogatorios. No es probable que estuviera presente en todos ellos, desde luego, pero sus colaboradores lo mantenían perfecta y puntualmente informado de cada paso del proceso.
El juicio y la ejecución de Miguel Servet se produjeron tal cual se narra en la novela y en ellos participaron todos los personajes citados. Sólo los tres jueces de Vienne y el médico Juan de la Villa son personajes inventados. En el caso del médico de Ginebra lo he hecho para poder bucear en el alma y en las confesiones de Servet en la prisión, usándolo a modo de confidente y como recurso literario para entender el estado de ánimo que debió de padecer en sus últimos días.
La ejecución de Miguel Servet en Ginebra desencadenó las protestas de numerosos intelectuales, sobre todo en Italia. Abrumado por las críticas, el Consejo de Ginebra desestimó los cargos que quedaban pendientes contra Servet, pero ya era tarde, demasiado tarde. Sebastián Castellio, uno de los cabecillas de los libertinos en Ginebra, tras escuchar un sermón de Juan Calvino, lo criticó por justificar la ejecución de Servet. Castellio declaró, como se cita en la novela, que «Matar a un hombre no es acabar con una doctrina, es matar a un hombre».
Los principales líderes reformadores aprobaron, sin excepción, la condena a muerte de Miguel Servet. Melanchthon llegó a declarar que la muerte de Servet constituía «un ejemplo piadoso que merecía ser recordado para la posteridad» y que al ejecutarlo se había obrado en justicia y con razón.
Juan Calvino, principal instigador de todo el proceso (a pesar de que algunos han pretendido exculparlo), jamás se arrepintió de lo que había hecho, y los católicos, que también condenaron al aragonés a morir y lo quemaron en efigie, no dudaron en acusar hipócritamente a Calvino de crueldad. El reformador de Ginebra fue objeto de durísimos ataques, y él mismo comentó que «hasta los perros me ladran por todas partes». Calvino publicó en 1554 un libro titulado Declaración de la fe ortodoxa, en el que justificaba su acción contra Servet y en el que defendía el dogma de la Trinidad. En esa obra arremetía contra Servet y aceptaba la pena de muerte para los herejes, e incluso proponía aplicarla en el nombre de Dios: «Uno debe olvidarse de la humanidad entera cuando la gloria de Dios está en juego», escribió.
La figura del aragonés Miguel Servet ha sido muy reconocida en diversos ámbitos académicos, aunque su vida y su obra, pese a tantos trabajos dedicados por tan excelentes especialistas en diversas disciplinas, siguen siendo casi desconocidas por la mayoría de la gente, que apenas sabe otra cosa de él que descubrió el sistema de circulación pulmonar de la sangre.
En España y en otros países de Europa le han erigido estatuas y han dedicado a su nombre calles, plazas y hospitales. El 1 de noviembre de 1903 el ayuntamiento de Ginebra rechazó la ubicación de una estatua de Miguel Servet en la ciudad, pero los ginebrinos, por suscripción popular, erigieron un monumento a su memoria en el alto de Champel, un modesto monolito que se ubicó en un lugar discreto. La localidad francesa de Annemasse, a ocho kilómetros de Ginebra, levantó una estatua de bronce con Servet sedente; una copia de esa estatua preside el acceso al hospital Miguel Servet en la ciudad de Zaragoza. Una de las cuatro estatuas centrales en piedra de la fachada del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza también representa a Miguel Servet. Por fin, el ayuntamiento de Ginebra decidió en 2011, con motivo del quinto centenario de su nacimiento, colocar una estatua de Servet en bronce, copia de la de Annemasse, en la colina de Champel, donde fue ejecutado.
La misma Europa que contempló inane el asesinato de Servet ardió en llamas en los siglos siguientes. Algunas de las sangrientas contiendas que asolaron este continente fueron llamadas «guerras de religión», y con tan peregrina excusa se han matado, y se siguen matando, a millones de personas en todo el mundo. Todavía a finales del siglo XX, bosnios musulmanes, croatas católicos y serbios ortodoxos se asesinaron en pleno corazón de Europa, en una guerra criminal y genocida, en la que también se adujo la religión como causa para perpetrar la barbarie. Y también se quemaron libros, muchos libros, como los que ardieron en el incendio de la gran biblioteca de Sarajevo en agosto de 1992.
Cuatro siglos y medio después de la muerte de Servet, algunos europeos no habían aprendido nada del extraordinario mensaje del médico aragonés.
Y creo que seguimos sumidos, al menos en ese sentido, en una peligrosa ignorancia.
En la novela he castellanizado casi todos los nombres propios (Miguel, Juan, Esteban, Claudio, etcétera.), aunque en origen sus propietarios respondieran a versiones según los diferentes países y lenguas de referencia (Michel, Johan, Étienne, Claude, etc.). Y he hecho lo mismo con los topónimos, salvo con los que carecen de versión en español. La excepción ha sido la ciudad de Vienne del Delfinado, en la actual Francia, en la que he mantenido su grafía francesa para no confundirla con la Viena austriaca.
Para la redacción de esta novela he utilizado materiales bibliográficos y archivísticos muy diversos, incluidas todas las obras conservadas de Miguel Servet.
Afortunadamente, y pese a los intentos por acabar con ellas, la mayoría de las obras de Servet se salvaron de la quema y han llegado hasta la actualidad en diversas ediciones, a veces casi de manera milagrosa. Por ejemplo, de los ochocientos (o tal vez mil) ejemplares que se editaron en Vienne a comienzos de 1553 de Restitución del cristianismo sólo se han conservado tres.
Las que escribió son las siguientes:
Ihesus, Christus, filius Dei (Jesús el Cristo, hijo de Dios), manuscrito inédito, h. 1530 (no he podido consultarlo).
De Trinitatibus erroribus (Sobre los errores de la Trinidad), imprenta de Johann Setzer (Secerius), 119 pp., Hagenau, 1531, y Estrasburgo, 1531.
Dialogum de Trinitate (Diálogos sobre la Trinidad), imprenta de Johann Setzer (Secerius), 48 pp., Hagenau, 1532, y Estrasburgo, 1532 (2.ª ed. Vienne, 1542).
In Leonardum Fuchsium Apologia (Apología contra Fuchs), 8 pp., Lyon, 1536.
Syruporum universia ratio (Tratado universal de los jarabes), imprenta de Simonis Colinaei, 70 pp., París, 1537.
Disceptatio pro Astrologia (Discurso en defensa de la Astrología), 8 pp., París, 1538.
Christianisimi Restitutio (Restitución del cristianismo), imprenta de Baltasar Arnoullet, 576 pp., Vienne, 1553.
Además fue el editor y comentarista de las siguientes obras:
Geografía de Ptolomeo, imprenta de Trechsel, 298 pp., 50 mapas, Lyon, 1535 (reedición Vienne, 1541).
Biblia de Sante Pagnini, imprenta de Hugonem à Porta, 7 vols., Lyon, 1542 (reedición Vienne, 1545).
Algunos investigadores le atribuyen la traducción del latín al castellano de la Summa Teologica de Tomás de Aquino, y las ediciones de un Tratado de gramática, del Lexicón hebreo y de El Corán, aunque no parece seguro que así fuera.
Se dispone de una excelente edición de sus obras completas, editadas en seis volúmenes, uno de ellos doble, por el Gobierno de Aragón y otras instituciones aragonesas en la colección Larumbe. Ha sido dirigida por Ángel Alcalá, tal vez el más preclaro servetista. Los volúmenes editados por el profesor Alcalá, en Zaragoza, incluyendo los textos originales en latín y su correspondiente traducción al español actual, son los siguientes:
I. Vida, muerte y obra. La lucha por la libertad de conciencia. Documentos, 2003.
II.1. Primeros escritos teológicos 1: Cinco libros de declaración sobre Jesús el Cristo hijo de Dios. De errores acerca de la Trinidad. Cuatro capítulos sobre la Justicia, 2004. II. 2. Primeros escritos teológicos 2, 2004.
III. Escritos científicos: Geografía de Ptolomeo. Apología contra Fusch. Tratado universal de los jarabes. Discurso en pro de la Astrología, 2005. IV. Servet frente a Calvino, a Roma y al Luteranismo: Treinta cartas a Calvino. Setenta signos del Anticristo. Apología contra Melanchthon, 2005.
V. Restitución del cristianismo, I, 2006.
VI. Restitución del cristianismo, II, 2006.
El proceso de Ginebra contra Miguel Servet se conserva en dos legajos bastante deteriorados en el Archivo del Estado de Ginebra, vols. B1 y B2. Puede consultarse en las siguientes ediciones:
CAVARD, P., Le procès de Michel Servet à Vienne, Vienne, 1953.
RILLIET, Albert, Relation du procès criminal intenté en 1553 contre Michel Servet, Ginebra, 1844.
La bibliografía sobre Servet, su vida, su tiempo y su obra es realmente ingente. En su pueblo natal, Villanueva de Sijena, en la comarca aragonesa de Monegros, se fundó hace tiempo el Instituto de Estudios Sijenenses «Miguel Servet», que propicia publicaciones, cursos y simposios en torno a su figura y su obra. El Instituto de Educación Secundaria «Miguel Servet», de Zaragoza, edita desde 2004 la revista Estudios sobre Miguel Servet, cuyo número VI se ha publicado en 2013.
El lector que quiera conocerlo con mayor profundidad puede empezar por las siguientes referencias:
ALCALÁ GALVE, Ángel, Miguel Servet, Zaragoza, 2003.
ARRIBAS SALABERRI, Julio P., En torno a Miguel Servet, Villanueva de Sijena, 1975.
BACHES OPI, S. (ed.), Miguel Servet. Luz entre tinieblas, Villanueva de Sijena, 2006.
BAINTON, Roland H., Servet, el hereje perseguido, Madrid, 1973.
BARÓN FERNÁNDEZ, José, Miguel Servet, su vida y su obra, Madrid, 1970.
BERMUDO DEL PINO, Rafael, Estudio sobre teología y filosofía en la obra de Miguel Servet, Zaragoza, 2011.
BETÉS PALOMO, Luis, Anotaciones al pensamiento teológico de Miguel Servet, Villanueva de Sijena, 1975.
BULLÓN, E., Miguel Servet y la geografía del Renacimiento, Madrid, 1945.
FERNÁNDEZ, Miguel, Miguel Servet. Historia de una ejecución, Madrid, 2001.
FRIEDMAN, J., Michael Servetus. A case study in total heresy, Ginebra, 1978.
FULTON, J. F., Michael Servetus, humanist and martyr, Nueva York, 1953.
GOLDSTONE, Lawrence y GOLDSTONE, Nancy, Out of Flames: The Remarkable Story of Michael Servetus and One of the Rarest Books in the World, Nueva York, 2002.
HILLAR, Marian y ALLE, Claire S., Michael Servetus: Intellectual Giant, Humanist and Martyr, Lexington, 2002.
MORENO MORENO, Daniel, Miguel Servet teólogo iluminado. ¿Ortodoxia o herejía?, Zaragoza, 2011.
NAYA, Juan y HILLAR, Marian, Michael Servetus, Heartfelt, Nueva York, 2011.
SOLSONA, Fernando, Miguel Servet. Cumbre del Renacimiento, Zaragoza, 2012.
La ficción tampoco se ha olvidado del «mayor hereje del mundo».
Entre otros muchos, su vida se ha puesto en imágenes en el documental La vida de Miguel Servet. Una road-movie teológica desde el corazón del siglo XVI, dirigido por Oliver Ekert.
Televisión Española produjo en 1986 la serie, en 8 capítulos de 50 minutos cada uno, Miguel Servet: La sangre y la ceniza, dirigida por José María Forqué, a partir de una idea de Alfonso Sastre, con guión de Hermógenes Sainz, Alfonso Sastre y José María Forqué.
El cine ha producido una película: Passion et mort de Michel Servet, dirigida por Claude Goretta en 1975.
Radio Nacional de España puso en antena el guión radiofónico de Encarnación Ferré Chiné, Miguel Servet. Destino entre la sangre y el fuego, Madrid, 1980.
Y Ángel Alcalá ha escrito un guión, Servet y el leño verde, Zaragoza, 2003.
Existen además varias obras teatrales, entre ellas:
ECHEGARAY, José, La muerte en los labios, en Teatro escogido, Madrid, 1964.
GONZÁLEZ ECHEVARRÍA, F. J., Pasión y muerte de Miguel Servet, Madrid, 2003.
LÓPEZ ARISTEGUI, J. y GONZÁLEZ ZABALA, G., Miguel Servet (Tragedia en tres actos), Madrid, 1915, inspirada en la novela de Pompeyo Gener, Pasión y muerte de Miguel Servet, París, 1909.
SASTRE, Alfonso, Flores rojas para Miguel Servet, Barcelona, 1967.
Agradezco la atinadas sugerencias de Purificación Plaza, mi eficaz editora en Planeta, y las recomendaciones de José Calvo Poyato, catedrático, especialista en Historia Moderna y magnífico novelista, quien leyó el manuscrito original y me proporcionó excelentes consejos que han mejorado el resultado final. A él, por la amistad y la admiración que le profeso, está dedicada esta novela.